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DESCUBREN NUEVO TIPO DE CAMINATAS ALEATORIAS EN MONOS CAPUCHINOS

 
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monoscapuchinos15 de septiembre de 2014

Los monos capuchinos, que viven en selvas y bosques de varios países de América del Sur, en su hábitat natural realizan movimientos muy variados, más de la mitad destinados a buscar alimento y, el resto, a viajar y descansar.

Interesado en la “ecología del movimiento”, Denis Boyer, del Instituto de Física (IF) de la UNAM, desarrolló con su alumna de doctorado Citlali Solís Salas, un modelo matemático propio para estudiar el movimiento animal, en este caso de un grupo de monos capuchinos libres en la isla de Barro Colorado, Panamá, para indagar si se mueven al azar o siguen algún patrón.

Con datos de campo que le compartió la primatóloga Meg Crofoot, de la Universidad de California en Davis, Boyer y Solís realizaron un trabajo de abstracción que les permitió seleccionar algunas variables, elegir las más relevantes y reducir las caminatas a ecuaciones matemáticas.

Azar o memoria

La pregunta inicial de los investigadores fue si los monos capuchinos se mueven o no al azar.

“En física existe una gran tradición en procesos markovianos (llamados así por el matemático ruso Andréi Markov), que son aleatorios, azarosos y carentes de memoria. En estos eventos, la probabilidad de que ocurra un suceso no depende de acontecimientos anteriores”, explicó el doctor en física.

Aunque las caminatas de los primates en general eran lentas y no muy lejanas de un territorio común, el modelo reveló que, analizados a largo plazo, los movimientos son no-markovianos, pues no son independientes entre sí y están correlacionados con el tiempo.

“Encontramos que los monos utilizan la memoria y el aprendizaje para moverse a sitios conocidos que no están en su rango de percepción inmediata. Ello no depende de la movilidad inmediatamente anterior, sino de hechos guardados en su memoria por mucho tiempo, que rescatan y utilizan para desplazarse y buscar alimento”, detalló.

Memoria y auto organización

Los resultados de este trabajo, publicados recientemente en la revista Physical Review Letters, ubicaron una tasa de 0.4 por ciento de uso de memoria en un minuto de tiempo.

“Aunque parece poco, tiene importancia, pues después de cuatro a seis meses determina patrones espaciales de ocupación”, comentó.

Los resultados del trabajo de Boyer “proporcionan evidencia adicional de que la memoria es un factor clave para la organización de los territorios o hábitos hogareños de los animales”. Aunque el instinto los guía para cubrir sus necesidades básicas, la memoria también influye al realizar sus actividades cotidianas.

Actualmente, el universitario trabaja en un nuevo modelo matemático en el que considera el decaimiento de la memoria. “Entonces pueden emerger vuelos de Lévy, donde los movimientos cortos de la población de monos capuchinos se mezclan con otros largos (que se dan con menor frecuencia).

Créditos: UNAM-DGCS-534-2014

EL HUMANO, RESPONSABLE DE LA SEXTA EXTINCIÓN MASIVA DEL PLANETA

 
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extinción25 de agosto de 2014

Con la persistente destrucción de ecosistemas naturales, la conversión de selvas y bosques en zonas ganaderas, agrícolas y urbanas, la consecuente deforestación y cacería de múltiples especies animales, el ser humano es responsable de la sexta extinción masiva del planeta, causante de la desaparición de 322 especies de vertebrados terrestres en los últimos 500 años y del declive de hasta 45 por ciento de las poblaciones de invertebrados, revela un grupo internacional de ecólogos en un artículo publicado en la revista Science.

“Los vertebrados que se han extinguido en el último siglo deberían haberlo hecho en periodos de dos mil a ocho mil años, según lo ocurrido en otros tiempos geológicos”, indicó Gerardo Ceballos González, investigador del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM y coautor del estudio “Defaunación en el Antropoceno”, cuyo primer autor es el mexicano Rodolfo Dirzo, egresado de esta casa de estudios, ex investigador del IE y profesor del Departamento de Biología de la Universidad de Stanford, Estados Unidos.

La agresiva extinción masiva causada por el ser humano contrasta con las cinco anteriores, ocurridas a lo largo de 600 millones de años de vida animal por eventos naturales como la caída de un meteorito en la zona de Chicxulub, Yucatán (que derivó en la extinción del 80 por ciento de las especies del planeta, entre ellas los dinosaurios), o la conformación del supercontinente Pangea.

Además de la extinción de 322 especies de vertebrados en 500 años, las poblaciones sobrevivientes se han reducido en un promedio de 25 por ciento, alerta el estudio.

Defaunación, reducción poblacional y extinción

Junto con sus colegas Hillary S. Young, de la Universidad de California en Santa Bárbara; Mauro Galetti, de la Universidad Estatal Paulista de Brasil; Nick J.B. Isaac, del Natural Environment Research Council de Oxfordshire, Gran Bretaña; y Ben Collen, del University College de Londres, Dirzo y Ceballos han acuñado el término defaunación para describir al devastador fenómeno de extinción animal, análogo a la deforestación vegetal, que también considera el declive de poblaciones locales y la reducción del número de individuos en cada población, así como los cambios en la composición de especies en una comunidad.

En el artículo, refieren al Antropoceno como una era en la que el ser humano destaca como el gran depredador de especies animales, vegetales y ecosistemas completos; afecta poblaciones locales y provoca desequilibrios en cascada que dañan desde grandes mamíferos hasta insectos y microorganismos ocultos en los suelos.

“Actualmente la extinción es rapidísima a causa de actividades humanas como la destrucción de ecosistemas, la cacería y la deforestación; nos encontramos, sin lugar a dudas, en la sexta extinción masiva”, enfatizó Ceballos.

El ecólogo alertó que si perdemos los elefantes o los jaguares por explotación directa o de su hábitat, como en Calakmul, Campeche, o en Veracruz, también se perderán decenas de miles de otras especies, entre plantas, animales y microorganismos.

Se estima que entre 16 y 33 por ciento de todas las especies vivas de vertebrados están amenazadas o en peligro a escala global.

Grandes animales como los elefantes han reducido sus poblaciones en 28 por ciento en promedio y podrían extinguirse a mediano plazo si mantienen a ese ritmo la reducción de sus poblaciones.

Jaguares, orangutanes, rinocerontes y otras grandes especies también mantienen una tasa de declinación poblacional, sintomática del daño que el humano causa a escala global.

Créditos: UNAM-DGCS-488-2014

LA FRAGMENTACIÓN DE SELVAS INTERRUMPE EL MOVIMIENTO DE ANIMALES Y LA DISPERSIÓN DE SEMILLAS

 
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fragmentaciondeselvas21 de julio de 2014

La fragmentación de las selvas compromete su regeneración, el movimiento de animales y la dispersión de semillas. En los remanentes, los árboles mantienen sus funciones fisiológicas, pero no las reproductivas, lo que condena a esos espacios aislados a contraerse y desaparecer, alertó Julieta Benítez Malvido, académica del Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco) campus Morelia de la UNAM.

Experta en regeneración de selvas, la académica realiza un estudio sobre la fragmentación en diversos ecosistemas tropicales del país. En la Reserva de la Biósfera de Montes Azules (parte de la Selva Lacandona), por ejemplo, la fauna y la vegetación nativa presentan un buen estado de conservación y sirven de parámetro testigo para compararlas con los ejidos vecinos, donde la deforestación e introducción de ganado han interrumpido el movimiento de especies animales y la dispersión de semillas de árboles de la selva continua (no fragmentada).

En tanto, en el paisaje fragmentado de la Selva Lacandona, en Chiapas, persisten algunas poblaciones de monos araña (Ateles geoffroyi) y aulladores (Alouatta pigra), que habitan en árboles de gran talla y dispersan las semillas de los frutos que consumen hacia áreas distantes.

Un siglo para restaurar

Al referirse a la restauración ecológica, indicó que su objetivo es, con la intervención humana, iniciar o acelerar la recuperación de un ecosistema que ha sido perturbado. Bastan pocos años para destruir uno complejo como la selva, pero restaurarlo puede llevar décadas. Si se toma en cuenta que lo ideal para lograrlo es volver al estado original del entorno, se necesitarían más de 200 años para su recuperación si no se interviene con dicho proceso, dijo.

Para impulsar algo más factible, los especialistas proponen la restauración funcional y estructural, en la cual el sistema lleva a cabo los procesos regenerativos naturales. “No se recupera todo el ecosistema original, con su biodiversidad completa, pero puede ser autosustentable e incorporar especies nativas de flora y fauna que logren reproducirse en el área recobrada”, añadió.

Requiere de actividades básicas como la presencia de polinizadores y dispersores de semillas, las asociaciones simbióticas o mutualistas en el suelo, así como de algunas bacterias fijadoras de nitrógeno. “Con esos elementos podemos hablar de una restauración que ocurra en un par de décadas, no en siglos”, apuntó.

Fragmentación del hábitat

En el Laboratorio de Ecología del Hábitat Alterado del CIEco, la universitaria trabaja en la regeneración de selvas y en los efectos de la fragmentación del entorno.

“La actividad humana interrumpe la continuidad del ecosistema. Por acciones como la introducción de ganado, en un bosque tropical extenso y biodiverso se deforestan y degradan grandes áreas para poner pastos. En vez de ser una vegetación continua, el paisaje original queda fragmentado, y si no se toman medidas, a la larga los remanentes tienden a contraerse y colapsar”, resumió.

El funcionamiento de los fragmentos aislados entre sí es diferente al de una selva continua, pues propicia la extinción de flora y fauna y altera procesos físicos y biológicos como la evapotranspiración. “Entonces ya no se regenera normalmente; ya muchos árboles tropicales son dioicos (hembra y machos) y tienen polinizadores específicos que no cruzan áreas abiertas para encontrar árboles de distintos sexos. Lo mismo sucede con algunos dispersores de semillas”, precisó.

“Esto repercute en la falta de reclutamiento de nuevos individuos. Durante mi tesis doctoral, realizada en el Amazonas brasileño, descubrimos que los fragmentos no se regeneran de la misma manera que el ecosistema continuo y hay una pérdida importante de especies de plántulas, lo que pone en riesgo el mantenimiento de la biodiversidad de árboles. Para las selvas tropicales perennifolias éstos son el componente más importante de función, diversidad y estructura”, puntualizó.

En otro estudio, realizado en Chajul, Chiapas, la científica ha encontrado que los árboles de mayor talla son los menos resistentes. “Estos gigantes, tanto en selvas como en bosques templados, son los que proveen función a los ecosistemas; además son hábitat, refugio o alimento de múltiples especies animales”.

En la Selva Lacandona una de las principales causas de la ausencia de monos aulladores es la falta de árboles de gran talla (de al menos 60 centímetros de diámetro) en los remanentes. “En fragmentos con árboles de gran porte sí existen y ayudan a la conservación, pues son de los principales dispersores de semillas de especies características de la selva madura”.

Corredores para reconectar

Una estrategia consiste en reconectar áreas fragmentadas mediante corredores de vegetación.

“Los bosques secundarios, que se originan después de que los pastizales para ganado han sido abandonados, sirven de corredores para animales grandes, proveen captura de carbono y son un hábitat alternativo para algunos monos, reptiles, anfibios y aves”, acotó.

En esos ambientes se pueden utilizar especies de plantas no maderables y flores ornamentales que las comunidades humanas locales pueden aprovechar de manera sustentable, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-413-2014

ESPECIALISTAS DE LA UNAM REALIZAN ATLAS GEOLÓGICO AMBIENTAL DEL ESTADO DE MÉXICO

 
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atlasgeologicoFue presentado el Atlas Geológico Ambiental del Estado de México, diagnóstico elaborado por Luis Miguel Mitre Salazar y Juventino Martínez Reyes, investigadores del Centro de Geociencias (CGeo) de la UNAM, junto con Armando Bayona Celis, del Centro Queretano de Recursos Naturales.

Encargado por el Instituto de Fomento Minero y Estudios Geológicos del Gobierno del Estado de México (INFOMEGEM), este análisis toma en cuenta las condiciones físicas fundamentales en cualquier estudio geológico, pero pone el acento en la participación humana en el entorno, para incluir las condiciones sociales que repercuten directamente en la relación con los ecosistemas locales.

“La geología ambiental es una ciencia integradora de los procesos naturales que pudieran generar manifestaciones perturbadoras, como la ocurrencia de actividad volcánica o sísmica, a las que se les suma la relación del ser humano y la sociedad con el entorno natural, factores fundamentales para conocer las condiciones precisas del territorio en estudio”, explicó Mitre Salazar en entrevista.

Degradación de ecosistemas

A nivel global, “comenzamos un poco tarde en los estudios de estas relaciones al poner poca importancia en los impactos antrópicos sobre el planeta y actuar, por lo general, de forma reactiva y no proactiva”, reconoció el coordinador del atlas.

México no es la excepción en esta relación inadecuada. “Desafortunadamente en muchos países sucede lo mismo: degradación de la parte natural, crecimiento urbano desmedido y desorganizado, apropiación inadecuada de recursos minerales, mal uso de los mantos acuíferos, con la disposición de residuos industriales y orgánicos sobre los suelos, lo que provoca que los lixiviados de estos tiraderos o sitios de disposición lleven esos fluidos hacia las partes bajas, con la posibilidad de contaminación”, resumió.

Este tipo de ciencias tiene un elemento social importante, subrayó. “Mientras no entendamos que las actividades humanas conllevan un impacto que afecta a la naturaleza, los estudios serán parciales”, reiteró.

Por ejemplo, el problema de la ubicación de zonas marginadas asociada con una degradación natural genera necesariamente sitios de riesgo potencial, con ello se ubica a las comunidades más desfavorecidas en condiciones de alta vulnerabilidad.

Seis tipos de mapas: un ejemplo

El Atlas Geológico Ambiental del Estado de México muestra, como un ejercicio, diferentes escenarios de riesgo; aborda seis temas vinculados con los riesgos de ese territorio: el deslizamiento de masas y flujos de lodo; vulcanismo, sismicidad y fallas activas; subsidencia del terreno; vulnerabilidad general de las áreas de recarga hidrogeológica; análisis de zonas seleccionadas como sitios de disposición de residuos sólidos y la zonificación del riesgo geológico.

Durante el desarrollo del proyecto, de dos años, los especialistas del CGeo (con sede en el campusJuriquilla, Querétaro) analizaron y evaluaron la información geológica disponible sobre el Estado de México, procesaron los datos cartográficos en un sistema de información geográfica, establecieron una metodología propia para la evaluación geológica ambiental y elaboraron mapas temáticos relacionados con el área y los tópicos propuestos.

“El Atlas es una caja de herramientas en la que hay que probar todas las llaves de tuercas para ver cuál tiene posibilidades de arreglar los problemas. Pretendemos contribuir con conocimiento y aportar este diagnóstico para unir esfuerzos del gobierno y la sociedad a fin de proponer soluciones”, dijo.

Algunas propuestas se centran en una revisión del Plan Maestro para la Restauración Ambiental de la Cuenca Alta del Río Lerma –con el aprovechamiento racional de la información generada por dependencias del gobierno estatal–, pues el costo ecológico del desarrollo ha sido excesivamente alto y ha llegado a límites que obligan a reflexionar y actuar para evitar su colapso, con la instrumentación de acciones integrales (que van desde el conocimiento de la dinámica degradativa), hasta el planteamiento de otras correctivas.

La sociedad mexiquense tiene el compromiso de participar en la conservación del patrimonio natural, debe y puede hacerlo con el conocimiento de esta obra. Es necesario insistir que el Atlas es “un proyecto dinámico con principio, pero sin final”, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-186-2014

Agricultura sostenible debe conocer condiciones de cada ecosistema.

 
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18 de Febrero del 2013
Deteriorar los ecosistemas atenta contra la supervivencia. Una adecuada gestión del medioambiente, basada en el conocimiento científico y el desarrollo de tecnologías, podría evitarlo.
Así lo expresó el docente de la UN en Medellín León Darío Vélez. Además, resaltó: “en todos los países y todas las sociedades, es necesario hacer explícito, mediante legislaciones, políticas, estrategias y estilos de desarrollo económico, nuestra dependencia de los ecosistemas y crear avances investigativos y tecnológicos de acuerdo con las características propias de cada ambiente”.
Precisamente, este investigador del Departamento de Ciencias Agronómicas de la sede trabaja en dos proyectos que buscan contribuir al desarrollo de una agricultura sostenible que tenga en cuenta las condiciones de cada ecosistema.
Según cuenta, en el año 2012 culminó la primera etapa de una iniciativa con pequeños ganaderos en Ituango (Antioquia) en la cual se evaluó cómo hacer una ganadería menos extensiva y más intensiva, considerando las particularidades de la región.
“La idea es cambiar los modelos extensivos, que erosionan el suelo, y reducir al mínimo el espacio de los pastos para alimentar el ganado (por ejemplo, de 30 hectáreas a 5). Así, se aprovecha el espacio libre para fortalecer la vegetación natural y se evita el deterioro de los terrenos”, explicó.
Igualmente, informó que este año empezó con Colciencias una investigación acerca del cambio climático en la cual se tienen en cuenta las variables que determinan el funcionamiento y la sostenibilidad de los ecosistemas que están en los pastos para producir leche.
Para el profesor Vélez, es necesario entender las dinámicas del sector agrario y promover un manejo sostenible: “La agricultura es el proceso de transformación de los ecosistemas de un estado inicial a un estado deseado, a fin de producir materia, energía e información para satisfacer las necesidades del ser humano. El reto es no deteriorar las funciones del ecosistema”.
Estas reflexiones se dieron durante la Cátedra Pedro Nel Gómez, que este semestre aborda la agroindustria en Colombia en el siglo XXI y es coordinada por la Facultad de Ciencias Agrarias.
Créditos: http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html
Para evitar el deterioro de los ecosistemas, es necesario desarrollar conocimiento científico y nuevas tecnologías.

Para evitar el deterioro de los ecosistemas, es necesario desarrollar conocimiento científico y nuevas tecnologías.

18 de Febrero del 2013

Deteriorar los ecosistemas atenta contra la supervivencia. Una adecuada gestión del medioambiente, basada en el conocimiento científico y el desarrollo de tecnologías, podría evitarlo.

Así lo expresó el docente de la UN en Medellín León Darío Vélez. Además, resaltó: “en todos los países y todas las sociedades, es necesario hacer explícito, mediante legislaciones, políticas, estrategias y estilos de desarrollo económico, nuestra dependencia de los ecosistemas y crear avances investigativos y tecnológicos de acuerdo con las características propias de cada ambiente”.

Precisamente, este investigador del Departamento de Ciencias Agronómicas de la sede trabaja en dos proyectos que buscan contribuir al desarrollo de una agricultura sostenible que tenga en cuenta las condiciones de cada ecosistema.

Según cuenta, en el año 2012 culminó la primera etapa de una iniciativa con pequeños ganaderos en Ituango (Antioquia) en la cual se evaluó cómo hacer una ganadería menos extensiva y más intensiva, considerando las particularidades de la región.

“La idea es cambiar los modelos extensivos, que erosionan el suelo, y reducir al mínimo el espacio de los pastos para alimentar el ganado (por ejemplo, de 30 hectáreas a 5). Así, se aprovecha el espacio libre para fortalecer la vegetación natural y se evita el deterioro de los terrenos”, explicó.

Igualmente, informó que este año empezó con Colciencias una investigación acerca del cambio climático en la cual se tienen en cuenta las variables que determinan el funcionamiento y la sostenibilidad de los ecosistemas que están en los pastos para producir leche.

Para el profesor Vélez, es necesario entender las dinámicas del sector agrario y promover un manejo sostenible: “La agricultura es el proceso de transformación de los ecosistemas de un estado inicial a un estado deseado, a fin de producir materia, energía e información para satisfacer las necesidades del ser humano. El reto es no deteriorar las funciones del ecosistema”.

Estas reflexiones se dieron durante la Cátedra Pedro Nel Gómez, que este semestre aborda la agroindustria en Colombia en el siglo XXI y es coordinada por la Facultad de Ciencias Agrarias.

Créditos: http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html