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México, uno de los pulmones del mundo, obligado a preservar su biodiversidad

 
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México ocupa el tercer lugar mundial en mamíferos con más de 500 especies.
México ocupa el tercer lugar mundial en mamíferos con más de 500 especies.

23 de mayo de 2012

• Ocupa el tercer lugar mundial en mamíferos, con más de 500 especies; en aves, el octavo, con más de un millar; en plantas vasculares, como árboles, arbustos y matorrales, el quinto, con aproximadamente 23 mil 500, y en reptiles, el segundo, con más de 800 especies, indicó Gabriela Jiménez Casas, del Instituto de Biología de la UNAM

México es el tercer país con mayor biodiversidad en el planeta, lo que representa el compromiso de conservar un gran número de especies de mamíferos, aves, reptiles, plantas, animales invertebrados, peces y anfibios, entre otros seres vivos, según datos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad. Esta riqueza natural convierte a nuestra nación en uno de los pulmones del mundo, refirió Gabriela Jiménez Casas, del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM.

Por ello, se debe contrarrestar el deterioro por la contaminación y el cambio climático. La iniciativa para conmemorar el Día Internacional de la Diversidad Biológica, este 22 de mayo, nos recuerda la trascendencia de conservarla, a nivel nacional y global, por su importancia para subsistir. La desaparición de una especie afecta a todas las demás, hasta llegar a los seres humanos y su entorno, explicó.

Aunque existan procesos naturales de extinción, los humanos no deberíamos contribuir a la desaparición, señaló la responsable del Programa de Difusión del IE.

Entre estas iniciativas, es urgente detener el tráfico ilegal de plantas y animales exóticos, evitar la introducción de especies en regiones ajenas a su hábitat natural, a fin de conservar los procesos de evolución intactos en cada ecosistema, contrarrestar la deforestación y eliminar la contaminación.

En este ámbito, es fundamental la investigación básica. Los estudios relacionados con seres vivos permiten generar conocimiento acerca de sus características, interacciones y posibles beneficios para el ser humano, como el descubrimiento de medicamentos a partir de ciertas plantas, destacó.

Al respecto, informó que los integrantes del Instituto son responsables de proyectos encaminados a ese objetivo, como el programa de educación para la protección de los murciélagos migratorios y mexicanos, la estrategia nacional de conservación del jaguar, y la protección del Valle de Cuatro Ciénegas.

Además, realizan análisis de los bosques mexicanos; para preservar los perritos llaneros y los pastizales de Janos, Chihuahua; en la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA), y en la Selva de Los Tuxtlas, entre otros.

México, país megadiverso

La especialista recordó que México ocupa el tercer lugar mundial en mamíferos, con más de 500 especies; en aves, la octava posición, con más de un millar; en plantas vasculares, como árboles, arbustos y matorrales, se ubica en el quinto puesto, con aproximadamente 23 mil 500; en reptiles, en el segundo, con más de 800. La diversidad se caracteriza por estar compuesta de un gran número de endémicas, es decir, exclusivas del territorio.

El 50 por ciento de plantas –unas 15 mil especies- que crecen aquí son de este tipo, es decir, si desaparecieran en México, lo harían en todo el planeta. Los reptiles y anfibios tienen una proporción de endémicas de 57 por ciento y 65 por ciento, respectivamente, y los mamíferos, de 32 por ciento.

El concepto de diversidad biológica refiere a la cantidad y variedad de seres vivos y de adaptaciones de los organismos al ambiente que encontramos en el planeta. También se conoce como biodiversidad.

México se ubica en la tercera posición de entre las 12 naciones megadiversas del planeta, sólo detrás de Estados Unidos y Colombia. En conjunto, albergan entre el 60 y 70 por ciento de la diversidad conocida en la Tierra. Casi en su totalidad, todos los tipos de vegetación terrestres se encuentran en el país, y algunos ecosistemas, como los humedales de Cuatro Ciénegas, en Coahuila, sólo se hallan en la nación.

Esta condición es resultado de la topografía y geología, y de la variedad de climas y microclimas. Asimismo, la ubicación coloca a nuestro territorio como unión de dos regiones biogeográficas, la Neártica y la Neotropical, lo que significa que aquí han evolucionado especies de distinta afinidad ecológica y geográfica.

En cuanto a la diversidad genética, no existe mucha información, pues el número de estudios es muy pequeño. Por la extensión territorial, no es de extrañar que muchas presenten una considerable variabilidad, pero también se han detectado algunas que tiene una muy baja y requieren de cuidado especial.

La efeméride

El 20 de diciembre del año 2000, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decretó el 22 de mayo como el Día Internacional de la Diversidad Biológica, para difundir información, promover su protección y estimular a las organizaciones, instituciones académicas, legisladores, empresas y ciudadanos a tomar medidas directas para reducir la pérdida constante de la biodiversidad global y local.

De acuerdo con la instancia, entre 1970 y el 2000, se ha perdido el 40 por ciento de especies en el mundo. El consumo no sustentable continúa a la par de las exigencias por más recursos, que rebasan en aproximadamente 20 por ciento la capacidad biológica del planeta, en un contexto donde el 70 por ciento de la población pobre del mundo vive en zonas rurales y dependen directamente de la biodiversidad para su bienestar y supervivencia.

Créditos: unam.mx/boletin/325/2012

Las lombrices benefician a las plantas

 
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lombrices26 de junio de 2011

Las lombrices no sólo son pequeños invertebrados que gustan de la tierra y la obscuridad, sino que gracias a estas características, son indispensables para el desarrollo de algunos cultivos; cómo se comportan y el beneficio que tienen es parte del conocimiento que se impartirá n el taller de Lombricomposta Urbana en el jardín Botánico de la BUAP, este 25 de junio de 10:00 a 13:00 horas.

Víctor de Gante Cabrera, profesor e investigador de este espacio, enseñará a los asistentes cómo aprovechar desechos orgánicos de manera eficiente para la elaboración de una lombricomposta, y obtener abono orgánico rico en proteínas y fósforo, necesarios para el sano crecimiento de plantas y hortalizas.

Lejos de ser sucias, “las lombrices son completamente saludables, no transmiten ninguna enfermedad, contienen gran cantidad de proteínas y ayudan a oxigenar las raíces de las plantas”, explicó.

Los sustratos elaborados a partir de estos gusanos, ayudan a acelerar el proceso natural de descomposición de material orgánico, como desechos vegetales o animales muertos, y a través del proceso digestivo de la lombriz, es posible obtener abono orgánico sin gastar en productos comerciales.

Para hacer una lombricomposta en casa, se pueden utilizar huacales de plástico o madera, donde se coloca una pequeña cantidad de tierra; luego se deposita un número aproximado de 30 lombrices por cada metro y medio cuadrado, y materia orgánica para que se vaya descomponiendo, explicó el biólogo.

Al respecto, señaló que el 60 por ciento de la basura que una familia genera diariamente, el 40 por ciento es materia orgánica que puede utilizarse para la lombricomposta.

Al alimentarlas, “las lombrices se reproducirán en grandes cantidades (pueden llegar a ser hasta 500 pocas semanas), y al mes se podrá extraer un abono orgánico que gracias a su poca cantidad de químicos y su riqueza de proteínas y fósforo, ayudarán a que diversos tipos de flores, árboles u hortalizas, mejoren el brillo de sus hojas y la calidad de sus flores o frutos”, puntualizó De Gante Cabrera.

Este taller se imparte en el aula virtual del Jardín Botánico, cuya entrada está entre la calle 24 sur y avenida San Claudio de Ciudad Universitaria. Los interesados pueden llamar al 2 29 55 00 extensiones 7030 y 7032, o visitar el sitio www.jardinbotanico.buap.mx, para ver los distintos cursos.

Créditos: BUAP/Comunicación Institucional/buap.mx
Imagen: miprov.com:

Vertebrados e invertebrados, todos compartimos el mismo sueño

 
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Los acociles tienen un proceso de sueño muy parecido al de los humanos.
Los acociles tienen un proceso de sueño muy parecido al de los humanos.

• Fidel Ramón Romero y sus colaboradores comprobaron que los invertebrados duermen, lo que rompe con la teoría de que el sueño es exclusivo de animales con cerebro complejo

• Después de comprobar que los acociles caen en estado de somnolencia, los académicos de la Facultad de Medicina de la UNAM realizan los mismos estudios con hormigas

“Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”, o al menos eso dice el refrán, ¿pero en realidad duermen los camarones? Todo parece indicar que sí, señaló Fidel Ramón Romero, investigador de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, quien añadió que a diferencia de lo que se pensaba hasta hace pocos años, “el sueño está presente en todos los animales con sistema nervioso”.

Después de demostrar en 2004 que los acociles caían en un estado de somnolencia profunda, con lo que Ramón Romero desmintió la creencia (aceptada por todos los científicos hasta hace apenas seis años) de que el sueño era exclusivo de animales con cerebros complejos, el profesor ha comenzado a experimentar con organismos más sencillos, como las hormigas y, próximamente, lo hará con gusanos.

“Decidimos enfocarnos en las hormigas porque si queremos explicar cómo funciona el sueño, tenemos dos opciones: una es tomar un cerebro y buscar qué mecanismos operan, y la otra, seguir un método filogenético, como hacemos nosotros, y buscar animales cada vez más simples, para determinar qué actividades cerebrales también están presentes en seres más complejos”, explicó el especialista.

Hasta el momento, los investigadores no sólo han descubierto que los invertebrados duermen, sino que tienen una región en el cerebro que genera actividad eléctrica y conduce al sueño, y han intentado eliminarla para ver si duermen o permanece en vigilia.

“Ahora lo que buscamos es una zona que haga que el animal se mantenga despierto o dormido, pues podríamos usarla para determinar por qué esa región se activa o inactiva y conduce al sueño. Tenemos hipótesis, pero aún no hemos llegado a ninguna conclusión”, dijo.

La clave del sueño podría estar en un gusano

Acociles, hormigas, ¿qué sigue para el profesor Ramón? “Fácil, como ya dije, nosotros seguimos un método filogenético, y nuestro siguiente objetivo es estudiar al animal más simple, pero con cerebro, es decir, un gusano, aunque es muy difícil”.

Para realizar su experimento, necesita un organismo con características especiales, resistente y lo suficientemente grande como para soportar el peso de los electrodos que medirán su actividad cerebral, y tras evaluar sus opciones, todas se redujeron a una: un parásito conocido como Ascaris.

El Ascaris lumbricoides infecta a los humanos y el Ascaris suum a los cerdos, pero ambos tienen la misma apariencia: son gusanos muy resistentes, de color blanquecino o rosado, que pueden alcanzar hasta los 35 centímetros de longitud y representan un serio problema de salud.

“El inconveniente es que conseguir uno en buenas condiciones resulta casi imposible. Hemos ido a hospitales, pero cuando éstos son extraídos de las personas, ya están tan afectados por las medicinas y no sirven”.

Mientras tanto, el investigador continúa experimentando con hormigas, pero ya diseña el plan de trabajo que seguirá cuando consiga gusanos, que podrían ser los que den la respuesta a por qué soñamos; resolver esa incógnita es “el gran sueño” de Ramón Romero.

Rompiendo paradigmas

Todavía en 2004, se daba por hecho que sólo las criaturas con cerebros complejos, como los mamíferos, aves y reptiles, podían dormir, hasta que Ramón Romero comenzó a sospechar que esto no era cierto, cuando observó un acuario lleno de acociles, primos cercanos del camarón.

De pronto vio que uno de ellos, súbitamente, se apartó de los demás para ir a un lugar cómodo y seguro, se recostó y se quedó inmóvil… Tras pensarlo un rato, llegó a una conclusión asombrosa: “¡Aquel crustáceo estaba tomando una siesta!”.

“Lo que hicimos fue tomar unos electrodos para medir la actividad cerebral en reposo y hallamos que, sin lugar a dudas, las ondas cerebrales registradas correspondían a las del sueño”, recordó.

Para realizar este hallazgo, más que perspicacia, lo único que se necesitaba era ser observador, “porque la conducta de estos animales no es muy diferente a la nuestra; cuando dormimos buscamos un lugar conocido, nos acostamos, nos relajamos y cerramos los ojos. Un acocil busca un sitio seguro, como la esquina del acuario, se queda quieto, se recuesta y baja su tono muscular; entonces, ¿por qué no habría de suponer que estos crustáceos duermen al igual que nosotros?”.

Sin embargo, aunque estos patrones de conducta suenen sorprendentes, el asombro llegó a la hora de hacer las mediciones, pues mediante el uso de electrodos, Ramón Romero y su colaborador, Jesús Hernández Falcón, comprobaron que el comportamiento eléctrico del cerebro del animal genera una serie de señales parecidas a las que produce el humano cuando duerme.

“Esto fue lo más notable, detectar este tipo de ondas, algo que no esperábamos de un invertebrado, con un cerebro sumamente simple”, acotó.

El descubrimiento se tradujo en un artículo, que cuando se publicó en formato electrónico, rápidamente llamó la atención de la comunidad científica y replanteó todo lo que se sabía del sueño en animales.

“Al principio, las dos revistas científicas más importantes (Nature y Science) rechazaron el texto, pero cuando en un tercer intento salió en la Proceedings of the National Academy of Sciences, ambas publicaciones retomaron el material y así el hallazgo se dio a conocer rápidamente alrededor del mundo”.

En aquel verano de 2004, titulares como “Los acociles toman una siesta”, “Los langostinos también duermen” o “Sueños de onda lenta en los crustáceos”, acapararon las portadas de diversas revistas especializadas, aunque la verdadera noticia era que un grupo de mexicanos había descubierto lo que pocos sospechaban: que el sueño no era exclusivo de animales con cerebros complejos.

Dormir, ¿un error evolutivo?

“Sabemos cómo dormimos, lo que nadie ha podido responder es ¿para qué dormimos?”, comentó el presidente de la Academia de Ciencias de América Latina, quien agregó, “si lo pensamos un poco, evolutivamente resulta una conducta difícil de justificar, porque cuando lo hacemos no sólo bajamos nuestros niveles de alerta, sino que al quedarnos inermes e indefensos, nos ponemos a merced de cualquier depredador, entonces, ¿qué sentido tiene?”.

La pregunta que podríamos hacernos es, ¿sería mejor no dormir? “¡Por supuesto que no! —respondió—. Aunque desconocemos muchas cosas sobre el asunto, lo que sí se sabe es que no hacerlo conduce a la muerte tan rápido, que animales privados del sueño, a los tres días presentan alteraciones mentales, serias dificultades para moverse y, una semana después, fallecen”.

Dormir puede ser un asunto de supervivencia o muerte, por eso Calderón de la Barca preguntaba en su obra de teatro más famosa “¿qué es la vida?, sólo un sueño”, frase con la que coincide Ramón Romero, quien ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar este tema y a investigar con animales.

“De hecho, aunque soy médico cirujano de profesión, desde el principio me dediqué a estudiar la fauna, porque ésta nos da muchas pistas —a veces insospechadas— sobre diversos temas; por ejemplo, es fácil darnos cuenta que nuestras mascotas duermen, pero constatar que los acociles también lo hacen, significó un cambio de paradigmas, pues nos permite suponer que todos los animales con cerebro lo hacen”.

Tras la publicación del artículo de Ramón Romero y sus colaboradores (Jesús Hernández Falcón, Karina Mendoza Ángeles y Germán López Riquelme), especialistas de todo el mundo han realizado experimentos con invertebrados, como las moscas de la fruta, pero ahora el equipo del universitario realiza estudios con un insecto aún más sencillo: la hormiga, y próximamente lo hará con gusanos.

Dormir, descansar y soñar no es lo mismo

Hay un dicho que dice “el sueño es el cerebro trabajando por el cerebro y para el cerebro”, y a decir de Ramón Romero, “pocas frases resumen mejor el asunto”.

Para el académico queda claro que una cosa es descansar y otra dormir; no importa cuánto se repose, si no entramos en un estado de somnolencia profunda, hay actividades cerebrales que no funcionan bien.

“El descanso es para los músculos, pero dormir es para el cerebro; por ejemplo, un corredor de maratón podría correr intensamente por dos horas y fracción, y al dormir necesitará las mismas ocho horas de sueño que alguien que no hizo nada en todo el día. Dormir no es para descansar, porque mientras uno lo hace, el cerebro está trabajando, aunque no con las mismas zonas que usa durante la vigilia”, expuso el profesor.

En todos los animales en los que se ha estudiado este fenómeno, no importa si se trata de mamíferos, aves, reptiles o invertebrados, el sueño es muy parecido al de los humanos, de hecho tanto, que se ha comprobado que las hormonas y los compuestos que se liberan en el cerebro son los mismos.

“Incluso se sabe que animales que nos son muy cercanos como los perros, gatos o caballos, pueden soñar, ya que los recuerdos que han almacenado en la memoria terminan formando parte de sus procesos oníricos”.

Una vieja parábola china dice que un día Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar, ignoraba si era Tzu el que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu, lo que plantea la pregunta de si los insectos pueden soñar.

“No lo sé, y ni siquiera imagino la manera de averiguarlo, pero qué no daría yo por saber, aunque fuera por un instante, qué es lo que pasa en la cabeza de esos bichos cuando duermen”, concluyó Ramón Romero.

Créditos: Boletín UNAM-DGCS-173 – dgcs.unam.mx