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¿Existen amores para siempre?

 
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13 de Febrero del 2013
Los cuentos de antaño finalizaban con un “y vivieron felices para siempre”, pero en la vida real, ¿tienen las personas la capacidad necesaria para mantener una relación que incluya intimidad, pasión y compromiso de largo plazo?, pregunta Rolando Díaz Loving, investigador de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
La idea de que debe ser así en pocos sitios queda tan bien plasmada como en las últimas líneas del poema más célebre de Francisco de Quevedo: Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,/ venas que humor a tanto fuego han dado,/ medulas que han gloriosamente ardido:/ su cuerpo dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado.
Estos versos apuntan a un concepto clave para entender cómo concebimos que debiera ser la “relación perfecta”, pues describen un ideal —conformado a lo largo de los siglos— que la literatura ha bautizado como “amor eterno”, añade, en ocasión del Día del Amor y la Amistad.
“Se nos ha dicho que la longevidad es distintivo de la calidad de una pareja, pero lo cierto es que encuentros tan encendidos como se describen en novelas y películas no pueden seguir con el mismo ímpetu indefinidamente, así que para generar vínculos duraderos hemos aprendido a dosificar la pasión y el romance. Es así como la gente llega a los 80 años y aún desea tomarse de la mano, o anhela reencontrarse tras haber resuelto otras cuestiones de la vida”.
En La llama doble, Octavio Paz advertía que “si el amor es tiempo, no puede ser eterno, está condenado a transformarse en otro sentimiento”. A esta aseveración, Díaz Loving agrega que para dar aliento a ese lazo tan cambiante, lo que usualmente hacemos es añadir elementos como intimidad, conocimiento del otro y voluntad de brindar apoyo, y solemos prender y apagar lo romántico como si dispusiéramos de un interruptor eléctrico, y con esto esperamos que el fantasma de la separación quede conjurado.
“Para dar congruencia a nuestras historias construimos muchos tipos de amores, como el romántico o el de compromiso, e intentamos explicar parte de lo que somos a partir de ello; no obstante, lo que la vida cotidiana nos muestra, con frecuencia de manera empecinada, es que la mayoría de las relaciones distan, y por mucho, de lo que dicen los cuentos”.
Es tan corto el amor y es tan largo el olvido
Si un personaje literario tenía noción de lo breve que resulta el apasionamiento es el Don Juan, de Zorrilla, quien aseguraba —casi con certeza de relojero— que el ciclo del amor dura 60 minutos y cinco días, pues se necesitan “uno para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas”.
Para Díaz Loving, es evidente que este proceso tiene periodos cronológicamente cuantificables —al fin y al cabo somos seres sujetos al tiempo—, “aunque a diferencia del Tenorio, el lapso del ‘flechazo’ es rápido e intenso, el del desenamoramiento lento y más sosegado, y detrás de esto hay razones biológicas”.
Cada ser vivo tiene una pulsión sustantiva y fundamental, la de transmitir sus cromosomas; para ello, al igual que muchos organismos, nuestra especie vincula los actos específicos de este proceso con estímulos placenteros, y para ello, se vale de neurotransmisores que mueven al individuo a repetir ciertas conductas, buscar oportunidades para el sexo y así perpetuar genes.
“No obstante, tener hijos no basta, pues a diferencia de otros animales, el hombre por sí mismo es deficiente para defenderse; carece de colmillos afilados o garras para repeler ataques, y por ello, para sobrevivir, precisa de sus semejantes. De esta manera se hace evidente otro aspecto clave para los humanos: la necesidad de protegerse. Este aspecto, junto con el ímpetu de reproducción, explica por qué las parejas, incluso a veces contra todos los pronósticos, se mantienen juntas”, expuso.
Neruda hizo famosa la frase “es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”, y parece que la experiencia lo confirma, pero, en términos biológicos, ¿cuánto dura el enamoramiento? “A decir de los psicólogos evolutivos, de tres a cuatro meses, al menos para los primeros hombres. En este lapso, neurotransmisores como la dopamina, endorfinas y oxitocina mantenían a los sujetos en euforia el tiempo necesario como para que los encuentros sexuales posibilitaran un embarazo. A esto seguía un periodo de apego de dos o tres años, ahora favorecido por la serotonina, que promovía estados de ánimo más reposados en los que el varón brindaba compañía y protección a su mujer e hijos”, expuso Díaz Loving.
Sin embargo, añadió el profesor, la existencia humana no se rige por guiones o esquemas, y el día a día, nos demuestra que hay personas que permanecen juntas por mucho tiempo, mientras que otras lo hacen por apenas días, pues además de las tendencias dictadas por la naturaleza prevalece una inmensidad de factores culturales que determinan nuestro comportamiento y, de esta manera, crean un inmenso abanico de matices para las relaciones.
¿Monógamos por naturaleza?
Se nos ha repetido que lo correcto es tener a una persona a nuestro lado y serle fiel, y casi nadie lo cuestiona, pero esta idea nace, por una parte, con el surgimiento de tres religiones: el cristianismo, el judaísmo y el islam —cuyo énfasis está en controlar la conducta de los individuos—, y por la otra, con la aparición del concepto de propiedad privada y, por ende, con la necesidad de heredar bienes a quien lleva nuestra sangre, señaló Díaz Loving.
Señalaba Federico Engels que “la monogamia nació de la concentración de las riquezas en las mismas manos, las de un hombre, y del deseo de transmitir esas riquezas por herencia a los hijos de éste, excluyendo a los de cualquier otro. Para eso era necesaria la fidelidad de la mujer, pero no la del varón; tanto es así, que la monogamia de la primera no ha sido el menor óbice para la poligamia descarada e hipócrita del segundo”.
Esta laxitud de la norma para una de las partes, y la severidad de juicio hacia la otra es algo que se observa a diario, señala el psicólogo de la UNAM. “En México, mientras puedan financiarla, ellos pueden tener un ‘hogar oficial y una ‘casa chica’, pero ellas, si deciden estar con alguien que no sea su esposo son estigmatizadas, pues su actitud rompe con las buenas costumbres e incluso con la ‘naturaleza’ femenina, que llama a la obediencia y a la abnegación, ¿pero es ésa su ‘naturaleza’?”.
Si un instinto prevalece en nosotros —sin importar género— es el de la biodiversidad, señaló Díaz Loving, “y encuestas alrededor del mundo lo demuestran. Al preguntar ‘¿cuántas parejas sexuales te gustaría tener a lo largo de la vida?’, en promedio ellos responden que 20, mientras que ellas, cinco. Ambos ven a la monogamia como algo poco apetecible, simplemente hay cuestiones biológicas y culturales que se entremezclan para crear patrones de conducta que nos llevan a estar con un solo individuo”.
Sociedad en cambio
El INEGI maneja un indicador llamado índice de desarrollo de género que mide cuánto han avanzado las mujeres a nivel educativo, social, económico y político. En las entidades en las que este marcador es alto, el porcentaje de divorcios también es elevado, mientras que el de violencia contra ellas, decrece, señaló Díaz Loving.
“En los estados conservadores, donde los matrimonios duran de por vida, se registran más agresiones; así es el modelo tradicional. ¿Pero qué sucede si una mujer adquiere mayor educación y desarrollo? Lo más probable es que se muestre reacia a entrar en una relación en la que no hay equidad ni equilibrio, y comienzan a resquebrajarse ciertos esquemas sociales”.
La pregunta que subyace a éste y otros fenómenos —apunta el investigador— es ¿cómo hacer en una época que exige cada vez más igualdad para reconciliar las tendencias biológicas de estar con una persona y nuestra voluntad de permanecer con ella por siempre? La clave es ver si el otro posee las características necesarias para entablar el tipo de relación deseada.
“Ante el frío desdén que caracteriza a los matrimonios de hoy, es necesario reinventar el amor”, señalaba el poeta Arthur Rimbaud, “y para eso se precisa honestidad de ambas partes”, agrega Díaz Loving.
“Hoy vemos un cambio en las normas de esta creencia, pero se dan de forma lenta y castigada. Lo ideal sería que, en vez de caer en el caos, determináramos —desde el principio— si el sujeto que nos interesa tiene inclinaciones afines a las nuestras. Así, quien desee estar con muchas parejas, coincidirá con alguien similar, y el que quiera sólo una, la formará con un compañero que busque lo mismo. Desde el principio deberíamos plantear, sin miedo, ‘éstas son mis necesidades y gustos, ¿cuáles son los tuyos?’, para, a partir de ahí, ver si damos un primer paso, libremente y sin engaños”.
Más allá de la biología
En La insoportable levedad del ser, Milan Kundera hace admitir a Tomás, uno de los protagonistas, haber estado con dos centenares de mujeres, confesión seguida de un “tengo relaciones desde hace 25 años, dividan 200 por 25 y les saldrán ocho mujeres por año, no creo que sea tanto”.
Díaz Loving señala que, “en términos evolutivos, diríamos que este personaje es un organismo exitoso por el número de oportunidades que ha tenido para transmitir sus cromosomas, pues se trata de una necesidad inserta en nuestro proceso biológico, pero ver el panorama apenas en estos términos sería un reduccionismo”.
Entonces, ¿cómo hacemos los humanos para cambiar tales urgencias por un relato diferente que explique nuestras pulsiones? La respuesta, añade el académico, es que nuestra historia es distinta a la de otros seres debido a la capacidad humana de crear lenguaje, reflexionar y, a partir de ello, generar cultura y, por ende, normas y patrones de conducta.
Si en cada vínculo de pareja hay una serie de instintos repetitivos, inevitables y, además, explicables por la ciencia, la pregunta que surge es ¿en realidad existe el amor?
En definitiva sí, concluye Díaz Loving, “la biología sólo nos da parámetros de comportamiento, es decir, nos dice qué es y no factible; pero el amor va más allá, porque al mismo tiempo que es una posibilidad natural humana, es una elaboración cultural de cómo entendemos esas necesidades para, a partir de ahí, elaborar algo diferente con ellas”.
Boletín UNAM-DGCS-095
Ciudad Universitaria.
Para Rolando Díaz Loving, el amor es, al mismo tiempo, una posibilidad biológica humana y una elaboración cultural de cómo entendemos esas necesidades naturales.

Para Rolando Díaz Loving, el amor es, al mismo tiempo, una posibilidad biológica humana y una elaboración cultural de cómo entendemos esas necesidades naturales.

13 de Febrero del 2013

Los cuentos de antaño finalizaban con un “y vivieron felices para siempre”, pero en la vida real, ¿tienen las personas la capacidad necesaria para mantener una relación que incluya intimidad, pasión y compromiso de largo plazo?, pregunta Rolando Díaz Loving, investigador de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

La idea de que debe ser así en pocos sitios queda tan bien plasmada como en las últimas líneas del poema más célebre de Francisco de Quevedo: Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,/ venas que humor a tanto fuego han dado,/ medulas que han gloriosamente ardido:/ su cuerpo dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado.

Estos versos apuntan a un concepto clave para entender cómo concebimos que debiera ser la “relación perfecta”, pues describen un ideal —conformado a lo largo de los siglos— que la literatura ha bautizado como “amor eterno”, añade, en ocasión del Día del Amor y la Amistad.

“Se nos ha dicho que la longevidad es distintivo de la calidad de una pareja, pero lo cierto es que encuentros tan encendidos como se describen en novelas y películas no pueden seguir con el mismo ímpetu indefinidamente, así que para generar vínculos duraderos hemos aprendido a dosificar la pasión y el romance. Es así como la gente llega a los 80 años y aún desea tomarse de la mano, o anhela reencontrarse tras haber resuelto otras cuestiones de la vida”.

En La llama doble, Octavio Paz advertía que “si el amor es tiempo, no puede ser eterno, está condenado a transformarse en otro sentimiento”. A esta aseveración, Díaz Loving agrega que para dar aliento a ese lazo tan cambiante, lo que usualmente hacemos es añadir elementos como intimidad, conocimiento del otro y voluntad de brindar apoyo, y solemos prender y apagar lo romántico como si dispusiéramos de un interruptor eléctrico, y con esto esperamos que el fantasma de la separación quede conjurado.

“Para dar congruencia a nuestras historias construimos muchos tipos de amores, como el romántico o el de compromiso, e intentamos xplicar parte de lo que somos a partir de ello; no obstante, lo que la vida cotidiana nos muestra, con frecuencia de manera empecinada, es que la mayoría de las relaciones distan, y por mucho, de lo que dicen los cuentos”.


Es tan corto el amor y es tan largo el olvido

Si un personaje literario tenía noción de lo breve que resulta el apasionamiento es el Don Juan, de Zorrilla, quien aseguraba —casi con certeza de relojero— que el ciclo del amor dura 60 minutos y cinco días, pues se necesitan “uno para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas”.

Para Díaz Loving, es evidente que este proceso tiene periodos cronológicamente cuantificables —al fin y al cabo somos seres sujetos al tiempo—, “aunque a diferencia del Tenorio, el lapso del ‘flechazo’ es rápido e intenso, el del desenamoramiento lento y más sosegado, y detrás de esto hay razones biológicas”.

Cada ser vivo tiene una pulsión sustantiva y fundamental, la de transmitir sus cromosomas; para ello, al igual que muchos organismos, nuestra especie vincula los actos específicos de este proceso con estímulos placenteros, y para ello, se vale de neurotransmisores que mueven al individuo a repetir ciertas conductas, buscar oportunidades para el sexo y así perpetuar genes.

“No obstante, tener hijos no basta, pues a diferencia de otros animales, el hombre por sí mismo es deficiente para defenderse; carece de colmillos afilados o garras para repeler ataques, y por ello, para sobrevivir, precisa de sus semejantes. De esta manera se hace evidente otro aspecto clave para los humanos: la necesidad de protegerse. Este aspecto, junto con el ímpetu de reproducción, explica por qué las parejas, incluso a veces contra todos los pronósticos, se mantienen juntas”, expuso.

Neruda hizo famosa la frase “es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”, y parece que la experiencia lo confirma, pero, en términos biológicos, ¿cuánto dura el enamoramiento? “A decir de los psicólogos evolutivos, de tres a cuatro meses, al menos para los primeros hombres. En este lapso, neurotransmisores como la dopamina, endorfinas y oxitocina mantenían a los sujetos en euforia el tiempo necesario como para que los encuentros sexuales posibilitaran un embarazo. A esto seguía un periodo de apego de dos o tres años, ahora favorecido por la serotonina, que promovía estados de ánimo más reposados en los que el varón brindaba compañía y protección a su mujer e hijos”, expuso Díaz Loving.

Sin embargo, añadió el profesor, la existencia humana no se rige por guiones o esquemas, y el día a día, nos demuestra que hay personas que permanecen juntas por mucho tiempo, mientras que otras lo hacen por apenas días, pues además de las tendencias dictadas por la naturaleza prevalece una inmensidad de factores culturales que determinan nuestro comportamiento y, de esta manera, crean un inmenso abanico de matices para las relaciones.


¿Monógamos por naturaleza?

Se nos ha repetido que lo correcto es tener a una persona a nuestro lado y serle fiel, y casi nadie lo cuestiona, pero esta idea nace, por una parte, con el surgimiento de tres religiones: el cristianismo, el judaísmo y el islam —cuyo énfasis está en controlar la conducta de los individuos—, y por la otra, con la aparición del concepto de propiedad privada y, por ende, con la necesidad de heredar bienes a quien lleva nuestra sangre, señaló Díaz Loving.

Señalaba Federico Engels que “la monogamia nació de la concentración de las riquezas en las mismas manos, las de un hombre, y del deseo de transmitir esas riquezas por herencia a los hijos de éste, excluyendo a los de cualquier otro. Para eso era necesaria la fidelidad de la mujer, pero no la del varón; tanto es así, que la monogamia de la primera no ha sido el menor óbice para la poligamia descarada e hipócrita del segundo”.

Esta laxitud de la norma para una de las partes, y la severidad de juicio hacia la otra es algo que se observa a diario, señala el psicólogo de la UNAM. “En México, mientras puedan financiarla, ellos pueden tener un ‘hogar oficial y una ‘casa chica’, pero ellas, si deciden estar con alguien que no sea su esposo son estigmatizadas, pues su actitud rompe con las buenas costumbres e incluso con la ‘naturaleza’ femenina, que llama a la obediencia y a la abnegación, ¿pero es ésa su ‘naturaleza’?”.

Si un instinto prevalece en nosotros —sin importar género— es el de la biodiversidad, señaló Díaz Loving, “y encuestas alrededor del mundo lo demuestran. Al preguntar ‘¿cuántas parejas sexuales te gustaría tener a lo largo de la vida?’, en promedio ellos responden que 20, mientras que ellas, cinco. Ambos ven a la monogamia como algo poco apetecible, simplemente hay cuestiones biológicas y culturales que se entremezclan para crear patrones de conducta que nos llevan a estar con un solo individuo”.


Sociedad en cambio

El INEGI maneja un indicador llamado índice de desarrollo de género que mide cuánto han avanzado las mujeres a nivel educativo, social, económico y político. En las entidades en las que este marcador es alto, el porcentaje de divorcios también es elevado, mientras que el de violencia contra ellas, decrece, señaló Díaz Loving.

“En los estados conservadores, donde los matrimonios duran de por vida, se registran más agresiones; así es el modelo tradicional. ¿Pero qué sucede si una mujer adquiere mayor educación y desarrollo? Lo más probable es que se muestre reacia a entrar en una relación en la que no hay equidad ni equilibrio, y comienzan a resquebrajarse ciertos esquemas sociales”.

La pregunta que subyace a éste y otros fenómenos —apunta el investigador— es ¿cómo hacer en una época que exige cada vez más igualdad para reconciliar las tendencias biológicas de estar con una persona y nuestra voluntad de permanecer con ella por siempre? La clave es ver si el otro posee las características necesarias para entablar el tipo de relación deseada.

“Ante el frío desdén que caracteriza a los matrimonios de hoy, es necesario reinventar el amor”, señalaba el poeta Arthur Rimbaud, “y para eso se precisa honestidad de ambas partes”, agrega Díaz Loving.

“Hoy vemos un cambio en las normas de esta creencia, pero se dan de forma lenta y castigada. Lo ideal sería que, en vez de caer en el caos, determináramos —desde el principio— si el sujeto que nos interesa tiene inclinaciones afines a las nuestras. Así, quien desee estar con muchas parejas, coincidirá con alguien similar, y el que quiera sólo una, la formará con un compañero que busque lo mismo. Desde el principio deberíamos plantear, sin miedo, ‘éstas son mis necesidades y gustos, ¿cuáles son los tuyos?’, para, a partir de ahí, ver si damos un primer paso, libremente y sin engaños”.


Más allá de la biología

En La insoportable levedad del ser, Milan Kundera hace admitir a Tomás, uno de los protagonistas, haber estado con dos centenares de mujeres, confesión seguida de un “tengo relaciones desde hace 25 años, dividan 200 por 25 y les saldrán ocho mujeres por año, no creo que sea tanto”.

Díaz Loving señala que, “en términos evolutivos, diríamos que este personaje es un organismo exitoso por el número de oportunidades que ha tenido para transmitir sus cromosomas, pues se trata de una necesidad inserta en nuestro proceso biológico, pero ver el panorama apenas en estos términos sería un reduccionismo”.

Entonces, ¿cómo hacemos los humanos para cambiar tales urgencias por un relato diferente que explique nuestras pulsiones? La respuesta, añade el académico, es que nuestra historia es distinta a la de otros seres debido a la capacidad humana de crear lenguaje, reflexionar y, a partir de ello, generar cultura y, por ende, normas y patrones de conducta.

Si en cada vínculo de pareja hay una serie de instintos repetitivos, inevitables y, además, explicables por la ciencia, la pregunta que surge es ¿en realidad existe el amor?

En definitiva sí, concluye Díaz Loving, “la biología sólo nos da parámetros de comportamiento, es decir, nos dice qué es y no factible; pero el amor va más allá, porque al mismo tiempo que es una posibilidad natural humana, es una elaboración cultural de cómo entendemos esas necesidades para, a partir de ahí, elaborar algo diferente con ellas”.

Boletín UNAM-DGCS-095

Ciudad Universitaria.

Estrecha relación entre agua y cambio climático.

 
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El agua es el medio por el cual el cambio climático afecta a las sociedades y al ambiente.

El agua es el medio por el cual el cambio climático afecta a las sociedades y al ambiente.

7 de Diciembre del 2012
En la Conferencia de Cambio Climático en Doha (Qatar), la posibilidad de lograr acuerdos efectivos para mitigar los efectos ambientales es escasa.
El agua es el recurso natural más esencial para la salud y bienestar de los seres humanos, pero cada vez es más reconocido como el medio a través del cual el cambio climático afecta a las sociedades y al ambiente.
Para examinar esta dualidad, el profesor de la Facultad de Ciencias Humanas de la UN José Daniel Pabón resaltó, en UN Análisis* de UN Radio, la relación del clima y la distribución de los recursos hídricos tanto en las regiones como en el tiempo. Aquel regula los recursos hídricos superficiales, pero también existe una relación con las aguas subterráneas, aunque no sea tan directa.
“Al cambiar el clima, en algunos sitios hay reducción de los recursos hídricos, pero en otros hay excesos. Ambos traen problemas”, aseguró el profesor Pabón.
La actividad humana ha alterado el balance de radiación que mantiene el clima de la Tierra liberando gases de efecto invernadero y transformando la superficie, lo que ha inducido una señal de calentamiento que se está sobreponiendo al ciclo climático actual.
Posteriormente, Ernesto Guhl, director del Instituto de Desarrollo Sostenible Quinaxi, señaló que este fenómeno es la amenaza más grande que ha tenido la especie humana.
Así, afirmó: “Lo que se está viendo en Doha es que los compromisos de los países que tienen mayor responsabilidad en la emisión de gases de efecto invernadero son prácticamente inexistentes. Estamos en un momento de crisis, y lo que está ocurriendo en Qatar es muy triste”.
El propósito es modificar las prácticas de consumo, para reducir el impacto de las actividades humanas en el medioambiente. Pero estos cambios de paradigma lo que principalmente tocan es a la economía.
“Colombia, a diferencia de muchos países del mundo, tiene una gran abundancia hídrica, pero se la ha entendido como un problema y no como una ventaja y una oportunidad”, indicó el profesor Guhl.
Y agregó que el agua debe convertirse en un motor de desarrollo y que debe ser conservada y distribuida de manera óptima y eficiente.
Por otra parte, Paolo Lugari, director de la Fundación Centro Experimental Las Gaviotas, subrayó que lo más relevante de su trabajo en la región de la Orinoquia es recuperar la piel vegetal para enfrentar el cambio climático.
El profesor Pabón destacó que se debe comprender cómo van a ocurrir los cambios en una región y, con base en eso, proponer medidas y acciones de adaptación a estos cambios.
Finalmente, Rafael Colmenares, asesor de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, sostuvo que la relación es muy estrecha.
“Esta alteración climática produce efectos graves en el ciclo hidrológico. En el territorio colombiano esto se ve agravado por las altas tasas de deforestación que seguimos viendo. Las inundaciones de los años anteriores son muestra clara de la deforestación y de lo que podría pasar cuando los efectos del cambio climático se sientan de manera más aguda en el país”, indicó.
Y agregó que, a pesar de que haya iniciativas para enfrentar estos efectos, no hay una preparación seria y que, por el contrario, se están desarrollando cosas que hacen al país más vulnerable.
Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

7 de Diciembre del 2012

En la Conferencia de Cambio Climático en Doha (Qatar), la posibilidad de lograr acuerdos efectivos para mitigar los efectos ambientales es escasa.

El agua es el recurso natural más esencial para la salud y bienestar de los seres humanos, pero cada vez es más reconocido como el medio a través del cual el cambio climático afecta a las sociedades y al ambiente.

Para examinar esta dualidad, el profesor de la Facultad de Ciencias Humanas de la UN José Daniel Pabón resaltó, en UN Análisis* de UN Radio, la relación del clima y la distribución de los recursos hídricos tanto en las regiones como en el tiempo. Aquel regula los recursos hídricos superficiales, pero también existe una relación con las aguas subterráneas, aunque no sea tan directa.

“Al cambiar el clima, en algunos sitios hay reducción de los recursos hídricos, pero en otros hay excesos. Ambos traen problemas”, aseguró el profesor Pabón.

La actividad humana ha alterado el balance de radiación que mantiene el clima de la Tierra liberando gases de efecto invernadero y transformando la superficie, lo que ha inducido una señal de calentamiento que se está sobreponiendo al ciclo climático actual.

Posteriormente, Ernesto Guhl, director del Instituto de Desarrollo Sostenible Quinaxi, señaló que este fenómeno es la amenaza más grande que ha tenido la especie humana.

Así, afirmó: “Lo que se está viendo en Doha es que los compromisos de los países que tienen mayor responsabilidad en la emisión de gases de efecto invernadero son prácticamente inexistentes. Estamos en un momento de crisis, y lo que está ocurriendo en Qatar es muy triste”.

El propósito es modificar las prácticas de consumo, para reducir el impacto de las actividades humanas en el medioambiente. Pero estos cambios de paradigma lo que principalmente tocan es a la economía.

“Colombia, a diferencia de muchos países del mundo, tiene una gran abundancia hídrica, pero se la ha entendido como un problema y no como una ventaja y una oportunidad”, indicó el profesor Guhl.

Y agregó que el agua debe convertirse en un motor de desarrollo y que debe ser conservada y distribuida de manera óptima y eficiente.

Por otra parte, Paolo Lugari, director de la Fundación Centro Experimental Las Gaviotas, subrayó que lo más relevante de su trabajo en la región de la Orinoquia es recuperar la piel vegetal para enfrentar el cambio climático.

El profesor Pabón destacó que se debe comprender cómo van a ocurrir los cambios en una región y, con base en eso, proponer medidas y acciones de adaptación a estos cambios.

Finalmente, Rafael Colmenares, asesor de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, sostuvo que la relación es muy estrecha.

“Esta alteración climática produce efectos graves en el ciclo hidrológico. En el territorio colombiano esto se ve agravado por las altas tasas de deforestación que seguimos viendo. Las inundaciones de los años anteriores son muestra clara de la deforestación y de lo que podría pasar cuando los efectos del cambio climático se sientan de manera más aguda en el país”, indicó.

Y agregó que, a pesar de que haya iniciativas para enfrentar estos efectos, no hay una preparación seria y que, por el contrario, se están desarrollando cosas que hacen al país más vulnerable.

Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

Sector agropecuario, gran responsable del efecto invernadero.

 
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26 de Octubre del 2012
El Ideam revela que este sector es el causante del 38% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. Ante esto, la única salida es implementar prácticas agrícolas amigables con el ambiente.
Así lo establece el inventario nacional de gases de efecto invernadero (GEI), del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam). La ganadería, con un 18,5%, y la agricultura, con el 18,1%, son los subsectores que más emiten gases.
Dentro del sector, el 93% de las emisiones de CH4 (metano) son producto de la fermentación entérica, 4% del arroz y 3% del manejo de estiércol. Por eso, según un estudio hecho por la entidad, el sector agropecuario debe tomar medidas urgentes para reducir dichas emisiones.
Para Martha Cecilia Cadena, del programa de agroclimatología del Ideam: “el panorama del agro en Colombia frente al cambio climático no es alentador, pus los sistemas de tenencia de la tierra, la desinformación y las malas prácticas agrícolas han ido desencadenando una problemática seria”. Ella fue invitada por la UN en Palmira a la Semana de la Ciencia y la Tecnología.
El cambio climático ya es una realidad y lo que debe hacer el sector agropecuario en Colombia es adaptarse a él, haciendo un buen uso de los recursos naturales.
“Básicamente, el sector debe retomar muchas de las prácticas ancestrales de los indígenas y campesinos, que solían tener un desarrollo sostenible en armonía con la naturaleza y una producción que no originaba desechos, que no deforestaba y que no acababa con las fuentes de agua. La única forma de adaptarnos es teniendo estas buenas prácticas agrícolas”, sostiene.
Una gran parte de la economía agrícola del país corresponde a una economía campesina y de minifundio. Y los grandes productores son, en su mayoría, arrendatarios. Por tal razón, la experta señala que en el país faltan acciones locales que respalden, sobre todo, a los campesinos.
“Uno ve que los campesinos están muy solos. Las corporaciones regionales y las secretarías de agricultura no propician la participación o la creación de gremios o sociedades en diferentes sectores. Los esfuerzos que se hacen son aislados y deben trabajar con pocos recursos; faltan técnicos, especialistas de las universidades que los orienten, publicaciones, reuniones y capacitaciones”, afirma.
Sin embargo, la agricultura a gran escala también debe efectuar este tipo de prácticas ambientalmente sostenibles, aunque resulten inconvenientes y su implementación no sea tan fácil.
En ese sentido, asegura que la idea es que estos grandes productores paguen por la conservación en zonas donde es posible reforestar y que produzcan de la forma más limpia y sostenible.
“La caña de azúcar es un ejemplo del uso adecuado del agua. Ellos tienen redes de monitoreo de la atmósfera y elaboran unos balances hídricos que disminuyen los desperdicios de agua. Así, obtienen buenos rendimientos cuando se presenta un fenómeno climático como El Niño”, puntualiza.
Y concluye: “es hora de interesarse por el tema del clima, que ya dejó de ser ancilar; es necesario mantenerse informados de estas transformaciones, que los campesinos exijan a las autoridades locales que hagan agremiaciones y que les propongan proyectos a las universidades”.
Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html
Según el Ideam, el 38% de las emisiones totales de GEI las hace el sector agropecuario.

Según el Ideam, el 38% de las emisiones totales de GEI las hace el sector agropecuario.

26 de Octubre del 2012

El Ideam revela que este sector es el causante del 38% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. Ante esto, la única salida es implementar prácticas agrícolas amigables con el ambiente.

Así lo establece el inventario nacional de gases de efecto invernadero (GEI), del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam). La ganadería, con un 18,5%, y la agricultura, con el 18,1%, son los subsectores que más emiten gases.

Dentro del sector, el 93% de las emisiones de CH4 (metano) son producto de la fermentación entérica, 4% del arroz y 3% del manejo de estiércol. Por eso, según un estudio hecho por la entidad, el sector agropecuario debe tomar medidas urgentes para reducir dichas emisiones.

Para Martha Cecilia Cadena, del programa de agroclimatología del Ideam: “el panorama del agro en Colombia frente al cambio climático no es alentador, pus los sistemas de tenencia de la tierra, la desinformación y las malas prácticas agrícolas han ido desencadenando una problemática seria”. Ella fue invitada por la UN en Palmira a la Semana de la Ciencia y la Tecnología.

El cambio climático ya es una realidad y lo que debe hacer el sector agropecuario en Colombia es adaptarse a él, haciendo un buen uso de los recursos naturales.

“Básicamente, el sector debe retomar muchas de las prácticas ancestrales de los indígenas y campesinos, que solían tener un desarrollo sostenible en armonía con la naturaleza y una producción que no originaba desechos, que no deforestaba y que no acababa con las fuentes de agua. La única forma de adaptarnos es teniendo estas buenas prácticas agrícolas”, sostiene.

Una gran parte de la economía agrícola del país corresponde a una economía campesina y de minifundio. Y los grandes productores son, en su mayoría, arrendatarios. Por tal razón, la experta señala que en el país faltan acciones locales que respalden, sobre todo, a los campesinos.

“Uno ve que los campesinos están muy solos. Las corporaciones regionales y las secretarías de agricultura no propician la participación o la creación de gremios o sociedades en diferentes sectores. Los esfuerzos que se hacen son aislados y deben trabajar con pocos recursos; faltan técnicos, especialistas de las universidades que los orienten, publicaciones, reuniones y capacitaciones”, afirma.

Sin embargo, la agricultura a gran escala también debe efectuar este tipo de prácticas ambientalmente sostenibles, aunque resulten inconvenientes y su implementación no sea tan fácil.

En ese sentido, asegura que la idea es que estos grandes productores paguen por la conservación en zonas donde es posible reforestar y que produzcan de la forma más limpia y sostenible.

“La caña de azúcar es un ejemplo del uso adecuado del agua. Ellos tienen redes de monitoreo de la atmósfera y elaboran unos balances hídricos que disminuyen los desperdicios de agua. Así, obtienen buenos rendimientos cuando se presenta un fenómeno climático como El Niño”, puntualiza.

Y concluye: “es hora de interesarse por el tema del clima, que ya dejó de ser ancilar; es necesario mantenerse informados de estas transformaciones, que los campesinos exijan a las autoridades locales que hagan agremiaciones y que les propongan proyectos a las universidades”.

Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

El cambio climático, presente en mares, zonas costeras y cuerpos intercontinentales de México.

 
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25 de Octubre del 2012
El cambio climático está presente en los mares, las zonas costeras y los cuerpos intercontinentales de México, detalló Elba Escobar Briones, directora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM.
“Tenemos evidencias del calentamiento, de la modificación del nivel del mar y del efecto de la acidificación sobre los arrecifes. Recientemente, se hace un seguimiento a otros organismos con carbonatos, como los equinodermos, para evaluar los efectos del fenómeno”.
Además, en los mares del país se cuenta con ejemplos recientes de eutroficación (o eutrofización), proceso que, por causas naturales o antropogénicas, enriquece las aguas con nutrientes (principalmente nitratos y fosfatos), lo que provoca el aumento de algas y fitoplancton, la pérdida de transparencia del líquido -que disminuye la fotosíntesis por falta de luz-, y el aumento de la descomposición de la materia orgánica, que reduce la concentración de oxígeno en el agua.
Escobar alertó que también hay ejemplos de hipoxias, o falta de oxígeno, en zonas costeras nacionales. “Quisiera promover que investiguemos más estos temas de forma interdisciplinaria, para tener cada día mejor información y herramientas con las que se puedan tomar decisiones”, destacó.
Sistemas costeros y pesquerías
Por su parte, Guadalupe de la Lanza Espino, del Instituto de Biología (IB), advirtió que existe una conectividad en los ecosistemas, una interrelación que no se puede dejar de lado. “Por eso, aún no podemos saber si el incremento del nivel del mar es consecuencia del cambio climático o de la manipulación de las aguas interiores, que se descargan a la zona costera. Es un asunto de gran complejidad”.
En el auditorio Agustín Ayala Castañares del ICMyL, recomendó que para evaluar la vulnerabilidad de ecosistemas costeros, se deben considerar factores naturales y antropogénicos que ya participan en su dinámica y deterioro, pues sólo así será posible delimitar los efectos adicionales.
En tanto, Patricia Guzmán Amaya, del Instituto Nacional de la Pesca, destacó que el 85 por ciento de las pesquerías del Pacífico están en deterioro o máximo aprovechamiento sustentable; lo mismo ocurre con el 19 por ciento de las del Golfo de México.
“El cambio climático aumentará la vulnerabilidad de los sistemas acuáticos y las pesquerías. Se ha calculado que con un incremento del nivel del mar de 50 centímetros, éste entraría a tierra hasta 23 mil kilómetros. Ello implica la pérdida de lagunas costeras hasta en 50 por ciento”, advirtió.
La zona económica exclusiva del país tiene tres millones de kilómetros, y dentro de ésta se ubica la plataforma continental, con aproximadamente 360 mil kilómetros.
“En ésta se lleva a cabo toda la pesca en México, con excepción de algunas pesquerías, como la de atún, que se realiza en aguas oceánicas, y tiene graves problemas de contaminación y vulnerabilidad, que se prevé aumente con el cambio climático”, finalizó.
Boletín UNAM-DGCS-652
Ciudad Universitaria.
El cambio climático aumentará la vulnerabilidad de sistemas acuáticos y las pesquerías.

El cambio climático aumentará la vulnerabilidad de sistemas acuáticos y las pesquerías.

25 de Octubre del 2012

El cambio climático está presente en los mares, las zonas costeras y los cuerpos intercontinentales de México, detalló Elba Escobar Briones, directora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM.

“Tenemos evidencias del calentamiento, de la modificación del nivel del mar y del efecto de la acidificación sobre los arrecifes. Recientemente, se hace un seguimiento a otros organismos con carbonatos, como los equinodermos, para evaluar los efectos del fenómeno”.

Además, en los mares del país se cuenta con ejemplos recientes de eutroficación (o eutrofización), proceso que, por causas naturales o antropogénicas, enriquece las aguas con nutrientes (principalmente nitratos y fosfatos), lo que provoca el aumento de algas y fitoplancton, la pérdida de transparencia del líquido -que disminuye la fotosíntesis por falta de luz-, y el aumento de la descomposición de la materia orgánica, que reduce la concentración de oxígeno en el agua.

Escobar alertó que también hay ejemplos de hipoxias, o falta de oxígeno, en zonas costeras nacionales. “Quisiera promover que investiguemos más estos temas de forma interdisciplinaria, para tener cada día mejor información y herramientas con las que se puedan tomar decisiones”, destacó.


Sistemas costeros y pesquerías

Por su parte, Guadalupe de la Lanza Espino, del Instituto de Biología (IB), advirtió que existe una conectividad en los ecosistemas, una interrelación que no se puede dejar de lado. “Por eso, aún no podemos saber si el incremento del nivel del mar es consecuencia del cambio climático o de la manipulación de las aguas interiores, que se descargan a la zona costera. Es un asunto de gran complejidad”.

En el auditorio Agustín Ayala Castañares del ICMyL, recomendó que para evaluar la vulnerabilidad de ecosistemas costeros, se deben considerar factores naturales y antropogénicos que ya participan en su dinámica y deterioro, pues sólo así será posible delimitar los efectos adicionales.

En tanto, Patricia Guzmán Amaya, del Instituto Nacional de la Pesca, destacó que el 85 por ciento de las pesquerías del Pacífico están en deterioro o máximo aprovechamiento sustentable; lo mismo ocurre con el 19 por ciento de las del Golfo de México.

“El cambio climático aumentará la vulnerabilidad de los sistemas acuáticos y las pesquerías. Se ha calculado que con un incremento del nivel del mar de 50 centímetros, éste entraría a tierra hasta 23 mil kilómetros. Ello implica la pérdida de lagunas costeras hasta en 50 por ciento”, advirtió.

La zona económica exclusiva del país tiene tres millones de kilómetros, y dentro de ésta se ubica la plataforma continental, con aproximadamente 360 mil kilómetros.

“En ésta se lleva a cabo toda la pesca en México, con excepción de algunas pesquerías, como la de atún, que se realiza en aguas oceánicas, y tiene graves problemas de contaminación y vulnerabilidad, que se prevé aumente con el cambio climático”, finalizó.

Boletín UNAM-DGCS-652

Ciudad Universitaria.

Los costos estimados del cambio climático no reflejan la dimensión real de sus repercusiones.

 
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23 de Octubre del 2012
Los métodos y modelos económicos actuales no fueron diseñados para la medición de los impactos del cambio climático en el planeta. Los costos estimados de los eventos extremos, si bien significativos, podrían no reflejar la seriedad del problema, aseguró Francisco Estrada Porrúa, de la Vrije Universiteit, de Amsterdam, Holanda.
Las herramientas básicas de esta disciplina no responden a las características del problema. Los cálculos disponibles no son sensibles a los efectos del calentamiento global, y tampoco consideran el valor de la biodiversidad. Sólo ponen un precio arbitrario o dejan fuera a las especies y no manejan la incertidumbre, puntualizó.
Si los modelos actuales contemplaran lo que una población tarda en recuperarse de los estragos causados por los desastres naturales más allá de un ciclo económico, porque esto sólo se registra a largo plazo, los costos podrían estar subestimados en más del 80 por ciento. “En el futuro, esto sería suficiente para modificar las políticas adoptadas para contrarrestarlo”.
Los desastres implican, tanto los efectos de la naturaleza, como la vulnerabilidad y exposición de la población. Los costos de las pérdidas por factores sociales se duplican cada década; los relacionados con el cambio climático, cada 70 años, dijo en la conferencia magistral La economía del cambio climático.
En el auditorio Nabor Carrillo de la Coordinación de la Investigación Científica (CIC) de la UNAM, explicó que el problema para conocer la dimensión económica de las repercusiones de los eventos extremos (como sequías, huracanes y lluvias torrenciales) radica en extraer el valor del impacto del calentamiento al estimar los daños.
Estrada Porrúa señaló que en economía, no se dispone de las herramientas para identificarlo, pues sólo contemplan, por ejemplo, el crecimiento del producto interno bruto (PIB) en el corto plazo, no así el cálculo de los daños provocados por este fenómeno a lo largo del tiempo, precisó.
Ciencia contra economía
Estrada Porrúa expuso que no existe un consenso entre científicos y economistas acerca de sus implicaciones. Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el incremento de un grado en la temperatura del planeta equivaldría a pérdidas en latitudes bajas; con dos, desaparecería 25 por ciento de las especies.
El aumento de tres grados mermaría de la tercera parte de la biodiversidad conocida y el deterioro de bosques boreales y ecosistemas como la tundra; con cuatro, disminuiría el potencial agrícola global; con cinco, un tercio de la población padecería escasez de agua y hambrunas generalizadas, y con seis, se registraría la extinción generalizada de especies.
A diferencia de los escenarios adversos proyectados por científicos de todo el planeta, los economistas calculan que aún con el aumento de la temperatura mundial de hasta seis grados, el crecimiento del PIB global caería un máximo de cinco por ciento por año, equivalente al decaimiento sufrido en la crisis financiera registrada entre 2007 y 2009, estimada en 5.1 por ciento.
Lo anterior contrasta con un mundo distinto al que conocemos, contemplado en los modelos de cambio climático. Los físicos y biólogos advierten consecuencias graves; los economistas, no.
La estimación científica sugiere que las repercusiones económicas acumuladas hasta 2100 equivaldrían a varias veces el PIB global actual. “Nos conviene actuar para evitar más pérdidas”, concluyó.
Boletín UNAM-DGCS-648
Ciudad Universitaria.
Podrían estar subestimados en más del 80 por ciento y no consignar la seriedad del problema, señaló Francisco Estrada Porrúa, de la Vrije Universiteit, de Amsterdam.

Podrían estar subestimados en más del 8% y no consignar la seriedad del problema, señaló Francisco Estrada Porrúa, de la Vrije Universiteit, de Amsterdam.

23 de Octubre del 2012

Los métodos y modelos económicos actuales no fueron diseñados para la medición de los impactos del cambio climático en el planeta. Los costos estimados de los eventos extremos, si bien significativos, podrían no reflejar la seriedad del problema, aseguró Francisco Estrada Porrúa, de la Vrije Universiteit, de Amsterdam, Holanda.

Las herramientas básicas de esta disciplina no responden a las características del problema. Los cálculos disponibles no son sensibles a los efectos del calentamiento global, y tampoco consideran el valor de la biodiversidad. Sólo ponen un precio arbitrario o dejan fuera a las especies y no manejan la incertidumbre, puntualizó.

Si los modelos actuales contemplaran lo que una población tarda en recuperarse de los estragos causados por los desastres naturales más allá de un ciclo económico, porque esto sólo se registra a largo plazo, los costos podrían estar subestimados en más del 80 por ciento. “En el futuro, esto sería suficiente para modificar las políticas adoptadas para contrarrestarlo”.

Los desastres implican, tanto los efectos de la naturaleza, como la vulnerabilidad y exposición de la población. Los costos de las pérdidas por factores sociales se duplican cada década; los relacionados con el cambio climático, cada 70 años, dijo en la conferencia magistral La economía del cambio climático.

En el auditorio Nabor Carrillo de la Coordinación de la Investigación Científica (CIC) de la UNAM, explicó que el problema para conocer la dimensión económica de las repercusiones de los eventos extremos (como sequías, huracanes y lluvias torrenciales) radica en extraer el valor del impacto del calentamiento al estimar los daños.

Estrada Porrúa señaló que en economía, no se dispone de las herramientas para identificarlo, pues sólo contemplan, por ejemplo, el crecimiento del producto interno bruto (PIB) en el corto plazo, no así el cálculo de los daños provocados por este fenómeno a lo largo del tiempo, precisó.


Ciencia contra economía

Estrada Porrúa expuso que no existe un consenso entre científicos y economistas acerca de sus implicaciones. Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el incremento de un grado en la temperatura del planeta equivaldría a pérdidas en latitudes bajas; con dos, desaparecería 25 por ciento de las especies.

El aumento de tres grados mermaría de la tercera parte de la biodiversidad conocida y el deterioro de bosques boreales y ecosistemas como la tundra; con cuatro, disminuiría el potencial agrícola global; con cinco, un tercio de la población padecería escasez de agua y hambrunas generalizadas, y con seis, se registraría la extinción generalizada de especies.

A diferencia de los escenarios adversos proyectados por científicos de todo el planeta, los economistas calculan que aún con el aumento de la temperatura mundial de hasta seis grados, el crecimiento del PIB global caería un máximo de cinco por ciento por año, equivalente al decaimiento sufrido en la crisis financiera registrada entre 2007 y 2009, estimada en 5.1 por ciento.

Lo anterior contrasta con un mundo distinto al que conocemos, contemplado en los modelos de cambio climático. Los físicos y biólogos advierten consecuencias graves; los economistas, no.

La estimación científica sugiere que las repercusiones económicas acumuladas hasta 2100 equivaldrían a varias veces el PIB global actual. “Nos conviene actuar para evitar más pérdidas”, concluyó.

Boletín UNAM-DGCS-648

Ciudad Universitaria.