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CONVIERTEN LOS AZÚCARES DEL AGAVE EN COMPUESTOS PREBIÓTICOS QUE BENEFICIAN LA MICROBIOTA INTESTINAL

 
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conviertenazucaresUn complejo y eficiente sistema bioquímico formado por unas mil especies de bacterias benéficas viven en nuestro intestino y participan en los procesos digestivo, metabólico, inmunológico y cognoscitivo.

Generalmente ignorados en su silenciosa labor, esos microorganismos huéspedes forman la microbiota intestinal y han acompañado a los mamíferos durante la evolución; hasta hace poco se pensaba que su función se limitaba a fortalecer la pared intestinal y ayudar a combatir agentes patógenos involucrados, por ejemplo, en la diarrea o la colitis, pero hoy se sabe que su efecto impacta prácticamente todos los procesos relacionados con la biología humana.

Ocupado en mantener esa microbiota bien “alimentada” para que aumente los beneficios al organismo humano, Agustín López Munguía Canales, del Instituto de Biotecnología (IBt) de la UNAM, encabeza una investigación para enriquecer en fructo-oligosacáridos, mediante modificaciones enzimáticas, los azúcares complejos (inulinas) presentes en el agave: las inulinas aportan fibra soluble a la dieta y los fructo-oligosacáridos son nutrientes específicos de las bacterias benéficas de la microbiota.

Sistema complejo

“La microbiota intestinal es un sistema complejo considerado prácticamente como un órgano más del cuerpo humano, por la importancia de las tareas que realiza. Se afirma que no hay faceta de la biología humana que no tenga relación con la microbiota. Su población consta de unas mil especies de bacterias, con un centenar que predomina”, explicó el doctor en biotecnología.

Participa en el sistema inmunológico, el proceso digestivo y recientemente se ha planteado una conexión descrita como el eje intestino-cerebro, en el que se ha demostrado que las bacterias participan en el comportamiento, humor, aprendizaje, memoria e, incluso, la toma de decisiones.

“La función más importante de la microbiota se realiza en el intestino y desde ahí, mediante diversos mecanismos de señalización, síntesis de determinadas moléculas, interacción con la pared intestinal y estimulación de determinados receptores, se conecta con todo el organismo”, detalló López Munguía.

Se llama probióticos a los microorganismos que ofrecen un beneficio mediante su impacto directo o indirecto en la salud y en el mantenimiento de la microbiota, y prebióticos a los sustratos complejos, generalmente azúcares, que nutren de manera específica a la microbiota benéfica.

“No son azúcares simples como la glucosa, fructosa o sacarosa que asimilamos directamente, y sobre las cuales puede nutrirse una amplia gama de microorganismos, incluidos los patógenos, sino que se trata de sustancias de una complejidad tal, que sólo las bacterias benéficas tienen las enzimas y los receptores para asimilarlas”.

El mecanismo de protección es semejante al que nos ofrece, durante la lactancia, la leche materna, rica en oligosacáridos que son clave en la maduración del sistema inmunológico, a través de la microbiota del recién nacido.

Síntesis de inulinas del agave

En el IBt, López Munguía y sus colaboradores estudian enzimas, pues muchos prebióticos son sintetizados naturalmente en las plantas o en los procesos de fermentación por ese tipo de proteínas, algunas provenientes de las mismas plantas y otras de los microorganismos fermentadores.

El científico estudia las inulinas de los agaves (en especial las enzimas capaces de modificarlas), que son complejos de fructosa con características estructurales distintas a las de tipo comercial, que provienen de la alcachofa y la chicoria.

“En el laboratorio estudiamos a las inulinas de agave, conocidas también como agavinas, que tienen una estructura polimérica compleja, que comúnmente se degrada con calor y ácido hasta la unidad básica, la fructosa, que posteriormente es fermentada por las levaduras para hacer alcohol, como sucede en el proceso tequilero o en la elaboración de mezcal. Así, en el proceso de producción de estas bebidas se pierde la riqueza nutrimental que tiene su compleja estructura química”, señaló.

Pero esto no ocurre en la producción del pulque, donde los azúcares son sólo parcialmente modificados durante la elaboración del aguamiel, de tal forma que, al beberlo, los azúcares complejos contribuyen a una buena alimentación con prebióticos, que ayuda a mantener la microbiota.

“El pulque tiene esas ventajas, a las que se agrega el consumo de bacterias lácticas prebióticas, pero no es recomendable porque es una bebida alcohólica. Hay otros alimentos que contienen esas inulinas y parte de los retos actuales del sector alimentario nacional es encontrar la manera de diversificar esos azúcares para que la población no acceda a ellos exclusivamente mediante la bebida”, indicó.

Una de las tareas del laboratorio es demostrar que estas inulinas funcionan como prebióticos, pues también son fuente de fibra, un nutriente que, con el alto consumo de carne, se ha reducido en la dieta moderna occidental, lo que ha ocasionado frecuentes problemas gastrointestinales.

“Tratamos de encontrar mecanismos biológicos para modificar la inulina de agave, la agavina, en azúcares complejos más fácilmente asimilables como prebióticos”, resumió.

Además de agavinas, el pulque tiene otros azúcares complejos que elaboran las bacterias que llevan a cabo la fermentación. “Dentro de esos polisacáridos destacan las levanas y las inulinas microbianas, fuente de fibra y de fructo-oligosacáridos. En el grupo de López Munguía se han estudiado ampliamente los procesos de síntesis microbiana de estas fructanas”.

De hecho, en colaboración con la investigadora Carmen Wacher, de la Facultad de Química, el universitario ha obtenido enzimas provenientes de microorganismos que se han aislado del pulque y del pozol, un producto fermentado de la dieta tradicional maya.

“Estas enzimas permiten adquirir, a partir de la sacarosa (principal enemigo de la salud en personas con síndrome metabólico), inulinas y fructo-oligosacáridos, adecuados para la formulación de alimentos que mantienen la microbiota”.

Finalmente, López Munguía recomendó mantener esta última mediante el consumo de alimentos fermentados como yogurt y más verduras que frutas.

Créditos: UNAM-DGCS-338-2014

CREAN MATRICES CON POLÍMEROS INTELIGENTES PARA LIBERAR FÁRMACOS

 
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matricespolimerosGasas de curación que sí curarán in situ; hilos para suturar heridas que además descargarán fármacos para acelerar el proceso; catéteres urinarios modificados con polímeros inteligentes, donde no se formarán colonias de bacterias que causen infecciones.

Eso y más desarrollan desde hace 12 años científicos universitarios en el Laboratorio de Química de Radiaciones de Macromoléculas, del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM.

Los polímeros inteligentes con los que trabaja Emilio Bucio y estudiantes tesistas de todos los grados, responden a la temperatura (32 grados centígrados), al pH (ácido o básico) o a ambas propiedades en un mismo sistema.

Con estos materiales se pueden hacer matrices poliméricas para cargar fármacos y, según la aplicación biomédica, liberarlos sin problemas en el cuerpo de un paciente, cuya temperatura corporal es de 35 grados.

Asimismo, se pueden armar medicamentos con pH ácido, si el objetivo es liberarlos en el estómago, o con pH básico, si es en otra parte del cuerpo, dijo.

Los polímeros inteligentes que se utilizan son N-isopropilacrilamida y N-vinil caprolactama –que responden a 32 grados centígrados–, de ácidos acrílico y metacrílico, así como “uno muy interesante: dimetil amino etil metacrilato, que responde a temperatura, pH y campo eléctrico”.

Con ello, el universitario y sus colaboradores modifican diversos soportes poliméricos, que pueden ser teflón, silicona, polietileno, polipropileno, PVC, algodón, hilos de sutura o catéteres urinarios, entre otros.

La meta es tener diferentes matrices con uno o dos monómeros modificados, que respondan a pH y temperatura, además de ser compatibles con el cuerpo humano.

Su ventaja es que serán reusables y de respuesta más rápida. “La aceleramos; mientras que un hidrogel tarda en responder días, la matriz polimérica lo hace en aproximadamente tres horas”.

Logros del laboratorio

¿Qué han logrado en el Laboratorio de Química de Radiaciones de Macromoléculas? Gasas de algodón que se usan para curación en hospitales, modificadas con ácido acrílico y glicidil metacrilato; pudieron hacerse funcionales con ciclodextrinas, compuestos que tienen espacios en donde se pueden alojar distintos fármacos.

Al aplicar este producto –cargado con un fármaco– para curar una herida, liberará el medicamento a fin de acelerar el proceso e impedir una posible infección; pruebas preliminares indican que inhibe de manera adecuada la formación de bacterias.

Recientemente, Bucio y colaboradores también lograron variar los hilos de sutura que se utilizan en cirugías. Son de polipropileno, modificados con ácido acrílico y glicidil metacrilato; de igual manera, van cargados con un fármaco que disminuirá la probabilidad de infecciones.

Un proyecto que el equipo de Ciencias Nucleares comenzó en 2013 es el de catéteres urinarios de PVC, que les proporcionó una industria de Turquía, vía un equipo de científicos de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), con los que colaboran.

Ya se logró modificar el PVC con un par de compuestos: ácido acrílico y vinilimidazol. “Creemos que se le puede cargar vancomicina, que evitará la formación de bacterias o biopelículas, que es lo que propicia infecciones si el catéter se inserta en el cuerpo humano”.

En 2014, Bucio y colaboradores iniciaron un proyecto PAPIIT con miras a modificar sistemas poliméricos para cargar enzimas y esperan concluirlo en 2016. “Es la misma historia: cargar enzimas para aplicación biomédica”, puntualizó.

En todos estos proyectos de su línea de investigación Síntesis de materiales poliméricos para liberación de fármacos, el equipo universitario trabaja en colaboración con Carmen Álvarez Lorenzo y Ángel Concheiro Nine, de la USC.

Desde hace siete años el grupo español apoya al del ICN en varios estudios (microbiología, citotoxicidad y trombogénesis) para saber si “nuestro material tiene potencial aplicación biomédica”.

Con ellos también han aprendido con qué fármacos cargar los sistemas poliméricos. Vancomicina, por ejemplo, se puede liberar y ayuda a combatir infecciones. Otros que han podido cargar, según la afinidad con los materiales, son el ácido nalidixico, cloruro de benzalconio, miconazol y diclofenaco, por mencionar algunos.

Para modificar un material virgen, el grupo de la UNAM lo somete a ciertas condiciones, como dosis, temperatura y tiempo de reacción, entre otras. Luego, para saber si funciona y si está o no cargado el fármaco, se le aplican diversas pruebas de caracterización.

Una gasa modificada, por ejemplo, tendrá ciertos grupos funcionales, cuya presencia se somete a monitoreo por infrarrojo, resonancia magnética nuclear, calorimetría diferencial de barrido, así como análisis gravimétrico.

La carga del medicamento se monitorea y se le hace un seguimiento por medio de espectroscopía UV-vis. La liberación también se observa y se construyen gráficas del tiempo de liberación en función de pH y/o temperatura, “así sabemos si tenemos o no éxito”.

Jóvenes de licenciatura, maestría y doctorado sintetizan los nuevos materiales y los de doctorado, además, viajan a España becados por el CONACyT. En la USC realizan los estudios de farmacia (carga y liberación de fármacos) y microbiológicos.

Todo ha sido experimental, advirtió Bucio; no obstante, el grupo de científicos de la UNAM y de la USC tiene una patente en el país europeo. Se trata de un sistema de poliuretano modificado con ácido acrílico que responde a temperatura y pH, con N-isopropilacrilamida que lo hace a temperatura. “Cargó muy bien la vancomicina”, ahora está en trámite su protección en México.

Además de lo ya mencionado, los universitarios desarrollan un material con glicidil metacrilato y otro con etilenglicol dimetacrilato sobre hule de silicona y películas de polipropileno para aplicaciones biomédicas.

 Esta labor científica se expande y retroalimenta por la pertenencia de Bucio y Guillermina Burillo –jefa del Laboratorio de Química de Radiaciones de Macromoléculas del ICN– a la Red Iberoamericana de Nuevos Materiales para el Diseño de Sistemas Avanzados de Liberación de Fármacos en Enfermedades de Alto Impacto, como “cáncer, diabetes, sida y otro tipo de infecciones”.

Esa red, financiada por el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED), propicia la movilidad de estudiantes y académicos, quienes participan en una reunión anual y cursos que se imparten en alguna universidad de Iberoamérica. Se han realizado tres: en España, Argentina y Brasil. La cuarta será en Colombia.

Créditos:UNAM-DGCS-230-2014

Desarrollan en la UNAM nanocatalizador que separa el azufre del petróleo

 
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28 de octubre de 2013

Desarrollan en la UNAM nanocatalizador que separa el azufre del petróleo
Desarrollan en la UNAM nanocatalizador que separa el azufre del petróleo

• El proceso mejora la calidad de los hidrocarburos mexicanos y reduce las emisiones contaminantes al ambiente, dijo Sergio Fuentes Moyado, director del Centro de Nanociencias y Nanotecnología
• Protegido con una patente, el desarrollo cuenta con prototipos y pruebas a escalas experimental y piloto; espera la aprobación de Petróleos Mexicanos para avanzar a escala industrial en una refinería de la paraestatal

Para generar combustibles “ultralimpios” con bajo contenido de azufre y menos emisiones contaminantes al ambiente, Sergio Fuentes Moyado, director del Centro de Nanociencias y Nanotecnología (CNyN) de la UNAM, encabeza un proyecto multi institucional para llevar a la industria petrolera un nanocatalizador que separa el azufre del petróleo.

Luego de tres años de investigación a escalas experimental y piloto, el desarrollo tecnológico cuenta con prototipos, una patente nacional y está listo para probarse en la industria, en alguna refinería.

En la actualidad, en los países desarrollados se admiten menos de 30 partes por millón de azufre en las gasolinas y menos de 15 en el diésel. “En principio los petróleos se clasifican en ligeros y pesados, según la densidad y el número de impurezas que contiene”, el problema es que el petróleo mexicano tipo Maya, agrupado entre los crudos pesados, tiene hasta 30 mil partes por millón de ese elemento químico, muy contaminante para el ambiente.

“Con el nanocatalizador logramos bajar el diésel a 10 ó 15 partes de azufre por millón durante el proceso de refinación llamado hidrodesulfuración o eliminación del azufre”, destacó Fuentes Moyado, ingeniero químico y doctor de Estado en ciencias físicas.

Además del grupo del CNyN, en el proyecto participan, por parte de la UNAM, los institutos de Física y de Investigaciones en Materiales, así como el Centro de Ciencias Aplicadas y de Desarrollo Tecnológico. Interinstitucionalmente, las universidades Veracruzana, Autónoma Metropolitana, Autónoma de Baja California, del Papaloapan, de Texas en San Antonio, Estados Unidos y el Instituto de Investigación sobre Catálisis y Medio Ambiente (IRCELYON, por sus siglas en francés) de Lyon, Francia.

“Es un proyecto en el que llevamos el liderazgo, pero es una colaboración entre varias instituciones. Lo sometimos al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología en la convocatoria Sener-Hidrocarburos y en los últimos tres años hemos obtenido resultados satisfactorios que cumplen los requerimientos que Petróleos Mexicanos (Pemex) marca, pues la paraestatal hace un esfuerzo para generar esos combustibles ultralimpios dentro de las refinerías.

“Llegamos a obtener diésel bajo las condiciones que ellos usan en la planta y logramos catalizadores que obtienen menos de 10 partes por millón de azufre”, explicó.

Eficiencia a escala nano

El funcionamiento de este proceso se realiza con catalizadores a nivel nanométrico. “Eso lo hace eficiente y con las cantidades o volúmenes que se requieren”, detalló.

En el proceso de hidrodesulfuración, los nanocatalizadores logran quitar azufre. “El catalizador lo elimina de las moléculas de la gasolina y del diésel, pues éstas se depositan sobre pequeños arreglos a nivel de cuatro a cinco nanómetros y ahí ocurre la reacción y se suprime el azufre en presencia de hidrógeno. Así, a la salida del proceso se obtienen moléculas limpias, que se utilizan en los combustibles”, destacó.

La parte más importante del desarrollo, que es la síntesis del catalizador, se realizó en Ensenada, Baja California, en el Laboratorio de Procesamiento de Hidrocarburos, creado a raíz de la autorización de este proyecto.

“Tenemos patente, proyectos en planta piloto y prototipos. Ahora hacemos el estudio para saber si se puede escalar a nivel industrial, producir toneladas en vez de kilogramos e instalar el proceso en una refinería”, acotó.

En estos tres años de trabajo han pasado de la fase experimental en el CNyN en Ensenada, a la planta piloto del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), en el Distrito Federal.

Para avanzar, Pemex debe aprobar que el proyecto pase a la escala de producción de toneladas. “Hemos presentado un avance de los resultados, están interesados y falta una reunión para decidir las posibilidades de que se realice a escala industrial”, relató.

De ser así, los nanocatalizadores se fabricarían en Estados Unidos, pues en nuestro país no existen empresas que los hagan.

“Se requiere gran infraestructura. El diseño que hemos hecho partió desde lo más fundamental, que es entender cómo se unen las moléculas a los catalizadores y cómo podemos lograr que los sitios activos del catalizador tengan más contacto con el fluido, sea gasolina o diésel. Hay un diseño involucrado con aplicación del conocimiento”. Ojalá en un futuro podamos producirlos totalmente en México, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-644