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DESCUBRE INVESTIGADOR DE LA UNAM NUEVO CICLO DEL CALENDARIO MAYA

 
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SONY DSC23 de junio de 2014

Como si fuera un gran rompecabezas de dos metros de altura por menos de uno de ancho, el tablero Este –descubierto en el Edificio I del Grupo XVI de Palenque, Chiapas, en 1993– dio la pista para otro gran hallazgo: un ciclo calendárico de 63 días. Así, luego de más de mil años, la voz, el discurso de los antiguos mayas plasmado en estuco, volvió a escucharse.

Después del trabajo de campo en tierras chiapanecas, Guillermo Bernal Romero, del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la UNAM, volvió a su cubículo y descifró el mensaje: la existencia de ese ciclo que había pasado inadvertido en los estudios clásicos en torno al calendario.

Al hacer la reconstrucción, el universitario comprobó que el periodo estuvo asociado con el ritual de “taladrado” de fuego (joch’ k’ahk’), es decir, de generación, por fricción, de un fuego ritual dedicado al dios zarigüeya o tlacuache.

El Ciclo-63 es una especie de eslabón perdido, de engrane que faltaba. Se conocían otros: de siete, nueve y 819 días. El descubierto en abril pasado es el resultado de multiplicar los dos primeros (9 x 7= 63), y el tercero, de multiplicar esta última cifra por 13 (63 x 13= 819).

Esos números no fueron un capricho de los mayas, eran sagrados: creían en la existencia de un “supramundo” o región celeste, con 13 niveles; de una terrestre (la nuestra), con siete estratos, y un inframundo, con nueve niveles, explicó el epigrafista.

Respecto al 819, se ha propuesto que fue formulado para realizar cómputos de los periodos sinódicos (tiempo que tarda un objeto en volver a aparecer en el mismo punto del cielo respecto al Sol, al observarlo desde la Tierra) de Saturno, de 378 días (63 x 6).

El comienzo

En 1993, Arnoldo González Cruz, director del Proyecto Arqueológico Palenque, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), descubrió entre los restos del Edificio I del Grupo XVI, conjunto habitacional sacerdotal ubicado a un lado del corazón ceremonial de la ciudad, los fragmentos de lo que parecía ser un tablero.

Se encontraban dispersos, sepultados entre los escombros de la derruida construcción, donde los pedazos del estuco, en el periodo Clásico –en la época de K’inich Janahb’ Pakal Il “el Grande”–, cubrieron las paredes de dos pilastras. Sólo algunos cartuchos glíficos estaban pegados a las pilastras, en su posición original.

Bernal Romero hizo un primer estudio de esos fragmentos en 1998. “Ahí descubrí un registro del ciclo de 819 días; se podía calcular de manera independiente. En 2013, hubo una segunda revisión del material, ya desplegado, pero fue hasta abril de este año que la restauradora Luz de Lourdes Herbert, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, me invitó a otra temporada de campo; entonces, el material fue completamente desplegado y puesto en camas de arena”.

Ya extendidos los cuadros de escritura, se determinó que se trataba de dos tableros que estuvieron colocados sobre jambas. Pero las ‘piezas’ estaban revueltas; no se sabía qué cartuchos pertenecían a uno u otro ‘rompecabezas’. Eso causó problemas, pero al observar con más detenimiento se pudo realizar la separación fina: “coincidían bien, tenían sentido”, explicó el universitario.

Por ejemplo, con el dato del glifo del dios zarigüeya en el extremo superior derecho del tablero Este, se podía saber cuántos cartuchos habían tenido todo: cuatro columnas (dos dobles) y 14 filas, es decir, 56 espacios de escritura.

Además, el nombre de la deidad va acompañado de otros glifos, como el del fuego, y antes, un verbo. “A partir de una esquina reconstruimos todo”, y aunque quedaron huecos –donde ya no existen los glifos–, “pudimos determinar con absoluta certeza cuáles habían estado ahí”, apuntó.

El tablero Oeste se recuperó en aproximadamente 30 por ciento y el Este alcanzó hasta 65 por ciento. La reconstrucción fue posible por la lógica del texto, del cómputo que contiene fórmulas bien conocidas de los ciclos calendáricos mayas.

El segundo comprende una fecha “absoluta”, de cuenta larga, que en nuestro calendario equivale al 28 de junio de 673; de ésta, los mayas hicieron un cómputo hacia una fecha anterior, el 28 de mayo, 31 días antes (“habían transcurrido once días y un winal…”), cuando se taladró el fuego, dedicado a la deidad zarigüeya o el tlacuache.

Esa ceremonia es muy significativa en el pensamiento mesoamericano: en la mitología, tal como lo ha demostrado el investigador universitario Alfredo López Austin, a ese animal se le atribuye haber robado el fuego para dárselo al hombre.

Se conocía que los mayas hacían estas ceremonias de manera sacralizada, “pero hasta ahora pudimos encontrar que se realizaban con cierta periodicidad, normadas por periodos de 63 días”.

La comprobación del hecho se hizo en otro monumento, el Dintel 29 de Yaxchilán, donde se observó que un rito de taladrado para el mismo dios ocurría en un lapso múltiplo de 63 con respecto al registro en Palenque, es decir, 13 mil 230 días (210 x 63).

Debido a que podía tratarse de una casualidad, explicó Guillermo Bernal, se buscaron otros registros. Se encontraron al menos ocho ejemplos, como el del Panel 2 de Laxtunich; el intervalo entre éste y la fecha de Yaxchilán es equivalente a 345 ciclos de 63 días, es decir, 21 mil 735 días. “Esta periodicidad no podía ser casual, sino completamente intencional”.

Aparte del carácter ritual que normaba las ceremonias de taladrado de fuego al dios zarigüeya, es posible que este ciclo se haya utilizado para estimar el sinódico de Saturno, que es de 378 días.

El Ciclo-63 no fue registrado con frecuencia por los mayas; eso, en buena medida, explica por qué pasó desapercibido. No había tantos elementos, pero la reconstrucción de los tableros, particularmente del Este, dio la pista para llegar a este periodo que explica cómo los mayas construyeron otros factores numéricos de tipo calendárico.

Como descubrió en 1943 el investigador inglés Eric Thompson, 819 era el resultado de la multiplicación de tres cifras sagradas: 9, 7 y 13; hoy se sabe que no es de manera serial, sino segmentada, es decir, 9 por 7, y luego 63 por 13.

El universitario señaló que a pesar del notable desarrollo de la epigrafía maya y del desciframiento de los acontecimientos históricos o míticos que relatan las inscripciones, el calendario aún tiene aspectos insospechados, aunque se pensaba que su compleja maquinaria estaba resuelta. “Todavía existen relaciones numéricas entre fechas que delatan la existencia de otros ciclos que no conocíamos; eso es quizás lo más importante de este descubrimiento”.

El trabajo realizado es parcial; “es posible que encontremos reconstrucciones de más fechas y acontecimientos”. Eso podría tardar un año más, pero la labor de investigación, que se ha llevado a cabo con una “dosis de camaradería y amistad”, ya da sus primeros frutos.

Finalmente, el investigador aclaró que éste es sólo un detalle de una tarea más amplia en Palenque, donde realiza la reconstrucción general de la histórica dinástica de esta emblemática ciudad del periodo Clásico Maya.

Créditos: UNAM-DGCS-362-2014

Necesaria, una reforma energética que garantice una oferta suficiente y diversificada de fuentes sustentables

 
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28 de octubre de 2013

En México, es necesaria una reforma a la política energética
En México, es necesaria una reforma a la política energética


También, debe maximizar el impacto que tiene el aprovechamiento del petróleo, gas y otras fuentes de energía sobre el desarrollo y bienestar nacional
• Es indispensable que, además, esas fuentes tengan un uso eficiente en todas las fases, desde la producción al consumo

En México, es necesaria una reforma a la política energética en el contexto de una estrategia nacional que garantice una oferta suficiente y diversificada de fuentes sustentables y seguras de abastecimiento energético que, además, tengan un uso eficiente en todas las fases, desde la producción hasta el consumo.

Debe, sobre todo, maximizar el impacto que el aprovechamiento del petróleo, gas y otras fuentes tiene sobre el desarrollo y bienestar del país, estableció el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM.

Los miembros que lo integran consideraron indiscutible e indispensable fortalecer a PEMEX y que la paraestatal sea atendida mediante las mejores opciones para un desarrollo cercano y a largo plazo. El criterio rector de un cambio en la materia no puede ser la continuidad de un enfoque que privilegia la extracción y exportación de petróleo crudo, en especial, de yacimientos en aguas profundas o de nuevo tipo, ni las consideraciones inmediatas de atracción de capitales.

No ha quedado demostrada la necesidad de la reforma constitucional presentada por el Ejecutivo, que resulta preocupante porque se propone privar a la industria petrolera nacional de su carácter estratégico, con todas sus consecuencias, incluidas las derivadas del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), así como eliminar la exclusividad del Estado en la industria sin precisar, en forma explícita e inequívoca, el resto del entorno jurídico.

Asimismo, consideraron que los alcances y modalidades de la iniciativa carecen de una argumentación que corresponda a la magnitud de los cambios propuestos. El debate ha comenzado en una situación de información insuficiente sobre las implicaciones de las reformas constitucionales, en especial, en lo que se refiere a la transformación del régimen de propiedad y distribución de la renta petrolera, de las figuras de contratación y de otros aspectos clave que se encuentran a debate.

Como se ha hecho en otros temas, en este caso conviene que las modificaciones constitucionales se decidan con conocimiento suficiente de las modalidades concretas que adoptará la política petrolera y, en general, la energética, en todas las etapas de su ciclo, así como sus interrelaciones con el sistema eléctrico y con todas las fuentes de energía. Es decir, con una clara definición de las rutas y alcances de la legislación secundaria que se derivaría de las enmiendas a la Carta Magna.

Se requiere conocer a detalle el contenido, limitaciones y características de los contratos o concesiones, a los que se abriría la puerta, dijeron. Este requisito es vital, porque en la discrecionalidad y opacidad reside el origen de la corrupción.

Sería necesario precisar, entre otros aspectos, cuál sería la secuencia y mecanismos para cubrir el retiro paulatino de PEMEX del esquema fiscal actual, cómo se garantizaría la canalización efectiva de los beneficios del petróleo al desarrollo del país y qué salvaguardas se adoptarían para evitar la dilapidación de los beneficios.

La expectativa de más crecimiento y empleo con los cambios propuestos, en este caso al sector energético, pasa por alto la dinamización económica mediante opciones de fortalecimiento productivo. Al conocer otras experiencias, es posible que se sobreestime el potencial de atracción de inversiones y de generación de empleo.

En todo caso, para los fines fiscales es riesgoso aventurar una reforma en condiciones de tan elevada incertidumbre y de cálculos insuficientes sobre sus posibles beneficios, en especial si no se contrasta con otras. Además, el respaldo a las iniciativas de enmienda constitucional requiere soportes rigurosos y transparentes.

Las propuestas de reforma en el sector y la iniciativa de la Ley de Ingresos sobre Hidrocarburos deben ser debatidas con otros ritmos y modalidades, por ello, el Grupo solicita al Congreso que no precipite sus decisiones. Es imprescindible subsanar omisiones en asuntos medulares y disponer de propuestas completas que no estén sujetas a interpretación interesada, a fin de conocer el contenido, alcance, divergencias y posibles coincidencias entre las distintas iniciativas y tener un debate serio y articulado.

Si bien los foros realizados en el Congreso son bienvenidos, la deliberación pública debe ser mejor y más amplia, con un calendario acotado, pero más flexible. Es necesario, por ejemplo, abordar con más cuidado las implicaciones ambientales de una reforma, sobre todo en la explotación de gas y petróleo de yacimientos asociados a lutitas, así como en el uso y el costo del agua en estos procesos, en busca de la sustentabilidad de la cadena.

El Grupo está integrado por Rolando Cordera, Eugenio Anguiano, Ariel Buira, Cuauhtémoc Cárdenas, Mauricio de Maria y Campos, Carlos Heredia, Saúl Escobar, Gerardo Esquivel, Mario Luis Fuentes, Juan Carlos Moreno, David Ibarra, Leonardo Lomelí, Ciro Murayama, Jorge Eduardo Navarrete, Enrique Provencio, Jaime Ros, Norma Samaniego, Carlos Tello y Jesús Silva Herzog Márquez.

Créditos: UNAM-DGCS-643