



BOGOTÁ D. C., 29 de julio de 2016 — Agencia de Noticias UN-
Estos son algunos de los hallazgos de la investigadora Beatriz del Pilar Macías, estudiante de Doctorado en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), quien evaluó el impacto de los proyectos de investigación en malaria, financiados por Colciencias entre 1995 y 2005.En total, se analizaron 20 proyectos incluyendo el número de publicaciones realizadas y las presentaciones en eventos nacionales e internacionales.
Para esto se hizo uso del modelo de investigación en salud payback, un proceso que evalúa cómo se gestaron los proyectos, qué estrategias adelantaron para ser seleccionados en las convocatorias, cuáles son los aportes finales de las investigaciones, cómo son desarrollados (incluidas las problemáticas presentadas en el transcurso de los estudios), los resultados con mayor impacto, si estos influyeron en la generación de nuevas políticas de salud en el país o si atrajeron la atención de inversionistas.
“Cada estudio en salud debe recorrer un camino muy amplio, entre ellos está que los productos deben tener una trasferencia de conocimiento, una implementación y un impacto en salud”, explicó la investigadora Macías.
Así, el 48 % de los proyectos fue de tipo etiológico, es decir, se centraron en estudiar el origen de la enfermedad, sobre todo en ciudades como Medellín y Bogotá. En Cali, entre tanto, el 28 % de las investigaciones estuvieron encaminadas a la prevención y promoción, y un 19 % a intervenciones terapéuticas.
Siete de los proyectos están asociados con productos farmacéuticos y la evaluación de las moléculas. Otros siete analizaron cómo funcionan los parásitos a nivel de huésped y vectores.
En cuanto a prevención de la enfermedad y promoción de vacunas fueron registrados tres proyectos. Uno de estos fue incluido en la categoría de tamizaje de la población, con el fin de detectar la enfermedad sin que presenten signos o síntomas en los individuos. Por último, una de las investigaciones inició el desarrollo de medicamentos farmacéuticos a partir de una planta.
De todas estas, resultaron 46 artículos científicos y dos capítulos de libro.
Aunque cada uno de los proyectos tiene diferentes resultados, entre los más destacados se encuentra la creación de un paquete de software computacional que permite tener los registros de dónde se dan los cambios climáticos que promueven la malaria; las normas de manejo de la enfermedad y un banco de cepas que es de gran importancia, incluso, en el ámbito internacional.
El país también ha desarrollado moléculas que se constituyen en candidatas para la creación de la vacuna, un mapa de los vectores (insectos que pueden transmitir la enfermedad) y cuáles de estos tienen resistencia a ciertos insecticidas.
La Universidad Nacional de Colombia, el Instituto Nacional de Salud y la Universidad del Valle fueron las únicas instituciones que iniciaron sus investigaciones apenas fueron aceptadas, toda vez que cuentan con laboratorios suficientes, investigadores capacitados y líderes con claridad de los procesos.
Sin embargo, aquellos grupos de investigación que trabajaron con vectores tuvieron problemas para acceder a estos organismos por problemas de orden público, que les dificultaba obtener permiso y llevaban a la dilatación de los procesos. A esto se suma que no podía hacer seguimiento a los pacientes, porque en los hospitales no existía un registro constante.
Pese a que tres de los grupos identificaron péptidos o moléculas que fueron sintetizados para hacer los primeros ensayos de nuevos medicamentos, una vez terminada la investigación, no cuentan con la capacidad financiero para continuarla. Debido a esto, muchas de las moléculas deben ser exportadas para que otros países las sigan desarrollando.
“Todo esto nos da un panorama de la capacidad de los investigadores colombianos y los problemas que afrontan durante sus trabajos. Así como las rutas que se deben seguir en futuras investigaciones”, concluyó.