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DESARROLLAN EN LA UNAM SISTEMA PARA ATENDER FRACTURAS DE TIBIA

 
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SONY DSC04 de agosto de 2014

En la UNAM, un equipo multidisciplinario del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET) desarrolla un sistema para asistir por computadora a los médicos en intervenciones de meseta tibial, basado en el uso de imágenes de ultrasonido médico.

Esta técnica es útil para diagnosticar e intervenir la anatomía humana y como herramienta de apoyo en las operaciones, explicó Fernando Arámbula Cosío, del Laboratorio de Imagenología Biomédica, Física y Computacional de esa entidad.

Es seguro, no causa efectos secundarios en los pacientes, es flexible y el costo es bajo en comparación con otras modalidades. La generación, adquisición y análisis de imágenes obtenidos por computadora pueden aplicarse en cirugía, diagnóstico clínico y rehabilitación, detalló.

Previo a la reciente Copa Mundial, jugadores de las selecciones, como el mediocampista mexicano Luis Montes, el fantasista italiano Riccardo Montolivo o el goleador colombiano Radamel Falcao, perdieron la oportunidad de participar en la justa por lesiones en sus rodillas y la más frecuente fue la fractura de tibia.

Esto se observa en deportistas que reciben golpes directos en la zona o en personas que han sufrido accidentes de tránsito. En algunos casos, la lesión requiere cirugía para colocar tornillos o placas metálicas a fin de fijar el hueso en su sitio.

El sistema

Arámbula Cosío expuso que en la cirugía se colocan tornillos o placas metálicas para fijar el hueso en su sitio, para que la superficie de la meseta tibial quede plana, porque los bordes causan desgaste y dolor, explicó.

La idea es apoyar este proceso mediante computadora. En la reconstrucción ofrece la posibilidad de monitorear la tibia del paciente y, posteriormente, determinar la posición final de los huesos fracturados. Incluye un programa de planeación, subrayó.

El software requiere una tomografía de la rodilla fracturada, utilizada para simular la intervención, a fin de diseñar un plan de acuerdo a cada caso. El gráfico obtenido en la computadora se alinea con los estudios de la lesión en la mesa de operaciones, detalló.

Con el ultrasonido se muestrean los puntos de la superficie a operar y se obtiene el modelo completo. El proyecto registra avances relevantes, concluyó.

créditos: UNAM-DGCS-441-2014

DESARROLLAN EN LA UNAM RECUBRIMIENTO BIOCOMPATIBLE PARA PRÓTESIS DE BAJO COSTO

 
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recubrimientobiologico28 de julio de 2014

Un equipo científico encabezado por Sandra Rodil, del Instituto de Investigaciones en Materiales (IIM) de la UNAM, desarrolla un recubrimiento para implantes metálicos que mejore las propiedades de interacción a nivel celular, promueva el crecimiento del hueso, inhiba la adhesión de bacterias y sea de bajo costo.

Luego de pruebas con diversos materiales, los mejores resultados se han obtenido del óxido de titanio, el más resistente a la corrosión y el más conveniente para interactuar con un medio biológico, explicó la secretaria Técnica de Formación de Recursos Humanos del IIM.

La científica señaló que casi todos los implantes para sustituir hueso requieren ser de metal, porque tiene las propiedades mecánicas más adecuadas. No obstante, los que poseen una respuesta de biocompatibilidad y que, por lo tanto, son de uso médico, son sólo tres: las aleaciones de titanio, el cobalto-cromo y el acero inoxidable.

A escala mundial ha ganado terreno el titanio, aunque México no es un productor del metal y ni siquiera de los implantes, por lo que son extremadamente caros. Para obtenerlos, “dependemos de la importación”.

Ante ese panorama “la idea es buscar una alternativa, un metal o sustrato como el acero inoxidable, que sí se produce en el país, para fabricar los implantes y luego colocarles un recubrimiento, una especie de ‘pintura especial’ que les brinde las mejores propiedades de biocompatibilidad y resistencia a la corrosión, y con el que las células interaccionen bien y permita su funcionamiento idóneo”.

Hemos estudiado diferentes óxidos metálicos, como los de circonio, tantalio y niobio. “Analizamos desde la resistencia a la corrosión que proveen, hasta la interacción con células, bacterias e, incluso, con proteínas”, resaltó la universitaria.

Esto porque al colocar un implante el primer fenómeno que se presenta es una adsorción de proteínas en su superficie. Luego interaccionan las células y las bacterias, aunque aquí se pretende que las primeras sean las que empiecen a poblar la superficie de la prótesis y produzcan hueso nuevo para consolidar la unión.

Al respecto, Rodil indicó que también estudian el proceso por el cual las células se diferencian hasta convertirse en un osteoblasto. “Las mesenquimales son las que pueden diferenciarse a otros fenotipos, una especie de ‘célula madre’ en donde ella, en interacción con el medio, decide hacia qué tipo cambiar. Queremos que produzca hueso”.

Los resultados de esta investigación básica han mostrado que el óxido de titanio es el más atractivo, el que tiene una mejor respuesta. Por ello, los esfuerzos universitarios se enfocan a mejorarlo, hasta lograr que una pieza de acero inoxidable recubierta con aquel sea igual que una de titanio, pero más económica.
Entonces, ese metal no resulta tan caro, porque las capas son muy delgadas –máximo 100 nanómetros de espesor– y no requieren ni el 10 por ciento de lo que necesitaría una pieza sólida, abundó la experta.

Su obtención se realiza con la ayuda de una síntesis con métodos asistidos por plasma: mediante un bombardeo con iones, se arrancan átomos de titanio de un material puro y se recolectan como una película sobre el sustrato.

El proceso se llama evaporación física asistida por plasmas. Es como un juego de billar en el que el ion es la bola blanca que impacta sobre un sólido, que sería el material puro de titanio, y le arranca átomos que se depositan, uno a uno, sobre el acero inoxidable. “En el camino pongo un plasma de argón y de oxígeno, para que reaccione con el titanio que llega y forme la capa de óxido de este metal”.

Rodil y su equipo han descubierto, además, que desde el punto de vista biológico resulta mejor un óxido de titanio amorfo, es decir, desordenado en su arreglo atómico. Eso tendría impacto en una producción industrial, porque un arreglo cristalino, ordenado, requiere calentar la muestra antes de hacer el depósito y, por lo tanto, una inversión mayor.

“Hemos encontrado que el amorfo promueve más el proceso de diferenciación celular; eso es algo novedoso, no había estudios específicos al respecto”, refirió.

Aunque aún no hay una explicación para este fenómeno, parece ser que la topografía que forman los átomos en cada caso es muy diferente; la del desordenado es suavizada y redondeada, la del cristalino, en picos. Las células, que miden unas cuantas micras, “ven” esa diferencia y parecen estar más “cómodas” en una base redondeada.

Los retos en este proyecto, donde también colaboran especialistas de la Facultad de Odontología de la UNAM y de la Virginia Commonwealth University, Estados Unidos, son muchos y complejos: mejorar la adhesión del recubrimiento al sustrato, su composición química hasta lograr la adsorción de proteínas y maximizar que se peguen las células.

También, minimizar que se adhieran las bacterias, como las miles que habitan en la cavidad bucal y que “atacan” a los implantes dentales, lo cual se podría lograr al agregar en el depósito nanopartículas de plata –metal que tiene propiedades antibacterianas que quizá ayuden–, pero sin modificar la respuesta de las células.

Luego, esta investigación (financiada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica de la UNAM) deberá tener una aplicación real: pruebas de implantes colocados en animales para determinar su funcionamiento a tiempos más largos, finalizó Sandra Rodil.

Créditos: UNAM-DGCS-431-2014

DESARROLLAN PROCESO EXITOSO DE IMPLANTES ÓSEOS EN LA UNAM

 
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implatesoseos26 de julio de 2014

“Llevo años de trabajar con biomateriales. De hecho, empecé el tema en México”, señaló Cristina Piña Barba, del Instituto de Investigaciones en Materiales (IIM) de la UNAM, quien después de que su padre, el arqueólogo Román Piña Chan, cayera de una pirámide y se dañara la columna vertebral, se propuso ayudarlo a caminar.

“Eso se convirtió en una losa muy pesada, pero me dije que si no lo conseguía en ese momento, algún día mi trabajo serviría para alguien más”, expresó.

Aunque se formó como física, al principio no sabía nada de la que hoy es su área de especialidad. “No obstante, en ese momento tuve que decidir qué camino seguir y así comencé a indagar sobre cómo aplicar mis conocimientos en ese campo”.

Durante el año sabático que pasó en Canadá, la académica se dedicó a estudiar todo lo que pudo sobre biomateriales. “En esa época se hacían muchas cosas en ese apartado, como órganos artificiales”, recordó.

Tras este periodo regresó a México con proyectos derivados de esta experiencia, los cuales propuso al Instituto de Física (IF), pero la entidad no se mostró interesada. Sin embargo, con lo aprendido en Canadá y con algunos libros que trajo de ese país, diseñó una clase en la Facultad de Ciencias (FC), Física en Medicina, una materia optativa.

Replantear el rumbo

Después de la negativa, salir del IF rumbo al IIM fue un paso obligado y “llegué en 1991 con Gabriel Torres, creador del zinalco (aleación de zinc, aluminio y cobre). Le propuse trabajar con este recurso, pero como biomaterial (aunque antes tuve que explicarle a qué me refería)”.

En esos años no había una descripción del concepto —incluso hoy aparecen nuevas—, pero en pocas palabras podemos decir que se trata de un material natural o sintético que puede estar durante un periodo prolongado dentro del organismo sin causar daño.

“Empezamos a trabajar con el equipo de Norma Pérez Gallardo, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ). Esa colaboración fue formativa tanto para ellos como para mí, porque integramos el llamado Grupo de Biomateriales, totalmente interdisciplinario y formado por biólogos, químicos y físicos; después se sumarían los ingenieros”.

Este conjunto comenzó a realizar implantes de zinalco en animales. Según los cánones de la época, el proceso debía iniciar con un implante subcutáneo, después intramuscular y, por último, óseo. Si en la primera etapa se veía que el material era tóxico, se descartaba.

Entender el tejido óseo

“Al abocarme al estudio del tejido óseo me costó comprender qué es un hueso porque, como física, lo primero que veo es una estructura. Tuve que cursar anatomía, fisiología y patología para entender qué ocurre en este tejido que forma una estructura de colágena, factores de crecimiento, enzimas, proteínas y, sobre todo, una especie de cubierta cerámica también orgánica de hidroxiapatita de calcio”.

Por los poros circula sangre, hay arterias y está presente el sistema linfático, todo lo necesario para formar el tejido óseo. Si hoy tomáramos una foto a la estructura referida, dentro de siete años la imagen no tendría nada que ver con el hueso actual, porque éste se forma continuamente, agregó.

“No es sencillo sustituir una parte o la pieza completa. Podemos emplear un andamio, un soporte totalmente inorgánico que ayude a las células del paciente a regenerar el tejido óseo. Debe ser un biomaterial totalmente adecuado porque si utilizamos zinalco, por ejemplo, que otorga una resistencia mecánica adecuada, se ‘abomba’, pierde sus propiedades mecánicas y termina por desbaratarse”, dijo la académica.

El equipo comenzó a experimentar con material óseo bovino, que se debe lavar muy bien con jabones especiales y reactivos seleccionados cuidadosamente para no dañarlo y eliminar los componentes orgánicos que pudieran causar rechazo. Con implantes de este material, las células del huésped lo colonizan y al mismo tiempo lo eliminan y generan su propio hueso.

“Aunque los de rumiantes son grandes, están formados por una parte porosa y otra compacta; la que nos importa es la primera, porque puede ser colonizada por las células del paciente. Ahora bien, al recurso óseo se le puede dar la forma que necesite el médico: cilindros, tornillos, esferas, cubos”, explicó Piña Barba.

“Por ejemplo, podemos formar esferas para el globo ocular en lugar de canicas. Esta opción no pesa, tiene oquedades minúsculas y se le pueden coser los músculos que mueven los ojos. Con el tiempo, a la vez que las esferas se llenan de tejido conjuntivo son sustituidas por éste, y el paciente podrá mover los dos ojos, con lo cual se evita que el rostro se deforme”, refirió.

“En el caso de una pérdida dental, en el orificio se introducen partículas de hueso poroso que ayudarán a reconstruir la mandíbula del paciente y fortalecerla, se reconstituye el hueso y después se coloca el implante”.

La pregunta que surge es ¿para qué tipo de lesiones son estos implantes? Para aquellas en las que falta hueso, respondió la investigadora.

“Por ejemplo, si alguien tiene un accidente en una motocicleta a 100 kilómetros por hora es probable que al deslizarse por el pavimento presente pérdida ósea. Si esa merma es menor a 10 centímetros, podemos reponerla, si es mayor, incluso con el implante el paciente tendrá problemas”.

Implantes en hospital del ISSSTE

Fernando Cueva quería colaborar y me buscó. Después de charlar acordamos que le entregaría material para que lo implantara y después escribiríamos un artículo. El ISSSTE aprobó el protocolo de investigación y se determinó trabajar con pacientes de ciertas características. Durante dos años se reunió un grupo de pacientes candidatos; el estudio duró otro bienio, recordó.

Como resultado de esta mancuerna apareció un texto en la edición julio-agosto de 2009 de Cirugía y cirujanos, revista de la Academia Mexicana de Cirugía.

El estudio citado se realizó en el Hospital General Ignacio Zaragoza del ISSSTE con 52 pacientes con problemas óseos, en el que se evaluó la eficacia del material con el fin de utilizarlo en xenoimplantes. Las personas con artrodesis fueron 28; con pseudoartrosis, 16; con tumores benignos, tres, y con defectos óseos, cinco.

Entre tres y ocho meses después de la cirugía se observó consolidación ósea y el implante se integró en un periodo de entre tres y 18 meses, según el tamaño de la patología y región de colocación. Ningún paciente presentó signos clínicos de rechazo al implante.

Esta biocompatibilidad lo hace adecuado para tratar patologías en las que se necesita aporte óseo. Fue la primera vez que se utilizó un xenoimplante producido en la UNAM y en el país.

Es importante mencionar que del Laboratorio de Biomateriales del IIM surgió Biocriss, empresa cuyo único producto es Nukbone, un hueso inorgánico. En esta empresa trabajaron los primeros maestros en ciencias que se especializaron en esta área.

Los implantes de Nukbone cumplen con los requisitos de la ASTM (American Standard Testing Materials), por lo cual pueden utilizarse en la práctica médica. En 2010, la Cofepris le otorgó el permiso para llevarlo al mercado.

“Desde hace muchos años hemos implantado este hueso. Hasta hoy tenemos aproximadamente 22 mil pacientes sometidos a este proceso”, finalizó la investigadora.

Créditos: UNAM-DGCS-429-2014

Piel y hueso humanos, a partir de la ingeniería de tejidos

 
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Constructo cutáneo previo a su realización.
Constructo cutáneo previo a su realización.

2 de enero de 2012

• La primera puede colocarse en pacientes quemados o en personas con cicatrices hipertróficas, o una gran retracción cutánea en alguna parte del cuerpo
• El material óseo producido en laboratorio sirve a quienes presentan pérdida o nula recuperación de esa masa por fracturas u otras causas

Un equipo de académicos de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM cultiva piel humana y produce hueso a partir de la ingeniería de tejidos. Esta nueva rama de la disciplina busca reparar o sustituir estos últimos, u órganos dañados por diferentes causas, así como modular sus respectivas funciones.

Para alcanzar estos objetivos son necesarios tres elementos: células que puedan ser diferenciadas a otro tipo celular, como de tejido adiposo o de médula ósea; andamios elaborados con biomateriales, para colocar esas células en ellos, y citocinas o factores de crecimiento, que permiten que aquéllas crezcan y funcionen de manera adecuada en un modelo in vitro, que después será trasplantado a uno in vivo.

Si se toman células de cartílago (de aspecto más o menos redondo), y se colocan en un plato de cultivo, cambian de forma, se alargan y comienzan a producir colágena tipo 1, no tipo 2, que es el del cartílago. “Si uno las toma y las coloca en un ‘andamio’, adquieren una forma redondeada y producen colágena tipo 2, no tipo 1”, explicó Andrés Castell Rodríguez, jefe del Departamento de Biología Celular y Tisular de la FM.

El hecho que sean colocadas en una estructura tridimensional como la del andamio, les confiere una funcionalidad adecuada, característica del sitio de donde fueron tomadas, y, además, hace posible trasplantarlas a otro para repararlo, con una función semejante o igual a la del tejido u órgano afectado, reiteró.

La ingeniería de tejidos se vale de otras áreas como la histología (de la que desciende directamente), la inmunología, la bioquímica, las ciencias de los materiales y, por supuesto, la cirugía.

Los universitarios cultivan en laboratorio piel humana para colocarla, en forma de parches, en pacientes quemados o personas con cicatrices hipertróficas o queloides, o con gran retracción cutánea en alguna parte del cuerpo.

“Con esta técnica se toma una biopsia de la propia piel del paciente, lo que evita un posible rechazo; luego la cultivamos en pequeñas cajas y la expandimos. Podemos producir dos metros cuadrados en 20 días”.

Asimismo, generan constructos cutáneos (sólo de la dermis) para colocarlos en pacientes con úlceras de pie diabético o de origen vascular, que tardan meses en cerrar y, por desgracia, son muy frecuentes en México.

“En conjunto con el Hospital General Dr. Manuel Gea González, llevamos a cabo un estudio de efectividad. Proporcionamos los constructos para que los apliquen allí y sean comparados con otros productos comerciales, como los parches coloidales. Hasta ahora hemos visto que los nuestros dan mejores resultados”, dijo.

Ésta no es una piel perfecta, ni mucho menos, pues no tiene pelo, glándulas, ni mielanocitos (células que producen melanina, un pigmento de la piel, ojos y pelo, cuya principal función es bloquear los rayos ultravioleta del Sol); sin embargo, los académicos ya trabajan para mejorarla en el laboratorio. “Le añadimos pelo en los parches, pero lo que nos falta es hacer más rápido el proceso de producción”, comentó.

Producción de hueso

Castell y sus colaboradores producen también hueso para pacientes que presentan pérdida o nula recuperación de masa por fracturas u otras causas.

Desde hace algunos meses realizan un estudio en el Instituto Nacional de Rehabilitación, que consiste en transformar células de médula ósea en osteoblastos o células de hueso, a partir de un gel de plasma, que son colocados mediante un catéter en la cabeza de fémur de niños y adolescentes con presentan necrosis en esa zona.

Inyectan a estos pacientes para ver si es posible recuperar el volumen que han perdido. “El estudio concluirá en abril o mayo de 2012, y esperamos tener los resultados dentro de un año, más o menos.”

Además, a dos pacientes mujeres del ISSSTE, con fracturas de fémur no consolidadas, les colocan en las zonas afectadas células de médula ósea implantadas en hueso proveniente de cadáveres.

“Una de ellas se fracturó los dos fémures en un accidente automovilístico; ya fue operada siete veces, pero quedó inestable porque se le formó una pseudoarticulación en uno. Esperamos que el proceso le ayude a consolidar las fracturas en dos o tres meses”, indicó.

Luego de colocarlas también en las partes afectadas, con una proteína semejante a la colágena, los especialistas han observado que aquéllas adquieren una mayor capacidad de producir proteínas de hueso.

Otro de los proyectos de Castell y sus colaboradores es crear, a mediano plazo, una Unidad de Ingeniería de Tejidos en la FM, donde se produzcan distintos tejidos y órganos destinados a hospitales.

Créditos: unam.mx/boletin/004/2012