



14 de abril de 2015
Bogotá D. C., Apr. 14 de 2015 – Agencia de Noticias UN – El alcohol, las benzodiacepinas y las fenotiazinas favorecen los delitos sexuales. La estadística nacional en 2013 alcanzó 20.739 víctimas de delitos sexuales, de los cuales 3.554 sucedieron en Bogotá, según Medicina Legal.
Así lo demuestra un estudio de caso con 53 víctimas en Bogotá. El 56,6 % de estas, en su mayoría mujeres, se encontraban bajo los efectos del licor, y el 13,2 % presentaban, adicionalmente, consumo de sustancias psicoactivas. Algunas de estas últimas se hallan en medicamentos como xanax, valium y rivotril, que los delincuentes obtienen pese a los controles de venta.
Esto llevó a Camilo Andrés Castellanos, médico y magíster en Toxicología de la U.N., a vincularse al Grupo Élite de Delitos Sexuales (Gedes), en el que desarrolló su tesis titulada “Sustancias facilitadoras de asalto sexual en víctimas no fatales en Bogotá”.
Durante nueve meses (junio de 2013 a marzo 2014), 24 horas al día y siete días a la semana, estuvo alerta a las denuncias provenientes de centros asistenciales o unidades de medicina legal, en las que se sospechara del uso de sustancias. En ese periodo, analizó 53 situaciones de asalto sexual, que representaron el 28 % del total registrado durante el tiempo de la investigación. Septiembre, con ocho casos, fue el mes de más alto índice.
De acuerdo a la investigación, la mayoría de eventos se presentaron después de actividades recreativas. El 92 % de las víctimas fueron mujeres entre 15 y 24 años, muchas de ellas laboralmente activas y con independencia económica, y otras, estudiantes que frecuentaban sitios públicos.
Para el médico Castellanos, los delitos sexuales se dividen en los abusivos y los de tipo violación. Estos últimos son los más predominantes, sobre todo durante los fines de semana. “En este tipo de delito, no solo se habla de violencia física sino también de la violencia química que pone a la víctima en condiciones de sumisión y en un contexto de no voluntad”, explica el experto.
En consecuencia, el estudio concluyó que el 56,6 % de los casos presentaron consumo de alcohol; el 13,2 %, de alcohol más sustancias psicoactivas; el 2 %, solo sustancias psicoactivas; y el 28 % restante no reportó consumo de ningún tipo. Según el forense, la valoración tardía por el periodo de inconsciencia y por la indecisión de las víctimas al momento de buscar las instituciones de salud hace que estas cifras no sean exactas.
A través de los relatos de las víctimas, impresos en formatos especiales avalados por el comité de ética de la U.N., con el consentimiento de ellas o de sus familiares, el investigador pudo acceder a información en la que la mayoría de personas afectadas afirmaron no recordar lo sucedido, despertar en lugares desconocidos y levantarse con la ropa mal puesta y con dolor en los genitales.
Esta información, exámenes físicos, antecedentes y pruebas de análisis clínicos fueron el insumo para su investigación. Según el trabajo realizado, 3 de cada 10 personas acudieron a centros especializados 24 horas después del evento, situación que va en contra de la evidencia, pues a mayor tiempo, menores posibilidades de detectar sustancias asociadas al hecho delictivo. “El tiempo transcurrido y las nuevas sustancias para las que no hay técnicas de detección también dificultan el trabajo”, advierte el toxicólogo.
Las benzodiacepinas son suministradas por el Estado, por lo cual la Dirección Nacional de Estupefacientes es la encargada de su distribución y comercialización. Para el investigador, los controles con fórmulas médicas y formatos especiales no garantizan que tales productos no lleguen a manos de la delincuencia. Las benzodiacepinas más comercializadas son xanax, valium, rivotril o ativán.
Por su parte, las fenotiazinas son más fáciles de conseguir, en la medida que no son medicamentos controlados y se utilizan en consulta externa y urgencias. Entre ellas se encuentran el largactil y el sinogan.
En general, estos medicamentos tornan más lentas las funciones generales del cerebro y deprimen el sistema límbico (estructuras que dirigen las emociones y el comportamiento), la neocorteza, el cerebelo, los ganglios basales y el resto de zonas.
Finalmente, la burundanga (escopolamina), que produce amnesia y actúa específicamente sobre las funciones encargadas de la memoria, también fue considerada dentro del estudio. Esta, además, genera efectos como agitación, enrojecimiento, alucinaciones o psicosis, que no son muy llamativos para el victimario, pues son difíciles de controlar en las víctimas.