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Anomalías del cerebro podrán verse en 3D

 
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El avance se viene desarrollando en la Escuela de Mecatrónica de la Facultad de Minas de la UN.
El avance se viene desarrollando en la Escuela de Mecatrónica de la Facultad de Minas de la UN.

23 de mayo de 2012

Expertos en eléctrica y automatización localizarán y “dibujarán”, con mayor exactitud, los problemas neuronales, gracias al desarrollo de algoritmos que transforman señales eléctricas en imágenes.

En la actualidad, la electroencefalografía (EEG) es el método usado con mayor frecuencia para conocer la actividad eléctrica de este poderoso y entramado “procesador” natural, que ejecuta las funciones especializadas de nuestra vida diaria.

El problema, según coinciden los miembros del Grupo de Automática de la UN en Medellín (Gaunal), es que con dicho procedimiento no se puede extraer suficiente información sobre lo que pasa dentro de la intrigante “cabina de pilotaje” que es el cerebro.

Lo que hace la EEG es captar las señales de las neuronas a través de electrodos dispuestos sobre el cuero cabelludo del paciente. Los datos son trasferidos a una máquina que, luego del respectivo procesamiento computacional, imprime unas curvas de movimiento, similares a las de los sismógrafos para detectar temblores de tierra.

Si bien la técnica es útil, tiene bastantes limitaciones debido a que algunas señales son casi indescifrables para los especialistas, en la medida en que indican que algo anda mal, pero no precisan ni qué ni dónde.

Una “foto” con señales

Los expertos de la UN diseñaron un método que aprovecha los reportes de la EEG y los transforma en imágenes detalladas, en tercera dimensión (3D), de la zona del cerebro en crisis.

Para entender mejor cómo funciona la conversión de las señales en figuras inteligibles, José David López, investigador principal del proyecto, pone como ejemplo la forma en que se detecta la actividad sísmica.

“Cuando hay un temblor, diversos sensores instalados en la superficie alrededor de la Tierra se activan y cada uno mide una potencia de energía diferente, lo que hace posible triangular la ubicación original, de la misma forma como lo hacen los sistemas de posicionamiento satelital”, explica.

De manera similar se aprovechan y analizan las señales de energía de las neuronas, obtenidas mediante el encefalograma, con el fin de determinar la anchura, la longitud y la profundidad de las ondas emitidas. Para ello se acude a fórmulas matemáticas y algoritmos especializados, que permiten reconstruir en imágenes 3D la actividad cerebral en el sitio afectado.

El director del Gaunal, Jairo Espinosa, especifica que con el electroencefalograma se adquiere la intensidad eléctrica mientras las neuronas trabajan, pero esa señal es material en bruto, “como un ruido”, que se debe descifrar. El trabajo de los ingenieros de la UN consiste en encontrar la coherencia entre ese conjunto de frecuencias y localizar la región que provoca la actividad anormal en ese momento.

Una vez se tienen las imágenes es posible detectar problemas diversos (como párkinson, lesiones en la médula espinal, derrames y falencias auditivas), así como revelar el comportamiento cerebral para hacer estudios de drogas y de la epilepsia.

El reto es concretar el método preciso con un software médico que tome las “fotos” del comportamiento tridimensional del cerebro. El proyecto cuenta con el acompañamiento de centros de neuroimágenes de Inglaterra y Bélgica que han desarrollado técnicas para problemas de este tipo.

Los expertos agregan que el objetivo es aprovechar un poder computacional mucho mayor que el de la actualidad, con algoritmos que se encarguen de hacer la reconstrucción del lugar deseado, para que luego el computador tome esa información y la organice en forma de datos.

Ellos también están incursionando en la ubicación de focos epilépticos o regiones de la corteza cerebral responsables de las crisis. “De allí surgen enfermedades crónicas, dado que se manifiestan con ataques recurrentes de descargas eléctricas, excesivas o breves, de grupos de células”, explican.

López, experto en automatización, resalta: “no hay que estar dentro del cerebro para medir su actividad eléctrica y magnética, sino que lo medimos desde afuera y elaboramos imágenes que cualquiera pueda entender. Queremos ser lo menos invasivos posible”.

Beneficio de alto impacto

Según datos de la organización Mundial de la Salud (OMS), en el planeta hay aproximadamente 50 millones de personas con epilepsia. Lo preocupante es que de esta enfermedad derivan diversas alteraciones físicas que llevan a problemas psicosociales, por lo cual es necesaria una detección óptima y oportuna de los males.

El doctor Gareth R. Barnes, del Centro de Neuroimágenes de la University College London, señala que cada vez más neurólogos están siendo entrenados en estas técnicas, que ahorran tiempo y dinero al determinar patologías y procedimientos.

El experto británico resalta que el procedimiento desarrollado en la UN no es invasivo. Por ende, se pueden evitar cirugías innecesarias: por ejemplo, cuando se elige dónde poner las mallas de EEG intracraneales, en casos de epilepsia se pueden ubicar sin necesidad de remover gran parte del cráneo. Así, se evitará la remoción amplia de regiones del cerebro y solo se extraerá el foco afectado.

Sobre este aspecto, un informe de la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias (AETS), de España, explica que cuando se detecta un foco epiléptico este “debe estar localizado en una región cuya exéresis (escisión quirúrgica de una parte inútil o perjudicial) no tenga como consecuencia un déficit neurológico y neuropsicológico responsable de incapacidad o de alterar la vida cotidiana del paciente”. Pues uno de los riesgos con las operaciones es remover neuronas sanas que mantienen funciones benéficas.

El estudio de identificación de señales que desarrolla el Grupo de Automática, desde hace tres años, se adelanta en asociación con el Hospitalito Infantil de Manizales y el Instituto de Epilepsia y Párkinson del Eje Cafetero, que efectúan operaciones para remover lesiones epilépticas. Estos serán potenciales implementadores del importante adelanto científico de la UN en Medellín.

Créditos: agenciadenoticias.unal.edu.co

Los disparos sísmicos, fenómeno en investigación

 
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¿Puede un terremoto como el ocurrido el año pasado en Chile producir un movimiento telúrico en Japón?
¿Puede un terremoto como el ocurrido el año pasado en Chile producir un movimiento telúrico en Japón?

23 de septiembre de 2011

Agencia de Noticias UN – ¿Puede un terremoto como el ocurrido el año pasado en Chile producir un movimiento telúrico en Japón? Sí. Este fenómeno se llama disparo sísmico.

De acuerdo con las investigaciones de varios institutos en el mundo que estudian estos movimientos de la Tierra, lo que sucedió en el 2010 ocurrió también en el 2002 cuando un terremoto en Alaska, de magnitud 7.9 en la escala de Richter, afectó toda la costa occidental e incluso el centro de Estados Unidos, donde se incrementaron los registros sísmicos durante días y semanas.

Otro caso ocurrió en el año 2005, cuando las ondas sísmicas se desplazaron desde Sumatra (Indonesia) hasta Alaska, donde un volcán se activó por culpa de un sismo ocurrido a más de 11.000 kilómetros de distancia.

“Los terremotos ocurren en las fallas geológicas en un sitio al que llamamos foco o epicentro. A partir de allí, las ondas símicas son radiadas esféricamente y tienen la capacidad de meterse por todo el planeta, por el manto, por el núcleo hasta la corteza. Las que lo hacen por el interior del planeta se llaman ondas de cuerpo y las que van por fuera, ondas superficiales. Estas últimas, debido a su larga trayectoria, pueden afectar algunas zonas críticas”, agregó John Jairo Sánchez, profesor del Departamento de Geociencias de la UN.

“Este es un tema que se está investigando con mucho interés porque puede tener implicaciones en amenazas sísmicas. Si una región solo necesita un pequeño cambio para producir un terremoto, estas ondas lo pueden producir”, explicó el experto.

Aún se está estudiando si el terremoto en Japón ocurrido en marzo de este año produjo esta clase de fenómeno en otros lugares distantes.

A pesar de los casos documentados, aún es arriesgado decir que un sismo grande dispare otros sismos grandes en el planeta, solo el tiempo lo dirá.

Créditos: agenciadenoticias.unal.edu.co

EN MÉXICO DEBE CONSIDERARSE LA POSIBILIDAD DE TEMBLORES CON TSUNAMIS

 
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Carlos Valdés González, jefe del Servicio Sismológico Nacional, adscrito al Instituto de Geofísica de la UNAM.
Carlos Valdés González, jefe del Servicio Sismológico Nacional, adscrito al Instituto de Geofísica de la UNAM.

1 de mayo de 2011

• En la historia sísmica del país hay registros de maremotos en las costas del Pacífico, refirió Carlos Valdés González, jefe del SSN, adscrito al IGf de la UNAM
• El evento del 7 de abril fue muy profundo y ocurrió a 167 kilómetros, lo que aminoró el movimiento en la superficie; debemos estar preparados, pues no es factible detenerlos ni predecirlos, dijo

En México, un país sísmico, debe considerarse que varios de estos fenómenos vienen acompañados de olas muy grandes, especialmente en la costa del Pacífico, advirtió Carlos Valdés González, jefe del Servicio Sismológico Nacional, adscrito al Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.

“Después de ver la tragedia de Japón, observamos que el tsunami fue devastador; en una nación altamente preparada no consideraron que podía ser tan grande. Aquí, también los temblores en la costa, por su mecanismo y tipo de subducción, producen grandes olas”, señaló Valdés en entrevista.

Eventualmente, podemos tener un temblor fuerte en México. Enfrentamos movimientos un poco mayores y debemos estar preparados, pues no es factible detenerlos ni predecirlos, consideró.

El terremoto de 1985, en la Ciudad de México, produjo un tsunami en la costa del Pacífico; mientras que uno ocurrido en 1932, frente a las costas de Colima y Jalisco, también originó que el agua entrara por la playa para arrasar con lo que encontró a su paso. “Además, Colima tuvo otro en 1995, en la zona conocida como La Manzanilla. En el Pacífico han ocurrido varios de este tipo”, añadió.

En los litorales mexicanos se han creado desarrollos turísticos en los que deben revisarse las estructuras y contar con planes de protección civil. Una de las acciones efectivas es que los residentes, si sienten un sismo fuerte, busquen resguardo en sitios altos o alejados de la ribera, recomendó.

Actualmente, en las playas mexicanas se comienza a trabajar para marcar los límites en las costas y evitar tragedias. “El efecto del agua es brutal. Si algo aprendimos es el concepto de tsunami, que no es una ola, sino una lámina de agua, que entra con un paso no muy rápido, pero nada la detiene”, explicó Valdés.

El sismo del 7 de abril

El pasado 7 de abril ocurrió en México un sismo que no causó mayores daños, pero se sintió en varias regiones del país. “Fue importante, de magnitud 6.7, y profundo para las características del territorio. Típicamente, en el Pacífico hablamos de sismos de 40 kilómetros de profundidad, y el del 7 de abril tuvo una profundidad de 167 kilómetros. Su potencial disminuyó por eso, y sus movimientos fueron fuertes, pero de poca duración”, indicó.

El epicentro, ubicado en Las Choapas, Veracruz, se sitúa a sólo 12 kilómetros de Oaxaca, cerca de la frontera con Chiapas. “Hay un punto donde se tocan los tres estados, pues Tabasco también está cerca. A ese sitio se le conoce como Zona del Istmo, y ahí son comunes los temblores de este tipo”, acotó.

Aunque provocó sorpresa que el epicentro fuera en Veracruz, el experto recordó que apenas el 25 de febrero hubo otro sismo en esa entidad, aunque de menor magnitud, y se sintió en Villahermosa y Tuxtla Gutiérrez; en el DF, apenas se percibió.

En general, los que vienen de la costa del Pacífico son más someros y su duración es mayor, con magnitud de alrededor de 7.5. El evento telúrico de abril es un recordatorio que el nuestro es un país sísmico, y que eventualmente, puede tener un movimiento fuerte, como el de 1957, que provocó la caída del Ángel de la Independencia; como el de 1979, que derribó tres edificios de la Universidad Iberoamericana, o como el de 1985, denominado de “la Ciudad de México” por los daños causados en la urbe.

Finalmente, el universitario recordó que aunque el 7 de abril hubo microsismos en varios estados del país y uno fuerte en Japón, no hay indicios científicos de alguna relación entre ellos. “El fenómeno natural no cambia, los temblores no son más grandes ni más frecuentes; el desastre lo causa el ser humano, con zonas más habitadas, industrias, plantas nucleares y sobrepoblación en sitios de riesgo”.
Créditos: UNAM-DGCS-254-2011/unam.mx

Urge ampliar las redes de detección sísmica nacional

 
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En México, la red sísmica tiene menos de 50 estaciones, mientras que regiones como California, en Estados Unidos, cuenta con más de mil, señaló Shri Krishna Singh, investigador emérito del IGf.
En México, la red sísmica tiene menos de 50 estaciones, mientras que regiones como California, en Estados Unidos, cuenta con más de mil, señaló Shri Krishna Singh, investigador emérito del IGf.

6 de junio de 2010

• Un anillo de sensores a 300 kilómetros de la Ciudad de México sería eficiente y barato para fines de alertamiento a la urbe, dijo Shri Krishna Singh, investigador emérito del Instituto de Geofísica
• En una conferencia magistral, el académico de la UNAM añadió que el Sistema de Alerta Sísmica actual tiene fallas y cobertura limitada

Durante el terremoto de 1985, la Red de Acelerógrafos era una de las más avanzadas del mundo; pero actualmente, México tiene rezagos en la instrumentación sísmica, advirtió Shri Krishna Singh, investigador emérito del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.

“Se requiere ampliar la cobertura de detección con sismógrafos, acelerógrafos, más equipos de banda ancha —como los instalados en territorio nacional a partir de 1990—, pero también con Sistemas de Posicionamiento Global (GPS) y aditamentos portátiles que generen datos de forma rápida en cualquier región afectada”, añadió.

La red sísmica nacional tiene menos de 50 estaciones, mientras que regiones como California, en Estados Unidos, cuenta con más de mil, dijo en la conferencia magistral Sismología en México: avances y perspectivas.

En un país de temblores, la instrumentación es fundamental para la detección de los movimientos telúricos grandes, medianos y pequeños, que además de aportar información en tiempo real, útil para la sociedad y organismos de protección civil, permita profundizar estudios sobre el origen, tipo y trayectoria en zonas específicas del planeta, acotó el científico, nacido en la India y nacionalizado mexicano.

En el auditorio Tlayolotl del IGf, lleno a su capacidad máxima por estudiantes y académicos, Singh propuso instalar un anillo de sensores a 300 kilómetros del Distrito Federal, que sería eficiente y barato para fines de alertamiento temprano para la ciudad.

Así se ampliaría la cobertura de detección sísmica para la región más poblada del país, y permitiría la estimación rápida de la intensidad esperada en el Valle de México.

Recordó que en las zonas blandas en esa área, un movimiento telúrico se amplifica entre 100 y 500 veces, mientras en las zonas duras, la amplificación es de 10.

El investigador del Departamento de Sismología del IGf, destacó que por años, en México han habido avances, pero también existen rezagos. “La red de acelerógrafos del Instituto de Ingeniería de la UNAM, ha crecido y aportado información para nutrir cientos de artículos científicos en todo el mundo, pero aquí, la comunidad de sismólogos es todavía muy pequeña, y necesitamos más especialistas para ampliar los estudios y análisis de los datos de la red”, reconoció.

Alerta sísmica deficiente

El ingeniero de minas y doctor en ciencias de la ingeniería, consideró que el sistema de alerta sísmica actual tiene varias deficiencias. “Su cobertura es limitada, utiliza un algoritmo de detección que tiene fallas para registrar la magnitud, y la alerta responde a la magnitud, cuando podría funcionar con base en la aceleración esperada en el Valle de México”, explicó.

También, sugirió utilizar sensores y GPS a lo largo de las costas para desarrollar una alerta de tsunamis, con parámetros deseables, como el tamaño de la falla, su ubicación y la energía radiada.

Sismólogo precursor

Singh ha sido fundamental para acercar a dos áreas de la investigación en México: la sismología y la ingeniería.

Durante su trayectoria de cuatro décadas de trabajo científico, ha estudiado las fuentes de los temblores, propagación, atenuación y amplificación de las ondas por efectos locales, estructura cortical de la Tierra, tsunamis y estimación de movimientos del terreno durante futuros movimientos.

Entre sus aportaciones, destacan el descubrimiento de que la pequeña y joven Placa de Rivera es capaz de producir grandes terremotos, como el ocurrido en la interfaz entre esa placa y la de Norteamérica, que produjo un gran temblor en Jalisco, en 1932.

Precursor de la llamada Escuela Mexicana de Sismología, Shri Krishna Singh ha impulsado las redes de detección sísmica nacional, que genera registros de utilidad para sismólogos de todo el mundo.

En la UNAM, ha dirigido el Departamento de Sismología del IGf, y ha sido asesor del Instituto de Ingeniería.

A nivel nacional, ha sido asesor del Centro Nacional de Prevención de Desastres, y de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias, donde participó en estudios de seguridad sísmica de la planta de Laguna Verde. Es integrante del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia, y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.

Distinguido por el gobierno de la República con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, también ha recibido la medalla Manuel Maldonado, de la Unión Geofísica Mexicana; el Premio Universidad Nacional, en el área de Innovación Tecnológica y Diseño; el Reconocimiento Especial de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica, y la Medalla Luis Esteva Maraboto.
Créditos: UNAM. DGCS -338/unam.mx