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Diálogo de saberes fortalece identidad cultural en Putumayo.

 
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26 de Noviembre del 2012
Investigadores de la UN en Palmira promovieron un encuentro entre los habitantes de la comunidad indígena Camënt a Biyá del municipio de Sibundoy. El objetivo, recuperar hábitos alimenticios ancestrales.
El cultivo del maíz (Šboachan) en el jajañ, como prefieren los indígenas Camëntsá que se llame a las chagras tradicionales, es en su saber ancestral, el lugar donde está presente y vigilante el pensamiento, el respiro y el ánimo de sus mayores, “es la cuna y el pensamiento del indígena”.
El cultivo del jajañ comprende un gran caudal de conocimiento sobre el medio natural: los astros, la inmensa diversidad de la tierra y el agua, el comportamiento de las plantas y los animales, la bondad de materiales constructivos y el abono, así como las habilidades en el uso productivo de estos elementos en agricultura y ganadería, medicina, veterinaria, protección contra pestes y enfermedades.
Como esta tradición tan importante para el Pueblo Indígena Camëntsá Biyá del municipio de Sibundoy en el departamento del Putumayo, hay muchas otras en donde según el Grupo de Investigación en Recursos Genéticos Neotropicales (Girfin), se observa un alto grado de desconocimiento de los hábitos alimenticios propios.
“En un amplio sector de este pueblo indígena, principalmente el juvenil, se observa un alto grado de desconocimiento de los hábitos alimenticios propios, cuyas causas pueden estar relacionadas con la falta de diálogo con los mayores, la incorporación de nuevas dietas alimentarias, la sustitución de cultivos ancestrales y sus formas de manejo en la chagra tradicional, y la escuela donde se transmiten usos y costumbres”, afirma la profesora Creucí Maria Caetano, del Girfin.
Es por ello que, teniendo en cuenta la metodología de acción-investigación participativa, los investigadores, de la mano de José Luis Maigual Juajibioy, estudiante de la Maestría en Ciencias Biológicas línea de investigación Recursos Fitogenéticos Neotropicales de la UN en Palmira, se realizó un inventario de la agrodiversidad con la comunidad.
“A los entrevistados, especialmente a las abuelas, se les preguntó aspectos relacionados con la alimentación, reconocida como una manifestación cultural relacionada con todos los aspectos de la vida Camëntsá. El estudio sensibilizó a jóvenes y adultos, quienes establecieron y fortalecieron el jajañ en sus predios. De igual manera lo hicieron profesores y alumnos de la escuela Rural Mixta San Félix y del Colegio Bilingüe Artesanal Kamëntsá”, afirma el estudiante.
El jajañ o chagra tradicional, según el investigador, provee los alimentos indispensables a las comunidades del Valle de Sibundoy, siendo el pilar fundamental para el etnodesarrollo, enmarcado en la soberanía alimentaria y la conservación de valores propios que determinan la identidad indígena.
“El ‘diálogo’ culminó en un evento de integración de 200 personas en el “Uacjnaité” o día de las ánimas, incluyendo intercambio de saberes (valoración de los mayores, poseedores de conocimientos que deben ser transmitidos a la nueva generación), demostración de preparo y exposición de recetas propias, y actos culturales”, dice Maigual.
El estudiante encontró que las técnicas empleadas para encontrar, procesar, preparar, servir y consumir los alimentos varían culturalmente y tienen sus propias historias (conocimiento asociado) que deben ser revaloradas.
La profesora Creucí concluye que la importancia de estos diálogos “es poder mantener o rescatar el conocimiento tradicional en estas comunidades, ya que lo que no se pregunta, no se cuenta y lo que no se cuenta, se pierde y, con ello, toda la biodiversidad. De esta manera, se contribuye para su identidad cultural en cuanto etnia”.
Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html
Niños, jóvenes y adultos compartiendo los alimentos que nos da Tsbatsana Mamá (Madre Tierra).

Niños, jóvenes y adultos compartiendo los alimentos que nos da Tsbatsana Mamá (Madre Tierra).

26 de Noviembre del 2012

Investigadores de la UN en Palmira promovieron un encuentro entre los habitantes de la comunidad indígena Camënt a Biyá del municipio de Sibundoy. El objetivo, recuperar hábitos alimenticios ancestrales.

El cultivo del maíz (Šboachan) en el jajañ, como prefieren los indígenas Camëntsá que se llame a las chagras tradicionales, es en su saber ancestral, el lugar donde está presente y vigilante el pensamiento, el respiro y el ánimo de sus mayores, “es la cuna y el pensamiento del indígena”.

El cultivo del jajañ comprende un gran caudal de conocimiento sobre el medio natural: los astros, la inmensa diversidad de la tierra y el agua, el comportamiento de las plantas y los animales, la bondad de materiales constructivos y el abono, así como las habilidades en el uso productivo de estos elementos en agricultura y ganadería, medicina, veterinaria, protección contra pestes y enfermedades.

Como esta tradición tan importante para el Pueblo Indígena Camëntsá Biyá del municipio de Sibundoy en el departamento del Putumayo, hay muchas otras en donde según el Grupo de Investigación en Recursos Genéticos Neotropicales (Girfin), se observa un alto grado de desconocimiento de los hábitos alimenticios propios.

“En un amplio sector de este pueblo indígena, principalmente el juvenil, se observa un alto grado de desconocimiento de los hábitos alimenticios propios, cuyas causas pueden estar relacionadas con la falta de diálogo con los mayores, la incorporación de nuevas dietas alimentarias, la sustitución de cultivos ancestrales y sus formas de manejo en la chagra tradicional, y la escuela donde se transmiten usos y costumbres”, afirma la profesora Creucí Maria Caetano, del Girfin.

Es por ello que, teniendo en cuenta la metodología de acción-investigación participativa, los investigadores, de la mano de José Luis Maigual Juajibioy, estudiante de la Maestría en Ciencias Biológicas línea de investigación Recursos Fitogenéticos Neotropicales de la UN en Palmira, se realizó un inventario de la agrodiversidad con la comunidad.

“A los entrevistados, especialmente a las abuelas, se les preguntó aspectos relacionados con la alimentación, reconocida como una manifestación cultural relacionada con todos los aspectos de la vida Camëntsá. El estudio sensibilizó a jóvenes y adultos, quienes establecieron y fortalecieron el jajañ en sus predios. De igual manera lo hicieron profesores y alumnos de la escuela Rural Mixta San Félix y del Colegio Bilingüe Artesanal Kamëntsá”, afirma el estudiante.

El jajañ o chagra tradicional, según el investigador, provee los alimentos indispensables a las comunidades del Valle de Sibundoy, siendo el pilar fundamental para el etnodesarrollo, enmarcado en la soberanía alimentaria y la conservación de valores propios que determinan la identidad indígena.

“El ‘diálogo’ culminó en un evento de integración de 200 personas en el “Uacjnaité” o día de las ánimas, incluyendo intercambio de saberes (valoración de los mayores, poseedores de conocimientos que deben ser transmitidos a la nueva generación), demostración de preparo y exposición de recetas propias, y actos culturales”, dice Maigual.

El estudiante encontró que las técnicas empleadas para encontrar, procesar, preparar, servir y consumir los alimentos varían culturalmente y tienen sus propias historias (conocimiento asociado) que deben ser revaloradas.

La profesora Creucí concluye que la importancia de estos diálogos “es poder mantener o rescatar el conocimiento tradicional en estas comunidades, ya que lo que no se pregunta, no se cuenta y lo que no se cuenta, se pierde y, con ello, toda la biodiversidad. De esta manera, se contribuye para su identidad cultural en cuanto etnia”.

Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

Paramilitarismo sigue vigente.

 
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15 de Noviembre del 2012
Un estudio sobre el proceso de este fenómeno armado ilegal en Tarazá y el bajo Cauca antioqueño, da cuenta de una dinámica que pese a haber vivido un proceso de “desmovilización” aún sigue vigente.
Así lo reconoce Alec Sierra, magíster en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la UN, quien investigó esta zona para seguirle el rastro al fenómeno y así describir la situación de conflicto de esta región, analizando la evolución territorial, los grupos armados y las dinámicas de la confrontación entre los paramilitares, el Estado y la guerrilla.
Según el investigador, esta problemática se debe, en parte, a que se trata de una zona sumamente estratégica, toda vez que es un punto de paso entre Córdoba y Antioquia, y que conecta con el Magdalena Medio y las sabanas de Bolívar. En otras palabras, es clave para las expresiones de poder de los actores armados, la consolidación del Estado y la explotación minera.
“El conflicto continúa con una intensidad bastante alta. El tema de la minería está otra vez exacerbado, y va más allá de la minería ilegal, pues el Estado ha permitido las grandes explotaciones de las multinacionales, los cuales siguen generando descomposición social y vulneraciones muy graves al medioambiente”, asegura.
De este modo, según él, los intereses económicos y políticos sobre el territorio van a permitir que la confrontación continúe, que los ciclos de violencia permanezcan y que la situación sea bastante compleja en la zona, aunque ya no se le llame paramilitarismo.
Problemas latentes (la minería)
Alec Sierra comenta que una parte del trabajo hace referencia a la evolución del Bloque Mineros de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) que operaba en esta zona, que pasó del control de la economía del narcotráfico a una economía de regulación de la minería.
Pero aclara que estas acciones de las organizaciones armadas ilegales tienen muchos matices y se dan en muchas partes del país: desde regular la pequeña minería y permitir la minería de mediano impacto, hasta articularse y crear alianzas con el desarrollo de la explotación de grandes multinacionales como la Drummond en el Cesar, Anglo Gold Ashanti en el bajo Cauca y el Chocó, y la Gran Colombia Gold, en Segovia y el nordeste antioqueño.
“Son empresas que terminan beneficiándose, de alguna manera, del accionar de los grupos armados, principalmente paramilitares, pues estos cobran vacunas, son poseedores de tierras despojadas donde se desarrolla la explotación o conforman empresas que se vinculan a la gran economía multinacional. Es un tema que aparecía ahí descrito y tras el proceso de desmovilización, comenzaba a ser muy evidente”, afirma.
En efecto, dice Sierra, el incremento de la economía del oro y el hecho de que coincida con una serie de políticas estatales que incentivan la explotación minera, genera más intereses de los grupos armados por apropiarse y participar en esas economías tan vigorosas en la acumulación, pero tan opresoras y violentas contra las comunidades y el territorio.
Entender el conflicto
Sin embargo, reconoce que para entender el conflicto armado  colombiano de los últimos 40 años, el paramilitarismo es un punto clave, dado que, por una parte, ha transformado espacios locales y territorios; y, por otra, tras el proceso de desmovilización que, aparentemente, es punto de quiebre en la dinámica de estos grupos en la zona, las confrontaciones y el conflicto se mantienen.
Tan vivo esta el fenómeno que, según Sierra, las acciones continúan: vulneración a los derechos de las comunidades, asesinatos selectivos, desplazamiento forzado y amenazas contra líderes, entre otras. “Una serie de vulneraciones que tienen mucha relación con el paramilitarismo que supuestamente se había desmovilizado”, comenta.
El fin último de la investigación abogaba por la realización de trabajos regionales para comprender la dinámica espacial del poder de los grupos armados, los intereses que hay sobre el territorio, las afectaciones concretas sobre algunos procesos sociales y la manera en que, de a poco, ellos van construyendo espacios sociales a través de la regulación y la coerción armada sobre espacios sociales, políticos y económicos.
El investigador destaca, finalmente, que el trabajo llama la atención sobre un proceso que está vigente y unas amenazas que permanecen, así como sobre los riesgos que siguen teniendo las comunidades y los procesos organizativos locales en muchas zonas del país, en donde convergen intereses de la economía, ya sea la minería, narcotráfico, agroindustria, la propiedad y tenencia de la tierra, con los intereses de organizaciones armadas y élites políticas locales.
“Muchas de estas economías terminan siendo reguladas por actores armados que no tienen intereses puramente económicos criminales, sino también de tipo político y estratégico territorial. El trabajo buscó mostrar cómo el proceso del paramilitarismo está vigente y hacer un llamado a las diferentes disciplinas del área de las ciencias sociales y humanas, con el fin de intentar develar todo lo que hay detrás de los procesos violentos del conflicto en el país”, puntualiza.
Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html
 “Para entender el conflicto armado colombiano de los últimos 40 años, el paramilitarismo es un punto clave”.

“Para entender el conflicto armado colombiano de los últimos 40 años, el paramilitarismo es un punto clave”.

15 de Noviembre del 2012

Un estudio sobre el proceso de este fenómeno armado ilegal en Tarazá y el bajo Cauca antioqueño, da cuenta de una dinámica que pese a haber vivido un proceso de “desmovilización” aún sigue vigente.

Así lo reconoce Alec Sierra, magíster en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la UN, quien investigó esta zona para seguirle el rastro al fenómeno y así describir la situación de conflicto de esta región, analizando la evolución territorial, los grupos armados y las dinámicas de la confrontación entre los paramilitares, el Estado y la guerrilla.

Según el investigador, esta problemática se debe, en parte, a que se trata de una zona sumamente estratégica, toda vez que es un punto de paso entre Córdoba y Antioquia, y que conecta con el Magdalena Medio y las sabanas de Bolívar. En otras palabras, es clave para las expresiones de poder de los actores armados, la consolidación del Estado y la explotación minera.

“El conflicto continúa con una intensidad bastante alta. El tema de la minería está otra vez exacerbado, y va más allá de la minería ilegal, pues el Estado ha permitido las grandes explotaciones de las multinacionales, los cuales siguen generando descomposición social y vulneraciones muy graves al medioambiente”, asegura.

De este modo, según él, los intereses económicos y políticos sobre el territorio van a permitir que la confrontación continúe, que los ciclos de violencia permanezcan y que la situación sea bastante compleja en la zona, aunque ya no se le llame paramilitarismo.


Problemas latentes (la minería)

Alec Sierra comenta que una parte del trabajo hace referencia a la evolución del Bloque Mineros de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) que operaba en esta zona, que pasó del control de la economía del narcotráfico a una economía de regulación de la minería.

Pero aclara que estas acciones de las organizaciones armadas ilegales tienen muchos matices y se dan en muchas partes del país: desde regular la pequeña minería y permitir la minería de mediano impacto, hasta articularse y crear alianzas con el desarrollo de la explotación de grandes multinacionales como la Drummond en el Cesar, Anglo Gold Ashanti en el bajo Cauca y el Chocó, y la Gran Colombia Gold, en Segovia y el nordeste antioqueño.

“Son empresas que terminan beneficiándose, de alguna manera, del accionar de los grupos armados, principalmente paramilitares, pues estos cobran vacunas, son poseedores de tierras despojadas donde se desarrolla la explotación o conforman empresas que se vinculan a la gran economía multinacional. Es un tema que aparecía ahí descrito y tras el proceso de desmovilización, comenzaba a ser muy evidente”, afirma.

En efecto, dice Sierra, el incremento de la economía del oro y el hecho de que coincida con una serie de políticas estatales que incentivan la explotación minera, genera más intereses de los grupos armados por apropiarse y participar en esas economías tan vigorosas en la acumulación, pero tan opresoras y violentas contra las comunidades y el territorio.


Entender el conflicto

Sin embargo, reconoce que para entender el conflicto armado  colombiano de los últimos 40 años, el paramilitarismo es un punto clave, dado que, por una parte, ha transformado espacios locales y territorios; y, por otra, tras el proceso de desmovilización que, aparentemente, es punto de quiebre en la dinámica de estos grupos en la zona, las confrontaciones y el conflicto se mantienen.

Tan vivo esta el fenómeno que, según Sierra, las acciones continúan: vulneración a los derechos de las comunidades, asesinatos selectivos, desplazamiento forzado y amenazas contra líderes, entre otras. “Una serie de vulneraciones que tienen mucha relación con el paramilitarismo que supuestamente se había desmovilizado”, comenta.

El fin último de la investigación abogaba por la realización de trabajos regionales para comprender la dinámica espacial del poder de los grupos armados, los intereses que hay sobre el territorio, las afectaciones concretas sobre algunos procesos sociales y la manera en que, de a poco, ellos van construyendo espacios sociales a través de la regulación y la coerción armada sobre espacios sociales, políticos y económicos.

El investigador destaca, finalmente, que el trabajo llama la atención sobre un proceso que está vigente y unas amenazas que permanecen, así como sobre los riesgos que siguen teniendo las comunidades y los procesos organizativos locales en muchas zonas del país, en donde convergen intereses de la economía, ya sea la minería, narcotráfico, agroindustria, la propiedad y tenencia de la tierra, con los intereses de organizaciones armadas y élites políticas locales.

“Muchas de estas economías terminan siendo reguladas por actores armados que no tienen intereses puramente económicos criminales, sino también de tipo político y estratégico territorial. El trabajo buscó mostrar cómo el proceso del paramilitarismo está vigente y hacer un llamado a las diferentes disciplinas del área de las ciencias sociales y humanas, con el fin de intentar develar todo lo que hay detrás de los procesos violentos del conflicto en el país”, puntualiza.

Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

Lenguas indígenas, parte de nuestro patrimonio lingüístico.

 
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La cultura embera corresponde a un pueblo migratorio que ocupa el occidente colombiano.
La cultura embera corresponde a un pueblo migratorio que ocupa el occidente colombiano.

29 de Octubre del 2012

El Instituto Caro y Cuervo realizó el Tercer Festival de la Palabra, en el cual mostró la diversidad de las lenguas indígenas de nuestro país a través de manifestaciones culturales.

Genoveva Iriarte, directora del Instituto, aseguró en UN Análisis de UN Radio: “El Instituto es el vigilante del patrimonio lingüístico y, por consiguiente, lo completan las 64 lenguas indígenas que existen en Colombia. Uno de los puntos fundamentales es una invitación que ha hecho Museum de Washington para participar en su festival y queremos mostrar la riqueza de las lenguas nativas”.

Uno de los promotores de ese encuentro es David Harrison, lingüista, experto en el estudio de las lenguas en peligro de extinción, codirector del proyecto “Voces perdurables” de la National Geographic y profesor adjunto del Swarthmore College.  “Hay 7.000 lenguas en el mundo y la mitad de ellas están en peligro de extinción, y Colombia es particularmente rica en lenguas nativas”, señaló Harrison.

El documental Los lingüistas es la producción más reciente de Harrison, quien viajó con uno de sus colegas para dialogar con los últimos hablantes de algunas lenguas en el mundo y, por primera vez, se grabaron algunos de estos sonidos. Algunas de las muestras pertenecían a lenguas habladas en Rusia, como el kalmic.

Otro de los ejemplos fue un lenguaje llamado coro, del Himalaya, el cual tiene unos 1.000 hablantes. Por otra parte, Eudocio Becerra, profesor de la Universidad Nacional de Colombia, habló en huitoto, su lengua, de la cual solo quedan 50 hablantes en el mundo; por esta razón está preparando un diccionario.

Precisamente, ese es uno de los temas del profesor Harrison. Norman Valencia, subdirector académico del Instituto Caro y Cuervo informó que se dictará el taller de diccionarios electrónicos para conocer las estrategias que se pueden utilizar para llegar a las comunidades.

Harrison considera que el diccionario electrónico es una gran herramienta, incluso ha trabajado con el último hablante de la lengua sileb en Oregón (Estados Unidos) y con esta información realizó el diccionario.

En cuanto a la cultura embera (Colombia), Daniel Aguirre, profesor de la Universidad de los Andes, señaló: “Este pueblo es migratorio y ocupa el occidente colombiano; cuando el grupo se separa aparecen los dialectos y se diferencian”.

El Ministerio de Cultura inició un proceso para preservar estas lenguas. Moisés Medrano, director de Poblaciones del Ministerio de Cultura explicó cómo funciona la política para esta conservación. “Se hizo el ejercicio de documentación de las lenguas nativas de Colombia, se les devolvieron los resultados de esos estudios a los pueblos indígenas y los están analizando. Además, el Ministerio está haciendo la divulgación de los datos”.

Los expertos concluyeron que cuando se pierde una lengua, se pierde la manera brillante de entender una cultura.

Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html