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EL AMOR VERDADERO SÍ EXISTE Y PUEDE SER PARA SIEMPRE

 
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amorverdaderoEl amor es la expresión cultural de uno de los requerimientos básicos de la vida: la sobrevivencia de la especie. Si bien es una actividad tan compleja como el funcionamiento de nuestro cerebro, podemos aprender a establecer relaciones amorosas verdaderas y duraderas, con la persona dispuesta a elaborar un proyecto de vida en común, sostuvo Georgina Montemayor, de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.

Para consolidarlas, se requiere un trabajo de largo plazo, a fin de construir un vínculo de pareja en el que encontremos apoyo y comprensión más allá de los primeros meses de enamoramiento. El ser humano tiene una enorme necesidad de establecer vínculos amorosos, subrayó en ocasión del Día del Amor y la Amistad.

Para superar la etapa fugaz del enamoramiento, las parejas deben realizar actividades nuevas, como viajar, practicar deportes, charlar siempre mirándose a los ojos, tomarse de las manos y, lo más importante, construir un plan de vida en común, actividades implicadas en la liberación de neurotransmisores como endorfinas, dopamina y oxitocina, útiles para estrechar el vínculo y mantener un estado de bienestar, explicó.

La química de estas emociones y sensaciones está en la parte emocional y en la corteza cerebral. A este nivel, debemos desarrollar acciones para modelarla y lograr que la pareja perdure. Deberíamos tener una educación amorosa para aprender a mantener relaciones duraderas, planteó.

Lo ideal sería saber lo que queremos y hacia donde llevaremos cada relación, para encontrar una pareja con quien construir un vínculo verdadero, que supere el paso del tiempo.

¿Cómo funciona el amor?

La antropóloga estadounidense Helen Fisher propone la existencia de tres “programas cerebrales” para la elección de pareja, en los que intervienen distintos neurotransmisores que cumplen funciones distintas, al insertarse en sitios de recepción específicos en las neuronas. El primero, el deseo sexual, es dirigido –en hombres y mujeres– por la testosterona.

En esta fase, con una o varias personas al mismo tiempo, nuestro cuerpo libera dopamina, que actúa a nivel del sistema nervioso central y se relaciona con las sensaciones de placer y motivación. También actúa la primera capa de la corteza cerebral prefrontal, encargada de la toma de decisiones y es desde aquí cuando el cerebro decide si queremos pasar o no a las siguientes fases.

Asimismo, interviene la estructura cerebral del núcleo estriado, relacionado con la coordinación de los movimientos. El deseo es sólo performance, pura actividad muscular para cumplir sus fines, detalló la divulgadora científica.

El más costoso, por sus implicaciones en el funcionamiento cerebral y en el cuerpo, es el amor romántico o apasionado, más conocido como enamoramiento, el segundo programa. El cerebro libera un coctel de dopamina, feniletilamina norepinefrina, testosterona, estrógenos, oxitocina en la mujer y vasopresina en el hombre, en una fase de locura pasajera.

A este respecto, Montemayor Flores explicó que se activan sustancias químicas que ocupan todas las neuronas y sólo pensamos en la persona, con quien proyectamos hacia el futuro, sentimos “mariposas” en el estómago al verla y no dormimos ni comemos adecuadamente.

Por ello, también se le compara con un estado obsesivo compulsivo. “Para saber si realmente estamos enamorados, sólo tendríamos que preguntarnos cuánto del tiempo que estamos despiertos pensamos en el otro”, detalló.

Al estar involucrada la dopamina, relacionada con la novedad, la motivación y el aprendizaje, en un principio la persona nos parece maravillosa, interesante y queremos conocer su vida al detalle.

Al terminar esta etapa, el neurotransmisor ya no se libera en la misma cantidad. Paulatinamente sucede lo mismo con las demás sustancias, porque el cerebro y el organismo no resisten más allá de 48 meses esta “locura”, por el desgaste.

La académica subrayó que esto es positivo para quienes sufren una ruptura amorosa o el abandono. Sólo será por una temporada, equivalente al doble de lo que duró el enamoramiento. Es el tiempo que requieren las neuronas para deshacerse de las sustancias liberadas.

Amor verdadero y el valor del encuentro

Montemayor Flores expuso que si una pareja se mantiene unida después de esta “demencia temporal” tiene posibilidades de pasar al siguiente nivel: el amor verdadero, tercer programa cerebral.

En su mayoría, las personas fallan en su intento para lograrlo, porque no van más allá de la idealización del otro, sin mostrarse con defectos y cualidades. Las personas deben producir, con ciertas actividades en pareja, los neurotransmisores referidos. El cerebro ya no te lleva, tú le indicas lo que requieres para mantener y estrechar el vínculo, subrayó la investigadora.

Además, al rememorar los primeros encuentros con la persona amada, la amígdala cerebral vuelve a liberar los neurotransmisores que nos producen bienestar y placer. “Siempre podernos darnos el tiempo para hacerlo”, recomendó.

Créditos: UNAM-DGCS-088-2014

¿Existen amores para siempre?

 
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13 de Febrero del 2013
Los cuentos de antaño finalizaban con un “y vivieron felices para siempre”, pero en la vida real, ¿tienen las personas la capacidad necesaria para mantener una relación que incluya intimidad, pasión y compromiso de largo plazo?, pregunta Rolando Díaz Loving, investigador de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
La idea de que debe ser así en pocos sitios queda tan bien plasmada como en las últimas líneas del poema más célebre de Francisco de Quevedo: Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,/ venas que humor a tanto fuego han dado,/ medulas que han gloriosamente ardido:/ su cuerpo dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado.
Estos versos apuntan a un concepto clave para entender cómo concebimos que debiera ser la “relación perfecta”, pues describen un ideal —conformado a lo largo de los siglos— que la literatura ha bautizado como “amor eterno”, añade, en ocasión del Día del Amor y la Amistad.
“Se nos ha dicho que la longevidad es distintivo de la calidad de una pareja, pero lo cierto es que encuentros tan encendidos como se describen en novelas y películas no pueden seguir con el mismo ímpetu indefinidamente, así que para generar vínculos duraderos hemos aprendido a dosificar la pasión y el romance. Es así como la gente llega a los 80 años y aún desea tomarse de la mano, o anhela reencontrarse tras haber resuelto otras cuestiones de la vida”.
En La llama doble, Octavio Paz advertía que “si el amor es tiempo, no puede ser eterno, está condenado a transformarse en otro sentimiento”. A esta aseveración, Díaz Loving agrega que para dar aliento a ese lazo tan cambiante, lo que usualmente hacemos es añadir elementos como intimidad, conocimiento del otro y voluntad de brindar apoyo, y solemos prender y apagar lo romántico como si dispusiéramos de un interruptor eléctrico, y con esto esperamos que el fantasma de la separación quede conjurado.
“Para dar congruencia a nuestras historias construimos muchos tipos de amores, como el romántico o el de compromiso, e intentamos explicar parte de lo que somos a partir de ello; no obstante, lo que la vida cotidiana nos muestra, con frecuencia de manera empecinada, es que la mayoría de las relaciones distan, y por mucho, de lo que dicen los cuentos”.
Es tan corto el amor y es tan largo el olvido
Si un personaje literario tenía noción de lo breve que resulta el apasionamiento es el Don Juan, de Zorrilla, quien aseguraba —casi con certeza de relojero— que el ciclo del amor dura 60 minutos y cinco días, pues se necesitan “uno para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas”.
Para Díaz Loving, es evidente que este proceso tiene periodos cronológicamente cuantificables —al fin y al cabo somos seres sujetos al tiempo—, “aunque a diferencia del Tenorio, el lapso del ‘flechazo’ es rápido e intenso, el del desenamoramiento lento y más sosegado, y detrás de esto hay razones biológicas”.
Cada ser vivo tiene una pulsión sustantiva y fundamental, la de transmitir sus cromosomas; para ello, al igual que muchos organismos, nuestra especie vincula los actos específicos de este proceso con estímulos placenteros, y para ello, se vale de neurotransmisores que mueven al individuo a repetir ciertas conductas, buscar oportunidades para el sexo y así perpetuar genes.
“No obstante, tener hijos no basta, pues a diferencia de otros animales, el hombre por sí mismo es deficiente para defenderse; carece de colmillos afilados o garras para repeler ataques, y por ello, para sobrevivir, precisa de sus semejantes. De esta manera se hace evidente otro aspecto clave para los humanos: la necesidad de protegerse. Este aspecto, junto con el ímpetu de reproducción, explica por qué las parejas, incluso a veces contra todos los pronósticos, se mantienen juntas”, expuso.
Neruda hizo famosa la frase “es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”, y parece que la experiencia lo confirma, pero, en términos biológicos, ¿cuánto dura el enamoramiento? “A decir de los psicólogos evolutivos, de tres a cuatro meses, al menos para los primeros hombres. En este lapso, neurotransmisores como la dopamina, endorfinas y oxitocina mantenían a los sujetos en euforia el tiempo necesario como para que los encuentros sexuales posibilitaran un embarazo. A esto seguía un periodo de apego de dos o tres años, ahora favorecido por la serotonina, que promovía estados de ánimo más reposados en los que el varón brindaba compañía y protección a su mujer e hijos”, expuso Díaz Loving.
Sin embargo, añadió el profesor, la existencia humana no se rige por guiones o esquemas, y el día a día, nos demuestra que hay personas que permanecen juntas por mucho tiempo, mientras que otras lo hacen por apenas días, pues además de las tendencias dictadas por la naturaleza prevalece una inmensidad de factores culturales que determinan nuestro comportamiento y, de esta manera, crean un inmenso abanico de matices para las relaciones.
¿Monógamos por naturaleza?
Se nos ha repetido que lo correcto es tener a una persona a nuestro lado y serle fiel, y casi nadie lo cuestiona, pero esta idea nace, por una parte, con el surgimiento de tres religiones: el cristianismo, el judaísmo y el islam —cuyo énfasis está en controlar la conducta de los individuos—, y por la otra, con la aparición del concepto de propiedad privada y, por ende, con la necesidad de heredar bienes a quien lleva nuestra sangre, señaló Díaz Loving.
Señalaba Federico Engels que “la monogamia nació de la concentración de las riquezas en las mismas manos, las de un hombre, y del deseo de transmitir esas riquezas por herencia a los hijos de éste, excluyendo a los de cualquier otro. Para eso era necesaria la fidelidad de la mujer, pero no la del varón; tanto es así, que la monogamia de la primera no ha sido el menor óbice para la poligamia descarada e hipócrita del segundo”.
Esta laxitud de la norma para una de las partes, y la severidad de juicio hacia la otra es algo que se observa a diario, señala el psicólogo de la UNAM. “En México, mientras puedan financiarla, ellos pueden tener un ‘hogar oficial y una ‘casa chica’, pero ellas, si deciden estar con alguien que no sea su esposo son estigmatizadas, pues su actitud rompe con las buenas costumbres e incluso con la ‘naturaleza’ femenina, que llama a la obediencia y a la abnegación, ¿pero es ésa su ‘naturaleza’?”.
Si un instinto prevalece en nosotros —sin importar género— es el de la biodiversidad, señaló Díaz Loving, “y encuestas alrededor del mundo lo demuestran. Al preguntar ‘¿cuántas parejas sexuales te gustaría tener a lo largo de la vida?’, en promedio ellos responden que 20, mientras que ellas, cinco. Ambos ven a la monogamia como algo poco apetecible, simplemente hay cuestiones biológicas y culturales que se entremezclan para crear patrones de conducta que nos llevan a estar con un solo individuo”.
Sociedad en cambio
El INEGI maneja un indicador llamado índice de desarrollo de género que mide cuánto han avanzado las mujeres a nivel educativo, social, económico y político. En las entidades en las que este marcador es alto, el porcentaje de divorcios también es elevado, mientras que el de violencia contra ellas, decrece, señaló Díaz Loving.
“En los estados conservadores, donde los matrimonios duran de por vida, se registran más agresiones; así es el modelo tradicional. ¿Pero qué sucede si una mujer adquiere mayor educación y desarrollo? Lo más probable es que se muestre reacia a entrar en una relación en la que no hay equidad ni equilibrio, y comienzan a resquebrajarse ciertos esquemas sociales”.
La pregunta que subyace a éste y otros fenómenos —apunta el investigador— es ¿cómo hacer en una época que exige cada vez más igualdad para reconciliar las tendencias biológicas de estar con una persona y nuestra voluntad de permanecer con ella por siempre? La clave es ver si el otro posee las características necesarias para entablar el tipo de relación deseada.
“Ante el frío desdén que caracteriza a los matrimonios de hoy, es necesario reinventar el amor”, señalaba el poeta Arthur Rimbaud, “y para eso se precisa honestidad de ambas partes”, agrega Díaz Loving.
“Hoy vemos un cambio en las normas de esta creencia, pero se dan de forma lenta y castigada. Lo ideal sería que, en vez de caer en el caos, determináramos —desde el principio— si el sujeto que nos interesa tiene inclinaciones afines a las nuestras. Así, quien desee estar con muchas parejas, coincidirá con alguien similar, y el que quiera sólo una, la formará con un compañero que busque lo mismo. Desde el principio deberíamos plantear, sin miedo, ‘éstas son mis necesidades y gustos, ¿cuáles son los tuyos?’, para, a partir de ahí, ver si damos un primer paso, libremente y sin engaños”.
Más allá de la biología
En La insoportable levedad del ser, Milan Kundera hace admitir a Tomás, uno de los protagonistas, haber estado con dos centenares de mujeres, confesión seguida de un “tengo relaciones desde hace 25 años, dividan 200 por 25 y les saldrán ocho mujeres por año, no creo que sea tanto”.
Díaz Loving señala que, “en términos evolutivos, diríamos que este personaje es un organismo exitoso por el número de oportunidades que ha tenido para transmitir sus cromosomas, pues se trata de una necesidad inserta en nuestro proceso biológico, pero ver el panorama apenas en estos términos sería un reduccionismo”.
Entonces, ¿cómo hacemos los humanos para cambiar tales urgencias por un relato diferente que explique nuestras pulsiones? La respuesta, añade el académico, es que nuestra historia es distinta a la de otros seres debido a la capacidad humana de crear lenguaje, reflexionar y, a partir de ello, generar cultura y, por ende, normas y patrones de conducta.
Si en cada vínculo de pareja hay una serie de instintos repetitivos, inevitables y, además, explicables por la ciencia, la pregunta que surge es ¿en realidad existe el amor?
En definitiva sí, concluye Díaz Loving, “la biología sólo nos da parámetros de comportamiento, es decir, nos dice qué es y no factible; pero el amor va más allá, porque al mismo tiempo que es una posibilidad natural humana, es una elaboración cultural de cómo entendemos esas necesidades para, a partir de ahí, elaborar algo diferente con ellas”.
Boletín UNAM-DGCS-095
Ciudad Universitaria.
Para Rolando Díaz Loving, el amor es, al mismo tiempo, una posibilidad biológica humana y una elaboración cultural de cómo entendemos esas necesidades naturales.

Para Rolando Díaz Loving, el amor es, al mismo tiempo, una posibilidad biológica humana y una elaboración cultural de cómo entendemos esas necesidades naturales.

13 de Febrero del 2013

Los cuentos de antaño finalizaban con un “y vivieron felices para siempre”, pero en la vida real, ¿tienen las personas la capacidad necesaria para mantener una relación que incluya intimidad, pasión y compromiso de largo plazo?, pregunta Rolando Díaz Loving, investigador de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

La idea de que debe ser así en pocos sitios queda tan bien plasmada como en las últimas líneas del poema más célebre de Francisco de Quevedo: Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,/ venas que humor a tanto fuego han dado,/ medulas que han gloriosamente ardido:/ su cuerpo dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado.

Estos versos apuntan a un concepto clave para entender cómo concebimos que debiera ser la “relación perfecta”, pues describen un ideal —conformado a lo largo de los siglos— que la literatura ha bautizado como “amor eterno”, añade, en ocasión del Día del Amor y la Amistad.

“Se nos ha dicho que la longevidad es distintivo de la calidad de una pareja, pero lo cierto es que encuentros tan encendidos como se describen en novelas y películas no pueden seguir con el mismo ímpetu indefinidamente, así que para generar vínculos duraderos hemos aprendido a dosificar la pasión y el romance. Es así como la gente llega a los 80 años y aún desea tomarse de la mano, o anhela reencontrarse tras haber resuelto otras cuestiones de la vida”.

En La llama doble, Octavio Paz advertía que “si el amor es tiempo, no puede ser eterno, está condenado a transformarse en otro sentimiento”. A esta aseveración, Díaz Loving agrega que para dar aliento a ese lazo tan cambiante, lo que usualmente hacemos es añadir elementos como intimidad, conocimiento del otro y voluntad de brindar apoyo, y solemos prender y apagar lo romántico como si dispusiéramos de un interruptor eléctrico, y con esto esperamos que el fantasma de la separación quede conjurado.

“Para dar congruencia a nuestras historias construimos muchos tipos de amores, como el romántico o el de compromiso, e intentamos xplicar parte de lo que somos a partir de ello; no obstante, lo que la vida cotidiana nos muestra, con frecuencia de manera empecinada, es que la mayoría de las relaciones distan, y por mucho, de lo que dicen los cuentos”.


Es tan corto el amor y es tan largo el olvido

Si un personaje literario tenía noción de lo breve que resulta el apasionamiento es el Don Juan, de Zorrilla, quien aseguraba —casi con certeza de relojero— que el ciclo del amor dura 60 minutos y cinco días, pues se necesitan “uno para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas”.

Para Díaz Loving, es evidente que este proceso tiene periodos cronológicamente cuantificables —al fin y al cabo somos seres sujetos al tiempo—, “aunque a diferencia del Tenorio, el lapso del ‘flechazo’ es rápido e intenso, el del desenamoramiento lento y más sosegado, y detrás de esto hay razones biológicas”.

Cada ser vivo tiene una pulsión sustantiva y fundamental, la de transmitir sus cromosomas; para ello, al igual que muchos organismos, nuestra especie vincula los actos específicos de este proceso con estímulos placenteros, y para ello, se vale de neurotransmisores que mueven al individuo a repetir ciertas conductas, buscar oportunidades para el sexo y así perpetuar genes.

“No obstante, tener hijos no basta, pues a diferencia de otros animales, el hombre por sí mismo es deficiente para defenderse; carece de colmillos afilados o garras para repeler ataques, y por ello, para sobrevivir, precisa de sus semejantes. De esta manera se hace evidente otro aspecto clave para los humanos: la necesidad de protegerse. Este aspecto, junto con el ímpetu de reproducción, explica por qué las parejas, incluso a veces contra todos los pronósticos, se mantienen juntas”, expuso.

Neruda hizo famosa la frase “es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”, y parece que la experiencia lo confirma, pero, en términos biológicos, ¿cuánto dura el enamoramiento? “A decir de los psicólogos evolutivos, de tres a cuatro meses, al menos para los primeros hombres. En este lapso, neurotransmisores como la dopamina, endorfinas y oxitocina mantenían a los sujetos en euforia el tiempo necesario como para que los encuentros sexuales posibilitaran un embarazo. A esto seguía un periodo de apego de dos o tres años, ahora favorecido por la serotonina, que promovía estados de ánimo más reposados en los que el varón brindaba compañía y protección a su mujer e hijos”, expuso Díaz Loving.

Sin embargo, añadió el profesor, la existencia humana no se rige por guiones o esquemas, y el día a día, nos demuestra que hay personas que permanecen juntas por mucho tiempo, mientras que otras lo hacen por apenas días, pues además de las tendencias dictadas por la naturaleza prevalece una inmensidad de factores culturales que determinan nuestro comportamiento y, de esta manera, crean un inmenso abanico de matices para las relaciones.


¿Monógamos por naturaleza?

Se nos ha repetido que lo correcto es tener a una persona a nuestro lado y serle fiel, y casi nadie lo cuestiona, pero esta idea nace, por una parte, con el surgimiento de tres religiones: el cristianismo, el judaísmo y el islam —cuyo énfasis está en controlar la conducta de los individuos—, y por la otra, con la aparición del concepto de propiedad privada y, por ende, con la necesidad de heredar bienes a quien lleva nuestra sangre, señaló Díaz Loving.

Señalaba Federico Engels que “la monogamia nació de la concentración de las riquezas en las mismas manos, las de un hombre, y del deseo de transmitir esas riquezas por herencia a los hijos de éste, excluyendo a los de cualquier otro. Para eso era necesaria la fidelidad de la mujer, pero no la del varón; tanto es así, que la monogamia de la primera no ha sido el menor óbice para la poligamia descarada e hipócrita del segundo”.

Esta laxitud de la norma para una de las partes, y la severidad de juicio hacia la otra es algo que se observa a diario, señala el psicólogo de la UNAM. “En México, mientras puedan financiarla, ellos pueden tener un ‘hogar oficial y una ‘casa chica’, pero ellas, si deciden estar con alguien que no sea su esposo son estigmatizadas, pues su actitud rompe con las buenas costumbres e incluso con la ‘naturaleza’ femenina, que llama a la obediencia y a la abnegación, ¿pero es ésa su ‘naturaleza’?”.

Si un instinto prevalece en nosotros —sin importar género— es el de la biodiversidad, señaló Díaz Loving, “y encuestas alrededor del mundo lo demuestran. Al preguntar ‘¿cuántas parejas sexuales te gustaría tener a lo largo de la vida?’, en promedio ellos responden que 20, mientras que ellas, cinco. Ambos ven a la monogamia como algo poco apetecible, simplemente hay cuestiones biológicas y culturales que se entremezclan para crear patrones de conducta que nos llevan a estar con un solo individuo”.


Sociedad en cambio

El INEGI maneja un indicador llamado índice de desarrollo de género que mide cuánto han avanzado las mujeres a nivel educativo, social, económico y político. En las entidades en las que este marcador es alto, el porcentaje de divorcios también es elevado, mientras que el de violencia contra ellas, decrece, señaló Díaz Loving.

“En los estados conservadores, donde los matrimonios duran de por vida, se registran más agresiones; así es el modelo tradicional. ¿Pero qué sucede si una mujer adquiere mayor educación y desarrollo? Lo más probable es que se muestre reacia a entrar en una relación en la que no hay equidad ni equilibrio, y comienzan a resquebrajarse ciertos esquemas sociales”.

La pregunta que subyace a éste y otros fenómenos —apunta el investigador— es ¿cómo hacer en una época que exige cada vez más igualdad para reconciliar las tendencias biológicas de estar con una persona y nuestra voluntad de permanecer con ella por siempre? La clave es ver si el otro posee las características necesarias para entablar el tipo de relación deseada.

“Ante el frío desdén que caracteriza a los matrimonios de hoy, es necesario reinventar el amor”, señalaba el poeta Arthur Rimbaud, “y para eso se precisa honestidad de ambas partes”, agrega Díaz Loving.

“Hoy vemos un cambio en las normas de esta creencia, pero se dan de forma lenta y castigada. Lo ideal sería que, en vez de caer en el caos, determináramos —desde el principio— si el sujeto que nos interesa tiene inclinaciones afines a las nuestras. Así, quien desee estar con muchas parejas, coincidirá con alguien similar, y el que quiera sólo una, la formará con un compañero que busque lo mismo. Desde el principio deberíamos plantear, sin miedo, ‘éstas son mis necesidades y gustos, ¿cuáles son los tuyos?’, para, a partir de ahí, ver si damos un primer paso, libremente y sin engaños”.


Más allá de la biología

En La insoportable levedad del ser, Milan Kundera hace admitir a Tomás, uno de los protagonistas, haber estado con dos centenares de mujeres, confesión seguida de un “tengo relaciones desde hace 25 años, dividan 200 por 25 y les saldrán ocho mujeres por año, no creo que sea tanto”.

Díaz Loving señala que, “en términos evolutivos, diríamos que este personaje es un organismo exitoso por el número de oportunidades que ha tenido para transmitir sus cromosomas, pues se trata de una necesidad inserta en nuestro proceso biológico, pero ver el panorama apenas en estos términos sería un reduccionismo”.

Entonces, ¿cómo hacemos los humanos para cambiar tales urgencias por un relato diferente que explique nuestras pulsiones? La respuesta, añade el académico, es que nuestra historia es distinta a la de otros seres debido a la capacidad humana de crear lenguaje, reflexionar y, a partir de ello, generar cultura y, por ende, normas y patrones de conducta.

Si en cada vínculo de pareja hay una serie de instintos repetitivos, inevitables y, además, explicables por la ciencia, la pregunta que surge es ¿en realidad existe el amor?

En definitiva sí, concluye Díaz Loving, “la biología sólo nos da parámetros de comportamiento, es decir, nos dice qué es y no factible; pero el amor va más allá, porque al mismo tiempo que es una posibilidad natural humana, es una elaboración cultural de cómo entendemos esas necesidades para, a partir de ahí, elaborar algo diferente con ellas”.

Boletín UNAM-DGCS-095

Ciudad Universitaria.

Otorgan a Elsa Cross la medalla “Bellas Artes”, en reconocimiento a su obra poética.

 
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14 de Enero del 2013
Para resolver la crisis de valores en el país se requiere, como política de Estado, una difusión masiva de las artes y la cultura que permita a los jóvenes participar en cursos, talleres y grupos, y poner a su alcance actividades relacionadas con música, pintura, escritura, danza, artesanías y teatro, entre otras, como medios de expresión y de comunicación, aseguró Elsa Cross, poetisa, traductora literaria, ensayista y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL).
“Les despertaría mucho interés en otras cosas y les abriría una nueva forma de entender la vida”, sostuvo la creadora, galardonada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) con la Medalla Bellas Artes, en reconocimiento a su extensa obra.
La Universidad podría sumarse a este esfuerzo, con la creación de centros de estudios sobre Oriente y África, para realizar estudios más completos y sistemáticos sobre estos temas. En otros países existen trabajos en este ámbito y muchos puntos de interés, aparte de la filosofía: lengua, historia, arte, economía y demografía, entre otros. No se trata de una cuestión arqueológica, sino estratégica, una necesidad que impone la globalización, estableció.
Amor por los versos
Sobre su distinción, subrayó que representa una satisfacción muy grande. El reconocimiento fue entregado a la par del anuncio de la publicación de Poesía completa, que compila sus creaciones. “Es algo que tenía pendiente y me da gusto que haya podido realizarse, pues la mayor parte de mis libros estaban agotados”.
Reunirá, entre otros, los textos Amor el más oscuro, Peach Melba, La dama de la torre, Baniano, Canto malabar, Pasaje de fuego, Espejo al sol, El diván de Antar, Jaguar, Casuarinas, Moira, Urracas, Los sueños, Ultramar, El vino de las cosas y Cuaderno de Amorgós.
“Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”, escribió Pablo Neruda en Veinte poemas de amor y una canción desesperada, uno de los libros en los que Cross descubrió su amor por la poesía. “También leía a Federico García Lorca y a Juan Ramón Jiménez, los modernistas y muchísima narrativa y clásicos. Al inscribirme en la carrera de Filosofía tenía claro que iba a dedicarme a escribir versos”, compartió la autora, galardonada en 2009 con el Premio Universidad Nacional por creación literaria y difusión de la cultura.
“Qué caminos dejaste/qué expiación te vence y te despoja/ qué caminos seguiste para llegar aquí/desconocido y hermoso/ donde yo te amo”, escribió en Amor el más oscuro, publicado en 1969, el primer título de su autoría.
Por su obra, traducida a varios idiomas e incluida en diversas antologías, ha sido galardonada con diversas distinciones, como los premios Diana Moreno Toscano, en 1967; el de Poesía Aguascalientes, en 1989, por El diván de Antar; el de Poesía Jaime Sabines/Gatien Lapointe, en 2007; el Xavier Villaurrutia, máximo galardón literario de México, por su Cuaderno de Amorgós, y el Roger Caillois, en 2010, entre otros.
Boletín UNAM-DGCS-027
Ciudad Universitaria.
Elsa Cross es poetisa, traductora literaria, ensayista y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras.

Elsa Cross es poetisa, traductora literaria, ensayista y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras.

14 de Enero del 2013

Para resolver la crisis de valores en el país se requiere, como política de Estado, una difusión masiva de las artes y la cultura que permita a los jóvenes participar en cursos, talleres y grupos, y poner a su alcance actividades relacionadas con música, pintura, escritura, danza, artesanías y teatro, entre otras, como medios de expresión y de comunicación, aseguró Elsa Cross, poetisa, traductora literaria, ensayista y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL).

“Les despertaría mucho interés en otras cosas y les abriría una nueva forma de entender la vida”, sostuvo la creadora, galardonada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) con la Medalla Bellas Artes, en reconocimiento a su extensa obra.

La Universidad podría sumarse a este esfuerzo, con la creación de centros de estudios sobre Oriente y África, para realizar estudios más completos y sistemáticos sobre estos temas. En otros países existen trabajos en este ámbito y muchos puntos de interés, aparte de la filosofía: lengua, historia, arte, economía y demografía, entre otros. No se trata de una cuestión arqueológica, sino estratégica, una necesidad que impone la globalización, estableció.


Amor por los versos

Sobre su distinción, subrayó que representa una satisfacción muy grande. El reconocimiento fue entregado a la par del anuncio de la publicación de Poesía completa, que compila sus creaciones. “Es algo que tenía pendiente y me da gusto que haya podido realizarse, pues la mayor parte de mis libros estaban agotados”.

Reunirá, entre otros, los textos Amor el más oscuro, Peach Melba, La dama de la torre, Baniano, Canto malabar, Pasaje de fuego, Espejo al sol, El diván de Antar, Jaguar, Casuarinas, Moira, Urracas, Los sueños, Ultramar, El vino de las cosas y Cuaderno de Amorgós.

“Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”, escribió Pablo Neruda en Veinte poemas de amor y una canción desesperada, uno de los libros en los que Cross descubrió su amor por la poesía. “También leía a Federico García Lorca y a Juan Ramón Jiménez, los modernistas y muchísima narrativa y clásicos. Al inscribirme en la carrera de Filosofía tenía claro que iba a dedicarme a escribir versos”, compartió la autora, galardonada en 2009 con el Premio Universidad Nacional por creación literaria y difusión de la cultura.

“Qué caminos dejaste/qué expiación te vence y te despoja/ qué caminos seguiste para llegar aquí/desconocido y hermoso/ donde yo te amo”, escribió en Amor el más oscuro, publicado en 1969, el primer título de su autoría.

Por su obra, traducida a varios idiomas e incluida en diversas antologías, ha sido galardonada con diversas distinciones, como los premios Diana Moreno Toscano, en 1967; el de Poesía Aguascalientes, en 1989, por El diván de Antar; el de Poesía Jaime Sabines/Gatien Lapointe, en 2007; el Xavier Villaurrutia, máximo galardón literario de México, por su Cuaderno de Amorgós, y el Roger Caillois, en 2010, entre otros.

Boletín UNAM-DGCS-027

Ciudad Universitaria.

EL AMOR, UNA CASCADA DE SUSTANCIAS QUÍMICAS

 
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amor1 de mayo de 2011

• Es un fenómeno humano con bases biológicas, incrustado en el material genético, sin relación con el corazón, explicó Gilda Flores Rosales, del Departamento de Ciencias Biológicas de la FES Cuautitlán
• Nuestros sentidos son la puerta de acceso a este sentimiento; una vez dentro, comienza una guerra química, hormonal y eléctrica, toda una alquimia corporal, puntualizó

El enamoramiento es un fenómeno humano con bases biológicas. Está incrustado en nuestro material genético y no tiene relación con el corazón, “ése es el mito romántico de los trovadores del siglo XII”, explicó Gilda Flores Rosales, profesora en la sección de Bioquímica y Farmacobiología Humana, del Departamento de Ciencias Biológicas de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán de la UNAM.

La química del amor es una expresión acertada, porque en esa cascada de reacciones emocionales hay descargas neuronales y hormonales, además de otras sustancias, que provocan que una pasión amorosa descontrole nuestras vidas y expliquen los signos del enamoramiento, detalló.

Flores Rosales recordó que en el siglo XIX se convirtió en objeto de estudio de psicólogos y psiquiatras, quienes prescribían medicamentos para su curación. “Existen escritos respecto a mujeres que fueron internadas en instituciones mentales, precisamente porque se encontraban en un estado histérico amoroso”, refirió.

La universitaria señaló que en la última década los científicos han realizado investigaciones para definir qué es realmente el amor. Han determinado que los humanos están programados por los genes para amar, a través de la química cerebral.

Además, prosiguió, los especialistas han determinado que la cultura, región y grupo étnico marcan diferencias en la forma de manifestarlo.

El amor radica en el cerebro

Los artistas lo han elogiado desde todos los ángulos y con infinitos matices, pero los químicos también tienen opiniones al respecto. Descubrieron que es una emoción compleja, en la que participan diversas moléculas. “Nuestros sentidos son la puerta de acceso a este sentimiento, y una vez adentro, comienza una guerra química, hormonal y eléctrica, toda una alquimia corporal”, puntualizó la también doctora en Ciencias, con especialidad en Bioquímica.

En lugar de lanzar flechas, el cupido moderno envía feromonas, sustancias que secretamos en axilas y entrepiernas, responsables de ese olor característico que, de manera romántica, se denomina aroma.

“Este proceso originalmente fue conocido como el sexto sentido en las mujeres; sin embargo, ahora se sabe que se basa en lo que los científicos llaman ‘la fórmula de Cupido’, señaló.

Esas sustancias son detectadas por una zona en la nariz denominada órgano vomeronasal. En esta etapa, de inmediato se dispara una señal eléctrica al cerebro, que llega directamente al tálamo, núcleo que participa en dos grandes grupos de sensaciones: discriminativas y afectivas.

A partir de ahí, empieza el metabolismo bioquímico y el cerebro libera neurotransmisores, como feniletilamina, “directora de orquesta de sustancias liberadas en cascada, que comparten el impulso genético de la reproducción. Una vez que inunda el cerebro, aparecen la dopamina, norepinefrina, serotonina y continúa hasta la oxitocina”, acotó.

Flores Rosales explicó que la dopamina se encarga de generar un estado de felicidad; la norepinefrina es responsable de la sensación de mariposas en el estómago y la dilatación de pupilas; la serotonina produce exaltación y euforia, en tanto que la oxitocina se relaciona con los patrones sexuales, la conducta maternal y paternal.

“Si realizáramos una resonancia magnética del cerebro de una persona durante la primera oleada de amor, podríamos observar varias zonas bloqueadas como la del habla, la de la visión periférica y la del oído. No escuchamos bien, no vemos bien, no hablamos bien y no caminamos bien”, detalló.

Otras sustancias que se producen si nos enamoramos son las endorfinas y las encefalinas, neurotransmisores opioides producidos en el sistema nervioso central como moduladores del dolor, temperatura corporal, hambre y funciones reproductivas.

Producen los mismos efectos que los analgésicos derivados del opio. Brindan tranquilidad biológica interna, pero nos hacen sentir unas ganas enormes de reírnos; no podemos ocultar el amor.

Todos esos compuestos ayudan a forjar lazos permanentes entre la pareja, después de la primera oleada emocional. Sin embargo, hay personas con menos receptores cerebrales de los que se requieren para recibir la oxitocina; a ellas se les dificulta establecer relaciones permanentes.

Gilda Flores, que cuenta con 20 años en investigaciones sobre metabolismo, bioseñalización y tráfico celular, precisó que ningún perfume en el mundo contiene feromonas. “Aún cuando se han podido aislar y purificar, se encuentran en cantidad tan pequeña que resultaría extremadamente costoso obtenerlas; además se descomponen con facilidad”.

Caducidad del amor

La pasión en la pareja no es eterna: dura entre cuatro y siete años. La atracción bioquímica se agota, el organismo resiste las sustancias que produce el cerebro durante el enamoramiento, para entrar a una segunda fase en la relación: la del apego.
“Es aquí donde podríamos pasar de un amor netamente biológico a otro que es mucho más fuerte, el intelectual, en el que queremos para siempre. “Todos deseamos que nos amen eternamente, y aunque el factor biológico es más fuerte, podríamos permanecer junto a una persona con la que no hay enamoramiento bioquímico, si se tiene la capacidad intelectual y la voluntad para ello”, explicó.

Las sustancias biológicas que se producen en este estado no son eternas, se generan por pulsos; así que al final se debe decidir: nos separamos o damos paso al enamoramiento intelectual.

Cupido cibernético

Las nuevas tecnologías transformaron radicalmente formas de expresión y comunicación. Hoy, la mayor parte de nuestras actividades se realizan a través de medios digitales. Pero también las relaciones amorosas se enlazan por Internet.

Al respecto, Flores Rosales comentó que el cupido del siglo XXI es cibernético. Sin embargo, se requiere una distancia máxima de 50 metros para enamorarse. Existen mujeres y hombres que necesitan una pareja y buscan en la red, pueden encontrarla, pero ese vínculo no pasa por la etapa biológica. “El amor bioquímico y cotidiano, es distinto al del ciberespacio”, concluyó.
Créditos: UNAM-DGCS-255-2011/unam.mx

EL AMOR, ¿UN ASUNTO DE HORMONAS?

 
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• La oxitocina y vasopresina están ligadas a los lazos afectivos que establecen las parejas, explicó Ignacio Camacho-Arroyo, de la Facultad de Química de la UNAM
• Variaciones en los receptores de estas hormonas podrían ayudar a determinar qué hombres son propensos a la infidelidad, añadió el neuroendocrinólogo

Quizá en un futuro no muy lejano, tan sólo baste aplicar una hormona para poner fin al dolor de un amor no correspondido, o un estudio genético permitirá determinar de antemano si nuestra pareja nos será fiel o se irá tras la primera cara bonita que se cruce en su camino, comentó Ignacio Camacho-Arroyo, de la Facultad de Química de la UNAM.

El investigador señaló que esto es factible porque, más allá de la poesía, los arrebatos románticos y las frases cursis bajo la luz de la Luna (o en el Messenger para los más posmodernos), “el amor es un fenómeno neurobiológico complejo e integral que involucra diferentes partes del cerebro, repercute en el organismo y proporciona una gama de sensaciones que van desde placer y gozo, hasta melancolía, obsesión y depresión”.

No es raro que los adolescentes, al sentir los primeros cosquilleos del amor, se muestren más inquietos, frustrados y distraídos, y tampoco es inusual que los padres al observar tal comportamiento se limiten a decir, “es que ya se le alborotó la hormona”, pero ¿qué hay de cierto detrás de esta frase tomada directamente de la sabiduría popular?

“Mucho”, dijo Camacho-Arroyo, quien agrega que “dado que el amor es un asunto complicado, resulta difícil atribuirle a una sola hormona todo este abanico de sensaciones; sin embargo, sabemos que dos de ellas están íntimamente ligadas a estos furores: la oxitocina y la vasopresina”.

La monogamia y el secreto de la supervivencia

Desde hace tiempo se conoce el papel que desempeñan la oxitocina y la vasopresina, pero en relación con otros fenómenos; por ejemplo, se sabe que la primera es muy importante en el trabajo de parto y lactancia, mientras que la segunda, resulta esencial en la diuresis.

Sin embargo, recientemente se descubrió que ambas libran dos batallas simultáneas, pues al tiempo que colaboran en procesos esenciales para el organismo, promueven que los lazos de pareja se estrechen cada vez más, y es que estas hormonas parecen segur al pie de la letra el dicho de “tanto en el amor como en la guerra, todo se vale”.

Estudios en laboratorio han demostrado que el aumento de oxitocina y vasopresina en ratones de pradera hacen que estos animales se mantengan con un solo compañero de por vida y que sean mucho más cariñosos con su prole.

Pero, ¿por qué es importante entender cómo se vinculan afectivamente los roedores? “Porque pasa algo similar con los humanos, además de que el amor está ligado a la supervivencia de las especies. Tomemos de ejemplo el amor de pareja, que lleva a la reproducción, o el amor materno o paterno, que hace que las crías reciban mayores cuidados y, por ende, tengan mayores posibilidades de sobrevivir”, explica Camacho-Arroyo.

De hecho, Darwin argumentaba algo parecido e incluso hoy en día diversos científicos aseguran que el amor “es un asunto de vida o muerte”, como el antropólogo Sydney Mellen, quien en su libro de 1981, The Evolution of Love, indica que sólo el cariño extremo explica que los niños del hombre primitivo hayan sobrevivido a la salvaje vida del pliopleistoceno (hace dos millones de años).

“Como los hijos de los homínidos pasan por un periodo largo de dependencia e indefensión en la niñez, la formación de vínculos duraderos entre los adultos explica el éxito reproductivo de los humanos. Una intimidad fuerte y duradera entre los padres proporciona a sus vástagos una capacidad superior para sobrevivir”, argumentó Mellen.

Para seres gregarios como los hombres, el amor, la solidaridad y la sensibilidad moral están por encima del egoísmo y la predominancia del más fuerte, escribió Darwin en El origen del hombre, la selección natural y la sexual. Esta hipótesis que tiene 130 años aún se mantiene vigente, pero habremos de esperar a ver qué nos dicen los investigadores en el futuro, porque para la ciencia, todo lo que tiene que ver con el amor siempre está en constante evolución.

¿Infieles por herencia genética?

El amor es un asunto evolutivo, pero también psicológico, biológico y químico. “En realidad se trata de un fenómeno tan complejo que involucra prácticamente todo, y a nivel hormonal funciona así: para que la vasopresina y la oxitocina actúen, deben unirse a unas proteínas llamadas receptores, y cuando esta conjunción se presenta, la actividad en todas las células cambia”.

“¿Qué se ha descubierto en relación a este tema?”, preguntó Camacho-Arroyo, a lo que él mismo respondió, “pues que la vasopresina tiene receptores específicos, y en éstos puede haber variantes. Cuando estas alteraciones se presentan, es mucho más factible que el hombre se mantenga soltero o que, si se casa, en poco tiempo establezca relaciones extramaritales o tenga severos problemas conyugales”.

Sin embargo, aunque las hormonas juegan un papel importante en la relación de pareja, eso no significa que todos estemos condenados a la tiranía de la genética, porque “los factores psicológicos e incluso los ambientales y culturales favorecen o no que una persona sea polígama, así que más que una sentencia, tener ciertas variantes de los receptores antes mencionados lo que hacen es determinar una predisposición a ciertas conductas”, aclara el químico.

La testosterona y las primeras fases del enamoramiento

Se sospecha que la proclividad a la infidelidad está ligada a las hormonas, porque así como la oxitocina favorece el apego o el desapego afectivo, hay otras que hacen que los enamorados se asemejen aunque sea un poco, como la testosterona.

Al respecto, el universitario explicó que, naturalmente, la testosterona se encuentra mucho más concentrada en los machos que en las hembras; sin embargo, diversos estudios han demostrado que el hombre, en los primeros meses de enamoramiento, muestra una clara disminución de este andrógeno, mientras que en la mujer sube.

“Esto hace que los varones modifiquen un poco su conducta y se muestren más tranquilos, mientras que las mujeres pueden estar más agresivas o alertas. Sin embargo, cuando pasa esta primera fase del enamoramiento, los niveles vuelven a la normalidad.

Los resultados, publicados la revista Psychoneuroendrochinology, sorprendieron a la comunidad científica porque durante mucho tiempo se creyó que la testosterona era una hormona eminentemente masculina, pero, como señalan algunas campañas de equidad de género, “es un asunto de hombres que también es de mujeres”.

El amor, un asunto estresante

Para Jaime Sabines, “los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan”, esto porque el poeta intuía quizá, como han hecho varios científicos, que durante el enamoramiento los cambios que experimentan las personas a nivel conductual son dramáticos.

“Y esto no es de extrañar, porque en esta etapa los afectados experimentan sudoración, cambios en la presión arterial y ritmo cardiaco, e incluso movimientos peristálticos en el abdomen —que no es otra cosa que una forma elegante de decir ‘mariposas en el estómago’—), expuso Camacho-Arroyo.

De hecho —explicó el científico universitario—, es tanto el estrés que produce este sentimiento, que podría ser considerado dañino en algunos casos, que no sorprende que el escritor chiapaneco agregara los siguientes versos a su poema más famoso: “Los amorosos no pueden dormir, porque si se duermen se los comen los gusanos, en la obscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto”.

Entonces, si el amor genera tales niveles de ansiedad —pregunta el neuroendocrinólogo—, “¿por qué se dice que enamorarse es bueno? Fácil, porque se ha visto que beneficia al organismo e incrementa la salud; además, cualquiera que haya pasado por esto sabe que a fin de cuentas, es muy motivante estar enamorado”.

Se sabe que este estrés, cuando es moderado, mantiene al sujeto optimista, alerta e incluso lo predispone a realizar muchas más actividades que antes, señaló Camacho Arroyo; y como para responderle, Sabines añade: “Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse”.

Sin embargo, como sucede con todo, “si el estrés es extremo, como pasa cuando las relaciones son tormentosas, el enamoramiento representa una amenaza a la salud física y a la estabilidad mental”.

Quienes llegan a estos extremos “usualmente despliegan actitudes posesivas, celosas y destructivas, y fácilmente se pierden en la depresión, melancolía y en una percepción alterada de la realidad, donde parecería que todo lo que los rodea es malo”, dijo el científico. “Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida. Y se van llorando, llorando la hermosa vida”, responde el poeta.

Pociones y remedios contra el mal de amor

En La Celestina, tragicomedia del bachiller Fernando de Rojas, la protagonista es una vieja bruja que a través de encantos y un lazo robado de la cintura de una doncella, promete despertar en la inocente Melibea una irrefrenable pasión por el enamorado Calixto, pero ¿qué hay de cierto detrás de este tipo de historias?

“De hecho siempre ha habido pociones de amor”, comentó Camacho-Arroyo. Y quien lo dude, tan sólo debe darse una vuelta por el Mercado Sonora para encontrar desde hierbas como el toloache, hasta filtros multicolores o perfumes que prometen subyugar la voluntad del ser querido y hacerlo rogar por cariño.

¿Pero tiene esto algún sustento científico? “No”, asegura el universitario, “pues aunque por ahí se venden incluso sprays con oxitocina, éstos en realidad no funcionan”.

Enamorarse a veces duele, tanto, que para concluir La Celestina, Fernando de Rojas hace decir a Pleberio, padre de Melibea: “¡Amor, amor! Dulce nombre te dieron, amargos hechos haces”. Y es por esto que, desde siempre, el hombre ha buscado sustancias para desembarazarse del llamado mal de amores.

“Este mal tiene que ver con neurotransmisores como la dopamina y serotonina, y como se sabe que fármacos como el Prozac incrementan los niveles de serotonina, se está tratando de ver si algunos antidepresivos sirven para esto.

Hasta ahora no se sabe si se puede hacer algo al respecto, pero probablemente dentro de no mucho sea posible aliviar esta afección, porque para ello sólo se necesita modificar el estado de ánimo del individuo, y para eso ya se sabe que hay diferentes medicamentos psiquiátricos”, expuso Camacho-Arroyo.

En busca de la pareja ideal

El amor siempre es complicado, pero Camacho-Arroyo es optimista y señala que si bien las cosas hoy se antojan difíciles, en el futuro no tendrían por qué serlo; de hecho, “se ha llegado a pensar que cuando la tecnología lo permita, para encontrar a la pareja ideal sólo bastará hacer el estudio genético de algunas variantes de receptores para determinar si el hombre o mujer son proclives a ser infieles”.

El investigador añadió que así como hoy, antes de casarse, se exigen pruebas sanguíneas, quizá en algunos años pusieran exigirse también exámenes de ADN para determinar qué tan propenso es el potencial compañero a la infidelidad. “Claro, esto es ciencia ficción, pero como su nombre lo indica, es ficción basada en la ciencia”.

Por lo pronto, y para ya no especular con lo que podría pasar en el futuro, sino para entender desde hoy cómo operan las hormonas en estos procesos, y en particular las sexuales, Camacho-Arroyo se dice dispuesto a profundizar en las investigaciones que desde hace décadas realiza en su laboratorio, e ignora cuándo esta labor llegará a su fin, “porque este es un trabajo del que estoy profundamente enamorado”.

Fuente:
Boletín UNAM-DGCS-096
dgcs.unam.mx

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