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LAS POBLACIONES INDÍGENAS ENFRENTAN NUEVAS FORMAS DE EXCLUSIÓN Y DESPOJO

 
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poblacionesindigenas09 de agosto de 2014

Los pueblos indígenas enfrentan nuevas amenazas a sus derechos fundamentales. A la par de la discriminación, marginación, explotación y falta de oportunidades, son víctimas del despojo de sus riquezas y territorios, consideró Federico Navarrete Linares, del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM.

Viven en rezago social y económico en comparación con el resto de la población, sin acceso a servicios básicos de salud, vivienda, educación o protección social, lo que redunda en índices elevados de analfabetismo, enfermedades, muertes infantiles y maternas, desnutrición, con una esperanza de vida menor a la del resto de los mexicanos, puntualizó con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, que se conmemora este 9 de agosto.

No se reconoce a estas comunidades como sujetos con historias, creencias y tradiciones únicas. En el fondo, ésta es una visión paternalista, racista y discriminatoria sin cabida en una sociedad moderna, aseveró el también académico de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y del posgrado en Estudios Mesoamericanos de esta casa de estudios.

Con las modificaciones constitucionales recientes, estos pueblos corren el riesgo de perder el control sobre sus territorios y recursos naturales y ser vulnerados en sus derechos por distintos intereses, lo que puede provocar despojos, advirtió.

La riqueza natural de sus espacios no es cuestión de suerte; por generaciones la han protegido y potenciado. La sociedad debería reconocerlos como propietarios legítimos por su trabajo y creatividad. Las nuevas disposiciones ignoran el valor de sus aportaciones y los colocan en una posición vulnerable, aseguró.

Panorama nacional

Navarrete Linares expuso que la relación con ellos es compleja. A la vez que nos enorgullecemos de nuestro pasado prehispánico y definimos nuestra identidad nacional a partir de éste, en pleno siglo XXI sus integrantes son marginados, discriminados y explotados.

Se encuentran presentes casi en la totalidad de los municipios —sólo en 30 no están— y en todas las entidades federativas. El Instituto Nacional de Lenguas Indígenas cataloga su diversidad en 11 familias y 68 agrupaciones lingüísticas, con 364 variantes.

En 2010 residían en 64 mil 172 localidades. En 34 mil 263 se registró una proporción poblacional mayor o igual al 40 por ciento del total de sus habitantes, de acuerdo con el Catálogo de Localidades Indígenas 2010, elaborado por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

El Informe sobre Desarrollo Humano de los Pueblos Indígenas en México —publicado en el año referido— advierte que, en general, alcanzan niveles de desarrollo humano inferiores a los demás, al vivir en localidades rurales, en condiciones precarias de educación, vivienda, infraestructura y salud.

Navarrete Linares, autor del libro “Los orígenes de los pueblos indígenas del Valle de México”, refrendó que sus derechos fundamentales son vulnerados por el racismo y discriminación, a lo que se suma el despojo de sus territorios, la amenaza más reciente.

Asimismo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) alerta que más de siete de cada 10 de los integrantes no son derechohabientes de alguna institución federal de salud. Además, el acceso a los servicios sanitarios se dificulta por la lejanía de las comunidades, lo costoso que resulta acudir a los centros de salud y por la calidad del servicio.

Se calcula que 38 de cada 100 niños procedentes de una comunidad originaria padecen desnutrición infantil crónica, cifra tres veces mayor a la registrada en aquellos no pertenecientes a este sector, y las enfermedades respiratorias afectan a 39 de cada 100 menores de estos grupos, detalló el organismo.

No se trata de decirles lo que deben hacer, sino de comprender sus criterios de bienestar y buen vivir y colaborar para desarrollar políticas públicas de acuerdo con sus prioridades, dijo.

Efeméride

El Día Internacional de los Pueblos Indígenas fue establecido por la Asamblea General de la ONU el 23 de diciembre de 1994, para celebrarlo el 9 de agosto de cada año durante el Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo (1995–2004). Una década después se proclamó un segundo lapso (2005-2014) bajo el título “Un decenio para la acción y la dignidad”.

Créditos: UNAM-DGCS-455-2014

Profundamente arraigado entre los pueblos originarios, el día de muertos.

 
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En la cuenca de México tiene que ver con el ciclo agrícola, explicó Andrés Medina Hernández, del Instituto de Investigaciones Antropológicas.
En la cuenca de México tiene que ver con el ciclo agrícola, explicó Andrés Medina Hernández, del Instituto de Investigaciones Antropológicas.

31 de Octubre del 2012

Más allá de influencias extranjeras, las festividades del Día de Muertos están profundamente arraigadas en los pueblos originarios que comprenden la cuenca de México, aseguró Andrés Medina Hernández, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.

Están vinculadas al ciclo agrícola de los antiguos mexicanos en esa región. Ellos dividían el año en dos mitades: una, la húmeda, y otra, la seca; la lluviosa se dedicaba a la agricultura, a la siembra, al trabajo y la cosecha.

Cada etapa está marcada por una serie de rituales, que tenían la finalidad de asegurar la cosecha, pues la gente dependía de lo que produjera la milpa, y en caso de sequía o inundación, habría hambre por largo tiempo.

El ritual que abre actualmente el ciclo es la fiesta de La Candelaria, bendición de las semillas, donde el maíz representa al niño. Fusionada a la tradición mesoamericana, la semilla se asocia al cristianismo, de ahí que sean características las charolas y canastas con maíz, y el consumo de atole y tamales.

Luego, está la petición de lluvias de la Santa Cruz, que con el tiempo pasó a ser la celebración del albañil en la Ciudad de México, el 3 de mayo.

La siguiente es en agosto, la Virgen de la Asunción; aparecen los primeros elotes, señal de que habrá el alimento básico. El elote tiernito o el jilote en la milpa, son señal para hacer una gran ceremonia, como preparativo de la cosecha.

La que cierra la etapa es la festividad de los muertos, es decir, la cosecha; es momento de agradecer a los difuntos y a los dioses por tener una producción abundante, por lo menos una cosecha. Son los días en que se recibe a los difuntos de la familia que regresan, y se comparten los alimentos en la ofrenda, que de hecho es invocada en todo el ciclo agrícola, desde la bendición de las semillas.

Ceremonias

Especialista en el tema, Medina explicó los elementos alrededor del Día de Muertos. Tanto en el de los infantes (uno de noviembre), como en el de los adultos (dos), se realizan ofrendas.

Además, tiene que ver con la preocupación de que los muertos ayuden a los vivos, que en la tradición mesoamericana juegan un papel importante, pues son los intermediarios ante los dioses, e incluso con los santos. De esta forma, se agradece su participación en el ciclo agrícola.

Como ejemplo, el universitario mencionó a Zapotitlán y Tláhuac, las ofrendas que hacen en las casas, donde la persona de mayor edad prende una vela por cada uno de sus difuntos, al tiempo que pronuncia su nombre.

En las ofrendas hay mucha estética, un gran sentido de la composición, una preocupación por los arreglos armoniosos, lo que genera auténticas obras de arte que cambian cada año, explicó. Se pueden reconocer tres planos: inferior, medio y superior.

En el inferior, se colocan incensarios y petates con comida; en el medio, el más importante, se ubica la mesa con frutas, flor de cempasúchil, pan y bebidas alcohólicas, y en el superior, las fotografías de los muertos y de los santos.

Aunque hay variaciones, y algunas ofrendas son más sencillas, y otras más barrocas, todas expresan cierta preocupación por recibir a sus muertos, un gusto por ofrecerles lo que les gustaba; los retratos instalados evidencian su presencia.

Zapotitlán

En sitios como Zapotitlán, los niños representan a los muertos y piden su “calaverita”, llegan a las casas donde son bien recibidos por las familias que les dan dulces o frutas.

Los integrantes de los pueblos originarios celebran en dos sitios: en sus casas, con la preparación de las ofrendas, y en los panteones, donde adornan las tumbas, y alrededor de las mismas cantan, comen, y algunos platican con sus difuntos.

Es una gran fiesta con mariachis o tríos; además, en torno a los panteones se instalan puestos con comida y bebidas. En San Pedro Tláhuac, el campo santo permanece abierto toda la noche, y es visitado por personas de la comunidad, que van a encontrarse con los parientes muertos para compartir los bienes ofrecidos.

Boletín UNAM-DGCS-665
Ciudad Universitaria.