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Una mirada artística al ruido

 
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ruidoartisiticoBogotá D. C., ene. 24 de 2014 – Agencia de Noticias UN- “Desde hace veinticinco siglos el saber occidental intenta ver el mundo. Todavía no ha comprendido que el mundo no se mira, se oye. No se lee, se escucha”.

Esta frase de Jacques Attali en su Ensayo sobre la economía política de la música, es una manera de argumentar la importancia del sonido no musical y el ruido, como formas de hacer arte y mirar el mundo.

Precisamente, esto es lo que plantea Carlos Mauricio Bejarano, arquitecto, artista y docente de la Universidad Nacional de Colombia dedicado desde hace más de dos décadas al estudio, composición y creación sonora.

“Soy un convencido de que hay que promover esa urbanidad y sensibilidad sonora, porque enriquecen nuestra visión del mundo y nuestra percepción. Algunos somos defensores de la construcción de una cultura auditiva que tanta falta le hace al mundo”, señala el profesor.

Esta defensa del sonido como arte la evidencia Bejarano en sus trabajos y exposiciones, como la realizada sobre la importancia del ruido, que llevó a cabo en coordinación con la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Institución.

No es orden, es rigor

El enfoque que hace Mauricio Bejarano sobre el ruido se centra en que no sea del todo caótico, sino que tenga un rigor, una intencionalidad y una fuerza expresiva.

“No sé si necesita también un formato o técnica, pero sí unos recursos y unos medios que potencian el sonido; no se trata solo de las tecnologías de hoy sino de las que siempre ha tenido. Por ejemplo, un cuero que esté templado, una madera ahuecada, una herramienta que amplifique potencia”, sostiene.

Y añade: “Cada obra significa la invención de un lenguaje, no hay una gramática para aplicarla sino que cada autor descubre su orden intrínseco”.

Una de las obras de autoría del arquitecto y docente es Estruendos, basada en un acontecimiento que ocurrió un 9 de marzo de 1687 en Bogotá, donde a eso de las 10 de la noche se escuchó un estruendo por cerca de quince minutos, el cual generó pánico entre los pobladores.

De acuerdo con lo dicho por Mauricio Bejarano para la Señal Memoria, de la RTVC, esta “es una obra se propone como una instalación e intervención urbana exclusivamente audible. Busca alterar repentinamente la cotidianidad y el ambiente, buscando inquietar y, por qué no, perturbar”.

En el mundo el arte sonoro ha tenido representantes desde inicios del siglo XX con personas como el italiano Luigi Russolo, quien en 1913 escribió El arte de los ruidos, en el cual se valora el ruido como propuesta orquestal y composición musical.

En Colombia, el arte sonoro arrancó en 1965 y durante 10 años tuvo a representantes como Fabio González Zuleta y Jaqueline Nova. Pero en las últimas dos décadas logró una consolidación y reconocimiento más fuertes con artistas como Catalina Peralta y el mismo Bejarano, entre otros.

“Por ejemplo, en Nueva York hemos hecho exposiciones de arte sonoro colombiano. Épocas como los años noventa fueron fantásticas, las instituciones asimilaron todo y había público para todo”, relata.

Y concluye: “Para este tiempo es necesario crear otra vez conciencia y atraer gente, aprovechando que la tecnología nos brinda de recursos y herramientas con gran facilidad de manejo”.

Créditos: UNAL-983-2014

Disfonía ocupacional, problema de salud común en los docentes

 
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Los riesgos de patología vocal han sido asociados al uso de la voz en ambientes ruidosos, en condiciones de estrés o en circunstancias no favorables.
Los riesgos de patología vocal han sido asociados al uso de la voz en ambientes ruidosos, en condiciones de estrés o en circunstancias no favorables.

15 de Agosto de 2012

Un estudio con profesores de la UN evidenció las dificultades que afrontan para dictar clases cuando padecen disfonía, por causa del sobreesfuerzo que deben hacer con sus voces.

La pesquisa la adelantó Lady Catherine Cantor, de la Maestría en Salud y Seguridad en el Trabajo. Ella estableció que la disfonía constituye uno de los problemas de salud más extendidos en el personal docente y que más los perjudica, pero es poco estudiado en el país.

Y es que las largas jornadas de enseñanza les implican a los profesores horas y horas de uso de la voz. Así, encontró, por ejemplo, que entre las personas evaluadas existe una carga laboral que abarca un rango entre dos y quince horas diarias de clase, con un promedio de cuatro horas al día, aunque hay profes cuya carga no es uniforme durante la semana.

Dentro de los principales resultados halló que, de los 38 docentes evaluados, la mayoría reportó exposición a ruido y el 39,5% presentó problema vocal en alguno de los aspectos medidos por la escala GRABS  (índice de severidad de la disfonía). Además, el 42,1% manifestó tener antecedentes de problemas comunicativos y de alergias. Incluso, un porcentaje considerable reportó conductas nocivas para el cuidado de la voz, como ingesta de café, de bebidas cítricas, carraspeo y gritar con frecuencia.

Por otra parte, los docentes evaluados expresaron que, en promedio, tenían entre 12 y 98 estudiantes en actividades de cátedra, siendo la media unos 30 asistentes a clase. Adicionalmente, el 10,5% consideró estar expuesto a sustancias químicas (medicamentos) en su trabajo; el 18,4% afirmó que su lugar de trabajo es más frío o más caliente que el ambiente externo; el 47,4% dijo estar expuesto a polvos en su ambiente laboral; y, finalmente, el 89,5% indicó estar expuesto a ruido, lo que les implica alzar la voz para hacerse escuchar.

Sobre este último aspecto, Lady Catherine les preguntó a los profesores sobre su percepción de la necesidad de incrementar el volumen de la voz durante el desarrollo de las clases para mantener atento al grupo o con otros fines académicos. El 94,7% contestó que sí debe subir el volumen en algún momento, mientras que el 5,3% restante aseguró que no.

Como antecedentes de este trabajo, se destaca un estudio llevado a cabo con 240 profesores del departamento de Risaralda. En este se encontró que el 2,96% había presentado patología vocal, lo que posicionó a esta afección en el octavo lugar del listado de enfermedades profesionales. Además, el 9% calificó el ruido como un factor de riesgo (lo que lo ubicó en el segundo lugar).

Por el impacto que tiene la voz en la identidad personal, la expresión de las emociones, la comunicación con los demás y, en el caso de los profesores, en el desarrollo de sus labores profesionales, la magíster explica que es fundamental hacer un análisis fonoergonómico de la disfonía que permita ampliar en el futuro el campo de estudio, la reflexión y la acción del individuo, para intervenir aquellas causas externas que influyen directamente en su producción vocal.

Este tipo de estudios pueden repetirse en otros contextos, como en colegios o escuelas, en donde los profesores sufren por la precariedad de los espacios físicos en los que desarrollan su actividad. No poner atención a estos problemas ocupacionales puntuales redundará en más dificultades para el normal desarrollo de la actividad educativa de los profesores.

Créditos: agenciadenoticias.unal.edu.co

AFECTA EL RUIDO, RENDIMIENTO ESCOLAR DE ALUMNOS

 
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Si el ruido alcanza más de 60 decibeles, las personas sienten molestia. Con relación a los estudiantes, los especialistas de la UNAM se percataron que su atención comienza a perturbarse.
Si el ruido alcanza más de 60 decibeles, las personas sienten molestia. Con relación a los estudiantes, los especialistas de la UNAM se percataron que su atención comienza a perturbarse.

26 de abril de 2011

• Deriva en problemas de aprendizaje, advirtió un grupo de académicos de la Facultad de Psicología de la UNAM, encabezado por Cesáreo Estrada Rodríguez
• Colegas del CCADET han determinado que, al oír música con audífonos, los jóvenes se exponen a 90 decibeles, que representan una carga elevada para sus tímpanos; pronto habrá una generación precoz de débiles auditivos, alertó

El ruido en un salón de clases impacta de manera negativa a los procesos psicológicos y de aprendizaje de los alumnos, desde el nivel preescolar. Ese sonido deriva en problemas emocionales, cognoscitivos y de rendimiento escolar, advirtió un grupo de académicos de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, encabezado por Cesáreo Estrada Rodríguez.

Si alcanza más de 60 decibeles, las personas sienten molestia. Con relación a los estudiantes, los especialistas se percataron que su atención comienza a perturbarse.

“Por más concentrados que estén, si los niveles son elevados y constantes, esa capacidad disminuye. En el caso de los salones de clase o de las escuelas, hay otra variable de tipo cognoscitivo denominada inteligibilidad de la palabra, que se refiere a la posibilidad de entender y escuchar claramente la palabra del maestro o de los propios compañeros”, dijo Estrada Rodríguez.

La voz humana, en una conversación normal, se transmite a una intensidad que oscila entre los 50 y los 60 decibeles. Entonces, si un maestro habla y un ruido invade el salón de clases, los alumnos no escucharán a su profesor, indicó el especialista.

Si no se tiene una buena capacidad de atención y una óptima inteligibilidad de la palabra o del discurso, el aprendizaje tiende a disminuir. De modo que si afecta los procesos cognoscitivos, indirectamente también al aprendizaje. Es un hecho comprobado que la gente que escucha bien y posee una alta capacidad de atención, reporta un mejor rendimiento, abundó.

“Lo más preocupante es éste último, es decir, el aspecto que tiene que ver con el aprendizaje. Indicadores señalan que, a menor edad, mayor incidencia de problemas relacionados”, señaló.

Productividad a la baja

De acuerdo con diversos análisis, también tiene efectos negativos en el ámbito laboral; merma el rendimiento de los empleados. “En cualquier área de trabajo, sea manual o intelectual, un nivel alto afecta memoria y atención, lo que hace que disminuya la capacidad de producción”, afirmó Estrada Rodríguez.

Además, trae consigo consecuencias fisiológicas. Está ampliamente documentado que si una persona se expone a altos niveles mientras duerme, la calidad de sueño será pésima.

“Aunque no nos demos cuenta, el organismo está en funcionamiento aún si dormimos. El oído es el único que permanece alerta todo el tiempo, y aunque pretendamos ignorarlo, el ruido penetra y nos afecta”, explicó.

También, esa exposición ocasiona efectos crónicos en la audición. “Se pierde paulatinamente el sentido del oído, según el tiempo y el volumen de los sonidos. En un proceso natural de degeneración, se deteriora con la edad, y si a ello se suma el ruido, las dificultades aparecerán más rápido”, indicó.

En relación con el área de la salud, afecta especialmente la activación fisiológica, lo que puede convertirse en un indicador de estrés.

Los riesgos del iPod

Desde la perspectiva del especialista es preocupante que los jóvenes oigan música a altos decibeles. Si usan audífonos, uno puede escucharla a un metro de distancia; significa que la intensidad es altísima.

Estos riesgos han sido estudiados por el grupo de Acústica y Vibraciones del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET) de la UNAM.

“Los colegas del CCADET han determinado que, al oír música con audífonos, se exponen a 90 decibeles, cifra que representa una carga elevada para sus tímpanos. Me temo que pronto habrá una generación precoz de débiles auditivos, sin contar con los efectos que padecerá en el ámbito psicológico”, alertó Estrada Rodríguez.

Un camino para combatirlo es la legislación, pero a diferencia de lo que ocurre en los países desarrollados, la reglamentación en México es muy laxa e incluye sólo dos vertientes: la meramente laboral y la que contempla algunas medidas para mitigar las fuentes de ruido en espacios abiertos.

Por ello, el universitario recomendó que cada persona mitigue, por sí misma, los niveles y así se proteja en el ámbito donde se encuentre; además, sugirió atenderlo como un problema de salud pública. “Debe evitarse que penetre en los lugares de estudio, sobre todo de los niños”, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-244/2011/unam.mx