Tag Archives: dinosaurios

REPORTA BIÓLOGO DE LA UNAM PRIMER REGISTRO DE ICNITAS DE DINOSAURIOS EN SONORA

 
Facebooktwittergoogle_plusmail

ignitasdedinosaurio16 de julio de 2014

Ricardo Servín Pichardo, biólogo de la UNAM, realizó el primer registro de icnitas (huellas) que dejaron dinosaurios en su paso por Sonora, hace más de 70 millones de años.

El estudio –bajo la dirección de René Hernández Rivera, maestro en ciencias y paleontólogo del Instituto de Geología, IGL–, con el que se tituló en la Facultad de Ciencias (FC), consiste en una descripción e interpretación de dinosauricnitas (huellas de dinosaurios) y es uno de los más de 10 registros que diversos paleontólogos han realizado sobre las pisadas que recuerdan el paso de esos animales prehistóricos por la tierra que hoy es México.

Desde el punto de vista geológico, los registros en el país abarcan desde el Jurásico Medio al Cretácico Superior. Las dinosauricnitas que Servín Pichardo describe fueron encontradas en rocas del Grupo Cabullona.

Este último fue localizado en una cuenca homónima; se trata de una serie de cinco formaciones geológicas continentales que datan del Cretácico Tardío y que, en su mayoría, representan ambientes de depósito lacustre y fluvial.

El área o unidad litológica estudiada se ubica al noroeste de la entidad federativa, en el ejido de Esqueda, municipio de Fronteras, a unos 70 kilómetros al sur de la frontera internacional entre Douglas, Arizona, y Agua Prieta, Sonora.

La mayoría de las icnitas analizadas proceden de un sitio conocido popularmente como Carro Quebrado. Además de las huellas in situ, ahí se han encontrado evidencias de estromatolitos y ostrácodos.
En salidas a campo, durante mayo de 2010 y julio de 2011, Servín Pichardo siguió los pasos de dinosaurios y realizó calcas plásticas de la morfología de las icnitas. Luego midió, comparó, describió e interpretó 35 dinosauricnitas: 27 dispuestas en tres rastros y ocho aisladas.

Con la descripción morfológica de las pisadas, las mediciones morfométricas de icnitas aisladas y de rastros (secuencia de tres o más huellas de un mismo individuo) y las comparaciones bibliográficas, identificó al menos seis grupos taxonómicos diferentes de dinosaurios.

Las actividades de campo se realizaron con apoyo del Grupo México; de Marisol Montellano, del IGL; de Carlos González, de la Estación Regional del Noroeste (ERNO) de esta casa de estudios; de Rafael Pacheco, de la Universidad de Sonora; del entonces estudiante de posgrado en la UNAM, Ángel Ramírez Velasco; los proyectos PAPIIT IN 101811-3 Y 216511-2 y las autoridades municipales y voluntarios del municipio de Fronteras, así como de Rubén Parra e Ignacio Lara, que permitieron estudiar algunas icnitas previamente recuperadas y que estaban bajo su resguardo en la localidad de Esqueda.

Dentro de los terópodos, dinosaurios carnívoros, se reconocieron varios grupos. Se hallaron terópodos indeterminados a partir de huellas aisladas, ambas tridáctilas (con tres dedos). Posiblemente fueron generadas por individuos juveniles o especies pequeñas con base en sus longitudes de cerca de 18 centímetros. Un abultamiento anómalo en una de ellas hace suponer a Servín Pichardo que podría ser “resultado de una sobre posición de huellas de diferente tamaño, un efecto patológico o ambas”.

También se identificaron ornitomímidos, dinosaurios terópodos parecidos a las avestruces, con cuello, brazos y patas largas. Un rastro de cinco icnitas podiales consecutivas (de 21 centímetros de longitud, en promedio) indican que el que lo generó era un animal no mayor a 1.17 metros de altura (medidos desde el suelo hasta la articulación de la cadera con la pierna).

La proporción de los dedos y la morfología general “nos permite asegurarlo. Este rastro también muestra evidencia patológica. La alternancia de pasos (largos y cortos) indica que se desplazaba cojeando”.

El Rex y otros

Los tiranosáuridos fueron identificados a partir de una icnita tridáctila, muy robusta, de casi 43 centímetros de longitud, más larga que ancha (característica que permite asignarla a esta familia). “No afirmo que sea de Tyrannosaurus rex, sólo que fue producida por un miembro de menor tamaño dentro de la familia de ese dinosaurio”.

Del grupo taxonómico de los Deinonicosaurios identificó dos familias: los trodóntidos (a partir de una huella de no más de 15 centímetros de longitud) y los dromeosáuridos (de dos huellas que no pasan de 21 centímetros de longitud).

Ambas huellas son didáctilas (dos dedos), “condición que ha sido atribuida a la presencia de una garra hiperretraible en el dígito dos, que se mantenía levantada o tocaba muy poco el suelo cuando el animal se desplazaba”, acotó.

Los dromeosáuridos eran grandes, como el velociraptor de la saga de Jurassic Park. Los trodóntidos, comparativamente con éstos, eran más pequeños.

A una huella podial con morfología coincidente con las icnitas de saurópodos que sobrevivieron al final del Cretácico Tardío en Norteamérica, con forma circular y carente de dedos, Servín Pichardo la asignó al grupo de los titanosaurios.

El último grupo que reconoció fue el de los hadrosaurios o dinosaurios pico de pato. En esta región están representados por dos rastros generados por individuos adultos y una icnita aislada producida por un subadulto.

Todas las huellas de este morfotipo son, en general, redondeadas: el talón y la punta de los dedos son redondos, amplios y robustos. “Eran animales que caminaban y su velocidad era lenta”, según cálculos matemáticos del biólogo universitario.

Además de contribuir al conocimiento de la diversidad de esos animales prehistóricos de México, en particular de Sonora, el análisis de Servín Pichardo ayuda a comprender las semejanzas y diferencias en la composición faunísticas de dinosaurios en varias localidades norteamericanas.

Por evidencia fósil directa (huesos y dientes) e indirecta (huellas), el noroeste de ese estado (Grupo Cabullona), el suroeste de Arizona (Formación Fort Crittenden), el suroeste de Nuevo México (Formación Ringbone) y el sur de Coahuila (Formación Cerro del Pueblo) tienen un componente faunístico con grupos de dinosaurios similares, aunque no todos están representados en las formaciones geológicas anteriores: los tiranosáuridos y hadrosaurios están en todas; mientras que los titanosaurios y ornitomímidos sólo se han encontrado en Sonora y Coahuila.

Servín Pichardo indicó que la icnofauna estudiada en Sonora es una de las más diversas de nuestro país y que, por primera vez, se aportó evidencia patológica en huellas de dinosaurios (en el caso de un rastro de ornitomímido y posiblemente una icnita aislada de terópodo indeterminado), lo cual no se conocía antes para México.

Sobre la unidad litológica en estudio, aún no descrita formalmente, el universitario hace sólo una descripción preliminar paleoambiental, pues es de un espesor bastante grande: 800 metros. La cantera en la que trabajó no mide más de tres metros. “Todavía falta estudiar esa zona”.

Lo más importante de este trabajo, consideró, es que las icnitas fósiles indican que hay grupos taxonómicos en el Grupo Cabullona de los que “aún no hemos encontrado sus fósiles corporales”.

Esto, concluyó, es un precedente para que continúen los estudios paleontológicos en la nación. Hace años no se conocían las huellas, sólo elementos esqueléticos de dinosaurios en la zona (reportados en 1995), por lo que debe haber en Sonora, y en todo el territorio nacional, áreas donde diferentes tipos de fósiles pueden aportar información complementaria para entender a esos animales de México.

Créditos:UNAM-DGCS-408-2014

HUELLAS DE PTEROSAURIO EN SAN JUAN RAYA, PUEBLA

 
Facebooktwittergoogle_plusmail

pterosauroLa localidad de San Juan Raya, Puebla, alberga un patrimonio geopaleontológico notable, en el que además de fósiles de invertebrados marinos, recientemente fueron reportadas huellas fósiles de diversos saurios, entre las que destacan las pertenecientes a reptiles alados extintos, llamados Pterosaurios.

Como parte de esos estudios, se ha determinado que el estrato rocoso que preservó las huellas pertenece al periodo Cretácico inferior, con una antigüedad estimada en 110 millones de años.

Un grupo de investigadores universitarios, encabezados por el científico Frank Raúl Gío Argáez, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), en colaboración con estudiantes de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM, realizaron trabajos de campo para recabar datos más precisos acerca de las dimensiones de las icnitas, identificar rastros y distancias entre zancadas, así como elaborar réplicas de las mismas en plastilina de escultor.

El trabajo permitió al grupo de investigación obtener contra moldes individuales de cada huella para ser transportados al laboratorio para su análisis. Con el apoyo de especialistas del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADT) de la UNAM, fueron escaneados para generar imágenes tridimensionales que permitieron medir el largo, ancho y espesor.

Posteriormente, las imágenes fueron impresas en un material resistente y manipulable por medio de una impresora 3D, para conseguir réplicas que hicieron posible observar y registrar características sobre su forma, imperceptibles a simple vista. Después, se realizó un escaneo in situ de la pared que las contiene a fin de obtener un acervo digital del área para futuras investigaciones.

Esa colaboración es importante pues el intemperismo constante del sitio, en unos 30 o 40 años acabará con los rastros, “por lo que es necesario hacerlo lo más pronto posible, para preservar la reseña histórica de lo que hay ahí”, destacó Gío Argáez.

Al exponer algunos resultados de su investigación, Gío Argáez mencionó que esa localidad, ubicada en los límites de Puebla y Oaxaca, en la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, es una comunidad con apenas 150 habitantes, cuenta con un museo de sitio, donde exhiben fósiles y muestras de carácter arqueológico, las cuales, en colaboración con estudiantes de servicio social de la FC, limpiaron, ordenaron y acomodaron en forma sistemática para su apreciación.

En su participación, Huellas de Pterosaurio en la formación de San Juan Raya (Cretácico Inferior), Puebla, México, organizada por el CCADET, el decano de los profesores de paleontología de la FC precisó que el pueblo de San Juan Raya dio nombre a la unidad litoestratigráfica, formación con espesor de hasta mil 250 metros de material acumulado durante más de 10 millones de años y una extensión de casi 100 kilómetros, resultado del movimiento de bloques continentales.

Al respecto, recordó que durante una visita con personal de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, de España –con quien dirige un proyecto científico sobre la paleoicnología del Cretácico temprano en Puebla, en colaboración con el CCADET–, y con la ayuda de pobladores que sabían dónde se ubicaban las improntas, “localizamos 17 nuevos registros de icnitas, un descubrimiento trascendente porque no se había reportado, para esa edad, ese tipo de organismos, los pterodáctilos”.

Esos dichos organismos no fueron dinosaurios voladores, sino reptiles voladores, un grupo de animales extraordinariamente exitoso que vivió cerca de 200 millones de años y los primeros vertebrados en conquistar el aire; sus alas estaban recubiertas por una pequeña pelusa semejante a la de los polluelos, el dedo anular creció mucho y le sirvió de soporte para su ala. Tenía una longitud de 12 metros de largo y hasta la fecha no se sabe si caminaba en cuatro patas, por el tamaño que alcanzó.

Para desplazarse por tierra o aire tenían una mecánica estructural compleja que les permitía caminar o volar y obtener su alimento a ras del mar.

Dentro de los estudios encontraron 174 huellas de vertebrados, 41 corresponden a Pterosaurios, de éstas últimas tomaron medidas y distancias entre cada una de ellas con la ayuda de un software especial lo que permitió obtener mayor precisión en los datos.

El grupo de investigación se encuentra en proceso de elaboración de un catálogo de fósiles, en la actualización de las descripciones y en la reconstrucción de espacios para búsqueda de restos óseos del Mesozoico.

Créditos: UNAM-DGCS-210-2014

OBTIENEN UNIVERSITARIOS GALARDÓN POR INVESTIGACIÓN MUSEOGRÁFICA SOBRE EL CRÁTER CHICXULUB

 
Facebooktwittergoogle_plusmail

museografiaDespués de 66 millones de años del impacto de un asteroide sobre lo que ahora es la península de Yucatán, con centro en Chicxulub Puerto, que desencadenó la quinta y más reciente de las extinciones masivas en la historia de la Tierra, fue montada la primera gran muestra museográfica y científica dedicada a este fenómeno, en el Gran Museo del Mundo Maya, en Mérida, Yucatán.

“Chicxulub: el fin de los dinosaurios. Exposición temporal”, obtuvo el Premio Miguel Covarrubias 2013, que otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) al mejor trabajo de diseño e instalación de exposición y estudio museográfico.

La exhibición fue articulada bajo los argumentos científicos de Jaime Urrutia Fucugauchi y Ligia Pérez Cruz, investigadores del Instituto de Geofísica (IGf), así como de Arcadio Poveda Ricalde, investigador emérito del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM y coordinada por el arquitecto José Enrique Ortiz Lanz.

“El estudio del Chicxulub cubrió diversas áreas del conocimiento; en los trabajos participaron geofísicos, geólogos, paleontólogos, astrónomos y especialistas en ciencias planetarias, fue una labor multidisciplinaria que subraya la evolución de la vida en la Tierra desde diferentes puntos de vista”, señaló Urrutia Fucugauchi.

El investigador del IGf, quien posee la inclinación por el estudio atemporal del cráter y su connotación con los dinosaurios, subrayó el esfuerzo de varios años en la interpretación e investigación que ha encabezado en la Península de Yucatán y sur del Golfo de México.

“El hecho de que el cráter esté en el país debe ser uno de los incentivos para tener un trabajo de divulgación de alto nivel, amplio y de buena calidad. Esta exposición nos ha abierto nuevos caminos”, apuntó.

Asimismo, agregó, sobre el tema existe un gran número de publicaciones en la literatura científica. Chicxulub es una de esas estructuras consideradas en el mundo como únicas por lo que representa en términos de la evolución de la Tierra y la vida, además permite entender cómo se han desarrollado las superficies en los diferentes planetas y satélites del Sistema Solar.

Tuch

En su oportunidad, Ligia Pérez Cruz, señaló que Mérida y parte de la península yucateca se hallan sobre el mencionado cráter, que tiene unos 200 kilómetros de diámetro, por lo que el museo está en un lugar ad hoc no sólo por el diálogo implícito entre la “ciudad blanca” y su pasado remoto, sino por el reforzamiento del ejercicio de divulgación.

“Lo ideal es que se diga a los visitantes al museo que están sobre un cráter relleno por los sedimentos que forman la península, esto es positivo para la divulgación porque la gente lo siente propio. En Mérida hay una palabra que significa ombligo, tuch, ellos dicen que son el tuch del universo”.

Además de las piezas y la curaduría científica que reconstruye de forma breve y con lenguaje accesible la historia de la vida a través del tiempo geológico, “Chicxulub: el fin de los dinosaurios”. Cuenta con un video introductorio en una sala 3D tipo domo, que reproduce la caída del asteroide y los efectos que tuvo en el mundo microscópico y macroscópico.

“Mi asesoría fue hacer notar que había biodiversidad antes y después del impacto del asteroide que propició la extinción de los dinosaurios, grupo con el que regularmente todos están familiarizados y que entonces dominaba la Tierra. Ésta fue una oportunidad de darle visibilidad a lo que es Chicxulub”, explicó Pérez Cruz.

En tanto, la labor de Arcadio Poveda Ricalde consistió en asesorar, en términos de lo macroscópico, lo referente a la astronomía, los cráteres, el Sistema Solar y el impacto en Chicxulub, además de la evaluación y elección de imágenes de galaxias y cinturón de asteroides.

Debido a la aceptación que ha tenido la muestra, a más de un año de su inauguración no se cuenta aún con una fecha de levantamiento.

Museo de Ciencias Chicxulub

Urrutia Fucugauchi anunció que se trabaja ya en la instalación de un espacio permanente dedicado exclusivamente al cráter, el Museo de Ciencias Chicxulub, en las instalaciones del Parque Científico y Tecnológico de Yucatán.

“Una primera parte de la exhibición ya está instalada y fue inaugurada en 2012, en 2013 la ampliamos. El proyecto es apoyado por el gobierno de Yucatán y es uno de esos planes de largo alcance, porque también construimos un edificio que incluirá instalaciones de laboratorio, pues los museos tienen que ser mucho más dinámicos y contar con una parte de investigación, no sólo con la contemplativa”, concluyó.

Créditos: UNAM-DGCS-052-2014

En Sonora, revelan huellas de dinosaurio, tamaño, comportamiento y presencia

 
Facebooktwittergoogle_plusmail

Como no es posible retirar las huellas de su sitio original, son fotografiadas, luego se cubren con plástico y se copian para tener una calca del tamaño, forma y profundidad de cada una de ellas.
Como no es posible retirar las huellas de su sitio original, son fotografiadas, luego se cubren con plástico y se copian para tener una calca del tamaño, forma y profundidad de cada una de ellas.

29 de enero de 2011

• Un rastro de 11 pisadas de la especie Pico de Pato, con una antigüedad de 70 millones de años, son analizadas por René Hernández Rivera, del Instituto de Geología de la UNAM, tras ser descubiertas en Esqueda, Sonora
• Su estudio revela que no todos eran gigantes, vivían en grupo y muchos comían plantas cerca de lagos o arroyos
• En México, se han encontrado vestigios de dinosaurios en Coahuila, Sonora, Puebla, Michoacán y Oaxaca, dijo el paleontólogo

Con las huellas que tres dinosaurios dejaron a su paso hace 70 millones de años en el suelo que hoy ocupa Sonora, el paleontólogo René Hernández Rivera, investigador del Instituto de Geología (IGl) de la UNAM, descifra la ubicación, tamaño y comportamiento de esos emblemáticos animales de la era Mesozoica y del periodo Cretácico Superior.

Con los huesos se puede identificar la especie y su longitud, detalló el especialista; su comportamiento y su forma de moverse se obtiene de las pisadas.

Con su más reciente estudio, que comenzó el año pasado luego de que un grupo de trabajadores de la construcción encontró un rastro de 11 pisadas en lajas de cantera en Esqueda, Sonora, Hernández Rivera ha ayudado a derribar varios mitos, como el que sostiene que eran animales solitarios, pues las pisadas confirman que vivían en grupos, o el que señala que eran gigantes, pues aunque hubo especies de 44 metros de longitud, existieron otras del tamaño de una gallina.

Tampoco todos eran carnívoros o agresivos, explicó el paleontólogo, pues los hadrosaurios Pico de Pato, a los que corresponden la mayoría de las pisadas halladas, se alimentaban de plantas.

Además, no podían estar en el agua, como sostiene otra creencia popular, pues por su peso y morfología, solamente podían acercarse a lagos o arroyos a beber agua, pero no nadar.

A estas conclusiones ha llegado Hernández tras analizar, primero en el sitio del hallazgo y luego en su laboratorio de la UNAM, la información guardada en cada pisada, que se suma a datos obtenidos en campañas anteriores, donde huesos localizados en varias zonas del mundo ayudan a atar cabos y completar las piezas de este rompecabezas del pasado.

Con las huellas que tres dinosaurios dejaron a su paso hace 70 millones de años en el suelo que hoy ocupa Sonora, se descifra la ubicación, tamaño y comportamiento de esos emblemáticos animales de la era Mesozoica y del periodo Cretácico Superior.
Con las huellas que tres dinosaurios dejaron a su paso hace 70 millones de años en el suelo que hoy ocupa Sonora, se descifra la ubicación, tamaño y comportamiento de esos emblemáticos animales de la era Mesozoica y del periodo Cretácico Superior.

Primeras huellas en Sonora

Hace un año trabajadores en Sonora encontraron en las lajas de cantera de Esqueda grandes huecos hundidos, dieron aviso al paleontólogo Carlos González León, responsable de la Estación Regional del Noroeste del Instituto de Geología de esta casa de estudios (ubicada en Hermosillo), quien hizo una primera revisión en el sitio.

Para confirmar la autenticidad de las pisadas, las primeras halladas en esa entidad, González León pidió la opinión de René Hernández, quien viajó a Esqueda (municipio de Fronteras) y, desde entonces, trabaja en el descubrimiento.

“Fuimos a Esqueda y comprobamos que sí son huellas de dinosaurio. Continuamos la búsqueda en otras dos partes de la cantera, de ocho metros de alto, y encontramos más huellas, para sumar 20, pertenecientes a tres dinosaurios distintos”, señaló el paleontólogo, con 33 años de experiencia en su especialidad.

Hace 70 millones de años esos dinosaurios pisaron un suelo blando, cercano a un cuerpo de agua, pero con el paso del tiempo, se formó la cantera y quedaron sus pisadas para la posteridad. Por eso es posible encontrar huellas en diferentes estratos, aunque entonces todas estaban en una planicie.

Calca al laboratorio

Como no es posible retirar las huellas de su sitio original, Hernández y sus colaboradores las fotografiaron, luego las cubrieron con plástico, y las copiaron para tener una calca del tamaño, forma y profundidad de cada una de ellas.

Esa calca en plástico es lo que llevan al laboratorio para un análisis más detallado, que permite conocer la profundidad de la pisada, su talla, dirección y separación entre cada una.

“El rastro de 11 huellas delanteras es de un dinosaurio Pico de Pato; lo sabemos porque tiene tres dedos redondeados, característicos de los que comían plantas, mientras que los carnívoros tenían dedos más largos y puntiagudos”.

Cada huella, añadió, mide 43 centímetros de la base a la punta y corresponde a un individuo de 18 metros de longitud.

El especialista de la UNAM también encontró en la cantera algunas pisadas de un carnívoro. “El hallazgo es importante porque es el primero para Sonora. Hay registros en Coahuila y Puebla, donde es precursor el Instituto de Geología”, relató.

Además de las pisadas, el universitario comenzará a trabajar con algunos huesos encontrados en el lugar, para completar su estudio.

Créditos: UNAM-DGCS-060-2011/unam.mx