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Desconocido, el número de casos de virus del nilo en México.

 
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18 de Octubre del 2012
Aunque el brote de Virus del Oeste del Nilo (VON) en Estados Unidos cursa por una etapa al alza, en el continente está demostrada su presencia desde hace 13 años, y a partir 2003, se han documentado en México los primeros casos en humanos, explicó Raúl Romero Cabello, integrante del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Sin embargo, puntualizó, no hay razón para alarmarse hasta conocer la verdadera situación. Lo importante es tomar medidas preventivas contra enfermedades transmitidas por mosquitos: mantener cubiertos los depósitos de agua y evitar charcos alrededor de las casas para impedir la multiplicación de los insectos; colocar mosquiteros en puertas y ventanas, y usar repelentes, entre otras.
“Desconocemos cuántos casos podrían existir en México. Si no se tienen recursos para hacer un diagnóstico adecuado, no podremos establecer un parámetro que nos indique su presencia. La enfermedad que ocasiona podría confundirse con dengue, padecimiento de gran prevalencia en el país”.
Debido a la proximidad espacial y temporal de las infecciones de aves y humanos, los epidemiólogos han concluido que la transmisión sigue un ciclo enzoótico. Las aves, en particular las migratorias, actúan como reservorio y contagian a los mosquitos que, a su vez, propagan el microorganismo a los vertebrados.
El VON es un miembro de la familia Flaviviridae (género Flavivirus), a la que también pertenecen otros virus transferidos por mosquitos, como el dengue y la fiebre amarilla, o algunas hepatitis, detalló el académico.
El del Nilo mide entre 40 y 50 nanómetros, por lo general provoca síntomas leves como fiebre, dolor de cabeza, náuseas, vómito y erupciones cutáneas, pero uno de cada 100 casos se torna grave y potencialmente mortal; entonces, puede afectar el sistema nervioso central (SNC) y generar meningitis o encefalitis virales.
“Las manifestaciones serán propias de la magnitud del daño en el SNC, puede haber desde cefalea intensa y vómito, hasta trastornos de la conducta, o pérdida de la fuerza en alguna región del cuerpo, problemas respiratorios, coma, parálisis y hasta la muerte”.
Los primeros casos se diagnosticaron en 1937, en el distrito West Nile, Uganda; de ahí se diseminó en forma importante por África, Medio Oriente y Asia. A fines del siglo pasado, en 1999, se identificaron y documentaron en EU. En México, uno de los estados donde mejor se ha estudiado y detectado es Yucatán.
Se estima que existen unas 60 especies diferentes de mosquitos que transmiten el VON, entre ellas las más representativas son Culex, Aedes y Anopheles que, además, podrían transmitir otros microorganismos. Por ejemplo, Aedes es responsable del virus del dengue, y Anopheles del protozoario plasmodium, que ocasiona el paludismo.
Sin embargo, acotó, el problema radica en la dificultad de identificación, pues de acuerdo con la severidad del caso, la sintomatología podría ser semejante a la que se manifiesta en el dengue.
Si se pretende hacer el diagnóstico de un caso en el que se sospecha la presencia del virus del Nilo, se deben cazar los mosquitos en el área donde se registra el padecimiento, y analizar los fluidos, en los que puede demostrarse la presencia de aquél. Otra forma, es a partir del suero de la sangre de los infectados.
“Al suero se le pueden hacer estudios inmunológicos o serológicos para determinar la presencia de antígenos del virus. Hoy los exámenes moleculares de ácido nucleico son mucho más contundentes; por ejemplo, la reacción de la polimerasa en cadena o en tiempo real, y las secuenciaciones de ácido nucleico por pruebas en tiempo real”.
Otra opción sería aislar el microorganismo, sea de los fluidos de los mosquitos o del tejido de los huéspedes mamíferos –humano, aves o caballos–, y colocarlo en cultivos para inducir su crecimiento y estar en posibilidad de identificarlo, concluyó.
Boletín UNAM-DGCS-640
Ciudad Universitaria.
Su brote en Estados Unidos vive una etapa al alza: en América su presencia está demostrada desde hace 13 años, y a partir de 2003, en México.

Su brote en Estados Unidos vive una etapa al alza: en América su presencia está demostrada desde hace 13 años, y a partir de 2003, en México.

18 de Octubre del 2012

Aunque el brote de Virus del Oeste del Nilo (VON) en Estados Unidos cursa por una etapa al alza, en el continente está demostrada su presencia desde hace 13 años, y a partir 2003, se han documentado en México los primeros casos en humanos, explicó Raúl Romero Cabello, integrante del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.

Sin embargo, puntualizó, no hay razón para alarmarse hasta conocer la verdadera situación. Lo importante es tomar medidas preventivas contra enfermedades transmitidas por mosquitos: mantener cubiertos los depósitos de agua y evitar charcos alrededor de las casas para impedir la multiplicación de los insectos; colocar mosquiteros en puertas y ventanas, y usar repelentes, entre otras.

“Desconocemos cuántos casos podrían existir en México. Si no se tienen recursos para hacer un diagnóstico adecuado, no podremos establecer un parámetro que nos indique su presencia. La enfermedad que ocasiona podría confundirse con dengue, padecimiento de gran prevalencia en el país”.

Debido a la proximidad espacial y temporal de las infecciones de aves y humanos, los epidemiólogos han concluido que la transmisión sigue un ciclo enzoótico. Las aves, en particular las migratorias, actúan como reservorio y contagian a los mosquitos que, a su vez, propagan el microorganismo a los vertebrados.

El VON es un miembro de la familia Flaviviridae (género Flavivirus), a la que también pertenecen otros virus transferidos por mosquitos, como el dengue y la fiebre amarilla, o algunas hepatitis, detalló el académico.

El del Nilo mide entre 40 y 50 nanómetros, por lo general provoca síntomas leves como fiebre, dolor de cabeza, náuseas, vómito y erupciones cutáneas, pero uno de cada 100 casos se torna grave y potencialmente mortal; entonces, puede afectar el sistema nervioso central (SNC) y generar meningitis o encefalitis virales.

“Las manifestaciones serán propias de la magnitud del daño en el SNC, puede haber desde cefalea intensa y vómito, hasta trastornos de la conducta, o pérdida de la fuerza en alguna región del cuerpo, problemas respiratorios, coma, parálisis y hasta la muerte”.

Los primeros casos se diagnosticaron en 1937, en el distrito West Nile, Uganda; de ahí se diseminó en forma importante por África, Medio Oriente y Asia. A fines del siglo pasado, en 1999, se identificaron y documentaron en EU. En México, uno de los estados donde mejor se ha estudiado y detectado es Yucatán.

Se estima que existen unas 60 especies diferentes de mosquitos que transmiten el VON, entre ellas las más representativas son Culex, Aedes y Anopheles que, además, podrían transmitir otros microorganismos. Por ejemplo, Aedes es responsable del virus del dengue, y Anopheles del protozoario plasmodium, que ocasiona el paludismo.

Sin embargo, acotó, el problema radica en la dificultad de identificación, pues de acuerdo con la severidad del caso, la sintomatología podría ser semejante a la que se manifiesta en el dengue.

Si se pretende hacer el diagnóstico de un caso en el que se sospecha la presencia del virus del Nilo, se deben cazar los mosquitos en el área donde se registra el padecimiento, y analizar los fluidos, en los que puede demostrarse la presencia de aquél. Otra forma, es a partir del suero de la sangre de los infectados.

“Al suero se le pueden hacer estudios inmunológicos o serológicos para determinar la presencia de antígenos del virus. Hoy los exámenes moleculares de ácido nucleico son mucho más contundentes; por ejemplo, la reacción de la polimerasa en cadena o en tiempo real, y las secuenciaciones de ácido nucleico por pruebas en tiempo real”.

Otra opción sería aislar el microorganismo, sea de los fluidos de los mosquitos o del tejido de los huéspedes mamíferos –humano, aves o caballos–, y colocarlo en cultivos para inducir su crecimiento y estar en posibilidad de identificarlo, concluyó.

Boletín UNAM-DGCS-640

Ciudad Universitaria.

Colombia, el país más rico de América en variedades de palmas

 
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El país posee el 88% de géneros de palma de Suramérica y el 51% de las especies. Su gran diversidad incluye 44 géneros y 238 especies, lo que lo convierte en uno de los países más diversos.
El país posee el 88% de géneros de palma de Suramérica y el 51% de las especies. Su gran diversidad incluye 44 géneros y 238 especies, lo que lo convierte en uno de los países más diversos.

22 de Agosto de 2012

El país posee el 88% de géneros de palma de Suramérica y el 51% de las especies. Su gran diversidad incluye 44 géneros y 238 especies, lo que lo convierte en uno de los países más diversos.

Alrededor de 74 artículos científicos y 15 proyectos de investigación sobre palmas han sido ejecutados por los investigadores del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la UN.

Por otra parte, el catálogo de estas plantas del país se encuentra actualizado gracias a la colección más importante de Palma de Cera que se conoce en el mundo, ubicada en Colombia.

“Ya no existe el impedimento taxonómico, hemos avanzado mucho en su estudio y vamos a seguir explorando más zonas del territorio. Ya construimos las bases del trabajo y ahora tenemos todas las herramientas”, afirma la profesora del ICN Gloria Galeano.

Asimismo, la especialista señala que continúan investigando su papel en los ecosistemas y sus usos. Estas metodologías son nuevas en Colombia y sirven para ofrecer más información con respecto a estas especies de palmas.

Cuidado sostenible

Aunque el país cuenta con cuatro de los cinco subgéneros que hay en el mundo, para la profesora Galeano, su conservación de Colombia no está asegurada.

“El 20% del total de las palmas de Colombia está bajo algún grado de amenaza. De las 33 especies endémicas del país, el 50% están amenazadas por extinción”, asegura.

Por esta razón, investigadores de la UN trabajan en diferentes proyectos relacionados con su cuidado y desarrollo sostenible. Las investigaciones no solo buscan su conservación, sino que pretenden conocer más sobre sus especies y describir sus usos.

Finalmente, los investigadores del Instituto buscan establecer sinergias con otras organizaciones y, a través de apoyo estatal, lograr estudiar un grupo que es muy importante para el desarrollo socioeconómico del país por su gran potencial. Según Galeano, ya está construida una base biológica de buena calidad, pero faltan más alianzas.

”Tenemos que aliarnos y hacer consorcios con otras áreas del conocimiento que incluyan a las palmas en los sistemas agroforestales. Así, lograremos desarrollar paquetes tecnológicos para extraer algunos de los productos que tienen mayor potencial industrial, como los azúcares y aceites”, concluye.

Créditos: agenciadenoticias.unal.edu.co