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Impactos de asteroides, posibles difusores de la vida en la tierra hacia el Sistema Solar.

 
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Es factible que material terrestre expulsado tras el impacto de cuerpos de gran tamaño en la superficie de nuestro planeta, haya llegado hasta otros cuerpos celestes del Sistema Solar, incluido el entorno de Júpiter (cinturón de asteroides localizado entre las órbitas de Marte y Júpiter).
Es factible que material terrestre expulsado tras el impacto de cuerpos de gran tamaño en la superficie de nuestro planeta, haya llegado hasta otros cuerpos celestes del Sistema Solar, incluido el entorno de Júpiter (cinturón de asteroides localizado entre las órbitas de Marte y Júpiter).

29 de Agosto del 2012

Hace 65 millones, al momento en que la Tierra se encontraba en el llamado periodo del Cretáceo, los continentes que ahora conocemos estaban más cerca unos de otros, pero se alejaban, mientras el nivel de los mares crecía. Nuestro planeta estaba poblado por grandes animales en cielo, tierra y mar. En particular, los dinosaurios habían conseguido un sofisticado grado de adaptación al medio, lo que propició la gran diversificación de su especie.

En este periodo, aparecieron las plantas angiospermas, que hoy constituyen la mayor parte de las especies vegetales de la Tierra. Sin embargo, el impacto de un asteroide desencadenó una extinción en masa. El cráter de Chicxulub, con un diámetro de 180 kilómetros, localizado en la península de Yucatán, rememora ese evento, que acabó con los dinosaurios.

El bólido viajaba a unos 70 mil kilómetros por hora y tenía 10 kilómetros de diámetro. El impacto liberó una gran cantidad de energía, dos millones de veces mayor a la de la bomba más potente construida por el ser humano (la Bomba del Zar).

El impacto de este tipo de cuerpos o cometas, expulsa fragmentos de material terrestre, cual salpicaduras, como si se arrojara una piedra al agua. Si la velocidad de expulsión fue suficientemente grande, pudieron llegar a escapar de la fuerza de atracción y emprender su viaje por el Sistema Solar.

La Teoría de la Panspermia señala que la vida llegó a la Tierra a través de bacterias en meteoritos que cayeron a su superficie. Sin embargo, es posible llevar más allá esta hipótesis al considerar que también la vida ha podido ser enviada al Sistema Solar, e incluso fuera de éste, a través de la expulsión de material biológico a bordo de fragmentos eyectados por un gran impacto con el planeta.

Un equipo de astrónomos mexicanos, encabezado por Mauricio Reyes y Carlos Chávez, del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM (este último adscrito hoy a la Universidad de Autónoma de Nuevo León), trabaja en el tema, y mediante sofisticadas simulaciones por computadora, analiza la posibilidad de que material terrestre expulsado al espacio pueda haber impactado en la superficie de otros planetas y satélites naturales del Sistema Solar, e incluso que pueda viajar fuera de éste.

El trabajo fue publicado en ICARUS, y también participaron Héctor Aceves y Roberto Vázquez, del IA, así como especialistas de la Universidad Autónoma de Baja California y del Instituto de Estudios Avanzados de Baja California.

Investigaciones con resultados similares ya habían sido realizadas por otros autores para analizar la probabilidad de impacto de material terrestre en la Luna y Venus, y su factible recaída en nuestro planeta.

Sin embargo, por primera vez, la UNAM ha estudiado el caso de Marte y Júpiter, que hoy cobra relevancia por las indagaciones recientes sobre la existencia de vida en el primero, y dos de los satélites del segundo: Ganímedes y Europa.

Los estudios tienen en cuenta que la escala de tiempo de supervivencia de las bacterias en condiciones extremas puede ser de hasta 30 mil años, y analizan la probabilidad del impacto de más de 100 mil fragmentos de material proveniente de la Tierra, simulados por computadora, que incidirían sobre estos cuerpos celestes antes de 30 mil años, y que serían capaces de transferir vida en forma de bacterias.

Empero, la velocidad de expulsión de la corteza terrestre debe ser mayor a la de escape de nuestro mundo, es decir, la necesaria para vencer la fuerza de gravedad, que es de algo más de 40 mil kilómetros por hora, unas 15 veces la del Concorde.

Al considerar velocidades apenas superiores a la de escape de la Tierra, los investigadores mexicanos encontraron que después de viajar por el espacio interplanetario por miles de años, casi el cinco por ciento de los cuerpos regresan al planeta antes de 30 mil años; es decir, probablemente antes de que se extinga la vida en ellos. Este hallazgo señala que sería posible la persistencia de la vida, incluso si se produce una gran colisión que esterilice a nuestro mundo.

Asimismo, el análisis demuestra que es factible que material terrestre expulsado tras el impacto de cuerpos de gran tamaño en la superficie de nuestro planeta, haya llegado hasta otros cuerpos celestes del Sistema Solar, incluido el entorno de Júpiter.

La viabilidad del material biológico para desarrollarse al llegar a otro planeta depende de muchos factores. El espacio es un lugar inhóspito para la vida: las bacterias que emprendieran su viaje a bordo de una roca de origen terrestre tendrían que ser altamente resistentes a cambios bruscos de temperatura y, sobre todo, a las radiaciones UV y X, de las que nuestra atmósfera nos protege, pero a la que estarían expuestas en el espacio.

Boletín UNAM-DGCS-531
Ciudad Universitaria.

Colaboran universitarios en los primeros resultados del gran arreglo milimétrico de Atacama

 
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El radiotelescopio ALMA, en construcción en el desierto de Atacama en Chile
El radiotelescopio ALMA, en construcción en el desierto de Atacama en Chile

25 de Julio de 2012

Astrónomos de la UNAM colaboraron en las primeras observaciones hechas a través del Gran Arreglo de Atacama (ALMA, por sus siglas en inglés), que pese a no estar aún terminado, será el radiotelescopio más poderoso del mundo en su género.

Participaron en la investigación realizada por un grupo mexicano y alemán, encabezado por Luis Zapata, del Centro de Radioastronomía y Astrofísica (CRyA) de esta casa de estudios, campus Morelia.

El instrumento se construye en el desierto de Atacama, al norte de Chile, y se estima que alcanzará su última etapa a finales del 2013. Contará con un total de 66 antenas parabólicas, pero desde que tuvo 16, se iniciaron las observaciones para poner a prueba los sistemas de adquisición de datos.

En esta fase de verificación científica se estudiaron, entre otros aspectos, cuerpos cósmicos en una región de formación estelar en la constelación de Orión, que los astrónomos mexicanos han investigado intensivamente a través del tiempo.

Esta zona del cielo, conocida como la región de Orión KL, sufrió un fenómeno explosivo de características excepcionales. Los estudios detallados de varios grupos indican que hace aproximadamente 500 años un cúmulo muy compacto de estrellas jóvenes tuvo interacciones gravitacionales entre sus componentes, que llevaron a su desintegración.

De esta región se observa gas que se expande a gran velocidad y tres estrellas que se alejan del centro de la desintegración, la más interesante es la llamada Fuente I.

En el análisis realizado por Zapata y colaboradores, se encontró que de esta fuente se expulsa gas con una morfología que recuerda las alas de una mariposa; ello se estableció con el estudio de emisiones de la molécula del monóxido de silicio.

La cinemática de este gas muestra características diferentes a la del más alejado de la estrella, que se había investigado con anterioridad por diversos grupos, lo que sugiere que la Fuente I ha experimentado cambios importantes con el tiempo.

Es uno de los primeros resultados publicados de ALMA, y se divulgará en breve en la revista The Astrophysical Journal Letters, con coautores del CRyA, y del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM, así como por el Instituto de Radioastronomía Max Planck en Bonn, Alemania.

El radiotelescopio ALMA es construido por un consorcio internacional a un costo de mil 300 millones de dólares. Una vez concluido, proporcionará a los astrónomos de todo el mundo la posibilidad de estudiar con sensitividad y detalle los fenómenos de formación de galaxias, estrellas, y planetas.

Créditos: http://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2012_459.html

Boletín UNAM-DGCS-459
Ciudad Universitaria.

Miden distancia y composición química de las nebulosas planetarias

 
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Celia Rosa Fierro Santillán, estudiante de doctorado del Instituto de Astronomía de la UNAM.
Celia Rosa Fierro Santillán, estudiante de doctorado del Instituto de Astronomía de la UNAM.

4 de octubre de 2011
• Con un método novedoso que une datos de la estrella y su envoltura gaseosa, Celia Rosa Fierro Santillán, estudiante doctoral del Instituto de Astronomía, detecta distancia, temperatura, densidad e ingredientes de esos cuerpos celestes
• Junto a sus asesores Leonid Georgiev, Antonio Peimbert y Christophe Morisset, han aplicado la novedosa técnica a las nebulosas NGC 6826 y NGC 7009

Aunque las nebulosas NGC 6826, o Parpadeo, y NGC 7009, o Saturno, se encuentran a distancias de entre tres mil y cinco mil años luz de la Tierra, Celia Rosa Fierro Santillán, estudiante de doctorado del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM, participa en el desarrollo de un método útil para investigar con más precisión su ubicación, así como temperatura, densidad y composición química.

Con Leonid Georgiev, Antonio Peimbert y Christophe Morisset, investigadores del IA, sus maestros y asesores de tesis, desarrollaron una técnica que analiza la nebulosa planetaria y su estrella central de forma integral, no separada, como se hace de manera habitual.

“La distancia a las nebulosas planetarias tiene grandes incertidumbres. Como no podemos acercarnos a ellas para medirlas o tomar muestras, los cálculos sobre sus características se hacen con métodos indirectos. Además, se estudia por separado la estrella –que está en el centro– y el cascarón gaseoso que la rodea. Nuestra propuesta es analizar ambas como una entidad y comparar los resultados del análisis numérico con lo observado previamente con el telescopio”, explicó Fierro Santillán, en entrevista.

Para reducir la incertidumbre y conocer, además de la distancia, los “ingredientes” de las nebulosas planetarias –consideradas por muchos los objetos celestes más bellos del Universo–, la ingeniera en computación y maestra en astronomía ha dedicado su tesis doctoral al desarrollo de modelos, que explican con éxito las observaciones de las nebulosas NGC 6826, o Parpadeo, y NGC 7009, o Saturno.

“En términos astronómicos, ambas están cerca de la Tierra y son objetos conocidos por los astrónomos, así que el método nos ayudó a profundizar en su estudio. Próximamente estudiaremos seis más con este método”, comentó Fierro, quien en dos meses concluirá su tesis para titularse como doctora en Astronomía por la UNAM.

Resultados simultáneos

Los astrónomos llaman a su abordaje “modelo estelar-nebular autoconsistente”, pues reproduce simultáneamente las observaciones de la estrella (el núcleo desnudo de una como el Sol) y la nebulosa (el cascarón o envoltura gaseosa).

La primera parte la realizan con observaciones directas con el telescopio. “Para mi tesis tuve cuatro campañas de observación, de tres a cinco noches cada una, en el Observatorio Astronómico Nacional, ubicado en San Pedro Mártir, Baja California. Una sola temporada de observación puede generar material para seis meses de análisis en la computadora”, comentó.

Entre sus resultados, Fierro Santillán encontró que las dos nebulosas planetarias estudiadas tienen una composición homogénea y fuertes vientos.

Su composición química es de hidrógeno, helio, fósforo, azufre, hierro, silicio, carbono, nitrógeno y oxígeno. “Pudimos comprobar que ambas son ricas en los tres últimos elementos, lo que es característico de estos objetos que están en agonía, pues las nebulosas planetarias son la muerte de las estrellas”, finalizó.
Créditos: unam.mx/boletin/585/2011

Todos los planetas del sistema solar podrían tener anillos, señala investigador BUAP

 
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saturno21 de febrero de 2011

Los planetas de tipo gaseoso: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, tienen anillos en su superficie, pero ¿qué pasaría si se descubren estas formaciones en los planetas terrestres, es decir, Venus, Tierra y Marte?

Esto corroboraría la vieja teoría de que el Todo se formó a partir de una nube que gira y se aplana, cuyo vestigio es el disco de material, es decir el anillo; su sola existencia en todos los cuerpos del Sistema Solar hablaría de una generalidad en su mecanismo, argumentó el doctor Óscar Martínez Bravo.

El científico de la BUAP, explicó que uno de los hallazgos que sustentan esta hipótesis es el de Júpiter, que fue posible gracias a la observación de un satélite que empleó una técnica utilizada para medir el volumen de los planetas, la cual consiste en analizar la trayectoria de las estrellas en eclipse con el cuerpo celeste.

Los especialistas “observaron que antes de que una estrella llegara a Júpiter su brillo bajaba de intensidad y cuando salía del otro lado, éste se restablecía hasta que se acercaba nuevamente al planeta, lo que intrigó a los científicos que se dieron cuenta de que la causa de la pérdida del brillo en la estrella era la presencia de un anillo que gira alrededor de Júpiter”.

Un caso particularmente extraño fue el de Urano, ya que se observó que la disminución de brillo de las estrellas a su alrededor no eran simétricas. Fue hasta que se le tomaron fotos con un telescopio espacial, que los astrónomos determinaron que los anillos de este cuerpo celeste es difícil de imaginar ya que no son continuos, sino sectores o arcos, explicó.

El Sistema Solar como se concebía hace algunos años está cambiando gracias a la tecnología espacial, ahora Plutón ya no es plantea, Saturno no es el único con anillos y hoy en día se emprenden campañas de observación para tratar de determinar si los planetas terrestres también tienen estas formaciones.

Sobre este tema el académico e investigador de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas, platicará con niños, jóvenes y adultos, el próximo 26 de febrero a partir de las 19 horas en la explanada de Rectoría de Ciudad Universitaria, como parte de La Noche de las Estrellas, evento convocado por la BUAP y el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE).

Enseñará a los asistentes a identificar constelaciones y estrellas en el cielo por medio de la observación a simple vista y por telescopio.

Finalmente al comentar que en el mes de marzo planea impartir un curso básico de astronomía, Martínez Bravo exhortó al público, sobre todo a niños y jóvenes, a contemplar el cielo con atención ya que pueden ser astrónomos en potencia.

Créditos: BUAP/Comunicación Institucional/buap.mx
Imagen: michocolate-susana.blogspot.com

Descubrir exoplanetas del tamaño de la Tierra, reto para los telescopios espaciales

 
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Silvia Torres-Peimbert, investigadora emérita del Instituto de Astronomía de la UNAM.
Silvia Torres-Peimbert, investigadora emérita del Instituto de Astronomía de la UNAM.

24 junio de 2010

• Estos instrumentos, montados en satélites, ayudan a completar las observaciones sobre el Universo que se realizan desde la Tierra, dijo Silvia Torres-Peimbert, investigadora emérita del Instituto de Astronomía de la UNAM
• Hasta el 8 de junio, se habían hallado 455 planetas fuera del sistema solar, comentó

Descubrir exoplanetas, o planetas que se ubican fuera de nuestro sistema solar es uno de los desafíos de la astronomía moderna, ciencia que ha desarrollado telescopios cada vez más potentes para conocer el Universo desde el espacio, y así completar las observaciones que se hacen desde la Tierra.

“Hasta el 8 de junio, con esos grandes instrumentos se habían descubierto 455 exoplanetas”, detalló Silvia Torres-Peimbert, investigadora emérita del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM.

En la conferencia Observaciones astronómicas desde el espacio, ofrecida como parte del evento Exploración espacial en 3D: cien años de la UNAM, añadió que aunque con frecuencia se encuentran nuevos exoplanetas, el principal reto es ubicar los más pequeños, de tallas semejantes a la terrestre.

“Es más complicado encontrar los más pequeños, como la Tierra, y ese es uno de los desafíos de la astronomía actual”, comentó.

Los exoplanetas orbitan una estrella distinta de nuestro Sol, por eso no pertenecen al sistema solar. La mayoría de los conocidos son gigantes gaseosos tan masivos, o incluso más que Júpiter; tienen órbitas muy cercanas a su estrella y periodos orbitales muy cortos.

Hasta ahora, el más parecido a la Tierra es Gliese 581 c, descubierto en 2007, y su masa es cinco veces más grande que la de nuestro planeta.

Científicos de varios países han considerado que ese exoplaneta está en la llamada “zona de habitabilidad” de la estrella Gliese 581, y que podría tener agua líquida en la superficie.

Telescopios espaciales, miradas múltiples

En su ponencia, celebrada en el Salón de Cristal de la Torre de Ingeniería, hizo un recuento de los telescopios que, montados en satélites espaciales, han permitido a los científicos ampliar el conocimiento del Universo y sus astros.

Mientras desde nuestro planeta esos instrumentos detectan en el rango visible, el infrarrojo y a través de ondas de radio, existe una amplia parte del espectro electromagnético que no puede captarse desde el planeta, pero sí desde el espacio.

“Tenemos una atmósfera que nos protege, y no deja entrar rayos ultravioleta, X, ni gamma, emisiones cancerígenas para el humano. Pero en esos rangos se puede observar desde telescopios montados en satélites espaciales”, recordó.

Del otro lado del espectro, el infrarrojo y las ondas de radio sí penetran la atmósfera terrestre, y por eso existen telescopios que observan en esos rangos del espectro electromagnético, explicó.

Torres-Peimbert señaló que los radiotelescopios son útiles para observar la radiación de fondo, vestigio del universo primitivo, así como las nubes moleculares frías, donde se condensan las estrellas.

El rango infrarrojo sirve para indagar las estrellas frías y las regiones de formación estelar, en tanto que el ultravioleta ayuda a estudiar estrellas muy calientes y los remanentes de supernovas, estrellas en agonía o fase terminal.

Los telescopios de rayos X ayudan a indagar regiones de gas caliente y con ondas de choque, mientras que los rayos gamma (que son las emisiones más energéticas del cosmos) contribuyen al estudiar el origen del Universo, y las hasta ahora misteriosas materia y energía oscuras.

La universitaria recordó que el Telescopio Espacial Hubble incluye un equipo óptico (en el rango visible), uno infrarrojo y otro ultravioleta. “Es uno de los más completos y ofrece mucho detalle de los astros”.

En tanto, el nuevo Telescopio Espacial Kepler de la NASA (lanzado al espacio el 5 de marzo de 2009) buscará en el espacio exterior, durante los próximos tres años, planetas extrasolares, y examinará más de 100 mil estrellas semejantes al Sol, ubicadas en la región Cygnus-Lyra de nuestra galaxia, la Vía Láctea.
Créditos: UNAM. DGCS -373/unam.mx