


20 de Noviembre del 2012
Partir de información basada en el rigor del método científico para decidir sobre el consumo de organismos genéticamente modificados es la principal recomendación para los consumidores.
Así lo indicó Orlando Acosta, profesor del Departamento de Ciencias Fisiológicas de la Facultad de Medicina de la UN en Bogotá. Él expuso un estudio de caso durante el seminario Introducción a los Organismos Genéticamente Modificados, organizado por la UN, la Universidad Antonio Nariño y el ILSI-NorAndino.
Los organismos genéticamente modificados (OGM) son los que han sido transformados con técnicas de biología molecular para mejorarles una característica que sea de interés para las personas. Lo que se hace es extraer genes de una planta o animal, e incluso de virus y bacterias, para introducirlos en las características hereditarias de otra especie.
Así, cultivos transgénicos comerciales, como algunos de soya, maíz y algodón (que se siembran en diversos lugares del mundo, incluso en Colombia), se convierten en plantas insecticidas y tolerantes a herbicidas, cuyos efectos adversos todavía no están sustentados científicamente por la falta de estudios adecuados.
El profesor Acosta habló sobre una publicación, que salió a la luz pública hace aproximadamente un mes, en la cual el doctor Gilles-Eric Séralini, de una institución científica francesa, divulgó los resultados de un estudio que indica que un maíz que fue modificado genéticamente para ser tolerante al glifosato produce tumores y la muerte más temprana en ratas.
“La comunidad científica de varios países se pronunció enérgicamente para criticar la validez de los resultados de la investigación. Indicó que había graves fallas en el diseño y en la forma de reportar los datos, así como que las conclusiones a las que llegaba no tenían sustento en los datos presentados. Varios pronunciamientos señalan que es poco responsable presentar resultados de esa manera y más cuando tienen como consecuencia producir pánico en la ciudadanía o en los consumidores”, afirmó.
El docente explicó que una de las fallas que él detectó en esa investigación es que se usó una cepa de ratas que, independientemente de cualquier tratamiento, presenta una alta tasa de tumores y una parte de su población muere de manera temprana.
“Las variaciones que él encontró en términos de tumores producidos por la ingestión de este maíz transgénico están precisamente dentro de esos porcentajes de producción de tumores espontáneos en este tipo de ratas”, aseveró.
Y añadió: “al parecer, no se obtuvo una relación entre la dosis y el efecto producido, o sea que en cantidades incluso mil veces menores se produjeron mayores efectos que en cantidades más grandes de las sustancias que probó”.
Según el profesor, los resultados de la investigación son inválidos porque no hay manera de atribuir el porcentaje de tumores producidos o el de ratas muertas tempranamente al tratamiento con el maíz transgénico o con glifosato. Más aún cuando las ratas que no se trataron con ninguno de estos elementos también tuvieron una alta proporción de muertes y de tumores.
Señaló que hay exigencias legales en los países en donde se producen o comercializan estos productos, particularmente en la agricultura y las plantas. Asimismo, aclaró que las agencias regulatorias, los productores, las transnacionales que las producen y otros científicos independientes han hecho investigaciones al respecto.
No obstante, habría que tener en cuenta que ya varios países europeos (como Francia, Polonia, Austria, Suiza, Grecia y Hungría) han prohibido los transgénicos.
En todo caso, los ciudadanos pueden ejercer su derecho a decidir libremente si consumen o no estos productos. Uno de los problemas al respecto es que muchos de los productores de transgénicos no aceptan etiquetar sus productos y las normas de bioseguridad de algunos países no son tan exigentes en este sentido.
Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

En el estudio referido se utilizó un maíz modificado genéticamente para ser tolerante al glifosato.
20 de Noviembre del 2012
Partir de información basada en el rigor del método científico para decidir sobre el consumo de organismos genéticamente modificados es la principal recomendación para los consumidores.
Así lo indicó Orlando Acosta, profesor del Departamento de Ciencias Fisiológicas de la Facultad de Medicina de la UN en Bogotá. Él expuso un estudio de caso durante el seminario Introducción a los Organismos Genéticamente Modificados, organizado por la UN, la Universidad Antonio Nariño y el ILSI-NorAndino.
Los organismos genéticamente modificados (OGM) son los que han sido transformados con técnicas de biología molecular para mejorarles una característica que sea de interés para las personas. Lo que se hace es extraer genes de una planta o animal, e incluso de virus y bacterias, para introducirlos en las características hereditarias de otra especie.
Así, cultivos transgénicos comerciales, como algunos de soya, maíz y algodón (que se siembran en diversos lugares del mundo, incluso en Colombia), se convierten en plantas insecticidas y tolerantes a herbicidas, cuyos efectos adversos todavía no están sustentados científicamente por la falta de estudios adecuados.
El profesor Acosta habló sobre una publicación, que salió a la luz pública hace aproximadamente un mes, en la cual el doctor Gilles-Eric Séralini, de una institución científica francesa, divulgó los resultados de un estudio que indica que un maíz que fue modificado genéticamente para ser tolerante al glifosato produce tumores y la muerte más temprana en ratas.
“La comunidad científica de varios países se pronunció enérgicamente para criticar la validez de los resultados de la investigación. Indicó que había graves fallas en el diseño y en la forma de reportar los datos, así como que las conclusiones a las que llegaba no tenían sustento en los datos presentados. Varios pronunciamientos señalan que es poco responsable presentar resultados de esa manera y más cuando tienen como consecuencia producir pánico en la ciudadanía o en los consumidores”, afirmó.
El docente explicó que una de las fallas que él detectó en esa investigación es que se usó una cepa de ratas que, independientemente de cualquier tratamiento, presenta una alta tasa de tumores y una parte de su población muere de manera temprana.
“Las variaciones que él encontró en términos de tumores producidos por la ingestión de este maíz transgénico están precisamente dentro de esos porcentajes de producción de tumores espontáneos en este tipo de ratas”, aseveró.
Y añadió: “al parecer, no se obtuvo una relación entre la dosis y el efecto producido, o sea que en cantidades incluso mil veces menores se produjeron mayores efectos que en cantidades más grandes de las sustancias que probó”.
Según el profesor, los resultados de la investigación son inválidos porque no hay manera de atribuir el porcentaje de tumores producidos o el de ratas muertas tempranamente al tratamiento con el maíz transgénico o con glifosato. Más aún cuando las ratas que no se trataron con ninguno de estos elementos también tuvieron una alta proporción de muertes y de tumores.
Señaló que hay exigencias legales en los países en donde se producen o comercializan estos productos, particularmente en la agricultura y las plantas. Asimismo, aclaró que las agencias regulatorias, los productores, las transnacionales que las producen y otros científicos independientes han hecho investigaciones al respecto.
No obstante, habría que tener en cuenta que ya varios países europeos (como Francia, Polonia, Austria, Suiza, Grecia y Hungría) han prohibido los transgénicos.
En todo caso, los ciudadanos pueden ejercer su derecho a decidir libremente si consumen o no estos productos. Uno de los problemas al respecto es que muchos de los productores de transgénicos no aceptan etiquetar sus productos y las normas de bioseguridad de algunos países no son tan exigentes en este sentido.
Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html