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La tristeza, un sentimiento útil, pero desacreditado

 
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Benjamín Domínguez Trejo expuso que con frecuencia los especialistas suelen diagnosticar depresión cuando en realidad se trata de tristeza.
Benjamín Domínguez Trejo expuso que con frecuencia los especialistas suelen diagnosticar depresión cuando en realidad se trata de tristeza.

10 de febrero de 2011

• Se trata de una emoción que nos permite hacer balances y tomar decisiones importantes, algo que difícilmente logran las personas felices, expuso Benjamín Domínguez Trejo, de la Facultad de Psicología de la UNAM

“En una sociedad que nos dice que la felicidad es el máximo bien a alcanzar, no extraña que la tristeza haya sido uno de los sentimientos más desacreditados, pese a que se trata de una de las emociones más útiles que existen”, sostuvo el profesor Benjamín Domínguez Trejo, de la Facultad de Psicología de la UNAM.

“Si estamos tristes nos encontramos en condiciones óptimas para realizar balances, de evaluar qué hemos hecho bien y en qué hemos fallado, algo que, por un lado, hacen los individuos mejor adaptados, y por el otro, resulta casi imposible para las personas felices”, añadió.

Ya en 1873, en su libro La comunicación de las emociones en los animales y en el hombre, Darwin advertía que los sentimientos juegan un papel importante en la evolución, “y si han sobrevivido a los avatares evolutivos, quizá ofrezcan una ventaja de supervivencia”, suele decir el psicólogo Joe Forgas, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, al señalar la necesidad de ahondar en el tema.

“De hecho, la felicidad no siempre es una buena señal”, expuso Domínguez Trejo, quien trabaja con enfermos con cáncer terminal en la Clínica del Dolor del Hospital 20 de Noviembre. “Si uno de ellos no manifiesta tristeza, tenemos un indicador adverso. Mientras más tristes se encuentren, es más fácil que acepten ayuda psicológica y médica, pues se trata de una condición emocional en la que el individuo busca cambiar el estado de las cosas”, añadió.

Al respecto, Domínguez Trejo comentó que la negativa a recibir ayuda por parte de pacientes terminales satisfechos con su condición es más frecuente de lo que se pensaría, “y en esos casos, la tristeza nos resultaría útil, porque al estar ligada a la insatisfacción, el individuo promovería cambios e intuiría mejores escenarios que el actual”.

El engaño de creer que todo está bien

“La tristeza funciona como el dolor que produce una piedra en el zapato, nos avisa de algo que está mal; si ignoramos esa alerta y no hacemos nada al respecto, el pie puede lastimarse, herirse y conducir a una situación incapacitante”, indicó el profesor Domínguez.

A esto se le llama hacer balances, a evaluar la situación actual y tomar medidas para mejorarla, algo que no hace una persona feliz. “Es parecido a lo que pasa con alguien que consume drogas sintéticas; se le puede explicar que eso daña su cuerpo y su psique, pero por estar en un estado de euforia artificial puede llegar a pensar, ¿por qué he de estar mal si esto se siente tan bien?”.

La tristeza puede ser benéfica, el problema es que se encuentra satanizada por esta sociedad capitalista que privilegia los aspectos materiales y luego nos vende la idea de que eso es la felicidad, argumentó el académico.

“De hecho, cada vez nos dan menos oportunidad de estar tristes, y si eso ocurre, inmediatamente nos dicen que es depresión. Cada vez es más frecuente que madres, al ver a sus hijos con ánimos bajos, los envíen con un especialista para que éste les prescriba un fármaco”.

Los psiquiatras Allan Horowitz y Jerome Wakefield, tras analizar datos de la Organización Mundial de la Salud que señalan que el índice de personas deprimidas se ha incrementado tanto, que para el año 2020, la depresión será la segunda causa de incapacidad laboral en el mundo, realizaron una serie de investigaciones que compilaron en el libro de 2007, La pérdida de la tristeza. Cómo la psiquiatría transformó la pesadumbre en desorden depresivo.

Los profesores estadounidenses argumentan que el número cada vez más abultado de pacientes con depresión responden a un diagnóstico deficiente de la medicina moderna, que confunde los síntomas de la tristeza normal con los de un desorden mental que debe ser tratado con fármacos.

“La psiquiatría contemporánea ha, inadvertidamente, caracterizado el sufrimiento normal como si fuera una enfermedad”, señalan ambos en su libro.

Entonces, ¿qué diferencia hay entre tristeza y depresión? La respuesta quizá la tenga el biólogo Lewis Wolpert, quien en su libro de 1999, La tristeza maligna, señala: “La depresión es lo que pasa cuando los sentimientos normales de tristeza se vuelven patológicos, de la misma manera que el cáncer aparece cuando el proceso normal de crecimiento de nuestras células se descontrola”.

“Por ello, aunque es deseable darle espacio a la tristeza, hay que estar atentos de no cruzar el límite en que lo adaptativo se vuelve desadaptativo, porque eso sí representa un problema”, concluyó el profesor Domínguez.

Créditos: UNAM-DGCS-0083-2011/unam.mx

Hasta 60 por ciento del alivio al dolor crónico, con elementos psicológicos

 
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No todas las personas reaccionan igual a los analgésicos; menos del 50 por ciento de quienes padecen dolor neuropático alcanza un alivio adecuado.
No todas las personas reaccionan igual a los analgésicos; menos del 50 por ciento de quienes padecen dolor neuropático alcanza un alivio adecuado.

30 de septiembre de 2010

• Sólo 40 por ciento es resultado de fármacos, afirmó Benjamín Domínguez Trejo, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM
• No todos los enfermos responden a los analgésicos y queda un “hueco” grande que debe ser llenado con trabajo psicológico, consideró

Hasta 60 por ciento del alivio del dolor crónico en pacientes puede provenir de la modulación emocional o de factores psicológicos, y sólo 40 por ciento se explica por el uso de fármacos y analgésicos, afirmó Benjamín Domínguez Trejo, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

En la conferencia ¿Psicología del dolor en México?, con la que iniciaron las actividades de la Cátedra Ezequiel A. Chávez de esa entidad, el experto dijo que, según la experiencia clínica, si un paciente está relajado con una dosis pequeña de analgésico desaparece el dolor, pero si está tenso o preocupado, tres administraciones del mismo no producirán alivio.

En 2008, en Estados Unidos 1.4 millones de personas fueron diagnosticadas con cáncer, y más de 550 mil fallecieron por ese padecimiento; entre 20 y 50 por ciento de ellas tenían alteraciones emocionales, se sentían solos y abandonados, “y no hay pastillas para eso; por ello, se requiere estudiar las variables contextuales”, indicó.

El mecanismo del dolor

Según las estadísticas, en 2007 la población en México era de 105. 7 millones de mexicanos; si se consideran las estimaciones de otros países, en torno a que el 27 por ciento de sus habitantes presenta dolor crónico, entonces 28.5 millones de mexicanos lo padecen.

Al referirse a las bases neurales de la nocicepción, la manera en que el organismo responde a lesiones, daño o agresiones mediante receptores especializados, dijo que no es sostenible la idea de que hay un solo centro del dolor en el cerebro; más bien, existen diferentes áreas asociadas.

En ese órgano hay áreas ventrales, como la ínsula anterior, zona productora de sentimientos, donde se representa el enamoramiento, pero también el sufrimiento, pero la llamada “retroalimentación biológica” puede afectar su actividad; se trata de un tratamiento no invasivo apoyado en cambios contextuales o psicológicos, no farmacológicos, expuso.

Al respecto, mencionó que no todos los pacientes reaccionan igual a los analgésicos. La variabilidad entre individuos y su respuesta fisiológica es muy amplia. Por ejemplo, menos del 50 por ciento de quienes padecen dolor neuropático alcanza el alivio adecuado. “El resto debe ser curado con otros procedimientos psicológicos o contextuales”.

Ante la situación, queda un “hueco” grande para dar alivio a los enfermos, que debe ser llenado con trabajo psicológico. “El dolor es una experiencia multimodal donde intervienen diferentes componentes, no sólo la nocicepción, sino el emocional-afectivo, cognoscitivo y motor, y la psicología mexicana puede hacer grandes aportaciones”, refirió.

Se debe recurrir a factores contextuales o “no específicos” como la compañía, el contacto físico, la confianza médico-paciente y las redes sociales; muestra de ello es que después de un infarto al miocardio los pacientes sin apoyo social son más propensos a morir.

La confianza y compañía son procesadas en el cerebro por la ínsula y la corteza cingular anterior, centros de la cognición emocional. Mientras más activa está la ínsula frontal derecha, la persona tiene mayor capacidad de autorregulación emocional, es decir, puede manejar situaciones apremiantes e intensas de estrés con mayor facilidad, añadió Domínguez Trejo.

Los factores contextuales, también denominados moduladores psicológicos, pueden contribuir a que los individuos con dolor y estrés crónico puedan controlarlos con o sin fármacos. La enfermedad no se cura, pero la intensidad de las molestias puede disminuir con estos recursos.

Los que más funcionan son los relacionados con el apoyo social, como amigos, vecinos, parientes, mascotas, psicólogos, médicos, libros de autoayuda; una red social es el mejor “colchón” contra las adversidades, abundó.
Créditos: UNAM. DGCS-581/unam.mx