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HUELLAS DE PTEROSAURIO EN SAN JUAN RAYA, PUEBLA

 
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pterosauroLa localidad de San Juan Raya, Puebla, alberga un patrimonio geopaleontológico notable, en el que además de fósiles de invertebrados marinos, recientemente fueron reportadas huellas fósiles de diversos saurios, entre las que destacan las pertenecientes a reptiles alados extintos, llamados Pterosaurios.

Como parte de esos estudios, se ha determinado que el estrato rocoso que preservó las huellas pertenece al periodo Cretácico inferior, con una antigüedad estimada en 110 millones de años.

Un grupo de investigadores universitarios, encabezados por el científico Frank Raúl Gío Argáez, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), en colaboración con estudiantes de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM, realizaron trabajos de campo para recabar datos más precisos acerca de las dimensiones de las icnitas, identificar rastros y distancias entre zancadas, así como elaborar réplicas de las mismas en plastilina de escultor.

El trabajo permitió al grupo de investigación obtener contra moldes individuales de cada huella para ser transportados al laboratorio para su análisis. Con el apoyo de especialistas del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADT) de la UNAM, fueron escaneados para generar imágenes tridimensionales que permitieron medir el largo, ancho y espesor.

Posteriormente, las imágenes fueron impresas en un material resistente y manipulable por medio de una impresora 3D, para conseguir réplicas que hicieron posible observar y registrar características sobre su forma, imperceptibles a simple vista. Después, se realizó un escaneo in situ de la pared que las contiene a fin de obtener un acervo digital del área para futuras investigaciones.

Esa colaboración es importante pues el intemperismo constante del sitio, en unos 30 o 40 años acabará con los rastros, “por lo que es necesario hacerlo lo más pronto posible, para preservar la reseña histórica de lo que hay ahí”, destacó Gío Argáez.

Al exponer algunos resultados de su investigación, Gío Argáez mencionó que esa localidad, ubicada en los límites de Puebla y Oaxaca, en la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, es una comunidad con apenas 150 habitantes, cuenta con un museo de sitio, donde exhiben fósiles y muestras de carácter arqueológico, las cuales, en colaboración con estudiantes de servicio social de la FC, limpiaron, ordenaron y acomodaron en forma sistemática para su apreciación.

En su participación, Huellas de Pterosaurio en la formación de San Juan Raya (Cretácico Inferior), Puebla, México, organizada por el CCADET, el decano de los profesores de paleontología de la FC precisó que el pueblo de San Juan Raya dio nombre a la unidad litoestratigráfica, formación con espesor de hasta mil 250 metros de material acumulado durante más de 10 millones de años y una extensión de casi 100 kilómetros, resultado del movimiento de bloques continentales.

Al respecto, recordó que durante una visita con personal de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, de España –con quien dirige un proyecto científico sobre la paleoicnología del Cretácico temprano en Puebla, en colaboración con el CCADET–, y con la ayuda de pobladores que sabían dónde se ubicaban las improntas, “localizamos 17 nuevos registros de icnitas, un descubrimiento trascendente porque no se había reportado, para esa edad, ese tipo de organismos, los pterodáctilos”.

Esos dichos organismos no fueron dinosaurios voladores, sino reptiles voladores, un grupo de animales extraordinariamente exitoso que vivió cerca de 200 millones de años y los primeros vertebrados en conquistar el aire; sus alas estaban recubiertas por una pequeña pelusa semejante a la de los polluelos, el dedo anular creció mucho y le sirvió de soporte para su ala. Tenía una longitud de 12 metros de largo y hasta la fecha no se sabe si caminaba en cuatro patas, por el tamaño que alcanzó.

Para desplazarse por tierra o aire tenían una mecánica estructural compleja que les permitía caminar o volar y obtener su alimento a ras del mar.

Dentro de los estudios encontraron 174 huellas de vertebrados, 41 corresponden a Pterosaurios, de éstas últimas tomaron medidas y distancias entre cada una de ellas con la ayuda de un software especial lo que permitió obtener mayor precisión en los datos.

El grupo de investigación se encuentra en proceso de elaboración de un catálogo de fósiles, en la actualización de las descripciones y en la reconstrucción de espacios para búsqueda de restos óseos del Mesozoico.

Créditos: UNAM-DGCS-210-2014

Restos fósiles de un pliosaurio de 9.9 metros ven la luz

 
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restosfosilespliosaurioBogotá D. C., feb. 21 de 2014 – Agencia de Noticias UN- Su cabeza, aplanada como la de un cocodrilo, mide 2,7 metros y conserva los dientes que llegan a medir hasta 20 centímetros. El hallazgo del gigante prehistórico se realizó en Sáchica (Boyacá).

Los restos de este pliosaurio se desenterraron gracias a la financiación de Ecopetrol, a datos suministrados por la Fundación Colombiana de Geobiología y a la investigación que adelantó el equipo de trabajo dirigido por la paleontóloga María Páramo, profesora del departamento de Geociencias de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá.

De acuerdo con referencias bibliográficas, el mar Cretácico ingresó a Colombia hace cerca de 150 millones de años por la región que ocupa actualmente la Cordillera Central en Antioquia y alcanzó el actual borde llanero hace 90 millones de años, cuando logró su máxima inundación. Después comenzó a retroceder cuando los Andes empezaron a levantarse por el hundimiento de la placa de Nazca debajo de la placa de Sudamérica.

“Este mar inundó el territorio colombiano hasta más o menos el piedemonte llanero y llegó a tener conexión con lo que hoy en día es Venezuela y Perú”, explica Páramo.

Sin embargo, la experta afirma que mientras algunos geólogos opinan que durante el Cretácico inferior esta región boyacense se ubicaba muy lejos de la costa, otros piensan que estaba bastante cerca.

Las evidencias a favor de estos últimos son, por un lado, la existencia de restos vegetales que pertenecían al continente y que sería ilógico se hubieran desplazado mar adentro; y por otro lado, la presencia de yeso, una sal que se genera en zonas poco profundas y climas muy cálidos. Frente a esto, una corriente de científicos considera que la aparición de ese yeso es posterior.

Estas condiciones permitieron la evolución de seres enormes como los pliosaurios, los cuales estaban en el extremo superior de la cadena trófica o alimenticia. Se calcula que este género llegaba a pesar casi treinta toneladas (similar a lo que pesan cuatro elefantes africanos promedio).

Por eso, algo que hace particular este espécimen de mayor tamaño es que es uno de los más completos hallados hasta el momento en Colombia, a pesar de que las aletas del lado derecho se perdieron durante las labores de extracción de yeso que se desarrollaron en años pasados.

Además, está asociado con otro hallazgo relevante que es la cabeza de un ejemplar más pequeño, lo que podría indicar la presencia de pliosaurios juveniles conviviendo con adultos en los mismos mares.

El cráneo, que se excavó en el año 2010 y que se encuentra en el salón comunal del sector Llanitos, está dividido en cinco fragmentos que, como un rompecabezas, van desde las primeras vertebras del cuello hasta la punta del hocico con una dimensión de casi dos metros.

Estudiar estos fósiles conlleva una tarea ardua y dispendiosa. La excavación para desenterrar el ejemplar más grande (de 9,9 metros de largo, desde el hocico hasta la punta de la cola) llevó cuatro semanas con dedicación completa y fue extraído en bloques. Según la investigadora su preparación y estudio llevará un año y medio.

Aunque el descubrimiento se realizó en el año 2009, solo hasta finales del año pasado se pudieron llevar las excavaciones gracias al financiamiento de Ecopetrol.

Créditos: UNAL-184-2014

Avanza investigación multidisciplinaria en Palenque

 
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Templo de las inscripciones (cortesía Francisco Riquelme)
Templo de las inscripciones (cortesía Francisco Riquelme)

1 de abril de 2011
• Los adelantos, en áreas como paleontología, arqueometría, geología y arqueología
• Los mayas utilizaron en sus construcciones rocas con fósiles provenientes de la Formación Tenejapa, del Paleoceno, con una antigüedad aproximada de 60 millones de años
• Están enriquecidas con magnesio y se extraen en forma de lajas; además, tienen propiedades refractarias e hidráulicas particulares, informó Francisco Riquelme, del IGL de la UNAM
• La meta, detectar el uso de fósiles como elemento agregado o materia prima en el estuco del Templo de las Inscripciones

Un equipo multidisciplinario de los institutos de Geología (IGL) y Física (IF) de la Universidad Nacional, e integrantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), registran avances relevantes en las investigaciones en la zona arqueológica de Palenque, Chiapas, en las áreas de paleontología, arqueología, arqueometría y geología.

A partir de los resultados recientes, el grupo ha encontrado que los mayas de ese sitio utilizaron en la edificación de su ciudad rocas provenientes de la Formación Tenejapa, unidad geológica con una edad aproximada de 61 a 65 millones de años, del periodo del Paleoceno.

Consisten en dolomitas y calcitas microcristalinas, enriquecidas con magnesio, que fueron depositadas en una plataforma carbonatada marina. Las características físicas y químicas, así como su extracción en forma de lajas o bloques planos, y su naturaleza refractaria, resistente a ataques de soluciones ácidas, posibilitan su empleo como materia prima en la construcción de edificios y producción de estuco.

José Luis Ruvalcaba Sil, del IF, señaló que, por ello, los materiales se conservan mejor en esa área que en otros sitios mayas, como Calakmul, donde las estelas hechas de elementos calcáreos, que no son ricos en magnesio, se deterioran con el tiempo; su dureza y propiedades mecánicas son muy distintas.

 Martha Cuevas García, Francisco Riquelme y José Luis Ruvalcaba, integrantes del equipo multidisciplinario de los institutos de Geología y Física de la UNAM, y del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Martha Cuevas García, Francisco Riquelme y José Luis Ruvalcaba, integrantes del equipo multidisciplinario de los institutos de Geología y Física de la UNAM, y del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

En la Formación Tenejapa también se han hallado organismos marinos fosilizados, integrados en el estuco. Además, a partir de las labores de prospección paleontológica en distintos afloramientos, dentro y fuera de la zona arqueológica, se ha identificado el posible origen de los fósiles en el entorno geológico que ese grupo humano explotaba para recuperar estos materiales.

Este proyecto, recordó Martha Cuevas García, investigadora del INAH, inició en 2007 en conjunto con el paleontólogo Jesús Alvarado Ortega, del Instituto de Geología, con el objetivo de estudiar los fósiles marinos encontrados en Palenque. “Hay ofrendas que contienen dientes de tiburón, espinas de raya, lajas con peces fosilizados; se han localizado como parte de tumbas, pero también de material constructivo”.

Conocer su procedencia, “porque no sabíamos si eran locales o si venían de otras regiones”, llevó a las instituciones a establecer la colaboración, abundó.

De ese modo, se encontraron y reconocieron los afloramientos fosilíferos, se recuperaron muestras y se compararon. “Así, los paleontólogos universitarios determinaron que los fósiles empleados por los mayas proceden de las mismas formaciones geológicas donde se asienta la ciudad”.

También, era relevante saber si tuvieron otros usos, y la importancia o significado de los mismos para esa cultura, porque fueron depositados en contextos rituales. “Lo primero fue hacer una revisión de los edificios para detectar su empleo como elemento agregado o materia prima en el estuco de los muros de las escaleras que conducen a la tumba de Pakal, en el Templo de las Inscripciones”.

Uno de los objetivos del proyecto es reconocer si los mayas sabían que el sitio donde habitaban, alguna vez fue ocupado por el mar. “Estaban en contacto con un ambiente donde había muchos recursos paleontológicos, que utilizaban en cuestiones prácticas, como la manufactura de estuco, y como componente importante en las ofrendas a sus dioses y muertos”.

A partir de esa evidencia, y de otras como textos epigráficos y escenas iconográficas, se pretende determinar si pueblos mesoamericanos consideraron que el mundo había cambiado, que antes no era como lo conocían, que en el pasado existieron otras eras, creaciones y destrucciones, indicó.

“Aún no podemos confirmar si las características del ambiente y de eventos geológicos tuvieron peso en el desarrollo de sus ideas míticas, en su cosmogonía, y si al encontrar fósiles marinos con tal abundancia pensaron que hubo un mar”, acotó.

Francisco Riquelme, estudiante del posgrado en Ciencias Biológicas de la UNAM, apuntó que los fósiles son evidencia de vida antigua; si se encuentran en un ambiente ajeno al que corresponde su naturaleza (un organismo marino en un entorno continental, por ejemplo) un acto inmediato es cuestionar qué son y por qué están aquí. Aún en grupos tan ancestrales como Neandertal, se puede observar la colecta de fósiles.

Las exploraciones geológicas en Palenque se han efectuado previamente de manera regional, pero sin un trabajo paleontológico detallado como el que se realiza con este proyecto de investigación que, entre uno de sus resultados, muestra que son tres las principales formaciones que cruzan el sitio: La Formación Tenejapa, la Formación Lomut (del Eoceno, con unos 40 millones de años) y la Formación Tulijá (del Mioceno, con aproximadamente unos 25 millones de años).

Cada una de ellas, con una composición litológica característica, que abarca rocas carbonatadas, arcillosas y areniscas con diversos horizontes fosilíferos de ambientes marinos. Al contrastar la roca fuente (o materia prima) con el estuco, se pudo determinar la procedencia de los materiales empleados en el Templo de las Inscripciones.

Para ello, refirió Ruvalcaba, se empleó el acelerador de partículas Pelletron del IF, así como análisis de alta resolución mediante el uso de microscopía electrónica de barrido y microsondas de espectrometrías de rayos X, con equipos de los institutos de Geofísica, de Ciencias del Mar y Limnología, y de Geología.

El objetivo era buscar restos y señales químicas asociadas a la roca fuente y a fósiles de organismos calcáreos, como conchas de bivalvos y gasterópodos, para identificar la materia prima en la producción de los elementos de construcción.

Los resultados muestran fósiles marinos calcáreos incorporados al estuco, y aunque están fragmentados pueden ser identificados. Además, existen huellas químicas que permite asociar la roca fuente a los estratos de la Formación Tenejapa.

“Para esos casos es importante hacer un análisis químico de los elementos marcadores que permitan saber si se utilizaron realmente como material precursor en la preparación de los estucos, o la fabricación de ciertos objetos”.

El Pelletron, abundó el físico, se emplea para hacer estudios más detallados si las cantidades por detectar son muy pequeñas; técnicas como PIXE, son entre 100 y mil veces más sensibles que el análisis con el microscopio electrónico.

En cuanto al trabajo detallado de prospección paleontológica, recordó Riquelme, se ha establecido cada formación y sus edades, los taxones o grupos de animales presentes.

“Se ha realizado una importante labor de peces e invertebrados, que aún continúa. El paleoambiente donde se depositaron estos fósiles representa un ambiente marino restringido, donde ocurren organismos asociados a sistemas arrecifales, una notable presencia de organismos de cuerpos calcáreos como ostras, caracoles, esponjas, corales, además de peces, tiburones, cangrejos, galerías de gusanos, galletas de mar, erizos, incluso restos de manatí”.

Por eso, las conchas de los bivalvos y gasterópodos que se componen básicamente de carbonato de calcio pudieron servir como materia prima en la elaboración de materiales de construcción, abundó el biólogo.

Ruvalcaba resaltó que la empleada en Palenque es una metodología en desarrollo, para una problemática especial de estudio de los fósiles y su presencia en monumentos arqueológicos. Por ello, a partir de su optimización se aplicará a otras partes de la zona y a otros sitios mayas, como Toniná.

Finalmente, Cuevas García señaló que se pretende “comparar con un edificio más temprano que el Templo de las Inscripciones, a fin de ver si se utilizó una ‘receta’ diferente para hacer el estuco. Vamos a muestrear el Templo 20 y el Templo Olvidado”.

Créditos: UNAM-DGCS-193/2011/unam.mx

La primera paleontóloga mexicana, Gloria Alencaster Ybarra visitó la BUAP

 
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27 de febrero de 2011

La Paleontología es una ciencia útil para el país, ya que contribuye a disciplinas como la estratigrafía, que es a su vez esencial para buscar petróleo o agua, así como para hacer cartografía y planear grandes estructuras, sostuvo la doctora Gloria Alencaster Ybarra, quien fue la primera Paleontóloga mexicana.

Al asistir al XII Congreso Nacional de Paleontología que se realizó en el Edificio Carolino de la BUAP, la científica que cuenta con más de cinco décadas de experiencia, sostuvo en entrevista que a diferencia del pasado, ahora los estudiantes de esta rama saben más sobre geología, estratigrafía y sedimentología, lo que muestra el progreso de esta ciencia.

“Cuando empecé mi carrera no había paleontólogos, los trabajos al respecto los hacían empresas extranjeras o bien los especialistas de PEMEX que se dedicaban a la micropaleontología de rutina”, comentó, la doctora Alencaster Ybarra, quien fue considerada por la UNAM como Forjadora de la Paleontología en México.

Fue a inicios de la década de 1950 cuando la investigadora ingresó al grupo de paleontólogos de Petróleos Mexicanos, conformado entonces por el doctor Manuel Maldonado y alumnos del Instituto Politécnico Nacional, el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la UNAM.

“Yo no pensaba dedicarme a la paleontología, pero después de dos o tres años de haber entrado en la gerencia de exploración de PEMEX, me gustó tanto que me fui a estudiar la maestría en geología a la Universidad de Columbia en Nueva York, Estados Unidos”.

“Una vez que regresé a la paraestatal me ofrecieron el doble de sueldo, sin embargo, recibí una oferta de empleo en el Instituto de Geología de la UNAM, en donde se hace ciencia y se publica; entonces renuncié a PEMEX e ingresé al Instituto en 1955.

La paleontóloga refirió que a partir de ese entonces su gusto por esta ciencia creció cada vez más, y en 1958 comenzó a dar clases en la Facultad de Ciencias de la UNAM.

En aquellas fechas por cada año escolar “salían uno o dos tesistas a los que asesoraba y los mejores de ellos se quedaron en el Instituto de Geología. Así fue como conformé el Departamento de Paleontología y por fin empezamos a estudiar formalmente la geología científica”, detalló.

Gran número de aquellos tesistas han sido a su vez formadores de diversas generaciones de paleontólogos, y ahora son como una gran familia, ya que sus primeros alumnos al igual que ella, ahora tienen nietos y bisnietos, comentó la doctora Alencaster Ybarra, quien fue nombrada investigadora emérita en 1997 por la UNAM.

En su carrera, la paleontóloga ha descubierto diversos géneros siendo su especialidad los moluscos marinos y rudistas del cretácico superior. Ha descrito muchos géneros de fósiles que trascendieron en importancia para PEMEX, donde sus contribuciones en estratigrafía han servido para grandes descubrimientos de petróleo.

Después de escuchar las investigaciones que se realizan en México y en otras partes del mundo, la doctora Gloria Alencaster Ybarra expresó su emoción de que la paleontología se difunda cada vez más en el territorio mexicano, sin embargo consideró que “aun falta hacer llegar esta ciencia a todas las universidades del país, además en el mundo hay pocos paleontólogos”.

Créditos: BUAP/Comunicación Institucional/buap.mx