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CUATRO CIÉNEGAS, SITIO CON MAYOR RIQUEZA DE LIBÉLULAS EN NORTEAMÉRICA

 
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cuatrocienegas23 de julio de 2014

Un equipo científico encabezado por Enrique González Soriano, jefe del Departamento de Zoología del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, ha determinado que Cuatro Ciénegas, Coahuila, con 61 especies registradas, es el sitio más rico en libélulas de la región que va desde el norte de México hasta Canadá.

Se trata de un área con una concentración especial (un punto caliente, hotspot) de biodiversidad, quizás la más importante de todo Norteamérica.

En Estados Unidos hay sitios famosos por su alta diversidad, ejemplo de ello es el área de Trans Pecos, al oeste del Río Pecos, en Texas, donde se tienen registradas alrededor de 40 especies, pero luego de estudiar la zona coahuilense, se encontró que su fauna rivaliza con algunas del trópico mexicano. “Por ejemplo, ahí hay más especies que en Huautla, Morelos, y eso es sorprendente, por tratarse de un desierto”.

Se descubrió, incluso, una nueva especie del género Libellula, endémica no sólo de México y Coahuila, sino específicamente de Cuatro Ciénegas.

Las especies ahí encontradas se caracterizan por ser parecidas a las reportadas en el desierto de Chihuahua y relacionadas con la del sur de Texas y parte de Arizona. La riqueza biológica es extraordinaria; al inicio de la investigación, coordinada por la Facultad de Ciencias de la UNAM, en 2010, “calculé la posible existencia de alrededor de 30 especies de libélulas, pero con el tiempo salieron más y más”, relató González Soriano.

Coahuila tenía carencia de estudios faunísticos, que fueron subsanados por un grupo de especialistas de Estados Unidos que hicieron levantamientos y dieron a conocer un listado preliminar. Con el trabajo de los universitarios mexicanos pasó a ser una entidad bien analizada para ese orden animal, con alrededor de 85 especies reportadas.

La investigación en Cuatro Ciénegas, liderada desde hace casi tres lustros por Valeria Souza, del Instituto de Ecología de esta casa de estudios, ha encontrado en los cuerpos de agua de ese sitio un contenido antiguo, que alberga una fauna muy particular.

Se trata de una reserva natural, por lo que sus cuerpos de agua están protegidos, pero del otro lado del Valle de Cuatro Ciénegas la industria lechera extrae el líquido y eso pone en peligro la riqueza biológica. Perderla, calificó Enrique González, sería una desgracia. “Para México, sería una merma grande en el aspecto biológico; lo que ahí se requiere es un uso más racional del recurso”.

Odonata

Las libélulas conforman un orden pequeño, Odonata, dentro de la clase Insecta, en comparación con otros, enormes, como los coleópteros, que tienen alrededor de 350 mil especies.

En el mundo existen cerca de seis mil especies de libélulas, y en México hay alrededor de 355, de las cuales, 41 son endémicas. “Por regla general, en nuestro país se encuentra aproximadamente el 10 por ciento de la diversidad mundial de varios grupos de plantas y animales, pero en este caso es un poco menos, alrededor de siete por ciento”. Su mayor diversidad dentro del territorio nacional se ubica en las áreas tropicales.

Se trata de insectos acuáticos. En general, las hembras depositan los huevos directamente en el agua o son insertados en la vegetación acuática sumergida; los ponen uno a uno con una pequeña “aguja” llamada ovipositor, o en paquete.

De ahí emergen las larvas que pasan por diversos estados, hasta que maduran; una vez que lo hacen, trepan por alguna roca o tallo de una planta, salen y ocurre la metamorfosis, de donde emerge un adulto con alas.

Los ciclos de vida pueden ser cortos; en algunas especies tropicales, desde que se deposita el huevo hasta que emerge el adulto, puede pasar alrededor de mes y medio; pero en zonas frías, altas, algunas larvas duran dentro del agua seis o siete años y los adultos viven mes o mes y medio.

En general, las del trópico húmedo vuelan todo el año; más al norte, donde las condiciones son cambiantes (con primaveras y veranos muy calientes, e inviernos muy severos), una parte del año, la más fría, no se ven adultos; todos permanecen como larvas dentro del agua.
El orden Odonata, explicó Enrique González Soriano, tiene dos grandes grupos: los de cuerpo delgado, que vuelan poco y se denominan “caballitos del diablo”, y los que son de uno más robusto y se caracterizan por mantener las alas abiertas cuando se paran y se les denomina “libélulas”.

Algunas, sobre todo estas últimas, las que pertenecen al suborden Anisoptera, tienen un vuelo poderoso. En ciertos casos, las más rápidas pueden alcanzar velocidades de hasta 50 kilómetros por hora.

Hay libélulas tan pequeñas, de 21 milímetros, como algunas Ischnura, hasta gigantes, que miden 130 milímetros de envergadura alar, como Megaloprepuscaerulatus, que habita en las selvas húmedas. En México existen todas, no obstante, hay entidades federativas poco estudiadas.

Ése también era el caso de Tlaxcala, que de siete especies registradas hasta 2007, pasó recientemente a 31, luego del inventario realizado por el académico universitario y sus colaboradores; es decir, hubo un aumento de poco más de 300 por ciento. “Hoy es un estado mejor conocido en cuanto a su fauna”.

Entre los hallazgos realizados en ese sitio, se supo que la parte central de la entidad es donde se encuentra el mayor número de especies. También, se descubrió la posible existencia de algunas que tienen cierta variación morfológica respecto a los individuos de esas mismas especies que habitan en Morelos.

Es posible que sean crípticas, que morfológicamente aparenten ser la misma, pero con estudios de ADN se podrán diferenciar”, finalizó Enrique González Soriano.

Créditos: UNAM-DGCS-423-2014

MÉXICO OCUPA TERCER LUGAR MUNDIAL EN DIVERSIDAD DE MAMÍFEROS

 
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mexicoyelmar07 de julio de 2014

Los mamíferos constituyen uno de los grupos más sobresalientes de las comunidades terrestres de vertebrados. En la actualidad hay más de cinco mil 400 especies que habitan la mayoría de los ecosistemas del planeta, desde el murciélago abejorro, que pesa un gramo, hasta la ballena azul, con más de 100 toneladas. Los expertos estiman que podrían existir entre mil y dos mil aún por descubrir en el siglo XXI.

En el país se reportan 564 especies distribuidas en todo el territorio –aproximadamente 13 por ciento de la diversidad total– para ubicarlo en el tercer lugar mundial en esta riqueza. Aquí, 77 de cada 100 son especies menores a cinco kilogramos y pertenecen, principalmente, a los órdenes Rodentia (roedores), Chiroptera (murciélagos) y Soricomorpha (topos y musarañas).

Este grupo es uno de los más estudiados y ofrece interesantes retos teóricos y de manejo. En general, ha visto disminuidas sus poblaciones como resultado de las actividades humanas y algunos están en peligro de extinción. Así lo establece el artículo Biodiversidad de Chordata (Mammalia) en México, que integra el Suplemento Biodiversidad de México, de la Revista Mexicana de Biodiversidad, publicada por el Instituto de Biología (IB) de la UNAM.

En éste, Víctor Sánchez-Cordero, director de la instancia, así como Ruth Areli Gómez Rodríguez, Francisco Botello, José Juan Flores Martínez, Lázaro Guevara, Gabriel Gutiérrez Granados y Ángel Rodríguez Moreno, investigadores del IB, refieren que 10 especies de roedores y cuatro de murciélagos están en esta situación; nueve son endémicas (únicas del país) y a cuatro sólo se les encuentra en islas.

Es el caso de los roedores, Dipodomys gravipes, Neotoma martinensis y Peromyscus guardia, además del murciélago Myotis vivesi, están en esa condición por la introducción de fauna exótica como ratas y gatos en su hábitat, detallan.

Panorama nacional

Oaxaca posee la mayor riqueza de mamíferos en la nación con 199 especies, seguido de Jalisco con 177 y Chiapas con 171. Tlaxcala tiene la menor cantidad, con 28.

Recientemente se amplió el conocimiento sobre la distribución en regiones no inventariadas. Por ejemplo, en el Distrito Federal se registraron 63 especies en 2005; a pesar del perímetro reducido que ocupa (mil 479 km2), actualmente cuenta con 87.

De las 564 especies distribuidas en el territorio nacional, 157 (28 de cada 100) son endémicas, 112 son roedores, 20 soricomorfos (topos y musarañas) y 15 murciélagos, entre otros, diversidad que ubica al país en la segunda posición global, sólo superado por Indonesia.

Del total de mamíferos, cerca del 75 por ciento habita en los bosques templados de la Faja Transvolcánica Mexicana, el noroeste de Oaxaca y en las selvas del Occidente central.

En el texto, los autores estiman que no es improbable que en México se documenten descripciones de especies nuevas (los expertos consideran que podrían existir entre mil y dos mil aún por descubrir en el siglo XXI). Esto dependerá, en gran medida, del grado de conocimiento que se acumule como resultado de más colectas y el análisis de ejemplares depositados en colecciones biológicas.

Riqueza en peligro

Además de las especies en peligro de extinción, distintas poblaciones son mermadas o desaparecieron por la cacería furtiva y la destrucción de su hábitat. Es el caso del lobo mexicano, el oso pardo (que sólo existen en cautiverio) y la foca monje del Caribe (que ya desapareció).

También están en condición de riesgo el conejo de Omiltemi (Sylvilagus insonus), siete de 39 carnívoros, el tapir centroamericano, las tres especies de monos que habitan en las selvas del sureste y la Península de Yucatán, la vaquita marina y la ballena enana.

Los autores aluden a la importancia de continuar la recolecta científica ante el redescubrimiento de especies que se creían extintas. Es indispensable realizar actividades de manejo, uso y conservación de este grupo de vertebrados, reto cada vez mayor para los expertos del país, concluyen.

Crédisots: UNAM-DGCS-388-2014

LA CAZA ILEGAL DE JAGUAR DAÑA A ESTA ESPECIE EN PELIGRO DE EXTINCIÓN Y AFECTA LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA

 
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cazailegaljaguarUna hembra de jaguar (Panthera onca) de ocho años de edad, integrante de una reducida población de felinos que viven en libertad en Moctezuma, Sonora, fue muerta y calcinada por un cazador ilegal, con lo que se afecta a una especie en peligro de extinción y a la investigación científica que realiza en el sitio un grupo de investigadores del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM.

El deceso del ejemplar causó un triple daño, pues era una hembra en etapa productiva, tenía al menos una cría y un collar satelital que hace un año y cuatro meses le colocaron Ivonne Cassaigne y Antonio de la Torre, maestros en ciencias y alumnos de Rodrigo Medellín Legorreta, biólogo y doctor en ecología, además de titular del Laboratorio de Ecología y Conservación de Vertebrados del IE.

Ya se hizo la denuncia correspondiente por el delito ambiental ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) y la Unidad de Delitos Ambientales de la Procuraduría General de la República (PGR), pero aún no se castiga al o los responsables.

“El jaguar es parte de la identidad mexicana. Se nos conoce como el pueblo jaguar. ¿Qué pueblo es capaz de matar su identidad de esa manera?”, cuestionó Medellín, quien subrayó que la caza de esa especie “es ilegal y es un delito federal que se castiga con cárcel”.

Conocedor de la zona donde ocurrió el evento, narró que allí existen ranchos ganaderos a los que, eventualmente, se acercan jaguares hambrientos que han perdido su hábitat natural por la presencia del ser humano, que ha transformado la selva en áreas para ganado.

Se alimentan de jabalíes y venados, pero los primeros se extinguieron de la región y, los segundos, tienen una población escasa, también a consecuencia de la cacería ilegal y la modificación del ecosistema.

Para enfrentar el problema, el universitario y su grupo idearon con las autoridades ambientales un plan para, bajo ciertas condiciones, pagar a los propietarios por ganado perdido a consecuencia del ataque oportunista de jaguares y pumas, siempre y cuando no se mate a los felinos. Sin embargo, los ganaderos continúan con esa práctica ilegal.

Actuar ante esa cacería es una responsabilidad de todos los mexicanos. “Como especialistas en jaguares somos la punta de lanza, pero si no nos hacemos fuertes con la sociedad, se nos acabará el país. Cada mes tenemos alguna muerte de esos ejemplares en el territorio nacional y esta población en peligro de extinción ya no lo resiste”, alertó.

La hembra tenía ocho años de edad y había sido seguida en fototrampas desde que era cachorra por la organización Naturalia, aliados de la UNAM en este proyecto.

Población vulnerable

Hasta ahora, los cerca de cuatro mil jaguares que hay en México están divididos en varias poblaciones. La más nutrida, de unos dos mil 500, se ubica en la península de Yucatán (que incluye a ese estado, Campeche y Quintana Roo), además de Chiapas y Oaxaca. El resto está repartido en segmentos más pequeños y vulnerables en el norte del país, principalmente en Sonora y Sinaloa. “Para asegurarlos, lo deseable es lograr conectividad entre ellos”, señaló.

Conocer y monitorear algunos ejemplares es una forma de estudiarlos de manera directa y profundizar en sus hábitos de vida, ciclos de reproducción (de una a dos crías cada dos años) y formas de sobrevivencia.

Una herramienta de monitoreo es el collar satelital, que se logró colocar en Sonora a cinco pumas y dos jaguares (entre ellos la fallecida) y que en el caso del ejemplar calcinado, se perdió junto con ella.

“Los collares cuestan alrededor de cuatro mil dólares, es complicado ponérselos y requieren una detallada vigilancia para lograr información científica”, explicó.

Acción para la conservación

Actualmente, alrededor de 50 personas, entre académicos, integrantes de organizaciones no gubernamentales y particulares interesados y comprometidos con el cuidado del felino, participan con Medellín y su equipo en el Programa de Acción para la Conservación del Jaguar.

“No vamos a permitir que muera uno más. Existe una ley para protegerlos y se debe cumplir en contra de los cazadores furtivos, que permanecen impunes, pero necesitamos la acción de la sociedad, crear conciencia de la importancia de esta especie, identificada de manera ancestral con la cultura mexicana”, finalizó.

Créditos: UNAM-DGCS-254-2014

CARACTERIZAN CINCO VARIEDADES MEXICANAS DE CEBADA PARA MEJORAR SEMILLAS Y AUMENTAR SU RENDIMIENTO

 
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lacebadaLograr cultivos de cebada más productivos, que aumenten su rendimiento, resistan enfermedades y mejoren las cualidades de la malta, es el objetivo de un grupo de investigadores de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, quienes atienden una demanda de la industria nacional para mejorar el cereal, fundamental para producir cerveza.

Tras dos años de trabajo, los científicos han identificado en cinco variedades mexicanas de cebada 42 proteínas diferenciales y se han enfocado en 10 de ellas, asociadas con características fundamentales para mejorar las semillas.

“Se trata del primer estudio proteómico de este cereal realizado en México”, afirmó Tzvetanka D. Dinkova, integrante del grupo al que también pertenecen Felipe Cruz García, María Teresa Olivera Flores y la emérita Estela Sánchez Quintanar, del Departamento de Bioquímica de la FQ. Recientemente, se unió Francisco Ruiz Terán, del Departamento de Alimentos de la misma entidad.

Cultivada desde la antigüedad en Egipto, Grecia y Roma, la cebada (Hordeum vulgare) se introdujo de Europa a esta tierra, en donde se han creado variedades mexicanas de las que es importante conocer sus características moleculares y bioquímicas para que se puedan mantener y mejorar.

“En el laboratorio trabajamos con cinco variedades mexicanas, dos que se siembran más porque resisten temporales y patógenos, y tres que son más sensibles a condiciones climáticas adversas y ataque de patógenos. Además, analizamos una sexta, importada, que se usa en el país para mejorar la malta. Para el estudio, se utilizaron semillas cultivadas en campo”, explicó Dinkova.

Marcadores bioquímicos

Con experiencia previa en proteómica y en análisis de proteínas de semillas de maíz, Dinkova y sus colegas extendieron el estudio a las variedades de cebada que se usan en México para la producción de malta y cerveza.

La idea es tener una especie de radiografía de las proteínas de las semillas, pues propician el proceso para obtener la malta y la acción de la levadura en la fermentación.

“Hicimos análisis e identificamos proteínas que son diferentes entre las cinco variedades. Muchas enzimas importantes en el proceso de malteo para hacer cerveza resultaron distintas entre las variedades, así que son potenciales marcadores bioquímicos”, señaló.

Es de interés para la industria cervecera identificar la presencia tanto de proteínas, que les estorban en el proceso para hacer la cerveza, como de enzimas que favorecen la fermentación por la levadura.

“Estamos en la etapa de hacer anticuerpos para ver, en nuevas variedades de cebada, cómo está la expresión en estas proteínas. El hecho de que estén en la semilla seca es importante para la cerveza, primero para la germinación y la malta, después, para que la malta dé lugar a una buena fermentación”, explicó.

En su estudio en muestras de extractos de semillas vertidas en gel, los investigadores identificaron “manchas” correspondientes a proteínas, que formaron una distribución característica para cada variedad. Este patrón, que puede visualizarse, es semejante a una radiografía de la semilla. En las diferentes manchas entre variedades se identificaron 42 proteínas distintas, algunas con actividad enzimática y otras de almacenaje o de señalización.

Todas son importantes en el proceso. Ya se conocía la existencia de estas proteínas, pero no habían sido identificadas como diferenciales en variedades que tienen diversas cualidades en el malteo o rendimiento desigual.

La identificación se hizo mediante espectrometría de masas y estudios bioinformáticos, a fin de saber cuáles genes muestran diferencias entre las variedades analizadas.

“Con los marcadores que representan características relevantes para la cebada, implementaremos la metodología de su detección, así, se proporcionará una herramienta poderosa para los mejoradores tradicionales en cruzas genéticas y selección de nuevas variedades”, finalizó.

Créditos: UNAM-DGCS-043-2014

MUSEO DE LA ESTACIÓN DE BIOLOGÍA CHAMELA, ESPACIO DE INVESTIGACIÓN Y DIFUSIÓN

 
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El Museo de Colecciones Biológicas de la Estación de Biología Chamela, del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, es un importante espacio de investigación y difusión de la ciencia. Ahí se encuentran las colecciones más completas de avispas, abejas, escarabajos de antenas largas y moscas polinizadoras de todo el país.
También están representadas la flora y la fauna de ese bosque tropical caducifolio (conocido como selva baja caducifolia, bosque seco, bosque seco estacional o selva seca) y se concentra todo el conocimiento que se tiene de la biodiversidad de esa región jalisciense, donde tres mil 200 hectáreas están bajo resguardo de la UNAM.
Enrique Ramírez García, curador de este espacio que cuenta con ejemplares que datan de tres décadas, señaló que se trata de un centro de información de gran utilidad para hacer investigación y generar conocimiento nuevo.
Hay muchos ejemplos de especies provenientes de Chamela que fueron descritas para la ciencia, es decir, que se descubrieron y fueron dadas a conocer a la comunidad científica. Un caso es la planta Jatropha chamelensis, recolectada el 19 de septiembre de 1974.
A esa riqueza biológica se suma otra: las plantas y animales endémicos. “Tenemos conocimiento de 112 especies de flora y 88 de fauna con esa característica. Eso le da más valor a nuestras colecciones biológicas”. Ejemplo de ellos son anfibios, reptiles, insectos, aves y mamíferos como el zorrillo pigmeo (Spilogale pygmaea).
En las colecciones están representadas mil 200 especies de plantas, 270 de aves, 72 de mamíferos, 46 de reptiles, 20 de anfibios y más de dos mil de invertebrados, como caracoles, insectos y arácnidos.
De ese modo, el Museo resguarda más de 100 mil ejemplares, cifra importante si se considera que es una colección regional y que de manera constante ingresan nuevos materiales, explicó el universitario.
Luego de la recolecta en campo, los ejemplares se procesan hasta que la información respectiva va a parar, en forma digital, a una base de datos y, de forma física, a un anaquel como parte de la colección. “Tenemos material que está en ese proceso”, acotó.
Asimismo, precisó que continúa el descubrimiento de organismos; “de los grupos grandes, como vertebrados, mamíferos, aves, anfibios y reptiles, se conoce la totalidad de lo que existe, pero aún faltan por conocer invertebrados como grupos de moscas, que no han sido estudiados.
Ramírez García recordó que los primeros trabajos que se hicieron en esa reserva natural fueron para conocer qué especies de plantas y animales existían, de lo cual se generaron listados de especies y publicaciones. Hoy, no sólo se cuenta con una buena representación de los habitantes de la región, sino de otras.
Eso ocurre porque si un investigador terminó de conocer su grupo de estudio para este sitio, continúa su trabajo en el mismo ecosistema (selva seca), pero en otras partes del país. En el caso de los escarabajos de antenas largas y de las moscas polinizadoras, por ejemplo, se tiene representación de entidades como Sonora, Nayarit, Oaxaca y Guerrero, donde también hay bosque tropical caducifolio.
El comienzo
La Estación de Biología Chamela se inauguró hace más de 40 años, pero la recolección de organismos comenzó antes. En 1971 fue donado a la UNAM un terreno de mil 600 hectáreas cubierto de selva en la costa de Jalisco. Entonces, los primeros biólogos comenzaron a visitar y conocer el sitio.
Debido a que no había condiciones para resguardar los materiales recolectados en el lugar, se procesaban y estudiaban en el Instituto de Biología, en Ciudad Universitaria. Ya en la década de los 80, con las instalaciones adecuadas, muchas de las colecciones regresaron a Chamela para formar el acervo.
Hoy se cuenta con instalaciones destinadas a su resguardo, con humedad y temperatura controladas que garantizan la conservación del material, sobre todo si se considera el ambiente tropical de Chamela.
En el acervo también hay osamentas. Por ejemplo, hace poco se recuperó un delfín muerto en estado de descomposición; “lo enterramos en la arena, marcamos el lugar y regresamos para rescatar el esqueleto. Lo tenemos completo”.
Luego de un proceso de limpieza y blanqueamiento, se podría armar con fines didácticos o para almacenarse como huesos. Probablemente ocurra lo primero, pues “hice el registro fotográfico al encontrarlo, al recuperar el esqueleto y en el proceso de armado. Si se presenta a los niños esa información en un diaporama y después lo ven físicamente, resultará interesante. Nos valemos de las colecciones para llegar al público y enseñar algunos aspectos de la biodiversidad”.
Otras formas de divulgación son pláticas, talleres, exposiciones y juegos didácticos, como un memorama o una lotería de la diversidad biológica de Chamela, donde están representadas diferentes especies de flora y fauna.
“Los pequeños de esta zona conocen muchos organismos, pero con nombres locales; en la carta se incluye la denominación común y la científica, así como un folleto con información de cada especie”, expuso el universitario.
También se han generado revistas especializadas y libros específicos de la reserva de Chamela y algunos más generales en torno a las selvas secas del Pacífico mexicano.
En los proyectos de investigación para entender este ecosistema intervienen equipos multidisciplinarios de científicos: biólogos, ecólogos, taxónomos, fisiólogos, genetistas, geógrafos y médicos veterinarios, entre otros, así como un sinnúmero de técnicas y metodologías, como estudios moleculares.
Finalmente, Ramírez García alertó sobre la presión que ejercen los desarrollos turísticos sobre la reserva. “Utilizan agua de los arroyos que nutren a la selva y si extraen grandes volúmenes se afectará a este ecosistema y a los esteros”.
Créditos: UNAM-DGCS-771-2013

estacionbilogicaEl Museo de Colecciones Biológicas de la Estación de Biología Chamela, del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, es un importante espacio de investigación y difusión de la ciencia. Ahí se encuentran las colecciones más completas de avispas, abejas, escarabajos de antenas largas y moscas polinizadoras de todo el país.

También están representadas la flora y la fauna de ese bosque tropical caducifolio (conocido como selva baja caducifolia, bosque seco, bosque seco estacional o selva seca) y se concentra todo el conocimiento que se tiene de la biodiversidad de esa región jalisciense, donde tres mil 200 hectáreas están bajo resguardo de la UNAM.

Enrique Ramírez García, curador de este espacio que cuenta con ejemplares que datan de tres décadas, señaló que se trata de un centro de información de gran utilidad para hacer investigación y generar conocimiento nuevo.

Hay muchos ejemplos de especies provenientes de Chamela que fueron descritas para la ciencia, es decir, que se descubrieron y fueron dadas a conocer a la comunidad científica. Un caso es la planta Jatropha chamelensis, recolectada el 19 de septiembre de 1974.

A esa riqueza biológica se suma otra: las plantas y animales endémicos. “Tenemos conocimiento de 112 especies de flora y 88 de fauna con esa característica. Eso le da más valor a nuestras colecciones biológicas”. Ejemplo de ellos son anfibios, reptiles, insectos, aves y mamíferos como el zorrillo pigmeo (Spilogale pygmaea).

En las colecciones están representadas mil 200 especies de plantas, 270 de aves, 72 de mamíferos, 46 de reptiles, 20 de anfibios y más de dos mil de invertebrados, como caracoles, insectos y arácnidos.

De ese modo, el Museo resguarda más de 100 mil ejemplares, cifra importante si se considera que es una colección regional y que de manera constante ingresan nuevos materiales, explicó el universitario.

Luego de la recolecta en campo, los ejemplares se procesan hasta que la información respectiva va a parar, en forma digital, a una base de datos y, de forma física, a un anaquel como parte de la colección. “Tenemos material que está en ese proceso”, acotó.

Asimismo, precisó que continúa el descubrimiento de organismos; “de los grupos grandes, como vertebrados, mamíferos, aves, anfibios y reptiles, se conoce la totalidad de lo que existe, pero aún faltan por conocer invertebrados como grupos de moscas, que no han sido estudiados.

Ramírez García recordó que los primeros trabajos que se hicieron en esa reserva natural fueron para conocer qué especies de plantas y animales existían, de lo cual se generaron listados de especies y publicaciones. Hoy, no sólo se cuenta con una buena representación de los habitantes de la región, sino de otras.

Eso ocurre porque si un investigador terminó de conocer su grupo de estudio para este sitio, continúa su trabajo en el mismo ecosistema (selva seca), pero en otras partes del país. En el caso de los escarabajos de antenas largas y de las moscas polinizadoras, por ejemplo, se tiene representación de entidades como Sonora, Nayarit, Oaxaca y Guerrero, donde también hay bosque tropical caducifolio.

El comienzo

La Estación de Biología Chamela se inauguró hace más de 40 años, pero la recolección de organismos comenzó antes. En 1971 fue donado a la UNAM un terreno de mil 600 hectáreas cubierto de selva en la costa de Jalisco. Entonces, los primeros biólogos comenzaron a visitar y conocer el sitio.

Debido a que no había condiciones para resguardar los materiales recolectados en el lugar, se procesaban y estudiaban en el Instituto de Biología, en Ciudad Universitaria. Ya en la década de los 80, con las instalaciones adecuadas, muchas de las colecciones regresaron a Chamela para formar el acervo.

Hoy se cuenta con instalaciones destinadas a su resguardo, con humedad y temperatura controladas que garantizan la conservación del material, sobre todo si se considera el ambiente tropical de Chamela.

En el acervo también hay osamentas. Por ejemplo, hace poco se recuperó un delfín muerto en estado de descomposición; “lo enterramos en la arena, marcamos el lugar y regresamos para rescatar el esqueleto. Lo tenemos completo”.

Luego de un proceso de limpieza y blanqueamiento, se podría armar con fines didácticos o para almacenarse como huesos. Probablemente ocurra lo primero, pues “hice el registro fotográfico al encontrarlo, al recuperar el esqueleto y en el proceso de armado. Si se presenta a los niños esa información en un diaporama y después lo ven físicamente, resultará interesante. Nos valemos de las colecciones para llegar al público y enseñar algunos aspectos de la biodiversidad”.

Otras formas de divulgación son pláticas, talleres, exposiciones y juegos didácticos, como un memorama o una lotería de la diversidad biológica de Chamela, donde están representadas diferentes especies de flora y fauna.

“Los pequeños de esta zona conocen muchos organismos, pero con nombres locales; en la carta se incluye la denominación común y la científica, así como un folleto con información de cada especie”, expuso el universitario.

También se han generado revistas especializadas y libros específicos de la reserva de Chamela y algunos más generales en torno a las selvas secas del Pacífico mexicano.

En los proyectos de investigación para entender este ecosistema intervienen equipos multidisciplinarios de científicos: biólogos, ecólogos, taxónomos, fisiólogos, genetistas, geógrafos y médicos veterinarios, entre otros, así como un sinnúmero de técnicas y metodologías, como estudios moleculares.

Finalmente, Ramírez García alertó sobre la presión que ejercen los desarrollos turísticos sobre la reserva. “Utilizan agua de los arroyos que nutren a la selva y si extraen grandes volúmenes se afectará a este ecosistema y a los esteros”.

Créditos: UNAM-DGCS-771-2013