



“En filosofía —y en las humanidades en general—, la indagación y la docencia son parte de un continuo y no algo separado. Al dar clases uno se alimenta en el diálogo con los alumnos y, con frecuencia, ellos nos indican qué atender y por dónde seguir”, señaló Carlos Pereda Failache.
Por sus aportaciones, el académico fue nombrado investigador emérito del Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF) de la UNAM, entidad en la que ha realizado una intensa labor, la cual ha descrito como un “volver a los problemas mismos y pensar menos en su historia y protagonistas. No es que recomiende no leer, hay que hacerlo, pero la investigación del pasado debe servir para pensar sobre temas fundamentales como la libertad, la justicia, la mente, el cuerpo o la confianza social”.
Sobre cómo se decantó por esta actividad, comentó que supo que ésta era su vocación desde siempre, pues “desde joven me interesó la literatura y la reflexión y pronto me di cuenta de que el ejercicio filosófico era una manera de volverme un profesional en la deliberación y proseguir con mis intereses humanísticos”.
Por ello, estudió la licenciatura en Filosofía y Ciencias de la Educación en Montevideo, Uruguay, su país natal, y en 1970, recibió una beca del gobierno germano para hacer su maestría y doctorado en Filosofía y Lingüística en la Universidad de Constanza, en la entonces Alemania Occidental.
“Parte de mi vocación ha sido la argumentación como alternativa a la violencia para resolver problemas. Para mí es un interés constante teorizar sobre cómo se construye y su poder en el pasado y el presente”, resaltó.
“Sin embargo, en los últimos tiempos, he buscado incursionar en la ética y en la filosofía política. Lo característico en esta labor es pasar de un interés a otro sin abandonar las líneas indagatorias originales, porque en esta disciplina los más diversos problemas y las inclinaciones personales se traslapan y encadenan”, añadió.
Pereda Failache obtuvo el título de doctor en Filosofía en 1974 con la tesis La teoría de la argumentación práctica en Kant y fue profesor asistente de la Universidad de Constanza por tres años.
“Al terminar el doctorado pensé en regresar a Uruguay, pero el país transitaba por uno de los momentos más duros de la dictadura. En 1978, por invitación de Luis Villoro, vine a trabajar a la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa, donde él coordinaba la sección de Humanidades”, recordó.
En esa época empezó a dar una clase en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM y el 21 de agosto de 1989 ingresó al IIF, “uno de los lugares más importantes para hacer filosofía en lengua castellana; estoy muy contento de trabajar ahí con colegas altamente competentes e inspiradores. Si uno no puede pensar con rigor y profundidad en un instituto como ése, no podría hacerlo en ninguna parte”.
Junto a su labor de investigación, Pereda reconoce que siempre le han importado las tareas docentes, principalmente en la FFyL, otro espacio decisivo de la vida cultural nacional (también ha impartido cursos en la UAM y en El Colegio de México).
Sobre su producción reciente, refirió que el año anterior publicó un libro, Sobre la confianza. “Es un tema que importa cada vez más; hoy suele hablarse de la confianza como un capital social no sólo en la filosofía, sino en sociología, en antropología y en teoría política, porque ninguna comunidad puede existir sin ella o al menos sin algunos grados de ésta”, refirió.
Por otro lado, apuntó, ideales como la libertad y la justicia son dos temas recurrentes de cualquier pensamiento que aborda la práctica.
Pereda es miembro de la Academia Mexicana de Investigación Científica, de la Sociedad Internacional para el Estudio de la Argumentación (Ámsterdam, Holanda), de Filósofos por la Paz (Estados Unidos), de la Asociación Internacional para el Desarrollo de la Ética (Aberdeen, Reino Unido), presidente de la Asociación Filosófica de México y representante nacional del Consejo Directivo de la Sociedad Interamericana de Filosofía.
Aunque es reconocido en éste y otros países, “no puedo imaginar mi vida sin la UNAM. El IIF y la FFyL, más que mis lugares de trabajo, son mi segunda casa. El emeritazgo es un honor porque es un reconocimiento, en primer término, de los colegas y, en segundo, de la Universidad Nacional en su conjunto, esa maravillosa institución que es un fragmento decisivo de la cultura del siglo XX en lengua castellana. Es un desafío para continuar con mi labor y no una pausa en el camino, porque pienso seguir con la investigación y con mis clases”, concluyó.
Créditos:UNAM-DGCS-289-2014