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LA DEFORESTACIÓN, UNA AMENAZA PARA EL HALCÓN SELVÁTICO DE COLLAR

 
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halconpeligro06 de agosto de 2014

Cada año, en México se deforestan 500 mil hectáreas de selva, hábitat de aves rapaces forestales como el halcón selvático de collar (Micrastur semitorquatus), una de las siete especies falconiformes que viven en estas regiones de América.

Un ejemplo de ese proceso es la región de Los Tuxtlas, Veracruz, cuyo bioma ha sido fragmentado de forma constante desde los años 60 del siglo XX. De las 250 mil hectáreas que había en ese entonces (equivalentes a 390 mil 600 campos de futbol), para la década de los 80 sólo quedaban 40 mil (62 mil 500 canchas).

Por esta razón, las selvas en tierras bajas tropicales terminan convertidas en un mosaico parcelado, insuficiente para la supervivencia y reproducción del halcón selvático de collar y de otras aves rapaces tropicales, de cuyas poblaciones hay poca información.

Sobre el animal referido sólo hay tres estudios: uno en la Guyana Francesa; otro en Tikal, Guatemala, y uno más en México; este último fue realizado por la bióloga de la UNAM, Marisela Martínez Ruiz, en la Reserva de la Biósfera de Los Tuxtlas.

Su tesis de maestría Territorios, uso y selección de hábitat del halcón selvático de collar, es “un primer acercamiento de búsqueda de información sobre los requerimientos ecológicos básicos” de esta ave, distribuida en gran parte de la región biogeográfica neotropical (desde México hasta el norte de Argentina).

En la selva de Los Tuxtlas sólo queda siete por ciento de la vegetación original, entonces, ¿qué pasa con éste, el falco más grande de los Micrastur de América?, cuestionó Martínez Ruiz.

Una conclusión del estudio es que se encuentran en sitios de baja cobertura forestal, donde tienen territorios más grandes que los ubicados en sitios más conservados. Esto tendría implicaciones en sus actividades de forrajeo o en el tiempo para el cuidado de pollos.

Si tienen extensiones más grandes, deberían moverse más para cubrir sus necesidades y no se desempeñarían como si estuvieran en un área más pequeña y de mejor calidad, explicó la universitaria.

Una segunda conclusión es que esta rapaz defiende de forma más vigorosa áreas con mayor cobertura forestal, indirectamente de más calidad para los halcones.

Ante las provocaciones auditivas (reproducción de un llamado de la especie), estas aves tenían diferentes respuestas. La primera es un canto de cuatro notas. La duración de la defensa fue mayor en sitios más conservados, pues valdría la pena invertir mayor esfuerzo que en los de menor calidad.

En tales sitios, estos animales no sólo vocalizaban, sino que eran protegidos, incluso en pareja, indicador de una respuesta territorial más vigorosa. Con base en las provocaciones auditivas y el método de mapeo de parcelas (utilizado para censar aves), la estudiante del posgrado de la UNAM obtuvo mapas de la ubicación espacial de sus territorios.

Además, con base en el número de localizaciones, se determinó cuál de los tres tipos de hábitat prefiere esta especie. El estudio concluyó que se decantan por la vegetación primaria, es decir, la original, integrada por bosques de árboles maduros.

La secundaria está formada por acahuales, también de bosque tropical perennifolio, aunque con árboles de talla menor. Los halcones también usan esta vegetación, aunque en menor proporción a la primaria, y se observó que los selváticos de collar evitan áreas desprovistas de flora, como los pastizales inducidos para ganadería, las zonas de cultivo agrícola y las áreas urbanas.

¿Cuánto miden sus territorios? En Guatemala, el de una de estas hembras era de mil 176 hectáreas. En Los Tuxtlas, el más grande encontrado por Martínez Ruiz fue de 285 hectáreas, y el más pequeño, de 92. “Entre los sitios bien conservados y los más perturbados se hallaron estas diferencias”.

El tamaño de los territorios y cómo lo defienden puede estar influenciado por otras variables, como la edad del individuo, el sexo, el tiempo de residencia y la presencia no sólo de otros halcones selváticos, sino de aves rapaces e incluso mamíferos.

Las disputas por los sitios de anidación (huecos en los árboles), escasos en los sitios perturbados, tendrían influencia en la defensa referida. Sin embargo, se necesitan más estudios para entender el impacto de la competencia por estos lugares con otras especies.

La importancia ecológica del halcón selvático de collar es que este animal —con un collar negro que cubre las partes blancas de enfrente del plumaje, con partes de piel desnudas en la cara (les da un sentido auditivo muy agudo, más que visual, para cazar), cola y patas muy largas (caza también en el suelo)— es un depredador tope de las cadenas tróficas, expuso la bióloga.

Las aves rapaces, explicó, son indicadoras de calidad de los ecosistemas (al ser consumidores secundarios tienen efectos importantes en las poblaciones de primarios). Sin embargo, algunas especies se ven afectadas por la fragmentación.

El halcón selvático de collar es una variedad tropical dependiente de los interiores de bosque. “Los pequeños ‘parches’ pueden no ser suficientes para mantener a estos ejemplares a largo plazo”. La conectividad entre sitios es importante para que se puedan mover, tener alimento y encontrar pareja.

Por eso, puntualizó, es indispensable mantener las áreas de vegetación primaria que conforman la Reserva de la Biósfera de Los Tuxtlas y generar información científica que permita la preservación de estas rapaces poco conocidas.

Créditos: UNAM-DGCS-446-2014

UTILIZAN ADN PARA COMBATIR TRÁFICO ILEGAL DE PLANTAS Y ANIMALES AMENAZADOS EN MÉXICO

 
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Sobreexplotados por los humanos debido a su belleza como organismos vivos, por la calidad de algunas sustancias de importancia alimenticia o medicinal y por partes de su cuerpo como pieles, plumas, huesos, flores o semillas, miles de plantas y animales sobreviven en el planeta en diversas categorías de riesgo y en ocasiones son rebasados por la extinción.
En países megadiversos como México, que ocupa el primer lugar mundial en riqueza de reptiles, el segundo en mamíferos y el cuarto en anfibios y plantas, el tráfico ilegal de especies es intenso, sobre todo por su variedad, que incluye organismos endémicos o exclusivos de alguna región del territorio.
Para identificar a especies amenazadas y ayudar a ubicar las rutas de contrabando que las afectan, el Instituto de Biología (IB) de la UNAM participa, junto con otras instituciones nacionales, en el Proyecto de Códigos de Barras de la Vida Silvestre (Barcode of Wildlife Project), que utiliza ADN para identificar plantas y animales en riesgo.
En la iniciativa colaboran la investigadora del IB, Virginia León Régagnon (coordinadora nacional del proyecto); Guadalupe Velarde Aguilar y Gilda Andrade Michel, administradora y responsable de difusión en México, respectivamente, así como un grupo de especialistas en distintos grupos de organismos.
Además de esta casa de estudios, en México participan expertos de El Colegio de la Frontera Sur, el Centro de Investigaciones Biológicas del Noreste, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
También, autoridades de la Procuraduría General de la República encargadas de perseguir los delitos ambientales y la División Científica de la Policía Federal, que aporta su experiencia en el uso del ADN para la identificación de restos humanos.
A nivel mundial contribuyen México, Sudáfrica, Kenia y Nigeria; este año se unirán dos naciones por definir de Asia y Sudamérica.
En 2013, Google otorgó uno de sus premios Global Impact Awards a esta iniciativa mundial para utilizar los códigos de barras genéticos encaminados a combatir el tráfico ilegal de especies.
El proyecto incluye la creación de una biblioteca de códigos de especies amenazadas y sujetas a tráfico internacional, que las autoridades puedan utilizar como herramienta de identificación rápida y eficaz de ejemplares o productos derivados y que fortalezcan las evidencias en los juicios.
Como en el supermercado
Así, se emula a los sistemas empleados en los supermercados para identificar cada producto, pero la diferencia es que éste es genético y recurre al ADN individual, una huella que permanece inalterada a través del desarrollo y es única para cada ser vivo.
Desde hace años, el ADN ha sido usado por los científicos para identificar organismos a partir de pequeños fragmentos de sangre, pelo, hojas o raíces.
En el Proyecto de Códigos de Barras de la Vida Silvestre se utiliza un pequeño fragmento de ADN para ese fin; actualmente, en todo el mundo se obtienen códigos de cientos de seres vivos y se espera que algún día todos tengan el suyo.
De manera conjunta, científicos y gobierno laboran para generar protocolos adecuados para que esos códigos se empleen de manera rutinaria en casos donde la identidad esté en duda, así como para construir un marco legal para que la huella de ADN sea válida en juicios y procedimientos administrativos.
Actualmente, se cuenta con una lista de 200 especies prioritarias, a partir de las cuales se obtendrán códigos de barras genéticos que constituirán la biblioteca de referencia, junto con los códigos de especies similares con las que se podrían confundir.
Mayor información del proyecto y sus avances en las páginas www.barcodeofwildlife.org y http://bwp-mex.blogspot.mx/.
Créditos: UNAM-DGCS-024-2014

adnmemoriaSobreexplotados por los humanos debido a su belleza como organismos vivos, por la calidad de algunas sustancias de importancia alimenticia o medicinal y por partes de su cuerpo como pieles, plumas, huesos, flores o semillas, miles de plantas y animales sobreviven en el planeta en diversas categorías de riesgo y en ocasiones son rebasados por la extinción.

En países megadiversos como México, que ocupa el primer lugar mundial en riqueza de reptiles, el segundo en mamíferos y el cuarto en anfibios y plantas, el tráfico ilegal de especies es intenso, sobre todo por su variedad, que incluye organismos endémicos o exclusivos de alguna región del territorio.

Para identificar a especies amenazadas y ayudar a ubicar las rutas de contrabando que las afectan, el Instituto de Biología (IB) de la UNAM participa, junto con otras instituciones nacionales, en el Proyecto de Códigos de Barras de la Vida Silvestre (Barcode of Wildlife Project), que utiliza ADN para identificar plantas y animales en riesgo.

En la iniciativa colaboran la investigadora del IB, Virginia León Régagnon (coordinadora nacional del proyecto); Guadalupe Velarde Aguilar y Gilda Andrade Michel, administradora y responsable de difusión en México, respectivamente, así como un grupo de especialistas en distintos grupos de organismos.

Además de esta casa de estudios, en México participan expertos de El Colegio de la Frontera Sur, el Centro de Investigaciones Biológicas del Noreste, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

También, autoridades de la Procuraduría General de la República encargadas de perseguir los delitos ambientales y la División Científica de la Policía Federal, que aporta su experiencia en el uso del ADN para la identificación de restos humanos.

A nivel mundial contribuyen México, Sudáfrica, Kenia y Nigeria; este año se unirán dos naciones por definir de Asia y Sudamérica.

En 2013, Google otorgó uno de sus premios Global Impact Awards a esta iniciativa mundial para utilizar los códigos de barras genéticos encaminados a combatir el tráfico ilegal de especies.

El proyecto incluye la creación de una biblioteca de códigos de especies amenazadas y sujetas a tráfico internacional, que las autoridades puedan utilizar como herramienta de identificación rápida y eficaz de ejemplares o productos derivados y que fortalezcan las evidencias en los juicios.

Como en el supermercado

Así, se emula a los sistemas empleados en los supermercados para identificar cada producto, pero la diferencia es que éste es genético y recurre al ADN individual, una huella que permanece inalterada a través del desarrollo y es única para cada ser vivo.

Desde hace años, el ADN ha sido usado por los científicos para identificar organismos a partir de pequeños fragmentos de sangre, pelo, hojas o raíces.

En el Proyecto de Códigos de Barras de la Vida Silvestre se utiliza un pequeño fragmento de ADN para ese fin; actualmente, en todo el mundo se obtienen códigos de cientos de seres vivos y se espera que algún día todos tengan el suyo.

De manera conjunta, científicos y gobierno laboran para generar protocolos adecuados para que esos códigos se empleen de manera rutinaria en casos donde la identidad esté en duda, así como para construir un marco legal para que la huella de ADN sea válida en juicios y procedimientos administrativos.

Actualmente, se cuenta con una lista de 200 especies prioritarias, a partir de las cuales se obtendrán códigos de barras genéticos que constituirán la biblioteca de referencia, junto con los códigos de especies similares con las que se podrían confundir.

Mayor información del proyecto y sus avances en las páginas www.barcodeofwildlife.org y http://bwp-mex.blogspot.mx/.

Créditos: UNAM-DGCS-024-2014

CULTIVAN EN LA UNAM TEJIDOS VEGETALES PARA CONSERVAR PLANTAS MEXICANAS EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

 
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Para conservar 80 especies de plantas mexicanas en peligro de extinción, en el Jardín Botánico del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, el investigador Víctor Manuel Chávez Ávila dirige un laboratorio donde se reproducen in vitro cactáceas, orquídeas y agaves, entre otras familias vegetales.
Los cultivos, que van del laboratorio al vivero, incluyen a las familias de cícadas, únicas gimnospermas que fijan nitrógeno atmosférico y que, eventualmente, lo incorporan al suelo y lo enriquecen; existen desde la época de los dinosaurios. Las pináceas, que reúnen a pinos y otros árboles de hojas aciculares (en forma de aguja) y canales de resina.
También las apiáceas, a las que pertenecen varias plantas medicinales, hierbas y arbustos, y las asteráceas o compuestas, una de las familias más diversas del planeta, que agrupa a muchas flores de importancia ecológica y económica.
La estrategia del biólogo y doctor en botánica se basa en el cultivo de tejidos vegetales, un método biotecnológico que permite producir plantas completas a partir de pequeños fragmentos de tejidos (raíces, tallos y hojas, entre otros) y aún de células individuales.
Es altamente eficiente para propagar, literalmente, cientos de plantas a partir de un fragmento de tejido en un tubo de ensayo. Pueden formar embriones semejantes a los que se forman dentro de las semillas (embriogénesis somática) o formar órganos como tallos y raíces para después regenerar la parte faltante hasta formarlas completas (organogénesis).
El proyecto del Laboratorio de Cultivo de Tejidos Vegetales conserva germoplasma de especies endémicas, forma alumnos y promueve la educación ambiental, tareas urgentes en el quinto país más rico del planeta en diversidad vegetal, con más de 24 mil especies nativas, 987 de ellas en alguna categoría de riesgo, según indica su inclusión en la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010.
Estudiar, propagar y conservar
“El cultivo de tejidos vegetales es una herramienta biotecnológica que permite estudiar, propagar, conservar y hacer propuestas de aprovechamiento sustentable para especies que requiere la humanidad o sólo México, porque no podemos seguir con el consumo de recursos sin producirlos”, explicó Chávez Ávila.
Con ello, se ofrece la posibilidad de cultivar plantas selectas que se requieren como alimentos, medicamentos y usos ornamentales, pues “en los próximos años, la necesidad de consumo y reforestación de esos organismos o productos derivados, requerirá en mayor medida de esta biotecnología”, indicó.
El laboratorio que dirige Chávez Ávila existe desde 1983, aunque la técnica llegó a México a principios de la década de 1970, a la Universidad Autónoma Chapingo, proveniente de Japón. Para 1976 comenzó a aplicarse en la Facultad de Química y más tarde en el IB de la UNAM, donde se utiliza desde entonces.
“Esta metodología tiene un gran potencial, pero en el país no la hemos aprovechado lo suficiente y vamos lento. En el Jardín Botánico nuestro interés siempre ha sido estudiar y conservar especies de plantas mexicanas, sobre todo las que están en peligro de extinción o representan interés económico para algunas comunidades”, abundó.
Dividir, dirigir, clonar
El cultivo de tejidos vegetales implica dividir a un individuo en sus bloques constituyentes y cultivar células, tejidos, órganos y aún plantas completas in vitro.
Esos cultivos se establecen asépticamente bajo condiciones controladas de luz, temperatura, humedad, atmósfera, pH, nutrientes y hormonas.
“Con esas circunstancias podemos dirigir la respuesta de las células, hacer que dejen de ser epidermis, raíz, pétalo o polen y las utilizamos para la formación de un nuevo organismo completo”, detalló Chávez Ávila.
Esto se logra gracias a la totipotencialidad de las células (poseen la capacidad de dar origen a otros tipos celulares). “Cada una tiene la información genética del organismo y puede ser dirigida para formar un nuevo individuo, muy parecido al que le dio origen, que se genera de manera vegetativa, sin reproducción sexual. Si repetimos el proceso podemos tener miles y hasta millones de plantas entre uno y medio y tres años”, explicó.
La producción de estos nuevos individuos vegetales se debe a que Chávez Ávila y su grupo –un colaborador científico y más de 20 estudiantes de licenciatura a doctorado- trabajan con especies escasas, de las que no tienen semillas, o plantas masculinas o femeninas para su reproducción. “Tenemos que generarlos, sean clones o no. Obtenemos más de lo que ya no existe en la naturaleza”, precisó.
Los organismos obtenidos in vitro se mantienen en el Jardín Botánico. Una vez propagados y mantenidos en el invernadero se integran a las colecciones de exhibición y de investigación o se intercambian con otras instituciones.
Variabilidad genética
La producción de cultivos vegetales manifiesta una cierta variabilidad genética. Aunque proceden de un fragmento somático, algunas células son diferentes.
“Hay poblaciones celulares dentro de cada tejido y esas se van a expresar en individuos con ciertas diferencias. No es una clonación verdadera y comprobada, obtenemos organismos muy semejantes pero que tienen la variabilidad genética de las poblaciones naturales que se encuentran en los distintos tejidos de las plantas; no son idénticos y hay algunas diferencias”, aclaró.
El universitario reconoció que la variabilidad genética es importante, pero lo es más que no se extinga de manera total alguna especie.
“La NOM-059-Semarnat-2010 tiene enlistadas 987 en riesgo, en el laboratorio tenemos 80 de ellas. Es un número bajo, pero cada especie requiere un protocolo y una investigación de entre uno y medio y tres años para generar nuevos individuos”, finalizó.
Créditos: UNAM-DGCS-010-2014

tejidos vegetalesPara conservar 80 especies de plantas mexicanas en peligro de extinción, en el Jardín Botánico del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, el investigador Víctor Manuel Chávez Ávila dirige un laboratorio donde se reproducen in vitro cactáceas, orquídeas y agaves, entre otras familias vegetales.

Los cultivos, que van del laboratorio al vivero, incluyen a las familias de cícadas, únicas gimnospermas que fijan nitrógeno atmosférico y que, eventualmente, lo incorporan al suelo y lo enriquecen; existen desde la época de los dinosaurios. Las pináceas, que reúnen a pinos y otros árboles de hojas aciculares (en forma de aguja) y canales de resina.

También las apiáceas, a las que pertenecen varias plantas medicinales, hierbas y arbustos, y las asteráceas o compuestas, una de las familias más diversas del planeta, que agrupa a muchas flores de importancia ecológica y económica.

La estrategia del biólogo y doctor en botánica se basa en el cultivo de tejidos vegetales, un método biotecnológico que permite producir plantas completas a partir de pequeños fragmentos de tejidos (raíces, tallos y hojas, entre otros) y aún de células individuales.

Es altamente eficiente para propagar, literalmente, cientos de plantas a partir de un fragmento de tejido en un tubo de ensayo. Pueden formar embriones semejantes a los que se forman dentro de las semillas (embriogénesis somática) o formar órganos como tallos y raíces para después regenerar la parte faltante hasta formarlas completas (organogénesis).

El proyecto del Laboratorio de Cultivo de Tejidos Vegetales conserva germoplasma de especies endémicas, forma alumnos y promueve la educación ambiental, tareas urgentes en el quinto país más rico del planeta en diversidad vegetal, con más de 24 mil especies nativas, 987 de ellas en alguna categoría de riesgo, según indica su inclusión en la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010.

Estudiar, propagar y conservar

“El cultivo de tejidos vegetales es una herramienta biotecnológica que permite estudiar, propagar, conservar y hacer propuestas de aprovechamiento sustentable para especies que requiere la humanidad o sólo México, porque no podemos seguir con el consumo de recursos sin producirlos”, explicó Chávez Ávila.

Con ello, se ofrece la posibilidad de cultivar plantas selectas que se requieren como alimentos, medicamentos y usos ornamentales, pues “en los próximos años, la necesidad de consumo y reforestación de esos organismos o productos derivados, requerirá en mayor medida de esta biotecnología”, indicó.

El laboratorio que dirige Chávez Ávila existe desde 1983, aunque la técnica llegó a México a principios de la década de 1970, a la Universidad Autónoma Chapingo, proveniente de Japón. Para 1976 comenzó a aplicarse en la Facultad de Química y más tarde en el IB de la UNAM, donde se utiliza desde entonces.

“Esta metodología tiene un gran potencial, pero en el país no la hemos aprovechado lo suficiente y vamos lento. En el Jardín Botánico nuestro interés siempre ha sido estudiar y conservar especies de plantas mexicanas, sobre todo las que están en peligro de extinción o representan interés económico para algunas comunidades”, abundó.

Dividir, dirigir, clonar

El cultivo de tejidos vegetales implica dividir a un individuo en sus bloques constituyentes y cultivar células, tejidos, órganos y aún plantas completas in vitro.

Esos cultivos se establecen asépticamente bajo condiciones controladas de luz, temperatura, humedad, atmósfera, pH, nutrientes y hormonas.

“Con esas circunstancias podemos dirigir la respuesta de las células, hacer que dejen de ser epidermis, raíz, pétalo o polen y las utilizamos para la formación de un nuevo organismo completo”, detalló Chávez Ávila.

Esto se logra gracias a la totipotencialidad de las células (poseen la capacidad de dar origen a otros tipos celulares). “Cada una tiene la información genética del organismo y puede ser dirigida para formar un nuevo individuo, muy parecido al que le dio origen, que se genera de manera vegetativa, sin reproducción sexual. Si repetimos el proceso podemos tener miles y hasta millones de plantas entre uno y medio y tres años”, explicó.

La producción de estos nuevos individuos vegetales se debe a que Chávez Ávila y su grupo –un colaborador científico y más de 20 estudiantes de licenciatura a doctorado- trabajan con especies escasas, de las que no tienen semillas, o plantas masculinas o femeninas para su reproducción. “Tenemos que generarlos, sean clones o no. Obtenemos más de lo que ya no existe en la naturaleza”, precisó.

Los organismos obtenidos in vitro se mantienen en el Jardín Botánico. Una vez propagados y mantenidos en el invernadero se integran a las colecciones de exhibición y de investigación o se intercambian con otras instituciones.

Variabilidad genética

La producción de cultivos vegetales manifiesta una cierta variabilidad genética. Aunque proceden de un fragmento somático, algunas células son diferentes.

“Hay poblaciones celulares dentro de cada tejido y esas se van a expresar en individuos con ciertas diferencias. No es una clonación verdadera y comprobada, obtenemos organismos muy semejantes pero que tienen la variabilidad genética de las poblaciones naturales que se encuentran en los distintos tejidos de las plantas; no son idénticos y hay algunas diferencias”, aclaró.

El universitario reconoció que la variabilidad genética es importante, pero lo es más que no se extinga de manera total alguna especie.

“La NOM-059-Semarnat-2010 tiene enlistadas 987 en riesgo, en el laboratorio tenemos 80 de ellas. Es un número bajo, pero cada especie requiere un protocolo y una investigación de entre uno y medio y tres años para generar nuevos individuos”, finalizó.

Créditos: UNAM-DGCS-010-2014