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EXAMINAN EN LA UNAM CAMBIOS RECIENTES EN EL NIVEL DEL MAR

 
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Ante un registro mareográfico incompleto para evaluar la elevación del nivel del mar y establecer la velocidad de su incremento en algunas zonas de la República, investigadores de Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) unidades Mazatlán y Ciudad Universitaria de la UNAM, reconstruyen la información de sus cambios durante el último siglo.
Se trata de un estudio precursor que relaciona el incremento de la altura del mar con la acumulación del sedimento en marismas de manglar. Para ello se utiliza el 210Pb, un elemento radiactivo natural que permite fechar la edad precisa de cada capa sedimentaria. Esta técnica es similar a la utilizada por el grupo de investigación de esta casa de estudios para estudiar los cambios ambientales y la contaminación en ambientes costeros y lagos durante el último siglo.
“El objetivo es obtener registros ambientales confiables de los últimos 100 a 150 años. Para ello empleamos una metodología basada en el fechado de sedimentos de marisma en la laguna del Estero de Urías, en Mazatlán. Allí recolectamos los primeros núcleos sedimentarios de este estudio”, explicó Ana Carolina Ruiz Fernández, líder del grupo.
El proyecto, denominado Registros ambientales del cambio global: reconstrucción de cambios recientes (100 años) en el nivel del mar a partir del estudio de sedimentos costeros, nace con la finalidad de establecer con qué velocidad se incrementa el nivel del mar en algunos puntos del país, además, permitirá analizar los cambios ambientales ocurridos en el pasado y plantear previsiones para el futuro.
Participan otros investigadores de la UNAM como Joan Albert Sánchez Cabeza, María Luisa Machain Castillo, Martín Merino Ibarra, además de Alejandro Cearreta de la Universidad del País Vasco, España, así como estudiantes del Posgrado de Ciencias del Mar y Limnología de esta casa de estudios.
“El mareógrafo de Mazatlán funcionó entre las décadas de 1950 y 1970. Desde entonces y hasta el año 2005 su registro está incompleto. Ahora el Servicio Mareográfico de la UNAM, en el Instituto de Geofísica, ha empezado a restablecerlo. Esperamos que nuestros resultados sean complementarios y llenar el vacío antes de su inicio y durante el periodo intermedio”, planteó Ruiz Fernández.
El grupo de trabajo cuenta con amplia experiencia en el área de la obtención de registros ambientales del cambio global, dijo la universitaria, quien reiteró que esta investigación ayudará a analizar los cambios ambientales ocurridos en las zonas de estudio, además de determinar las alteraciones en el nivel del mar en el último siglo.
Los cambios del nivel del mar responden principalmente al deshielo en áreas continentales y la expansión térmica de los océanos debido al calentamiento climático. En cada localidad están afectados por otros fenómenos como los movimientos de la corteza terrestre, la intensidad de las mareas y las corrientes costeras, acontecimientos meteorológicos como nortes y huracanes, además de procesos oceanográficos de gran escala, como El Niño.
Aunque la velocidad de ascenso del nivel del mar es uno de los impactos potenciales más devastadores para las zonas costeras, el conocimiento que se tiene es insuficiente. La ventaja de tener información local confiable en este aspecto que, para tareas de adaptación y mitigación, se tendrán datos reales de la zona y no valores promedio globales.
“En México existen diferencias en las velocidades de incremento del nivel del mar. Para establecer programas de manejo costero con visión de futuro es necesario realizar proyecciones derivadas de datos reales, no de modelos, con mucha incertidumbre”, concluyó.
Créditos: UNAM-DGCS-033-2014

cambiosniveldelmarAnte un registro mareográfico incompleto para evaluar la elevación del nivel del mar y establecer la velocidad de su incremento en algunas zonas de la República, investigadores de Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) unidades Mazatlán y Ciudad Universitaria de la UNAM, reconstruyen la información de sus cambios durante el último siglo.

Se trata de un estudio precursor que relaciona el incremento de la altura del mar con la acumulación del sedimento en marismas de manglar. Para ello se utiliza el 210Pb, un elemento radiactivo natural que permite fechar la edad precisa de cada capa sedimentaria. Esta técnica es similar a la utilizada por el grupo de investigación de esta casa de estudios para estudiar los cambios ambientales y la contaminación en ambientes costeros y lagos durante el último siglo.

“El objetivo es obtener registros ambientales confiables de los últimos 100 a 150 años. Para ello empleamos una metodología basada en el fechado de sedimentos de marisma en la laguna del Estero de Urías, en Mazatlán. Allí recolectamos los primeros núcleos sedimentarios de este estudio”, explicó Ana Carolina Ruiz Fernández, líder del grupo.

El proyecto, denominado Registros ambientales del cambio global: reconstrucción de cambios recientes (100 años) en el nivel del mar a partir del estudio de sedimentos costeros, nace con la finalidad de establecer con qué velocidad se incrementa el nivel del mar en algunos puntos del país, además, permitirá analizar los cambios ambientales ocurridos en el pasado y plantear previsiones para el futuro.

Participan otros investigadores de la UNAM como Joan Albert Sánchez Cabeza, María Luisa Machain Castillo, Martín Merino Ibarra, además de Alejandro Cearreta de la Universidad del País Vasco, España, así como estudiantes del Posgrado de Ciencias del Mar y Limnología de esta casa de estudios.

“El mareógrafo de Mazatlán funcionó entre las décadas de 1950 y 1970. Desde entonces y hasta el año 2005 su registro está incompleto. Ahora el Servicio Mareográfico de la UNAM, en el Instituto de Geofísica, ha empezado a restablecerlo. Esperamos que nuestros resultados sean complementarios y llenar el vacío antes de su inicio y durante el periodo intermedio”, planteó Ruiz Fernández.

El grupo de trabajo cuenta con amplia experiencia en el área de la obtención de registros ambientales del cambio global, dijo la universitaria, quien reiteró que esta investigación ayudará a analizar los cambios ambientales ocurridos en las zonas de estudio, además de determinar las alteraciones en el nivel del mar en el último siglo.

Los cambios del nivel del mar responden principalmente al deshielo en áreas continentales y la expansión térmica de los océanos debido al calentamiento climático. En cada localidad están afectados por otros fenómenos como los movimientos de la corteza terrestre, la intensidad de las mareas y las corrientes costeras, acontecimientos meteorológicos como nortes y huracanes, además de procesos oceanográficos de gran escala, como El Niño.

Aunque la velocidad de ascenso del nivel del mar es uno de los impactos potenciales más devastadores para las zonas costeras, el conocimiento que se tiene es insuficiente. La ventaja de tener información local confiable en este aspecto que, para tareas de adaptación y mitigación, se tendrán datos reales de la zona y no valores promedio globales.

“En México existen diferencias en las velocidades de incremento del nivel del mar. Para establecer programas de manejo costero con visión de futuro es necesario realizar proyecciones derivadas de datos reales, no de modelos, con mucha incertidumbre”, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-033-2014

El “agua dulce” no es tal, sino de escaso contenido mineral

 
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Gloria Vilaclara Fatjó, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM.
Gloria Vilaclara Fatjó, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM.

6 de abril de 2011

• El líquido del que dependemos para vivir no tiene azúcar, y es destilado por el ciclo hidrológico, que retira sales al agua marina, explicó Gloria Vilaclara Fatjó, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM
• Mientras el agua salada tiene una composición muy homogénea, la otra posee notables variantes en su composición química, que se ven alteradas por la contaminación humana

El “agua dulce”, de la que dependemos los humanos para vivir, no es tal, sino de escaso contenido mineral, explicó la investigadora Gloria Vilaclara Fatjó, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM.

No contiene azúcar, sino una combinación distinta y mucho más heterogénea que la salada, precisó la especialista, quien aclaró que la llamada en inglés freshwater (agua fresca) se conoce en español como dulce.

Porcentaje mínimo

La Tierra debería llamarse agua, pues tres cuartas partes del planeta están cubiertos por ella,con una preponderancia en el hemisferio sur, detalló en la conferencia Las aguas dulces… ¿son tan dulces?, ofrecida en el ICML.

El globo terráqueo se divide en cuatro grandes grupos: atmósfera, biósfera, geósfera e hidrósfera. En esta última, se concentran un millón 350 mil kilómetros cuadrados de agua.

De este enorme volumen, el 97.5 por ciento se encuentra en los océanos y es agua salada.

“Más o menos un tres por ciento está en otro tipo que puede ser salada también. La que consumimos proviene de un volumen sumamente pequeño del planeta. Solo el 2.5 por ciento es dulce (freshwater), la que nos interesa para sobrevivir, y está en los continentes. Un 0.01 por ciento está en áreas superficiales y atmosféricas, que utilizamos en actividades domésticas, agrícolas e industriales”, precisó.

El 2.5 por ciento del agua del planeta tiene una distribución desigual. Se concentra 90 por ciento en los casquetes polares, los glaciares y las masas de hielo.

La dulce está en ríos, lagos, manantiales, lagunas y cascadas. De esa pequeña proporción somos dependientes para sobrevivir, destacó.

El agua dulce que tenemos en los continentes proviene del mar, pero se modifica durante el ciclo hidrológico.

En los océanos llueve menos de lo que se evapora. Esa diferencia entre lo que llueve y se evapora equivale a 40 mil kilómetros cúbicos que anualmente van a los continentes donde, a la vez, es mayor la precipitación a lo que se volatiliza.

Existe una diferencia neta de 40 mil kilómetros cúbicos que regresan al mar. “Ese vapor de agua dejó la sal en el mar, se evapora agua pura, que es la que manda el océano hacia los continentes. Ahí entra a las cuencas y comienza a adquirir iones de las rocas”, explicó.

En el momento en el que llega a los continentes agua del mar, de lluvia, se precipita y, o bien corre en la superficie o se infiltra, empapa humedales y llega a los lagos.

Existen tres procesos que caracterizan a la dulce: la composición de la cuenca geológica (que le da las características iónicas de esa particularidad), el clima local dominante, pues importa qué tanto llueva y qué tanto se evapore y el equilibrio entre ambos procesos; y la influencia antrópica, es decir, asociada con la actividad humana.

La composición química de los flujos continentales depende esencialmente del clima y de la integración geológica de las rocas con las que se asocia. Por ello, esa integración es tan variable, por ejemplo, entre un lago y otro.

“A mayor temperatura hay mayor tendencia a la evaporación. Los lagos más dulces o poco mineralizados están dominados por el dióxido de carbono (CO2) atmosférico”, aclaró.

Mientras el agua marina es rica en sodio, la continental lo es en bicarbonato y calcio, mientras su cantidad de salinidad es variable. “Esta característica del agua dulce es de 0.1 gramos por kilogramo de sodio, en tanto, la salada es de 35 gramos por kilogramo de sodio, en promedio”, precisó.

La investigadora, quien es coordinadora del Posgrado en Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, destacó que aunque la dulce no desaparecerá del planeta, los humanos aceleramos procesos.

“Si no se acaba el agua dulce, sí podemos contaminarla a tal grado que deje de ser útil para nosotros”, advirtió.

Créditos: UNAM-DGCS-202/2011/unam.mx