



26 de diciembre de 2011
• Es la colección más importante del país, y de América Latina, aseguró su curador, Fernando Cervantes Reza, del Instituto de Biología
• Están representadas 90 por ciento de las especies conocidas en la nación, y posee ejemplares del resto del continente y algunos de Europa
Para conocer el inventario y la difusión del conocimiento de los mamíferos mexicanos, así como apoyar la investigación y la docencia con el fin de resguardar los recursos faunísticos, el Instituto de Biología (IB) de la UNAM resguarda el acervo más importante de estos animales en América Latina.
Compuesta por más de 46 mil ejemplares, la Colección Nacional de Mamíferos, fundada de manera formal en 1947, es la más antigua de la región. Continúa en crecimiento, porque aún hay lugares de la República que no han sido explorados, informó su curador, Fernando Cervantes Reza.
Hay especies que ya desaparecieron en estado silvestre, o que sólo sobreviven ejemplares en cautiverio; en este muestrario están representados en forma de piel, cráneo, esqueleto o tejidos congelados, como el lobo mexicano, del que sólo hay unos pocos en zoológicos o en alguna área natural, o la vaquita marina, también en peligro de desaparición.
Con casi 65 años de vida, prosiguió, se trata del acervo más importante, porque tiene el mayor número de ejemplares que cualquier otro; además, cuenta con una diversidad muy amplia de grupos taxonómicos: roedores, carnívoros, venados y mamíferos marinos, entre otros.
Asimismo, reúne los estándares internacionales de curación; es decir, los mecanismos para hacer acopio, traslado, la forma en que se tratan, rotulan, organizan, preservan, identifican, guardan y protegen contra polvo, agua e insectos para su funcionamiento, y cómo se proporciona la información a los usuarios.
Por mucho, dijo Cervantes, es la más consultada para tener datos acerca de estos animales en nuestro territorio. “Todo lo que está en nuestro catálogo está computarizado en forma de base de datos, y disponible para todo el público en la página web del instituto”.
Se trata de una iniciativa de hace muchos años; ahora se decidió reunirla y ponerla a disposición –de manera gratuita y sin ninguna cortapisa–, junto con otros portales de la Universidad Nacional, para todos los usuarios, no sólo de México, sino del mundo entero.
Distintas formas de conservar
Cervantes Reza explicó que la colección, donde está representado el 90 por ciento de las especies de mamíferos del país conocidas hasta hoy, cuenta con especímenes conservados de distinta manera, como piel (desde un ratón hasta un jaguar), o esqueleto (éste, más la piel), un cráneo, la piel y el cráneo, la piel y el esqueleto junto con el cráneo.
Además, estos mismos forman parte de colecciones anexas, sea de tejidos congelados, báculos (hueso que se encuentra en el pene de la mayoría de los mamíferos, más precisamente en insectívoros, roedores, carnívoros y primates) y huellas en moldes de yeso.
Los grupos mejor descritos son los roedores y murciélagos, aunque también son abundantes los mamíferos marinos, los carnívoros, las liebres, conejos y las musarañas. Además, las áreas geográficas mejor representadas son las tropicales de las vertientes del Océano Pacifico y del Golfo de México. También hay piezas procedentes del resto del continente, y algunas de Europa.
En especial, detalló el universitario, este acervo contiene una colección anexa de tejidos congelados, con tres mil 500 muestras de mamíferos de toda la nación.
En la actualidad, al estudiar la fauna silvestre, la ciencia involucra herramientas moleculares. Por ello, si se guarda un ejemplar en piel, cráneo o esqueleto, también se debe hacer lo mismo con una muestra de tejido (músculo, hígado, corazón o riñón), a una temperatura de congelación de menos 80 grados centígrados, en recipientes especiales que resisten esas condiciones.
Ello permite tener un acopio (se utiliza para hacer estudios de biología molecular y son tan importantes como la piel o cráneo), lo que en el pasado se conocía como banco de germoplasma, y que en el ámbito de las plantas equivale a uno de semillas.
De Ensenada a Chetumal
La colección es nacional porque tiene la obligación de preservar muestras de todas las especies que habitan a lo largo y ancho del país, desde Ensenada y Mexicali, hasta Chetumal. También, porque es la más antigua.
Se ha convertido en fuente de consulta obligada para quien esté interesado. Se actualiza de manera cotidiana y además del presupuesto institucional, se concursa para obtener apoyo de instituciones como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.
Por lo general, los usuarios envían su solicitud por correo electrónico para obtener información específica, y se les provee por el mismo medio. Si maestros, investigadores, profesores y estudiantes solicitan ver un ejemplar, la piel o el cráneo, se les brinda el servicio de manera gratuita.
Es fundamental contar con un acervo de este tipo, porque es la única forma de documentar la riqueza que ya no existe o está a punto de desaparecer. “No basta con tratar de conservarlas en las zonas naturales protegidas, sino saber cómo son”, sostuvo.
“Éste es el único en América Latina que cuenta con un Laboratorio de Biología Molecular Asociado, además de ser un sustento de la información para los tres niveles de gobierno interesados en desarrollar sus planes de trabajo en política ambiental”, concluyó.
Créditos: unam.mx/boletin/756/2011
18 de abril de 2011
• La especie más consumida, el nopal de Castilla, es una variedad cultivada desde épocas prehispánicas, expuso Salvador Arias Montes, del Instituto de Biología de la UNAM
Los nopales y demás cactáceas son nativos de América, y México es el país con mayor diversidad. Cerca de 40 por ciento de todas las especies del continente crecen en nuestro suelo, señaló Salvador Arias Montes, especialista del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.
Los nopales, agregó, pertenecen al género Opuntia. En la nación hay más de 80 especies silvestres y nativas, principalmente en los matorrales del norte, aunque también se dan en bosques secos, regiones cálido-secas del sur y, en menor proporción, en bosques templados y húmedos.
Su aprovechamiento, que data de épocas prehispánicas, ha impulsado el desarrollo de más de 20 variedades hortícolas. “Éstas son las más importantes en aspectos de producción para consumo, y de ahí se prenden los nopalitos y la tuna”.
Las variedades ingeridas en México provienen de un grupo pequeño de especies, porque son pocas las que se cultivan y producen este alimento.
El más utilizado a nivel nacional es el Opuntia ficus indica, o nopal de Castilla. Casi no tiene espinas y los tallos son poco fibrosos, en comparación con los silvestres.
Con él nos hemos alimentado los últimos 700 años. Es una de las variedades nativas, que data de épocas prehispánicas. Sus características fueron seleccionadas por nuestros ancestros y es el más vendido tanto al interior como al exterior del país.
Sin embargo, Italia se ha vuelto el mayor exportador de tunas y China uno de los principales de nopal, y aunque nuestro territorio es el centro de origen y produce grandes cantidades, no tiene los niveles de venta de sus competidores.
La mayoría de lo cosechado se utiliza para satisfacer el mercado nacional. Milpa Alta es el productor número uno de nopal, y regiones del altiplano, de Zacatecas a San Luis Potosí, de tuna.
Como hay diversas variedades desde Canadá hasta Argentina (islas del Pacífico como las Galápagos y las Antillas, incluidas), se tiene información de carácter filogenético (hipótesis para evaluar la evolución de estas plantas) que indican que esta familia vegetal surgió en la parte noreste de Sudamérica. “Si encontramos alguna especie en otra parte del orbe es porque fue introducida desde América”.
El especialista del IB subrayó que lo más importante es que México posee el mayor número de especies silvestres y cultivadas. “El nopal comestible fue desarrollado en tierras mesoamericanas”.
Ambientes hostiles, su hábitat preferido
Los ambientes en que se desarrollan la mayoría de las especies silvestres carecen de agua. Naturalmente, los nopales han generado estrategias adaptativas actualmente estudiadas. Sus hábitats son regiones áridas y semiáridas, lo que les da una amplia presencia nacional, porque más del 45 por ciento del territorio mexicano corresponde a estas zonas.
Presentan cuatro tipos de adaptaciones: morfológicas (espinas y ausencia de hojas), anatómicas (fibras vasculares y mucílago o baba para retener agua), fisiológicas y reproductivas. “Todas les han sido útiles para sobrevivir en condiciones adversas”.
Cinco especies en peligro
La Norma Oficial Mexicana 059 regula el comercio de flora y fauna silvestre. En ésta aparece un grupo de cinco nopales silvestres, exclusivos del país, en riesgo de desaparecer. Muchos hábitats de plantas se han visto amenazados por la actividad del hombre, concluyó.
Créditos: UNAM-DGCS-229/2011/unam.mx
4 de enero de 2010
• Es necesario entender la interacción entre reservorios, vectores y parásitos que afectan al humano, porque estas enfermedades implican altos costos económicos y sociales
• Comprender la dinámica de transmisión haría posible adoptar mejores medidas preventivas, destacó el investigador del IB de la UNAM, Víctor Sánchez-Cordero
Las zoonosis emergentes (ZE) constituyen un problema importante de salud pública en México, porque han aumentado su incidencia y/o cobertura geográfica, lo que implica altos costos económicos y sociales para México, aseguró el investigador del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, Víctor Sánchez-Cordero.
Algunos ejemplos de estas enfermedades, transmitidas de animales al hombre son el mal de Chagas, la enfermedad de Lyme, y la leishmaniasis, entre otras. El problema es que, en la actualidad, existen pocos estudios enfocados a la ecología de las ZE, donde se identifiquen los principales reservorios (animales, generalmente mamíferos) y vectores (invertebrados como triatominos, lutzomyias, garrapatas, entre otros).
Desde el punto de vista clínico, se ha puesto mayor atención en la descripción detallada de su etiología médica. Sin embrago, es necesario entender la interacción entre reservorios, vectores y parásitos para adoptar mejores medidas de prevención, destacó.
En la actualidad, se realizan investigaciones para determinar los principales reservorios y vectores involucrados en la ecología de la transmisión de parásitos al humano. El estudio abarca, a la fecha, regiones tropicales y semidesérticas de México, donde se han colectado vectores y reservorios potenciales (mamíferos), para identificar, en el laboratorio, qué parásitos portan.
La investigación multidisciplinaria involucra a investigadores que realizan colectas de ejemplares, modelación y biología molecular en la UNAM, el Instituto Nacional de Salud Pública, el Centro Médico Nacional y La Universidad de Texas-Austin.
Sánchez-Cordero explicó que se han detectado varias especies como reservorios, desde marsupiales como tlacuaches, hasta los quirópteros y roedores. El problema es que algunos pueden llegar a ser plagas en sistemas agrícolas extensos y, en esos casos específicos, la situación es de desventaja para los habitantes de esas regiones.
“Por un lado, tenemos especies que pueden conformar plagas y dañar cultivos, pero al mismo tiempo, son reservorios de parásitos; entonces, existe un problema agrícola y de salud pública”, resaltó.
Esta información es importante porque se pueden producir modelos de distribución de reservorios y vectores, significativos en la transmisión de parásitos al humano, para corroborar los lugares geográficos en donde están presentes.
Asimismo, es posible hacer mapas de riesgo potencial, que podrían permitir la generación de modelos de distribución de reservorios y vectores, bajo escenarios de cambio climático.
Debido a que el calentamiento global influye en la ubicación de algunas especies, se podría pronosticar la posible presencia de ZE en regiones antes no detectadas.
“Esta información ayudaría al sector salud, porque puede enfocar esfuerzos de prevención en sitios donde no se han identificado casos de estos padecimientos. Además, permitiría optimizar los recursos económicos, porque su tratamiento es costoso y, generalmente, afecta a poblaciones rurales”.
Por ello, esta investigación pretende proveer herramientas al sector salud para que implemente programas de prevención, concluyó Sánchez-Cordero.
Créditos: UNAM-DGCS-008-2011/unam.mx
20 de julio de 2010
• Adoptan múltiples formas y tonalidades para capturar a sus presas o evitar a los depredadores, señaló Enrique Mariño Pedraza, del IB de la UNAM
• Por estar soportada por un cuello flexible, su cabeza puede girar 180 grados, lo que le permite vigilar un campo visual de 360 grados
• Por su carácter enigmático el ser humano los ha representado en obras artísticas y son objeto de estudio en diversos campos científicos
En México, se han reportado alrededor de 50 especies de mántidos de las casi dos mil 500 conocidas a nivel mundial; estos insectos se caracterizan por su capacidad de mimetismo, porque pueden adoptar distintas formas de hojas, ramas o flores, así como múltiples coloraciones que los protegen de sus depredadores, destacó Enrique Mariño Pedraza, del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.
Son fácilmente reconocibles por sus patas anteriores raptoras (sirven para sujetar o atrapar), que posicionan de tal forma que parece que están rezando. “De hecho, es la causa por la que comúnmente se les conoce como rezadera, religiosa o mantis, término utilizado por los antiguos griegos y significa profeta o adivino”, señaló.
Los mántidos poseen una asombrosa capacidad para camuflajearse, abundó. Pueden adquirir la coloración y aspecto de ramas, hojas, hormigas o flores del entorno, e incluso algunas pueden confundirse con orquídeas.
Se distinguen por ser dicroicos, pues los adultos o “imagos” (último estadio del desarrollo de un insecto) de una misma especie, independientemente de su género, pueden tener más de una coloración, que puede ser verde, parda, grisácea, rojiza o pajiza.
Al adoptar múltiples formas y tonalidades pueden efectuar una captura segura de sus presas o evitar a sus depredadores, explicó el especialista del Departamento de Zoología del IB.
Un mito en torno a las mantis es creer que son venenosas; ninguna representa peligro para el hombre. Por el contrario, debido a sus cualidades para la caza, a principios del siglo XX se introdujeron a Estados Unidos las especies europea (Mantis religiosa) y china (Tenodera aridifolia sinensis), para el control biológico de plagas.
Posteriormente, la asiática siguió siendo utilizada como predadora de jardines, pero al alimentarse indiscriminadamente, arrasó con insectos tanto perjudiciales como benéficos; por lo tanto, los resultados no fueron del todo satisfactorios, indicó.
La mayoría se puede encontrar en regiones tropicales y subtropicales, aunque también es posible hallarlos en bosques secos, desiertos y zonas templadas.
En la región Neotropical, donde se ubica México, se han registrado 474 especies distribuidas en 91 géneros y seis familias; específicamente en nuestro país se han reportado 50 especies pertenecientes a 21 géneros y cinco familias, distribuidas en 16 estados como Veracruz, Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Tabasco, entre otros, recordó.
Los mántidos y el canibalismo
Los mántidos cometen ocasionalmente canibalismo cuando emergen las ninfas, porque los propios hermanos se convierten en el primer alimento que tienen a la mano.
En cuanto al canibalismo sexual, Mariño Pedraza apuntó que durante, o después de la cópula, la hembra suele arrancar la cabeza del macho, pero ésta es sólo una característica de la Mantis religiosa, aunque algunas otras especies la presentan cuando están en cautiverio.
Por ser depredadores voraces, se alimentan de víctimas vivas como moscas, pulgones e invertebrados en general. En casos extraordinarios, algunos de gran tamaño pueden comer ranas pequeñas, serpientes, colibríes o ratones, y también se ha descubierto que pueden complementar su ingesta con polen.
Basándose en el mimetismo, utilizan la técnica de la emboscada para atrapar a sus presas; su primer par de patas prensiles están adaptadas para la sujeción; tienen espinas y ganchos capaces de abrirse y cerrarse en cinco milésimas de segundo, lo que hace efectiva la captura de sus víctimas, detalló.
Morfología
Estos insectos están emparentados con las cucarachas (orden blattodea) y con las termitas (orden isóptera), pues comparten algunas características morfológicas.
Generalmente, los mántidos son de gran tamaño; algunos alcanzan los 17 centímetros, aunque también los hay de un centímetro de longitud. Las hembras son más grandes, pueden medir el doble que los machos.
Al igual que todos los insectos, acotó, el cuerpo de la mantis consta de tres segmentos: cabeza, tórax y abdomen.
La cabeza, de forma triangular, tiene dos grandes ojos compuestos y en el centro presenta tres ojos primitivos u ocelos; además, un par de antenas filiformes o plumosas y un aparato bucal masticador, que se caracteriza por sus resistentes mandíbulas. Puede girar 180 grados por estar soportada por un cuello flexible, que le permite vigilar un campo visual de 360 grados.
En el tórax presenta dos patas prensiles con las que captura a sus presas, y los dos pares restantes son ambulatorios; el par metatoráxico cuenta con un órgano auditivo capaz de detectar los ultrasonidos que son empleados por sus depredadores nocturnos, como murciélagos.
También tienen uno o dos pares de alas, el primero de naturaleza coriácea y reducido a escamas dorsales, y las segundas, membranosas y más desarrolladas; su abdomen es alargado con ocho segmentos, en el caso de las hembras, y seis, en los machos, añadió.
Entre los mántidos se presenta el dimorfismo sexual, siendo la hembra de mayor tamaño y robustez, pues su abdomen debe estar preparado para albergar los huevos y tener una reserva de proteínas durante la procreación y desarrollo.
Apareamiento
La temporada de apareamiento generalmente comienza en el otoño –a finales de septiembre y hasta inicios de diciembre–; el macho corteja a la hembra, la monta y sujeta con sus patas delanteras hasta inmovilizarla y depositar en la entrada del orificio genital el espermatóforo (bolsa que contiene los espermatozoides).
Según la especie, la hembra puede poner entre 60 y 400 huevos, que son depositados en una masa espumosa producida por sus glándulas abdominales.
El desarrollo y diapausa se presentan en invierno, y en la primavera las ninfas eclosionan de los huevos.
Con el tiempo, prosiguió, las larvas presentan un número de mudas variable, de tres a 12, sin importar que sean de la misma especie; en este proceso intervienen factores como la temperatura, humedad y sexo, entre otros, aunque en promedio alcanzan la adultez en tres meses.
Finalmente, Mariño señaló que los mántidos han tenido un carácter enigmático y misterioso para el hombre, lo que ha provocado que desde hace siglos sean representados en obras literarias o artísticas, y más recientemente hayan sido objeto de estudio en diversos campos de la ciencia como la taxonomía y fisiología etología, entre otros.
Créditos: UNAM. DGCS -431/unam.mx