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Polinización asistida de palma de aceite, al alcance de todos

 
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flor

01 de junio de 2015

Palmira, jun. 01 de 2015 – Agencia de Noticias UN- Una guía técnica explica paso a paso este complejo proceso y permite que no solo el experto, sino cualquier persona con un conocimiento básico en agronomía, lo pueda realizar.

El manual fue elaborado por el estudiante de Ingeniería Agronómica, Richard Molina, quien busca reducir costos y tiempo en el proceso de polinización asistida en el híbrido de palma alto oleico.

Tal procedimiento, además, garantiza que en cada palma híbrida haya más frutos y aceite de mejor calidad. Continue reading Polinización asistida de palma de aceite, al alcance de todos

60% de alimentos frescos en las ciudades son de pequeños productores

 
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Bogotá D. C., dic. 03 de 2013 – Agencia de Noticias UN- Los mercados de ciudades como Bogotá, Medellín y Cali son abastecidos por pequeños productores. Sin embargo, dos terceras partes de ellos viven en situación de pobreza. Así lo concluyó un estudio realizado por la U.N.
El Grupo de Investigación en Gestión y Desarrollo Rural (GIGDR), de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Sede Bogotá, se dio a la tarea de encuestar a 400 hogares campesinos de Cundinamarca, Boyacá y la ruralidad de Bogotá, Meta y Tolima como parte del proyecto “Acceso a Mercados y Seguridad Alimentaria en la Región Central de Colombia”.
Las conclusiones de ese trabajo se dieron a conocer durante el Foro Académico que lleva el mismo nombre y en el cual se presentaron los resultados de investigaciones realizadas por más de una decena de estudiantes de pregrado y posgrado de la Facultad.
Dentro de los resultados también encontraron que la mayoría derivan sus ingresos principalmente de la agricultura a pesar de que el acceso a la tierra es limitado (en promedio 3,3 hectáreas y en calidad de propietarios de 2 hectáreas), tienen una alta presencia de menores de edad y adultos mayores, una edad promedio por familia de 47 años y un bajo nivel de escolaridad.
Asimismo, el 39% del ingreso es invertido en alimentación y destinan menos del 20% de la producción al autoconsumo.
“Los cárnicos, las frutas y las verduras son los alimentos menos consumidos por los hogares campesinos encuestados”, añade Omar Gutiérrez, uno de los investigadores principales del proyecto.
En cuanto a los ingresos obtenidos a través de su participación en Mercados Campesinos, la iniciativa que surgió en 2004 desde las organizaciones campesinas y comunales, apoyada por el Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativo (ILSA) y la ONG Oxfam, el 85% de los hogares destinan parte de estos a la compra de alimentos.
“Los mercados campesinos realizan un aporte significativo al garantizar la seguridad alimentaria de las familias campesinas, ya que es la tercera fuente de donde obtienen sus alimentos, ya sea por las vías del intercambio monetario o el trueque”, comenta Gutiérrez.
El investigador también destacó que el 83% de los productores encuestados aseguró haber tenido pérdidas debido a la variabilidad climática. Sin embargo, añade, la mitad de los hombres y mujeres que formaron parte del estudio hacen algo para combatir las adversidades del clima ya sea en época de invierno o de sequía.
Para Gutiérrez, el papel que juegan los pequeños productores en la seguridad alimentaria de los países es fundamental, aunque su trabajo no sea ampliamente valorado y reconocido: “Una sociedad que no pone en valor los aportes que ellos realizan está condenándolos a desaparecer”.
Sin embargo, ellos resisten y por el contrario apuestan por la innovación. El 55% de los encuestados consideran que han realizado cambios significativos en sus procesos productivos, comerciales y organizativos, las cuales corresponden a innovaciones en diseño de empaques y presentación del producto principalmente (45%), además de implementar técnicas de producción orgánica (20%) o transformar el producto (15%).
Créditos: UNAL-748-2013

UNAL03122013-1Bogotá D. C., dic. 03 de 2013 – Agencia de Noticias UN- Los mercados de ciudades como Bogotá, Medellín y Cali son abastecidos por pequeños productores. Sin embargo, dos terceras partes de ellos viven en situación de pobreza. Así lo concluyó un estudio realizado por la U.N.

El Grupo de Investigación en Gestión y Desarrollo Rural (GIGDR), de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Sede Bogotá, se dio a la tarea de encuestar a 400 hogares campesinos de Cundinamarca, Boyacá y la ruralidad de Bogotá, Meta y Tolima como parte del proyecto “Acceso a Mercados y Seguridad Alimentaria en la Región Central de Colombia”.

Las conclusiones de ese trabajo se dieron a conocer durante el Foro Académico que lleva el mismo nombre y en el cual se presentaron los resultados de investigaciones realizadas por más de una decena de estudiantes de pregrado y posgrado de la Facultad.

Dentro de los resultados también encontraron que la mayoría derivan sus ingresos principalmente de la agricultura a pesar de que el acceso a la tierra es limitado (en promedio 3,3 hectáreas y en calidad de propietarios de 2 hectáreas), tienen una alta presencia de menores de edad y adultos mayores, una edad promedio por familia de 47 años y un bajo nivel de escolaridad.

Asimismo, el 39% del ingreso es invertido en alimentación y destinan menos del 20% de la producción al autoconsumo.

“Los cárnicos, las frutas y las verduras son los alimentos menos consumidos por los hogares campesinos encuestados”, añade Omar Gutiérrez, uno de los investigadores principales del proyecto.

En cuanto a los ingresos obtenidos a través de su participación en Mercados Campesinos, la iniciativa que surgió en 2004 desde las organizaciones campesinas y comunales, apoyada por el Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativo (ILSA) y la ONG Oxfam, el 85% de los hogares destinan parte de estos a la compra de alimentos.

“Los mercados campesinos realizan un aporte significativo al garantizar la seguridad alimentaria de las familias campesinas, ya que es la tercera fuente de donde obtienen sus alimentos, ya sea por las vías del intercambio monetario o el trueque”, comenta Gutiérrez.

El investigador también destacó que el 83% de los productores encuestados aseguró haber tenido pérdidas debido a la variabilidad climática. Sin embargo, añade, la mitad de los hombres y mujeres que formaron parte del estudio hacen algo para combatir las adversidades del clima ya sea en época de invierno o de sequía.

Para Gutiérrez, el papel que juegan los pequeños productores en la seguridad alimentaria de los países es fundamental, aunque su trabajo no sea ampliamente valorado y reconocido: “Una sociedad que no pone en valor los aportes que ellos realizan está condenándolos a desaparecer”.

Sin embargo, ellos resisten y por el contrario apuestan por la innovación. El 55% de los encuestados consideran que han realizado cambios significativos en sus procesos productivos, comerciales y organizativos, las cuales corresponden a innovaciones en diseño de empaques y presentación del producto principalmente (45%), además de implementar técnicas de producción orgánica (20%) o transformar el producto (15%).

Créditos: UNAL-748-2013

La longevidad plantea una revolución para el siglo XXI

 
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23 de octubre de 2013
En el año 2050, más de dos mil millones de personas mayores de 60 años habitarán el planeta
En el año 2050, más de dos mil millones de personas mayores de 60 años habitarán el planeta

Entre 1950 y 2050, la población de sexagenarios se decuplicará y quienes viven más de 80 años serán 26 veces más numerosos, expuso en la UNAM Alexandre Kalache, presidente del Centro Internacional de Longevidad de Brasil

En el año 2050, más de dos mil millones de personas mayores de 60 años habitarán el planeta y 17 de cada 20 vivirán en países en desarrollo. Para garantizarles un envejecimiento digno, el enfoque de derechos debe orientar el desarrollo de políticas públicas para la salud, aseguró en la UNAM Alexandre Kalache, presidente del Centro Internacional de Longevidad de Brasil.

Entre 1950 y 2050, la población mundial aumentará 3.7 veces; el grupo de hombres y mujeres que superan la sexta década, 10 y el conjunto de quienes viven más de 80 años, 26. Estas cifras deben estar presentes, porque influirán en el futuro, estimó en el Congreso Internacional Salud y Envejecimiento. Situación Actual, Retos y Propuestas, iniciativa del Seminario sobre Medicina y Salud de esta casa de estudios.

Hoy, la cifra de adultos mayores es superior a la suma de todas las personas que llegaron a los 60 años en épocas anteriores. A ninguna otra generación le fue concedido responder a cambios tan profundos y con repercusiones en todos los aspectos de la sociedad. Los profesionales de la salud deben aprovechar esta oportunidad, recomendó Kalache en el Auditorio Raoul Fournier de la Facultad de Medicina (FM) de esta casa de estudios.
Los individuos deben envejecer en las mejores condiciones, porque en esta edad cualquier enfermedad es devastadora e implica altos costos. Los ancianos tienen derecho a recibir asistencia y los cuidados necesarios, subrayó quien fuera director del Departamento de Envejecimiento y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Para responder a la que llamó la revolución de la longevidad, urgió a destinar más recursos a campañas de cuidado individual y comunitario, fortalecer el nivel primario de atención, formar más médicos generales, promover una cultura del autocuidado y garantizar que los futuros profesionistas sean más competentes en todos los aspectos relacionados con el envejecimiento.

A medida que envejecemos, creamos otra etapa de experimentación y rebelión: lagerontolescencia. Se trata de optimizar las oportunidades de vivienda, alimentación, salud, educación, participación y seguridad de la población, para promover una etapa con calidad de vida, concluyó.

CRÉDITOS: UNAM-DGCS-635

Mojarra con omega 3, tan nutritiva como los peces de mar.

 
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15 de Enero del 2013
Los ácidos grasos esenciales, presentes mayormente en peces de mar y mariscos, son necesarios en la dieta humana por sus beneficios para la salud, pero son difíciles de conseguir.
Ahora, gracias a un desarrollo de zootecnistas de la UN, esas propiedades nutricionales se podrán encontrar en la conocida tilapia de agua dulce.
Cuando el investigador estadounidense Ralph Holman dio a conocer al mundo, hace treinta años, un nuevo ácido graso denominado omega 3, cuyo descubrimiento fue resultado de años de estudio del metabolismo de estos compuestos en el organismo, se desató un interés mundial por el producto.
El científico determinó que la dieta de los esquimales, rica en pescado y mariscos de mar, era el secreto de la baja incidencia de problemas cardiacos. En particular, halló que las grasas de estos animales tenían altos contenidos de omega 3, el cual permite regular la presencia de los eicosanoides “buenos” y “malos”, unas cruciales moléculas orgánicas que son reguladoras intracelulares y participan en distintos procesos biológicos.
Cuando los “malos” se encuentran en más cantidad, crecen las probabilidades de que la sangre se coagule demasiado y se presenten fallas en el corazón. En el caso contrario, el riesgo es que una herida no cierre porque la sangre es poco espesa. Lo ideal es tener un buen equilibrio de este tipo de eicosanoides.
Lo anterior desató el interés de la industria en trasladar esas propiedades saludables a otros productos alimenticios, algo que aún continúa. Es el caso de un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la Universidad Nacional de Colombia, que diseñó una metodología para que los peces de agua dulce obtengan mayores porcentajes de omega 3, similares a los de mar.
Filetes de exportación
La tilapia es el pescado que más se produce en el país. La necesidad de establecer un mercado más competitivo llevó al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural a abrir una convocatoria en 2007 para elegir un proyecto que le diera valor agregado al producto. Y fue allí cuando entraron en acción los expertos de la UN.
Con los cerca de 1.200 millones de pesos que el proyecto requirió y la participación de expertos de la Universidad de la Salle, así como de piscicultores y productores de alimentos para animales, se buscaron alternativas.
Liderados por la profesora Adriana Patricia Muñoz Ramírez, coordinadora del Grupo de Investigación UN-Acuictio, del Departamento de Ciencias de la Producción Animal, los zootecnistas elaboraron una dieta que puede llegar a duplicar el nivel de omega 3 en los filetes de tilapia. Esto aumenta los beneficios nutricionales para el consumidor y las ganancias para los productores.
En el país se cultivan dos tipos de tilapia o mojarra –su nombre más común–: la roja, que se comercializa como pieza entera; y la gris (nilótica), que se vende en filetes para exportación. Pese a que ambas tienen buenos niveles de ácidos grasos, no poseen los niveles que llegan a tener los peces de mar, como salmón, atún, anchoa, sardinas y jurel (Caranx vinctus), entre otros.
La profesora Muñoz asegura que los filetes colombianos se caracterizan por ser de mejor calidad que los de países como China. Estos últimos llegan congelados a los expendios de EE. UU., donde los descongelan y los venden como frescos. “Aquí podemos producir un filete a las 10:00 a. m. y, al otro día, a la misma hora, tenerlo verdaderamente fresco en los mercados de ese país, por la cercanía que hay”.
El valor agregado
La investigadora sostiene que el omega 3 previene enfermedades cardiovasculares, mejora el desarrollo intelectual de los niños y mantiene la buena funcionalidad de las células y del cerebro. Este era el valor agregado que necesitaban para mejorar la calidad de la mojarra.
Buscaron entonces ingredientes ricos en estas sustancias para fabricar un alimento especial para los peces. Utilizaron lípidos (moléculas biológicas que aportan energía al organismo –algunos son la base de las grasas–) y vísceras de cachama y trucha, que tienen gran cantidad de grasa y, por lo general, son desechadas por los piscicultores.
Con las vísceras fabricaron ensilaje, que consiste en someter la materia prima a un proceso de fermentación con una fuente de carbohidratos; en este caso fue melaza y bacterias, entre otros componentes. Encontraron que los ensilajes molidos y cocinados eran la mejor opción, pero antes de incorporarlos en las dietas verificaron que no fueran dañinos para los animales. Luego hicieron experimentos para saber qué cantidad era la adecuada para el régimen alimenticio.
Por último, agregaron dos ingredientes con altos porcentajes de omega 3: la semilla de lino (52,4%), usual en la avicultura para producir huevos con ese valor agregado; y semillas de chía (65,9%), una planta que se daba naturalmente en México, América Central y Colombia, pero que en la actualidad debe ser importada de Argentina.
Pruebas a escala
Los expertos ensayaron otros ingredientes, como el aceite de girasol, soya y palma, y probaron cuatro tipos de dietas: primero, en acuarios de la UN y en tanques en Villavicencio; por último, en la Represa de Betania (Huila). Además, pasaron de experimentar con ocho animales por tanque a trabajar con diez toneladas de pescado.
Después de 45 días de probar la alimentación y de examinar los filetes en laboratorio, se concluyó que la dieta a base de semillas de lino o de chía incrementaba en diversos niveles sus concentraciones de ácidos grasos. La profesora Muñoz sostiene que esta clase de nutrición sube los costos, algo que puede disuadir a los productores, pero resalta que es un valor agregado muy apreciado en el mercado.
“Los piscicultores deben saber que esta es una dieta de finalización, pues de los ocho meses que dura el engorde, solo deben incluir la dieta especial con omega 3 durante los últimos 45 días antes del sacrificio del animal. Cuesta más, pero esperamos que pueda ser vendido a mejores precios”, explica.
Para Diego Alejandro Niño, gerente de ventas de Concentrados Cresta Roja –empresa dedicada a producir alimentos para animales–, resulta atractivo conocer materias primas alternativas con las cuales remplazar otras de gran demanda, pero que a veces escasean. Aunque ve viable usar la dieta creada en la UN, dice que el inconveniente es la escasez de semillas como la chía, pues no se consiguen en grandes volúmenes en el país.
La forma de dar valor agregado a la tilapia ya existe. Ahora les queda a los productores y a las empresas productoras de concentrados aprovechar la idea, pues quienes desarrollaron el proyecto están seguros de que hay consumidores dispuestos a pagar por un producto más saludable y nutritivo.
Créditos: http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html
El mercado de los EE. UU. absorbe buena parte de los filetes de tilapia colombianos.

El mercado de los EE. UU. absorbe buena parte de los filetes de tilapia colombianos.

15 de Enero del 2013

Los ácidos grasos esenciales, presentes mayormente en peces de mar y mariscos, son necesarios en la dieta humana por sus beneficios para la salud, pero son difíciles de conseguir.

Ahora, gracias a un desarrollo de zootecnistas de la UN, esas propiedades nutricionales se podrán encontrar en la conocida tilapia de agua dulce.

Cuando el investigador estadounidense Ralph Holman dio a conocer al mundo, hace treinta años, un nuevo ácido graso denominado omega 3, cuyo descubrimiento fue resultado de años de estudio del metabolismo de estos compuestos en el organismo, se desató un interés mundial por el producto.

El científico determinó que la dieta de los esquimales, rica en pescado y mariscos de mar, era el secreto de la baja incidencia de problemas cardiacos. En particular, halló que las grasas de estos animales tenían altos contenidos de omega 3, el cual permite regular la presencia de los eicosanoides “buenos” y “malos”, unas cruciales moléculas orgánicas que son reguladoras intracelulares y participan en distintos procesos biológicos.

Cuando los “malos” se encuentran en más cantidad, crecen las probabilidades de que la sangre se coagule demasiado y se presenten fallas en el corazón. En el caso contrario, el riesgo es que una herida no cierre porque la sangre es poco espesa. Lo ideal es tener un buen equilibrio de este tipo de eicosanoides.

Lo anterior desató el interés de la industria en trasladar esas propiedades saludables a otros productos alimenticios, algo que aún continúa. Es el caso de un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la Universidad Nacional de Colombia, que diseñó una metodología para que los peces de agua dulce obtengan mayores porcentajes de omega 3, similares a los de mar.


Filetes de exportación

La tilapia es el pescado que más se produce en el país. La necesidad de establecer un mercado más competitivo llevó al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural a abrir una convocatoria en 2007 para elegir un proyecto que le diera valor agregado al producto. Y fue allí cuando entraron en acción los expertos de la UN.

Con los cerca de 1.200 millones de pesos que el proyecto requirió y la participación de expertos de la Universidad de la Salle, así como de piscicultores y productores de alimentos para animales, se buscaron alternativas.

Liderados por la profesora Adriana Patricia Muñoz Ramírez, coordinadora del Grupo de Investigación UN-Acuictio, del Departamento de Ciencias de la Producción Animal, los zootecnistas elaboraron una dieta que puede llegar a duplicar el nivel de omega 3 en los filetes de tilapia. Esto aumenta los beneficios nutricionales para el consumidor y las ganancias para los productores.

En el país se cultivan dos tipos de tilapia o mojarra –su nombre más común–: la roja, que se comercializa como pieza entera; y la gris (nilótica), que se vende en filetes para exportación. Pese a que ambas tienen buenos niveles de ácidos grasos, no poseen los niveles que llegan a tener los peces de mar, como salmón, atún, anchoa, sardinas y jurel (Caranx vinctus), entre otros.

La profesora Muñoz asegura que los filetes colombianos se caracterizan por ser de mejor calidad que los de países como China. Estos últimos llegan congelados a los expendios de EE. UU., donde los descongelan y los venden como frescos. “Aquí podemos producir un filete a las 10:00 a. m. y, al otro día, a la misma hora, tenerlo verdaderamente fresco en los mercados de ese país, por la cercanía que hay”.


El valor agregado

La investigadora sostiene que el omega 3 previene enfermedades cardiovasculares, mejora el desarrollo intelectual de los niños y mantiene la buena funcionalidad de las células y del cerebro. Este era el valor agregado que necesitaban para mejorar la calidad de la mojarra.

Buscaron entonces ingredientes ricos en estas sustancias para fabricar un alimento especial para los peces. Utilizaron lípidos (moléculas biológicas que aportan energía al organismo –algunos son la base de las grasas–) y vísceras de cachama y trucha, que tienen gran cantidad de grasa y, por lo general, son desechadas por los piscicultores.

Con las vísceras fabricaron ensilaje, que consiste en someter la materia prima a un proceso de fermentación con una fuente de carbohidratos; en este caso fue melaza y bacterias, entre otros componentes. Encontraron que los ensilajes molidos y cocinados eran la mejor opción, pero antes de incorporarlos en las dietas verificaron que no fueran dañinos para los animales. Luego hicieron experimentos para saber qué cantidad era la adecuada para el régimen alimenticio.

Por último, agregaron dos ingredientes con altos porcentajes de omega 3: la semilla de lino (52,4%), usual en la avicultura para producir huevos con ese valor agregado; y semillas de chía (65,9%), una planta que se daba naturalmente en México, América Central y Colombia, pero que en la actualidad debe ser importada de Argentina.


Pruebas a escala

Los expertos ensayaron otros ingredientes, como el aceite de girasol, soya y palma, y probaron cuatro tipos de dietas: primero, en acuarios de la UN y en tanques en Villavicencio; por último, en la Represa de Betania (Huila). Además, pasaron de experimentar con ocho animales por tanque a trabajar con diez toneladas de pescado.

Después de 45 días de probar la alimentación y de examinar los filetes en laboratorio, se concluyó que la dieta a base de semillas de lino o de chía incrementaba en diversos niveles sus concentraciones de ácidos grasos. La profesora Muñoz sostiene que esta clase de nutrición sube los costos, algo que puede disuadir a los productores, pero resalta que es un valor agregado muy apreciado en el mercado.

“Los piscicultores deben saber que esta es una dieta de finalización, pues de los ocho meses que dura el engorde, solo deben incluir la dieta especial con omega 3 durante los últimos 45 días antes del sacrificio del animal. Cuesta más, pero esperamos que pueda ser vendido a mejores precios”, explica.

Para Diego Alejandro Niño, gerente de ventas de Concentrados Cresta Roja –empresa dedicada a producir alimentos para animales–, resulta atractivo conocer materias primas alternativas con las cuales remplazar otras de gran demanda, pero que a veces escasean. Aunque ve viable usar la dieta creada en la UN, dice que el inconveniente es la escasez de semillas como la chía, pues no se consiguen en grandes volúmenes en el país.

La forma de dar valor agregado a la tilapia ya existe. Ahora les queda a los productores y a las empresas productoras de concentrados aprovechar la idea, pues quienes desarrollaron el proyecto están seguros de que hay consumidores dispuestos a pagar por un producto más saludable y nutritivo.

Créditos: http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html

Hay vacíos en cifras de inseguridad alimentaria y nutricional.

 
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14 de Enero del 2013
Los métodos de medición de la inseguridad alimentaria y nutricional usados en el país no alcanzan aún el grado de confiabilidad suficiente para diseñar políticas públicas adecuadas.
Esa es la conclusión de un estudio adelantado por investigadores de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá y de la Universidad Industrial de Santander (UIS), que, desde hace dos años, insisten en la necesidad de revisar las metodologías que utiliza el Estado.
Cada una de las técnicas actuales arroja un resultado distinto, pero, en todos los casos, preocupante. Los expertos encontraron que de cada 100 hogares, en el mejor escenario, pueden existir, como mínimo, 36 que la padecen y, en el peor, como máximo, 87. Estos resultados contrastan con los de la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (Ensin) 2010, que estimó el problema en un promedio de 42.
La Ensin es la referencia oficial más importante, porque es un sondeo hecho por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Profamilia, el Instituto Nacional de Salud y el Ministerio de Salud y Protección Social.
En esta encuesta se recurre a unas escalas para medir la percepción que se tiene de esta inseguridad (también conocida como la “escala del hambre”). Estas parten de una referencia internacional validada en Colombia por estudios de la Universidad de Antioquia en alianza con entidades extranjeras.
“Es necesario no confiar solo en las escalas, que dan una información gruesa, sino complementarlas con métodos como el recordatorio 24 horas (que evalúa periódicamente la nutrición de una persona o familia) y estudios de antropometría (en los cuales se examinan las medidas del cuerpo humano y se las relaciona con la alimentación). Estas fueron, precisamente, las mediciones que hicimos”, cuenta la profesora Sara del Castillo, coordinadora del Observatorio de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Obsán) de la UN.
En ese sentido, manifiesta: “Se debe entender que los datos alcanzados en la Ensin son resultado de una metodología de tamizaje. De modo que, si bien pueden ser un insumo para la política pública del Estado, son muy gruesos o generales. Por eso, es necesario, y así lo demostró la investigación, hacer estudios más precisos, que se acompañen de recordatorios de dieta y mediciones más cercanas a lo que consume la gente y combinadas con información de valoración de la situación nutricional”.
Y es que, según afirma, es con este conjunto de información como se pueden tomar decisiones oficiales más acertadas. Así, si la Ensin evidencia un problema grave de inseguridad alimentaria y nutricional, las mediciones de los analistas del Obsán muestran que la situación es aún más grave, sobre todo en regiones rurales. “Esto demuestra que estamos subestimando los problemas nutricionales en algunas zonas”.
Midiendo el hambre
Los investigadores evaluaron la ingesta diaria de alimentos de 1.505 personas residentes en 432 hogares de Bogotá, Bucaramanga, Tenjo y Sibaté. Aplicaron el recordatorio de 24 horas, un interrogatorio mediante el cual se obtiene información más precisa sobre qué consumió la persona el día anterior en cada una de las comidas.
“El consumo promedio de energía fue de 1.279 kilocalorías en menores de un año, una cifra alta. También es muy alta en la población en general, lo que confirma los datos de la Ensin sobre la tendencia al sobrepeso de los colombianos; particularmente los de bajos ingresos económicos, pues se creía un fenómeno predominante en las clases altas”, señala Del Castillo.
Además, encontraron que, a pesar de que la pobreza es más marcada en las zonas rurales –de ahí la inadecuada alimentación–, el sobrepeso es prevalente tanto en el campo como en la ciudad.
Óscar Fernando Herrán, líder de la investigación y del Observatorio Epidemiológico de Enfermedades Cardiovasculares de la UIS, asegura que el estudio revela lo que pasa en hogares de diversos estratos y con personas de diferentes edades que habitan en ciudades grandes e intermedias y en zonas rurales similares a las de Cundinamarca.
“Ratificamos que el país siempre muestra una situación nutricional que empeora con los años. Demostramos, además, que no se están tomando acciones concretas en política pública y que estamos en un país con alta inequidad en términos de la distribución de la riqueza. Eso se refleja, por ejemplo, en el retraso en la talla de los niños”, concluyen los investigadores.
Para la profesora Del Castillo, el país tiene que avanzar en el uso de metodologías complementarias para tomar decisiones de política pública y los estudios deben hacerse con más frecuencia para incrementar la eficacia de las medidas.
Leandro Luciani Conde, doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y experto en políticas públicas, sostiene que en la medición se deberían incluir los aspectos culturales y sociales, no solo los biológicos.
“El propósito de la política debe ser ampliar los márgenes de los derechos. Esto supone aumentar la cobertura y disminuir las barreras de acceso y las franjas de inequidad existentes. Después hay una serie de instrumentos técnicos para ver cómo se puede implementar”, dice.
Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html
Aunque la academia ha entregado herramientas más ajustadas a la realidad colombiana, en las metodologías oficiales siguen existiendo grandes vacíos que subestiman el problema.

Aunque la academia ha entregado herramientas más ajustadas a la realidad colombiana, en las metodologías oficiales siguen existiendo grandes vacíos que subestiman el problema.

14 de Enero del 2013

Los métodos de medición de la inseguridad alimentaria y nutricional usados en el país no alcanzan aún el grado de confiabilidad suficiente para diseñar políticas públicas adecuadas.

Esa es la conclusión de un estudio adelantado por investigadores de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá y de la Universidad Industrial de Santander (UIS), que, desde hace dos años, insisten en la necesidad de revisar las metodologías que utiliza el Estado.

Cada una de las técnicas actuales arroja un resultado distinto, pero, en todos los casos, preocupante. Los expertos encontraron que de cada 100 hogares, en el mejor escenario, pueden existir, como mínimo, 36 que la padecen y, en el peor, como máximo, 87. Estos resultados contrastan con los de la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (Ensin) 2010, que estimó el problema en un promedio de 42.

La Ensin es la referencia oficial más importante, porque es un sondeo hecho por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Profamilia, el Instituto Nacional de Salud y el Ministerio de Salud y Protección Social.

En esta encuesta se recurre a unas escalas para medir la percepción que se tiene de esta inseguridad (también conocida como la “escala del hambre”). Estas parten de una referencia internacional validada en Colombia por estudios de la Universidad de Antioquia en alianza con entidades extranjeras.

“Es necesario no confiar solo en las escalas, que dan una información gruesa, sino complementarlas con métodos como el recordatorio 24 horas (que evalúa periódicamente la nutrición de una persona o familia) y estudios de antropometría (en los cuales se examinan las medidas del cuerpo humano y se las relaciona con la alimentación). Estas fueron, precisamente, las mediciones que hicimos”, cuenta la profesora Sara del Castillo, coordinadora del Observatorio de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Obsán) de la UN.

En ese sentido, manifiesta: “Se debe entender que los datos alcanzados en la Ensin son resultado de una metodología de tamizaje. De modo que, si bien pueden ser un insumo para la política pública del Estado, son muy gruesos o generales. Por eso, es necesario, y así lo demostró la investigación, hacer estudios más precisos, que se acompañen de recordatorios de dieta y mediciones más cercanas a lo que consume la gente y combinadas con información de valoración de la situación nutricional”.

Y es que, según afirma, es con este conjunto de información como se pueden tomar decisiones oficiales más acertadas. Así, si la Ensin evidencia un problema grave de inseguridad alimentaria y nutricional, las mediciones de los analistas del Obsán muestran que la situación es aún más grave, sobre todo en regiones rurales. “Esto demuestra que estamos subestimando los problemas nutricionales en algunas zonas”.


Midiendo el hambre

Los investigadores evaluaron la ingesta diaria de alimentos de 1.505 personas residentes en 432 hogares de Bogotá, Bucaramanga, Tenjo y Sibaté. Aplicaron el recordatorio de 24 horas, un interrogatorio mediante el cual se obtiene información más precisa sobre qué consumió la persona el día anterior en cada una de las comidas.

“El consumo promedio de energía fue de 1.279 kilocalorías en menores de un año, una cifra alta. También es muy alta en la población en general, lo que confirma los datos de la Ensin sobre la tendencia al sobrepeso de los colombianos; particularmente los de bajos ingresos económicos, pues se creía un fenómeno predominante en las clases altas”, señala Del Castillo.

Además, encontraron que, a pesar de que la pobreza es más marcada en las zonas rurales –de ahí la inadecuada alimentación–, el sobrepeso es prevalente tanto en el campo como en la ciudad.

Óscar Fernando Herrán, líder de la investigación y del Observatorio Epidemiológico de Enfermedades Cardiovasculares de la UIS, asegura que el estudio revela lo que pasa en hogares de diversos estratos y con personas de diferentes edades que habitan en ciudades grandes e intermedias y en zonas rurales similares a las de Cundinamarca.

“Ratificamos que el país siempre muestra una situación nutricional que empeora con los años. Demostramos, además, que no se están tomando acciones concretas en política pública y que estamos en un país con alta inequidad en términos de la distribución de la riqueza. Eso se refleja, por ejemplo, en el retraso en la talla de los niños”, concluyen los investigadores.

Para la profesora Del Castillo, el país tiene que avanzar en el uso de metodologías complementarias para tomar decisiones de política pública y los estudios deben hacerse con más frecuencia para incrementar la eficacia de las medidas.

Leandro Luciani Conde, doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y experto en políticas públicas, sostiene que en la medición se deberían incluir los aspectos culturales y sociales, no solo los biológicos.

“El propósito de la política debe ser ampliar los márgenes de los derechos. Esto supone aumentar la cobertura y disminuir las barreras de acceso y las franjas de inequidad existentes. Después hay una serie de instrumentos técnicos para ver cómo se puede implementar”, dice.

Créditos:http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/inicio.html