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OBTIENEN ESTUDIANTES DE LA FA TRIUNFO EN CONCURSO DE AULAS PREFABRICADAS

 
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aulasprefabricadasLa Facultad de Arquitectura (FA) de la UNAM, el Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (INIFED) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) trabajan en el desarrollo de escuelas provisionales para zonas vulneradas en México.

Se trata de un proyecto para establecer, desde una perspectiva industrial y arquitectónica, salones que respondan a las demandas de uso, configuración, adaptabilidad, traslado, fabricación y costo de espacios de enseñanza en zonas de catástrofes. La FA, por medio de su Unidad de Proyectos Interinstitucionales, participó en un concurso emitido por el Comité Técnico y de Administración del Fondo Sectorial de Investigación INIFED-CONACYT, que convocó a distintas instituciones, universidades, centros, empresas y laboratorios a presentar propuestas tecnológicas e infraestructura física educativa.

En este certamen, en el que participaron 20 instituciones públicas y privadas, la entidad universitaria presentó un proyecto denominado Sistema de Infraestructura Educativa Integral Emergente Multi-Región (SIEIEM), consistente en la elaboración de aulas escolares prefabricadas que darán respuesta a los requerimientos técnicos, operativos, espaciales y de seguridad a planteles de educación básica del país afectados por desastres naturales.

“La proposición que hicimos fue bien considerada y se generó este convenio de asignación de recursos entre la FA, con un fondo constituido por el INIFED y CONACYT, para desarrollar nuestro proyecto”, explicó Héctor García Olvera, académico de Arquitectura. “Llevaremos salones construidos con cierta provisionalidad para que no se detenga el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Nos han encargado desarrollar la investigación del deterioro por desastres en la planta de edificios escolares”, agregó el encargado de este proyecto, en el que también participan Hugo Flores, Edson Molina, Sebastián González, Gabriel Benítez y los doctores Adrián Valtierra, Héctor Allier y Miguel Hierro, además de 12 estudiantes. Esta investigación llevará a proponer una forma de atender, en caso de emergencia, una edificación, “quizá un producto modular construible, armable, desarmable, prefabricable que pudiéramos entender como un aula que cubra la carencia para continuar con las actividades”.

Ya se concluyó la etapa de investigación, la segunda es de diseño arquitectónico y la tercera, la formalización de los documentos ejecutivos para la producción del aula emergente provisional.

El proyecto debe realizarse en seis meses, “probablemente en junio o julio entreguemos los documentos para iniciar la producción y atención adecuada a estos problemas, a través del INIFED y del CONACYT”, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-177-2014

Violencia en escuelas, resultado de un entorno social agresivo.

 
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Los casos deben ser tratados por especialistas y no estigmatizar o criminalizar a los jóvenes, expuso Nelia Tello, de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.

Los casos deben ser tratados por especialistas y no estigmatizar o criminalizar a los jóvenes, expuso Nelia Tello, de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.

29 de Enero del 2013
Los estudiantes de secundaria establecen relaciones de dominio y sumisión en los planteles, ante la falta de límites y una sociedad caracterizada por la violencia permanente y cotidiana que hemos interiorizado y no somos capaces de reconocer, expuso Nelia Tello, de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.
El problema se agudiza por el clima generalizado de ilegalidad e inseguridad en el país. Las secundarias públicas localizadas en colonias populares de alto riesgo del Distrito Federal representan los puntos más conflictivos, aseguró la experta, quien ha trabajado una década en este ámbito.
Los jóvenes no son agresivos por esta condición. Generan violencia porque viven en un mundo así y desigual, que impone el deseo de poseer objetos fuera de nuestro alcance y produce impotencia al no conseguirlos. La agresión en los espacios escolares es recreada a partir del entorno social, detalló.
La académica sostuvo que a esto se agregan los conflictos generados por el tráfico de estupefacientes y la proliferación de bandas delictivas en las zonas de alto riesgo. Es urgente trabajar con los jóvenes que padecen carencias económicas, dificultades de aprendizaje o poco hábiles para establecer relaciones sociales (entre cinco y seis estudiantes de cada 100 por plantel), que los orillan a la deserción, enfatizó.
Los procesos de enseñanza se dificultan en comunidades permeadas por este ambiente, y ante la falta o aplicación inconsistente y arbitraria de límites a las conductas y actos juveniles.
Profesores, cuerpo técnico de los planteles y padres de familia manejan la normatividad a partir de amenazas. Sólo en una de cada cuatro ocasiones, éstas se cumplen, según testimonios recabados en planteles de las delegaciones de Iztapalapa, Iztacalco, Benito Juárez y Coyoacán.
La experta subrayó que el fenómeno no es aislado. La generalización de la agresividad en salones se relaciona con la ausencia de autoridades encargadas de establecer límites.
Violencia, más allá de las aulas
En El señor de las moscas, Willliam Golding narró la historia de un grupo de estudiantes obligado a sobrevivir en una isla. En la trama, los niños se ensañan con Piggy, personaje discriminado por su obesidad, usar anteojos y padecer asma.
Tello Peón explicó que en todos los grupos existe un individuo en que recaen burlas, ataques y agresiones, fenómeno social que se reproduce en las aulas.
Al sólo abordar el acoso entre pares o bullying, la dimensión escolar se minimiza a sólo un problema entre agresor y agredido. Estos casos deben ser tratados por especialistas y no estigmatizar o criminalizar a los jóvenes, recomendó.
Establecer medidas restrictivas, castigos e imponer etiquetas, genera un clima de represión y control que reduce las posibilidades de los centros escolares de consolidarse como espacios para el aprendizaje y la convivencia.
Ante la falta de programas escolares efectivos de atención y la marginación social en la que viven, los estudiantes desertan. Lejos de mantenerlos en las aulas, donde podrían adquirir herramientas y habilidades sociales, se les aleja de los centros educativos, precisó.
Es indispensable promover la importancia de la formación integral y recuperar la figura central del maestro en el proceso formativo, ante la pérdida de influencia en los jóvenes por parte de docentes y cuerpo técnico de las escuelas secundarias.
La participación de quienes las integran y de los padres de familia es necesaria para construir comunidades sanas, que promuevan los valores del conocimiento y el esfuerzo, concluyó.
Boletín UNAM-DGCS-062
Ciudad Universitaria.

29 de Enero del 2013

Los estudiantes de secundaria establecen relaciones de dominio y sumisión en los planteles, ante la falta de límites y una sociedad caracterizada por la violencia permanente y cotidiana que hemos interiorizado y no somos capaces de reconocer, expuso Nelia Tello, de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.

El problema se agudiza por el clima generalizado de ilegalidad e inseguridad en el país. Las secundarias públicas localizadas en colonias populares de alto riesgo del Distrito Federal representan los puntos más conflictivos, aseguró la experta, quien ha trabajado una década en este ámbito.

Los jóvenes no son agresivos por esta condición. Generan violencia porque viven en un mundo así y desigual, que impone el deseo de poseer objetos fuera de nuestro alcance y produce impotencia al no conseguirlos. La agresión en los espacios escolares es recreada a partir del entorno social, detalló.

La académica sostuvo que a esto se agregan los conflictos generados por el tráfico de estupefacientes y la proliferación de bandas delictivas en las zonas de alto riesgo. Es urgente trabajar con los jóvenes que padecen carencias económicas, dificultades de aprendizaje o poco hábiles para establecer relaciones sociales (entre cinco y seis estudiantes de cada 100 por plantel), que los orillan a la deserción, enfatizó.

Los procesos de enseñanza se dificultan en comunidades permeadas por este ambiente, y ante la falta o aplicación inconsistente y arbitraria de límites a las conductas y actos juveniles.

Profesores, cuerpo técnico de los planteles y padres de familia manejan la normatividad a partir de amenazas. Sólo en una de cada cuatro ocasiones, éstas se cumplen, según testimonios recabados en planteles de las delegaciones de Iztapalapa, Iztacalco, Benito Juárez y Coyoacán.

La experta subrayó que el fenómeno no es aislado. La generalización de la agresividad en salones se relaciona con la ausencia de autoridades encargadas de establecer límites.


Violencia, más allá de las aulas

En El señor de las moscas, Willliam Golding narró la historia de un grupo de estudiantes obligado a sobrevivir en una isla. En la trama, los niños se ensañan con Piggy, personaje discriminado por su obesidad, usar anteojos y padecer asma.

Tello Peón explicó que en todos los grupos existe un individuo en que recaen burlas, ataques y agresiones, fenómeno social que se reproduce en las aulas.

Al sólo abordar el acoso entre pares o bullying, la dimensión escolar se minimiza a sólo un problema entre agresor y agredido. Estos casos deben ser tratados por especialistas y no estigmatizar o criminalizar a los jóvenes, recomendó.

Establecer medidas restrictivas, castigos e imponer etiquetas, genera un clima de represión y control que reduce las posibilidades de los centros escolares de consolidarse como espacios para el aprendizaje y la convivencia.

Ante la falta de programas escolares efectivos de atención y la marginación social en la que viven, los estudiantes desertan. Lejos de mantenerlos en las aulas, donde podrían adquirir herramientas y habilidades sociales, se les aleja de los centros educativos, precisó.

Es indispensable promover la importancia de la formación integral y recuperar la figura central del maestro en el proceso formativo, ante la pérdida de influencia en los jóvenes por parte de docentes y cuerpo técnico de las escuelas secundarias.

La participación de quienes las integran y de los padres de familia es necesaria para construir comunidades sanas, que promuevan los valores del conocimiento y el esfuerzo, concluyó.


Boletín UNAM-DGCS-062

Ciudad Universitaria.