Un grupo del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM —encabezado por Víctor Barradas Miranda— que colabora con el Laboratorio Nacional de las Ciencias de la Sostenibilidad, reportó que la niebla en los bosques mesófilos de la zona central de Veracruz ha disminuido de manera paulatina. El fenómeno tendría consecuencias graves en los ciclos vitales de cientos de especies animales y vegetales, muchas endémicas, así como en el ecosistema de la región.
El académico señaló que esta alteración tendría origen en la deforestación, cambio de uso del suelo por actividad antropogénica y en la convección. “Al deforestarse un lugar, la temperatura aumenta y, en consecuencia, la base de las nubes sube, al igual que la bruma”.
Aunque el nivel sólo se ha elevado entre 200 y 400 metros, el fenómeno tendría consecuencias sociales, geográficas y ecológicas, además de que generaría escasez pluvial, lo que impactaría al bosque de niebla, un ecosistema de importancia económica y agrícola para los habitantes del área.
Tras realizar estudios de vulnerabilidad de la zona mesófila, Barradas Miranda concluyó que ésta es altamente vulnerable. “Si la temperatura aumentara a más de 30 grados y la humedad relativa disminuyera 30 por ciento, el lugar se transformaría y otras especies colonizarían el territorio. Además, el cambio climático global replicaría el problema en el planeta entero. En la zona central de Veracruz hay una modificación que respondería a este fenómeno mundial, pero en parte es regional”.
El investigador y su grupo señalan que es posible revertir esta disminución con medidas que incluyen un programa de reforestación. En un análisis que data de hace tres décadas, Barradas Miranda calculó que, en la zona, la captación hídrica mediante vegetación es de una quinta parte del balance, es decir, entra un 20 por ciento más de agua y representa una alternativa para “capturar” agrupaciones nubosas.
Esta opción es practicada en zonas como el desierto chileno, uno de los más secos del mundo, donde se abastecen de agua a partir de bruma “cosechada” con atrapanieblas (una malla de mosquitero) colocada perpendicularmente en dirección del viento, donde se depositan las gotas de las nubes.
Barradas Miranda refirió que estos cúmulos de vapor constituyen un recurso natural que puede explotarse con eficiencia y resultaría crucial en lugares con sequía. Se debe estudiar tanto la captación como la disponibilidad y potabilidad para saber si es redituable para que una persona cubra sus necesidades diarias del líquido.
“Tenemos que ir hacia la reforestación. Nuestra investigación señala la importancia de que las pequeñas comunidades cultiven especies de interés ecológico y económico para atender sus necesidades. Es posible conjugar agricultura y silvicultura para que, a partir de esa convección, vuelva a bajar la niebla”, concluyó.
Deforestación y cambio climático aceleran el daño a esos ecosistemas, en los que se extinguiría 70 por ciento de las especies endémicas de vertebrados que allí viven, alertó Víctor Hugo Reynoso Rosales
El 68 por ciento de los bosques de niebla, ubicados en zonas altas del país, podrían desaparecer hacia el año 2080 a consecuencia de la deforestación y el cambio climático, alertó Víctor Hugo Reynoso Rosales, investigador del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.
Junto con esos ecosistemas, también llamados bosques mesófilos de montaña, podría extinguirse el 70 por ciento de las especies endémicas de vertebrados que allí viven, destacó el científico al comentar algunos resultados del estudio que, durante los últimos cuatro años, realizó con su alumna de doctorado Rocío Ponce Reyes, actualmente académica de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Queensland, Australia.
El trabajo, en el que también colaboraron cinco expertos de las universidades australianas James Cook y Queensland, así como de la Wildlife Conservation Society de Estados Unidos, se publicó recientemente en la revista Nature Climate Change.
Gran endemismo
El bosque de niebla se distribuye en todo México en las partes altas. Es la transición entre la selva tropical y el bosque de encino y pino. Se trata de un ecosistema muy dinámico, sin fronteras arbóreas definidas, como las que generalmente distinguen a bosques y desiertos.
“Es uno de los más diversos del país. Se distribuye en las laderas costeras, cerca de la cumbre de las montañas, y genera un sistema de archipiélagos (conjuntos de islas cercanas entre sí), donde no hay flujo de animales entre una de esas porciones de tierra y la otra, lo que deriva en mucho endemismo de reptiles, aves y mamíferos”, detalló Reynoso en entrevista.
Heterogéneo y muy dinámico, el bosque mesófilo incluye plantas y animales de selvas tropicales en elevadas altitudes, y especies de ambientes fríos que migran hacia las partes más bajas en la ladera costera. Es muy lluvioso y frío.
Modelos de predicción
La indagación sobre los bosques de niebla mexicanos contempla todos los nublados en varias regiones del país, e incluye las especies de plantas y animales que viven en ellos.
La metodología de este proyecto no se fundamenta en trabajo de campo, donde los científicos indagan a detalle una región específica del territorio, pues esta vez el análisis fue global, basado en modelos de predicción, bases de datos y mapas que combinan matemáticas con datos de biología y climatología.
“En este tipo de estudios se generan mapas de distribución del clima y, en función de ellos, se sobrepone la diversidad. No requiere mucho trabajo de campo propio, salvo para la verificación de información”, explicó.
Emplea variables climáticas muy amplias, que se predicen en mapas muy grandes, y proveen una mirada panorámica, en este caso, sobre los escenarios futuros de los bosques de niebla mexicanos.
“Estos modelos mezclan el efecto que va a tener el cambio climático solo, con ese fenómeno sumado al cambio de uso de suelo de la zona, que inicia con la deforestación”, precisó.
Asimismo, aplican una serie de algoritmos matemáticos con datos climáticos de estaciones meteorológicas del país, que comprimen información en pixeles.
Cada uno de estos últimos tiene asignado un valor de temperatura, humedad, precipitación y otras variables; de ahí se seleccionan las que son propias del bosque de niebla y se diseñan los mapas específicos, que deben ser coincidentes con lo que los sistemas forestales definen como bosques mesófilos.
A las cartas se les sobrepone información sobre la distribución de especies faunísticas y, con ello, se sabe cuáles son las más vulnerables a desaparecer a futuro. “La tendencia sería que, con el cambio climático, los pixeles en el mapa, propios de ese clima, se desplazan hacia la punta de la montaña, en conjunto con animales y plantas endémicas”.
Reynoso explicó que si calienta el planeta “los bosques mesófilos, que son fríos, subirán en altitud por las montañas, donde las condiciones atmosféricas sigan favorables, pero si el clima propicio supera la altura de las montañas, ya no habrá más lugar donde los bosque de niebla se puedan asentar. La tendencia sería que los climas desérticos, del lado del altiplano, subirán hacia las montañas, mientras que por el lado de las costas, los mesófilos se estrangularán y las especies endémicas desaparecerán”, destacó.
Deforestación y calor
Usualmente, estos entornos han sido de los menos dañados por los seres humanos, porque se ubican en zonas inaccesibles. “La tradición en el país es cortar todos los árboles que se encuentren y tengan una función maderable, o clarear para siembra o ganado. Eso se hace también en los bosques de niebla, pero son los últimos en ser afectados porque tienen pendientes de hasta 90 grados y menos accesibles que los de pino, de encino y las selvas”, destacó.
También por esa inaccesibilidad hay carencia de estudios biológicos. “Una vez supusimos que tardaríamos cuatro horas en recorrer una distancia de cuatro kilómetros, y tardamos 12”, recordó Reynoso.
A pesar de la dificultad para llegar a ellos, muchos ya son talados y modificados en su uso del suelo. “Las sierras de San Luis Potosí son muy explotadas para extracción de concreto, lo que requiere tirar las montañas, además de los árboles que contiene”, indicó.
Urgen áreas protegidas
En México solamente está protegido el 12 por ciento de este tipo de ecosistemas, especialmente en Chiapas; pero el 88 por ciento no cuenta con una protección que permita impedir legalmente su creciente destrucción.
Por ello, Reynoso y Ponce proponen en su artículo la necesidad de proteger permanentemente la Sierra de Juárez, Oaxaca, un sitio con condiciones naturales semejantes a las de Chiapas, pero que carece de resguardo legal.
La predicción indica que, en 2080, quedarán 66 kilómetros cuadrados de bosque de niebla en ese estado, donde actualmente hay cinco mil 160 kilómetros cuadrados. Respecto a la pérdida de especies, se prevé que, de 26, podrían sobrevivir solamente siete vertebrados; entre las muchas que desaparecerían se encuentran las abronias, lagartijas verdes que sólo viven en México y Guatemala.
Las áreas naturales protegidas no concuerdan con los remanentes de bosque nublado hacia el 2080. Si no se planifican bien esas zonas de acuerdo a nuestros hallazgos, entonces no habrá seguridad en la preservación a futuro”, advirtió.
La propuesta de Ponce y Reynoso es que, a partir de estos modelos de predicción, se proyecten áreas protegidas en sitios como Oaxaca. “Lo importante del artículo es que son predicciones que hacemos 80 años antes. Hay tiempo suficiente para tomar las medidas pertinentes para que no suceda. Debemos detener la deforestación si no queremos que los bosques de niebla desaparezcan en menos de 70 años”, concluyó el universitario.
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14 de mayo de 2012
• Deforestación y cambio climático aceleran el daño a esos ecosistemas, en los que se extinguiría 70 por ciento de las especies endémicas de vertebrados que allí viven, alertó Víctor Hugo Reynoso Rosales, del IB de la UNAM
• Con su alumna doctoral Rocío Ponce Reyes, aplicó un modelo biomatemático de predicción; los resultados se publican en la revista Nature Climate Change
El 68 por ciento de los bosques de niebla, ubicados en zonas altas del país, podrían desaparecer hacia el año 2080 a consecuencia de la deforestación y el cambio climático, alertó Víctor Hugo Reynoso Rosales, investigador del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.
Junto con esos ecosistemas, también llamados bosques mesófilos de montaña, podría extinguirse el 70 por ciento de las especies endémicas de vertebrados que allí viven, destacó el científico al comentar algunos resultados del estudio que, durante los últimos cuatro años, realizó con su alumna de doctorado Rocío Ponce Reyes, actualmente académica de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Queensland, Australia.
El trabajo, en el que también colaboraron cinco expertos de las universidades australianas James Cook y Queensland, así como de la Wildlife Conservation Society de Estados Unidos, se publicó recientemente en la revista Nature Climate Change.
Gran endemismo
El bosque de niebla se distribuye en todo México en las partes altas. Es la transición entre la selva tropical y el bosque de encino y pino. Se trata de un ecosistema muy dinámico, sin fronteras arbóreas definidas, como las que generalmente distinguen a bosques y desiertos.
“Es uno de los más diversos del país. Se distribuye en las laderas costeras, cerca de la cumbre de las montañas, y genera un sistema de archipiélagos (conjuntos de islas cercanas entre sí), donde no hay flujo de animales entre una de esas porciones de tierra y la otra, lo que deriva en mucho endemismo de reptiles, aves y mamíferos”, detalló Reynoso en entrevista.
Heterogéneo y muy dinámico, el bosque mesófilo incluye plantas y animales de selvas tropicales en elevadas altitudes, y especies de ambientes fríos que migran hacia las partes más bajas en la ladera costera. Es muy lluvioso y frío.
Modelos de predicción
La indagación sobre los bosques de niebla mexicanos contempla todos los nublados en varias regiones del país, e incluye las especies de plantas y animales que viven en ellos.
La metodología de este proyecto no se fundamenta en trabajo de campo, donde los científicos indagan a detalle una región específica del territorio, pues esta vez el análisis fue global, basado en modelos de predicción, bases de datos y mapas que combinan matemáticas con datos de biología y climatología.
“En este tipo de estudios se generan mapas de distribución del clima y, en función de ellos, se sobrepone la diversidad. No requiere mucho trabajo de campo propio, salvo para la verificación de información”, explicó.
Emplea variables climáticas muy amplias, que se predicen en mapas muy grandes, y proveen una mirada panorámica, en este caso, sobre los escenarios futuros de los bosques de niebla mexicanos.
“Estos modelos mezclan el efecto que va a tener el cambio climático solo, con ese fenómeno sumado al cambio de uso de suelo de la zona, que inicia con la deforestación”, precisó.
Asimismo, aplican una serie de algoritmos matemáticos con datos climáticos de estaciones meteorológicas del país, que comprimen información en pixeles.
Cada uno de estos últimos tiene asignado un valor de temperatura, humedad, precipitación y otras variables; de ahí se seleccionan las que son propias del bosque de niebla y se diseñan los mapas específicos, que deben ser coincidentes con lo que los sistemas forestales definen como bosques mesófilos.
A las cartas se les sobrepone información sobre la distribución de especies faunísticas y, con ello, se sabe cuáles son las más vulnerables a desaparecer a futuro. “La tendencia sería que, con el cambio climático, los pixeles en el mapa, propios de ese clima, se desplazan hacia la punta de la montaña, en conjunto con animales y plantas endémicas”.
Reynoso explicó que si calienta el planeta “los bosques mesófilos, que son fríos, subirán en altitud por las montañas, donde las condiciones atmosféricas sigan favorables, pero si el clima propicio supera la altura de las montañas, ya no habrá más lugar donde los bosque de niebla se puedan asentar. La tendencia sería que los climas desérticos, del lado del altiplano, subirán hacia las montañas, mientras que por el lado de las costas, los mesófilos se estrangularán y las especies endémicas desaparecerán”, destacó.
Deforestación y calor
Usualmente, estos entornos han sido de los menos dañados por los seres humanos, porque se ubican en zonas inaccesibles. “La tradición en el país es cortar todos los árboles que se encuentren y tengan una función maderable, o clarear para siembra o ganado. Eso se hace también en los bosques de niebla, pero son los últimos en ser afectados porque tienen pendientes de hasta 90 grados y menos accesibles que los de pino, de encino y las selvas”, destacó.
También por esa inaccesibilidad hay carencia de estudios biológicos. “Una vez supusimos que tardaríamos cuatro horas en recorrer una distancia de cuatro kilómetros, y tardamos 12”, recordó Reynoso.
A pesar de la dificultad para llegar a ellos, muchos ya son talados y modificados en su uso del suelo. “Las sierras de San Luis Potosí son muy explotadas para extracción de concreto, lo que requiere tirar las montañas, además de los árboles que contiene”, indicó.
Urgen áreas protegidas
En México solamente está protegido el 12 por ciento de este tipo de ecosistemas, especialmente en Chiapas; pero el 88 por ciento no cuenta con una protección que permita impedir legalmente su creciente destrucción.
Por ello, Reynoso y Ponce proponen en su artículo la necesidad de proteger permanentemente la Sierra de Juárez, Oaxaca, un sitio con condiciones naturales semejantes a las de Chiapas, pero que carece de resguardo legal.
La predicción indica que, en 2080, quedarán 66 kilómetros cuadrados de bosque de niebla en ese estado, donde actualmente hay cinco mil 160 kilómetros cuadrados. Respecto a la pérdida de especies, se prevé que, de 26, podrían sobrevivir solamente siete vertebrados; entre las muchas que desaparecerían se encuentran las abronias, lagartijas verdes que sólo viven en México y Guatemala.
Las áreas naturales protegidas no concuerdan con los remanentes de bosque nublado hacia el 2080. Si no se planifican bien esas zonas de acuerdo a nuestros hallazgos, entonces no habrá seguridad en la preservación a futuro”, advirtió.
La propuesta de Ponce y Reynoso es que, a partir de estos modelos de predicción, se proyecten áreas protegidas en sitios como Oaxaca. “Lo importante del artículo es que son predicciones que hacemos 80 años antes. Hay tiempo suficiente para tomar las medidas pertinentes para que no suceda. Debemos detener la deforestación si no queremos que los bosques de niebla desaparezcan en menos de 70 años”, concluyó el universitario.
Créditos: unam.mx/boletin/306/2012
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