


Las personas con epilepsia primaria generalizada presentan mayores trastornos para aprender que la población general. A esta conclusión llegó un estudio galardonado en 2011.
En el trabajo, que recibió el Premio Nacional de Epilepsia 2011, se determinó que de un grupo de 32 pacientes valorados el 34,38% tiene dificultades en ese sentido y el 40,62%, problemas de atención.
“Doctora, ¡quiero estudiar, pero no me dejan!”. Esta fue la queja de Catalina*, una niña con epilepsia que dejó de ir a clase porque la profesora le recomendó volver después de asistir a un tratamiento para superar la enfermedad.
Lina Marcela Tavera Saldaña, neuropediatra de la Universidad Nacional de Colombia, en su trabajo de investigación sobre la relación entre epilepsia y aprendizaje encontró un patrón similar: docentes y padres no saben cómo proceder con los niños y adolescentes epilépticos que presentan bajo rendimiento escolar.
Aunque no sucede en todos los casos, muchos terminan desescolarizados por la discriminación y la estigmatización. Un porcentaje significativo también abandona el estudio por posibles limitaciones de su destreza cognitiva.
Comúnmente, la epilepsia no se asociaba con el bajo desempeño académico. Sin embargo, observaciones científicas recientes en varios países evidencian que tiene efectos negativos sobre este que dependen del tipo de crisis, la frecuencia de las convulsiones, el origen del trastorno, los medicamentos utilizados y la relación con otras enfermedades (a esto último se le denomina comorbilidad).
En nuestra población
En Colombia, Lina Marcela es la primera en adelantar un estudio para determinar la relación entre la epilepsia primaria generalizada (EPG) y los trastornos específicos del aprendizaje (TEA). Para esto, valoró a 32 personas, entre los 7 y 17 años de edad.
La EPG se refiere a los casos en los que se desconoce el origen de la enfermedad. En contraste, está la epilepsia sintomática, producto de lesiones neuronales ocasionadas por golpes en el cerebro, meningitis, tumores o predisposición de origen genético.
La neuropediatra determinó que el 34,38% de los evaluados presentaban problemas de aprendizaje y el 40,63%, dificultades de atención. En los niños sanos la prevalencia de TEA varía entre el 5% y 15%, mientras que el déficit de atención, entre el 5% y 17%.
“Los niños y jóvenes estudiados reportan el doble de lo que se registra en la población general”, expresa la investigadora y agrega que los factores ambientales (familia, educación, entorno social…) también contribuyen a la aparición de este tipo de problemas cognitivos.
Mejorar la atención
Los diagnosticados con TEA se caracterizan por tener una velocidad de procesamiento de información baja y una memoria de trabajo más vulnerable, entre otros factores, lo que altera su desempeño en lectura, escritura y cálculo. Cuando se suma la afectación por epilepsia, el asunto se complica.
“Es vital entender que, en estos casos, existe una alta comorbilidad, lo que agudiza la elevada tasa de fracaso y deserción escolar. Estudios anteriores demuestran que los cambios neuropsicológicos observados en los niños con epilepsia determinan sus logros académicos”, dice la experta.
Una inadecuada atención de los padres –que pueden estresarse por la situación de sus hijos–, la falta de capacitación de los profesores para guiar el aprendizaje y las características de la epilepsia que padece el niño son factores que acentúan el problema. De ahí la necesidad de una adecuada estrategia de atención. No obstante, se evidencia que es pequeño el porcentaje de niños que es redirigido a un sistema de educación especial.
La neuropediatra añade que los afectados con epilepsias sintomáticas son aun más propensos a padecer trastornos específicos del aprendizaje. Estudios en otras latitudes ya habían reportado que cerca del 50% de los niños con este mal tienen dificultades en sus colegios.
La tarea
Tavera reconoce que los médicos generales solo indagan sobre las crisis epilépticas, pero no sobre las dificultades secundarias que afrontan los niños en su vida diaria. Por eso, su investigación, que recibió el Premio Nacional de Epilepsia en 2011, plantea recomendaciones concretas al respecto.
“Se les sugiere a los especialistas que, además de preguntar por el rendimiento académico, hagan evaluaciones neuropsicológicas, para establecer si es necesario recurrir a medicamentos para tratar el déficit de atención o a medidas no farmacológicas, tales como apoyo psicológico, neuropsicología o terapias de lenguaje”, afirma.
Finalmente, precisa que, si estos trastornos se deben a que no hay un buen control de las convulsiones, es necesario ajustar los tratamientos para controlar mejor la enfermedad. Una adecuada atención le permitirá al niño mejorar su calidad de vida y continuar con sus estudios.
* Nombre ficticio dado por solicitud de la persona.
Lea el artículo completo en UN Periódico: http://www.unperiodico.unal.edu.co/dper/article/epilepsia-y-aprendizaje-desafio-para-los-ninos.html.

- Muchos pacientes epilépticos pueden tener subdiagnosticados sus trastornos específicos del aprendizaje
6 de Agosto de 2012
Las personas con epilepsia primaria generalizada presentan mayores trastornos para aprender que la población general. A esta conclusión llegó un estudio galardonado en 2011.
En el trabajo, que recibió el Premio Nacional de Epilepsia 2011, se determinó que de un grupo de 32 pacientes valorados el 34,38% tiene dificultades en ese sentido y el 40,62%, problemas de atención.
“Doctora, ¡quiero estudiar, pero no me dejan!”. Esta fue la queja de Catalina*, una niña con epilepsia que dejó de ir a clase porque la profesora le recomendó volver después de asistir a un tratamiento para superar la enfermedad.
Lina Marcela Tavera Saldaña, neuropediatra de la Universidad Nacional de Colombia, en su trabajo de investigación sobre la relación entre epilepsia y aprendizaje encontró un patrón similar: docentes y padres no saben cómo proceder con los niños y adolescentes epilépticos que presentan bajo rendimiento escolar.
Aunque no sucede en todos los casos, muchos terminan desescolarizados por la discriminación y la estigmatización. Un porcentaje significativo también abandona el estudio por posibles limitaciones de su destreza cognitiva.
Comúnmente, la epilepsia no se asociaba con el bajo desempeño académico. Sin embargo, observaciones científicas recientes en varios países evidencian que tiene efectos negativos sobre este que dependen del tipo de crisis, la frecuencia de las convulsiones, el origen del trastorno, los medicamentos utilizados y la relación con otras enfermedades (a esto último se le denomina comorbilidad).
En nuestra población
En Colombia, Lina Marcela es la primera en adelantar un estudio para determinar la relación entre la epilepsia primaria generalizada (EPG) y los trastornos específicos del aprendizaje (TEA). Para esto, valoró a 32 personas, entre los 7 y 17 años de edad.
La EPG se refiere a los casos en los que se desconoce el origen de la enfermedad. En contraste, está la epilepsia sintomática, producto de lesiones neuronales ocasionadas por golpes en el cerebro, meningitis, tumores o predisposición de origen genético.
La neuropediatra determinó que el 34,38% de los evaluados presentaban problemas de aprendizaje y el 40,63%, dificultades de atención. En los niños sanos la prevalencia de TEA varía entre el 5% y 15%, mientras que el déficit de atención, entre el 5% y 17%.
“Los niños y jóvenes estudiados reportan el doble de lo que se registra en la población general”, expresa la investigadora y agrega que los factores ambientales (familia, educación, entorno social…) también contribuyen a la aparición de este tipo de problemas cognitivos.
Mejorar la atención
Los diagnosticados con TEA se caracterizan por tener una velocidad de procesamiento de información baja y una memoria de trabajo más vulnerable, entre otros factores, lo que altera su desempeño en lectura, escritura y cálculo. Cuando se suma la afectación por epilepsia, el asunto se complica.
“Es vital entender que, en estos casos, existe una alta comorbilidad, lo que agudiza la elevada tasa de fracaso y deserción escolar. Estudios anteriores demuestran que los cambios neuropsicológicos observados en los niños con epilepsia determinan sus logros académicos”, dice la experta.
Una inadecuada atención de los padres –que pueden estresarse por la situación de sus hijos–, la falta de capacitación de los profesores para guiar el aprendizaje y las características de la epilepsia que padece el niño son factores que acentúan el problema. De ahí la necesidad de una adecuada estrategia de atención. No obstante, se evidencia que es pequeño el porcentaje de niños que es redirigido a un sistema de educación especial.
La neuropediatra añade que los afectados con epilepsias sintomáticas son aun más propensos a padecer trastornos específicos del aprendizaje. Estudios en otras latitudes ya habían reportado que cerca del 50% de los niños con este mal tienen dificultades en sus colegios.
La tarea
Tavera reconoce que los médicos generales solo indagan sobre las crisis epilépticas, pero no sobre las dificultades secundarias que afrontan los niños en su vida diaria. Por eso, su investigación, que recibió el Premio Nacional de Epilepsia en 2011, plantea recomendaciones concretas al respecto.
“Se les sugiere a los especialistas que, además de preguntar por el rendimiento académico, hagan evaluaciones neuropsicológicas, para establecer si es necesario recurrir a medicamentos para tratar el déficit de atención o a medidas no farmacológicas, tales como apoyo psicológico, neuropsicología o terapias de lenguaje”, afirma.
Finalmente, precisa que, si estos trastornos se deben a que no hay un buen control de las convulsiones, es necesario ajustar los tratamientos para controlar mejor la enfermedad. Una adecuada atención le permitirá al niño mejorar su calidad de vida y continuar con sus estudios.
Lea el artículo completo en UN Periódico: http://www.unperiodico.unal.edu.co/dper/article/epilepsia-y-aprendizaje-desafio-para-los-ninos.html.
Créditos: agenciadenoticias.unal.edu.co