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Crean en la FES Iztcala, primer jardín artificial para colibríes.

 
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2 de Febrero del 2013
Para algunos el colibrí es símbolo de suerte; encontrarse con uno es indicio de buen augurio; también es utilizado como amuleto (chupamirto) para atraer el amor. De este diminuto pájaro, el periodista Agustín Escobar Ledesma escribe: “El colibrí o chupaflor es un ave que con su silencio canta al amor; es de hermoso plumaje, de coloración metálica con matices diversos y cambiantes, y revolotea entre las flores del campo y las ciudades”.
Al igual que los insectos y los murciélagos, estas pequeñas y frágiles aves realizan una importante función ecológica en la conservación de los ecosistemas, por ser una especie polinizadora. Aunque no se encuentra amenazada, pierde su hábitat, principalmente en las grandes ciudades, por la masiva urbanización, que implica un elevado uso del suelo y, en consecuencia, la destrucción de la vegetación.
María del Coro Arizmendi Arriaga, coordinadora del posgrado en Ciencias Biológicas, junto con sus colaboradores, desarrolla el proyecto de creación de jardines para estos polinizadores; el objetivo es recrear su hábitat natural, que sean fuente de éstos para los cultivos colindantes, incrementar su población y estudiar su comportamiento biológico.
Los colibríes se alimentan del néctar que producen las flores, y en ese proceso se convierten en polinizadores de una diversidad de plantas. Sin embargo, el hombre se ha encargado de deteriorar su ecosistema, y el de otras especies, con la edificación de grandes urbes, donde este tipo de avecillas no tiene mucho espacio para sobrevivir, dijo la académica.
La primera de estas pequeñas reservas o “parches de vegetación”, como la denomina Arizmendi Arriaga, es única en el país, y fue instalada en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala; en breve, se pretende situar una más en ese mismo campus, informó.
Ahí, el tesista Héctor Salgado hará observaciones dos veces por mes, para determinar qué tipo de colibríes llegan y cómo colonizan el sitio.
Al respecto, aclaró que este proyecto surgió en Estados Unidos y Canadá, como parte de la Campaña Norteamericana para la Conservación de los Polinizadores (NAPPC, por sus siglas en inglés), puesta en marcha para proteger a las abejas, en específico, y en el que participó la universitaria.
Existen dos formas de restituir su ecosistema: los bebederos artificiales, en los que se coloca agua con azúcar, “recurso importante para los colibríes, que representan la reproducción de unas dos mil 500 flores, aunque esta elección en ocasiones resulta contraproducente, porque las aves abandonan su función ecológica al no visitar las flores. La otra iniciativa es la generación de jardines artificiales que cuenten con las flores de las que se alimentan”.
En las ciudades de Norteamérica se adoptó la colocación de bebederos en espacios públicos, como una pequeña contribución para estas aves en su obtención de energía, y que a su vez, les ayuda a buscar alimento con grasa y proteína (insectos). “Por su pequeño tamaño, tienen un metabolismo muy rápido, son las que aletean con mayor velocidad, y en ello, tienen un gasto calórico que deben suplir constantemente”.
Hace falta más que una botella con líquido dulce, es necesario brindarles un espacio con una gran concentración de plantas, que además de alimento, les ofrezca refugio y sitios para anidar. Para que un jardín sea agradable, se puede plantar variedad de flores, en especial las de color rojo, colgantes, largas y tubulares –que son las que polinizan–, como salvia y aretillos del género fuchsia, por ejemplo.
Por lo común, los colibríes que observamos en la ciudad son nativas y aquí se reproducen, como el Amazilia beryllina (chuparrosa), Cynanthus latirostris (colibrí pico ancho), y Cynanthus sordidus (colibrí oscuro). Hay algunas como Selasphorus rufus (zumbador Rufo) y Archilochus colubris (colibrí de garganta roja), que son migratorias y pasan el invierno en esta urbe.
Anillamiento de colibríes
La participación de la ornitóloga universitaria no se limita a la creación de jardines artificiales para estas especies, sino también en otro importante proyecto destinado a su estudio poblacional en la Reserva del Pedregal de San Ángel, en Ciudad Universitaria.
Se trata de la primera estación de anillamiento, que se inscribe en la iniciativa para la Conservación de Aves de América del Norte e involucra a instituciones gubernamentales, de la sociedad civil y universidades de Canadá, Estados Unidos y México.
En la Reserva del Pedregal “contamos con trampas para anillar a los colibríes que se refugian, procedimiento que realizamos dos veces por mes y que nos ha permitido determinar la presencia de por lo menos nueve especies, entre ellas Amazilia beryllina, Cynanthus latirostris y Cynanthus sordidus. Pero además la gran mayoría de especies endémicas de Estados Unidos y Canadá, que arriban en septiembre y se van en marzo”.
A un año de iniciado el proyecto, añadió, “llevamos anillados un promedio de 150 animales, con los que podemos iniciar un estudio demográfico y determinar tipo de alimentación y plantas que polinizan, entre otras”.
Asimismo, comentó que colabora en la elaboración de una guía de identificación de colibríes de México y Norteamérica, que contendrá dibujos, mapas y una descripción –en español e inglés– de estas aves; será editada por Conabio como parte del proyecto de generación de ciencia ciudadana, para involucrar a la población en su conocimiento.
Boletín UNAM-DGCS-069
Ciudad Universitaria.
Al igual que los insectos y los murciélagos, los colibríes realizan una importante función ecológica en la conservación de los ecosistemas, por ser una especie polinizadora.

Al igual que los insectos y los murciélagos, los colibríes realizan una importante función ecológica en la conservación de los ecosistemas, por ser una especie polinizadora.

2 de Febrero del 2013

Para algunos el colibrí es símbolo de suerte; encontrarse con uno es indicio de buen augurio; también es utilizado como amuleto (chupamirto) para atraer el amor. De este diminuto pájaro, el periodista Agustín Escobar Ledesma escribe: “El colibrí o chupaflor es un ave que con su silencio canta al amor; es de hermoso plumaje, de coloración metálica con matices diversos y cambiantes, y revolotea entre las flores del campo y las ciudades”.

Al igual que los insectos y los murciélagos, estas pequeñas y frágiles aves realizan una importante función ecológica en la conservación de los ecosistemas, por ser una especie polinizadora. Aunque no se encuentra amenazada, pierde su hábitat, principalmente en las grandes ciudades, por la masiva urbanización, que implica un elevado uso del suelo y, en consecuencia, la destrucción de la vegetación.

María del Coro Arizmendi Arriaga, coordinadora del posgrado en Ciencias Biológicas, junto con sus colaboradores, desarrolla el proyecto de creación de jardines para estos polinizadores; el objetivo es recrear su hábitat natural, que sean fuente de éstos para los cultivos colindantes, incrementar su población y estudiar su comportamiento biológico.

Los colibríes se alimentan del néctar que producen las flores, y en ese proceso se convierten en polinizadores de una diversidad de plantas. Sin embargo, el hombre se ha encargado de deteriorar su ecosistema, y el de otras especies, con la edificación de grandes urbes, donde este tipo de avecillas no tiene mucho espacio para sobrevivir, dijo la académica.

La primera de estas pequeñas reservas o “parches de vegetación”, como la denomina Arizmendi Arriaga, es única en el país, y fue instalada en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala; en breve, se pretende situar una más en ese mismo campus, informó.

Ahí, el tesista Héctor Salgado hará observaciones dos veces por mes, para determinar qué tipo de colibríes llegan y cómo colonizan el sitio.

Al respecto, aclaró que este proyecto surgió en Estados Unidos y Canadá, como parte de la Campaña Norteamericana para la Conservación de los Polinizadores (NAPPC, por sus siglas en inglés), puesta en marcha para proteger a las abejas, en específico, y en el que participó la universitaria.

Existen dos formas de restituir su ecosistema: los bebederos artificiales, en los que se coloca agua con azúcar, “recurso importante para los colibríes, que representan la reproducción de unas dos mil 500 flores, aunque esta elección en ocasiones resulta contraproducente, porque las aves abandonan su función ecológica al no visitar las flores. La otra iniciativa es la generación de jardines artificiales que cuenten con las flores de las que se alimentan”.

En las ciudades de Norteamérica se adoptó la colocación de bebederos en espacios públicos, como una pequeña contribución para estas aves en su obtención de energía, y que a su vez, les ayuda a buscar alimento con grasa y proteína (insectos). “Por su pequeño tamaño, tienen un metabolismo muy rápido, son las que aletean con mayor velocidad, y en ello, tienen un gasto calórico que deben suplir constantemente”.

Hace falta más que una botella con líquido dulce, es necesario brindarles un espacio con una gran concentración de plantas, que además de alimento, les ofrezca refugio y sitios para anidar. Para que un jardín sea agradable, se puede plantar variedad de flores, en especial las de color rojo, colgantes, largas y tubulares –que son las que polinizan–, como salvia y aretillos del género fuchsia, por ejemplo.

Por lo común, los colibríes que observamos en la ciudad son nativas y aquí se reproducen, como el Amazilia beryllina (chuparrosa), Cynanthus latirostris (colibrí pico ancho), y Cynanthus sordidus (colibrí oscuro). Hay algunas como Selasphorus rufus (zumbador Rufo) y Archilochus colubris (colibrí de garganta roja), que son migratorias y pasan el invierno en esta urbe.


Anillamiento de colibríes

La participación de la ornitóloga universitaria no se limita a la creación de jardines artificiales para estas especies, sino también en otro importante proyecto destinado a su estudio poblacional en la Reserva del Pedregal de San Ángel, en Ciudad Universitaria.

Se trata de la primera estación de anillamiento, que se inscribe en la iniciativa para la Conservación de Aves de América del Norte e involucra a instituciones gubernamentales, de la sociedad civil y universidades de Canadá, Estados Unidos y México.

En la Reserva del Pedregal “contamos con trampas para anillar a los colibríes que se refugian, procedimiento que realizamos dos veces por mes y que nos ha permitido determinar la presencia de por lo menos nueve especies, entre ellas Amazilia beryllina, Cynanthus latirostris y Cynanthus sordidus. Pero además la gran mayoría de especies endémicas de Estados Unidos y Canadá, que arriban en septiembre y se van en marzo”.

A un año de iniciado el proyecto, añadió, “llevamos anillados un promedio de 150 animales, con los que podemos iniciar un estudio demográfico y determinar tipo de alimentación y plantas que polinizan, entre otras”.

Asimismo, comentó que colabora en la elaboración de una guía de identificación de colibríes de México y Norteamérica, que contendrá dibujos, mapas y una descripción –en español e inglés– de estas aves; será editada por Conabio como parte del proyecto de generación de ciencia ciudadana, para involucrar a la población en su conocimiento.

Boletín UNAM-DGCS-069

Ciudad Universitaria.

Crean equipo biológico para cultivar piel.

 
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24 de Enero del 2013
Un biorreactor diseñado por científicos del Laboratorio de Ingeniería de Tejidos de la UN recrea las condiciones óptimas para el cultivo a gran escala de membranas artificiales.
La tarea científica, desarrollada con juicio y entrega, da sus frutos. De eso dan constancia varios investigadores que lograron patentar una herramienta con la cual se podrá maximizar la producción de membranas sustitutas que ayuden a remplazar la piel dañada por quemaduras u otras heridas.
Luego de varios años, los integrantes del Grupo de Trabajo en Ingeniería de Tejidos (GIT), del Departamento de Farmacia de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, lograron fabricar una versión local de un biorreactor spinner.
Este es un equipo que ofrece unas condiciones ambientales de aislamiento que permiten cultivar fibroblastos, las células propias de tejidos conectivos del cuerpo (epidermis, dermis y cartílagos, etc.). El aparato puede funcionar sin utilizar una incubadora, como tradicionalmente sucede.
Los investigadores cultivan células y soportes de colágeno (superficie donde crecen los fibroblastos) para crear sustitutos que restauren las funciones que hayan perdido seres humanos o animales. Estos resultan de gran utilidad para reemplazar tejidos dañados cuya cicatrización natural es difícil.
El reto es obtener productos sanos, sin daños en el patrón cromosómico. Para eso, se debe propiciar una eficaz división celular (mitosis) en el laboratorio, tal como sucede en un ser vivo. Este es un punto crucial, pues una inadecuada manipulación del material puede originar fallas que lo inhabilitarían para ser usado en humanos.
“Tratamos de hacer por fuera lo que la naturaleza ha hecho tan bien. Trabajamos con mucosa oral y úlceras, pero siempre habíamos estado limitados por los equipos. Ahora, con los nuevos desarrollos del laboratorio, modificamos las condiciones y podemos producir tejido a gran escala”, asegura Martha Fontanilla, doctora en Ciencias Biomédicas y líder del GIT.
Y es que, en la actualidad, uno de los desafíos más urgentes de la Ingeniería de Tejidos es cultivarlos en grandes volúmenes, para beneficiar a una mayor cantidad de personas. Por esta razón, la Superintendencia de Industria y Comercio reconoció el biorreactor como un modelo de utilidad y le otorgó la patente.
Condiciones propicias
Los procesos bioquímicos y biológicos que se desencadenan gracias a la acción del biorreactor se encuentran controlados y permiten elaborar tejidos artificiales con características superiores a las de los cultivos estáticos (por ejemplo, una incubadora celular). Así, se desarrollan soportes grandes, un ambiente mejor controlado y una mayor área de cultivo.
Asimismo, el equipo permite el crecimiento de células de fibroblastos en mallas de colágeno. Y, a través de agitación continua, efectúa una distribución más adecuada de las sustancias utilizadas y una proliferación celular en condiciones óptimas de esterilidad.
El cultivo de tejido conectivo artificial se hace mediante un sistema de dispersión de gas que facilita la transferencia de CO2 y O2 en el material en crecimiento, al tiempo que optimiza la aireación superficial.
La profesora Fontanilla asegura que los biorreactores normales tienen una capacidad de cincuenta mililitros, pero resalta que en el laboratorio de la UN lograron desarrollarlo de tal manera que su capacidad es de dos litros y funciona fuera de la incubadora de CO2.
“El biorreactor nos permite manipular las condiciones del cultivo y así determinamos cómo se comportan las células, cómo crecen”, asegura Diana Nieto, ingeniera química integrante del equipo de investigadores. Agrega que la importancia de este desarrollo se evidencia en casos como el de los diabéticos, cuyas heridas no cicatrizan fácilmente porque no tienen suficiente oxígeno.
“En estas personas los fibroblastos no son iguales a los de una persona sana. Sin embargo, con nuestro equipo, se simulan las condiciones del diabético (bajo oxígeno) y, a partir de los resultados, determinamos si es esta la causa verdadera de la no cicatrización”, dice Nieto.
Así, el biorreactor determina los soportes y las células propicias para cada caso; como las que están involucradas en la señalización celular y en el cierre de heridas, que son las encargadas de dar las órdenes a otras células para que comiencen el proceso de cicatrización o de regeneración.
Sello UN
Cada uno de los integrantes del GIT ha contribuido a perfeccionar el biorreactor. Gracias a su entrega, los resultados del grupo serán la base de partida para crear una empresa de tipo spin-off (derivada de la investigación científica) que está próxima a ponerse en marcha con el apoyo de Colciencias.
De esta manera, se aprovechará la capacidad instalada del laboratorio, lo que hará más rentable el procedimiento, al producir una mayor cantidad de tejido para beneficiar a más personas.
“Este biorreactor simula las condiciones y estímulos naturales del cuerpo de una manera más exacta que cuando las células son cultivadas en una pequeña caja estática de dos dimensiones. Esto se traduce en una mejor manufactura del producto, que llega a más personas”, concluye el químico Sergio Casadiegos, integrante del grupo.
Créditos: http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html
En el biorreactor se cultiva tejido conectivo artificial, gracias a un sistema de dispersión de gas que facilita la transferencia de CO2 y O2 en el material en crecimiento.

En el biorreactor se cultiva tejido conectivo artificial, gracias a un sistema de dispersión de gas que facilita la transferencia de CO2 y O2 en el material en crecimiento.

24 de Enero del 2013

Un biorreactor diseñado por científicos del Laboratorio de Ingeniería de Tejidos de la UN recrea las condiciones óptimas para el cultivo a gran escala de membranas artificiales.

La tarea científica, desarrollada con juicio y entrega, da sus frutos. De eso dan constancia varios investigadores que lograron patentar una herramienta con la cual se podrá maximizar la producción de membranas sustitutas que ayuden a remplazar la piel dañada por quemaduras u otras heridas.

Luego de varios años, los integrantes del Grupo de Trabajo en Ingeniería de Tejidos (GIT), del Departamento de Farmacia de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, lograron fabricar una versión local de un biorreactor spinner.

Este es un equipo que ofrece unas condiciones ambientales de aislamiento que permiten cultivar fibroblastos, las células propias de tejidos conectivos del cuerpo (epidermis, dermis y cartílagos, etc.). El aparato puede funcionar sin utilizar una incubadora, como tradicionalmente sucede.

Los investigadores cultivan células y soportes de colágeno (superficie donde crecen los fibroblastos) para crear sustitutos que restauren las funciones que hayan perdido seres humanos o animales. Estos resultan de gran utilidad para reemplazar tejidos dañados cuya cicatrización natural es difícil.

El reto es obtener productos sanos, sin daños en el patrón cromosómico. Para eso, se debe propiciar una eficaz división celular (mitosis) en el laboratorio, tal como sucede en un ser vivo. Este es un punto crucial, pues una inadecuada manipulación del material puede originar fallas que lo inhabilitarían para ser usado en humanos.

“Tratamos de hacer por fuera lo que la naturaleza ha hecho tan bien. Trabajamos con mucosa oral y úlceras, pero siempre habíamos estado limitados por los equipos. Ahora, con los nuevos desarrollos del laboratorio, modificamos las condiciones y podemos producir tejido a gran escala”, asegura Martha Fontanilla, doctora en Ciencias Biomédicas y líder del GIT.

Y es que, en la actualidad, uno de los desafíos más urgentes de la Ingeniería de Tejidos es cultivarlos en grandes volúmenes, para beneficiar a una mayor cantidad de personas. Por esta razón, la Superintendencia de Industria y Comercio reconoció el biorreactor como un modelo de utilidad y le otorgó la patente.


Condiciones propicias

Los procesos bioquímicos y biológicos que se desencadenan gracias a la acción del biorreactor se encuentran controlados y permiten elaborar tejidos artificiales con características superiores a las de los cultivos estáticos (por ejemplo, una incubadora celular). Así, se desarrollan soportes grandes, un ambiente mejor controlado y una mayor área de cultivo.

Asimismo, el equipo permite el crecimiento de células de fibroblastos en mallas de colágeno. Y, a través de agitación continua, efectúa una distribución más adecuada de las sustancias utilizadas y una proliferación celular en condiciones óptimas de esterilidad.

El cultivo de tejido conectivo artificial se hace mediante un sistema de dispersión de gas que facilita la transferencia de CO2 y O2 en el material en crecimiento, al tiempo que optimiza la aireación superficial.

La profesora Fontanilla asegura que los biorreactores normales tienen una capacidad de cincuenta mililitros, pero resalta que en el laboratorio de la UN lograron desarrollarlo de tal manera que su capacidad es de dos litros y funciona fuera de la incubadora de CO2.

“El biorreactor nos permite manipular las condiciones del cultivo y así determinamos cómo se comportan las células, cómo crecen”, asegura Diana Nieto, ingeniera química integrante del equipo de investigadores. Agrega que la importancia de este desarrollo se evidencia en casos como el de los diabéticos, cuyas heridas no cicatrizan fácilmente porque no tienen suficiente oxígeno.

“En estas personas los fibroblastos no son iguales a los de una persona sana. Sin embargo, con nuestro equipo, se simulan las condiciones del diabético (bajo oxígeno) y, a partir de los resultados, determinamos si es esta la causa verdadera de la no cicatrización”, dice Nieto.

Así, el biorreactor determina los soportes y las células propicias para cada caso; como las que están involucradas en la señalización celular y en el cierre de heridas, que son las encargadas de dar las órdenes a otras células para que comiencen el proceso de cicatrización o de regeneración.


Sello UN

Cada uno de los integrantes del GIT ha contribuido a perfeccionar el biorreactor. Gracias a su entrega, los resultados del grupo serán la base de partida para crear una empresa de tipo spin-off (derivada de la investigación científica) que está próxima a ponerse en marcha con el apoyo de Colciencias.

De esta manera, se aprovechará la capacidad instalada del laboratorio, lo que hará más rentable el procedimiento, al producir una mayor cantidad de tejido para beneficiar a más personas.

“Este biorreactor simula las condiciones y estímulos naturales del cuerpo de una manera más exacta que cuando las células son cultivadas en una pequeña caja estática de dos dimensiones. Esto se traduce en una mejor manufactura del producto, que llega a más personas”, concluye el químico Sergio Casadiegos, integrante del grupo.

Créditos: http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

Diseña UNAM humedal artificial del lago de San Juan de Aragón.

 
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13 de Diciembre del 2012
La Facultad de Química (FQ) de la UNAM diseñó un humedal artificial para el mejoramiento del agua del lago del bosque de San Juan de Aragón, puesto en marcha por autoridades universitarias y del gobierno del Distrito Federal (GDF).
Se trata de una planta única en su tipo en nuestro país y de las más grandes de América Latina (tiene una superficie de ocho mil 130 metros cuadrados), que permitirá producir más de dos mil 500 metros cúbicos de líquido de alta calidad al día.
Este humedal, desarrollado con tecnología 100 por ciento mexicana, busca mejorar las características hídricas de manera natural, mediante el filtrado y tratamiento biológico a través de vegetación acuática, superficial y sumergida, proveniente tanto de la planta de Tlacos, del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, como del propio lago.
Fue desarrollado por el equipo de trabajo de Víctor Manuel Luna Pabello, investigador de la FQ, y contó con la participación de académicos y estudiantes de las facultades de Química, Ingeniería, Arquitectura y Ciencias, así como de los posgrados en Ingeniería, Biología y en Ciencias Bioquímicas de la UNAM.El proyecto consta de un sistema de conducción, un tanque sedimentador, un humedal terrestre y uno acuático, que proveen una calidad propia para contacto humano; además, representa un hábitat adecuado para fauna, especialmente aves, tanto residentes como migratorios.
Desde su desarrollo, el proyecto ya ha hecho posible el retorno de unas 16 especies de aves migratorias al lago, cuerpo de agua con una superficie de aproximadamente 12 hectáreas.
También, incrementa los servicios ambientales del bosque, como la regulación del microclima, incremento de la biodiversidad, captura de contaminantes y mejoramiento del entorno, además del potencial didáctico que se integrará a la oferta educativa y cultural del parque.
El costo de este sistema de saneamiento fue aportado por el Comité Técnico del Fideicomiso para Apoyar los Programas, Proyectos y Acciones para la Prevención y Control de la Contaminación Ambiental en la Zona Metropolitana del Valle de México, del GDF.
Humedal artificial
Luna Pabello, del Laboratorio de Microbiología Experimental del Departamento de Biología de la FQ, explicó que este humedal, diseñado como una estructura semicircular sobre una superficie acuática de aproximadamente una hectárea, tiene múltiples ventajas respecto de otras tecnologías de tratamiento: es económico, estético y un reservorio de flora y fauna de la zona; no genera lodo, ruido, ni malos olores; no requiere altos consumos de energía eléctrica, y su tiempo de vida útil es largo.
Además, su diseño es compatible con el entorno, al emplear sistemas con base en filtros de plantas y microorganismos que eliminan los contaminantes mediante procesos naturales que depuran hasta alcanzar el nivel de calidad requerido para actividades recreativas.
“Antes de iniciar la construcción y definir sus características, se requirió conocer el tipo de suelo sobre el que se iba a construir, la superficie disponible para su instalación, la cantidad de agua requerida para sanear y la calidad que se deseaba obtener”, abundó Luna Pabello.
Una vez definido el modelo de esta tecnología novedosa, se sometió a licitación pública para llevar a cabo su construcción.
El universitario indicó que un humedal artificial es un sistema específicamente diseñado y construido por el hombre para tratar aguas residuales, que aumenta la capacidad depuradora o eficiencia del tratamiento mediante la optimización de los procesos físicos, químicos y biológicos que ocurren en los ecosistemas de humedales naturales.
En la primera etapa del proyecto, las entidades involucradas llevaron a cabo análisis geoquímico de los sedimentos del lago, calidad del agua, fauna acuática, estudios asociados al composteo de residuos orgánicos generados por la rehabilitación lacustre, y de impacto ambiental, encaminados a determinar las afectaciones al ambiente, estos últimos a cargo de Química.
Los resultados determinaron que el lago presentaba azolvamiento por la presencia de corrientes discontinuas de sólidos suspendidos, además de acumulación de nitritos y nitrógeno amoniacal, contaminación orgánica y rastros de azufre en los sedimentos del fondo.
Además, mostraba un deterioro marcado, con más de 30 años sin recibir mantenimiento preventivo ni correctivo, por lo que podía representar un foco de infección para visitantes y fauna del lugar.
La propuesta planteada por Luna Pabello, con amplia experiencia en el diseño, construcción y operación de humedales artificiales (desarrolló uno similar que opera en los canales de Cuemanco), cobró relevancia y se presentó como la mejor opción para darle tratamiento natural a las aguas del lago. Ello propició que en 2009 se celebrara el convenio específico de colaboración entre la Secretaría de Medio Ambiente del GDF y la FQ para el diseño.
Boletín UNAM-DGCS-768
Ciudad Universitaria.
Se espera que el humedal no sólo eleve la calidad del líquido lacustre, sino que permite recuperar la flora y fauna del lugar.

Se espera que el humedal no sólo eleve la calidad del líquido lacustre, sino que permite recuperar la flora y fauna del lugar.

13 de Diciembre del 2012

La Facultad de Química (FQ) de la UNAM diseñó un humedal artificial para el mejoramiento del agua del lago del bosque de San Juan de Aragón, puesto en marcha por autoridades universitarias y del gobierno del Distrito Federal (GDF).

Se trata de una planta única en su tipo en nuestro país y de las más grandes de América Latina (tiene una superficie de ocho mil 130 metros cuadrados), que permitirá producir más de dos mil 500 metros cúbicos de líquido de alta calidad al día.

Este humedal, desarrollado con tecnología 100 por ciento mexicana, busca mejorar las características hídricas de manera natural, mediante el filtrado y tratamiento biológico a través de vegetación acuática, superficial y sumergida, proveniente tanto de la planta de Tlacos, del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, como del propio lago.

Fue desarrollado por el equipo de trabajo de Víctor Manuel Luna Pabello, investigador de la FQ, y contó con la participación de académicos y estudiantes de las facultades de Química, Ingeniería, Arquitectura y Ciencias, así como de los posgrados en Ingeniería, Biología y en Ciencias Bioquímicas de la UNAM.El proyecto consta de un sistema de conducción, un tanque sedimentador, un humedal terrestre y uno acuático, que proveen una calidad propia para contacto humano; además, representa un hábitat adecuado para fauna, especialmente aves, tanto residentes como migratorios.

Desde su desarrollo, el proyecto ya ha hecho posible el retorno de unas 16 especies de aves migratorias al lago, cuerpo de agua con una superficie de aproximadamente 12 hectáreas.

También, incrementa los servicios ambientales del bosque, como la regulación del microclima, incremento de la biodiversidad, captura de contaminantes y mejoramiento del entorno, además del potencial didáctico que se integrará a la oferta educativa y cultural del parque.

El costo de este sistema de saneamiento fue aportado por el Comité Técnico del Fideicomiso para Apoyar los Programas, Proyectos y Acciones para la Prevención y Control de la Contaminación Ambiental en la Zona Metropolitana del Valle de México, del GDF.


Humedal artificial

Luna Pabello, del Laboratorio de Microbiología Experimental del Departamento de Biología de la FQ, explicó que este humedal, diseñado como una estructura semicircular sobre una superficie acuática de aproximadamente una hectárea, tiene múltiples ventajas respecto de otras tecnologías de tratamiento: es económico, estético y un reservorio de flora y fauna de la zona; no genera lodo, ruido, ni malos olores; no requiere altos consumos de energía eléctrica, y su tiempo de vida útil es largo.

Además, su diseño es compatible con el entorno, al emplear sistemas con base en filtros de plantas y microorganismos que eliminan los contaminantes mediante procesos naturales que depuran hasta alcanzar el nivel de calidad requerido para actividades recreativas.

“Antes de iniciar la construcción y definir sus características, se requirió conocer el tipo de suelo sobre el que se iba a construir, la superficie disponible para su instalación, la cantidad de agua requerida para sanear y la calidad que se deseaba obtener”, abundó Luna Pabello.

Una vez definido el modelo de esta tecnología novedosa, se sometió a licitación pública para llevar a cabo su construcción.

El universitario indicó que un humedal artificial es un sistema específicamente diseñado y construido por el hombre para tratar aguas residuales, que aumenta la capacidad depuradora o eficiencia del tratamiento mediante la optimización de los procesos físicos, químicos y biológicos que ocurren en los ecosistemas de humedales naturales.

En la primera etapa del proyecto, las entidades involucradas llevaron a cabo análisis geoquímico de los sedimentos del lago, calidad del agua, fauna acuática, estudios asociados al composteo de residuos orgánicos generados por la rehabilitación lacustre, y de impacto ambiental, encaminados a determinar las afectaciones al ambiente, estos últimos a cargo de Química.

Los resultados determinaron que el lago presentaba azolvamiento por la presencia de corrientes discontinuas de sólidos suspendidos, además de acumulación de nitritos y nitrógeno amoniacal, contaminación orgánica y rastros de azufre en los sedimentos del fondo.

Además, mostraba un deterioro marcado, con más de 30 años sin recibir mantenimiento preventivo ni correctivo, por lo que podía representar un foco de infección para visitantes y fauna del lugar.

La propuesta planteada por Luna Pabello, con amplia experiencia en el diseño, construcción y operación de humedales artificiales (desarrolló uno similar que opera en los canales de Cuemanco), cobró relevancia y se presentó como la mejor opción para darle tratamiento natural a las aguas del lago. Ello propició que en 2009 se celebrara el convenio específico de colaboración entre la Secretaría de Medio Ambiente del GDF y la FQ para el diseño.

Boletín UNAM-DGCS-768

Ciudad Universitaria.

Diseñan robot con aplicaciones educativas.

 
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28 de Noviembre del 2012
Estudiantes de Ingeniería de Control de la UN en Medellín crearon prototipo de robot autobalanceado, con el fin de impulsar la enseñanza de principios de física y matemáticas.
“Nuestro objetivo es utilizar la robótica como una forma creativa para enseñar conceptos de mecánica, electrónica e informática, entre otros”, resaltó Jovani Jiménez Builes, director del grupo Inteligencia Artificial en Educación de la Facultad de Minas.
Al respecto, el estudiante de Ingeniería de Control e integrante del grupo, Álvaro Romero Acero, dijo que, “la idea es encaminar la robótica a la educación, porque si los estudiantes empiezan a crear robots desde temprana edad, al llegar a la formación superior pueden hacer desarrollos que generen soluciones innovadoras a las necesidades de la sociedad”.
Según Romero Acero, el dispositivo fue creado con materiales reciclables y simula el vehículo eléctrico tipo segway usado en el medio para actividades de vigilancia en aeropuertos y centros comerciales.
“La idea es que el robot pueda mantener el equilibrio sobre dos ruedas. Para lograrlo cuenta con dos motores, un sensor y un sistema de control para decidir hacia donde deben ir los motores. Tiene la capacidad de  enviar y recibir señales de forma inalámbrica para comunicarse con un computador desde donde puede replicarse a otros computadores en tiempo real”, explicó.
Aunque su principal finalidad es la aplicabilidad en los procesos de enseñanza, el prototipo desarrollado por los estudiantes de la UN, también tiene como propósito ser una herramienta de investigación para impulsar nuevas iniciativas que permitan, por ejemplo, evolucionar el transporte terrestre en las ciudades. “La tendencia mundial es desarrollar vehículos que no contaminen el medioambiente y que ocupen menos espacio en las calles”, argumentó el estudiante de la UN en Medellín.
De la iniciativa de investigación que se adelanta desde hace aproximadamente seis meses, también hace parte el estudiante Alejandro Marín, de Ingeniería de Control.
Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html
El grupo de investigación utiliza la robótica como una forma creativa para enseñar conceptos de mecánica, electrónica e informática.

El grupo de investigación utiliza la robótica como una forma creativa para enseñar conceptos de mecánica, electrónica e informática.

28 de Noviembre del 2012

Estudiantes de Ingeniería de Control de la UN en Medellín crearon prototipo de robot autobalanceado, con el fin de impulsar la enseñanza de principios de física y matemáticas.

“Nuestro objetivo es utilizar la robótica como una forma creativa para enseñar conceptos de mecánica, electrónica e informática, entre otros”, resaltó Jovani Jiménez Builes, director del grupo Inteligencia Artificial en Educación de la Facultad de Minas.

Al respecto, el estudiante de Ingeniería de Control e integrante del grupo, Álvaro Romero Acero, dijo que, “la idea es encaminar la robótica a la educación, porque si los estudiantes empiezan a crear robots desde temprana edad, al llegar a la formación superior pueden hacer desarrollos que generen soluciones innovadoras a las necesidades de la sociedad”.

Según Romero Acero, el dispositivo fue creado con materiales reciclables y simula el vehículo eléctrico tipo segway usado en el medio para actividades de vigilancia en aeropuertos y centros comerciales.

“La idea es que el robot pueda mantener el equilibrio sobre dos ruedas. Para lograrlo cuenta con dos motores, un sensor y un sistema de control para decidir hacia donde deben ir los motores. Tiene la capacidad de  enviar y recibir señales de forma inalámbrica para comunicarse con un computador desde donde puede replicarse a otros computadores en tiempo real”, explicó.

Aunque su principal finalidad es la aplicabilidad en los procesos de enseñanza, el prototipo desarrollado por los estudiantes de la UN, también tiene como propósito ser una herramienta de investigación para impulsar nuevas iniciativas que permitan, por ejemplo, evolucionar el transporte terrestre en las ciudades. “La tendencia mundial es desarrollar vehículos que no contaminen el medioambiente y que ocupen menos espacio en las calles”, argumentó el estudiante de la UN en Medellín.

De la iniciativa de investigación que se adelanta desde hace aproximadamente seis meses, también hace parte el estudiante Alejandro Marín, de Ingeniería de Control.

Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html