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Huellas confirman que hubo pterosaurios en lo que actualmente es Puebla, México

 
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Las huellas se encuentran en una pared de arenisca, en la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán.
Las huellas se encuentran en una pared de arenisca, en la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán.

16 de octubre de 2011
• Las marcas fueron halladas en Puebla; es la primera vez que se encuentran pisadas de este tipo de animales en territorio nacional, expuso Raúl Gío, secretario académico del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, de la UNAM
• A partir de estos vestigios es posible reconstruir algunos aspectos físicos y de conducta de estos reptiles alados, añadió Catalina Gómez Espinosa, profesora de Paleobiología en la Facultad de Ciencias

En Puebla, en la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, existe un muro de arenisca que es casi una fotografía de un evento acontecido hace 110 millones de años. En esta pared, que se levanta en medio de un desierto, es posible apreciar 169 huellas grabadas en piedra: unas, de cocodrilos del Cretácico Inferior en plena caza; otras, de tortugas que deambulaban por el lugar, y las últimas son marcas nunca antes vistas en el país, pisadas de pterosaurios —reptiles con alas— que, en algún momento, hicieron una pausa en su vuelo para aparearse en lo que hoy es nuestro territorio.

“Hasta hace poco se sospechaba que estos seres planeaban sobre la zona, pero no había ninguna huella que lo corroborara; de ahí la importancia del hallazgo”, señaló Raúl Gío-Argáez, secretario académico del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, de la UNAM.

El investigador, junto con la profesora Catalina Gómez Espinosa y un grupo de estudiantes de Biología —entre los que se encuentra la tesista Dafne Uscanga—, actualmente trabaja en la zona para sacar a la luz ese antiquísimo retablo que arroja nueva luz sobre un episodio escrito hace millones de años, y sobre la conducta y características de criaturas que hace mucho dejaron de existir.

“Imaginar no es un asunto insustancial nosotros lo hacemos con frecuencia, pero a partir de evidencias”, expuso Catalina Gómez, quien confesó haber pasado muchas horas frente a las huellas, en ocasiones a rapel y en posiciones incómodas, para escudriñarlas y así entender qué intentan decirle, qué le sugiere su distribución.

“Hay mucho que podemos suponer con sólo posar los ojos en esa superficie. Por ejemplo, las pisadas están agrupadas en algunas partes, en otras lucen dispersas. Además, varían en tamaño, lo que nos habla de animales de distintas dimensiones y, algo sumamente extraño, es que éstas nunca se traslapan. Esos son bastantes elementos para imaginar, para intentar reconstruir qué pasó ahí”.

Una mirada al pasado

Hace 110 millones de años, lo que hoy es México se veía muy diferente a como luce hoy día. Gran parte de su superficie estaba sumergida en aguas tropicales, las cálidas olas golpeaban zonas actualmente enclavadas a cientos de kilómetros del mar, y muchas regiones hoy desérticas eran playas donde pululaba la vida.

“Aunque no lo parezca, esta pared de arenisca, en medio del desierto, nos platica que alguna vez hubo aquí un océano”, indicó Gómez Espinosa, quien agregó que pese a lo desconcertante que parezca encontrar huellas en una superficie vertical, como si los animales hubieran caminado sobre una pared, en realidad esto se debe a que, con el tiempo, el movimiento de las placas levantó ese bloque de piedra hasta ponerlo de pie.

“Si sabemos mirar, la Tierra nos cuenta su historia, como en este lugar, del que sabemos fue una costa bañada por el oleaje, aunque ahora esté sembrado de cactáceas. Ese pasado acuático queda revelado a partir de nuestros análisis, pues encontramos capas de ostras, grietas de desecación y un fenómeno llamado laminación cruzada, que se observa en lugares que estuvieron en contacto con el mar”, explicó la profesora de la Facultad de Ciencias.

No obstante, para la especialista en biología evolutiva, lo más revelador son las huellas encontradas, porque a partir de ellas es posible rehacer algo de lo que nadie podría tener memoria, excepto la roca.

“Se trata de un registro icnofósil muy preciso. En este muro vemos pisadas de tortuga, con todo y sus pequeñas garras, muy bien definidas, pero también observamos cocodrilos en plena caza, ¿y cómo lo sabemos? Porque estos reptiles, al desplazarse, dejan justo en el centro de su andar un pequeño surco, producido por su cola al rozar el suelo. Aquí no vemos esa línea delatora, por lo que sabemos que estas trazas las dejaron al correr, algo que hacen al lanzarse sobre una presa”.

Sin embargo, para Gómez, lo más destacado son las impresiones de las extremidades de los pterosaurios, que miden entre 17 y 20 centímetros y que fueron dejadas por seres de talla media (estos reptiles con alas tenían variedades de dimensiones tan pequeñas como las de un gorrión y otras que alcanzaban los dos metros de envergadura, como el albatros).

Las marcas tenían una disposición tan particular, expuso la doctora, que además de ser un testimonio de su tamaño, reproducen todo un ritual de apareamiento.

“En la roca vemos las pisadas de un espécimen masculino rodeado de hembras, lo que nos muestra, en apenas unas cuantas trazas, que estos animales tendían a conformar harenes”.

Buscar, indagar, encontrar, hacer hipótesis es tan sólo parte de ser “detectives del pasado”, como describen tanto ella como Gío a la labor que realizan; por ello, ya preparan una siguiente expedición a la zona para desenterrar nuevas pistas, para desempolvar nuevas historias.

Un hallazgo a la vista de todos, pero visible para pocos

De ser una playa visitada por pterosaurios, 110 millones de años más tarde esta zona es conocida como Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, una región rica en cactáceas, fósiles y animales como el tejón o el venado de cola blanca.

Condiciones como el clima, que apenas permite la agricultura nómada de temporal, han hecho que algunos habitantes se hayan especializado en ofrecer recorridos ecoturísticos y en llevar a los forasteros tras los pasos de los dinosaurios, práctica que los ha vuelto expertos en detectar huellas que un ojo no entrenado pasaría por alto.

Por ello, al localizar un muro cubierto de vegetación, y salpicado de oquedades que parecían hechas por centenas de seres vivos, uno de los habitantes dio aviso del hallazgo, aunque sin mucha suerte, hasta que, en octubre de 2010, llegó un grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencias, comandado por Gío, para realizar prácticas en el lugar.

El lugareño estaba cierto de que eran huellas, pero ignoraba de qué, y aunque informó de esto, quienes iban sólo veían un muro con muchos agujeritos, nada más.

“Conozco el lugar desde 1963, así que al oír el relato intuí que había algo digno de verse. Por ello tomamos camino, nos dirigimos al lugar, y tras limpiar el afloramiento, me di cuenta de la magnitud del hallazgo. A medida que retirábamos la vegetación, aparecían más y más impresiones de patas, hasta superar la centena”, comentó Gío-Argáez, quien supo en ese momento que tenía una ardua labor por delante.

Una pared transformada en ventana al pasado

Debido a que las marcas estaban incrustadas en una pared vertical, lo que se hizo fue sacar un molde con plastilina para, de ahí, obtener una horma de caucho, pues es la única manera de ver cómo eran originalmente las huellas, explicó.

“Este paso es indispensable, porque en el muro es muy complicado apreciar la profundidad y dimensiones de las pisadas, pero con un molde podemos calcular ángulos, distancias entre una marca y otra, obtener una interpretación paleontológica de los organismos y hacer hipótesis de qué hacían las criaturas en ese lugar”.

La pendiente de la superficie, que en algunas zonas es de casi de 90 grados, dificultó la labor, expuso el biólogo; sin embargo, eso no representó un óbice a la hora de realizar su labor, ni que en una de las expediciones se les descompusiera el automóvil, ni siquiera el adverso clima o las temperaturas por encima de los 40 grados centígrados.

“El entusiasmo de los estudiantes, la colaboración de los lugareños e incluso la osadía de Catalina Gómez —que hizo rapel y trabajó suspendida en el aire apenas por una cuerda— es lo que nos ha permitido reconstruir ese escenario”.

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí

En la época en que Raúl Gío estudiaba Biología, allá por los años 60, los catedráticos eran muy enfáticos al decir, “en México nunca hubo dinosaurios”, y su argumento era que en el país no se habían hallado fósiles, ni tampoco huellas.

“Esto era algo que dábamos por sentado, y nos parecía que estos reptiles gigantes eran asunto exclusivo de Europa y demás regiones lejanas; sin embargo, en algún momento se encontró en Michoacán la pisada de un gran herbívoro que había resbalado en el lodo, y todo cambió”.

Al respecto, Gío se dice sorprendido de cómo en 50 años se ha transformado la disciplina en el país, de manera tan acelerada, pues no dejan de aparecer marcas, huesos y fósiles que traslucen una realidad muy distinta y mucho más amplia de la que tradicionalmente se enseñaba en las aulas.

“Tenemos cada vez más elementos que nos hacen replantear preceptos que tomábamos por básicos”, acotó el científico, quien recuerda la emoción que le provocó, como joven, saber que alguien, en algún paraje michoacano, había encontrado evidencias de que un dinosaurio dio un paso en falso y patinó en el fango, “porque eso, súbitamente, nos abrió todo un campo de estudio aquí, en nuestro territorio”.

Al respecto, concluyó, “hasta hace poco había quienes decían que en México no hubo pterosaurios, y lo que acabamos de descubrir en Puebla contradice esa postura. Este hallazgo desmiente muchas cosas y, lo más alentador, es que nos sugiere muchas más. Esperemos a ver qué pasa, a lo mejor estas huellas de reptiles voladores sean tan importantes como las que aquel dinosaurio de Michoacán dejó algún día en el lodo. Sólo el tiempo lo dirá”.

Créditos: unam.mx/boletin/611/2011

Con un georradar e imágenes en 3D, colabora UNAM en la exploración del inframundo teotihuacano

 
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CON UN GEORRADAR E IMÁGENES EN 3D, COLABORA UNAM EN LA EXPLORACIÓN DEL INFRAMUNDO TEOTIHUACANO
• Sergio Gómez Chávez, del INAH, encabeza la excavación de un túnel ubicado debajo del Templo de la Serpiente Emplumada, clausurado hace mil 800 años; al final del pasaje se encuentran varias cámaras, donde pudieran estar los restos de los gobernantes de esa civilización
• Se halla a 14 metros de profundidad, con orientación de oeste a este; de acuerdo a relatos de culturas mesoamericanas, la entrada al inframundo es precisamente en esa dirección
• Con un georradar, Víctor Manuel Velasco Herrera, del IGf de la Universidad, detectó la ubicación del túnel, y con una cámara de video 3D, graba las primeras imágenes tridimensionales del sitio
Científicos mexicanos encontraron, debajo del Templo de la Serpiente Emplumada, un túnel clausurado por los teotihuacanos hace mil 800 años. Ahí, la Universidad Nacional participa con un georradar, que desde la superficie detecta lo que hay en el subsuelo, y con el registro del complejo arqueológico, mediante una cámara de video en 3D.
Con el georradar, que barre con ondas electromagnéticas desde la superficie para detectar materiales y objetos del subsuelo, Víctor Manuel Velasco Herrera, académico del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM, detectó la ubicación de ese pasaje, sus dimensiones y las cámaras al final de éste.
Ese túnel “es una representación del inframundo. Se trataba de un lugar de creación, donde residen las fuerzas telúricas, emanadas de las deidades; el sitio donde se crea y se recrea la vida de forma constante”, consideró Sergio Gómez Chávez, del Instituto de Antropología e Historia (INAH).
El arqueólogo, tras años de dirigir al equipo que ha hecho posible extraer con palas y cubeta más de 200 toneladas de tierra y piedra, también ha encontrado una ruta de símbolos, cuya conclusión serán las cámaras funerarias ubicadas en el extremo del corredor.
Ahora, se avanza en la exploración del túnel, que se encuentra a 14 metros de profundidad, con orientación de oeste a este –de acuerdo a distintos relatos o mitos que compartían diversas culturas mesoamericanas, la entrada al inframundo es precisamente en esa dirección–, con una longitud de 120 metros.
Pero al final, se encuentran varias cámaras, donde pudieran estar los restos de los gobernantes de esa civilización mesoamericana. De confirmarse, será uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del siglo XXI a nivel mundial, consideró.
Rastreo con georradar
En la zona, Velasco trabaja con un georradar que, desde la superficie, detecta lo que hay en el subsuelo. Con este equipo no invasivo, propiedad del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la UNAM, el universitario ha detectado la longitud de la oquedad y el mítico sitio al que conduce.
“Se utiliza desde la superficie del suelo, y emite ondas electromagnéticas para localizar diferencias de materiales”. Así, se han podio distinguir trozos de cerámica, huesos, piedras, agua o huecos del sitio, lo que ayuda a la reconstrucción del túnel y de sus contenidos. Con esa evidencia, se completa la información de los arqueólogos quienes, al excavar, han localizado fragmentos de objetos de ofrendas.
El uso de la tecnología para explorar la zona ha sido fundamental. Por la formación de la ingeniería del sitio vemos que en Teotihuacan hubo un gran conocimiento científico, de matemáticas, geografía, construcción, y de los materiales, que indican que hubo un gran desarrollo, destacó.
Teotihuacan tridimensional
Otra participación de la UNAM en la exploración del Templo de la Serpiente Emplumada consiste en un registro del complejo arqueológico con una cámara de video en 3D.
En el país, esta tecnología se aplica en diferentes áreas de la ciencia y la tecnología. En especial, Velasco la ha utilizado en la percepción remota aeroespacial para el estudio de los cuerpos celestes, del cambio climático, de los huracanes y, ahora, la emplea en la zona arqueológica de San Juan Teotihuacan.
“Generamos los primeros videos tridimensionales de uno de los lugares más sagrados del México prehispánico, como es el inframundo teotihuacano, y próximamente se harán animaciones y recreaciones virtuales del túnel, de su arquitectura, de los restos de cerámicas y otros objetos”, adelantó Velasco.
Uno de los planes, es realizar con ese material un museo o paseo virtual, para dar a conocer este hallazgo a nivel global.
Requieren nuevo equipo
Además de la tecnología 3D, se requiere de una nueva para analizar con detalle las condiciones de las paredes de ese pasaje, “porque sería importante saber si hay fracturas que pudieran poner en peligro la vida de los arqueólogos del INAH, u ocasionar derrumbes como ocurre comúnmente en las minas”, añadió.
“Este equipo es un escáner-láser, y es necesario emplearlo constantemente dadas las condiciones, por lo que sería fundamental que se apoyara a la Universidad para la adquisición de este instrumento, que no sólo se usaría en ese sitio arqueológico, sino en todo el país, para resolver diferentes problemas”, indicó.
El uso de nuevas herramientas ha permitido un encuentro entre el México moderno y el prehispánico, “me parece que solamente si hemos alcanzado un desarrollo científico, somos dignos de encontrar y comprender este hallazgo en San Juan Teotihuacan”.
Además de la importancia arqueológica y del valor cultural, los tehotihuacanos legaron un mensaje: “no cometan nuestros errores o se colapsarán como nosotros”, aseguró Velasco. Esto es relevante, continuó, porque “el estudio de nuestro pasado es fundamental para resolver los grandes problemas que tiene actualmente una mega urbe como la Ciudad de México”.
Víctor Manuel Velasco Herrera, académico del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM, colabora con un georradar en la ubicación del túnel
Víctor Manuel Velasco Herrera, académico del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM, colabora con un georradar en la ubicación del túnel

26 de mayo de 2011

• Sergio Gómez Chávez, del INAH, encabeza la excavación de un túnel ubicado debajo del Templo de la Serpiente Emplumada, clausurado hace mil 800 años; al final del pasaje se encuentran varias cámaras, donde pudieran estar los restos de los gobernantes de esa civilización
• Se halla a 14 metros de profundidad, con orientación de oeste a este; de acuerdo a relatos de culturas mesoamericanas, la entrada al inframundo es precisamente en esa dirección
• Con un georradar, Víctor Manuel Velasco Herrera, del IGf de la Universidad, detectó la ubicación del túnel, y con una cámara de video 3D, graba las primeras imágenes tridimensionales del sitio
Científicos mexicanos encontraron, debajo del Templo de la Serpiente Emplumada, un túnel clausurado por los teotihuacanos hace mil 800 años. Ahí, la Universidad Nacional participa con un georradar, que desde la superficie detecta lo que hay en el subsuelo, y con el registro del complejo arqueológico, mediante una cámara de video en 3D.
Con el georradar, que barre con ondas electromagnéticas desde la superficie para detectar materiales y objetos del subsuelo, Víctor Manuel Velasco Herrera, académico del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM, detectó la ubicación de ese pasaje, sus dimensiones y las cámaras al final de éste.
Ese túnel “es una representación del inframundo. Se trataba de un lugar de creación, donde residen las fuerzas telúricas, emanadas de las deidades; el sitio donde se crea y se recrea la vida de forma constante”, consideró Sergio Gómez Chávez, del Instituto de Antropología e Historia (INAH).
El arqueólogo, tras años de dirigir al equipo que ha hecho posible extraer con palas y cubeta más de 200 toneladas de tierra y piedra, también ha encontrado una ruta de símbolos, cuya conclusión serán las cámaras funerarias ubicadas en el extremo del corredor.
Ahora, se avanza en la exploración del túnel, que se encuentra a 14 metros de profundidad, con orientación de oeste a este –de acuerdo a distintos relatos o mitos que compartían diversas culturas mesoamericanas, la entrada al inframundo es precisamente en esa dirección–, con una longitud de 120 metros.
Pero al final, se encuentran varias cámaras, donde pudieran estar los restos de los gobernantes de esa civilización mesoamericana. De confirmarse, será uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del siglo XXI a nivel mundial, consideró.
Rastreo con georradar

En la zona, Velasco trabaja con un georradar que, desde la superficie, detecta lo que hay en el subsuelo. Con este equipo no invasivo, propiedad del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la UNAM, el universitario ha detectado la longitud de la oquedad y el mítico sitio al que conduce.
“Se utiliza desde la superficie del suelo, y emite ondas electromagnéticas para localizar diferencias de materiales”. Así, se han podio distinguir trozos de cerámica, huesos, piedras, agua o huecos del sitio, lo que ayuda a la reconstrucción del túnel y de sus contenidos. Con esa evidencia, se completa la información de los arqueólogos quienes, al excavar, han localizado fragmentos de objetos de ofrendas.
El uso de la tecnología para explorar la zona ha sido fundamental. Por la formación de la ingeniería del sitio vemos que en Teotihuacan hubo un gran conocimiento científico, de matemáticas, geografía, construcción, y de los materiales, que indican que hubo un gran desarrollo, destacó.
Teotihuacan tridimensional

Otra participación de la UNAM en la exploración del Templo de la Serpiente Emplumada consiste en un registro del complejo arqueológico con una cámara de video en 3D.
En el país, esta tecnología se aplica en diferentes áreas de la ciencia y la tecnología. En especial, Velasco la ha utilizado en la percepción remota aeroespacial para el estudio de los cuerpos celestes, del cambio climático, de los huracanes y, ahora, la emplea en la zona arqueológica de San Juan Teotihuacan.
“Generamos los primeros videos tridimensionales de uno de los lugares más sagrados del México prehispánico, como es el inframundo teotihuacano, y próximamente se harán animaciones y recreaciones virtuales del túnel, de su arquitectura, de los restos de cerámicas y otros objetos”, adelantó Velasco.
Uno de los planes, es realizar con ese material un museo o paseo virtual, para dar a conocer este hallazgo a nivel global.
Requieren nuevo equipo

Además de la tecnología 3D, se requiere de una nueva para analizar con detalle las condiciones de las paredes de ese pasaje, “porque sería importante saber si hay fracturas que pudieran poner en peligro la vida de los arqueólogos del INAH, u ocasionar derrumbes como ocurre comúnmente en las minas”, añadió.
“Este equipo es un escáner-láser, y es necesario emplearlo constantemente dadas las condiciones, por lo que sería fundamental que se apoyara a la Universidad para la adquisición de este instrumento, que no sólo se usaría en ese sitio arqueológico, sino en todo el país, para resolver diferentes problemas”, indicó.
El uso de nuevas herramientas ha permitido un encuentro entre el México moderno y el prehispánico, “me parece que solamente si hemos alcanzado un desarrollo científico, somos dignos de encontrar y comprender este hallazgo en San Juan Teotihuacan”.
Además de la importancia arqueológica y del valor cultural, los tehotihuacanos legaron un mensaje: “no cometan nuestros errores o se colapsarán como nosotros”, aseguró Velasco. Esto es relevante, continuó, porque “el estudio de nuestro pasado es fundamental para resolver los grandes problemas que tiene actualmente una mega urbe como la Ciudad de México”.
Créditos: UNAM-DGCS-309-2011/unam.mx

Avanza investigación multidisciplinaria en Palenque

 
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Templo de las inscripciones (cortesía Francisco Riquelme)
Templo de las inscripciones (cortesía Francisco Riquelme)

1 de abril de 2011
• Los adelantos, en áreas como paleontología, arqueometría, geología y arqueología
• Los mayas utilizaron en sus construcciones rocas con fósiles provenientes de la Formación Tenejapa, del Paleoceno, con una antigüedad aproximada de 60 millones de años
• Están enriquecidas con magnesio y se extraen en forma de lajas; además, tienen propiedades refractarias e hidráulicas particulares, informó Francisco Riquelme, del IGL de la UNAM
• La meta, detectar el uso de fósiles como elemento agregado o materia prima en el estuco del Templo de las Inscripciones

Un equipo multidisciplinario de los institutos de Geología (IGL) y Física (IF) de la Universidad Nacional, e integrantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), registran avances relevantes en las investigaciones en la zona arqueológica de Palenque, Chiapas, en las áreas de paleontología, arqueología, arqueometría y geología.

A partir de los resultados recientes, el grupo ha encontrado que los mayas de ese sitio utilizaron en la edificación de su ciudad rocas provenientes de la Formación Tenejapa, unidad geológica con una edad aproximada de 61 a 65 millones de años, del periodo del Paleoceno.

Consisten en dolomitas y calcitas microcristalinas, enriquecidas con magnesio, que fueron depositadas en una plataforma carbonatada marina. Las características físicas y químicas, así como su extracción en forma de lajas o bloques planos, y su naturaleza refractaria, resistente a ataques de soluciones ácidas, posibilitan su empleo como materia prima en la construcción de edificios y producción de estuco.

José Luis Ruvalcaba Sil, del IF, señaló que, por ello, los materiales se conservan mejor en esa área que en otros sitios mayas, como Calakmul, donde las estelas hechas de elementos calcáreos, que no son ricos en magnesio, se deterioran con el tiempo; su dureza y propiedades mecánicas son muy distintas.

 Martha Cuevas García, Francisco Riquelme y José Luis Ruvalcaba, integrantes del equipo multidisciplinario de los institutos de Geología y Física de la UNAM, y del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Martha Cuevas García, Francisco Riquelme y José Luis Ruvalcaba, integrantes del equipo multidisciplinario de los institutos de Geología y Física de la UNAM, y del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

En la Formación Tenejapa también se han hallado organismos marinos fosilizados, integrados en el estuco. Además, a partir de las labores de prospección paleontológica en distintos afloramientos, dentro y fuera de la zona arqueológica, se ha identificado el posible origen de los fósiles en el entorno geológico que ese grupo humano explotaba para recuperar estos materiales.

Este proyecto, recordó Martha Cuevas García, investigadora del INAH, inició en 2007 en conjunto con el paleontólogo Jesús Alvarado Ortega, del Instituto de Geología, con el objetivo de estudiar los fósiles marinos encontrados en Palenque. “Hay ofrendas que contienen dientes de tiburón, espinas de raya, lajas con peces fosilizados; se han localizado como parte de tumbas, pero también de material constructivo”.

Conocer su procedencia, “porque no sabíamos si eran locales o si venían de otras regiones”, llevó a las instituciones a establecer la colaboración, abundó.

De ese modo, se encontraron y reconocieron los afloramientos fosilíferos, se recuperaron muestras y se compararon. “Así, los paleontólogos universitarios determinaron que los fósiles empleados por los mayas proceden de las mismas formaciones geológicas donde se asienta la ciudad”.

También, era relevante saber si tuvieron otros usos, y la importancia o significado de los mismos para esa cultura, porque fueron depositados en contextos rituales. “Lo primero fue hacer una revisión de los edificios para detectar su empleo como elemento agregado o materia prima en el estuco de los muros de las escaleras que conducen a la tumba de Pakal, en el Templo de las Inscripciones”.

Uno de los objetivos del proyecto es reconocer si los mayas sabían que el sitio donde habitaban, alguna vez fue ocupado por el mar. “Estaban en contacto con un ambiente donde había muchos recursos paleontológicos, que utilizaban en cuestiones prácticas, como la manufactura de estuco, y como componente importante en las ofrendas a sus dioses y muertos”.

A partir de esa evidencia, y de otras como textos epigráficos y escenas iconográficas, se pretende determinar si pueblos mesoamericanos consideraron que el mundo había cambiado, que antes no era como lo conocían, que en el pasado existieron otras eras, creaciones y destrucciones, indicó.

“Aún no podemos confirmar si las características del ambiente y de eventos geológicos tuvieron peso en el desarrollo de sus ideas míticas, en su cosmogonía, y si al encontrar fósiles marinos con tal abundancia pensaron que hubo un mar”, acotó.

Francisco Riquelme, estudiante del posgrado en Ciencias Biológicas de la UNAM, apuntó que los fósiles son evidencia de vida antigua; si se encuentran en un ambiente ajeno al que corresponde su naturaleza (un organismo marino en un entorno continental, por ejemplo) un acto inmediato es cuestionar qué son y por qué están aquí. Aún en grupos tan ancestrales como Neandertal, se puede observar la colecta de fósiles.

Las exploraciones geológicas en Palenque se han efectuado previamente de manera regional, pero sin un trabajo paleontológico detallado como el que se realiza con este proyecto de investigación que, entre uno de sus resultados, muestra que son tres las principales formaciones que cruzan el sitio: La Formación Tenejapa, la Formación Lomut (del Eoceno, con unos 40 millones de años) y la Formación Tulijá (del Mioceno, con aproximadamente unos 25 millones de años).

Cada una de ellas, con una composición litológica característica, que abarca rocas carbonatadas, arcillosas y areniscas con diversos horizontes fosilíferos de ambientes marinos. Al contrastar la roca fuente (o materia prima) con el estuco, se pudo determinar la procedencia de los materiales empleados en el Templo de las Inscripciones.

Para ello, refirió Ruvalcaba, se empleó el acelerador de partículas Pelletron del IF, así como análisis de alta resolución mediante el uso de microscopía electrónica de barrido y microsondas de espectrometrías de rayos X, con equipos de los institutos de Geofísica, de Ciencias del Mar y Limnología, y de Geología.

El objetivo era buscar restos y señales químicas asociadas a la roca fuente y a fósiles de organismos calcáreos, como conchas de bivalvos y gasterópodos, para identificar la materia prima en la producción de los elementos de construcción.

Los resultados muestran fósiles marinos calcáreos incorporados al estuco, y aunque están fragmentados pueden ser identificados. Además, existen huellas químicas que permite asociar la roca fuente a los estratos de la Formación Tenejapa.

“Para esos casos es importante hacer un análisis químico de los elementos marcadores que permitan saber si se utilizaron realmente como material precursor en la preparación de los estucos, o la fabricación de ciertos objetos”.

El Pelletron, abundó el físico, se emplea para hacer estudios más detallados si las cantidades por detectar son muy pequeñas; técnicas como PIXE, son entre 100 y mil veces más sensibles que el análisis con el microscopio electrónico.

En cuanto al trabajo detallado de prospección paleontológica, recordó Riquelme, se ha establecido cada formación y sus edades, los taxones o grupos de animales presentes.

“Se ha realizado una importante labor de peces e invertebrados, que aún continúa. El paleoambiente donde se depositaron estos fósiles representa un ambiente marino restringido, donde ocurren organismos asociados a sistemas arrecifales, una notable presencia de organismos de cuerpos calcáreos como ostras, caracoles, esponjas, corales, además de peces, tiburones, cangrejos, galerías de gusanos, galletas de mar, erizos, incluso restos de manatí”.

Por eso, las conchas de los bivalvos y gasterópodos que se componen básicamente de carbonato de calcio pudieron servir como materia prima en la elaboración de materiales de construcción, abundó el biólogo.

Ruvalcaba resaltó que la empleada en Palenque es una metodología en desarrollo, para una problemática especial de estudio de los fósiles y su presencia en monumentos arqueológicos. Por ello, a partir de su optimización se aplicará a otras partes de la zona y a otros sitios mayas, como Toniná.

Finalmente, Cuevas García señaló que se pretende “comparar con un edificio más temprano que el Templo de las Inscripciones, a fin de ver si se utilizó una ‘receta’ diferente para hacer el estuco. Vamos a muestrear el Templo 20 y el Templo Olvidado”.

Créditos: UNAM-DGCS-193/2011/unam.mx

Los mayas utilizaron, simbólica y físicamente, fósiles marinos en Palenque

 
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Martha Cuevas, Jesús Alvarado, José Luis Ruvalcaba y Francisco Riquelme, muestran una laja de piedra con el fósil de un pez.
Martha Cuevas, Jesús Alvarado, José Luis Ruvalcaba y Francisco Riquelme, muestran una laja de piedra con el fósil de un pez.

30 de junio de 2010
• Esa civilización mesoamericana sabía que millones de años atrás la región que habitaban fue mar, reveló un estudio conjunto de la UNAM y el INAH
• Como símbolos en sus deidades, y como parte del estuco con el que construyeron edificios y templos, 31 fósiles de peces y moluscos, dientes de tiburón y espinas de mantarraya fueron hallados en la zona arqueológica

Un estudio reciente de 31 fósiles marinos descubiertos hace 68 años en la zona arqueológica de Palenque, en Chiapas, comienza a develar un misterio: los mayas sabían que el suelo que pisaban fue, millones de años atrás, un océano inmenso, un sitio marino primigenio al que los muertos regresaban tras su paso por esta vida.

Para integrar su conocimiento de ese ecosistema acuático, incluyeron en las representaciones de sus dioses dientes de tiburón, espinas de mantarraya y fósiles de peces y moluscos, visibles en las paredes y escalinatas de estuco, con el que construyeron edificios y templos, hace más de mil 200 años.

Se trata de una de las conclusiones del trabajo conjunto, que desde 2007, realizan Jesús Alvarado Ortega, del Instituto de Geología (IGl) de la UNAM, y Martha Cuevas García, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Para fortalecer con más miradas científicas su estudio, integraron al grupo multidisciplinario a Francisco Riquelme, estudiante de doctorado del IGl, y a José Luis Ruvalcaba Sil, investigador del Instituto de Física (IF).

Ellos han escudriñado los fósiles marinos mediante análisis que incluyen microscopía de barrido, detección de “huellas químicas” y estudios físicos, para conocer la composición de materiales como huesos y estuco, con pruebas de sonoluminiscencia, fluorescencia y difracción de rayos X, utilizando la técnica PIXE (siglas en inglés de Emisión de Rayos X Inducida por Partículas).

Los cuatro especialistas trabajan con 31 fósiles encontrados en Palenque en 1952, cuando el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier, descubrió en ese sitio el emblemático Templo de las Inscripciones.

Los vestigios fueron hallados principalmente en contextos funerarios; dientes de tiburón y espinas de mantarraya fueron depositados como parte de las ofrendas. La presencia de estos elementos, consideraron los académicos, era una conexión entre sus dos mundos: el marino y el terrenal.

Análisis multidisciplinarios

El paleontólogo Jesús Alvarado explicó que los fósiles pertenecen a varios periodos; los más antiguos corresponden al Paleoceno, de hace 63 millones de años.

Los restos fueron utilizados principalmente con fines rituales durante el periodo Clásico Tardío, entre los años 600 y 850 después de Cristo, cuando seguramente fueron descubiertos por los pobladores de Palenque, acotó.

En tanto, el especialista en peces fósiles, Alvarado, realizó trabajos de prospección paleontológica para cotejar los materiales utilizados en esa zona con las rocas que contenían los fósiles, comprobando que eran los mismos.

“Palenque está construido sobre diferentes formaciones geológicas, que son las portadoras de los diferentes materiales arqueológicos, como rocas que fueron utilizadas para construir la ciudad y que son las que tienen fósiles de peces en sus lajas”, indicó el investigador.

El terreno actual de ese sitio es casi plano, pero sospecha que los pobladores de esa ciudad maya modificaron la estructura de la región al extraer muchas lajas, y fue cuando encontraron los fósiles de 63 millones de años.

Tierra que fue mar

Alvarado explicó que hace cinco millones de años no existía Centroamérica como parte del continente, ni como la línea territorial actual conectada a Sudamérica y Norteamérica.

“Antes, esa zona eran pequeños islotes y formaba corredores que permitían pasar a los organismos vivos; por ello, hay una mezcla singular del norte y del sur, y no es homogénea”, explicó.

El cambio del ecosistema marino al terrestre ocurrió por la dinámica del planeta. Un choque entre la parte norte y sur de América provocó movimientos en las placas tectónicas, que modificaron los niveles continentales respecto al mar, lo que favoreció la formación de una zona territorial intermedia.

De aquel tiempo datan los fósiles de peces, crustáceos, grandes tiburones, mantarrayas y tortugas que dejaron sus fósiles hasta la época maya, para integrarse a una cosmovisión que integró al mar y la tierra.

Este trabajo, reconoció Martha Cuevas, ha permitido realizar análisis multidisciplinarios de los fósiles y reinterpretar el conocimiento que esa cultura tuvo de un pasado marino que integró a su cosmovisión.

“La existencia de esos fósiles nutrió la concepción maya de una ciudad marina asociada al inframundo”, comentó la arqueóloga, y añadió que la idea central del trabajo entre el INAH y la UNAM fue comprobar si el contacto con esos vestigios aportó elementos a su visión del mundo.
Créditos: UNAM. DGCS -392/unam.mx

RESCATAN INVESTIGADORES DE LA UNAM PIRÁMIDE DE TIERRA

 
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El Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la Universidad Nacional Autónoma de México

Foto: UNAM. En La Joya, Veracruz, arqueólogos de la UNAM rescataron una pirámide de tierra.
Foto: UNAM. En La Joya, Veracruz, arqueólogos de la UNAM rescataron una pirámide de tierra.

(UNAM) rescató una pirámide de barro en la Joya de San Martín Garabato, comunidad cercana al puerto de Veracruz, México.

Construcciones como la que rescató el IIA en coordinación con otras instituciones están en peligro de desaparecer, pues se construyeron en zonas que actualmente están en constante expansión y el suelo es explotado para la extracción de barro.

Según los especialistas de la UNAM los vestigios construidos a base de barro permiten descartar prejuicios arquitectónicos, que sostenían de que “en el trópico húmedo la tierra cruda no permitía construcciones elaboradas”

El equipo de arqueólogos de la UNAM que realizó el rescate estuvo a cargo de la doctora Annick Daneels.

En el sitio rescatado hay dos plataformas monumentales de tierra con una altura de entre 10 y 15 metros sobre el nivel de la plaza principal, donde también se ubican la pirámide y el juego de pelota.

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