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ANALIZAN CON HACES DE PROTONES COBRES DORADOS DE CHICHÉN ITZÁ

 
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analisismayaEn Mesoamérica existieron diversas técnicas de dorado de metales que permitían darles la apariencia de ser sólo de oro. Aunque mucho de lo que brillaba en esas piezas precolombinas era metal áureo, no contenían tanto como el que hubieran deseado encontrar los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo.

Eso muestran los análisis que José Luis Ruvalcaba, investigador del Instituto de Física (IF) de la UNAM, realizó en más de 100 piezas encontradas en el cenote de Chichén Itzá, entre las que figuran cascabeles, cuentas, cilindros, aros, cuencos, puntas de flecha, máscaras y láminas.

En particular, algunas de ellas tienen una capa de dorado delgada. En sus partes menos erosionadas se ven restos que revelan una tecnología muy eficiente para producirlas con una cantidad mínima de oro y una resistencia a los ácidos y al contexto submarino (como el de los cenotes), los cuales causan graves problemas de corrosión en objetos metálicos.

“No son de oro, sino cobres dorados”, subrayó Ruvalcaba, quien con base en sus estudios tecnológicos ha establecido nuevas interpretaciones.

Las piezas estudiadas pertenecen al Museo Peabody, de la Universidad de Harvard; al Museo Nacional de Antropología, en México; y al Museo Palacio Cantón, en Mérida, Yucatán. En esta tarea también colaboran académicos del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, de la Universidad de California en Berkeley y de la Escuela de Conservación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Información más clara

Pese a que desde la década de los 50 del siglo XX ya se hablaba de la posibilidad de que en las vitrinas de los museos Peabody y Nacional de Antropología hubiera cobres dorados, esos reportes pasaron inadvertidos por muchas razones. Una fue que no parecían piezas doradas y, en cambio, se veían y pasaban como de cobre por el proceso de deterioro.

En la actualidad, con los estudios realizados con dispositivos y equipos desarrollados por Ruvalcaba en el IF, éste y sus colaboradores han obtenido información más clara no sólo de qué aleaciones contienen, sino también de cómo se fabricaron.

“Con haces de protones y iones de helio, por ejemplo, además de tener información de los elementos químicos (cobre, estaño, arsénico y plomo, forman el soporte de la pieza; oro y plata, el recubrimiento dorado), se puede observar qué cantidad hay en la superficie”, refirió.

El universitario ha demostrado que el oro está dentro del primer micrómetro y después –en la interfaz con el cobre, que permite afianzar ese oro al sustrato– la plata. “Análisis de muestras en el microscopio de alta resolución del IF, llevados a cabo por Jesús Arenas, corroboran que, a escala nanométrica, cúmulos de oro integran el dorado”.

De acuerdo con Ruvalcaba, en la técnica de dorado por hoja, ésta se pliega sobre la superficie, mientras que en la de dorado por fusión el objeto se sumerge dentro de oro fundido para obtener espesores de 35 a 90 micrómetros.

“Y en la de dorado por oxidación (descrito por fray Bernardino de Sahagún en el Códice Florentino) se parte de una aleación que, al oxidarse y limpiarse repetidamente con una solución ácida o por enfriamiento rápido, pierde cobre y plata, y queda la superficie enriquecida en oro. El cambio es gradual en la composición de este último de la superficie hacia el interior”, añadió.

Por el contrario, la técnica de dorado por reemplazo electroquímico da como resultado un recubrimiento. Ocurre un cambio brusco en la composición de la capa de oro que hay en la superficie y el cobre que soporta el dorado.

Para producir este último, el metal áureo se disuelve en una solución ácida, que se neutraliza con un mineral alcalino para evitar que, al sumergir el objeto en la solución, el cobre sea corroído. Luego de un tiempo, el objeto se saca de la solución. De este modo, en su superficie se deposita una fina capa de oro. Entonces, el artefacto se calienta para que el oro depositado en su superficie pueda adherirse como una capa muy uniforme y delgada al cobre.

“Esta técnica es compleja y eficiente. Se ve como oro, pero es cobre dorado. En 1979, fue reproducido en laboratorio por la doctora Lechtman, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, para la cultura Moche (Loma Negra, Perú, 0-600 después de Cristo). Dado que no existen evidencias de su producción en Mesoamérica, hemos propuesto que las piezas doradas de las regiones mayas pueden proceder de Sudamérica por intercambio”.

Objetos mal identificados

Aún hay lagunas en torno a las interacciones y contactos que pudieron darse entre Perú y Mesoamérica y otras áreas. Se ha propuesto que algunos objetos de Chichén Itzá –turquesas y obsidianas, por ejemplo– vienen del suroeste de Estados Unidos y del occidente de México, respectivamente, lo cual indicaría que hubo varias rutas de intercambio a largo alcance para este sitio”.

El universitario verificó, con análisis in situ de las aleaciones de oro de diferentes piezas de Chichén Itzá, las propuestas sobre intercambio con regiones de Costa Rica y Panamá, pues algunas figuras fundidas del cenote de aquella ciudad pueden tener, además, un dorado por oxidación, como es usual en esas regiones.

Para él ha sido interesante descubrir que piezas doradas elaboradas con la técnica de dorado por reemplazo electroquímico están presentes en otros sitios mayas. Lo que todavía no se sabe exactamente es cómo llegaron a ellos.

“Con frecuencia, los cobres dorados son mal identificados. De ahí que recomiende revisar muchos objetos catalogados como cobres, porque probablemente sean piezas doradas. Así ocurrió con algunas mayas de El Lagartero, Chiapas, que eran consideradas cobres y se determinó que tenían residuos de oro en su superficie”, apuntó.

Ruvalcaba y sus colaboradores están convencidos de que los orfebres que las hacían conocían muy bien los materiales y los procesos y tuvieron un aprendizaje de varias generaciones para llegar a ese perfeccionamiento técnico.

“Al tratar de reproducir algunas de ellas, como las bimetálicas que hay en la tumba 7 de Monte Albán, entendimos el enorme conocimiento y su destreza”, finalizó.

Créditos:UNAM-DGCS-237-2014

Compila la UNAM legado astronómico del país

 
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Ejemplar del libro Legado Astronómico, presentado por investigadores de la UNAM.
Ejemplar del libro Legado Astronómico, presentado por investigadores de la UNAM.

29 de mayo de 2011

• El libro, editado por esta casa de estudios, integra los trabajos de 32 investigadores, informó William Lee, director del Instituto de Astronomía
• En la obra se abordan aspectos etnográficos de la arqueoastronomía en Mesoamérica

Miradas distintas provenientes de disciplinas como astronomía, historia, matemáticas, antropología y pintura se entretejen en el libro Legado Astronómico, donde 37 autores unen su interés por observar el cielo y compartir conocimientos que se han descifrado en el país, desde sus orígenes más lejanos.

Este ejercicio colectivo de multidisciplina, editado por la UNAM y coordinado por los investigadores del Instituto de Astronomía Margarita Rosado Solís, J. Daniel Flores Gutiérrez y José Franco López, reúne en 250 páginas, los 32 trabajos presentados en el Congreso El legado astronómico de nuestros ancestros, celebrado en 2009, en el marco de los festejos del Año Internacional de la Astronomía.

En sus búsquedas, los autores recorren múltiples atajos hasta mostrar una ruta, la del conocimiento en la materia, en la que México ha sido fértil en las culturas mesoamericanas, en la Colonia y en la era contemporánea, con personajes que han fundado escuela dentro y fuera de las aulas, a veces con la observación del cielo de manera empírica, y otras como precursores de esta disciplina científica.

El texto, dijo en la presentación William Lee Alardin, director del Instituto de Astronomía, es una recopilación organizada en tres grandes áreas, que inician con la Colonia, dedican un apartado a personajes centrales de esta ciencia mexicana, y profundizan en el legado prehispánico, que tuvo un interés fundamental en conocer cómo funciona el Universo y realizar calendarios.

En su oportunidad, Margarita Rosado destacó que México es muy rico en estudios del cielo y de los objetos cósmicos desde tiempos ancestrales.

Daniel Flores subrayó el esfuerzo colectivo de la obra, que une intereses de las ciencias exactas y sociales. “Este trabajo conjunto continuará con un nuevo congreso en febrero o marzo del 2012”, adelantó.

Por su parte, José Franco calificó la publicación como “un eco del 2009” y una oportunidad de reflexión. “Artes, ciencias sociales y antropología ligadas a la astronomía propician una reflexión acerca de la importancia de contar con una política de Estado para generar conocimiento e impulsar la ciencia”, señaló.

Comentarista, Patrick Johansson, del Instituto de Investigaciones Históricas, reveló que la lectura produce placer y gozo. “Esta disciplina nos hace pensar en el futuro y en los sabios que leen el cielo. Pero también lo leyeron en el pasado, y de ellos, se ofrecen muchos elementos, como el desarrollo de calendarios, forma de domesticar el tiempo”, consideró.

De la Colonia a la cámara Schmidt

La primera parte, recorre la historia desde la Colonia hasta la cámara Schmidt, el famoso telescopio instalado en 1942 en Tonantzintla, Puebla, que dio inicio a la astrofísica moderna en México.

También narra el desarrollo del Observatorio de San Pedro Mártir, en Baja California, donde hasta la fecha se realiza ciencia de primer nivel mundial; y presenta un análisis de la divulgación en el siglo XIX, a través de una revisión hemerográfica de revistas de esa época.

Respecto a lo académico, contiene una revisión de cómo ha sido la carrera en la Facultad de Ciencias de la UNAM, y otra, sobre la utilidad de esa disciplina para la Secretaría de Fomento, en el naciente México independiente, pues esa dependencia pública era la encargada de determinar el tiempo y la posición de ciudades y lugares de interés nacional.

Precursores

La segunda parte está dedicada a los precursores de la astronomía en México. Se dedican capítulos a Paris Pishmish, la primera profesionista que tuvo el título de astrónomo en el país; a Francisco Javier Escalante Plancarte, que realizó observaciones en Marte; y a Luis Enrique Erro, en una revisión “de carne y hueso” que revela su vida familiar y su personalidad, además de sus aportes.

En este grupo también se dedican capítulos a Joaquín Gallo Monterrubio, director del Observatorio Astronómico Nacional de Tacubaya (inaugurado en 1878 durante el Porfiriato); a Felipe Rivera, quien desde Zinapécuaro, Michoacán, observó en 1901 la estrella “Nova Persei”; y a José Antonio Alzate, quien fuera presbítero, investigador y padre de la divulgación científica novohispana. Además, se presenta un apartado sobre lo que significó ser astrónomo durante el Porfiriato.

Arqueoastronomía, ciencia y símbolo

La tercera parte, se dedica al desarrollo de culturas mesoamericanas como la maya, náhuatl y teotihuacana, entre otras.

Se presentan textos referentes a la cosmovisión mesoamericana de la Luna; la conjunción de montañas y astros; los signos de Mesoamérica; el saber teotihuacano y la planeación urbana de esa cultura ligada al cosmos.

También, se abordan aspectos etnográficos de la arqueoastronomía en Mesoamérica; la matemática de los mayas; la orientación calendárico-astronómica en La Venta; los tránsitos de Venus desde los mayas hasta la Unidad Astronómica; la duración del tiempo medida por los mayas; los estudios de esa disciplina en El Tajín; la astronomía en Tetzcotzingo y la influencia astronómica en la arquitectura de Calixtlahuaca.

Otros capítulos se refieren a los textos de Fray Andrés del Olmo y su revisión de los astros y dioses en el México prehispánico; a la traza urbana de Puebla, influida por un legado arqueoastronómico; a la influencia de la astronomía del siglo XVII en la pintura; y a la categoría de patrimonio astronómico frente al patrimonio cultural.
Créditos: UNAM-DGCS-318-2011/unam.mx

Presentan Guía de Arquitectura y Paisajes Maya

 
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Además de una introducción general, La Guía de Arquitectura y Paisajes Mayas cuenta con 15 capítulos que muestran igual número de regiones del territorio que ocupó ese pueblo.
Además de una introducción general, La Guía de Arquitectura y Paisajes Mayas cuenta con 15 capítulos que muestran igual número de regiones del territorio que ocupó ese pueblo.

25 de febrero de 2011

• Reúne los elementos arquitectónicos de urbanismo y arte de una amplia zona del continente americano que hoy es compartida por Honduras, El Salvador, Belice, Guatemala y México.

Para ofrecer un panorama de la historia y cosmovisión de una de las culturas más importantes de Mesoamérica, la Junta de Andalucía de España y el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFl) de la UNAM, coeditaron la Guía de Arquitectura y Paisajes Mayas.

En la presentación del texto derivado de un convenio de colaboración académica, Aurelia Vargas Valencia, titular del IIFl, señaló que se trata de una investigación realizada por más de 40 académicos de esta casa de estudios y de otros organismos que colaboraron bajo la coordinación y supervisión del Centro.

En el convenio, reiteró, se acordó que la guía contendría una descripción de los edificios, centros arqueológicos, espacios naturales y anotaciones antropológicas seleccionados por el equipo de trabajo, incluidos una reseña planimétrica y documentación gráfica.

El texto reúne los elementos arquitectónicos de urbanismo y arte de una amplia zona del continente americano que hoy es compartida por cinco naciones: Honduras, El Salvador, Belice, Guatemala y México.

En su intervención, María del Carmen Valverde, coordinadora General de la obra e investigadora del Instituto, detalló que en la elaboración participaron arqueólogos nacionales, de Guatemala y España.

La información no sólo se basa en un amplio conocimiento de las ciudades y experiencia de campo, también incluye los hallazgos e investigaciones más recientes.

En el caso de nuestro país, el grupo de arqueólogos pertenecen a la UNAM, al Instituto Nacional de Antropología e Historia, y a otras instancias de educación superior, mientras que los guatemaltecos y españoles están adscritos a distintos proyectos de investigación.

La Guía, mencionó, quedó conformada por una introducción general, cuya intención es ofrecer un panorama de la cultura maya, de su historia y cosmovisión; además, cuenta con 15 capítulos que muestran igual número de regiones del territorio que ocupó ese pueblo.

Por último, Jerónimo Andreu, coordinador de la Cooperación con México de la Consejería de Obras Públicas y Vivienda de la Junta de Andalucía de España, comentó que el impreso contiene una serie de elementos considerados positivos para todos los países con los que esa cultura tuvo algún nexo.
Con información de: UNAM-DGCS-114-2011/unam.mx

Los mayas utilizaron, simbólica y físicamente, fósiles marinos en Palenque

 
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Martha Cuevas, Jesús Alvarado, José Luis Ruvalcaba y Francisco Riquelme, muestran una laja de piedra con el fósil de un pez.
Martha Cuevas, Jesús Alvarado, José Luis Ruvalcaba y Francisco Riquelme, muestran una laja de piedra con el fósil de un pez.

30 de junio de 2010
• Esa civilización mesoamericana sabía que millones de años atrás la región que habitaban fue mar, reveló un estudio conjunto de la UNAM y el INAH
• Como símbolos en sus deidades, y como parte del estuco con el que construyeron edificios y templos, 31 fósiles de peces y moluscos, dientes de tiburón y espinas de mantarraya fueron hallados en la zona arqueológica

Un estudio reciente de 31 fósiles marinos descubiertos hace 68 años en la zona arqueológica de Palenque, en Chiapas, comienza a develar un misterio: los mayas sabían que el suelo que pisaban fue, millones de años atrás, un océano inmenso, un sitio marino primigenio al que los muertos regresaban tras su paso por esta vida.

Para integrar su conocimiento de ese ecosistema acuático, incluyeron en las representaciones de sus dioses dientes de tiburón, espinas de mantarraya y fósiles de peces y moluscos, visibles en las paredes y escalinatas de estuco, con el que construyeron edificios y templos, hace más de mil 200 años.

Se trata de una de las conclusiones del trabajo conjunto, que desde 2007, realizan Jesús Alvarado Ortega, del Instituto de Geología (IGl) de la UNAM, y Martha Cuevas García, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Para fortalecer con más miradas científicas su estudio, integraron al grupo multidisciplinario a Francisco Riquelme, estudiante de doctorado del IGl, y a José Luis Ruvalcaba Sil, investigador del Instituto de Física (IF).

Ellos han escudriñado los fósiles marinos mediante análisis que incluyen microscopía de barrido, detección de “huellas químicas” y estudios físicos, para conocer la composición de materiales como huesos y estuco, con pruebas de sonoluminiscencia, fluorescencia y difracción de rayos X, utilizando la técnica PIXE (siglas en inglés de Emisión de Rayos X Inducida por Partículas).

Los cuatro especialistas trabajan con 31 fósiles encontrados en Palenque en 1952, cuando el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier, descubrió en ese sitio el emblemático Templo de las Inscripciones.

Los vestigios fueron hallados principalmente en contextos funerarios; dientes de tiburón y espinas de mantarraya fueron depositados como parte de las ofrendas. La presencia de estos elementos, consideraron los académicos, era una conexión entre sus dos mundos: el marino y el terrenal.

Análisis multidisciplinarios

El paleontólogo Jesús Alvarado explicó que los fósiles pertenecen a varios periodos; los más antiguos corresponden al Paleoceno, de hace 63 millones de años.

Los restos fueron utilizados principalmente con fines rituales durante el periodo Clásico Tardío, entre los años 600 y 850 después de Cristo, cuando seguramente fueron descubiertos por los pobladores de Palenque, acotó.

En tanto, el especialista en peces fósiles, Alvarado, realizó trabajos de prospección paleontológica para cotejar los materiales utilizados en esa zona con las rocas que contenían los fósiles, comprobando que eran los mismos.

“Palenque está construido sobre diferentes formaciones geológicas, que son las portadoras de los diferentes materiales arqueológicos, como rocas que fueron utilizadas para construir la ciudad y que son las que tienen fósiles de peces en sus lajas”, indicó el investigador.

El terreno actual de ese sitio es casi plano, pero sospecha que los pobladores de esa ciudad maya modificaron la estructura de la región al extraer muchas lajas, y fue cuando encontraron los fósiles de 63 millones de años.

Tierra que fue mar

Alvarado explicó que hace cinco millones de años no existía Centroamérica como parte del continente, ni como la línea territorial actual conectada a Sudamérica y Norteamérica.

“Antes, esa zona eran pequeños islotes y formaba corredores que permitían pasar a los organismos vivos; por ello, hay una mezcla singular del norte y del sur, y no es homogénea”, explicó.

El cambio del ecosistema marino al terrestre ocurrió por la dinámica del planeta. Un choque entre la parte norte y sur de América provocó movimientos en las placas tectónicas, que modificaron los niveles continentales respecto al mar, lo que favoreció la formación de una zona territorial intermedia.

De aquel tiempo datan los fósiles de peces, crustáceos, grandes tiburones, mantarrayas y tortugas que dejaron sus fósiles hasta la época maya, para integrarse a una cosmovisión que integró al mar y la tierra.

Este trabajo, reconoció Martha Cuevas, ha permitido realizar análisis multidisciplinarios de los fósiles y reinterpretar el conocimiento que esa cultura tuvo de un pasado marino que integró a su cosmovisión.

“La existencia de esos fósiles nutrió la concepción maya de una ciudad marina asociada al inframundo”, comentó la arqueóloga, y añadió que la idea central del trabajo entre el INAH y la UNAM fue comprobar si el contacto con esos vestigios aportó elementos a su visión del mundo.
Créditos: UNAM. DGCS -392/unam.mx

La evangelización colonial convirtió a los dioses indígenas en demonios

 
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Los pueblos indígenas adoptaron la idea del bien y el mal a la llegada de las órdenes religiosas, quienes satanizaron a sus dioses, aseguró el reconocido Investigador de la Universidad Veracruzana, Dr. Félix Báez Jorge, quien inauguró un aula que lleva su nombre en el edificio del Colegio de Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.

Durante su conferencia “Reflexiones comparativas en torno a las imágenes diabólicas en Mesoamérica y los Andes”, realizó un análisis completo acerca de la implantación de la noción cristiana del bien y el mal.

Ante estudiantes de Antropología Social, presentó imágenes de las distintas civilizaciones indígenas, de sus deidades y de cómo las órdenes religiosas llegaron a satanizar a sus dioses, incluso al sol, durante la evangelización de los pueblos.

“Los cristianos impusieron sus creencias a los indígenas quienes no tenían una noción del bien ni del mal, sino una idea del equilibrio con la naturaleza; esos indígenas han impuesto una demonología sincrética, reinterpretando esas nociones”, señaló.

El Dr. Báez destacó la concepción del mundo que los pueblos indígenas principalmente en los Andes y Mesoamérica, fueron construyendo luego de que los evangelizadores les enseñaron a temerle al diablo y tener una visión cristiana del mal, “ a partir de ahí, tuvieron ese referente primero para la satanización de sus dioses y luego para la satanización de los blancos, los extranjeros, los que los explotan y a quienes identifican como demonios”.

Durante más de hora y media, el Dr. Báez, quien es Historiador por la Universidad del País Vasco, miembro del SNI, evaluador del CONACYT y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias entre otras distinciones, presentó el referente de las persecuciones y el temor que creó la teología colonial.

En resumen, señaló que la evangelización colonial fraguó una imagen de Satanás relacionada a la España barroca, y por obra y gracia de la teología colonial, los dioses se volvieron demonios, por lo que consideró necesario dar justo valor a los pueblos indígenas en su nivel “civilizatorio”.

Además de la conferencia y la inauguración del aula “Doctor Félix Báez Jorge”, esta tarde el destacado historiador presentará su libro “El lugar de la Captura”, en la Sala de Educación Continua del Colegio de Antropología a las 17:00 horas.

Créditos: BUAP/Comunicación Institucional/buap.mx