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Pez león, especie invasora de los arrecifes mexicanos

 
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El pez león tiene numerosas bandas de color marrón rojizo y negro, con líneas blancas intercaladas, tentáculos carnosos sobre los ojos y debajo de la boca, aletas pectorales en forma de abanico y con radios muy largos. Llega a medir hasta 45 centímetros.
El pez león tiene numerosas bandas de color marrón rojizo y negro, con líneas blancas intercaladas, tentáculos carnosos sobre los ojos y debajo de la boca, aletas pectorales en forma de abanico y con radios muy largos. Llega a medir hasta 45 centímetros.

18 de febrero de 2011

• Es voraz, no tiene depredadores, se propaga a gran velocidad y se reproduce a un ritmo vertiginoso, advirtió Roberto Iglesias Prieto, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), con sede en Puerto Morelos, Quintana Roo

El pez león es una amenaza para los ecosistemas arrecifales del Caribe mexicano, “porque es una especie invasora muy voraz”, advirtió Roberto Iglesias Prieto, jefe de la Unidad de Sistemas Arrecifales del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), con sede en Puerto Morelos, Quintana Roo.

No tiene depredadores ni teme a las personas, se propaga a gran velocidad y se reproduce a un ritmo vertiginoso; una hembra puede depositar hasta 30 mil huevos, cada cuatro días, durante todo el año, alertó.

El investigador reconoció que es muy dañino para los arrecifes de coral, porque al remover los peces, se pierde gran parte de la estructura del ecosistema y se afectan los corales.

En 2009, precisó, esta especie se detectó, por primera vez, en el Caribe y, actualmente, hay reportes de su presencia desde Cancún hasta Xcalak, “cada vez son más abundantes”. El punto de origen de la invasión, explicó, se localiza en las costas de Florida, Estados Unidos.

El intruso

El pez león, cuyo nombre científico es Pterois antennata, pertenece a la familia Scorpaenidae; su hábitat natural es el Océano Índico y el Pacífico occidental. Tiene numerosas bandas de color marrón rojizo y negro, con líneas blancas intercaladas, tentáculos carnosos sobre los ojos y debajo de la boca, y aletas pectorales en forma de abanico, con radios muy largos. Llega a medir hasta 45 centímetros.

Habita en arrecifes, lagunas, manglares, estuarios, pastos marinos y sustratos artificiales. Se distribuye entre uno y 150 metros de profundidad. Descansa en el día y caza temprano, solo o en grupo.

A pesar de ser muy atractivo por su apariencia, explicó, también es peligroso para el ser humano porque los radios de la aleta dorsal, dos de la ventral y dos más de la anal, están equipados con glándulas venenosas. Las picaduras pueden provocar heridas, mientras que la toxina inoculada puede causar parálisis respiratoria, insuficiencia circulatoria y fiebre. Los síntomas generalmente desaparecen después de uno o dos días.

El Instituto colaboró con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), en la producción del tríptico El pez león, especie invasora que ha llegado a nuestras costas, que alerta de su peligrosidad, en especial, para los niños.

El Sistema Arrecifal Mesoamericano se extiende a lo largo de la costa caribeña de México, Belice, Guatemala y Honduras. Con una extensión que rebasa los mil kilómetros, es el más grande en el hemisferio occidental y el segundo sistema coralino más extenso e importante del mundo, después de la Gran Barrera de Coral en Australia.

Esta área alberga diversas especies como la langosta espinosa, el caracol rosado, tortugas blancas, carey y caguamas, cocodrilos, delfines, tiburones ballena y más de 60 especies de corales. Asociados con el sistema, se encuentran amplias extensiones de humedales costeros, praderas de pastos marinos, lagunas y bosques de manglar. Cuenta con una variedad de ecosistemas productivos, que incluyen al lindero, atolón y arrecifes de barrera.

Los arrecifes, dijo, constituyen la fuente turística más importante de México, pues producen la arena blanca de las playas del Caribe, preferidas por visitantes internacionales, y representa la tercera fuente de divisas, sólo por debajo de la industria petrolera y de las remesas provenientes de Estados Unidos. Además, capturan aproximadamente el 50 por ciento del carbono planetario.
Créditos: UNAM-DGCS-101-2011/unam.mx

Afecta blanqueamiento a arrecifes de coral

 
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La superficie de los arrecifes de coral ocupa menos del dos por ciento de la costa del país y de la superficie de los océanos del mundo, pero su valor no reside en el área, sino que contiene 25 por ciento de las especies del planeta.
La superficie de los arrecifes de coral ocupa menos del dos por ciento de la costa del país y de la superficie de los océanos del mundo, pero su valor no reside en el área, sino que contiene 25 por ciento de las especies del planeta.

14 de julio de 2010

• El fenómeno se presenta por el incremento de la temperatura del océano, que pone en juego la viabilidad de esos ecosistemas
• Roberto Iglesias Prieto, del ICMyL de la UNAM, dijo que el aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero, derivan en el calentamiento global, y tienen otra implicación sobre los corales: la acidificación de las capas superiores del océano

En México, no sólo hay cada vez menos corales, en prácticamente todos los arrecifes se ha observado el fenómeno conocido como blanqueamiento, o pérdida de pigmentación, por el incremento de la temperatura del océano que, a pesar de no ser en apariencia considerable –entre 1.5 y dos grados centígrados por arriba del promedio en verano–, pone en juego la viabilidad de esos ecosistemas, afirmó Roberto Iglesias Prieto.

El jefe de la Unidad de Sistemas Arrecifales del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), con sede en Puerto Morelos, Quintana Roo, expuso que científicos universitarios han descubierto el vínculo que existe entre la temperatura y la habilidad de los corales para colectar radiación solar.

Cuando esos organismos experimentan temperaturas superiores a las normales, explicó, disminuye la capacidad de hacer fotosíntesis de las microalgas que habitan en ellos; sin embargo, absorben la misma cantidad de luz, es decir, energía solar en exceso.

Normalmente, la luz del Sol pasa por la capa de tejido de los corales, donde también hay algas; una parte se absorbe, otra llega al esqueleto y regresa. En sí mismos son muy eficientes para absorber la energía solar, pero cuando pierden pigmentos, por desgracia, se vuelven aún más “eficaces”, y pueden morir.

De ese modo, un incremento muy pequeño en la temperatura desencadena la propagación del blanqueamiento de toda la comunidad coralina, y compromete a todo el ecosistema. Tal hallazgo, consideró el científico, es la contribución más importante de su grupo de investigación: haber determinado cómo el estrés térmico que sufren los corales se traduce a estrés por exceso de energía lumínica.

Relación simbiótica

Iglesias recordó que un arrecife es una estructura geológica, resultado del carbonato de calcio que depositan los corales. “Es una montaña hecha de ‘rocas’ que van creciendo, cada una, por separado”.

Estos organismos, en apariencia plantas, son en realidad animales carnívoros, colonias formadas por miles de pólipos, cada uno dotado de tentáculos para comer. Su esqueleto de carbonato de calcio da forma a esa estructura.

El color de los corales está dado por la presencia de las grandes cantidades de algas que viven dentro de las células de sus tejidos (donde realizan la fotosíntesis), llamadas zooxantelas, del género Symbiodinium. Pero cuando la temperatura del agua oceánica aumenta, las algas dejan de hacer fotosíntesis y contribuir al metabolismo del coral, que las expulsa, y al hacerlo, se blanquea.

La superficie de los arrecifes de coral ocupa menos del dos por ciento de la costa del país y de la superficie de los océanos del mundo, pero su valor no reside en el área misma; ese pequeño espacio, a nivel global, contiene 25 por ciento de las especies del planeta.

Se trata de sitios de enorme biodiversidad que brindan a la sociedad servicios tan importantes como la protección de la zona costera contra tormentas tropicales y huracanes, y el mantenimiento de pesquerías relevantes, como la de langostas, además de su espectacular belleza, que atrae a millones de turistas.

El peor enemigo

Recientemente, expuso el científico, se han experimentado temperaturas oceánicas por arriba del promedio y de largo plazo, resultado del calentamiento global. Aunque ya antes se habían reportado, la primera vez que se observó el problema del blanqueamiento de coral a gran escala fue en 1982, durante la presencia de El Niño.

Inicialmente, se relacionó con ese fenómeno, consistente en el aumento de la temperatura de las aguas del Océano Pacifico. No obstante, “ahora lo observamos en sitios donde no está relacionado El Niño, como el mar Caribe, debido a que el planeta se está calentando”.

En 1996, se registró un blanqueamiento enorme en los océanos Índico y Pacífico, que derivó en la muerte de 16 por ciento de los corales de todo el planeta, recordó el jefe de la Unidad, que forma parte del programa Coral Reef Targeted Research and Capacity Building for Management, financiado por la ONU.

Además, el calentamiento global –resultado de la presencia excesiva de gases de efecto invernadero, en particular de dióxido de carbono (CO2)– tiene otras implicaciones sobre los corales: la acidificación de las capas oceánicas superiores.

“Alrededor del 30 por ciento del CO2 que pusimos en la atmósfera ya está en el océano, y cambia su pH. Son dos peligros diferentes, pero surgen de lo mismo”.

Por ello, explicó, en la Unidad se realizan estudios sobre los mecanismos celulares involucrados en el blanqueamiento, cómo se percibe el exceso de temperatura, sus implicaciones para la funcionalidad de las algas y de los pólipos, los efectos de la acidificación del océano sobre la fisiología de los corales y sobre la habilidad de éstos para depositar carbonato de calcio.

También, se indaga sobre los alrededor de 20 padecimientos emergentes que afectan a los corales, entre los que destaca, por su gravedad, la “banda amarilla”, responsable de la pérdida de tejido. “No se puede descartar que como resultado del blanqueamiento se vuelvan más susceptibles a enfermedades provocadas por patógenos en el agua”.

La buena noticia es que la pérdida de coloración puede ser reversible. “En Quintana Roo, en frente de las instalaciones de la Unidad, se experimentó un blanqueamiento muy intenso en le verano de 2009, pero el arrecife, poco a poco, se empieza a recuperar”.

Una vez que empiezan a ganar “color”, los corales adquieren funcionalidad, se realiza la fotosíntesis normalmente, y las algas contribuyen al metabolismo del animal, como antes.

Por algunos meses, puede estar comprometido su metabolismo y la capacidad de depositar carbonato de calcio y “construir” el arrecife, pero si el estrés térmico es muy intenso o permanece un largo lapso, pueden morir masivamente.

Para prevenir que esa situación se siga presentando, explicó Roberto Iglesias, se tendrían que reducir las emisiones de CO2 a escala global, acuerdo al que se espera llegar en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 16), a efectuarse a finales de año en Cancún.

A corto plazo, se debe hacer lo posible por reducir el “estrés local”: ocasionado por contaminación por aguas residuales, sobrepesca y sedimentación derivada de la recuperación de playas en periodos cortos de tiempo.

De no tomarse acciones, algunos corales no sobrevivirán, porque no todos son igualmente sensibles al blanqueamiento y se corre el riesgo de perder los servicios naturales que ese ecosistema brinda como es la protección de la zona costera, la biodiversidad, y una fuente de alimento, entre otros beneficios, finalizó.
Créditos: UNAM. DGCS -418/unam.mx

Única en su tipo, la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales de la UNAM

 
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Los arrecifes son los ecosistemas con mayor biodiversidad de los ambientes oceánicos, pero cuando las condiciones son desfavorables, se disuelven; la tasa de erosión es más grande que la de calcificación, y la estructura se pierde.
Los arrecifes son los ecosistemas con mayor biodiversidad de los ambientes oceánicos, pero cuando las condiciones son desfavorables, se disuelven; la tasa de erosión es más grande que la de calcificación, y la estructura se pierde.

3 de junio de 2010

• Entre las investigaciones que ahí se realizan, se encuentran las relativas a las afectaciones que provocará el aumento del nivel del mar a causa del calentamiento global, explicó Roberto Iglesias Prieto, jefe de esa instancia
• También se estudian praderas submarinas y se analizan productos naturales, entre otros trabajos

La Unidad Académica de Sistemas Arrecifales, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM, con sede en Puerto Morelos, Quintana Roo, dedicada al estudio de esos ecosistemas, es única en Latinoamérica y en parte importante del mundo.

Sus actividades se centran no sólo en los arrecifes, sino en los sistemas conexos, como las praderas sumergidas o pastos marinos, manglares y aguas continentales que se encuentran alrededor de ellos, explicó Roberto Iglesias Prieto, jefe de esa instancia.

Los trabajos incluyen aspectos que van desde la biología molecular, o eventos que ocurren en espacios y tiempos pequeños, a nivel celular, hasta cuánto tarda en hacerse un arrecife, proceso que ocurre a escalas geológicas.

Entre las investigaciones que se realizan están las relativas a las afectaciones que provocará el aumento del nivel del mar, por el calentamiento global y cambio climático.

Aumento en el nivel del mar

“La tasa predicha podría ser superior a nuestra habilidad de adaptarnos como sociedad; las consecuencias pueden ser catastróficas, en particular en sitios como la parte norte de Quintana Roo, donde casi toda la infraestructura económica, que da vida a la entidad, se encuentra localizada sobre la zona más vulnerable a tales incrementos”, dijo.

En la actualidad, se ha documentado ese aumento, aunque es variable de acuerdo con la zona. “Lo que se desconoce es si será una cuestión lineal o no, es decir, un evento desastroso que cambie las predicciones del Panel Internacional de Cambio Climático, como el colapso de las capas de hielo del Ártico, Groenlandia o la Antártica”, señaló.

Eso daría cifras mucho más elevadas que las especuladas, y podría comprometer la viabilidad de centros turísticos y puertos, entre otras situaciones. Otro reflejo de ese fenómeno es la inevitable pérdida de playas en ese estado, también resultado del mal manejo de las construcciones en la zona costera, acotó.

Aunque se puedan reducir las emisiones de bióxido de carbono a la atmósfera en la próxima década, se elevará el nivel del mar en una cantidad considerable en los próximos 100 años, “sólo por lo que ya hemos hecho”. El aumento podría ser de unos cuantos centímetros, o hasta casi medio metro, de acuerdo con cada escenario, aunque las predicciones son variables, sostuvo.

Paul Blanchon, investigador de la Unidad, ha demostrado que hace 125 mil años ocurrió un incremento de tres metros en un periodo de 50 años. “Eso significaría cambios mucho más dramáticos a los que no podríamos adaptarnos. De ahí la importancia de conocer los rangos en que podría suceder”, dijo Iglesias Prieto.

Las temperaturas elevadas y acidificación del océano, además, pueden afectar los ecosistemas. Tales condiciones no son buenas para los arrecifes, porque comprometen la capacidad de los corales de depositar carbonato de calcio y formar “esqueletos”, que sirven como enormes barreras que protegen a las costas de las tormentas tropicales o huracanes.

Ese y otros servicios ambientales, como alimentación, recursos pesqueros, biodiversidad e industria turística, que brindan los arrecifes, se verían comprometidos, sentenció.

En la Unidad se analiza el efecto de la radiación solar sobre las tasas con las que los corales depositan carbonato de calcio. La siguiente etapa es medirlo en niveles históricos, usando los esqueletos como una aproximación. Ello es posible porque los corales forman anillos de crecimiento anuales.

“Analizamos cómo ocurren, a nivel celular y molecular, los procesos de calcificación, cómo las condiciones ambientales los controlan y cómo se refleja en la historia”, señaló.

Los arrecifes coralinos son las estructuras biogénicas (de origen biológico) más grandes del planeta, tanto, que se pueden ver desde el espacio. Se distribuyen en los trópicos, donde hay luz, hasta los 90 metros de profundidad en aguas claras, y su formación requiere miles de años de funcionamiento continuo.

Se trata de los ecosistemas con la mayor biodiversidad de los ambientes oceánicos, pero cuando las condiciones son desfavorables, los arrecifes se disuelven; la tasa de erosión es más grande que la de calcificación, y la estructura se pierde.

Praderas submarinas

En la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales también se estudian los pastos marinos, que juegan un papel importante de estabilización de los sedimentos en el océano, y son sitios de desarrollo de muchas especies, como invertebrados de importancia comercial. Además, se relacionan con los arrecifes y podrían contribuir a “acondicionar” el agua, frente a la acidificación del océano.

De igual modo, se analizan productos naturales. “El arrecife es uno de los ecosistemas más diversos que existen en el planeta, y la cantidad de compuestos que se pueden obtener con potenciales usos farmacéuticos, es enorme”, aseguró.

Las exploraciones están basadas en venenos que producen los nidarios (anémonas, medusas, corales) en sus nematocitos. Se trata de toxinas que utilizan para paralizar a sus presas. Casi todas son proteínas.

Estas y otras áreas “donde tenemos alta presencia nacional e internacional” deben consolidarse. El impacto científico de la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales es cada vez más grande, finalizó Iglesias.
Créditos: UNAM. DGCS -336/unam.mx

En el corto plazo, poco probable que afecte el derrame de petróleo a costas mexicanas

 
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15 de mayo de 2010

• Adolfo Gracia Gasca y Felipe Vázquez Gutiérrez, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, refirieron que es difícil que la “mancha” llegue al Golfo de México, incluso por efecto de los huracanes
• Se trata de una situación delicada, un desastre, pero puede ser reversible, mientras se mantenga en la zona oceánica, donde hay menos posibilidades de afectar en forma grave al ecosistema
• Desarrolla la UNAM monitoreos sistemáticos para evaluar posibles impactos marinos a bordo del buque Justo Sierra
• La próxima semana, los investigadores del ICMyL de esta casa de estudios, realizarán una nueva campaña oceanográfica en el Golfo

El derrame de petróleo que se registra en el Golfo de México desde el pasado 20 de abril no representa un problema inmediato para las costas de México. En el corto plazo es poco probable que afecte al litoral de nuestro país, señalaron expertos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL).

Adolfo Gracia Gasca y Felipe Vázquez Gutiérrez refirieron que es difícil que la “mancha” llegue a Tamaulipas, incluso por efecto de los huracanes. Afectaría si se registraran vientos del norte, de Canadá o Estados Unidos hacia el Golfo, pero en aguas profundas.

Como parte del Proyecto Campaña Oceanográfica Multidisciplinaria que esta casa de estudios lleva a cabo desde hace más de una década en el Golfo y a bordo del buque Justo Sierra de la UNAM, la semana entrante iniciarán por 35 días un monitoreo constante para evaluar las condiciones del ecosistema marino.

El estudio integral, explicaron los investigadores, comprenderá de Veracruz al Caribe y aportará información básica para evaluar las condiciones de efectos futuros a causa del derrame, ya que medirá contaminantes en el fitoplancton, zooplancton, bentos, recursos pesqueros, calidad del aire y corrientes, entre otros.

Gracia Gasca, también coordinador del Consejo Académico del Área de las Ciencias Biológicas, Químicas y de la Salud, dijo que mientras el petróleo no alcance zonas costeras, el impacto a los ecosistemas es menor, aunque siempre existe. Esa es la ventaja del ambiente marino; aunque los daños no sean mínimos tiene una capacidad de regeneración y recuperación muy alta.

En contraste, abundó el ex director del ICMyL, las zonas costeras tienen menos capacidad de limpiarse. Esa es la preocupación principal: su llegada a las marismas de Louisiana y, eventualmente, a los everglades de Florida, zonas de refugio y criadero para muchos organismos marinos y aves.

“Se trata de una situación delicada, un desastre, pero puede ser reversible, mientras se mantenga en la zona oceánica, donde hay menos posibilidades de afectar al ecosistema del Golfo de México en forma grave”.

Lo más importante es que la fuga de petróleo se solucione en el corto plazo para que la perturbaciones ocasionadas sean las menores, porque entre más tiempo pase, habrá más contaminación y más riesgo, sostuvo.

Vázquez Gutiérrez, integrante del Laboratorio de Físico Química del Instituto, señaló que, según las estadísticas, los huracanes en esa zona se mueven al norte-noroeste y es difícil que uno de ellos “regrese”, salvo casos excepcionales.

Además, las corrientes marítimas también “suben” hacia el norte. De ahí, que sea difícil que el derrame alcance a México. Lo que puede ocurrir, tomando en cuenta que no va a parar en pocos días, es que vaya hacia Florida por la corriente del Golfo que llega por el Caribe y sale por esa zona.

Felipe Vázquez explicó que una de las características de los hidrocarburos es que se quedan en la superficie del mar, o si son muy pesados, se van hacia el fondo, pero no se quedan “en medio”, en la columna de agua.

Además, mencionó el académico, el petróleo que se está derramando es ligero, y se evapora con más facilidad.

También hay que tener presente que los organismos tienen la capacidad de desplazarse; si hay un derrame no se quedan en el lugar, se mueven a otras áreas. Y los que tienen pocas probabilidades de hacerlo como el fitoplancton o el zooplancton, no se encuentran en toda el agua, sino en zonas determinadas.

El grupo de trabajo de los científicos tiene información de aspectos químicos, físicos y biológicos del ecosistema del Golfo de México, que constituye un marco ecológico y de referencia para evaluar cualquier impacto futuro.

Si se llegara a dar el caso de que el desastre alcance la zona marina o costas mexicanas “tenemos estudios y una base de datos con los que podemos hacer estudios comparativos. Estaríamos preparados para dar una respuesta inmediata, desde el punto de vista científico, sentenció Vázquez.

Al respecto explicó que, desde 1995, en una serie de campañas oceanográficas, se ha generado un sistema de información geográfico-marino que ya fue entregado a Pemex y que se espera poner a disposición del público.

Se trata de un acervo de información único, integral, porque contiene datos no sólo del agua, sino de sedimentos y del aire, que ni en Estados Unidos existe, y que se ha obtenido con equipos de la UNAM a bordo del buque Justo Sierra, añadió Gracia.

Por último, los expertos dijeron que ante el derrame petrolero se han tomando las medidas adecuadas. “Es lo único que se puede hacer y esperar a que disminuya la presión del pozo. Eso significa que va a seguir saliendo hidrocarburo. ¿Cuánto tiempo más? Depende del yacimiento. Perforar otro pozo sería un alivio, ayudaría, pero tardaría tres meses construirlo”.
Créditos: UNAM. DGCS -294/unam.mx

Exploran recursos submarinos estratégicos en aguas de la isla Clarión

 
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Isla Clarión
Isla Clarión

5 de mayo de 2010

• Destacan los nódulos polimetálicos, conformados por capas concéntricas de hidróxidos de hierro y manganeso, con concentraciones de níquel, cobalto y cobre
• Tienen un gran valor científico y económico, pues esos metales, además de revelar información de la geología marina, son importantes para la industria
• El proyecto forma parte de la campaña “Mimar IV”, que realizó el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM

Investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM exploran la riqueza mineral en aguas profundas del país, específicamente las que rodean Isla Clarión, localizada entre dos grandes fallas que integran la denominada zona de fractura de Clarión y Clipperton, en el océano Pacífico, cerca de Colima y dentro de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de México.

Como parte de la campaña “Mimar VI”, realizada por el ICMyL, y dentro del proyecto institucional “Estudios interdisciplinarios en la Zona Económica Exclusiva de México”, los universitarios se dieron a la tarea –a bordo del buque oceanográfico “El Puma”– de recolectar nódulos polimetálicos, a profundidades de tres mil a cuatro mil metros.

Los nódulos se conforman por capas concéntricas de hidróxidos de hierro y manganeso, con concentraciones de níquel, cobalto y cobre, depositadas alrededor de un núcleo. Tienen un gran valor científico y económico porque los metales que concentran, además de revelar información de la geología marina, son estratégicos para la industria.

“Como el agua de la zona está enriquecida con esos elementos, éstos comienzan a precipitarse en capas alrededor de un núcleo (que puede ser de restos fósiles, un fragmento de diente de tiburón o de basalto, o cenizas volcánicas) y a formar un nódulo polimetálico”, explicó Mayumy Cabrera Ramírez, estudiante de doctorado del Posgrado de de Ciencias del Mar.

Los metales contenidos son estratégicos, porque sirven para hacer, entre otros productos, acero altamente resistente al calor, que puede aprovecharse en la construcción de aviones y submarinos.

Clasificación

En cada estación de recolección de nódulos polimetálicos, los investigadores los describen texturalmente para catalogar su superficie (lisa, rugosa o combinada), los miden para establecer su forma (ovaloide, elipsoide, discoidal o cilindroide), los pesan para obtener su densidad y, posteriormente, hacen análisis mineralógicos.

“Los cortamos, los pulimos y observamos a través de un microscopio mineragráfico, para saber sus componentes. Realizamos estudios de fluorescencia de rayos X para ver los elementos mayores y los metales traza, e identificamos, mediante ICP-MS, tierras raras. También, queremos hacer una relación de los minerales que tenemos en los nódulos polimetálicos y los del sedimento marino asociado, y observar qué diferencia hay entre unos y otros”, apuntó la experta.

Actualmente, dentro del plan “Investigación sobre el Origen de Nódulos Polimetálicos y la Composición de Sedimentos Asociados en el Pacífico Mexicano”, financiado por el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT IN 105710), los universitarios recurren a las técnicas mencionadas para determinar la cantidad de elementos en los minerales analizados.

“Además del hierro, manganeso, níquel, cobalto y cobre de los nódulos, en esa zona marina existen otros recursos llamados sulfuros polimetálicos, depósitos minerales formados en condiciones hidrotermales, y de los cuales se puede obtener oro, plata, plomo, cobre, titanio y circonio”, dijo Cabrera Ramírez.

Autoridad Internacional de los Fondos Marinos

A partir de la creación, en 1994, de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos –que forma parte de la Organización de las Naciones Unidas y cuyo fin es organizar y controlar las actividades que se efectúan fuera de los límites de la ZEE de los territorios participantes–, empresas mineras e instituciones de investigación de distintas partes del mundo mostraron interés en explorar los recursos submarinos, entre los que destacan los nódulos polimetálicos.

“Entonces, se generaron contratos a 15 años con consorcios de diversos países. Rusia, Eslovaquia, Cuba, Polonia, Francia, China, Alemania y Bulgaria desarrollan estudios previos muy cercanos a la ZEE de México. Nosotros sólo tenemos uno, que se realizó en 1986, en el que participaron la actual directora del ICMyL, María Leticia Rosales Hoz, y Arturo Carranza Edwards, quien encabeza la reciente investigación”, señaló.

Según el estudio, contamos con el recurso de los nódulos polimetálicos, pero no están estudiados de manera exhaustiva; por ello, se decidió hacer la campaña “Mimar VI”, que incluyó 15 estaciones oceanográficas de recolección de sedimentos y nódulos del piso marino profundo.

Créditos: UNAM. DGCS -276/unam.mx