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Pluma de mar, coral con potencial farmacéutico.

 
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22 de Enero del 2013
Los octocorales (organismos coloniales formados por pequeños pólipos con ocho tentáculos cada uno) muestran un sorprendente repertorio de compuestos químicos capaces de combatir problemas de salud.
El más representativo es el Pseudopterogorgia elisabethae, el segundo más abundante en los arrecifes coralinos de los océanos Índico, Pacífico y Atlántico.
En la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, varias investigaciones, mediante ensayos in vivo e in vitro, han estudiado la actividad biológica de este organismo (conocido como pluma de mar) y han descubierto propiedades antiinflamatorias, antioxidantes, antibacterianas, antifouling (que impiden que se formen películas o se adhieran microorganismos en las embarcaciones) y citotóxicas sobre varias líneas tumorales cancerígenas.
Esta tarea está a cargo del grupo de Estudio y Aprovechamiento de Productos Naturales Marinos y Frutas de Colombia, del Departamento de Química de la Facultad de Ciencias. Sus investigadores han estudiado por cerca de diez años poblaciones de P. elisabethae del Archipiélago de San Andrés y Providencia.
Pero los análisis van más allá. El grupo de Farmacogenética del Departamento de Farmacia decidió ponerse la escafandra y sumergirse en el profundo universo marino de las plumas de mar, con el objeto de caracterizar su metagenoma (el genoma de una comunidad de organismos determinada) y su ecosistema coralino.
El objetivo es encontrar genes y perfiles metabólicos secundarios (relacionados con el normal funcionamiento del metabolismo animal) que proporcionen candidatos cuya bioprospección farmacéutica y cosmética sea positiva, así como entender la biodiversidad de la comunidad a nivel genómico y organísmico.
Bioinformática
El profesor Fabio Aristizábal, director del Instituto de Biotecnología de la UN y cabeza de esta investigación, cuenta que aislaron el ADN total (metagenoma) de un amplio grupo de microorganismos y lo secuenciaron para analizar sus materiales genéticos.
“Empleamos herramientas moleculares y bioinformáticas de última generación para ejecutar varios procesos: remover los datos no informativos o defectuosos; organizar las secuencias, según la coincidencia entre ellas, para ensamblar segmentos adyacentes; y reconstruir parte de los genomas presentes en la muestra”, explica.
Así, pudieron determinar que la cantidad de información presente en la muestra es realmente colosal, por lo cual no es plausible reconstruir genomas completos. Sin embargo, identificaron materiales genéticos de al menos dos tipos de eucariotas (células con núcleo definido): un alga y un coral.
“Los análisis muestran que los dos organismos viven en una relación de simbiosis –en la cual ambos se benefician– que involucra moléculas sujetas a respuestas ambientales, con especial atención a la protección de la radiación ultravioleta e inmunidad innata, toda vez que parecen requerir uno del otro al tener rutas metabólicas complementarias”, afirma.
A este respecto, destaca que es imprescindible usar tecnologías de última generación que pueden evaluar información genómica total –pues procesan millones de datos–, para detectar capacidades de producir, a nivel biológico, sustancias con un potencial uso biotecnológico en medicamentos, alimentos y cosméticos. “Tal vez los más interesantes son los que permiten la producción de moléculas potencialmente fotoprotectoras”, asegura.
Ingeniería metabólica
Este trabajo científico es financiado por Colciencias, y en él también participan los investigadores Guillermo G. Torres, del Instituto de Biotecnología; Daniela Díaz y Nicolás Salcedo, del Departamento de Biología; y Carmenza Duque, del Departamento de Química, quien es la experta principal.
“Aproximaciones de este tipo permitirán el desarrollo futuro de la ingeniería metabólica hasta obtener sistemas que permitan producir metabolitos de interés en cantidades suficientes para estudiarlas y utilizarlas sin dañar los organismos. Si se hiciese de la fuente natural, llevaría muy posiblemente a la devastación del material biológico”, señala el profesor Aristizábal.
Si bien los científicos reconocen que es difícil calcular los costos de estos adelantos, creen que son mucho más bajos que los de las metodologías clásicas de bioprospección. Además, este tipo de aproximaciones tienen menores impactos ambientales y permiten hacer análisis amplios del potencial bioquímico presente en una comunidad biológica ambiental.
La investigación ya entregó resultados preliminares sobre el primer borrador del metagenoma de la comunidad coralina de pluma de mar del Caribe colombiano, cuya información proporciona las bases para futuros estudios en esta área.
Por su innovación científica, este trabajo obtuvo el premio internacional del XV Congreso de la Federación Farmacéutica Suramericana (2012) a la investigación científica.

Créditos: http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

Son varios los compuestos orgánicos encontrados en corales blandos, como el P. elisabethae, que tienen potencial farmacéutico y cosmético.

Son varios los compuestos orgánicos encontrados en corales blandos, como el P. elisabethae, que tienen potencial farmacéutico y cosmético.

22 de Enero del 2013

Los octocorales (organismos coloniales formados por pequeños pólipos con ocho tentáculos cada uno) muestran un sorprendente repertorio de compuestos químicos capaces de combatir problemas de salud.

El más representativo es el Pseudopterogorgia elisabethae, el segundo más abundante en los arrecifes coralinos de los océanos Índico, Pacífico y Atlántico.

En la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, varias investigaciones, mediante ensayos in vivo e in vitro, han estudiado la actividad biológica de este organismo (conocido como pluma de mar) y han descubierto propiedades antiinflamatorias, antioxidantes, antibacterianas, antifouling (que impiden que se formen películas o se adhieran microorganismos en las embarcaciones) y citotóxicas sobre varias líneas tumorales cancerígenas.

Esta tarea está a cargo del grupo de Estudio y Aprovechamiento de Productos Naturales Marinos y Frutas de Colombia, del Departamento de Química de la Facultad de Ciencias. Sus investigadores han estudiado por cerca de diez años poblaciones de P. elisabethae del Archipiélago de San Andrés y Providencia.

Pero los análisis van más allá. El grupo de Farmacogenética del Departamento de Farmacia decidió ponerse la escafandra y sumergirse en el profundo universo marino de las plumas de mar, con el objeto de caracterizar su metagenoma (el genoma de una comunidad de organismos determinada) y su ecosistema coralino.

El objetivo es encontrar genes y perfiles metabólicos secundarios (relacionados con el normal funcionamiento del metabolismo animal) que proporcionen candidatos cuya bioprospección farmacéutica y cosmética sea positiva, así como entender la biodiversidad de la comunidad a nivel genómico y organísmico.


Bioinformática

El profesor Fabio Aristizábal, director del Instituto de Biotecnología de la UN y cabeza de esta investigación, cuenta que aislaron el ADN total (metagenoma) de un amplio grupo de microorganismos y lo secuenciaron para analizar sus materiales genéticos.

“Empleamos herramientas moleculares y bioinformáticas de última generación para ejecutar varios procesos: remover los datos no informativos o defectuosos; organizar las secuencias, según la coincidencia entre ellas, para ensamblar segmentos adyacentes; y reconstruir parte de los genomas presentes en la muestra”, explica.

Así, pudieron determinar que la cantidad de información presente en la muestra es realmente colosal, por lo cual no es plausible reconstruir genomas completos. Sin embargo, identificaron materiales genéticos de al menos dos tipos de eucariotas (células con núcleo definido): un alga y un coral.

“Los análisis muestran que los dos organismos viven en una relación de simbiosis –en la cual ambos se benefician– que involucra moléculas sujetas a respuestas ambientales, con especial atención a la protección de la radiación ultravioleta e inmunidad innata, toda vez que parecen requerir uno del otro al tener rutas metabólicas complementarias”, afirma.

A este respecto, destaca que es imprescindible usar tecnologías de última generación que pueden evaluar información genómica total –pues procesan millones de datos–, para detectar capacidades de producir, a nivel biológico, sustancias con un potencial uso biotecnológico en medicamentos, alimentos y cosméticos. “Tal vez los más interesantes son los que permiten la producción de moléculas potencialmente fotoprotectoras”, asegura.


Ingeniería metabólica

Este trabajo científico es financiado por Colciencias, y en él también participan los investigadores Guillermo G. Torres, del Instituto de Biotecnología; Daniela Díaz y Nicolás Salcedo, del Departamento de Biología; y Carmenza Duque, del Departamento de Química, quien es la experta principal.

“Aproximaciones de este tipo permitirán el desarrollo futuro de la ingeniería metabólica hasta obtener sistemas que permitan producir metabolitos de interés en cantidades suficientes para estudiarlas y utilizarlas sin dañar los organismos. Si se hiciese de la fuente natural, llevaría muy posiblemente a la devastación del material biológico”, señala el profesor Aristizábal.

Si bien los científicos reconocen que es difícil calcular los costos de estos adelantos, creen que son mucho más bajos que los de las metodologías clásicas de bioprospección. Además, este tipo de aproximaciones tienen menores impactos ambientales y permiten hacer análisis amplios del potencial bioquímico presente en una comunidad biológica ambiental.

La investigación ya entregó resultados preliminares sobre el primer borrador del metagenoma de la comunidad coralina de pluma de mar del Caribe colombiano, cuya información proporciona las bases para futuros estudios en esta área.

Por su innovación científica, este trabajo obtuvo el premio internacional del XV Congreso de la Federación Farmacéutica Suramericana (2012) a la investigación científica.

Créditos: http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

Guardería de corales para conservar arrecifes en Santa Marta.

 
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Esta alternativa consiste en "jardines colgantes" en los que, de fragmentos de coral desprendidos del arrecife, se propagan nuevas colonias.
Esta alternativa consiste en “jardines colgantes” en los que, de fragmentos de coral desprendidos del arrecife, se propagan nuevas colonias.

11 de Septiembre del 2012

La acción humana y el cambio climático —más latente en los países tropicales— están reduciendo los arrecifes de corales. Biólogos marinos buscan alternativas para restaurar estos sistemas naturales.

A pesar de que solo ocupan el 1% del área marina del planeta, estos sistemas concentran el 25% de la biodiversidad, una proporción de riqueza muy cercana a la que encierran los bosques del Amazonas.

No obstante, según lo indicó en su momento a UN Periódico el profesor Luis Fernando Cadavid, investigador del Instituto de Genética de la UN, entre el 58% y el 70% de los arrecifes del mundo están directamente amenazados por actividades humanas, y en el mar Caribe más del 80% de los organismos vivos asociados a estos han desaparecido en los últimos treinta años.

En estos datos coincide el biólogo israelí Nuphar Charuvi, de la Maestría en Ciencias Marinas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (sede Santa Marta). En una charla que ofreció por invitación del Instituto de Ciencias Naturales de la UN, mostró las alternativas que se presentan para contrarrestar la devastación en estos paraísos de los mares.

Una de las opciones son las denominadas guarderías, que consisten en “jardines colgantes” en los que, a partir de fragmentos de coral desprendidos del arrecife, se propagan nuevas colonias. Esto, en un futuro, podría ayudar a la repoblación.

Los biólogos han constatado que de un pedacito de menos de medio centímetro se puede propagar una colonia lo bastante fuerte como para hacer una posible restauración ecológica; aunque, aclara, esta es una etapa a la que le faltan muchos estudios.

“Lo que hemos observado es que el coral propagado en las guarderías crece más rápido. Sin embargo, son varios los factores que debemos tener en cuenta, porque no se trata solo de trasplantar. Debemos mirar aspectos como la genética, los ecosistemas y las técnicas adecuadas”, explicó el científico israelí, experto en Ciencias del Mar.

Además, presentó ejemplos de restablecimiento de arrecifes coralinos a nivel mundial y resaltó su importancia, pertinencia, avances y problemáticas, específicamente para el Caribe colombiano.

Su trabajo se enfoca en la restauración activa a través de guarderías de estos animales, metodología que adelanta el grupo de investigación en Ecosistemas Marinos Tropicales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en conjunto con el Centro de Buceo Calipso, la Fundación Calipso y el Parque Nacional Natural Tayrona.

Asimismo, destacó el interés de estudiantes de maestría de diversas instituciones académicas, que quieren adentrarse en la conservación de los sistemas coralinos. De hecho, una estudiante de la UN está vinculada a esta iniciativa.

Así, invitó a más biólogos y expertos en Ciencias del Mar a interesarse por su estudio, debido a su papel clave en la ecología marina.

“En la actualidad, los servicios ambientales que ofrecen los corales producen unos 500 mil millones de dólares en ingresos, por aspectos como el turismo, la pesca y el potencial farmacéutico, entre otros”, aseguró.

El Caribe colombiano posee unos 2.860 km2 de arrecifes coralinos, de los cuales el 76% corresponden al Archipiélago de San Andrés y Providencia. Según el experto, hay reservas en estado crítico, como el de las Islas del Rosario (Cartagena de Indias), en donde se ha perdido casi el 70% de la especie Acropora palmata (coral cuerno de alce).

A nivel mundial, una situación parecida afronta el género Lobophyllia (coral cerebro, que agrupa a unas 22 especies). Se estima que, en los últimos treinta años, se ha perdido el 30% de estos corales.

“Muy cerca de Santa Marta estamos viendo una alteración importante de estos ecosistemas, principalmente por la contaminación, pero en sitios más apartados todavía se encuentran en muy buen estado. Es deber de la sociedad conservar estos lugares; y de los científicos, estudiarlos”, conluyó el biólogo israelí.

Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

En México, sólo sobrevive el 10 por ciento de sus selvas

 
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Estuvieron prácticamente intactas hasta 1940, momento en que se empezaron a talar de manera masiva.
Estuvieron prácticamente intactas hasta 1940, momento en que se empezaron a talar de manera masiva.

16 de octubre de 2011

• Estuvieron prácticamente intactas hasta 1940, momento en que se empezaron a talar de manera masiva
• Son los ecosistemas terrestres más biodiversos del planeta, únicamente comparables con los arrecifes de coral en los océanos

“En la actualidad, sólo sobrevive el 10 por ciento de las selvas originales de México, porcentaje que representa alrededor de dos millones de hectáreas”, dijo Mariana Chávez Pesqueira, estudiante de doctorado del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM.

De acuerdo con la universitaria, esos ecosistemas estuvieron prácticamente intactos en nuestro país hasta 1940, pero a partir de ese año, por las políticas gubernamentales de colonización y establecimiento de ranchos ganaderos, se empezaron a talar de manera masiva para convertirlas en potreros de pastoreo.

En la conferencia Selvas altas en México, en el auditorio del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET), indicó que éstas representan siete por ciento de la superficie terrestre y que más de la mitad de ellas se encuentran en el continente americano, sobre todo en la zona del río Amazonas. En México, representan 10 por ciento del territorio nacional y se ubican en Chiapas, Oaxaca, Tabasco, Veracruz y San Luis Potosí.

Se conocen también como selvas altas perennifolias, bosques tropicales perennifolios, selvas lluviosas o húmedas. Su principal característica es que poseen una vegetación en extremo exuberante.

“Para que un ecosistema pueda llamarse así, debe tener un clima cálido y húmedo, una temperatura media anual que oscile entre los 22 y los 26 grados centígrados, y abundante lluvia todo el año (una media anual de mil 500 a tres mil milímetros)”, indicó.

Las selvas altas se hallan a una altitud que va desde el nivel del mar, hasta los mil metros, y se localizan entre el trópico de Cáncer y el trópico de Capricornio. El término altas se refiere a que tienen árboles de gran altura; y lo de perennifolias, a que su vegetación no pierde el follaje en todo el año y siempre es verde.

Son los ecosistemas terrestres más biodiversos del planeta, únicamente comparables con los arrecifes de coral en los océanos.

“Los organismos más abundantes son los artrópodos (insectos, arañas y crustáceos, entre otros), a diferencia, por ejemplo, de las plantas, que solamente representan alrededor del 10 por ciento del total de los que las habitan, entre los que hay, además, hongos, algas, mamíferos, reptiles, aves y anfibios”, apuntó Chávez Pesqueira.

Se dividen en cuatro estratos: emergente, conformado por árboles de más de 40 metros de altura; dosel, donde se ubican otros de gran altura, muchas plantas epífitas y lianas; sotobosque, existen árboles y plantas más pequeños, así como helechos arborescentes y, finalmente, piso, donde se encuentran algunas herbáceas, helechos y una gran variedad de microorganismos.

La regeneración natural depende principalmente del proceso conocido como dinámica de claros, en el que debido a la caída de árboles (por muerte natural o viento) se abre un espacio en el dosel que permite la entrada de luz al piso de la selva (a donde sólo llega el uno por ciento de toda la que reciben los estratos superiores) y, por consiguiente, la germinación y el crecimiento de nuevas plantas.

Desde que se forma un claro en una selva, hasta que ésta vuelve a alcanzar la madurez pasan de 60 a 140 años, y aproximadamente seis por ciento de esos entornos es ocupado por claros en diferentes estadios de regeneración.

Chávez Pesqueira añadió que ese tipo de zonas en el país se vieron afectadas en la década de los 50 del siglo pasado, por la construcción del ferrocarril del Sureste y de varias presas hidroeléctricas, así como por la expansión de la red carretera y de la industria petrolera.

“Además, a partir de la reforma agraria, una vez que se agotaron las tierras agrícolas disponibles, el gobierno envió a la gente a las selvas”.

De este modo, regiones con estos ecosistemas como La Huasteca, en San Luis Potosí; Los Tuxtlas, en Veracruz, y Bonampak, en Chiapas, sufrieron un deterioro tan grande que actualmente viven lo que podría denominarse una situación de emergencia ecológica por su alto grado de fragmentación.

“Por ejemplo, 75 por ciento de la selva de Los Tuxtlas –donde la UNAM tiene una estación de investigación biológica– ha desaparecido, 20 por ciento está constituido por fragmentos aislados, y únicamente cinco por ciento por áreas grandes y protegidas”.

La investigadora afirmó que hoy, en México, la principal causa de desmonte es la ganadería, seguida por los incendios provocados por humanos, la agricultura y la tala ilegal. “La primera ocasiona que lo que antes era un paisaje totalmente selvático, ahora esté lleno de potreros, donde sólo sobreviven ciertas partes de selva en la zonas altas o inaccesibles para el ganado”.
Créditos: unam.mx/boletin/609/2011

Imagen: blogs.ihrivieramaya.com

Afecta blanqueamiento a arrecifes de coral

 
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La superficie de los arrecifes de coral ocupa menos del dos por ciento de la costa del país y de la superficie de los océanos del mundo, pero su valor no reside en el área, sino que contiene 25 por ciento de las especies del planeta.
La superficie de los arrecifes de coral ocupa menos del dos por ciento de la costa del país y de la superficie de los océanos del mundo, pero su valor no reside en el área, sino que contiene 25 por ciento de las especies del planeta.

14 de julio de 2010

• El fenómeno se presenta por el incremento de la temperatura del océano, que pone en juego la viabilidad de esos ecosistemas
• Roberto Iglesias Prieto, del ICMyL de la UNAM, dijo que el aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero, derivan en el calentamiento global, y tienen otra implicación sobre los corales: la acidificación de las capas superiores del océano

En México, no sólo hay cada vez menos corales, en prácticamente todos los arrecifes se ha observado el fenómeno conocido como blanqueamiento, o pérdida de pigmentación, por el incremento de la temperatura del océano que, a pesar de no ser en apariencia considerable –entre 1.5 y dos grados centígrados por arriba del promedio en verano–, pone en juego la viabilidad de esos ecosistemas, afirmó Roberto Iglesias Prieto.

El jefe de la Unidad de Sistemas Arrecifales del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), con sede en Puerto Morelos, Quintana Roo, expuso que científicos universitarios han descubierto el vínculo que existe entre la temperatura y la habilidad de los corales para colectar radiación solar.

Cuando esos organismos experimentan temperaturas superiores a las normales, explicó, disminuye la capacidad de hacer fotosíntesis de las microalgas que habitan en ellos; sin embargo, absorben la misma cantidad de luz, es decir, energía solar en exceso.

Normalmente, la luz del Sol pasa por la capa de tejido de los corales, donde también hay algas; una parte se absorbe, otra llega al esqueleto y regresa. En sí mismos son muy eficientes para absorber la energía solar, pero cuando pierden pigmentos, por desgracia, se vuelven aún más “eficaces”, y pueden morir.

De ese modo, un incremento muy pequeño en la temperatura desencadena la propagación del blanqueamiento de toda la comunidad coralina, y compromete a todo el ecosistema. Tal hallazgo, consideró el científico, es la contribución más importante de su grupo de investigación: haber determinado cómo el estrés térmico que sufren los corales se traduce a estrés por exceso de energía lumínica.

Relación simbiótica

Iglesias recordó que un arrecife es una estructura geológica, resultado del carbonato de calcio que depositan los corales. “Es una montaña hecha de ‘rocas’ que van creciendo, cada una, por separado”.

Estos organismos, en apariencia plantas, son en realidad animales carnívoros, colonias formadas por miles de pólipos, cada uno dotado de tentáculos para comer. Su esqueleto de carbonato de calcio da forma a esa estructura.

El color de los corales está dado por la presencia de las grandes cantidades de algas que viven dentro de las células de sus tejidos (donde realizan la fotosíntesis), llamadas zooxantelas, del género Symbiodinium. Pero cuando la temperatura del agua oceánica aumenta, las algas dejan de hacer fotosíntesis y contribuir al metabolismo del coral, que las expulsa, y al hacerlo, se blanquea.

La superficie de los arrecifes de coral ocupa menos del dos por ciento de la costa del país y de la superficie de los océanos del mundo, pero su valor no reside en el área misma; ese pequeño espacio, a nivel global, contiene 25 por ciento de las especies del planeta.

Se trata de sitios de enorme biodiversidad que brindan a la sociedad servicios tan importantes como la protección de la zona costera contra tormentas tropicales y huracanes, y el mantenimiento de pesquerías relevantes, como la de langostas, además de su espectacular belleza, que atrae a millones de turistas.

El peor enemigo

Recientemente, expuso el científico, se han experimentado temperaturas oceánicas por arriba del promedio y de largo plazo, resultado del calentamiento global. Aunque ya antes se habían reportado, la primera vez que se observó el problema del blanqueamiento de coral a gran escala fue en 1982, durante la presencia de El Niño.

Inicialmente, se relacionó con ese fenómeno, consistente en el aumento de la temperatura de las aguas del Océano Pacifico. No obstante, “ahora lo observamos en sitios donde no está relacionado El Niño, como el mar Caribe, debido a que el planeta se está calentando”.

En 1996, se registró un blanqueamiento enorme en los océanos Índico y Pacífico, que derivó en la muerte de 16 por ciento de los corales de todo el planeta, recordó el jefe de la Unidad, que forma parte del programa Coral Reef Targeted Research and Capacity Building for Management, financiado por la ONU.

Además, el calentamiento global –resultado de la presencia excesiva de gases de efecto invernadero, en particular de dióxido de carbono (CO2)– tiene otras implicaciones sobre los corales: la acidificación de las capas oceánicas superiores.

“Alrededor del 30 por ciento del CO2 que pusimos en la atmósfera ya está en el océano, y cambia su pH. Son dos peligros diferentes, pero surgen de lo mismo”.

Por ello, explicó, en la Unidad se realizan estudios sobre los mecanismos celulares involucrados en el blanqueamiento, cómo se percibe el exceso de temperatura, sus implicaciones para la funcionalidad de las algas y de los pólipos, los efectos de la acidificación del océano sobre la fisiología de los corales y sobre la habilidad de éstos para depositar carbonato de calcio.

También, se indaga sobre los alrededor de 20 padecimientos emergentes que afectan a los corales, entre los que destaca, por su gravedad, la “banda amarilla”, responsable de la pérdida de tejido. “No se puede descartar que como resultado del blanqueamiento se vuelvan más susceptibles a enfermedades provocadas por patógenos en el agua”.

La buena noticia es que la pérdida de coloración puede ser reversible. “En Quintana Roo, en frente de las instalaciones de la Unidad, se experimentó un blanqueamiento muy intenso en le verano de 2009, pero el arrecife, poco a poco, se empieza a recuperar”.

Una vez que empiezan a ganar “color”, los corales adquieren funcionalidad, se realiza la fotosíntesis normalmente, y las algas contribuyen al metabolismo del animal, como antes.

Por algunos meses, puede estar comprometido su metabolismo y la capacidad de depositar carbonato de calcio y “construir” el arrecife, pero si el estrés térmico es muy intenso o permanece un largo lapso, pueden morir masivamente.

Para prevenir que esa situación se siga presentando, explicó Roberto Iglesias, se tendrían que reducir las emisiones de CO2 a escala global, acuerdo al que se espera llegar en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 16), a efectuarse a finales de año en Cancún.

A corto plazo, se debe hacer lo posible por reducir el “estrés local”: ocasionado por contaminación por aguas residuales, sobrepesca y sedimentación derivada de la recuperación de playas en periodos cortos de tiempo.

De no tomarse acciones, algunos corales no sobrevivirán, porque no todos son igualmente sensibles al blanqueamiento y se corre el riesgo de perder los servicios naturales que ese ecosistema brinda como es la protección de la zona costera, la biodiversidad, y una fuente de alimento, entre otros beneficios, finalizó.
Créditos: UNAM. DGCS -418/unam.mx

El exceso de CO2 acidifica los océanos, dañando arrecifes, fitoplancton y animales con concha

 
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Las aguas ácidas afectan a los arrefices de coral, que padecen blanqueamiento por estrés, derivado del aumento de la temperatura o de la acidez oceánica.
Las aguas ácidas afectan a los arrefices de coral, que padecen blanqueamiento por estrés, derivado del aumento de la temperatura o de la acidez oceánica.

8 de junio de 2010

• Los mares absorben, en promedio, 22 millones de toneladas de dióxido de carbono producido por el ser humano, alertó Rosa María Prol, del Instituto de Geofísica de la UNAM
• Esas altas concentraciones provocan un descenso del nivel de acidez en el agua, y una menor disponibilidad de carbonato

Las altas concentraciones de dióxido de carbono (CO2) en el planeta no solamente afectan a la atmósfera y generan el calentamiento global. También producen graves daños en los océanos, cuyas aguas se vuelven ácidas por el exceso de ese contaminante.

Ese cambio en el nivel de acidez (o pH) del agua marina produce una menor disponibilidad de calcita, aragonita y otros carbonatos con los que se forman los arrecifes, los esqueletos y las conchas de muchas especies marinas, afirmó Rosa María Prol Ledesma, investigadora del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.

En la conferencia “La acidificación del océano”, celebrada en el auditorio Tlayolotl del IGf, la doctora en física de la Tierra señaló que los mares absorben en promedio 22 millones de toneladas de CO2 producido por el ser humano.

“Al disolverse el CO2 en los océanos, éstos se vuelven ácidos, ocasionando un cambio químico que disminuye la cantidad de carbonato de calcio, con el que se forma el fitoplancton calcáreo, fundamental en la cadena alimentaria”, destacó.

La especialista del Departamento de Recursos Naturales del IGf, añadió que la acidificación oceánica produce que especies como los pterópodos –una familia de moluscos pequeños que forman extensiones laminares y pequeñas conchas– tengan deficiencias en sus defensas y disminución de la función metabólica.

Las aguas ácidas también afectan gravemente a los arrefices de coral, que padecen el blanqueamiento por estrés, derivado del aumento de la temperatura o de la acidez oceánica.

“En México se ubica la segunda zona de arrecifes de coral más grande del mundo, detrás de la de Australia, así que el daño a nuestra biodiversidad es especialmente notable”, abundó Prol.

Otros afectados son los peces y mariscos de diversas especies, muchos de ellos de valor comercial, y fundamentales en pesquerías.

Mares 30 por ciento más ácidos

De acuerdo con datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), los océanos absorben el 25 por ciento del CO2 que se emite cada año en el planeta, y producen la mitad del oxígeno que se respira.
Según la Guía de acidificación de los océanos, realizada por ese organismo, la acidez de las aguas marinas se ha incrementado un 30 por ciento desde el inicio de la industrialización, hace 250 años.
La predicción de la UICN indica que si los niveles de CO2 en la atmósfera siguen subiendo, la acidez del agua del mar puede aumentar 120 por ciento de aquí a 2060, lo que significa un incremento mayor al experimentado en los últimos 21 millones de años.

En 2100, el 70 por ciento de los corales de agua fría pueden verse expuestos a aguas corrosivas.
La UICN destacó que, dado el desfase entre las emisiones de CO2 y una situación de equilibrio, podrían pasar decenas de miles de años antes de que se restablezcan las propiedades del océano, y aún más tiempo para alcanzar una recuperación biológica completa.
Para ello, los expertos exigen reducciones inmediatas y sustantivas de las emisiones y la aplicación de tecnologías capaces de eliminar activamente el CO2.
“La única forma de detener la acidificación oceánica es suspendiendo las emisiones de contaminantes, causados fundamentalmente por los automóviles y las industrias”, advirtió Rosa María Prol.

La investigadora universitaria, que en agosto próximo realizará una campaña de investigación en aguas de la parte norte del Golfo de California, tomará muestras de varias especies marinas que han sobrevivido a la acidificación oceánica.

“Existe un tipo de acidificación natural, que ocurre cerca de las ventilas hidrotermales, de donde sale CO2. Pero es un fenómeno natural que ha ocurrido gradualmente durante miles de años, que algunos corales han podido resistir”, señaló.

Con su estudio, Rosa María Prol comparará la sobrevivencia de esas especies con la situación que se vive por la contaminación antropogénica.
Créditos: UNAM. DGCS -342/unam.mx