



- El lenguaje puede volverse un arma de exclusión contra otro ser humano.
18 de mayo de 2012
Ayer se conmemoró el Día Internacional contra la Homofobia. Sandra Jaramillo, codirectora de la Corporación Cultural Estanislao Zuleta y magíster de la UN, reflexiona sobre el tema.
La conmemoración coincide con la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales por parte de la Organización Mundial de la Salud.
La homofobia es un problema que se complejiza a niveles sociales, políticos y culturales. Se trae a colación un estándar del hombre ideal, un “varón completo e íntegro”, tal como el que analizaba el sociólogo norteamericano Erving Goffman en 1963:
“Un joven, casado, blanco, urbano, heterosexual norteño, padre protestante de educación universitaria, empleado a tiempo completo, de buen aspecto, peso y altura, con un récord reciente en deportes. Cada varón estadounidense tiende a observar el mundo desde esta perspectiva […]. Todo hombre que falle en clasificar en cualquiera de esas esferas es probable que se vea a sí mismo […] como indigno, incompleto e inferior”.
Estamos en una época de las pansexualidades. “La diversidad sexual no es un problema de enfermedad, por cuanto se tiene la convicción de que no existe un patrón normalizador de la sexualidad. Es decir, no hay un deber ser en razón de una supuesta naturaleza humana, sino que, precisamente, eso que nos define como seres humanos es el hecho de no tener un objeto para el despliegue del alivio sexual específico y común”, dice Sandra Jaramillo.
Diferentes políticas públicas se han adelantado para defender los derechos de la comunidad LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, travestis, transexuales y transgéneros, e intersexuales). Sin embargo, algunos sectores se oponen a esta apertura y abogan por estigmatizar las diferentes posibilidades y elecciones de vida.
“Nuestros comportamientos, nuestras decisiones y nuestra historia subjetiva no está determinada por un instinto natural. Entonces, una concepción que cree que lo sexual está anclado a un gen abre las compuertas para pensar que quien se comporta de una manera diversa con la sexualidad es un ser enfermo o un ser que ha sufrido una mutación. Pero los genetistas mismos han empezado a mostrar la falta de rigor que hay en una concepción de esas. No es la genética la que está determinando nuestras relaciones ni con el amor ni con la muerte ni con nuestra historia subjetiva ni con la sexualidad, etcétera”, cuenta Jaramillo.
Aún hoy, hay alrededor de ochenta países en el mundo que conciben estas expresiones como crímenes. En países como Afganistán, Nigeria o Pakistán tener una identidad sexual diferente a la dominante se considera un delito de pena de muerte.
El lenguaje, dice Jaramillo, puede volverse un arma de exclusión contra otro ser humano cuando se usa para insultarlo y para rebajarlo en su integridad y su igualdad de derechos.
Así, concluye que esa utilización del lenguaje puede estar mostrando “una falta de fundamentación en entender que es la sexualidad humana, o ser una forma en la que nuestra sociedad expresa la violencia, o significar que un homofóbico, precisamente en esa condición homo, está mostrándose tan profundamente en su ser que lo vuelve reactivo. Uno no es más agresivo con algo sino precisamente cuando ese algo está haciendo un efecto especular; homosexuales vergonzantes que no aceptan su condición son los peores enemigos de los que expresan su homosexualidad”.
Según Jaramillo, tenemos que combatir esos valores hegemónicos que provocan tanta violencia y estar a favor de políticas públicas que defiendan a la comunidad LGBTI. Además, hay que acompañarla siempre con un trabajo en el orden de las ideas y en la fundamentación de las causas en las que la sociedad se embarca.
Créditos: agenciadenoticias.unal.edu.co