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PROYECTO EN LA UNAM BUSCA CONOCER ACTIVIDADES MUSICALES DE LOS MAYAS

 
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musicamaya16 de julio de 2014

La música es fundamental para entender a los grupos mayas prehispánicos, coloniales y modernos, pues se encuentra asociada a festividades, cultos religiosos, danzas y otras prácticas. Con base en ello, en la UNAM se realiza una investigación encaminada a saber más, desde esta perspectiva, sobre la cultura maya.

Dirigido por Martha Ilia Nájera y Francisca Zalaquett, del Centro de Estudios Mayas (CEM) del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL), el proyecto Universos sonoros mayas proponeuna comprensión integral a través del estudio de los instrumentos y registros escritos relativos a sus actividades musicales, destacó Guillermo Bernal Romero, también del CEM.

Su contribución consiste en encontrar esas evidencias, pero “no es sencillo si consideramos que no son tangibles, pues no se conservan arqueológicamente, a menos que queden instrumentos como flautas o tambores, empleados para crear ambientes sonoros y de armonías”.

La ejecución de obras o piezas de esa época no se pueden reconstruir íntegramente porque se perdieron con el paso del tiempo; sin embargo, a veces hay fuentes de información importantes como los murales o textos glíficos, aseguró. El estudio acústico de silbatos, ocarinas e instrumentos de percusión prehispánicos también es una línea esencial de indagación.

Entonces, este aspecto novedoso es lo que se pretende tomar en cuenta en el proyecto; con ello, se podría cubrir un vacío que es importante documentar como parte de la comprensión integral de esta cultura, recalcó.

También, explicó que existen referencias glíficas a la música –ejemplo de ello son los nobles que ostentaban el título k’ayo’om, “cantor”– y también representaciones iconográficas, como los murales de Bonampak, que contienen imágenes de músicos y danzantes, así como textos que los identifican. Es una especie de orquesta maya del periodo Clásico y ahí se vislumbra su participación en los festejos de una victoria militar del gobernante local Yajaw Chan Muwaan.

“Dentro de las inscripciones glíficas encontramos consonancias rítmicas; se trata de eufonías o efectos sonoros agradables del lenguaje, es lo que comúnmente llamamos rimas. Esto es importante porque al leer los textos glíficos en su lengua original reconocemos la información acerca de los actores, las deidades o los asuntos tratados, y es posible observar que a veces están pensados o diseñados como piezas literarias que buscan armonías sonoras. Por ejemplo, el texto de las orejeras del gobernante K’inich Janaab’ Pakal tiene ritmo y consonancia eufónica”, resaltó.

Ahora podemos observar que los textos mayas no sólo tenían una intención informativa, pues también promovían ciertas consonancias sonoras fónicas. Estas evidencias provienen no de instrumentos musicales, sino de la lectura directa de los textos glíficos y es lo que pretendemos recuperar con este proyecto, enfatizó.

Los escritos de estudio se encuentran en sitios como Bonampak, Copán, la zona del Río de la Pasión y las inscripciones de Palenque, aunque todavía se deben tratar algunos aspectos de los del norte de Yucatán, Chichén Itzá, que también tienen cualidades de este tipo, precisó.

Bernal Romero señaló que ésta es una investigación interdisciplinaria donde analizan cuestiones de epigrafía, “pero hay otros colegas que abordan aspectos como la etnografía, la historia, la arqueología, la física acústica y, desde luego, la musicología”.

No se trata de poner todos los textos, porque no todos tenían esa intención, pero sí examinar los más claros. La idea es contar con un corpus de expresiones glíficas que expliquen con mayor detalle ciertas longitudes de rimas, preferencias de consonancias, elementos más finos que le den un carácter más estructurado o científico a esta contribución, concluyó.

Créditos:UNAM-DGCS-410-2014

DESCUBREN ESCALERA JEROGLÍFICA EN LA ZONA ARQUEOLÓGICA DE EL PALMAR, EN CAMPECHE

 
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Un grupo de arqueólogos descubrió una escalera jeroglífica en la zona arqueológica de El Palmar, al sur de Campeche.
Un grupo de arqueólogos descubrió una escalera jeroglífica en la zona arqueológica de El Palmar, al sur de Campeche.

11 de mayo de 2011

• Octavio Esparza Olguín, de la maestría en Estudios Mesoamericanos de la UNAM, dijo que, hasta el momento, sólo se han reportado 25 asentamientos con vestigios de este tipo en toda la zona maya
• Cuenta con más de 100 bloques de inscripciones acerca de las cuestiones dinásticas del sitio, e incluye una lista de sus señores o gobernantes

Un grupo de arqueólogos, en el que participó Octavio Esparza Olguín, de la maestría en Estudios Mesoamericanos de la UNAM, descubrió una escalera jeroglífica en la zona arqueológica de El Palmar, al sur de Campeche, de las que hasta el momento sólo se han reportado alrededor de 25 asentamientos con vestigios de este tipo en toda la zona maya.

El hallazgo, considerado espectacular por el universitario, cuenta con aproximadamente 105 bloques de inscripciones jeroglíficas que registran una historia amplia del sitio, en torno a sus cuestiones dinásticas, e incluye una lista de sus señores o gobernantes.

Esparza Olguín reveló que, a diferencia de la mayoría de las escaleras que se ubican en otras áreas de esta cultura, reportadas en las zonas monumentales, junto a los edificios más grandes, la de El Palmar se localiza en un grupo secundario o periférico pequeño, a un kilómetro del núcleo del asentamiento, “lo que la hace más sorprendente”.

También documentan contactos entre esta ciudad con otros sitios mayas importantes como Copán, en Honduras, que albergó una dinastía muy poderosa, pero que está muy alejado de El Palmar, y Calakmul, en el sureste de Campeche.

Se conoce que hubo grupos de elite dentro de esta ciudad que no residían en la región núcleo, sino que se ubicaban en otras partes del asentamiento, más lejos. No obstante, por tener cierto contacto con el linaje, sobre todo de parentesco, los gobernantes les hacían monumentos espectaculares, explicó Octavio Esparza.

El sitio donde se localizó la escalera, añadió, puede ser que se tratara de un espacio que albergó a señores del mismo linaje del gobernante, que residían en grupos arquitectónicos más alejados, pero que no por eso, dejaban de ser importantes. Esa estructura podría ser una especie de regalo u obsequio de la elite de poder hacia alguna jerarquía subordinada que estuviera en la periferia.

El monumento en el que se ubica es de 10 metros de largo, por 10 de ancho y tres de altura, “lo que también es raro, porque es una estructura pequeña; sus dimensiones no son espectaculares como en otros casos, pero es una escalinata que está completamente en orden; las secuencias son lógicas y no fueron removidas de otro lado”, sostuvo.

Octavio Esparza Olguín, de la maestría en Estudios Mesoamericanos de la UNAM.
Octavio Esparza Olguín, de la maestría en Estudios Mesoamericanos de la UNAM.

El maestrante en el Programa de Posgrado en Estudios Mesoamericanos, del Instituto de Investigaciones Filológicas y de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, recalcó que el estado de conservación es variado. Hay bloques de seis hiladas o hileras de piedra; las primeras cuatro, se mantienen bien, o al menos en forma regular, y la situación de las dos últimas, que estaban más expuestas, es de deterioro.

Hay fragmentos de la inscripción imposibles de restituir o ver. Aún así, algunas de ellas todavía muestran pequeñas partes, útiles para determinar cómo pudo ser la secuencia original de esas dos hileras, admitió Esparza Olguín.

No obstante, el especialista reconoció que el descubrimiento fue fortuito. En realidad, el dueño de una de las parcelas donde se localiza avisó que había encontrado unos “pedazos” o “banquitos de piedra que tenían como dibujos o cositas”. “Fuimos a ver de qué se trataba y descubrimos que eran los bloques de una escalera jeroglífica”, apuntó.

“Fue algo indescriptible, porque nunca nos esperamos este tipo de monumento. Es una alegría enorme porque es una estructura que difícilmente se puede encontrar, pero el hecho de que me haya tocado vivir el momento desde que se descubrió, la exploración, hasta la investigación, ha sido increíble”, consideró.

En este trabajo también colaboró Vania Pérez, estudiante del mismo programa de posgrado; Kenichiro Tsukamoto, director del proyecto y arqueólogo que realiza su doctorado en la Universidad de Arizona, y Javier López Camacho, codirector y profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, entre otros.

Décadas en la oscuridad

El Palmar es una zona conocida desde 1936, y la registró Eric Thompson, mayista inglés. Desde entonces, se decía que era un área importante, porque contaba con ruinas grandes y una cantidad importante de monumentos. Sin embargo, Thompson estuvo ahí sólo un par de semanas.

Posteriormente, el arqueólogo Carlos Brokmann realizó una temporada de campo en El Palmar, que se extendió de diciembre de 1996 a marzo de 1997. En ese periodo, implementó trabajos de prospección y excavación.

Finalmente, por iniciativa de Kenichiro Tsukamoto se inició este proyecto e invito a Octavio Esparza y otros colegas a colaborar en él. La primera temporada de campo se efectuó en 2007, desde entonces, se labora en la zona, cerca de otras importantes como Calakmul y Uxul, concluyó.
Créditos: UNAM-DGCS-278-2011/unam.mx