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EN LA GESTIÓN DE RIESGO DE DESASTRE, NO HAY UN PROCESO DE COMUNICACIÓN EFECTIVO

 
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desastrenaturalLos “desastrólogos” tienen muchas responsabilidades, pero “una de ellas me atormenta. Uno de los principales problemas que tenemos en la gestión de riesgo de desastre es la comunicación entre lo que hace la comunidad científica y la sociedad, los tomadores de decisiones y los políticos. Se trata de un tema no resuelto”, consideró Irasema Alcántara Ayala, investigadora del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM.

En la clausura del Seminario Internacional de Investigaciones Forenses de Desastres, señaló que la comunicación existe, pero en un sentido vago, no consolidado.

Hasta dónde los científicos pueden comunicar o transmitir su trabajo a la sociedad puede ser un problema, sobre todo porque en la mayoría de los casos no tienen el conocimiento para hacerlo. A ello se suma otro elemento aún más importante: el teléfono descompuesto. Un investigador puede “decir”, pero la manera en que la gente lo interpreta, lo utiliza o lo manipula, es lo relevante.

La exdirectora del IGg indicó que no existe un intercambio que permita tener un proceso de comunicación entre todos los actores de la gestión de riesgo de desastre, pero “esa parte no se ha visualizado”.

De igual modo, mencionó la responsabilidad de decir la verdad. Como sociedad y academia nos falta ser directos, aceptar, ser receptivos, críticos; ello daría la oportunidad de caminar en la dirección correcta.

No obstante, reconoció, no se trabaja para dar los elementos necesarios y construir un sistema que permita a todos ser participantes reales de esa gestión del riesgo de desastres. Es algo complejo, con muchas vertientes, pero es importante que, sobre todo, se haga trabajo en equipo.

También destacó que una de las características fundamentales de Forensic Investigations of Disasters (FORIN) es la integración; poder dialogar, “discutir lo que queremos, pensamos, sentimos o podemos hacer; integrarlo y tener una visión más completa de los desastres”, concluyó.

Créditos:UNAM-DGCS-151-2014

Actualiza BUAP a profesionistas en la prevención de desastres naturales

 
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15 de junio 2011

Con el fin de desarrollar en los estudiantes un conjunto de principios y criterios para entender con mayor claridad el papel de la Arquitectura dentro de la prevención y mitigación de desastres naturales en el hábitat construido, la Facultad de Arquitectura de la BUAP inició el Curso de Actualización Disciplinaria “El Hábitat en riesgo: Arquitectura y Desastres Naturales”.

En éste se manejarán elementos teóricos y prácticos de la vulnerabilidad y riesgos en la ciudad y vivienda, así como determinados enfoques que irán desde el diseño y la tecnología hasta aquellos que permitan incidir en la reducción de riesgos y la actuación post-desastres del medio edificado.

Los temas que se abordarán son: La vulnerabilidad, riesgo y desastre en el hábitat construido; Ciudades en riesgo. Prevención y mitigación; Vivienda en riesgo; Diseño y Tecnología; Arquitectura Post-Desastre: Emergencia y Sostenibilidad, y por último, Arquitectura y Gestión de Riesgos.

Habrá sesiones para cada uno de los temas donde además se expondrán estudios de caso para reforzar la información y finalizarán con reflexiones y comentarios. Además los asistentes trabajarán con una Base Bibliográfica Digital integrada por libros, artículos actualizados de visibilidad científica internacional y otros materiales técnicos.

En este curso participan arquitectos, urbanistas, planificadores territoriales, desarrolladores urbanísticos, especialistas en gestión de riesgos de desastres naturales, profesores, investigadores, así como profesionistas y estudiantes vinculados o interesados en el tema.

El curso que es impartido por el doctor Andrés Olivera Ranero, Director del Instituto Virtual de Desastres de la Universidad Central de Las Villas en Cuba, finalizará el 22 de junio. A los participantes que hayan cubierto con el 80 por ciento de la asistencia y los requisitos de evaluación, se les entregará una constancia con valor curricular.

EL NIVEL EDUCATIVO, VITAL EN LA PREVENCIÓN DE DESASTRES

 
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Cinna Lomnitz
Cinna Lomnitz

• Parte de la prevención de desastres consiste en la solidez de la economía y del sistema educativo, dijo el investigador emérito del IGf de la UNAM, Cinna Lomnitz

La ciudad de México es considerada un sitio de gran vulnerabilidad en materia de desastres, situación que se explica por su condición geográfica y no por su alta densidad de población.

El Valle de México está en el centro de una especie de “arco” de actividad telúrica, la zona sísmica más activa del territorio nacional, que es la costa del Océano Pacífico, cuya distancia a los epicentros del litoral es más o menos la misma, desde Puerto Vallarta hasta el Istmo de Tehuantepec, explicó el investigador emérito Cinna Lomnitz.

El también integrante del Instituto de Geofísica (IGf) consideró que parte de la prevención de desastres consiste en contar con una economía sólida y estable, así como un sistema educativo de buena calidad en todos los niveles.

Haití, ejemplificó, estaba expuesto a la catástrofe por varios factores: no contaba con una normatividad en la materia ni con especialistas y además no había preparación en protección civil; en cambio Chile, aunque cuenta con especialistas, falló la conexión entre éstos y los tomadores de decisiones.

Ante los temblores, los simulacros no representan una solución, ya que lo importante para evitar una tragedia es que no se desplomen las construcciones. “Ninguna debe venirse abajo, no hay razón para que eso ocurra. En Chile, se colapsaron edificios, puentes, pero eso no debe suceder en ningún caso”, sostuvo.

Luego de lo sucedido en 1985, recordó, que cuando edificios de acero y cerca de 400 inmuebles de concreto se cayeron, se reformó dos años después la norma sísmica para el DF; “la que usamos actualmente es más estricta”. Hoy se cuenta con nuevos sistemas estructurales, como La Torre Mayor, el edificio más alto de América Latina de 57 pisos, única en el mundo; tiene 96 amortiguadores, parecidos a los de los autos, que atenúan el movimiento entre las vigas y la cimentación.

Al participar en el XIII Seminario de Economía, Ciencia y Tecnología. Una visión panorámica de la UNAM, organizado en el Instituto de Investigaciones Económicas, el sismólogo expuso que una de las regiones más problemáticas está ubicada en el centro y oriente del Valle de México, que en el pasado fue lacustre y donde el lodo tiene un espesor de 25 a 30 metros, factor que provoca la mayor peligrosidad sísmica en la capital.

En contraste, en las zonas del Distrito Federal con subsuelo de tepetate o roca, no se observan daños de consideración en los temblores, debido a que estas características del subsuelo han ayudado a mejorar las especificaciones en materia de construcción porque hay microzonas que los ingenieros están obligados a conocer para construir. De ese modo, todo edificio que se construya en la zona oriente debe se más resistente.

La red telemétrica del Servicio Sismológico Nacional (SSN), se inauguró en 1982; al inicio se transmitía por microondas y en la actualidad, lo hace por satélite. Las estaciones sismológicas son 40 y usan a la fecha instrumentos electromecánicos de transmisión electrónica digital.

En el momento en que se presenta un sismo en Guerrero o Oaxaca, por ejemplo, se transmite una onda electromagnética que se propaga con la velocidad de la luz y el movimiento se registra en el SSN. La onda sísmica, que es mecánica, viaja a velocidades de seis kilómetros por segundo. De ese modo, tarda casi un minuto en llegar de la costa a la zona metropolitana de la ciudad de México.

Entre los sismos relevantes mencionó el de 1973 en ciudad Serdán, Puebla, de 7.3 grados en la escala Richter, considerado como un referente para los especialistas porque se registró a una profundidad de más de 60 kilómetros. Ese tipo de temblores son escasos, ya que casi todos ocurren en zonas de subducción, es decir, por contacto de las placas tectónicas.

Otro evento sísmico, fue el de 1985, de magnitud 8.1 en la costa de Michoacán, cuyo epicentro fue cercano a la ciudad de Lázaro Cárdenas. Las ondas se propagaron tierra adentro, a una distancia de casi 400 kilómetros, hasta golpear al Valle de México.

Cinna Lomnitz expuso que no todas las edificaciones son afectadas de igual manera por un movimiento oscilatorio. Cuando éste tiene un periodo de dos a dos y medio segundos, se produce resonancia en los edificios de siete a 18 pisos, debido a que esas construcciones se convierten en una especie de “péndulos invertidos”, lo que provoca mayores daños.

Créditos: Boletín UNAM-DGCS-164 – dgcs.unam.mx

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