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LA DEFORESTACIÓN, UNA AMENAZA PARA EL HALCÓN SELVÁTICO DE COLLAR

 
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halconpeligro06 de agosto de 2014

Cada año, en México se deforestan 500 mil hectáreas de selva, hábitat de aves rapaces forestales como el halcón selvático de collar (Micrastur semitorquatus), una de las siete especies falconiformes que viven en estas regiones de América.

Un ejemplo de ese proceso es la región de Los Tuxtlas, Veracruz, cuyo bioma ha sido fragmentado de forma constante desde los años 60 del siglo XX. De las 250 mil hectáreas que había en ese entonces (equivalentes a 390 mil 600 campos de futbol), para la década de los 80 sólo quedaban 40 mil (62 mil 500 canchas).

Por esta razón, las selvas en tierras bajas tropicales terminan convertidas en un mosaico parcelado, insuficiente para la supervivencia y reproducción del halcón selvático de collar y de otras aves rapaces tropicales, de cuyas poblaciones hay poca información.

Sobre el animal referido sólo hay tres estudios: uno en la Guyana Francesa; otro en Tikal, Guatemala, y uno más en México; este último fue realizado por la bióloga de la UNAM, Marisela Martínez Ruiz, en la Reserva de la Biósfera de Los Tuxtlas.

Su tesis de maestría Territorios, uso y selección de hábitat del halcón selvático de collar, es “un primer acercamiento de búsqueda de información sobre los requerimientos ecológicos básicos” de esta ave, distribuida en gran parte de la región biogeográfica neotropical (desde México hasta el norte de Argentina).

En la selva de Los Tuxtlas sólo queda siete por ciento de la vegetación original, entonces, ¿qué pasa con éste, el falco más grande de los Micrastur de América?, cuestionó Martínez Ruiz.

Una conclusión del estudio es que se encuentran en sitios de baja cobertura forestal, donde tienen territorios más grandes que los ubicados en sitios más conservados. Esto tendría implicaciones en sus actividades de forrajeo o en el tiempo para el cuidado de pollos.

Si tienen extensiones más grandes, deberían moverse más para cubrir sus necesidades y no se desempeñarían como si estuvieran en un área más pequeña y de mejor calidad, explicó la universitaria.

Una segunda conclusión es que esta rapaz defiende de forma más vigorosa áreas con mayor cobertura forestal, indirectamente de más calidad para los halcones.

Ante las provocaciones auditivas (reproducción de un llamado de la especie), estas aves tenían diferentes respuestas. La primera es un canto de cuatro notas. La duración de la defensa fue mayor en sitios más conservados, pues valdría la pena invertir mayor esfuerzo que en los de menor calidad.

En tales sitios, estos animales no sólo vocalizaban, sino que eran protegidos, incluso en pareja, indicador de una respuesta territorial más vigorosa. Con base en las provocaciones auditivas y el método de mapeo de parcelas (utilizado para censar aves), la estudiante del posgrado de la UNAM obtuvo mapas de la ubicación espacial de sus territorios.

Además, con base en el número de localizaciones, se determinó cuál de los tres tipos de hábitat prefiere esta especie. El estudio concluyó que se decantan por la vegetación primaria, es decir, la original, integrada por bosques de árboles maduros.

La secundaria está formada por acahuales, también de bosque tropical perennifolio, aunque con árboles de talla menor. Los halcones también usan esta vegetación, aunque en menor proporción a la primaria, y se observó que los selváticos de collar evitan áreas desprovistas de flora, como los pastizales inducidos para ganadería, las zonas de cultivo agrícola y las áreas urbanas.

¿Cuánto miden sus territorios? En Guatemala, el de una de estas hembras era de mil 176 hectáreas. En Los Tuxtlas, el más grande encontrado por Martínez Ruiz fue de 285 hectáreas, y el más pequeño, de 92. “Entre los sitios bien conservados y los más perturbados se hallaron estas diferencias”.

El tamaño de los territorios y cómo lo defienden puede estar influenciado por otras variables, como la edad del individuo, el sexo, el tiempo de residencia y la presencia no sólo de otros halcones selváticos, sino de aves rapaces e incluso mamíferos.

Las disputas por los sitios de anidación (huecos en los árboles), escasos en los sitios perturbados, tendrían influencia en la defensa referida. Sin embargo, se necesitan más estudios para entender el impacto de la competencia por estos lugares con otras especies.

La importancia ecológica del halcón selvático de collar es que este animal —con un collar negro que cubre las partes blancas de enfrente del plumaje, con partes de piel desnudas en la cara (les da un sentido auditivo muy agudo, más que visual, para cazar), cola y patas muy largas (caza también en el suelo)— es un depredador tope de las cadenas tróficas, expuso la bióloga.

Las aves rapaces, explicó, son indicadoras de calidad de los ecosistemas (al ser consumidores secundarios tienen efectos importantes en las poblaciones de primarios). Sin embargo, algunas especies se ven afectadas por la fragmentación.

El halcón selvático de collar es una variedad tropical dependiente de los interiores de bosque. “Los pequeños ‘parches’ pueden no ser suficientes para mantener a estos ejemplares a largo plazo”. La conectividad entre sitios es importante para que se puedan mover, tener alimento y encontrar pareja.

Por eso, puntualizó, es indispensable mantener las áreas de vegetación primaria que conforman la Reserva de la Biósfera de Los Tuxtlas y generar información científica que permita la preservación de estas rapaces poco conocidas.

Créditos: UNAM-DGCS-446-2014

LA FRAGMENTACIÓN DE SELVAS INTERRUMPE EL MOVIMIENTO DE ANIMALES Y LA DISPERSIÓN DE SEMILLAS

 
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fragmentaciondeselvas21 de julio de 2014

La fragmentación de las selvas compromete su regeneración, el movimiento de animales y la dispersión de semillas. En los remanentes, los árboles mantienen sus funciones fisiológicas, pero no las reproductivas, lo que condena a esos espacios aislados a contraerse y desaparecer, alertó Julieta Benítez Malvido, académica del Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco) campus Morelia de la UNAM.

Experta en regeneración de selvas, la académica realiza un estudio sobre la fragmentación en diversos ecosistemas tropicales del país. En la Reserva de la Biósfera de Montes Azules (parte de la Selva Lacandona), por ejemplo, la fauna y la vegetación nativa presentan un buen estado de conservación y sirven de parámetro testigo para compararlas con los ejidos vecinos, donde la deforestación e introducción de ganado han interrumpido el movimiento de especies animales y la dispersión de semillas de árboles de la selva continua (no fragmentada).

En tanto, en el paisaje fragmentado de la Selva Lacandona, en Chiapas, persisten algunas poblaciones de monos araña (Ateles geoffroyi) y aulladores (Alouatta pigra), que habitan en árboles de gran talla y dispersan las semillas de los frutos que consumen hacia áreas distantes.

Un siglo para restaurar

Al referirse a la restauración ecológica, indicó que su objetivo es, con la intervención humana, iniciar o acelerar la recuperación de un ecosistema que ha sido perturbado. Bastan pocos años para destruir uno complejo como la selva, pero restaurarlo puede llevar décadas. Si se toma en cuenta que lo ideal para lograrlo es volver al estado original del entorno, se necesitarían más de 200 años para su recuperación si no se interviene con dicho proceso, dijo.

Para impulsar algo más factible, los especialistas proponen la restauración funcional y estructural, en la cual el sistema lleva a cabo los procesos regenerativos naturales. “No se recupera todo el ecosistema original, con su biodiversidad completa, pero puede ser autosustentable e incorporar especies nativas de flora y fauna que logren reproducirse en el área recobrada”, añadió.

Requiere de actividades básicas como la presencia de polinizadores y dispersores de semillas, las asociaciones simbióticas o mutualistas en el suelo, así como de algunas bacterias fijadoras de nitrógeno. “Con esos elementos podemos hablar de una restauración que ocurra en un par de décadas, no en siglos”, apuntó.

Fragmentación del hábitat

En el Laboratorio de Ecología del Hábitat Alterado del CIEco, la universitaria trabaja en la regeneración de selvas y en los efectos de la fragmentación del entorno.

“La actividad humana interrumpe la continuidad del ecosistema. Por acciones como la introducción de ganado, en un bosque tropical extenso y biodiverso se deforestan y degradan grandes áreas para poner pastos. En vez de ser una vegetación continua, el paisaje original queda fragmentado, y si no se toman medidas, a la larga los remanentes tienden a contraerse y colapsar”, resumió.

El funcionamiento de los fragmentos aislados entre sí es diferente al de una selva continua, pues propicia la extinción de flora y fauna y altera procesos físicos y biológicos como la evapotranspiración. “Entonces ya no se regenera normalmente; ya muchos árboles tropicales son dioicos (hembra y machos) y tienen polinizadores específicos que no cruzan áreas abiertas para encontrar árboles de distintos sexos. Lo mismo sucede con algunos dispersores de semillas”, precisó.

“Esto repercute en la falta de reclutamiento de nuevos individuos. Durante mi tesis doctoral, realizada en el Amazonas brasileño, descubrimos que los fragmentos no se regeneran de la misma manera que el ecosistema continuo y hay una pérdida importante de especies de plántulas, lo que pone en riesgo el mantenimiento de la biodiversidad de árboles. Para las selvas tropicales perennifolias éstos son el componente más importante de función, diversidad y estructura”, puntualizó.

En otro estudio, realizado en Chajul, Chiapas, la científica ha encontrado que los árboles de mayor talla son los menos resistentes. “Estos gigantes, tanto en selvas como en bosques templados, son los que proveen función a los ecosistemas; además son hábitat, refugio o alimento de múltiples especies animales”.

En la Selva Lacandona una de las principales causas de la ausencia de monos aulladores es la falta de árboles de gran talla (de al menos 60 centímetros de diámetro) en los remanentes. “En fragmentos con árboles de gran porte sí existen y ayudan a la conservación, pues son de los principales dispersores de semillas de especies características de la selva madura”.

Corredores para reconectar

Una estrategia consiste en reconectar áreas fragmentadas mediante corredores de vegetación.

“Los bosques secundarios, que se originan después de que los pastizales para ganado han sido abandonados, sirven de corredores para animales grandes, proveen captura de carbono y son un hábitat alternativo para algunos monos, reptiles, anfibios y aves”, acotó.

En esos ambientes se pueden utilizar especies de plantas no maderables y flores ornamentales que las comunidades humanas locales pueden aprovechar de manera sustentable, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-413-2014

DISMINUYE LA NIEBLA EN ZONAS DEL CENTRO DE VERACRUZ

 
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nieblaenveracruzUn grupo del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM —encabezado por Víctor Barradas Miranda— que colabora con el Laboratorio Nacional de las Ciencias de la Sostenibilidad, reportó que la niebla en los bosques mesófilos de la zona central de Veracruz ha disminuido de manera paulatina. El fenómeno tendría consecuencias graves en los ciclos vitales de cientos de especies animales y vegetales, muchas endémicas, así como en el ecosistema de la región.

El académico señaló que esta alteración tendría origen en la deforestación, cambio de uso del suelo por actividad antropogénica y en la convección. “Al deforestarse un lugar, la temperatura aumenta y, en consecuencia, la base de las nubes sube, al igual que la bruma”.

Aunque el nivel sólo se ha elevado entre 200 y 400 metros, el fenómeno tendría consecuencias sociales, geográficas y ecológicas, además de que generaría escasez pluvial, lo que impactaría al bosque de niebla, un ecosistema de importancia económica y agrícola para los habitantes del área.

Tras realizar estudios de vulnerabilidad de la zona mesófila, Barradas Miranda concluyó que ésta es altamente vulnerable. “Si la temperatura aumentara a más de 30 grados y la humedad relativa disminuyera 30 por ciento, el lugar se transformaría y otras especies colonizarían el territorio. Además, el cambio climático global replicaría el problema en el planeta entero. En la zona central de Veracruz hay una modificación que respondería a este fenómeno mundial, pero en parte es regional”.

El investigador y su grupo señalan que es posible revertir esta disminución con medidas que incluyen un programa de reforestación. En un análisis que data de hace tres décadas, Barradas Miranda calculó que, en la zona, la captación hídrica mediante vegetación es de una quinta parte del balance, es decir, entra un 20 por ciento más de agua y representa una alternativa para “capturar” agrupaciones nubosas.

Esta opción es practicada en zonas como el desierto chileno, uno de los más secos del mundo, donde se abastecen de agua a partir de bruma “cosechada” con atrapanieblas (una malla de mosquitero) colocada perpendicularmente en dirección del viento, donde se depositan las gotas de las nubes.

Barradas Miranda refirió que estos cúmulos de vapor constituyen un recurso natural que puede explotarse con eficiencia y resultaría crucial en lugares con sequía. Se debe estudiar tanto la captación como la disponibilidad y potabilidad para saber si es redituable para que una persona cubra sus necesidades diarias del líquido.

“Tenemos que ir hacia la reforestación. Nuestra investigación señala la importancia de que las pequeñas comunidades cultiven especies de interés ecológico y económico para atender sus necesidades. Es posible conjugar agricultura y silvicultura para que, a partir de esa convección, vuelva a bajar la niebla”, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-182-2014

El 68 por ciento de los bosques de niebla de México podrían desaparecer en el año 2080

 
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Deforestación y cambio climático aceleran el daño a esos ecosistemas, en los que se extinguiría 70 por ciento de las especies endémicas de vertebrados que allí viven, alertó Víctor Hugo Reynoso Rosales
Deforestación y cambio climático aceleran el daño a esos ecosistemas, en los que se extinguiría 70 por ciento de las especies endémicas de vertebrados que allí viven, alertó Víctor Hugo Reynoso Rosales
El 68 por ciento de los bosques de niebla, ubicados en zonas altas del país, podrían desaparecer hacia el año 2080 a consecuencia de la deforestación y el cambio climático, alertó Víctor Hugo Reynoso Rosales, investigador del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.
Junto con esos ecosistemas, también llamados bosques mesófilos de montaña, podría extinguirse el 70 por ciento de las especies endémicas de vertebrados que allí viven, destacó el científico al comentar algunos resultados del estudio que, durante los últimos cuatro años, realizó con su alumna de doctorado Rocío Ponce Reyes, actualmente académica de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Queensland, Australia.
El trabajo, en el que también colaboraron cinco expertos de las universidades australianas James Cook y Queensland, así como de la Wildlife Conservation Society de Estados Unidos, se publicó recientemente en la revista Nature Climate Change.
Gran endemismo
El bosque de niebla se distribuye en todo México en las partes altas. Es la transición entre la selva tropical y el bosque de encino y pino. Se trata de un ecosistema muy dinámico, sin fronteras arbóreas definidas, como las que generalmente distinguen a bosques y desiertos.
“Es uno de los más diversos del país. Se distribuye en las laderas costeras, cerca de la cumbre de las montañas, y genera un sistema de archipiélagos (conjuntos de islas cercanas entre sí), donde no hay flujo de animales entre una de esas porciones de tierra y la otra, lo que deriva en mucho endemismo de reptiles, aves y mamíferos”, detalló Reynoso en entrevista.
Heterogéneo y muy dinámico, el bosque mesófilo incluye plantas y animales de selvas tropicales en elevadas altitudes, y especies de ambientes fríos que migran hacia las partes más bajas en la ladera costera. Es muy lluvioso y frío.
Modelos de predicción
La indagación sobre los bosques de niebla mexicanos contempla todos los nublados en varias regiones del país, e incluye las especies de plantas y animales que viven en ellos.
La metodología de este proyecto no se fundamenta en trabajo de campo, donde los científicos indagan a detalle una región específica del territorio, pues esta vez el análisis fue global, basado en modelos de predicción, bases de datos y mapas que combinan matemáticas con datos de biología y climatología.
“En este tipo de estudios se generan mapas de distribución del clima y, en función de ellos, se sobrepone la diversidad. No requiere mucho trabajo de campo propio, salvo para la verificación de información”, explicó.
Emplea variables climáticas muy amplias, que se predicen en mapas muy grandes, y proveen una mirada panorámica, en este caso, sobre los escenarios futuros de los bosques de niebla mexicanos.
“Estos modelos mezclan el efecto que va a tener el cambio climático solo, con ese fenómeno sumado al cambio de uso de suelo de la zona, que inicia con la deforestación”, precisó.
Asimismo, aplican una serie de algoritmos matemáticos con datos climáticos de estaciones meteorológicas del país, que comprimen información en pixeles.
Cada uno de estos últimos tiene asignado un valor de temperatura, humedad, precipitación y otras variables; de ahí se seleccionan las que son propias del bosque de niebla y se diseñan los mapas específicos, que deben ser coincidentes con lo que los sistemas forestales definen como bosques mesófilos.
A las cartas se les sobrepone información sobre la distribución de especies faunísticas y, con ello, se sabe cuáles son las más vulnerables a desaparecer a futuro. “La tendencia sería que, con el cambio climático, los pixeles en el mapa, propios de ese clima, se desplazan hacia la punta de la montaña, en conjunto con animales y plantas endémicas”.
Reynoso explicó que si calienta el planeta “los bosques mesófilos, que son fríos, subirán en altitud por las montañas, donde las condiciones atmosféricas sigan favorables, pero si el clima propicio supera la altura de las montañas, ya no habrá más lugar donde los bosque de niebla se puedan asentar. La tendencia sería que los climas desérticos, del lado del altiplano, subirán hacia las montañas, mientras que por el lado de las costas, los mesófilos se estrangularán y las especies endémicas desaparecerán”, destacó.
Deforestación y calor
Usualmente, estos entornos han sido de los menos dañados por los seres humanos, porque se ubican en zonas inaccesibles. “La tradición en el país es cortar todos los árboles que se encuentren y tengan una función maderable, o clarear para siembra o ganado. Eso se hace también en los bosques de niebla, pero son los últimos en ser afectados porque tienen pendientes de hasta 90 grados y menos accesibles que los de pino, de encino y las selvas”, destacó.
También por esa inaccesibilidad hay carencia de estudios biológicos. “Una vez supusimos que tardaríamos cuatro horas en recorrer una distancia de cuatro kilómetros, y tardamos 12”, recordó Reynoso.
A pesar de la dificultad para llegar a ellos, muchos ya son talados y modificados en su uso del suelo. “Las sierras de San Luis Potosí son muy explotadas para extracción de concreto, lo que requiere tirar las montañas, además de los árboles que contiene”, indicó.
Urgen áreas protegidas
En México solamente está protegido el 12 por ciento de este tipo de ecosistemas, especialmente en Chiapas; pero el 88 por ciento no cuenta con una protección que permita impedir legalmente su creciente destrucción.
Por ello, Reynoso y Ponce proponen en su artículo la necesidad de proteger permanentemente la Sierra de Juárez, Oaxaca, un sitio con condiciones naturales semejantes a las de Chiapas, pero que carece de resguardo legal.
La predicción indica que, en 2080, quedarán 66 kilómetros cuadrados de bosque de niebla en ese estado, donde actualmente hay cinco mil 160 kilómetros cuadrados. Respecto a la pérdida de especies, se prevé que, de 26, podrían sobrevivir solamente siete vertebrados; entre las muchas que desaparecerían se encuentran las abronias, lagartijas verdes que sólo viven en México y Guatemala.
Las áreas naturales protegidas no concuerdan con los remanentes de bosque nublado hacia el 2080. Si no se planifican bien esas zonas de acuerdo a nuestros hallazgos, entonces no habrá seguridad en la preservación a futuro”, advirtió.
La propuesta de Ponce y Reynoso es que, a partir de estos modelos de predicción, se proyecten áreas protegidas en sitios como Oaxaca. “Lo importante del artículo es que son predicciones que hacemos 80 años antes. Hay tiempo suficiente para tomar las medidas pertinentes para que no suceda. Debemos detener la deforestación si no queremos que los bosques de niebla desaparezcan en menos de 70 años”, concluyó el universitario.
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14 de mayo de 2012
• Deforestación y cambio climático aceleran el daño a esos ecosistemas, en los que se extinguiría 70 por ciento de las especies endémicas de vertebrados que allí viven, alertó Víctor Hugo Reynoso Rosales, del IB de la UNAM
• Con su alumna doctoral Rocío Ponce Reyes, aplicó un modelo biomatemático de predicción; los resultados se publican en la revista Nature Climate Change
El 68 por ciento de los bosques de niebla, ubicados en zonas altas del país, podrían desaparecer hacia el año 2080 a consecuencia de la deforestación y el cambio climático, alertó Víctor Hugo Reynoso Rosales, investigador del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.
Junto con esos ecosistemas, también llamados bosques mesófilos de montaña, podría extinguirse el 70 por ciento de las especies endémicas de vertebrados que allí viven, destacó el científico al comentar algunos resultados del estudio que, durante los últimos cuatro años, realizó con su alumna de doctorado Rocío Ponce Reyes, actualmente académica de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Queensland, Australia.
El trabajo, en el que también colaboraron cinco expertos de las universidades australianas James Cook y Queensland, así como de la Wildlife Conservation Society de Estados Unidos, se publicó recientemente en la revista Nature Climate Change.

Gran endemismo
El bosque de niebla se distribuye en todo México en las partes altas. Es la transición entre la selva tropical y el bosque de encino y pino. Se trata de un ecosistema muy dinámico, sin fronteras arbóreas definidas, como las que generalmente distinguen a bosques y desiertos.
“Es uno de los más diversos del país. Se distribuye en las laderas costeras, cerca de la cumbre de las montañas, y genera un sistema de archipiélagos (conjuntos de islas cercanas entre sí), donde no hay flujo de animales entre una de esas porciones de tierra y la otra, lo que deriva en mucho endemismo de reptiles, aves y mamíferos”, detalló Reynoso en entrevista.
Heterogéneo y muy dinámico, el bosque mesófilo incluye plantas y animales de selvas tropicales en elevadas altitudes, y especies de ambientes fríos que migran hacia las partes más bajas en la ladera costera. Es muy lluvioso y frío.
Modelos de predicción
La indagación sobre los bosques de niebla mexicanos contempla todos los nublados en varias regiones del país, e incluye las especies de plantas y animales que viven en ellos.
La metodología de este proyecto no se fundamenta en trabajo de campo, donde los científicos indagan a detalle una región específica del territorio, pues esta vez el análisis fue global, basado en modelos de predicción, bases de datos y mapas que combinan matemáticas con datos de biología y climatología.
“En este tipo de estudios se generan mapas de distribución del clima y, en función de ellos, se sobrepone la diversidad. No requiere mucho trabajo de campo propio, salvo para la verificación de información”, explicó.
Emplea variables climáticas muy amplias, que se predicen en mapas muy grandes, y proveen una mirada panorámica, en este caso, sobre los escenarios futuros de los bosques de niebla mexicanos.
“Estos modelos mezclan el efecto que va a tener el cambio climático solo, con ese fenómeno sumado al cambio de uso de suelo de la zona, que inicia con la deforestación”, precisó.
Asimismo, aplican una serie de algoritmos matemáticos con datos climáticos de estaciones meteorológicas del país, que comprimen información en pixeles.
Cada uno de estos últimos tiene asignado un valor de temperatura, humedad, precipitación y otras variables; de ahí se seleccionan las que son propias del bosque de niebla y se diseñan los mapas específicos, que deben ser coincidentes con lo que los sistemas forestales definen como bosques mesófilos.
A las cartas se les sobrepone información sobre la distribución de especies faunísticas y, con ello, se sabe cuáles son las más vulnerables a desaparecer a futuro. “La tendencia sería que, con el cambio climático, los pixeles en el mapa, propios de ese clima, se desplazan hacia la punta de la montaña, en conjunto con animales y plantas endémicas”.
Reynoso explicó que si calienta el planeta “los bosques mesófilos, que son fríos, subirán en altitud por las montañas, donde las condiciones atmosféricas sigan favorables, pero si el clima propicio supera la altura de las montañas, ya no habrá más lugar donde los bosque de niebla se puedan asentar. La tendencia sería que los climas desérticos, del lado del altiplano, subirán hacia las montañas, mientras que por el lado de las costas, los mesófilos se estrangularán y las especies endémicas desaparecerán”, destacó.
Deforestación y calor
Usualmente, estos entornos han sido de los menos dañados por los seres humanos, porque se ubican en zonas inaccesibles. “La tradición en el país es cortar todos los árboles que se encuentren y tengan una función maderable, o clarear para siembra o ganado. Eso se hace también en los bosques de niebla, pero son los últimos en ser afectados porque tienen pendientes de hasta 90 grados y menos accesibles que los de pino, de encino y las selvas”, destacó.
También por esa inaccesibilidad hay carencia de estudios biológicos. “Una vez supusimos que tardaríamos cuatro horas en recorrer una distancia de cuatro kilómetros, y tardamos 12”, recordó Reynoso.
A pesar de la dificultad para llegar a ellos, muchos ya son talados y modificados en su uso del suelo. “Las sierras de San Luis Potosí son muy explotadas para extracción de concreto, lo que requiere tirar las montañas, además de los árboles que contiene”, indicó.

Urgen áreas protegidas
En México solamente está protegido el 12 por ciento de este tipo de ecosistemas, especialmente en Chiapas; pero el 88 por ciento no cuenta con una protección que permita impedir legalmente su creciente destrucción.
Por ello, Reynoso y Ponce proponen en su artículo la necesidad de proteger permanentemente la Sierra de Juárez, Oaxaca, un sitio con condiciones naturales semejantes a las de Chiapas, pero que carece de resguardo legal.
La predicción indica que, en 2080, quedarán 66 kilómetros cuadrados de bosque de niebla en ese estado, donde actualmente hay cinco mil 160 kilómetros cuadrados. Respecto a la pérdida de especies, se prevé que, de 26, podrían sobrevivir solamente siete vertebrados; entre las muchas que desaparecerían se encuentran las abronias, lagartijas verdes que sólo viven en México y Guatemala.
Las áreas naturales protegidas no concuerdan con los remanentes de bosque nublado hacia el 2080. Si no se planifican bien esas zonas de acuerdo a nuestros hallazgos, entonces no habrá seguridad en la preservación a futuro”, advirtió.
La propuesta de Ponce y Reynoso es que, a partir de estos modelos de predicción, se proyecten áreas protegidas en sitios como Oaxaca. “Lo importante del artículo es que son predicciones que hacemos 80 años antes. Hay tiempo suficiente para tomar las medidas pertinentes para que no suceda. Debemos detener la deforestación si no queremos que los bosques de niebla desaparezcan en menos de 70 años”, concluyó el universitario.
Créditos: unam.mx/boletin/306/2012

UN Periódico: bosques chocoanos se fragmentarían en 40 años

 
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15 de Agosto de 2011

La simulación muestra que, pese a los bajos valores de deforestación que registra el Chocó, la fragmentación del bosque ha tenido impacto en la biodiversidad, la conectividad y la variabilidad genética amenaza la oferta de los servicios ambientales.
La simulación muestra que, pese a los bajos valores de deforestación que registra el Chocó, la fragmentación del bosque ha tenido impacto en la biodiversidad, la conectividad y la variabilidad genética amenaza la oferta de los servicios ambientales.

Bogotá D.C.- Agencia de Noticias UN – Imágenes satelitales, registros de datos y modelos matemáticos aplicados a un estudio del Instituto de Ciencias Naturales de la UN revelan la pérdida forestal que está ocurriendo en Acandí (Chocó).

Según la investigación, publicada en la edición 147 de UN periódico, que circulará este domingo 14 de agosto, el cálculo de 336 mil hectáreas de bosques deforestados por año en el país podría ser tres veces mayor. Los mapas y sistemas de identificación forestal del país están pasando por alto esta realidad.

La política forestal que rige desde 1996 ha sido insuficiente para mitigar el daño ambiental. En casos como el Chocó, cuya tasa de deforestación es la más baja del país (18%), si no se toman medidas inmediatas e inequívocas, su fragmentación forestal podría ocurrir en 40 años, asegura el biólogo Henry Arellano.

A esta conclusión llegó luego de recopilar información sobre altitud, humedad del suelo, inclinación y características estructurales de la vegetación y de hacer el seguimiento satelital histórico de la zona del municipio de Acandí desde 1987 hasta el 2010. La proyección de la imagen que captaría el satélite en el 2040 es devastadora si no se interviene efectivamente el proceso de transformación de los bosques.

Este número de UN periódico también incluye un estudio realizado por varias universidades del país, en el que se muestra cómo el aumento de las lluvias ha provocado que la incidencia de toxoplasmosis, enfermedad transmitida por los gatos, aumente en la población colombiana. Los más vulnerables son los recién nacidos y las mujeres gestantes. Durante el análisis murieron tres bebés.

Otro artículo de la sección salud advierte que, a pesar del vencimiento de algunas patentes de medicamentos elaborados a partir de organismos vivos, como el Remicade, que sirve para tratar la artritis reumatoidea, en el país no ha entrado en vigencia la política de regulación, creación y comercialización de dichos biofármacos. Este año expiran cien patentes más.

Ciencia, tecnología, análisis…

En la serranía el Pico de la Isla de Providencia, dos investigadoras de la Sede Caribe de la Universidad Nacional hallaron un helecho tóxico altamente invasor, cuyos compuestos químicos pueden generar cáncer gástrico.

Por otra parte, un grupo de ingenieros electricistas están capturando energía de las nubes de tormenta para activar equipos electrónicos como celulares y videocámaras. El proyecto, único en Latinoamérica, podría implementarse en zonas del país cuyas condiciones de electrificación son difíciles e insuficientes.

A los temas de ciencia y tecnología se suman en esta edición un homenaje al artista Gustavo Zalamea (1951-2011), cuya obra logró desnudar el sistema óseo de un país que, por momentos, parece condenado al suspenso.

Y en el tema coyuntural, los avances, limitaciones y retos de la Ley de Víctimas. Un análisis que muestra cómo, si bien esta disposición gubernamental supera debates que polarizaron la discusión en la época del gobierno Uribe, aún cuenta con puntos problemáticos. Se advierten limitaciones en temas como la búsqueda y reconocimiento de la verdad y retos como el impacto fiscal y la inversión que el Estado deberá hacer en reparaciones, entre otros temas.

Créditos: agenciadenoticias.unal.edu.co