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Estudian investigadores del CICIMAR y la UABCS ballena de 20 millones de años

 
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03 de octubre de 2017

nvestigadores del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (CICIMAR), del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), estudian los restos fosilizados de “Mazapán”, una ballena de aproximadamente 20 millones de años de antigüedad, la cual fue recolectada en 1995 al sur de La Paz, Baja California. Continue reading Estudian investigadores del CICIMAR y la UABCS ballena de 20 millones de años

REALIZA LA UNAM 2º ENCUENTRO CON LA TIERRA

 
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encuentrotierraCon una historia en la que han ocurrido acontecimientos en el transcurso de los tiempos geológicos, nuestro planeta, en su estado actual, no es más que consecuencia de todos esos sucesos encadenados en el tiempo.

Las rocas, que formaron los continentes, las placas tectónicas, fósiles, minerales, agua, sismos, volcanes y demás fenómenos que ocurren en el orbe –genuinos documentos históricos del pasado–, fueron abordados desde el punto de vista humanístico, científico y artístico en el 2º Encuentro con la Tierra, organizado por la UNAM y la Delegación Cuauhtémoc.

En la inauguración, realizada en el contexto del 72° Encuentro de Ciencias, Artes y Humanidades –programa académico-cultural de la Coordinación de la Investigación Científica de esta casa de estudios–, Elena Centeno, directora del Instituto de Geología, explicó que el objetivo es llevar al público en general, conocimientos sobre los fenómenos que ocurren en el planeta, tanto el origen de los diversos materiales, como minerales, agua, fenómenos geológicos y ambientales.

Asimismo, dijo, las actividades están encaminadas a interesar a los jóvenes en cursar alguna de las carreras en el área. Las ciencias de la tierra constituyen una profesión con muchas perspectivas para los jóvenes.

Sin embargo, poco se conoce de ellas, son áreas con carencia de profesionales. En México hay campo abierto de trabajo en el sector energético, en las industrias petrolera y minera, la hidrogeología y geología, entre otros ámbitos.

También resaltó la necesidad de conocer cómo funciona el orbe, la población debe estar preparada ante cualquier peligro o riesgo geológico, “pero también debemos animar a los jóvenes que deseen ser aventureros y quieran ser geólogos”.

Por su parte, Alejandro Fernández Ramírez, delegado en Cuauhtémoc, resaltó que la UNAM nos enseña a pensar y tomar conciencia social, “cada uno de nosotros tenemos una identidad propia, pero la Universidad Nacional nos muestra la diferencia en el proceso de vida”.

En una clase de astronomía en esta casa de estudios escuchó que los grandes hombres y mujeres “son como el Sol, se consumen a sí mismos para darnos su luz, eso es la UNAM, ese es este encuentro con la Tierra. Somos un momento en el fugaz tiempo de la historia de este planeta, debemos agradecer a la vida que hoy nos permite estar aquí”, finalizó.

En la jornada científica, cultural y artística, desarrollada en el Museo de Geología y en la Alameda de Santa María la Ribera (Kiosco Morisco), se efectuaron talleres, conferencias, exposiciones y charlas sobre los procesos terrestres y sus recursos naturales, impartidos por académicos universitarios. Además, una serie de actividades artísticas y culturales como la obra de teatro El Monólogo de Einstein y la exposición de carteles Animales en peligro de extinción a cargo de la Facultad de Artes y Diseño.

Créditos:UNAM-DGCS-288-2014

HUELLAS DE PTEROSAURIO EN SAN JUAN RAYA, PUEBLA

 
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pterosauroLa localidad de San Juan Raya, Puebla, alberga un patrimonio geopaleontológico notable, en el que además de fósiles de invertebrados marinos, recientemente fueron reportadas huellas fósiles de diversos saurios, entre las que destacan las pertenecientes a reptiles alados extintos, llamados Pterosaurios.

Como parte de esos estudios, se ha determinado que el estrato rocoso que preservó las huellas pertenece al periodo Cretácico inferior, con una antigüedad estimada en 110 millones de años.

Un grupo de investigadores universitarios, encabezados por el científico Frank Raúl Gío Argáez, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), en colaboración con estudiantes de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM, realizaron trabajos de campo para recabar datos más precisos acerca de las dimensiones de las icnitas, identificar rastros y distancias entre zancadas, así como elaborar réplicas de las mismas en plastilina de escultor.

El trabajo permitió al grupo de investigación obtener contra moldes individuales de cada huella para ser transportados al laboratorio para su análisis. Con el apoyo de especialistas del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADT) de la UNAM, fueron escaneados para generar imágenes tridimensionales que permitieron medir el largo, ancho y espesor.

Posteriormente, las imágenes fueron impresas en un material resistente y manipulable por medio de una impresora 3D, para conseguir réplicas que hicieron posible observar y registrar características sobre su forma, imperceptibles a simple vista. Después, se realizó un escaneo in situ de la pared que las contiene a fin de obtener un acervo digital del área para futuras investigaciones.

Esa colaboración es importante pues el intemperismo constante del sitio, en unos 30 o 40 años acabará con los rastros, “por lo que es necesario hacerlo lo más pronto posible, para preservar la reseña histórica de lo que hay ahí”, destacó Gío Argáez.

Al exponer algunos resultados de su investigación, Gío Argáez mencionó que esa localidad, ubicada en los límites de Puebla y Oaxaca, en la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, es una comunidad con apenas 150 habitantes, cuenta con un museo de sitio, donde exhiben fósiles y muestras de carácter arqueológico, las cuales, en colaboración con estudiantes de servicio social de la FC, limpiaron, ordenaron y acomodaron en forma sistemática para su apreciación.

En su participación, Huellas de Pterosaurio en la formación de San Juan Raya (Cretácico Inferior), Puebla, México, organizada por el CCADET, el decano de los profesores de paleontología de la FC precisó que el pueblo de San Juan Raya dio nombre a la unidad litoestratigráfica, formación con espesor de hasta mil 250 metros de material acumulado durante más de 10 millones de años y una extensión de casi 100 kilómetros, resultado del movimiento de bloques continentales.

Al respecto, recordó que durante una visita con personal de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, de España –con quien dirige un proyecto científico sobre la paleoicnología del Cretácico temprano en Puebla, en colaboración con el CCADET–, y con la ayuda de pobladores que sabían dónde se ubicaban las improntas, “localizamos 17 nuevos registros de icnitas, un descubrimiento trascendente porque no se había reportado, para esa edad, ese tipo de organismos, los pterodáctilos”.

Esos dichos organismos no fueron dinosaurios voladores, sino reptiles voladores, un grupo de animales extraordinariamente exitoso que vivió cerca de 200 millones de años y los primeros vertebrados en conquistar el aire; sus alas estaban recubiertas por una pequeña pelusa semejante a la de los polluelos, el dedo anular creció mucho y le sirvió de soporte para su ala. Tenía una longitud de 12 metros de largo y hasta la fecha no se sabe si caminaba en cuatro patas, por el tamaño que alcanzó.

Para desplazarse por tierra o aire tenían una mecánica estructural compleja que les permitía caminar o volar y obtener su alimento a ras del mar.

Dentro de los estudios encontraron 174 huellas de vertebrados, 41 corresponden a Pterosaurios, de éstas últimas tomaron medidas y distancias entre cada una de ellas con la ayuda de un software especial lo que permitió obtener mayor precisión en los datos.

El grupo de investigación se encuentra en proceso de elaboración de un catálogo de fósiles, en la actualización de las descripciones y en la reconstrucción de espacios para búsqueda de restos óseos del Mesozoico.

Créditos: UNAM-DGCS-210-2014

TANIA GUTIÉRREZ, UNA CAZADORA DE ADN ANTIGUO

 
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cazadoradeandEn el mundo, distintos grupos de investigación emplean recursos y laboratorios para estudiar especímenes extintos a partir de sus restos; estos trabajos brindarían respuestas sobre el origen e historia evolutiva de distintas especies, incluido la humana.

Estos “cazadores de ácido desoxirribonucleico (ADN) antiguo” buscan material genético bien preservado. La mayoría considera imposible obtener alguna “presa” en regiones con climas cálidos por las condiciones ambientales, pues dificultan la preservación.

Al realizar sus estudios de doctorado en el Instituto de Ecología (IE) de la UNAM, Tania Anaid Gutiérrez García exploró nuevas rutas para extraer y amplificar el material genético de dos especies de roedores de América Central, a partir de restos con más de seis mil años, localizados en la Península de Yucatán.

En sus trabajos recuperó información genética a partir de las muestras de mandíbulas fosilizadas encontradas en una región poco contemplada en la búsqueda de ADN antiguo.

Debido al éxito, ahora los científicos ven factible obtenerlo de vestigios localizados en sitios húmedos y calurosos, expuso la también autora de textos de divulgación científica como Cuando el pasado nos alcance: el mamut en el patio de atrás y Filogeografía, la historia de los linajes de genes a través del tiempo.

La bióloga se manifestó contra la idea de que sólo es posible recuperar material genético en zonas secas o frías. “Yo lo obtuve donde se supone no podría”, detalló. Por la originalidad de su trabajo fue aceptada en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) como miembro nivel I.

La finalidad de estas tareas —entre las que se cuentan la filogeografía comparada— es analizar la distribución geográfica de la variación genética a través del tiempo para reconstruir la historia evolutiva de estas especies. Los resultados de la indagación doctoral han sido publicados en revistas internacionales como Frontiers of Biogeography y Biological Journal of the Linnean Society.

En la investigación —realizada con tutoría de Ella Vázquez Domínguez, del Laboratorio de Genética y Evolución del IE—, Tania Gutiérrez colaboró con integrantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Centro de ADN Antiguo McMaster, de Canadá.

Además, colabora en el diseño de modelos tridimensionales para preservar detalles de estas muestras, testimonio de la historia de la vida en la Tierra. La tecnología —aún en desarrollo— permitirá saber si existe ácido desoxirribonucleico en los restos, sin destruirlos.

Por la innovación de sus aportaciones y la colaboración con la comunidad científica nacional e internacional, recibió el Premio Estatal a la Juventud, que otorga Jalisco a individuos notables por sus contribuciones en distintos campos del conocimiento.

El que busca, encuentra

En diciembre pasado, la versión electrónica de Nature publicó un trabajo con ADN antiguo realizado por Matthias Meyer, sus colaboradores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) y coautores de España y China.

En el artículo se describe el hallazgo de material genético humano con miles de años de antigüedad, obtenido a partir de un hueso localizado en una cueva al norte de España. El trabajo demuestra que es posible recuperar material antiguo de restos obtenidos en climas templados y no necesariamente congelados.

En una región con características tropicales, a 110 kilómetros al sur de Mérida, Yucatán, se encuentran las grutas de Loltún (‘flor de piedra’ en maya). A partir del análisis de materiales óseos avistados en el sitio se determinó que ahí existieron mastodontes, bisontes, camellos, lobos, caballos y gran variedad de mamíferos ya extintos.

Del lugar, el INAH resguardó muestras de las especies Oryzomys couesi (rata arrocera del pantano) y Ototylomys phyllotis (rata trepadora de orejas grandes), de estratos con más de seis mil años de antigüedad.

Al trabajar en su análisis y clasificación, Gutiérrez García consideró la posibilidad de recuperar material genético de los restos fosilizados. Con este fin, realizó dos estancias doctorales en el Centro McMaster, uno de los más importantes a nivel internacional.

“La probabilidad de obtener ADN a partir de mandíbulas fosilizadas de roedores de una región tropical era mínima. Tras modificar los protocolos de investigación para adecuarlos a las características de lo recolectado logré la extracción, amplificación y secuenciación de diferentes fragmentos del genoma”, detalló.

El estudio doctoral constituye el punto de partida para conocer la estructuración genética de los roedores (que aún habitan en América Central) y determinar su lugar de origen y cómo fue su dispersión hasta tener su distribución actual, explicó.

“Conocer lo sucedido hace miles de años es relevante para comprender la situación actual de las especies que habitan el planeta, entre otras cosas, para entender los procesos evolutivos que llevaron a su permanencia o a su extinción”.

En la actualidad, Tania Gutiérrez busca consolidar un laboratorio de ADN antiguo para insertar a México en la generación de conocimiento sobre la historia evolutiva de todas las formas de vida sobre el planeta.

Créditos: UNAM-DGCS-092-2014

Posee Chiapas emplia Diversidad de Fósiles.

 
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Esta entidad es una de las más ricas en restos paleontológicos del país, por su historia geológica, refirió Francisco Vega, investigador de la UNAM.

Esta entidad es una de las más ricas en restos paleontológicos del país, por su historia geológica, refirió Francisco Vega, investigador de la UNAM.

Existen regiones en el estado de Chiapas donde se pueden encontrar restos de una gran diversidad de especies, que por sus características de preservación, pueden considerarse entre las mejores del mundo, afirmó Francisco Vega, investigador del Instituto de Geología (IGL) de la UNAM.
Dentro de la República Mexicana, recalcó, la entidad es una de las más ricas en restos paleontológicos por su historia geológica, refirió.
Los más antiguos, agregó, provienen del Paleozoico (Pérmico), es decir, de hace aproximadamente 250 millones de años. Se trata de rocas que indican un ambiente marino.
La evolución de este territorio continuó y las rocas que siguen en antigüedad corresponden al Triásico, base del Mesozoico, hace unos 200 millones de años, aunque en este periodo no hay mucha diversidad de restos, apuntó.
Del Jurásico se han encontrado algunos invertebrados y, para el Cretácico existe una mayor variedad. De hecho, Tuxtla Gutiérrez está construida sobre rocas del Cretácico Superior, de unos 70 millones de años, mencionó el biólogo.
Uno de los fósiles de crustáceos estudiado fue encontrado al edificar los cimientos de una casa en Tuxtla.
Trabajo en Chiapas
Vega consideró positivo que los habitantes de Chiapas que encuentran fósiles se aproximen a la gente del Museo de Paleontología Eliseo Palacios Aguilera, y éstos, a su vez, contacten a especialistas del IGL, donde trabaja la mayor parte de paleontólogos del país.
Hace 10 años, los colegas de Chiapas encontraron una nueva localidad que llamaron El Chango, ubicada al sureste de Tuxtla Gutiérrez. Ahí se han hallado lajas que contienen diversos organismos como hojas y frutos de las angiospermas más antiguas en México, así como ammonites, peces y crustáceos, citó.
Este último es el grupo que estudió, y está representado por camarones que aparentemente pertenecen a una familia completamente nueva, que data de unos 80 millones de años, destacó.
Lo que llama la atención de los fósiles encontrados es su grado de conservación; hay camarones que tienen preservados los ojos, antenas y cámaras branquiales, entre otras partes no calcificadas.
Se piensa que esto se debe a que en la zona hubo un ambiente donde el nivel de oxígeno era bajo, en consecuencia, se mantuvieron detalles morfológicos de los ejemplares.
Este tipo de crustáceos no tiene un amplio registro fósil, ni se conoce mucho de su evolución, pero con lo poco que se ha avanzado en la investigación se ha visto que no presentan características de un grupo actual, y al parecer pertenecen a una familia ya extinta.
Las plantas y animales que se conservan en El Chango, sugieren que era una zona de mares tropicales. “Existe una mezcla de organismos continentales y marinos, lo que refleja que esta localidad tuvo aporte de ríos e influencia marina”.
Con el empleo de escáner, actualmente trabajamos con manipulación de imágenes, a fin de obtenerlas tridimensionales, lo que nos permite apreciar con mayor claridad detalles morfológicos finos de los fósiles, concluyó.
Boletín UNAM-DGCS-584
Ciudad Universitaria.

24 de Septiembre del 2012

Existen regiones en el estado de Chiapas donde se pueden encontrar restos de una gran diversidad de especies, que por sus características de preservación, pueden considerarse entre las mejores del mundo, afirmó Francisco Vega, investigador del Instituto de Geología (IGL) de la UNAM.

Dentro de la República Mexicana, recalcó, la entidad es una de las más ricas en restos paleontológicos por su historia geológica, refirió.

Los más antiguos, agregó, provienen del Paleozoico (Pérmico), es decir, de hace aproximadamente 250 millones de años. Se trata de rocas que indican un ambiente marino.

La evolución de este territorio continuó y las rocas que siguen en antigüedad corresponden al Triásico, base del Mesozoico, hace unos 200 millones de años, aunque en este periodo no hay mucha diversidad de restos, apuntó.

Del Jurásico se han encontrado algunos invertebrados y, para el Cretácico existe una mayor variedad. De hecho, Tuxtla Gutiérrez está construida sobre rocas del Cretácico Superior, de unos 70 millones de años, mencionó el biólogo.

Uno de los fósiles de crustáceos estudiado fue encontrado al edificar los cimientos de una casa en Tuxtla.

Trabajo en Chiapas

Vega consideró positivo que los habitantes de Chiapas que encuentran fósiles se aproximen a la gente del Museo de Paleontología Eliseo Palacios Aguilera, y éstos, a su vez, contacten a especialistas del IGL, donde trabaja la mayor parte de paleontólogos del país.

Hace 10 años, los colegas de Chiapas encontraron una nueva localidad que llamaron El Chango, ubicada al sureste de Tuxtla Gutiérrez. Ahí se han hallado lajas que contienen diversos organismos como hojas y frutos de las angiospermas más antiguas en México, así como ammonites, peces y crustáceos, citó.

Este último es el grupo que estudió, y está representado por camarones que aparentemente pertenecen a una familia completamente nueva, que data de unos 80 millones de años, destacó.

Lo que llama la atención de los fósiles encontrados es su grado de conservación; hay camarones que tienen preservados los ojos, antenas y cámaras branquiales, entre otras partes no calcificadas.

Se piensa que esto se debe a que en la zona hubo un ambiente donde el nivel de oxígeno era bajo, en consecuencia, se mantuvieron detalles morfológicos de los ejemplares.

Este tipo de crustáceos no tiene un amplio registro fósil, ni se conoce mucho de su evolución, pero con lo poco que se ha avanzado en la investigación se ha visto que no presentan características de un grupo actual, y al parecer pertenecen a una familia ya extinta.

Las plantas y animales que se conservan en El Chango, sugieren que era una zona de mares tropicales. “Existe una mezcla de organismos continentales y marinos, lo que refleja que esta localidad tuvo aporte de ríos e influencia marina”.

Con el empleo de escáner, actualmente trabajamos con manipulación de imágenes, a fin de obtenerlas tridimensionales, lo que nos permite apreciar con mayor claridad detalles morfológicos finos de los fósiles, concluyó.

Boletín UNAM-DGCS-584

Ciudad Universitaria.