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ESTUDIA UNIVERSITARIA PROPIEDADES DEL AMARANTO

 
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propiedadesamaranto23 de junio de 2014

En años recientes, varios investigadores de la UNAM, entre ellos, Teresa Reyna Trujillo, agroclimatóloga del Instituto de Geografía (IGg), se han dedicado a estudiar vegetales que crecen en Mesoamérica y que desde la época prehispánica fueron objeto de un proceso de domesticación y cultivo para que formaran parte de la dieta de distintas culturas, como la maya, la azteca y la totonaca, entre otras.

Uno de esos vegetales es el amaranto, palabra que en griego significa “el que no se marchita”. Sus semillas endulzadas son conocidas comúnmente como “alegría”, nombre que, en opinión de Reyna Trujillo, restringe su potencialidad.

“Si oímos el nombre ‘alegría’ lo relacionamos con la barra, con la palanqueta que nos comemos, pero los usos de esta planta son variados. Por ejemplo, con su harina se puede hacer pan, galletas, atole, tamales y pasta para sopas; además, sus tallos y hojas verdes se aprovechan en diferentes sitios como verdura para ensaladas, sopas y condimentos de guisos. Incluso ahora es posible encontrar productos con amaranto que se consideran gourmet”.

Alto nivel proteico

Una de las características principales del amaranto es que posee un nivel proteico mayor que el trigo, el maíz, la cebada y el arroz: hasta de 18 por ciento por cada 100 gramos de sus semillas. De ahí que la universitaria proponga asignarle más superficie de cultivo, mayor abasto y comercialización, pues resulta una opción viable para nutrir a la población, en especial la infantil y la de adultos mayores.

Alguna vez el DIF (Desarrollo Integral de la Familia) incluyó productos derivados del amaranto en los desayunos escolares; desgraciadamente fue por un periodo corto.

“Ahora que se habla de campañas contra el hambre, sería deseable que en lugar de frituras y pastelitos, los pequeños tuvieran la oportunidad de comer algo que realmente los nutra, como panecillos, galletas y atole de amaranto, o semillas reventadas y tostadas, mezcladas con leche y fruta. De este modo, consumirían una inmejorable proteína vegetal”, consideró Reyna Trujillo.

Resistente a la sequía

Otra de sus características es que resiste más que otros cultivos las condiciones de sequía temporal y se adapta a zonas desérticas del país, donde la precipitación pluvial es baja.

“Por eso su nombre significa ‘el inmarcesible, el que no muere, el que resiste’. Para mí fue una sorpresa encontrarlo cultivado a más de tres mil metros de altitud en la región andina, mezclado con quinua, otra planta de la familia de las quenopodiáceas, que se da en los países andinos y cuyas semillas igualmente han resultado un éxito en el mundo por su calidad proteínica”.

En México, las especies que mejor se adaptan a las zonas templadas y a las cálidas son Amaranthus hypochondriacus y Amaranthus cruentus, respectivamente. “Esta última se adecúa a las condiciones climatológicas de Morelos, por ejemplo”, añadió la investigadora.

El consumo se ha incrementado en zonas urbanas del país porque su distribución y comercialización están mejor organizadas; sin embargo, las superficies de plantación no han crecido debido a que su cultivo y aprovechamiento todavía se llevan a cabo de manera artesanal.

Para la cultura incaica, refirió, el amaranto fue fundamental como alimento y en la actualidad se consume mucho más en Perú y Bolivia que en México.

“La gente da a su ganado y aves las hojas, tallos tiernos y, en épocas de sequía, la paja del amaranto, con lo que éstos hacen un consumo proteínico importante”.

El amaranto se ha reincorporado paulatinamente a nuestra alimentación cotidiana, pero según la investigadora de la UNAM, falta trabajar para que más mexicanos, en particular de escasos recursos y de zonas marginales, tengan acceso a él y se vean beneficiados con sus bondades nutricionales.

Créditos: UNAM-DGCS-361-2014

Indígenas del Putumayo dependen menos de la agricultura tradicional

 
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indigenascolombianosPalmira, jun. 03 de 2014 – Agencia de Noticias UN- Una investigación permitió identificar que la agricultura tradicional en los resguardos de Tamabioy y San Félix, ya no representan una mayor fuente de ingresos para sus habitantes.

En estos lugares, que pertenecen a la zona del conocido resguardo indígena de Sibundoy Bajo, del Departamento del Putumayo, habitan familias indígenas pertenecientes a la comunidad Camëntsá. Allí, según el censo poblacional del cabildo, hay 330 habitantes en Tamabioy y 420 en San Félix.

En medio de sus múltiples expresiones culturales autóctonas, de las que hacen parte la lengua, la vestimenta, la música y la artesanía, sobresalen la agricultura en huerto casero –que durante años se ha considerado como su fuente principal de ingresos–, y la medicina alternativa.

En ese sentido, la agricultura tradicional ha sido considerada la actividad económica principal en ambos resguardos, que en lengua Camëntsá se conoce como jajañ. Otros sistemas agrarios presentes en los resguardos son: producción ganadera, producción de fríjol, frutales, pastos y cultivo de maíz en relevo de fríjol.

De acuerdo con Vandreé Julián Palacios Bucheli de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia, es fundamental determinar las actividades económicas de los resguardos haciendo énfasis en la actividad agrícola, identificar y clasificar los sistemas de producción, al igual que analizarlos en función de su cantidad, diversidad y calidad.

“Es importante estudiar estos aspectos, ya que actualmente con la demanda de nuevos productos alimenticios, las nuevas formas de vestir, el desarrollo tecnológico (especialmente el de las comunicaciones) y la demanda de educación básica y profesional, determinan un contexto donde el huerto casero por sí solo ya no es capaz de satisfacer las necesidades de la familia Camëntsá. Empiezan a surgir cambios como la introducción y difusión de la ganadería, las producciones de fríjol y frutales”, dice el profesor.

Por esta razón, encaminó un proyecto de investigación con Juan Carlos Barrientos Fuentes, a través del cual se caracterizaron y analizaron de manera comparativa los sistemas de producción agraria en los resguardos, empleando como fuente primaria el diálogo en las zonas de estudio mediante la realización de censos en ambos resguardos, seguidos de entrevistas con algunas familias de las fincas.

“Los resultados permitieron concluir que el 49,5% de las familias de los resguardos indígenas Tamabioy y San Félix generan sus ingresos a partir de la actividad agrícola. El resto de la población lo hace, entre otros, con la oferta de servicios (39%), artesanías (6%) y agroindustria (1,5%)”, señala el investigador.

Igualmente, el contacto con la población urbana, el comercio y la industria se manifiesta en una paulatina transformación hacia la producción y oferta orientadas hacia el mercado. “El recurso financiero se hace cada vez más importante por ser el medio que permite cubrir nuevas necesidades como educación, transporte, atención médica y vestuario convencional”, indica.

La multifuncionalidad es una de las estrategias que utilizan las familias indígenas para satisfacer las necesidades de su actual contexto imperante. En algunos casos se presentan tres sistemas agrarios dentro de la finca-hogar, lo que demuestra la necesidad de la diversificación de la producción.

“Este hecho se confirma con el número elevado de sistemas en transición, pues este resulta de combinar huerto casero y monoproducción; el primero provee alimentos, combustible y algunas medicinas y el segundo, recursos financieros. Este último sistema, si bien no permite una acumulación considerable de capital, sí provee de una cantidad aceptable, así como de seguridad alimentaria para las familias indígenas”, afirma Juan Carlos Barrientos Fuentes en el proyecto.

Por ello, concluye que en futuras investigaciones es necesario ahondar sobre el momento preciso en que los agroecosistemas, ajenos al huerto casero fueron introducidos en el valle de Sibundoy. Esto es relevante para comprender el proceso histórico del cambio social y económico que la comunidad Camëntsá ha experimentado, así como la influencia que ha ejercido la intromisión de la colonización sobre dichos cambios.

Créditos: UNAL-945-2014

Eliminan contaminación por mercurio con fríjol y girasol.

 
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12 de Diciembre del 2012
Aunque muchos vegetales poseen la capacidad de descontaminar suelos, estudiantes de la UN evaluaron estas especies y obtuvieron buenos resultados.
De esa manera, Alejandro Martínez Osorio y Fredy José Genes Arrieta, estudiantes de Ingeniería Agronómica de la UN en Medellín, pusieron a prueba el fríjol y el girasol en diferentes tipos de suelos que sufren de contaminación por mercurio debida a la minería artesanal.
Para hacer el análisis de la capacidad descontaminante de las plantas, eligieron tres tipos de suelos: el polvillo de residuo de la roca que queda luego de la extracción de oro; el de minería aluvial; y una muestra sin contaminación para hacer diferentes tipos de evaluación.
Para cada muestra de suelos se utilizaron catorce plantas. Las ubicadas en suelos con mercurio presentaron una disminución de su crecimiento: alcanzaron una altura promedio de catorce centímetros, mientras que las plantas evaluadas en suelos sin contaminación llegaron a medir hasta cuarenta.
Genes Arrieta explica: “las plantas incorporan el mercurio y no es tóxico para ellas; pero, si algún animal las consume, puede padecer enfermedades graves o intoxicación”.
Por eso, destaca que la alternativa puede ser utilizada solo para recuperar zonas y, posteriormente, darlas a generación boscosa y de fauna.
El estudio, que solo se encuentra en etapa de análisis cualitativo, ha demostrado que el fríjol y el girasol son buenos vegetales fitoextractores, es decir, recuperadores de mercurio; pero no fitorremediadores, por cuanto su crecimiento es poco y su consumo puede afectar a los animales.
Los estudiantes consideran que estos planes de mitigación ambiental deberían ser tenidos en cuenta y apoyados por todas las compañías que ejerzan la minería y usen mercurio.
Dicen también que la explotación minera con madera podría ser una práctica alternativa viable, pues con esos mismos insumos se podrían elaborar otros materiales (como sillas y mesas) y así se evitarían daños colaterales.
El trabajo hace parte de uno de los proyectos del curso Manejo y Conservación de Suelos del pregrado en Ingeniería Agronómica. Y, según sus autores, podría convertirse en una opción respetable en este campo, siempre y cuando haya apoyo.
Créditos: Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html
Las muestras de suelos contaminados fueron de minería de socavón y de aluvión traído de El Bagre (Antioquia).

Las muestras de suelos contaminados fueron de minería de socavón y de aluvión traído de El Bagre (Antioquia).

12 de Diciembre del 2012

Aunque muchos vegetales poseen la capacidad de descontaminar suelos, estudiantes de la UN evaluaron estas especies y obtuvieron buenos resultados.

De esa manera, Alejandro Martínez Osorio y Fredy José Genes Arrieta, estudiantes de Ingeniería Agronómica de la UN en Medellín, pusieron a prueba el fríjol y el girasol en diferentes tipos de suelos que sufren de contaminación por mercurio debida a la minería artesanal.

Para hacer el análisis de la capacidad descontaminante de las plantas, eligieron tres tipos de suelos: el polvillo de residuo de la roca que queda luego de la extracción de oro; el de minería aluvial; y una muestra sin contaminación para hacer diferentes tipos de evaluación.

Para cada muestra de suelos se utilizaron catorce plantas. Las ubicadas en suelos con mercurio presentaron una disminución de su crecimiento: alcanzaron una altura promedio de catorce centímetros, mientras que las plantas evaluadas en suelos sin contaminación llegaron a medir hasta cuarenta.

Genes Arrieta explica: “las plantas incorporan el mercurio y no es tóxico para ellas; pero, si algún animal las consume, puede padecer enfermedades graves o intoxicación”.

Por eso, destaca que la alternativa puede ser utilizada solo para recuperar zonas y, posteriormente, darlas a generación boscosa y de fauna.

El estudio, que solo se encuentra en etapa de análisis cualitativo, ha demostrado que el fríjol y el girasol son buenos vegetales fitoextractores, es decir, recuperadores de mercurio; pero no fitorremediadores, por cuanto su crecimiento es poco y su consumo puede afectar a los animales.

Los estudiantes consideran que estos planes de mitigación ambiental deberían ser tenidos en cuenta y apoyados por todas las compañías que ejerzan la minería y usen mercurio.

Dicen también que la explotación minera con madera podría ser una práctica alternativa viable, pues con esos mismos insumos se podrían elaborar otros materiales (como sillas y mesas) y así se evitarían daños colaterales.

El trabajo hace parte de uno de los proyectos del curso Manejo y Conservación de Suelos del pregrado en Ingeniería Agronómica. Y, según sus autores, podría convertirse en una opción respetable en este campo, siempre y cuando haya apoyo.

Créditos: Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

Determinan efectos del cambio climático sobre vegetación y biodiversidad en México.

 
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18 de Septiembre del 2012
Con la aplicación de modelos de cambio climático, que incluyen eventos naturales extremos, es posible determinar que un gran número de especies vegetales corren peligro de extinguirse para 2050, de no aplicarse políticas públicas orientadas a mitigar los efectos del fenómeno, advirtió Lourdes Villers, del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM.
En el trabajo Comportamiento de las comunidades vegetales y especies en ecosistemas de montaña del centro de México ante el cambio climático para el horizonte temporal 2050, la experta realizó aproximaciones, con escenarios de altas temperaturas y cambios extremos en las lluvias, para conocer las especies y comunidades que podrían adaptarse mejor a las variaciones.
Los resultados, presentados en la Cuarta Comunicación Nacional ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, están basados en tres modelos. Dos tienden hacia la sequía y uno es consistente, desde hace dos décadas, con el incremento de las lluvias.
Para el caso de los ecosistemas de montaña del centro de México, en el escenario de incrementos en temperaturas y precipitaciones se señala que 88 por ciento de las especies estudiadas reducirían su distribución; entre ellas, Pinus hartwegii, Cinna poiformis, Muhlenbergia macroura, Pinus leiophylla y Trisetum rosei. De éstas, 54 por ciento podrían desplazarse a mayores alturas, como Arenaria reptans, Quercus rugosa y Senecio toluccanus.
En la aproximación de sequía, 84 por ciento de las especies se verían mermadas, como Roldana barba-johannis y Eupatorium pycnocephalum, mientras que otras podrían encontrarse hacia la cima de las montañas, como Fuchsia microphylla, Physalis stapelioides y Penstemon gentianoides. Bajo esta consideración, tres especies desaparecerán del volcán: Calamagrostis tolucensis, Trisetum rosei y Arenaria bryoides, detalla el documento.
Escenarios futuros
Un modelo climático es una aproximación a la realidad, pero no determina lo que sucederá. Se utilizan datos históricos observados con la finalidad de validarlo. En el mundo, los grupos de investigación pueden producir más de 20 modelos, coincidentes en el incremento global de la temperatura, para estudios regionales o globales.
Al elegir los de estudio de la República Mexicana, se comparan con las condiciones actuales del clima y los datos históricos. Al considerarlos, la inclusión de la influencia oceánica es básica, pues se registran fenómenos naturales en el Atlántico y el Pacífico que afectan al territorio, ejemplificó.
En el CCA se utilizan modelos diseñados en Estados Unidos, Alemania, Canadá e Inglaterra, para obtener resultados válidos. A la par de los datos físicos, atmosféricos y oceánicos, se ponderan factores socioeconómicos, involucrados en la emisión de gases de efecto invernadero. Así, se dispone de ocho aproximaciones, con los efectos más extremos, a fin de indagar todas sus implicaciones.
Desde 1990, en el CCA se desarrollan líneas de investigación que disponen de estos acercamientos, aplicados al clima del país y el estudio de ciertos sectores, con el objetivo de construir posibles escenarios futuros, en torno a los impactos que puede tener el incremento de la temperatura en vegetación, silvicultura, biodiversidad, hidrología, agricultura, ciudades, salud, entre otros.
Efectos verticales y horizontales
La experta refirió que los ecosistemas de montaña representan un ejemplo de las repercusiones del cambio climático en la biodiversidad, al presentar gradientes térmicos y cantidades de lluvia distintas, en un espacio corto, lo que facilita su estudio.
Estas características propician el análisis de los efectos en el territorio nacional, al presentarse decremento en la temperatura por cada cien metros que aumenta la altura sobre el nivel del mar, detalló.
“Ejemplifica las repercusiones en los ecosistemas a nivel altitudinal y de lo que podría suceder en el latitudinal. Mientras más nos aproximemos al norte, observamos ecosistemas boreales; hacia el sur, prevalecen los tropicales; por ello, constituye la mejor aproximación”.
El análisis abarca la biodiversidad, a varios niveles, al implicar el número de especies, y sus agrupaciones en poblaciones interrelacionadas, que integran al ecosistema en armonía. Está orientado a ubicar nichos ecológicos, es decir, en qué altitud, temperatura y niveles de precipitación se desarrolla cada una de ellas.
Se determinó su ubicación geográfica y su función, para localizar las áreas en las cuales pueden asentarse, con ciertas restricciones. En conjunto con el Instituto de Biología (IB), se han utilizado modelos de cambio climático, aplicados en más de 30 especies de vegetación y fauna, precisó.
En el caso de las montañas, las especies de mayor capacidad adaptativa, ante los escenarios extremos de calor y lluvia, se desplazarían a mayores altitudes para sobrevivir; las dependientes de temperaturas restringidas, prácticamente desaparecerían.
En general, las condiciones proyectadas son desfavorables para la comunidad de zacatonal de alta montaña, compuesta por las especies Calamagrostis tolucensis-Trisetum rosei, -ubicadas en la línea de arbolado del ecosistema, entre tres mil 600 y cuatro mil metros sobre el nivel del mar-, por lo que sus posibilidades de permanecer son casi nulas, precisó.
En el caso de las especies Pinus hartwegii-Calamagrostis tolucensis, que ocupan el gradiente inmediato inferior de la comunidad de zacatonal, el aumento de temperatura varía entre dos y tres grados centígrados, lo que implicaría la reducción de su distribución actual. Probablemente, se podrían desplazar a mayores alturas, gracias a la “migración asistida”, es decir, por ayuda humana.
Además de los efectos de la variable climática, no sobrevivirían al desplazarse a mayores alturas, donde el suelo es arenoso, pobre en sustratos necesarios para su existencia. Las especies que sobreviven en estas condiciones extremas son de menor tamaño.
En el caso de las localizadas en altitudes inferiores, algunas se adaptarían a las variables térmicas, como hierbas, arbustos y pastos. En contraparte con los ciclos bianuales de reproducción de los árboles, esta vegetación sólo requiere un año, lo que facilita su adaptación.
La experta aludió a la necesidad de impulsar líneas de investigación orientadas a determinar los efectos de esta disminución o desaparición. Al estar asociadas a otras, animales o vegetales, se afecta toda la cadena alimenticia. Es necesario trabajar a nivel de poblaciones y comunidades, por las interacciones que establecen y para conocer las comunidades más susceptibles a las variaciones de temperatura y precipitación, detalló.
No sólo desaparecen los árboles, también los insectos que dependen de ellos para subsistir. Es el ejemplo de las abejas que necesitan flores del naranjo para producir miel. Si se altera el ecosistema y se pierden las especies vegetales, se afectaría la generación del producto, finalizó.
Boletín UNAM-DGCS-573
Ciudad Universitaria.
Ambos escenarios consideran el aumento de la temperatura en territorio nacional de entre dos y tres grados centígrados, sostuvo Lourdes Villers, del Centro de Ciencias de la Atmósfera.

Ambos escenarios consideran el aumento de la temperatura en territorio nacional de entre dos y tres grados centígrados, sostuvo Lourdes Villers, del Centro de Ciencias de la Atmósfera.

18 de Septiembre del 2012

Con la aplicación de modelos de cambio climático, que incluyen eventos naturales extremos, es posible determinar que un gran número de especies vegetales corren peligro de extinguirse para 2050, de no aplicarse políticas públicas orientadas a mitigar los efectos del fenómeno, advirtió Lourdes Villers, del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM.

En el trabajo Comportamiento de las comunidades vegetales y especies en ecosistemas de montaña del centro de México ante el cambio climático para el horizonte temporal 2050, la experta realizó aproximaciones, con escenarios de altas temperaturas y cambios extremos en las lluvias, para conocer las especies y comunidades que podrían adaptarse mejor a las variaciones.

Los resultados, presentados en la Cuarta Comunicación Nacional ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, están basados en tres modelos. Dos tienden hacia la sequía y uno es consistente, desde hace dos décadas, con el incremento de las lluvias.

Para el caso de los ecosistemas de montaña del centro de México, en el escenario de incrementos en temperaturas y precipitaciones se señala que 88 por ciento de las especies estudiadas reducirían su distribución; entre ellas, Pinus hartwegii, Cinna poiformis, Muhlenbergia macroura, Pinus leiophylla y Trisetum rosei. De éstas, 54 por ciento podrían desplazarse a mayores alturas, como Arenaria reptans, Quercus rugosa y Senecio toluccanus.

En la aproximación de sequía, 84 por ciento de las especies se verían mermadas, como Roldana barba-johannis y Eupatorium pycnocephalum, mientras que otras podrían encontrarse hacia la cima de las montañas, como Fuchsia microphylla, Physalis stapelioides y Penstemon gentianoides. Bajo esta consideración, tres especies desaparecerán del volcán: Calamagrostis tolucensis, Trisetum rosei y Arenaria bryoides, detalla el documento.


Escenarios futuros

Un modelo climático es una aproximación a la realidad, pero no determina lo que sucederá. Se utilizan datos históricos observados con la finalidad de validarlo. En el mundo, los grupos de investigación pueden producir más de 20 modelos, coincidentes en el incremento global de la temperatura, para estudios regionales o globales.

Al elegir los de estudio de la República Mexicana, se comparan con las condiciones actuales del clima y los datos históricos. Al considerarlos, la inclusión de la influencia oceánica es básica, pues se registran fenómenos naturales en el Atlántico y el Pacífico que afectan al territorio, ejemplificó.

En el CCA se utilizan modelos diseñados en Estados Unidos, Alemania, Canadá e Inglaterra, para obtener resultados válidos. A la par de los datos físicos, atmosféricos y oceánicos, se ponderan factores socioeconómicos, involucrados en la emisión de gases de efecto invernadero. Así, se dispone de ocho aproximaciones, con los efectos más extremos, a fin de indagar todas sus implicaciones.

Desde 1990, en el CCA se desarrollan líneas de investigación que disponen de estos acercamientos, aplicados al clima del país y el estudio de ciertos sectores, con el objetivo de construir posibles escenarios futuros, en torno a los impactos que puede tener el incremento de la temperatura en vegetación, silvicultura, biodiversidad, hidrología, agricultura, ciudades, salud, entre otros.


Efectos verticales y horizontales

La experta refirió que los ecosistemas de montaña representan un ejemplo de las repercusiones del cambio climático en la biodiversidad, al presentar gradientes térmicos y cantidades de lluvia distintas, en un espacio corto, lo que facilita su estudio.

Estas características propician el análisis de los efectos en el territorio nacional, al presentarse decremento en la temperatura por cada cien metros que aumenta la altura sobre el nivel del mar, detalló.

“Ejemplifica las repercusiones en los ecosistemas a nivel altitudinal y de lo que podría suceder en el latitudinal. Mientras más nos aproximemos al norte, observamos ecosistemas boreales; hacia el sur, prevalecen los tropicales; por ello, constituye la mejor aproximación”.

El análisis abarca la biodiversidad, a varios niveles, al implicar el número de especies, y sus agrupaciones en poblaciones interrelacionadas, que integran al ecosistema en armonía. Está orientado a ubicar nichos ecológicos, es decir, en qué altitud, temperatura y niveles de precipitación se desarrolla cada una de ellas.

Se determinó su ubicación geográfica y su función, para localizar las áreas en las cuales pueden asentarse, con ciertas restricciones. En conjunto con el Instituto de Biología (IB), se han utilizado modelos de cambio climático, aplicados en más de 30 especies de vegetación y fauna, precisó.

En el caso de las montañas, las especies de mayor capacidad adaptativa, ante los escenarios extremos de calor y lluvia, se desplazarían a mayores altitudes para sobrevivir; las dependientes de temperaturas restringidas, prácticamente desaparecerían.

En general, las condiciones proyectadas son desfavorables para la comunidad de zacatonal de alta montaña, compuesta por las especies Calamagrostis tolucensis-Trisetum rosei, -ubicadas en la línea de arbolado del ecosistema, entre tres mil 600 y cuatro mil metros sobre el nivel del mar, por lo que sus posibilidades de permanecer son casi nulas, precisó.

En el caso de las especies Pinus hartwegii-Calamagrostis tolucensis, que ocupan el gradiente inmediato inferior de la comunidad de zacatonal, el aumento de temperatura varía entre dos y tres grados centígrados, lo que implicaría la reducción de su distribución actual. Probablemente, se podrían desplazar a mayores alturas, gracias a la “migración asistida”, es decir, por ayuda humana.

Además de los efectos de la variable climática, no sobrevivirían al desplazarse a mayores alturas, donde el suelo es arenoso, pobre en sustratos necesarios para su existencia. Las especies que sobreviven en estas condiciones extremas son de menor tamaño.

En el caso de las localizadas en altitudes inferiores, algunas se adaptarían a las variables térmicas, como hierbas, arbustos y pastos. En contraparte con los ciclos bianuales de reproducción de los árboles, esta vegetación sólo requiere un año, lo que facilita su adaptación.

La experta aludió a la necesidad de impulsar líneas de investigación orientadas a determinar los efectos de esta disminución o desaparición. Al estar asociadas a otras, animales o vegetales, se afecta toda la cadena alimenticia. Es necesario trabajar a nivel de poblaciones y comunidades, por las interacciones que establecen y para conocer las comunidades más susceptibles a las variaciones de temperatura y precipitación, detalló.

No sólo desaparecen los árboles, también los insectos que dependen de ellos para subsistir. Es el ejemplo de las abejas que necesitan flores del naranjo para producir miel. Si se altera el ecosistema y se pierden las especies vegetales, se afectaría la generación del producto, finalizó.

Boletín UNAM-DGCS-573

Ciudad Universitaria.

Desarrollan en la UNAM método de identificación de contaminantes vegetales

 
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Tiene múltiples ventajas sobre los que ya se usan, como la reducción del tiempo de análisis, la sensibilidad y la realización simultánea del estudio de todos los compuestos, explicó Araceli Peña Álvarez, de la FQ
Tiene múltiples ventajas sobre los que ya se usan, como la reducción del tiempo de análisis, la sensibilidad y la realización simultánea del estudio de todos los compuestos, explicó Araceli Peña Álvarez, de la FQ

31 de Julio de 2012

Un equipo de investigación de la Facultad de Química (FQ), encabezado por Araceli Peña Álvarez, desarrolla un método de identificación y determinación de contaminantes emergentes en vegetales como la lechuga, el perejil o la espinaca.

Se trata de un proceso con múltiples ventajas sobre los que ya se usan. Entre ellas, la considerable reducción del tiempo de análisis, la sensibilidad y la realización simultánea del estudio de todos los compuestos, aunque sean de diferente naturaleza o polaridad.

La científica explicó que un contaminante emergente es cualquier producto antropogénico y genobiótico utilizado por las personas para cubrir necesidades generales de la vida diaria, de cuidado personal o con motivos cosméticos, que se desechan y se hallan principalmente en aguas residuales.

A diferencia de los desechos tóxicos, que sí están regulados, los emergentes se tiran sin control: fármacos, cosméticos caducos y fragancias, entre otros, que a la larga, podrían generar daños a la salud, aunque eso no se ha probado; además se liberan a través de la orina, aclaró la experta.

Las plantas de tratamiento están diseñadas para remover otros compuestos, pero no los de este tipo. En México, el agua residual tiene diferentes usos después de ser tratada; entre ellos, la recarga de lagos artificiales y el riego de cultivos. De ese modo, los vegetales comestibles podrían contaminarse.

En agua y sedimentos de plantas de tratamiento, Peña Álvarez y su equipo hallaron fármacos y desinfectantes como ibuprofeno, naproxeno, diclofenaco, carbamazepina e, incluso, estrógenos como estrona. De éstos, los identificados en las muestras vegetales provenientes de cultivos de Xochimilco fueron el bisfenol, y en mayores concentraciones, el triclosán, desinfectante de uso común en dentríficos, jabones y talcos.

La universitaria aclaró que es el primer trabajo que hacen al respecto, y que aún se requiere llevar a cabo un muestreo representativo. “El análisis es preliminar, pero sí encontramos este compuesto en concentraciones muy bajas”, del orden de 0.5 nanogramos por gramo, es decir, partes por billón.

Ante la importancia del problema, se requiere no sólo el desarrollo de métodos para identificación, sino de cuantificación y, posteriormente, para determinar los efectos tóxicos.

Para llegar a esos resultados, “propusimos el método de extracción con barra magnética (SBSE, por sus siglas en inglés), que consiste en colocarla recubierta con una sustancia que absorbe ese tipo de compuestos. Después, ya concentrados, se desorben y se inyectan en el sistema de identificación, que en este caso es cromatografía de gases acoplado a espectrometría de masas (CG-EM)”.

A diferencia de otros métodos, como cromatografía de líquidos, éste tiene ventajas, como el tiempo de análisis (de hasta más de 16 horas de acuerdo con el tipo de compuesto, a sólo una) y los pasos mínimos de preparación de las muestras.

Las matrices vegetales elegidas fueron lechuga, perejil y espinaca, que primero requieren ser liofilizadas, es decir, deshidratadas. De ahí se pasa al análisis, se toma una cantidad de miligramos y se adiciona una mezcla de disolvente para hacer una extracción previa con ayuda de una sonda ultrasónica. Después, se coloca la barra magnética, se ajusta el pH y se hace la extracción por alrededor de media hora.

Luego, abundó, se retira la barra y se adiciona un disolvente, en este caso acetona, y se desorben los analitos (compuestos contaminantes).

Antes de inyectarlos en el equipo de gases-masas, se derivatizan, es decir, se modifica su estructura química con una reacción para que sean volátiles. Todo el proceso hasta la obtención de resultados dura alrededor de dos horas.

Peña reconoció que se pudieron identificar los compuestos, pero no cuantificarlos de manera adecuada, porque están a una concentración muy baja, “lo que indica que tenemos que bajar los límites. La precisión debe ser mayor, con un coeficiente de variación menor, para que sea confiable”.

Esa meta no se ha alcanzado porque no se entienden bien a bien las interacciones existentes entre las matrices vegetales y los analitos. “No hemos encontrado cómo resolver esas relaciones y que nuestro método sea más preciso. Falta mucho por mejorar”.

Los primeros resultados de esta investigación ya fueron presentados en el XXV Congreso Nacional de Química Analítica. Además de ser parte de una tesis de maestría, será dada a conocer en artículos de revistas especializadas en cromatografía o preparación de muestras, finalizó la científica.

Boletín UNAM-DGCS-472
Ciudad Universitaria.