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IMPULSO A PROYECTO DE LA UNAM PARA SEGURIDAD ALIMENTARIA EN LA SIERRA TARAHUMARA

 
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alimentosierratarahumara30 de junio de 2014

El programa Alianza de América del Norte para la Acción Comunitaria Ambiental (NAPECA, por sus siglas en inglés), de la Comisión para la Cooperación Ambiental, con sede en Montreal, Canadá, apoyará el proyecto universitario “Integración de quelites a la cadena productiva para lograr la seguridad alimentaria de la sierra Tarahumara”.

El trabajo, a cargo de Robert Bye, del Jardín Botánico del Instituto de Biología (IB), fue favorecido entre 500 solicitudes para recibir recursos en dos años, que se destinarán a promover la producción de hortalizas nativas mediante la puesta en marcha de prácticas de manejo biointensivo, y sistemas de captación de agua en cinco comunidades de la sierra alta.

El etnobotánico, quien trabaja en la zona desde hace casi 44 años, explicó que mediante esas acciones también se pretenden impulsar nuevas formas de conservación de ese alimento –con un alto contenido en fibra, hierro, potasio, vitaminas C y D– básico en la dieta rarámuri, como el envasado, y ampliar la disponibilidad de la planta fresca durante más meses. Asimismo, incrementar su producción y la posibilidad de su comercialización por ese grupo indígena.

Bye recordó que, desde 2010 y debido al cambio climático, en la sierra Tarahumara se ha registrado un problema de sequía extrema que afecta a ese grupo indígena, que vive de la agricultura de temporal. Las semillas de maíz, calabaza y frijol se perdieron y otros productos asociados a la milpa, como los quelites, ya no salieron.

A esa situación se suma que la estación de cultivo es muy corta, de tres meses (junio a agosto), limitada muchas veces por heladas tardías, en primavera, y tempranas, en otoño.

Desde hace años, el universitario y su equipo emprendieron un proyecto de investigación participativa, con la colaboración de la población y organizaciones no gubernamentales, para integrar nuevas técnicas a la producción de alimentos y para que la gente amplíe la disponibilidad de alimentos, en particular los quelites. “Ahora contaremos con el apoyo de NAPECA”.

Además, subrayó que los quelites son verduras nativas, pueden ser hierbas o arbustos. En la sierra tarahumara alta, “donde trabajamos”, salen en la milpa con las primeras lluvias, a finales de mayo o principios de junio. Luego de seis semanas esas plantas se retiran porque compiten con las de maíz y frijol, es decir, están disponibles en un lapso muy limitado.

En la zona crecen alrededor de 120 especies, incluso hay algunos ejemplos de endemismo, como la Arracacia edulis, de la familia del apio.

En el sitio existen dos limitantes de cultivo: el agua y el suelo de origen volcánico, explicó el biólogo. Por ello, los objetivos del proyecto son la captación del líquido y la “fabricación” de suelo, con la integración de materia orgánica.

El sistema agrícola de los rarámuri está a punto de romperse, porque con la sequía la gente perdió casi todo su ganado (chivos y borregos), que contribuía a abonar la tierra. “Con los cultivos de cama biointensivos queremos usar otros recursos, como aserrín, y producir intensivamente, en diferentes ciclos de siembra”.

Ahí, luego de germinar, las plántulas se dejan crecer hasta cuatro semanas, para después resembrar. “Mientras no haya heladas podemos mantenerlo hasta ocho meses, y con el prototipo de agricultura hidropónica, donde gota a gota el agua se utilizará para crecer los quelites, hasta 10 meses”.

En este proyecto se trabajará en la zona, remarcó el universitario. Varios programas de desarrollo social han querido introducir otro tipo de verduras o maíz mejorado, pero esas variedades dependen de semillas “de fuera” y eso va en contra del pensamiento de los pobladores, que quieren ser autónomos.

Joel Rodríguez, también integrante del IB, indicó que para tener cultivos continuos, biointensivos, se requiere un área específica en cada huerto de las comunidades, esto es, una “cama elevada” donde se pueda sembrar de forma constante, en este caso los quelites, y un suelo rico en nutrientes, sin emplear fertilizantes, insecticidas ni pesticidas.

Ese sistema garantiza la reducción de 80 por ciento de consumo de agua y casi 99 por ciento de la energía no renovable, porque la que se aplica es la del propio horticultor. Se garantiza 100 por ciento de fertilidad. “Está pensado para el autoconsumo, para que las familias no dejen de tener una fuente de alimentos, pero un beneficio puede ser la venta de la sobreproducción”.

Ya se tiene un prototipo avanzado de cama elevada en la sierra. “Fue presentado con éxito a la comunidad, les gustó la producción de germinados, sobre todo de quintonil, y nos dieron la oportunidad de avanzar en la de plantas grandes”. Pero eso requiere otra infraestructura, como energía solar y captación de agua de lluvia.

Queremos lograr la integración de un huerto biointensivo, donde se mezclen camas elevadas de verduras, la zona de plantas medicinales y árboles frutales, precisó.

En tanto, Bye refirió que el agua se captará de los techos y contará con un sistema sencillo de limpieza y almacenamiento en cisternas. Servirá para uso doméstico, riego de las camas de cultivo biointensivo y el sistema de agricultura hidropónica.

Para mantener la disponibilidad de alimentos en la mesa de los tarahumaras, añadió Luz María Mera, también del IB, se emplean procesos de transformación: el primero es la deshidratación de las plantas, el secado de granos, así como el secado y molido de maíz para obtener pinole. Con la ayuda de los universitarios se han implementado otros, como el envasado.

Un tipo de quelite, la verdolaga, recién cosechada, se coloca en agua caliente; luego de “blanquearla” se envasa y así puede durar tres años en anaquel sin perder las propiedades alimenticias, dijo.

El proyecto continuará en las cinco comunidades de la Tarahumara alta, ubicadas en el corredor turístico, donde hay mayor seguridad, y se invitará a más gente de otras zonas para que aprendan el método. Hace año y medio asistieron a un taller 120 personas provenientes de los límites de Chihuahua con Durango y Arizona. Han participado tepehuanes, rarámuri y pimas.

Los tarahumaras quieren ser independientes y que el resto de los mexicanos aprecie su forma de vida, sus conocimientos y los elementos en su dieta. Viven en condiciones difíciles, pero no es por falta de capacidad, aclaró Robert Bye. Para ayudarlos, se necesita conocer sus recursos y trabajar con ellos.

Créditos: UNAM-DGCS-374-2014

Estudiantes de América del Norte realizan estancia en Enfermería de la BUAP

 
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22 de junio de 2011

La Facultad de Enfermería de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla continúa fortaleciendo su vida académica y de investigación, gracias al desarrollo de actividades de intercambio con estudiantes del país y del extranjero, afirmó la Directora, María del Carmen Martínez Reyes.

Dio a conocer que dos estudiantes de la Universidad Príncipe de Eduardo de Canadá y dos de la Universidad de Halifax, Estados Unidos, realizan una visita de dos semanas; en tanto que ocho de maestría de la Universidad Autónoma de Nuevo León, permanecerán un mes.

Martínez Reyes, abundó que como parte del intercambio cuatro estudiantes de Enfermería de la Institución viajaron a Estados Unidos y Canadá durante un mes para conocer los laboratorios con que cuentan y el trabajo que ahí se desarrolla.

Destacó que este tipo de intercambios ha resultado muy favorecedor no sólo porque concientiza a los estudiantes de la necesidad de aprender un segundo idioma, sino porque representa un enriquecimiento académico y cultural y la oportunidad de demostrar la calidad que tienen en su preparación.

“El interés que demuestran los estudiantes por venir a la Facultad de Enfermería de la BUAP, confirma que nuestro programa educativo es uno de los mejores del país; por ejemplo, una de las estudiantes de Canadá mencionaba que nuestros laboratorios son mejores, lo que nos satisface mucho; nuestros propios alumnos ven que estamos bien y que tienen las herramientas para poder salir adelante“, manifestó la funcionaria.

Explicó que las alumnas extranjeras realizan visitas a los centros comunitarios de San Andrés Azumiatla y Santa Ana Coatepec, además de que hacen un recorrido por los hospitales con los que tiene intercambio la BUAP.

Por su parte los estudiantes de maestría están conociendo las líneas de investigación que se realizan en la Institución, con el fin de iniciar trabajos conjuntos y redes entre las instituciones.

Créditos: BUAP/Comunicación Institucional/buap.mx

Generan en la UNAM primer registro anual de carbono 14 atmosférico de América del Norte

 
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Laura Baramendi28 de marzo de 2011

• Permitirá, entre otros tópicos, hacer un inventario independiente y objetivo de las emisiones de CO2 a la atmósfera, explicó Laura Beramendi Orosco, responsable del Laboratorio Universitario de Radiocarbono
• La investigación se realizó a partir de anillos de un árbol que vivió de 1823 a 2005

En el Laboratorio Universitario de Radiocarbono (LUR), donde participan los institutos de Geofísica, Geología y de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional, se generaron datos para la construcción de la curva de variación de carbono 14 (14C) atmosférico en México para el periodo 1950-2005, primer registro de este tipo en Norteamérica.

El estudio permitirá, entre otros tópicos, hacer un inventario independiente y objetivo de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), pues hasta ahora se hacen sólo a partir de datos económicos (cuánto petróleo y otros combustibles se venden y consumen), explicó Laura Beramendi Orosco, responsable del LUR.

El 14C es un isótopo del carbono (el único radioactivo de este elemento químico) y se forma en las altas capas de la atmósfera por la interacción de la radiación cósmica.

Su mayor aplicación se encuentra en la datación, porque “entra” en los seres vivos y en el momento en que éstos mueren dejan de asimilarlo. Si se conoce la tasa de desintegración de este radioisótopo se pueden estimar las “edades” de las muestras, sobre todo, arqueológicas.

La presencia del isótopo se puede determinar mediante dos técnicas: espectrometría de centelleo líquido, como la que se utiliza en el LUR, y espectrometría de masas con aceleradores, conocida como AMS, que hasta ahora no se realiza en ningún país de América Latina, explicó la experta.

En muestras modernas, el 14C sirve como “trazador” y permite estudiar el ciclo del carbono, es decir, los tiempos de residencia de ese elemento en diferentes reservorios, como suelo, océano y atmósfera.

Desde el comienzo de la Revolución Industrial, recordó Beramendi, se comenzaron a detectar cambios importantes en la concentración de 14C atmosférico; disminuyó por la quema de combustibles fósiles (carbón y petróleo) que no contienen este radioisótopo, mientras fue en aumento el CO2.

Aunque los combustibles fósiles están constituidos a base de carbono, no contienen 14C. Eso ocurre, explicó la investigadora, porque después de 50 mil ó 60 mil años ese radioisótopo se deteriora, y si se considera que para la formación de esos materiales orgánicos tuvieron que pasar millones de años, entonces en ellos prácticamente no quedan residuos de carbono 14.

Sin embargo, expuso, en la década de los 50 y principios de los 60, se hicieron muchas pruebas nucleares a cielo abierto, con la consecuente producción de neutrones de alta energía que reaccionaron con el nitrógeno atmosférico para formar 14C.

En 1963, se alcanzó el doble de ese isótopo que el existente antes de 1950, pero con la firma del tratado de prohibición de ensayos con armas nucleares, de nueva cuenta comenzó a disminuir por el intercambio de carbono entre la atmósfera y los océanos, principalmente.

Este proyecto, explicó la experta, surge de la necesidad de entender qué pasó con esos niveles en México durante la segunda mitad del siglo XX. Además, no sólo era inexistente algún estudio para el país, sino también un registro de cómo fueron las variaciones en América del Norte.

Al no existir un registro instrumental, la investigación del LUR se realizó a partir de anillos de árbol. Estos organismos toman el carbono disponible en la atmósfera y conforme crecen forman uno de ellos, cada 12 meses.

“Si podemos asignar el año correspondiente, por medio de la dendrocronología, se puede analizar cuánto 14C tiene determinado anillo y saber la concentración atmosférica para este periodo”, abundó. Pero se requería tener la seguridad de que fuera una especie que genera “marcas” anuales, por lo que “nos fuimos a una zona por ‘arriba’ del trópico, en la frontera entre Durango y Chihuahua, en la Sierra Madre Occidental”.

Se estableció una colaboración con el Laboratorio Nacional de Dendrocronología del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, con sede en Durango, donde ya existían cronologías maestras.

“Nos ayudaron con el muestreo de un abeto, Pseudotsuga menziesii, que no cortamos, sino que estaba caído”. También participó el Centro Nacional de Aceleradores, en Sevilla, España, con el análisis de algunos anillos que, por su tamaño, no podrían ser analizados por centelleo líquido en el LUR.

Se fechó cada uno en secciones transversales del tronco y se determinó que el árbol vivió de 1823 a 2005; para el análisis del 14C se consideró sólo desde 1950. Hasta 1965, el estudio se hizo anual y después cada lustro, porque es costoso y tardado.

Los resultados, presentados en el Congreso Internacional de Radiocarbono en 2009, y publicados en la revista Radiocarbon hace unos meses, fueron interesantes. De programas de monitoreo y reconstrucciones realizados en Europa, Asia y África, investigadores plantearon que el 14C se había distribuido de tal manera, que en el Hemisferio Norte había tres zonas características. En la zona uno, más al norte, serían más elevados los niveles que en la zona 2, de latitud media, y la 3, cerca del Ecuador.

En esa clasificación, México estaría en la zona 2; uno de los objetivos fue establecer si así ocurría. “Encontramos que para el periodo 50-70, los niveles de 14C en el país son más bajos que los de la curva internacional de la misma latitud. De ese año, y hasta 2005, los valores son más altos que la curva internacional para el Hemisferio Norte”.

En ello influyó que el carbono 14 se formó en latitudes norte, y de ahí, se distribuyó hacia el sur. No obstante, en el verano mexicano –época en que los árboles crecen– el viento dominante va hacia el norte, y esos organismos tuvieron disponible aire del sur con menos cantidad del isótopo.

Luego, la tendencia se revierte porque las curvas internacionales se han hecho en zonas relativamente alejadas de centros urbanos, como los Alpes suizos, pero donde no se puede descartar la presencia de CO2 fósil por la alta densidad de población en Europa.

En contraste, el sitio de muestreo en el país fue un bosque a tres mil metros sobre el nivel del mar, en medio de la Sierra Madre Occidental, alejado de centros urbanos, donde el asentamiento humano más cercano es Rancho Chiqueros, población de 100 habitantes, cuya principal fuente de energía es la madera y no los combustibles fósiles.

Si se conoce cómo varió en un ambiente limpio, el 14C permite evaluar las emisiones de dióxido de carbono en una ciudad, abundó Beramendi Orosco.

El siguiente paso del proyecto es la generación del patrón de variación para un sitio urbano; “en este caso, tenemos un árbol de San Luis Potosí, y analizaremos el isótopo para años clave”. Más adelante se hará para el Valle de México, donde desde hace dos años, se realiza el monitoreo de 14C, para luego comparar con zonas limpias, finalizó.
Créditos: UNAM-DGCS-178/2011/unam.mx