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CULTURA DEL AGUA, HERRAMIENTA PARA ANTICIPAR LA ESCASEZ

 
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culturaprevencion16 de junio de 2014

La cultura del agua constituye una herramienta indispensable en la instrumentación de medidas para anticipar las carencias y aprovechar eficientemente el recurso en nuestras actividades. Asimismo, se requieren estudios científicos para el diseño de estrategias orientadas a reducir los riesgos ante la escasez, estableció Víctor Magaña Rueda, del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM.

En México la sequía es parte de la variabilidad climática y se presenta en todas sus formas, desde falta de lluvias hasta déficit para solventar el consumo de la población. El país es vulnerable al fenómeno, que generaría costos sociales, económicos y ambientales muy altos, advirtió en ocasión del Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conmemora este 17 junio.

Los recursos económicos disponibles se orientan a la atención del desastre y, en menor cantidad, a su prevención, bajo el argumento de que esto es impredecible. La investigación científica puede aportar información climática sobre los factores que pueden culminar en sequía meteorológica, a la que podrían acudir los tomadores de decisiones en la materia, subrayó.

Además, es necesario impulsar la cultura hídrica para reducir el consumo y eliminar el desperdicio. En la Ciudad de México se estima que cada habitante utiliza cerca de 300 litros por día, aunque sólo requeriría la mitad, refirió.

Pueden instalarse dispositivos ahorradores en el hogar, aprovechar la lluvia e instalar sistemas de tratamiento en cada colonia, medidas que, instrumentadas en conjunto, reducirían el dispendio, detalló el investigador, que participa en el Programa Nacional Contra la Sequía (Pronacose).

Prevención, acción crucial

En mayo de 2013, el Monitor de la Sequía reportó eventos extremos en Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Sonora y Tamaulipas. A excepción de Colima, todas las entidades presentaron un porcentaje de sus territorios con una intensidad de “anormalmente seco”. En total, mil 66 municipios del país registraron escasez de agua.

Magaña Rueda explicó que la sequía es de cuatro tipos. La meteorológica está relacionada con la falta de lluvias; la hidrológica se presenta de acuerdo al déficit en ríos, lagos, acuíferos y otros cuerpos; la agrícola, si el agua es insuficiente para las cosechas, y social, de presentarse carencias para solventar las necesidades de la población. “En la primera no hay intervención humana, mientras que las otras pueden ocurrir por un manejo inadecuado”, detalló.

Para evitar los daños relacionados con la meteorológica, es necesario analizar la variabilidad climática en el territorio y su relación con fenómenos como La Niña o El Niño. La relación de las temperaturas oceánicas en el Pacífico y el Atlántico es determinante para saber qué ocurrirá si se prolonga en el país, estableció el académico.

Los resultados de los estudios deben llegar a los tomadores de decisiones para instrumentar las medidas necesarias según la gravedad de los fenómenos. La investigación científica puede proporcionar pronósticos de clima y riesgo, lo que apoyaría la planeación, aseveró.

Un buen manejo del agua disponible es indispensable. En la Ciudad de México se desperdician grandes volúmenes en fugas y consumos excesivos, los acuíferos se contaminan y el abasto depende del suministro desde cuencas alejadas de la urbe. Son condiciones que pueden terminar en una crisis ambiental, económica y social, aún sin sequía severa, advirtió.

En un modelo ideal, el agua de la cuenca del Valle de México podría aprovecharse para el consumo de la zona y el Sistema Cutzamala funcionaría como reserva en caso de escasez. Se trata de reducir la demanda sin incrementar necesariamente la oferta, apuntó.

Aprender a vivir con las variaciones climáticas es importante para instrumentar las acciones requeridas en caso de sequía y las orientadas a mitigar sus daños. Los estados de abundancia y escasez son parte del clima del territorio y es necesario afrontarlos con anticipación, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-349-2014

ESTUDIAN PASTOS RESISTENTES A SEQUÍA Y PARA SUELOS CONTAMINADOS POR METALES PESADOS

 
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pastoresistenteComo parte de los trabajos de la cátedra de investigación Mejoramiento de plantas comestibles, especialistas de la UNAM seleccionan y evalúan pastos resistentes a la falta de agua, para contribuir a solucionar la escasez de forraje en zonas del país que sufren algún grado de sequía, en particular en los estados del norte y del centro.

Además, estos pastos son una opción para remediar suelos contaminados por metales pesados como resultado de las actividades mineras.

José Luis Sánchez Millán, Ricardo Santiago Díaz y Manuel E. García de la Rosa, académicos de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán; Federico García Jiménez, del Instituto de Química (IQ), así como Yolanda Castells García, de la Facultad de Química (FQ), forman parte del equipo que realiza este trabajo.

Los pastos utilizados en el estudio fueron aislados de una población grande que resistió una sequía severa con temperaturas de hasta 42 grados y sembrados en macetas que contenían suelos contaminados por metales pesados de la zona minera de Zimapán, Hidalgo. En cada una de ellas se colocaron 20 plantas.

El trabajo se realizó a partir de abril de 2011 con una variación hídrica en el suelo de 100, 60 y 30 por ciento de capacidad de campo, es decir, la máxima cantidad de agua que puede retener el suelo. Se hicieron disminuciones hídricas paulatinas hasta llegar a 30 por ciento del líquido, con la simulación de una sequía extrema, lo que los hace plantas capaces de adaptarse en un 60 a 80 por ciento a zonas del territorio que sufre este fenómeno, indicó Sánchez Millán.

A lo largo del proceso hubo plantas muertas, en particular de la variedad Orchard, pero otras (de la variedad Alta fescue) resistieron condiciones extremas inducidas, “lo que nos habla de que tienen un bagaje genético que los hace resistentes”, apuntó el especialista.

Los resultados obtenidos hasta ahora son importantes, pues al mostrar vigor ante la toxicidad de los metales pesados contenidos en el sustrato “se abre un panorama adicional al de la resistencia a la sequía, pues podrían convertirse en una cobertura vegetal en los depósitos de los residuos de minería y evitar la dispersión de contaminantes. Son muy pocas las plantas que logran sobrevivir en este ambiente tan hostil y estos pastos lo hacen”.

Si bien lo hecho hasta el momento es una primera aproximación, “nos alienta mucho, pues podría ser una opción de fitorremediación de suelos contaminados por metales pesados; además, la resistencia hídrica mostrada por las plantas en invernadero las hace una alternativa a la escasez de forraje en zonas afectadas por sequía”.

Por su parte, Ricardo Santiago Díaz aclaró que ésta sería una aportación para ciertas zonas del país, con características específicas. “No hablamos de regiones altamente desérticas, sino donde puedan crecer estas variedades; de lo que se trata es de recuperar los suelos y detener la sequía”.

A nivel internacional, concluyó, se ha reportado el crecimiento de plantas como la mostaza en zonas dañadas por metales, pero esta especie, a diferencia de los pastos, no hace cobertura.

Este proyecto sobre fitorremediación de suelos contaminados se realiza en colaboración con el especialista en química ambiental, Arturo Aguirre Gómez, también académico de la FES Cuautitlán.

Créditos: UNAM-DGCS-260-2014

EL AGUA, RECURSO ESCASO Y POCO VALORADO

 
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elaguasinvalorPor problemas de escasez y calidad del agua en México, es necesario crear conciencia entre la población sobre el volumen hídrico utilizado en la producción de los bienes y servicios que a diario se consumen. A la par, se requieren inversiones y tecnología para aprovecharla y depurarla en la región sureste, la de mayor disponibilidad en el país, expuso Alonso Aguilar Ibarra, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM.

Además de la empleada para beber y el aseo personal, la fabricación de alimentos, ropa y productos que usamos también la consume. Se calcula que para producir una taza de café se utilizan 140 litros de agua y para una de leche, mil, subrayó.

No sabemos de dónde se obtiene o cuánto costó su extracción y distribución. Ante ello, debemos comprender que no sólo necesitamos la que sale de la llave, está en todo, subrayó en el marco del Día Mundial del Agua, jornada creada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y conmemorada el 22 de marzo.

Además de carencias de acceso, padecemos escasez económica para aprovechar la abundancia del recurso en el sureste, siete veces mayor que en el resto del territorio. No lo podemos extraer para uso agrícola o industrial, potabilizarlo o distribuirlo por la falta de tecnología y financiamiento, aseveró el doctor en Ciencias Agronómicas por el Instituto Nacional Politécnico de Toulouse, Francia.

Las tarifas de distribución deben ser diferenciadas para garantizar la equidad en el acceso. Actualmente, las diferencias son marcadas en la ciudad de México entre colonias de ingresos altos, con agua todo el día, y las de recursos escasos, donde los vecinos pagan pipas para abastecerse, ejemplificó.

Disponibilidad y escasez

Estimaciones internacionales indican que de los 35 millones de kilómetros cúbicos de agua dulce en el planeta, el 70 por ciento no está disponible, 10.5 millones se encuentran en cuerpos subterráneos y sólo 135 mil kilómetros en lagos, ríos, suelo, aire, humedales, plantas y animales. La cantidad actual es la misma desde hace millones de años.

El investigador —adscrito a la Unidad de Economía y Medio Ambiente del IIEc— detalló que el líquido se extrae en grandes cantidades de distintas fuentes para beber, cocinar y lavar en los hogares y, en volúmenes mayores, para producir bienes y servicios.

En México, la disponibilidad del recurso potable es baja, con cerca de cuatro mil 300 metros cúbicos anuales por habitante, como sucede en más de la mitad de los países del orbe. Hacia 2020, la cifra se reducirá a tres mil 500 metros cúbicos por persona, según estadísticas oficiales. En las zonas rurales, el 68 por ciento de la población cuenta con agua bebible, en las urbanas la cobertura rebasa el 94 por ciento.

Al respecto, Aguilar Ibarra dijo que en la construcción de zonas industriales o habitacionales se pavimentan grandes extensiones de áreas verdes, lo que evita el filtrado pluvial y modifica el ciclo hidrológico natural. Otros procesos, como el cambio de uso de suelo y erosión por tala inmoderada también merman los acuíferos, de donde extraemos el recurso en mayor proporción, advirtió.

Su costo no sólo se expresa con un precio, sino en la identificación de las necesidades que cubre. Por ejemplo, el área de humedales de Xochimilco es un agrosistema que presta servicios a la metrópoli, como filtración del aire y agua, conservación de la biodiversidad y regulación climática, entre otros.

Pavimentar sin control y permitir asentamientos irregulares merma estos beneficios. En la ciudad debemos considerar a las áreas verdes no como terrenos potenciales para construir casas, canchas, centros comerciales o estacionamientos, sino ecosistemas urbanos, recalcó.

Es indispensable reordenar el uso de suelo para asegurar el abasto proveniente de acuíferos y establecer medidas para evitar la contaminación de éstas y otras fuentes. Se requieren instrumentos y políticas públicas para garantizar la calidad hídrica, a la par de estrategias de disponibilidad, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-165-2014

Persistíra la voluntad en los precios de alimentos en el mundo

 
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28 de octubre de 2013

Persistíra la voluntad en los precios de alimentos en el mundo
Persistíra la voluntad en los precios de alimentos en el mundo

• Estará vinculada a incrementos en costos de producción y transporte, pérdida de cosechas por fenómenos climáticos y disminución de ingresos de la población, advirtió Luis Gómez Oliver, de la Facultad de Economía de la UNAM

Hoy, los precios de los alimentos son 60 por ciento mayores a los registrados en 2006. A largo plazo, la volatilidad persistirá a nivel mundial, vinculada con incrementos en costos de producción, transporte y dificultades financieras, económicas y en el abasto de energéticos, advirtió Luis Gómez Oliver, de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM.

En consecuencia, aumentará la cifra de población con hambre en el mundo —que actualmente supera los 800 millones de personas—, los niveles de pobreza e inflación, los problemas de balanza de pagos de los países importadores y los costos fiscales en todas las regiones del planeta, expuso en el XXXIII Seminario de Economía Agrícola del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de esta casa de estudios.

Al inaugurar el foro con el tema Políticas públicas, agropecuarias, ambientales y sociales: orientación y sinergia, Verónica Villarespe, titular de esa entidad, aludió a la necesidad de evaluar las estrategias y programas aplicados en el sector agrícola desde distintas disciplinas, en sus vertientes de productividad, asistencialismo, ambiente y transversalidad.

Con el seminario realizamos un merecido homenaje a Ernest Feder y Nicolás Reig, quienes abrieron brecha en la investigación del ámbito rural, al vincular la ciencia con la política pública, subrayó.

Factores estructurales de la crisis

Gómez Oliver explicó que la crisis alimentaria global tiene su origen, entre otras causas, en la falta de inversión en el sector agrícola y la marginación rural, las pérdidas de cosechas por fenómenos climáticos, restricciones a las exportaciones e incremento en el consumo de alimentos de origen animal en los países con economías emergentes, como Brasil, India y China.

Está vinculada a las dificultades energéticas y económicas, lo que implica una doble presión para la población de escasos recursos por la pérdida de empleos y la disminución de los ingresos, que generan condiciones de inseguridad alimentaria.

Además, los gobiernos tienen una capacidad reducida para responder a las nuevas urgencias sociales con apoyos directos a los sectores vulnerables o un abastecimiento general más completo, lo que se complica con la especulación en los mercados, puntualizó el colaborador de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés).

Tiene efectos en los niveles de pobreza, porque al dedicar más recursos a la alimentación, se destinan montos menores a otros rubros. Entre 2006 y 2008, al menos 105 millones de personas cayeron debajo de la línea de carencia, lo que significó siete años de progreso perdidos en la lucha para erradicarla.

Respecto a la inflación, explicó que el impacto de la crisis alimentaria en este indicador es más visible en los países en desarrollo, que dedican, en promedio, entre 30 y 40 por ciento de su ingreso a la compra de alimentos.

Entre 2006 y 2011, los territorios con déficit en la producción de comestibles pagaron 35 por ciento más de lo que devengaban antes de registrarse las alzas mundiales más altas, lo que implicó presión en cuentas fiscales y equilibrio externo.
Objetivos del Milenio

El economista refirió que la consecuencia más grave de la crisis es el aumento de la población con hambre. En África, el 23 por ciento de los habitantes la padece, en comparación con Europa, región donde sólo una persona de cada 100 carece de alimentos suficientes.

Eso implica problemas para reducir a la mitad la proporción de personas que padecen hambre, meta principal de los Objetivos del Milenio. El problema se vinculará al incremento de los niveles de obesidad y sobrepeso, que causan enfermedades y aumentan la morbilidad.

Entre 1980 y 2008, la proporción de la población mundial que las presenta aumentó de 23 a 34 por ciento, lo que implica un incremento de las muertes por padecimientos cardiovasculares y diabetes, entre otras.

Los países en desarrollo presentan una doble carga: al mismo tiempo que registran desnutrición, sus habitantes padecen sobrepeso y obesidad, condiciones que impactan en los sistemas de salud nacionales y derivan en costos fiscales.

Créditos: UNAM-DGCS-645

Incierto, el panorama mundial ante la crisis alimentaria.

 
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18 de Septiembre del 2012
La sequía en Estados Unidos, los desastres climáticos registrados en Europa y Asia, la especulación financiera, la volatilidad en los mercados agrícolas y la orientación de cultivos a la producción de biocombustibles, configuran una nueva tendencia en el alza de precios de granos básicos y plantean un escenario mundial incierto ante la crisis alimentaria, coincidieron académicos y expertos en el V Seminario de Actualización Crisis, Seguridad y Soberanía alimentaria, realizado en la UNAM.
Las consecuencias de esta problemática tienen múltiples aristas en México, desde el alza en los productos de la canasta básica, el precio de los energéticos y el impacto en los recursos naturales, hasta la disminución de la superficie agrícola, el abandono y deterioro de tierras cultivables, así como el bajo aprovechamiento del potencial productivo del campo, a lo que se suman la violencia en el medio rural y la migración.
Nuestro país importa 40 por ciento de los alimentos que requiere, para lo que se destinan más de 20 mil millones de dólares al año. Tan sólo en el primer semestre de 2012, se gastaron dos mil millones de dólares para satisfacer las necesidades de consumo de maíz. Ello revela la urgencia de impulsar estrategias que aseguren la soberanía alimentaria nacional, advirtieron.
Hasta el 5 de octubre, las actividades del Seminario se realizarán en las instalaciones del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) y el Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
En el encuentro, organizado por el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de esta casa de estudios y la Asociación Mexicana de Estudios Rurales (AMER), en colaboración con el IIEc y el IIA, participan más de 40 especialistas provenientes de 11 instituciones; representantes de organizaciones civiles y consultores privados.
Panorama incierto
En la apertura del Seminario, Elena Lazos Chavero, investigadora del IIS y coordinadora académica del encuentro, subrayó que la crisis alimentaria es un problema grave, caracterizado por el control de ciertas compañías transnacionales sobre las cadenas agroalimentarias.
Verónica Villarespe, directora del IIEc, señaló que el aumento desmesurado de los precios al consumidor en el mundo confluye en México, con el deterioro del ingreso de amplios sectores de la población, el desempleo y el acceso cada vez más restringido a servicios básicos de salud y alimentación. Tenemos el reto de avanzar en el análisis de esta problemática con el objetivo de proponer soluciones viables.
En la sala de videoconferencias del IIEc, Rosalba Casas Guerrero, directora del IIS, resaltó que la problemática se profundiza por distintos factores, que explican la situación actual. Es un foro para nuevos planteamientos, con el fin de abordar los temas relacionados con la seguridad alimentaria, orientados a la solución de los problemas nacionales.
Escasez, especulación y crisis
En la mesa redonda Especulación financiera en los mercados, bolsas de productos agrícolas y su impacto en la seguridad alimentaria, Blanca Rubio Vega, también del IIS, expuso que al coincidir desastres climáticos y restricciones a las exportaciones de alimentos, con el declive de las ganancias especulativas, se generan condiciones para la crisis en la materia, en la que está inmersa la economía mundial desde 2008. El panorama es incierto, ante la evidente recesión en Estados Unidos y la volatilidad de los precios en los mercados agrícolas, advirtió.
Al respecto, Víctor Suárez Carrera, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo, sostuvo que México requiere recuperar soberanía a través de políticas públicas orientadas a reducir las importaciones, equivalentes a más de 20 mil millones de dólares por año; restablecer las reservas públicas de alimentos, impulsar a pequeños y medianos productores, fomentar sistemas regionales y locales de producción, y eliminar los monopolios. Con recursos propios, la nación podría satisfacer sus necesidades de maíz hasta 2050, ejemplificó.
A su vez, Miguel Meza Castillo, del Instituto de Estudios para el Desarrollo Rural “Maya”, refirió que en 2010, un total de 21 millones de mexicanos padecían condiciones de pobreza alimentaria, lo que muestra las repercusiones de la tendencia a la alza en los mercados agrícolas y la volatilidad en los incrementos. La crisis se profundiza, con impactos negativos en la población de escasos recursos, precisó.
Alternativas energéticas y crisis alimentaria
En la mesa Biocombustibles y competencia con la producción de alimentos, Edit Antal, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM, mencionó que el uso de esos energéticos es un fenómeno global, propiciado por la demanda de países industrializados. Como alternativa, sólo ofrecen una solución parcial y limitada en el tiempo, y colocan a la soberanía alimentaria en peligro.
Michelle Chauvet Sánchez Pruneda, de la UAM Azcapotzalco, sostuvo que México carece de una política de generación de energía alternativa. La estrategia nacional en este rubro consiste en un viraje hacia la promoción del biodiésel, sin un análisis integral de la relación compleja de este sector con la producción de alimentos.
Yolanda Massieu Trigo, de la UAM Xochimilco, estableció que ante la expansión reciente de los agrocombustibles, que representa un nuevo vinculo entre el sector agroalimentario, el hambre creciente y la crisis energética, es necesario plantear otro modo de vida, sostenido por un menor consumo energético y la disminución de la desigualdad social.
En su oportunidad, Arcelia González Merino, de la UAM Azcapotzalco, expuso que el monocultivo de cualquier producto agrícola implica la pérdida de biodiversidad, como sucede con la producción de etanol. Por ello, la promoción y el desarrollo de biocombustibles es un riesgo a la sostenibilidad, advirtió.
A su vez, Yolanda Castañeda, de la misma instancia, consideró que México no tiene una política energética integral a largo plazo, sustentada en estrategias que garanticen la seguridad alimentaría del país. No se ha implementado ningún proyecto acorde a la realidad nacional.
Boletín UNAM-DGCS-572
Ciudad Universitaria.
En el primer semestre de 2012, México gastó dos mil millones de dólares para satisfacer las necesidades de consumo de maíz.

En el primer semestre de 2012, México gastó dos mil millones de dólares para satisfacer las necesidades de consumo de maíz.

18 de Septiembre del 2012

La sequía en Estados Unidos, los desastres climáticos registrados en Europa y Asia, la especulación financiera, la volatilidad en los mercados agrícolas y la orientación de cultivos a la producción de biocombustibles, configuran una nueva tendencia en el alza de precios de granos básicos y plantean un escenario mundial incierto ante la crisis alimentaria, coincidieron académicos y expertos en el V Seminario de Actualización Crisis, Seguridad y Soberanía alimentaria, realizado en la UNAM.

Las consecuencias de esta problemática tienen múltiples aristas en México, desde el alza en los productos de la canasta básica, el precio de los energéticos y el impacto en los recursos naturales, hasta la disminución de la superficie agrícola, el abandono y deterioro de tierras cultivables, así como el bajo aprovechamiento del potencial productivo del campo, a lo que se suman la violencia en el medio rural y la migración.

Nuestro país importa 40 por ciento de los alimentos que requiere, para lo que se destinan más de 20 mil millones de dólares al año. Tan sólo en el primer semestre de 2012, se gastaron dos mil millones de dólares para satisfacer las necesidades de consumo de maíz. Ello revela la urgencia de impulsar estrategias que aseguren la soberanía alimentaria nacional, advirtieron.

Hasta el 5 de octubre, las actividades del Seminario se realizarán en las instalaciones del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) y el Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.

En el encuentro, organizado por el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de esta casa de estudios y la Asociación Mexicana de Estudios Rurales (AMER), en colaboración con el IIEc y el IIA, participan más de 40 especialistas provenientes de 11 instituciones; representantes de organizaciones civiles y consultores privados.

Panorama incierto

En la apertura del Seminario, Elena Lazos Chavero, investigadora del IIS y coordinadora académica del encuentro, subrayó que la crisis alimentaria es un problema grave, caracterizado por el control de ciertas compañías transnacionales sobre las cadenas agroalimentarias.

Verónica Villarespe, directora del IIEc, señaló que el aumento desmesurado de los precios al consumidor en el mundo confluye en México, con el deterioro del ingreso de amplios sectores de la población, el desempleo y el acceso cada vez más restringido a servicios básicos de salud y alimentación. Tenemos el reto de avanzar en el análisis de esta problemática con el objetivo de proponer soluciones viables.

En la sala de videoconferencias del IIEc, Rosalba Casas Guerrero, directora del IIS, resaltó que la problemática se profundiza por distintos factores, que explican la situación actual. Es un foro para nuevos planteamientos, con el fin de abordar los temas relacionados con la seguridad alimentaria, orientados a la solución de los problemas nacionales.

Escasez, especulación y crisis

En la mesa redonda Especulación financiera en los mercados, bolsas de productos agrícolas y su impacto en la seguridad alimentaria, Blanca Rubio Vega, también del IIS, expuso que al coincidir desastres climáticos y restricciones a las exportaciones de alimentos, con el declive de las ganancias especulativas, se generan condiciones para la crisis en la materia, en la que está inmersa la economía mundial desde 2008. El panorama es incierto, ante la evidente recesión en Estados Unidos y la volatilidad de los precios en los mercados agrícolas, advirtió.

Al respecto, Víctor Suárez Carrera, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo, sostuvo que México requiere recuperar soberanía a través de políticas públicas orientadas a reducir las importaciones, equivalentes a más de 20 mil millones de dólares por año; restablecer las reservas públicas de alimentos, impulsar a pequeños y medianos productores, fomentar sistemas regionales y locales de producción, y eliminar los monopolios. Con recursos propios, la nación podría satisfacer sus necesidades de maíz hasta 2050, ejemplificó.

A su vez, Miguel Meza Castillo, del Instituto de Estudios para el Desarrollo Rural “Maya”, refirió que en 2010, un total de 21 millones de mexicanos padecían condiciones de pobreza alimentaria, lo que muestra las repercusiones de la tendencia a la alza en los mercados agrícolas y la volatilidad en los incrementos. La crisis se profundiza, con impactos negativos en la población de escasos recursos, precisó.

Alternativas energéticas y crisis alimentaria

En la mesa Biocombustibles y competencia con la producción de alimentos, Edit Antal, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM, mencionó que el uso de esos energéticos es un fenómeno global, propiciado por la demanda de países industrializados. Como alternativa, sólo ofrecen una solución parcial y limitada en el tiempo, y colocan a la soberanía alimentaria en peligro.

Michelle Chauvet Sánchez Pruneda, de la UAM Azcapotzalco, sostuvo que México carece de una política de generación de energía alternativa. La estrategia nacional en este rubro consiste en un viraje hacia la promoción del biodiésel, sin un análisis integral de la relación compleja de este sector con la producción de alimentos.

Yolanda Massieu Trigo, de la UAM Xochimilco, estableció que ante la expansión reciente de los agrocombustibles, que representa un nuevo vinculo entre el sector agroalimentario, el hambre creciente y la crisis energética, es necesario plantear otro modo de vida, sostenido por un menor consumo energético y la disminución de la desigualdad social.

En su oportunidad, Arcelia González Merino, de la UAM Azcapotzalco, expuso que el monocultivo de cualquier producto agrícola implica la pérdida de biodiversidad, como sucede con la producción de etanol. Por ello, la promoción y el desarrollo de biocombustibles es un riesgo a la sostenibilidad, advirtió.

A su vez, Yolanda Castañeda, de la misma instancia, consideró que México no tiene una política energética integral a largo plazo, sustentada en estrategias que garanticen la seguridad alimentaría del país. No se ha implementado ningún proyecto acorde a la realidad nacional.

Boletín UNAM-DGCS-572

Ciudad Universitaria.