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Inundaciones por falta de infraestructura, basura, exceso de cemento y escasez de árboles

 
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02 de septiembre de 2017

Las lluvias de estos días en la Ciudad de México son intensas, pero están dentro del rango normal, aseguró David K. Adams, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM. Continue reading Inundaciones por falta de infraestructura, basura, exceso de cemento y escasez de árboles

El riesgo climático es silencioso y se está incubando

 
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La ciudadela El Recreo, en la Localidad de Bosa volvió a inundarse por la emergencia invernal.
La ciudadela El Recreo, en la Localidad de Bosa volvió a inundarse por la emergencia invernal.

20 de diciembre de 2011

Las inundaciones en Chía y Bosa, los derrumbes en Manizales y las víctimas por avalanchas, como la de Nariño, son consecuencia de problemas profundos de desarrollo económico y social y de mala planificación.

Una realidad de a puño, que los expertos no dudan en indicar, es que las causas van más allá de la calentura mediática, e incluso de los mismos fenómenos de la variabilidad y el cambio climático, como “El Niño” o “La Niña”. Sus consecuencias, no solo tienen que ver con la respuesta del Estado.

Por eso, la Agencia de Noticias UN entrevistó al ex director de la anterior Dirección Nacional de Prevención y Atención de Desastres (hoy Unidad Presidencial de Gestión del Riesgo), Omar Darío Cardona Arboleda, quien ratificó que, pese a las buenas intenciones de los gobiernos que han trabajado para mitigar los daños causados por el invierno, agravado por el fenómeno de “La Niña”, la velocidad en el aumento del riesgo ha superado en mucho los esfuerzos para reducirlo y están ocurriendo cambios que nadie se esperaba.

Cardona, profesor de la UN en Manizales, estuvo en Bangkok con motivo de las inundaciones en esa ciudad. Acaba de terminar, como miembro del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), el informe especial sobre extremos climáticos y riesgos, lanzado en Kampala, Uganda.

Carlos Fernando Álvarez: Con este fenómeno, que se pronosticó en mayo pasado por parte del Ideam, ¿cree usted que las autoridades han actuado con asertividad y prevención para afrontar otra vez, inundaciones como las de hace menos de un año?


Omar Darío Cardona:
El problema no es el pronóstico ni el fenómeno mismo, como uno podría pensar a primera vista. El riesgo (las posibles consecuencias) y, por lo tanto, cada desastre (cuando el riesgo se materializa), son el resultado no solo de que se presente el fenómeno, sino también de que existan unas condiciones de exposición –es decir, de ubicación de asentamientos humanos e infraestructura que nunca debieron haber sido localizados en esos sitios–, pero también de vulnerabilidad –es decir, de una serie de factores de susceptibilidad o predisposición a sufrir los efectos adversos cuando se presentan los eventos.

Claramente, factores como la marginalidad, la pobreza, la falta de educación y de gobernabilidad, las condiciones sociales de desigualdad, la fragilidad física de las viviendas y, en general, las condiciones de inseguridad social y económica, son los principales determinantes de los desastres y no solamente los fenómenos climáticos.

Dichos factores se han incubado y gestado durante décadas por falta de planificación y por problemas de desarrollo desigual. Es decir, que el riesgo y los desastres son problemas de desarrollo y no hechos de la mala suerte. Por lo tanto, no se necesita solo de un fenómeno de “La Niña” para que haya desastres. Las solas lluvias estacionales ya son suficientes para afectar los medios de subsistencia de miles de personas cada seis meses. Es obvio que en un año no se pueden resolver 500 años de imprevisión y de una casi total ausencia de la gestión del riesgo o de adaptación al cambio climático.

CFA: El Gobierno Nacional señala a los gobiernos locales y departamentales,  y estos, a su vez, responsabilizan al Nacional de las demoras en las ayudas y de no haber adelantado las obras de mitigación de inundaciones, como jarillones y demás. ¿De quién es la culpa, entonces, de que no se haya trabajado en la primera reconstrucción con los billones de pesos recolectados?

ODC: Una manera de socializar la responsabilidad es echarse la culpa entre todos. En este tema no está funcionando bien la descentralización –por la debilidad de los municipios–, pero la solución tampoco es crear desde cero una Colombia Humanitaria –pensemos lo que se demora algo así para funcionar eficientemente–. No trabajar decididamente con la institucionalidad existente como Planeación Nacional, Findeter, los ministerios, para mencionar algunos que ya tienen experiencia y capacidad, es un desperdicio y un desacierto que se hace cada día más evidente.

CFA: En últimas, ¿de quién es la responsabilidad?

ODC: Es de todos los niveles, pero no basta con tener recursos si no hay capacidad, eficiencia y eficacia. El problema es que el “teatro público” facilita que se ponga la lupa en los debates y opiniones superficiales y no en los asuntos que son realmente de fondo. La verdadera rendición de cuentas, o accountability de los gobiernos frente a sus ciudadanos, como opera en los países más democráticos, debe hacerse con base en el enforcement, es decir, haciendo cumplir la reducción del riesgo en forma anticipada mediante leyes coherentes y recursos apropiados.

Después de un desastre no es extraño que se expidan leyes bonitas sin herramientas técnicas, legales y financieras, así como propuestas de hacer nuevas instituciones coyunturales y paraestatales, sin los medios y las herramientas expeditas, flexibles y prácticas para realizar, ejecutar, implementar la gestión del riesgo y la adaptación al cambio climático.

CFA: En una entrevista con el diario La República, el director del IDEAM, Ricardo Lozano, afirmó que los gobiernos deben hacerles caso a sus meteorólogos. En el Congreso, en un debate sobre la crisis invernal pasada, Lozano volvió a encender las alarmas y anunció el nuevo fenómeno de “La Niña”, pero parece que nadie le hizo caso. ¿Lo cree usted así?

ODC: El problema no es de pronóstico siquiera, sino de gobernabilidad y desarrollo que permita anticiparse al problema. El solo pronóstico no es suficiente para impedir los daños y pérdidas. Por esa razón, sugerí al actual Gobierno que realice un proceso de reconstrucción con “transformación” –es decir, que la reconstrucción es una oportunidad histórica para el país, que se está desaprovechando, y que no se puede rehacer la vulnerabilidad que existía antes del desastre. La gestión del riesgo no es una opción sino una obligación. Hay que reducir la vulnerabilidad y la exposición en áreas propensas. Incluso, creo que la sexta “locomotora” del plan de desarrollo del Presidente Santos debería ser la reconstrucción, si lo que se quiere es prosperidad.

CFA: ¿Hacia dónde apuntaría la solución?

ODC: La solución es reconocer que el riesgo (que es un proceso) y el desastre (que es su producto derivado), son problemas de desarrollo que hay que afrontar seriamente, y no ver los desastres como un simple problema de respuesta de emergencias. La degradación ambiental en las cuencas, la falta de planificación territorial y de incluir el riesgo como determinante de los usos del suelo, la falta de sismorresistencia, el poco esfuerzo de la educación e información pública sobre el tema, la marginalidad, la pobreza y la desigualdad, son las condiciones de vulnerabilidad que favorecen o facilitan que cuando hay un evento se convierta en un desastre.

No puede haber prosperidad ni desarrollo sostenible si no hay, explícitamente, una estrategia que se llama GESTIÓN DEL RIESGO, que hay que entender e incluir en todas las actividades cotidianas e institucionales. Hay que reducir el riesgo interviniendo la vulnerabilidad, contando con instrumentos financieros apropiados y respondiendo en forma asertiva, preparada, expedita, cuando el riesgo se convierta en desastre. La respuesta debe ser apropiada y planificada como lo deben ser también la rehabilitación y la recuperación.

También es la adaptación frente al cambio climático, pero el país está sometido a muchas otras amenazas –que no son sólo de origen hidrometeorológico– y que usualmente no avisan. Posibles eventos que son un peligro latente y silencioso, que está ahí y que se pueden convertir en desastres debido a que el riesgo esta incubándose por causa del aumento de la vulnerabilidad económica y social. Mire el Galeras y los desastres sísmicos que han ocurrido en el pasado.

Créditos: agenciadenoticias.unal.edu.co

Influyen las manchas solares en el desplazamiento de huracanes

 
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26 de julio del 2011

En el Pacífico, la temporada de huracanes para la IV Región Meteorológica, de la que forma parte nuestro país, se inicia entre mediados de mayo y principios de junio.
En el Pacífico, la temporada de huracanes para la IV Región Meteorológica, de la que forma parte nuestro país, se inicia entre mediados de mayo y principios de junio.
• Si el Sol presenta un mínimo de esas marcas, al menos uno de esos fenómenos naturales proveniente de África penetra en México
• El Niño hace que disminuya notablemente su formación en el Océano Atlántico

Si se presenta un mínimo de manchas solares, cada 10 u 11 años, al menos un huracán proveniente de África penetra en México por Yucatán o Chiapas; entonces, causa inundaciones tremendas como las del año pasado en diversas zonas de Tabasco, explicó Enrique Buendía Carrera, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM.

Así ocurrió con el último mínimo de marcas solares del siglo XIX y el huracán Siete; con el primer y último mínimos del siglo XX y los huracanes Dos y Dolly, y con el primer mínimo del siglo XXI y Vince: todos entraron por Yucatán, y si el mínimo permanece de dos a cinco años, más de esos fenómenos naturales penetran por ese estado o por Centroamérica (rumbo a Chiapas), dijo.

Residuos de explosiones

Las manchas solares son los residuos de explosiones en nuestra estrella, es decir, lo que queda si esas llamaradas color naranja rojizo se “enfrían” a cuatro mil grados kelvin.

“Esas explosiones emiten energía magnética que, al mezclarse con el vapor de agua que hay en la atmósfera terrestre, además de dar origen a auroras boreales, desplaza ligeramente hacia el Norte el Sistema de Alta Presión del Atlántico Norte, y hacia el Sur el Sistema de Alta Presión del Atlántico Sur. El movimiento hacia el Norte provoca el desvío de un huracán a Estados Unidos, o su desplazamiento por el Atlántico central”, detalló Buendía Carrera.

Sin embargo, si no hay explosiones en el astro, ni manchas solares, ese sistema no se desplaza y se forma un canal entre su parte sur y la Zona Intertropical de Convergencia (ZITC), que está llena de nubes.

“Por ese canal, las ondas del Este que provienen de África y salen al Atlántico, o que se forman en él, se desplazan y entran directamente por Yucatán. O si la ZITC y el Sistema de Alta Presión están ligeramente más al Sur, los huracanes llegan por Centroamérica y entran al país por Guatemala y Chiapas”, indicó.

Menos en la presente temporada

En noviembre de 2010, el Sol reanudó su actividad. En su superficie empezaron a aparecer explosiones constantes, de tal forma que la energía magnética que generaron retrasó el desplazamiento del Sistema de Alta Presión del Atlántico hacia el Norte, es decir, hacia la ZITC, que ha estado bloqueada desde entonces por un sistema de alta presión muy delgado y poderoso, que ocasiona intensas precipitaciones, de Este a Oeste, en el norte de América de Sur.

“Este fenómeno, además de retrasar este 2011 las lluvias en México, hará que disminuya la formación de huracanes (el número de los que se formen estará por debajo del promedio), al contrario de lo que predicen las instituciones nacionales encargadas de ello”, aseguró Buendía Carrera.

En promedio, 25 al año

En el Pacífico, la temporada de huracanes para la IV Región Meteorológica, de la que forma parte nuestro país, se inicia entre mediados de mayo y principios de junio, y termina en noviembre, aunque a veces se extiende hasta diciembre.

Sólo al principio, esos fenómenos se forman en el extremo de un frente frío y, por lo mismo, al desprenderse de éste, se desplazan de Oeste a Este (generalmente, van de Este a Oeste en esa región) e ingresan a México.

En el Atlántico, la temporada comienza un mes después, el 15 de junio, y termina también en noviembre.

Cada año se forman, en promedio, 25 huracanes en la IV Región Meteorológica: 10 en el Atlántico y 15 en el Pacífico. Producen grandes precipitaciones que causan inundaciones, fuertes vientos de hasta 250 kilómetros por hora, o más, que levantan todo tipo de objetos (motocicletas o autos ligeros) y surgencias, que son mareas de tormenta con olas de hasta 10 metros de altura.

El fenómeno de El Niño (calentamiento anormal del mar en el Pacífico ecuatorial y al oeste de la península de Baja California) genera evaporación y lluvias, así como vientos con movimiento descendente que, al chocar con los que ascienden de las ondas del Este que se desplazan sobre el Atlántico, hacen que disminuya notablemente la formación de huracanes en ese océano.

“Los pocos que se forman entonces en el Atlántico generalmente no penetran en la nación, ni por la península de Yucatán o por Centroamérica, pero El Niño sí los incrementa en el Pacífico (con él, por lo general hay más de 15), que afectan más a la península de Baja California, Sonora y Sinaloa”, informó.

Los del Pacífico pueden entrar también por Nayarit, Jalisco, Michoacán, Colima y Guerrero; muy pocos lo hacen por Oaxaca y Chiapas. En cuanto a los del Atlántico, afectan más a Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Chiapas, Veracruz y Tamaulipas; éstos son los que han ocasionado las mayores pérdidas económicas.

Monstruos

Una vez que se forma un huracán, se toman imágenes satelitales, y con las mediciones de la atmósfera de las seis y las 18 horas, se hacen simulaciones en la computadora para saber cuál será la ruta de aquél.

Si, por ejemplo, se forma pegado al Golfo de México, Tamaulipas o Veracruz, los tiempos mínimos disponibles para pronosticar y desalojar son de 24 a 36 horas.

“Uno de ese tipo no es muy intenso, es de categoría uno, y da tiempo de evacuar a las personas. Los que provienen de África son los mejor pronosticados, pero también los más peligrosos; alcanzan la categoría cinco (con vientos de hasta 250 kilómetros por hora o más) y una vida de 18 días a partir de que se forman en el Atlántico; son unos monstruos tremendos”, finalizó el universitario.

Créditos: boletin/2011_437/unam.mx

Más de 50 por ciento de las catástrofes del país de deben a inundaciones, huracanes y sequías

 
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Falta de planeación y de medidas de mitigación, drenajes obsoletos y rectos que aumentan la presión del agua, y la obstrucción de coladeras y ductos con basura, algunas de las causas de inundaciones, señaló Oralia Oropeza Orozco, del IGg.
Falta de planeación y de medidas de mitigación, drenajes obsoletos y rectos que aumentan la presión del agua, y la obstrucción de coladeras y ductos con basura, algunas de las causas de inundaciones, señaló Oralia Oropeza Orozco, del IGg.

30 de julio de 2010

• Esos fenómenos hidrometeorológicos, junto con heladas, granizadas, ondas frías y de calor afectan cada año a la población, sus bienes y entorno, dijo Oralia Oropeza Orozco, del IGg de la UNAM
• En la zona metropolitana, Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Chalco, Ecatepec y Naucalpan son los sitios más afectados

Más del 50 por ciento de las catástrofes que ocurren cada año en el país es causado por fenómenos hidrometeorológicos como inundaciones, huracanes, otros tipos de lluvias torrenciales y sequías, afirmó Oralia Oropeza Orozco, investigadora del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM.

En ese grupo de fenómenos también se incluyen granizadas, nevadas, ondas frías y de calor, que afectan considerablemente a la población, sus bienes y entorno, señaló la académica adscrita al Departamento de Geografía Física.

“Ocurren inundaciones grandes, donde el nivel del agua alcanza más de un metro de alto, que ponen en peligro la vida de las personas, pero otras, de unos 15 centímetros, son suficientes para causar daños materiales como la pérdida de muebles y refrigeradores, que afectan seriamente la economía de las familias”, dijo.

Aunque no existe una medida oficial para identificar el alcance de la acumulación de agua de lluvias, se considera encharcamiento a un tirante del líquido de 10 a 15 centímetros de alto, mientras que un nivel de 25 a 30 centímetros, es una inundación, acotó.

Los principales daños ocasionados por las inundaciones se deben a que grupos humanos, generalmente marginados, habitan en viviendas inadecuadas, en zonas de riesgo como costas, riberas y áreas de deslave.

“Entre las causas figuran la falta de planeación y de medidas de mitigación, los drenajes obsoletos y rectos que aumentan la presión del agua, y la obstrucción de coladeras y ductos con basura”, reconoció.

Zonas de riesgo

Coautora de varios mapas sobre regiones propensas a inundaciones, que forman parte del Atlas Nacional de México del IGg, Oropeza Orozco recordó que los sitios de mayor riesgo en el país son el Distrito Federal, Estado de México, Nuevo León, Jalisco, Tabasco, Baja California y Veracruz, así como la costa de Chiapas, y la costa y valles de Oaxaca, Guerrero, Puebla y Campeche.

“En la Ciudad de México las delegaciones que más se inundan son Iztapalapa y Gustavo A. Madero, y en la zona metropolitana los municipios de Chalco, Ecatepec y Naucalpan”, indicó.

En un estudio sobre la frecuencia de esos desastres por entidad, la universitaria encontró que, entre 1970 y 2004, el Estado de México, Distrito Federal, Veracruz y Chiapas alcanzaron los valores más altos, con 202, 196, 194 y 106 inundaciones, respectivamente.

Agua de mayo a octubre

También, descubrió que la distribución mensual de inundaciones muestra que, en promedio, de mayo a octubre se presenta el mayor número de eventos (de 100 a más de 500), mientras en agosto hay un ligero descenso, quizá asociado a la sequía de medio verano o canícula.

En la época invernal, enero y febrero son los meses donde más se presentan inundaciones, aunque no rebasan las 100. Por otra parte, de los dos mil 443 municipios del país, 635 de ellos (el 25.9 por ciento) tienen registro de una a más de 40 inundaciones entre 1970 y 2004. Las jurisdicciones que han sido afectadas se distribuyen tanto en las costas como tierra adentro.

Entre las que han tenido más eventos se encuentran Ecatepec y Naucalpan, en el Estado de México (con 43 y 32, respectivamente); Acapulco, Guerrero (38); Tijuana, Baja California (31); Guadalajara, Jalisco (28); Iztapalapa, Distrito Federal (26); Tapachula, Chiapas (25); Monterrey, Nuevo León (24), y Torreón, Coahuila (23).

Entre las medidas de prevención para evitar las inundaciones en temporada de lluvias, la investigadora recomendó la construcción de diques y canales, la reducción de la deforestación y erosión del suelo, así como la aplicación de un plan de prevención con enfoque científico que considere las condiciones territoriales, ambientales y sociales de cada región vulnerable del país.

Créditos: UNAM. DGCS -452/unam.mx

ELABORA LA UNAM ATLAS DE RIESGO GEOTÉCNICO DE LA ZONA CONURBADA DEL VALLE DE MÉXICO

 
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• Servirá para delimitar zonas de alto riesgo en construcciones civiles y asentamientos humanos

JOSE MARIA CHAVEZ RODRIGUEZ• Se busca identificar áreas en las que existan riesgos naturales como deslizamientos de tierra, inundaciones, fracturas o hundimientos

• El proyecto del Atlas está destinado a los municipios de Naucalpan, Atizapán, Tlalnepantla, Cuautitlán de Romero Rubio y Cuautitlán Izcalli

Con el propósito de elaborar un mapa de zonificación geotécnica del área conurbada para delimitar lugares de alto riesgo en construcciones civiles y asentamientos humanos, el académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, José María Chávez Aguirre, empezó la configuración del Atlas Multidisciplinario y de riesgo geotécnico de la zona conurbada al norponiente del Valle de México.

Se trata de un análisis de desarrollo urbano que inició hace más de dos años y cuya finalidad es identificar las áreas en las que existan riesgos naturales como deslizamientos de tierra, inundaciones, fracturas o hundimientos que afecten la estabilidad de los asentamientos humanos desde un enfoque geotécnico y que incluye los aspectos jurídicos, socioeconómicos, históricos y comunicativos.

Se denomina Atlas Multidisciplinario porque intervienen diversas áreas relacionadas con las licenciaturas que se imparten en la FES Acatlán como sociología, historia, ingeniería, economía, derecho y comunicación, explicó.

De acuerdo con el ingeniero-geólogo Chávez Aguirre, los problemas geológicos son consecuencia de los fenómenos naturales, y la forma en que afectarán a las edificaciones sólo puede determinarse mediante análisis geotécnicos elaborados previos a la construcción.

El proyecto es llevado a cabo por 35 alumnos de servicio social, además intervienen 18 profesores como asesores de los estudiantes, resaltó el miembro de la Academia Mexicana de Ingeniería desde 2008.

El también miembro del Colegio de Ingenieros Geólogos de México, detalló que, periódicamente, se llevan a cabo reuniones de evaluación y, cada año, se presenta un avance de los trabajos, que se difunde entre las autoridades de la Facultad y los presidentes municipales.

“Desde el inicio, la propuesta del Atlas estaba pensada para cinco municipios: Naucalpan, Atizapán, Tlalnepantla, Cuautitlán de Romero Rubio y Cuautitlán Izcalli. La razón por la que se incluyen estos municipios, es que se encuentran geográficamente cerca de la FES Acatlán, lo que facilita el acceso a cualquier área de ellos”, indicó.

En entrevista, comentó que desde 2003, el proyecto se ha desarrollado en Atizapán, sobre todo en las zonas minadas, donde se ha contribuido con su ubicación y rehabilitación, con un progreso de entre 13 y 14 por ciento.

Originalmente, sostuvo, el proyecto estaba programado para aplicarlo en los cinco municipios en un período de cinco años, empero, en esos cinco años sólo se alcanzarán a cubrir los trabajos que se están realizando en la zona de Atizapán, por lo que próximamente se continuará con las demás jurisdicciones, simultáneamente.

Por último, apuntó que al concluir el proyecto, se contará con un Atlas de Riesgo cuya consulta será de gran beneficio para la población de la zona norponiente del Valle de México, que permitirá a las autoridades gubernamentales hacer una planeación justificada para la ubicación de construcciones y asentamientos humanos, además de prever los riesgos a que está expuesta la población.
Créditos: Boletín UNAM-DGCS-159 – dgcs.unam.mx

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