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En la UNAM, modelo de envejecimiento activo para el desarrollo gerontológico integral

 
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Para 2030, el 17 por ciento de los mexicanos, aproximadamente uno de cada seis, será mayor de 60 años
Para 2030, el 17 por ciento de los mexicanos, aproximadamente uno de cada seis, será mayor de 60 años

21 de Agosto de 2012

En México, como en el resto del mundo, se registra un envejecimiento poblacional; sin embargo, éste no es un problema, sino un logro social, derivado de la política de salud impulsada por la Organización Mundial de Salud en la década de los años 80, denominada “Salud para todos en el año 2000”, afirmó Víctor Manuel Mendoza Núñez, director de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza de la UNAM.

Al respecto, resaltó que el impacto del desarrollo tecnológico en el área de la salud ha hecho posible el incremento en la esperanza de vida de los seres humanos. Desde el punto de vista de esta ciencia, un adulto mayor, aún si presenta una enfermedad crónica (no terminal) controlada y funcional, se le considera un individuo sano.

Hoy, prosiguió, unos 10 millones de mexicanos son adultos mayores (nueve por ciento de la población), y en 2030 uno de cada seis (17 por ciento) tendrá más de 60 años, lo que constituye el desafío de brindarles un desarrollo integral.

Modelo de Envejecimiento Activo

En esa entidad multidisciplinaria se estableció un Modelo de Envejecimiento Activo (en 1998 en comunidades de Hidalgo, y Guanajuato, en 2003), a través de la Unidad de Investigación en Gerontología (UIG); su propósito es contribuir a mantener, prolongar y recuperar la funcionalidad física, mental y social de ese segmento, de tal manera que les permita lograr el máximo de salud, bienestar y calidad de vida.

En esa unidad los apoyos materiales no se consideran la única prioridad de los adultos mayores, ni se les visualiza como desvalidos, sino que se fomenta su desarrollo integral.

Debemos reconocer que los adultos mayores representan un capital social y no un problema, y tienen que implementarse algunas acciones para que logren cierta organización; además, no se debe pensar en una participación laboral similar a la de los jóvenes, sino acorde a su condición y experiencia, como actividades de consultoría, asesoría, u organización de pequeñas empresas, entre otras.

Como parte de este proyecto, se ha establecido un modelo de núcleos gerontológicos a nivel comunitario, para que logren un autocuidado, ayuda mutua y autogestión. Esto tendría un gran impacto económico para ellos, su familia y el país mismo.

Es necesario promover entre la sociedad, y la misma población de adultos mayores, una visión de envejecimiento activo comunitario, con la que se pretende recuperar su ciudadanía participativa. Es decir, “los derechos que la Constitución les reconoce, y que en la práctica se les quitan, porque se considera erróneamente que ya no pueden tomar decisiones de manera autónoma”.

Lo que se requiere, apuntó, es que este segmento se apropie de su situación y sea responsable de sí mismo, es decir, que defienda sus derechos ciudadanos y actúen para lograr su calidad de vida.

Asimismo, resaltó la necesidad de cambiar las representaciones que como sociedad tenemos de la vejez. “No me refiero a negarla, porque es inadecuado considerar a todos los ancianos como desvalidos, pero también suponer que con esa etapa no se presentan cambios que repercuten en su vida. Es necesario ser objetivos y construir un futuro para ellos, pero con su participación activa”.

Representan un capital social que se desaprovecha, porque se les considera un grupo necesitado de todo, en especial de apoyos materiales. “Generalmente, se piensa en brindarles ayuda material, pero no oportunidades de desarrollo; ése es el verdadero reto”.

Boletín UNAM-DGCS-511
Ciudad Universitaria.

Más del 40 por ciento de la población, sin acceso a condiciones laborales de ley

 
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Alfredo Sánchez Castañeda, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Alfredo Sánchez Castañeda, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

19 de enero de 2011

• La precariedad es una constante en todas las naciones del planeta, destacó Alfredo Sánchez Castañeda, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
• En México hay alrededor de 10 millones de ancianos, y de ellos, sólo dos millones están jubilados, ejemplificó

Si se hiciera un balance de México, en términos de justicia social, se puede afirmar que, en general, el resultado es negativo, porque aproximadamente 40 por ciento de la población no tiene acceso a las condiciones laborales que señala la ley, y cerca de 50 por ciento carece de seguridad social, afirmó Alfredo Sánchez Castañeda, del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM.

Si bien en la actualidad se ofrece apoyo a los adultos mayores, la realidad es que muchos de ellos no lograron un trabajo estable el tiempo suficiente para acceder a una pensión por jubilación; de hecho, en el país hay alrededor de 10 millones de ancianos, y de ellos, sólo dos millones están jubilados, ejemplificó.

Al hablar en ocasión del Día Mundial de la Justicia Social, a celebrarse este domingo 20 de febrero, el especialista en derecho del trabajo sostuvo que la precariedad es una constante en todas las naciones.

Si se analiza la historia reciente, nos percataremos que en los países se han degradado las condiciones de vida; el desempleo aumenta, las desigualdades sociales se incrementan, y quienes trabajan, muchas veces tienen una ocupación precaria, apuntó.

En México, refirió, se calcula que entre 30 y 35 por ciento de la economía se mueve en la informalidad, lo que implica que los empleos derivados son efímeros, sin prestaciones, vacaciones ni seguridad social.

Asimismo, si se elabora un cálculo de los recursos destinados a los programas sociales, una de las lecturas que se pueden hacer es que forman parte de una política asistencialista y, por tanto, no se invierten a largo plazo en soluciones reales a los problemas actuales, mencionó.

En ese sentido, sugirió, debería incrementarse el número de políticas públicas sectoriales en materia social, que abarque el desarrollo de los jóvenes, de los menores, de las personas en edad productiva y de los adultos mayores, para focalizar los problemas en función de necesidades particulares.

Día Mundial de la Justicia Social

Parece fundamental que la ONU, a iniciativa de la Organización Internacional del Trabajo, desde 2007 estableciera el Día Mundial de la Justicia Social, opinó el también integrante del Sistema Nacional de Investigadores; no obstante, “deberíamos señalar de manera crítica que esta conmemoración aún no tiene mucho eco a nivel internacional, ni una repercusión importante en la sociedad”.

Este concepto, explicó, engloba la noción de trabajo decente, la igualdad de oportunidades y de trato, así como el desempleo y la inserción de hombres y mujeres al mercado laboral.

Si bien el tema de este año es la crisis general y global del desempleo, debería servir para puntualizar que la evolución de la sociedad sólo puede darse con justicia social, “si apostamos a un mundo individualista, nunca llegaremos a uno equitativo”, enfatizó.

En ese sentido, es importante la labor de organismos sociales que, históricamente, siempre han tenido que remar a contracorriente. Se requiere que prosigan con la misma dinámica y, al mismo tiempo, que encuentren articulaciones entre ellas para ejercer una presión más fuerte y obtener respuestas a las demandas, concluyó.
Créditos: UNAM-DGCS-103-2011/unam.mx

Fundamental, la labor del “cuidador” de enfermos

 
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En la mayoría de los casos, la labor del cuidador no es remunerada, porque se considera poco valiosa debido a que se realiza en el seno de las relaciones privadas o familiares, afirmó Bertha Ramos del Río.
En la mayoría de los casos, la labor del cuidador no es remunerada, porque se considera poco valiosa debido a que se realiza en el seno de las relaciones privadas o familiares, afirmó Bertha Ramos del Río.

23 de julio de 2010

• En los últimos años, la atención a pacientes por personas que no pertenecen al sector salud se ha incrementado notablemente, afirmó Bertha Ramos del Río, profesora de la FES Zaragoza
• La asistencia encomendada es de larga duración, incluso por tiempo indefinido; por ello, al paso del tiempo los cuidadores empiezan a presentar estragos en su salud física o emocional
• La universitaria ha trabajado en la implementación de programas de intervención breves, donde se les hace conscientes de la importancia de su labor y de desarrollar habilidades para afrontar su situación y cuidar de sí mismos

En los últimos años, la atención de enfermos por personas que no pertenecen al sector salud se ha incrementado notablemente, debido a factores como el incremento de los padecimientos crónico-degenerativos, los avances tecnológicos que favorecen mayor supervivencia de pacientes crónicos y con discapacidad, los cambios en la estructura demográfica que deriva en el aumento de la población anciana, y por la incorporación de mujeres al campo laboral, entre otros.

La situación anterior ha derivado en una alta demanda de atención en las unidades hospitalarias, por lo que muchos pacientes son encomendados a cuidadores informales, aquellos que, aunque no pertenecen al equipo de salud institucional, ni se han formado como tales, son responsables directos de su atención en casa, explicó Bertha Ramos del Río, académica de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza de la UNAM.

Aunque su participación es considerada fundamental, se le ha prestado poca o ninguna importancia a los riesgos e implicaciones en cuanto al bienestar físico y emocional, pues muchas veces en el proceso llegan a sobrecargarse, agotarse y colapsarse ante requerimientos o demandas del afectado, apuntó.

Esta labor no es remunerada y es considera poco valiosa porque se realiza en el seno de las relaciones privadas o familiares. A nivel social, cuidar a un enfermo es responsabilidad de la familia y, por tanto, “parte de las tareas domésticas”, que muchas veces se asumen como “cosa de mujeres”, señaló.

Efectivamente, abundó, el rol de cuidador es asumido en mayor medida por ellas, situación no casual, porque asistir a otros es una función que culturalmente les ha sido asignada, y socialmente impuesta.

Sin embargo, estudios recientes refieren que cuando la edad del paciente es menor, particularmente niños y adolescentes, esa tarea es compartida entre ambos sexos. También, se informa que el sistema sanitario formal proporciona aproximadamente un 25 por ciento del tiempo total de los cuidados de salud, y el resto, se hace en el hogar del paciente.

A su vez, la Encuesta Sociodemográfica del Envejecimiento del Consejo Nacional de Población, muestra que la incapacidad aumenta particularmente en individuos mayores a 80 años, abundó la compiladora del libro “Emergencia del cuidado informal como sistema de salud”.

Los cuidadores informales y el menoscabo emocional

Ramos del Río ha trabajado, desde hace más de siete años, en investigaciones sobre el cuidado informal, en diversas instituciones sanitarias, y ha abordado temas como el estrés y la carga del cuidador, y el desarrollo de instrumentos psicológicos que valoran la situación de los cuidadores, entre otros.

De acuerdo a las observaciones y resultados, la especialista en psicología de la salud destacó que en la vida cotidiana la función de los cuidadores informales es totalmente ignorada, y sólo es evidente, en la medida en que faltan o están ausentes.

A veces, asumen su función de una manera voluntaria, pero otras tantas, lo hacen como una imposición de los propios familiares por tratarse de alguien que no trabaja, por ser el más joven, por vivir en el mismo lugar del afectado, o por ser una mujer sin hijos.

Esta asistencia y responsabilidad se caracteriza por ser de larga duración, incluso por tiempo indefinido. Se invierten más de 12 horas diarias. Por ello, al paso del tiempo los cuidadores empiezan a mostrar estragos en su salud física y emocional.

En ese contexto, presentan lo que se denomina “carga del cuidado”, que incrementa sus niveles de estrés. “Puede ser ocasionada tanto por el propio trabajo, como por cuestiones económicas, familiares y personales”, comentó la experta.

También, pueden sentir dolor crónico en la espalda, problemas vasculares, en las piernas, trastornos del sueño, cansancio, cambios en la alimentación, depresión y ansiedad, éstas últimas ocasionadas por la incertidumbre que le provoca el estado del afectado.

Aunado a ello, debe considerarse que, por lo regular, nunca recibieron entrenamiento y nadie les enseñó cómo realizar ciertas actividades como asear al paciente, cambiar un pañal, hacer curaciones, administrar medicamentos o controlar sus reacciones de ira.

Alternativas para los cuidadores

Como los cuidadores aprenden por ensayo y error, es necesario entrenarlos, y ofrecerles apoyo emocional y de autocuidado para que puedan seguir con sus funciones el tiempo que sea necesario.

Junto con su equipo de la carrera de Piscología, del Programa Psicología de la Salud, Ramos del Río ha laborado con estas personas en la implementación de programas de intervención breves en sitios como el Hospital General de México, el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, y el Centro de Rehabilitación Infantil Teletón de Tlanepantla, entre otros.

Como primera medida, se les informa qué es y qué hace un cuidador, porque muchas veces no se sienten inmersos en este rol; se les hace tomar conciencia sobre la importancia de su labor, pero también de su salud; se les enseña a manejar el estrés, a organizar su tiempo, y habilidades que pueden facilitar su tarea.

Otra parte importante dentro de este entrenamiento es prepararlos para la muerte del enfermo, porque existe poca cultura al respecto. Con esta labor, en los hospitales visitados ya se reconoce su función, y se les considera como cuidadores, y no sólo como familiares del paciente, concluyó.
Créditos: UNAM. DGCS -438/unam.mx