



Bogotá D. C., nov. 26 de 2013 – Agencia de Noticias UN- Este 27 de noviembre se cumplirán treinta años de la muerte de Marta Traba, “una de los cinco intelectuales más importantes del país”, en palabras del historiador Álvaro Medina. No obstante, esta es una desaparición física, pues su pensamiento sigue vivo.
Su obra es un clásico al abordar la historia del arte latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX. “Las teorías de Marta Traba son importantes para mirar el arte de la región como una realidad compleja, con situaciones muy distintas dependiendo del país y en la que no cabían modelos únicos”, resalta Ivonne Pini, profesora de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia.
Por todo ello, la primera sesión del ciclo de conferencias “Patrimonio académico de la U.N.” busca rendirle homenaje al vasto legado de quien fue la primera directora nacional de Divulgación Cultural de la Institución.
Un papel brillante
En la biografía Marta Traba. La terquedad furibunda (2003), la historiadora Victoria Verlichak descubrió que ella nació el 25 de enero de 1923 y menciona como prueba el registro de inscripción que hizo su padre a 16 kilómetros de Buenos Aires.
Estudió filosofía y letras en Argentina e historia del arte en Francia. En Europa conoció al periodista colombiano Alberto Zalamea, quien se convertiría en su primer esposo y la traería al país en el año 1954.
Ella coincidió con el surgimiento de una nueva generación de artistas –entre los que figuraban Alejandro Obregón, Guillermo Wiedemann, Eduardo Ramírez Villamizar, Édgar Negret y Fernando Botero–, que la conservadora y provinciana sociedad colombiana de la época veía con desconfianza.
“Es ahí donde ella cumple un papel brillante”, asegura Medina. Se refiere a que ella se encargó de explicar la razón de ser de esas obras, a través de su labor crítica semanal en diferentes medios de comunicación.
Traba conquistó Bogotá con su crítica inteligente, rigurosa y radical, al punto de convertirse en un elemento central de la escena cultural de la época. En los años sesenta, fue ella quien estimuló la irrupción de una nueva generación de artistas y designó como sus miembros más talentosos a Luis Caballero, Carlos Rojas, Santiago Cárdenas, Pedro Alcántara Herrán y Beatriz González.
En esa misma década pone en funcionamiento el Museo de Arte Moderno de Bogotá, que tuvo su primera sede en la U.N. No es casualidad, pues la Universidad fue uno de los principales frentes por donde entró la modernidad.
Pero tras rechazar la ocupación militar de la Universidad en 1968, fue censurada y finalmente obligada a abandonar el país. Esto la llevó por Montevideo, Caracas, San Juan de Puerto Rico, Washington, Barcelona y París.
Su periplo por el mundo terminó en 1983, cuando se disponía a volver a Colombia invitada por el presidente Belisario Betancourt al Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana en Bogotá. El avión en el que viajaba se estrelló saliendo de Madrid, España.
UNAL-682-2013