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Restos de gobernantes, pudieran encontrarse en túnel teotihuacano

 
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Universitarios participan con investigadores del INAH en las excavaciones del túnel que se encontró debajo del Templo de la Serpiente Emplumada en Teotihuacan.
Universitarios participan con investigadores del INAH en las excavaciones del túnel que se encontró debajo del Templo de la Serpiente Emplumada en Teotihuacan.

13 de agosto de 2010

• Participan universitarios en la zona que conduce a una serie de galerías excavadas por debajo del Templo de la Serpiente Emplumada
• Víctor Manuel Velasco Herrera, del Instituto de Geofísica, opinó que éste es uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes en lo que va del siglo, no sólo de México, sino del mundo

Algunos de los secretos mejor guardados de la “ciudad de los dioses” podrían quedar al descubierto con el hallazgo de un túnel que conduce a una serie de galerías excavadas por debajo del Templo de la Serpiente Emplumada, donde pudieran haber sido depositados los restos de los gobernantes de la antigua ciudad.

Como ha expresado la destacada investigadora universitaria, Linda R. Manzanilla Naim: “quienes gobernaron sucesivamente Teotihuacan por seis siglos escondieron sus caras y tumbas, no revelaron sus nombres, no hicieron patentes sus hazañas, disimularon sus moradas en el mar de conjuntos arquitectónicos”.

En la excavación, se ha tenido la importante colaboración de Víctor Manuel Velasco Herrera, del Departamento de Ciencias Espaciales del Instituto de Geofísica, y su equipo de trabajo, quienes con la utilización de un georadar lograron determinar que el túnel tiene una longitud de 100 a 120 metros, así como la existencia de varias cámaras en su interior.

Ante la imponente oquedad, de cinco metros de diámetro y, por ahora, 12 metros de profundidad, que apenas deja al descubierto el techo del túnel, Velasco Herrera aseguró que éste es uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes en lo que va del siglo, no sólo de México, sino del mundo. “Es muy importante que el equipo encabezado por Sergio Gómez Chávez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), haya tenido confianza en la UNAM”.

Ahí, donde se respira un aire diferente -como el que anuncia un gran hallazgo, que permitirá a los expertos transitar el conducto subterráneo después de mil 800 años- sostuvo que la aplicación de la ciencia y tecnología puede ayudar a planificar mejor la exploración, ahorrar tiempo y disminuir costos.

Así ocurrió en La Ciudadela de Teotihuacan, donde los universitarios se dieron a la tarea de analizar las señales registradas por el instrumento para encontrar la entrada del túnel y calcular su longitud, pero además hallaron, para sorpresa de todos, la existencia de varias cámaras.

Velasco Herrera explicó que hay diferentes métodos de exploración geofísica, pero el georadar, que se coloca en la superficie, “por donde caminan los turistas”, tiene la ventaja de que no es destructivo. Al enviar las ondas electromagnéticas no se dañan posibles estructuras, evidencias o datos que pueden ser fundamentales para los arqueólogos. Además, el sitio es un “laboratorio ideal”, donde no existe perturbación de otras señales.

Para realizar los trabajos, se usaron frecuencias entre 25 y 200 Megahertz. “A mayor longitud de onda, mayor penetración del georadar. Sabíamos que el túnel no podía estar tan somero; no usamos frecuencias altas porque sólo penetran unos cuantos centímetros. La decisión de explorar a más de 10 metros fue correcto”.

Una vez abierto el camino bajo la Tierra, los investigadores planean localizar cavidades, explorar las paredes para descubrir posibles fracturas, establecer qué bloquea el paso a 37 metros de la entrada, entre otras.

También, con el georadar, pretenden hacer una exploración en el río San Juan, que por estudios preliminares, todo parece indicar que fue corregido el cauce por los teotihuacanos, así como un mapeo más detallado de La Ciudadela en 3D para encontrar otras estructuras que posiblemente están ahí, en espera de ser descubiertas, dijo Víctor Manuel Velasco.

Una parte muy importante para la ubicación de la entrada del túnel fue el procesamiento de la información, se utilizaron el análisis espectral tiempo-frecuencia, inteligencia artificial, reconocimiento de patrones, entre otros. “La decisión del arqueólogo Sergio Gómez de excavar ahí fue fundamental, y se encontró”, añadió.

Al respecto, Gómez dijo que no se tenía ningún indicio de la ubicación de la “puerta” al túnel. “Uno de los logros interesantes del proyecto es que con esta excavación pudimos identificar el lugar exacto del acceso principal”.

Tlalocan: camino bajo la tierra

La Ciudadela es uno de los complejos arquitectónicos rituales más importantes de Teotihuacan, que a su vez, tuvo una extensión de 23 a 25 kilómetros cuadrados y cerca de 200 mil habitantes. Fue una de las cinco ciudades más importantes de la antigüedad en el mundo, y su edificio principal para una época fue el Templo de la Serpiente Emplumada.

Ahí, Gómez recordó que la ciudad fue construida como una réplica de la forma en que ese antiguo pueblo concibió el universo. “La importancia del túnel radica en constituir la ‘materialización’ propia de una de sus regiones más sobresalientes: el inframundo”.

Creemos, refirió con la mirada en el enorme pozo cavado y posteriormente rellenado por los propios teotihuacanos alrededor del año 200 ó 250 de nuestra era, que “este túnel, de alguna manera, hace alusión o representa a esa región del cosmos”.

Y esto que vemos aquí, añadió, es la entrada principal a ese tlalocan o camino bajo la tierra, detectado en 2003 durante trabajos de conservación del Templo de la Serpiente Emplumada; se encontró a unos metros otro pozo (de 80 centímetros de diámetro, pero que por su tamaño, no podía ser la entrada).

El túnel, ubicado a unos 14 metros de profundidad, apareció después de meses de trabajo y luego de extraer en cubetas, hasta el momento, 200 toneladas de piedra y tierra, y junto con eso, infinidad de materiales arqueológicos.

El camino conduce hacia el centro del Templo de la Serpiente Emplumada, y su orientación es de oeste a este. “Hemos logrado ver en la parte superior de la bóveda del túnel las marcas de las herramientas de piedra, hueso o madera endurecida, que quedaron impresas en la roca, las que se utilizaron para excavar, y sabemos que fue construido en ese sentido”.

Y precisamente la entrada al inframundo se realizaba, según distintos relatos o mitos que compartían diversas culturas mesoamericanas, en esa dirección. Se trataba de un lugar de creación, donde residen las fuerzas telúricas, emanadas de las deidades; el sitio donde se crea y se recrea la vida de forma constante.

El inframundo también era una región eminentemente acuática. Cuando los teotihuacanos decidieron hacer esta oquedad, que es el acceso al túnel, sabían que el nivel freático se encontraba entre 12 y 15 metros bajo la superficie.

“Una vez que logremos despejar la entrada, en dos meses más de trabajo, y podamos ingresar, al final del camino, quizás puedan localizarse los restos de los gobernantes de la antigua ciudad de Teotihuacan”, indicó Gómez.

Incógnitas por resolver

Otro misterio más es cómo descendían al túnel o la ubicación del juego de pelota. “No se ha encontrado en Teotihuacan una cancha, aunque representaciones en la pintura mural indican que se practicaban hasta ocho variedades distintas, incluida la que se realizaba en espacios cerrados, llamado ulama. Incluso una de ellas parece que está efectuándose sobre una cancha propiamente”, relató el arqueólogo.

Determinar lo que ocurrió en aquella época de transformaciones para los teotihuacanos aún requiere de muchas más investigaciones. Los descubrimientos son muy recientes.

Además del georadar, los expertos usaron un escáner láser que genera millones de puntos por segundo y, con ello, se lleva un registro muy fino y detallado de todo lo que se va localizando. Con esa herramienta también fue posible determinar que a 37 metros de la entrada, la señal láser choca con “algo”, que podría ser un derrumbe.

Créditos: UNAM. DGCS -478/unam.mx

El exceso de CO2 acidifica los océanos, dañando arrecifes, fitoplancton y animales con concha

 
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Las aguas ácidas afectan a los arrefices de coral, que padecen blanqueamiento por estrés, derivado del aumento de la temperatura o de la acidez oceánica.
Las aguas ácidas afectan a los arrefices de coral, que padecen blanqueamiento por estrés, derivado del aumento de la temperatura o de la acidez oceánica.

8 de junio de 2010

• Los mares absorben, en promedio, 22 millones de toneladas de dióxido de carbono producido por el ser humano, alertó Rosa María Prol, del Instituto de Geofísica de la UNAM
• Esas altas concentraciones provocan un descenso del nivel de acidez en el agua, y una menor disponibilidad de carbonato

Las altas concentraciones de dióxido de carbono (CO2) en el planeta no solamente afectan a la atmósfera y generan el calentamiento global. También producen graves daños en los océanos, cuyas aguas se vuelven ácidas por el exceso de ese contaminante.

Ese cambio en el nivel de acidez (o pH) del agua marina produce una menor disponibilidad de calcita, aragonita y otros carbonatos con los que se forman los arrecifes, los esqueletos y las conchas de muchas especies marinas, afirmó Rosa María Prol Ledesma, investigadora del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.

En la conferencia “La acidificación del océano”, celebrada en el auditorio Tlayolotl del IGf, la doctora en física de la Tierra señaló que los mares absorben en promedio 22 millones de toneladas de CO2 producido por el ser humano.

“Al disolverse el CO2 en los océanos, éstos se vuelven ácidos, ocasionando un cambio químico que disminuye la cantidad de carbonato de calcio, con el que se forma el fitoplancton calcáreo, fundamental en la cadena alimentaria”, destacó.

La especialista del Departamento de Recursos Naturales del IGf, añadió que la acidificación oceánica produce que especies como los pterópodos –una familia de moluscos pequeños que forman extensiones laminares y pequeñas conchas– tengan deficiencias en sus defensas y disminución de la función metabólica.

Las aguas ácidas también afectan gravemente a los arrefices de coral, que padecen el blanqueamiento por estrés, derivado del aumento de la temperatura o de la acidez oceánica.

“En México se ubica la segunda zona de arrecifes de coral más grande del mundo, detrás de la de Australia, así que el daño a nuestra biodiversidad es especialmente notable”, abundó Prol.

Otros afectados son los peces y mariscos de diversas especies, muchos de ellos de valor comercial, y fundamentales en pesquerías.

Mares 30 por ciento más ácidos

De acuerdo con datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), los océanos absorben el 25 por ciento del CO2 que se emite cada año en el planeta, y producen la mitad del oxígeno que se respira.
Según la Guía de acidificación de los océanos, realizada por ese organismo, la acidez de las aguas marinas se ha incrementado un 30 por ciento desde el inicio de la industrialización, hace 250 años.
La predicción de la UICN indica que si los niveles de CO2 en la atmósfera siguen subiendo, la acidez del agua del mar puede aumentar 120 por ciento de aquí a 2060, lo que significa un incremento mayor al experimentado en los últimos 21 millones de años.

En 2100, el 70 por ciento de los corales de agua fría pueden verse expuestos a aguas corrosivas.
La UICN destacó que, dado el desfase entre las emisiones de CO2 y una situación de equilibrio, podrían pasar decenas de miles de años antes de que se restablezcan las propiedades del océano, y aún más tiempo para alcanzar una recuperación biológica completa.
Para ello, los expertos exigen reducciones inmediatas y sustantivas de las emisiones y la aplicación de tecnologías capaces de eliminar activamente el CO2.
“La única forma de detener la acidificación oceánica es suspendiendo las emisiones de contaminantes, causados fundamentalmente por los automóviles y las industrias”, advirtió Rosa María Prol.

La investigadora universitaria, que en agosto próximo realizará una campaña de investigación en aguas de la parte norte del Golfo de California, tomará muestras de varias especies marinas que han sobrevivido a la acidificación oceánica.

“Existe un tipo de acidificación natural, que ocurre cerca de las ventilas hidrotermales, de donde sale CO2. Pero es un fenómeno natural que ha ocurrido gradualmente durante miles de años, que algunos corales han podido resistir”, señaló.

Con su estudio, Rosa María Prol comparará la sobrevivencia de esas especies con la situación que se vive por la contaminación antropogénica.
Créditos: UNAM. DGCS -342/unam.mx

Urge ampliar las redes de detección sísmica nacional

 
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En México, la red sísmica tiene menos de 50 estaciones, mientras que regiones como California, en Estados Unidos, cuenta con más de mil, señaló Shri Krishna Singh, investigador emérito del IGf.
En México, la red sísmica tiene menos de 50 estaciones, mientras que regiones como California, en Estados Unidos, cuenta con más de mil, señaló Shri Krishna Singh, investigador emérito del IGf.

6 de junio de 2010

• Un anillo de sensores a 300 kilómetros de la Ciudad de México sería eficiente y barato para fines de alertamiento a la urbe, dijo Shri Krishna Singh, investigador emérito del Instituto de Geofísica
• En una conferencia magistral, el académico de la UNAM añadió que el Sistema de Alerta Sísmica actual tiene fallas y cobertura limitada

Durante el terremoto de 1985, la Red de Acelerógrafos era una de las más avanzadas del mundo; pero actualmente, México tiene rezagos en la instrumentación sísmica, advirtió Shri Krishna Singh, investigador emérito del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.

“Se requiere ampliar la cobertura de detección con sismógrafos, acelerógrafos, más equipos de banda ancha —como los instalados en territorio nacional a partir de 1990—, pero también con Sistemas de Posicionamiento Global (GPS) y aditamentos portátiles que generen datos de forma rápida en cualquier región afectada”, añadió.

La red sísmica nacional tiene menos de 50 estaciones, mientras que regiones como California, en Estados Unidos, cuenta con más de mil, dijo en la conferencia magistral Sismología en México: avances y perspectivas.

En un país de temblores, la instrumentación es fundamental para la detección de los movimientos telúricos grandes, medianos y pequeños, que además de aportar información en tiempo real, útil para la sociedad y organismos de protección civil, permita profundizar estudios sobre el origen, tipo y trayectoria en zonas específicas del planeta, acotó el científico, nacido en la India y nacionalizado mexicano.

En el auditorio Tlayolotl del IGf, lleno a su capacidad máxima por estudiantes y académicos, Singh propuso instalar un anillo de sensores a 300 kilómetros del Distrito Federal, que sería eficiente y barato para fines de alertamiento temprano para la ciudad.

Así se ampliaría la cobertura de detección sísmica para la región más poblada del país, y permitiría la estimación rápida de la intensidad esperada en el Valle de México.

Recordó que en las zonas blandas en esa área, un movimiento telúrico se amplifica entre 100 y 500 veces, mientras en las zonas duras, la amplificación es de 10.

El investigador del Departamento de Sismología del IGf, destacó que por años, en México han habido avances, pero también existen rezagos. “La red de acelerógrafos del Instituto de Ingeniería de la UNAM, ha crecido y aportado información para nutrir cientos de artículos científicos en todo el mundo, pero aquí, la comunidad de sismólogos es todavía muy pequeña, y necesitamos más especialistas para ampliar los estudios y análisis de los datos de la red”, reconoció.

Alerta sísmica deficiente

El ingeniero de minas y doctor en ciencias de la ingeniería, consideró que el sistema de alerta sísmica actual tiene varias deficiencias. “Su cobertura es limitada, utiliza un algoritmo de detección que tiene fallas para registrar la magnitud, y la alerta responde a la magnitud, cuando podría funcionar con base en la aceleración esperada en el Valle de México”, explicó.

También, sugirió utilizar sensores y GPS a lo largo de las costas para desarrollar una alerta de tsunamis, con parámetros deseables, como el tamaño de la falla, su ubicación y la energía radiada.

Sismólogo precursor

Singh ha sido fundamental para acercar a dos áreas de la investigación en México: la sismología y la ingeniería.

Durante su trayectoria de cuatro décadas de trabajo científico, ha estudiado las fuentes de los temblores, propagación, atenuación y amplificación de las ondas por efectos locales, estructura cortical de la Tierra, tsunamis y estimación de movimientos del terreno durante futuros movimientos.

Entre sus aportaciones, destacan el descubrimiento de que la pequeña y joven Placa de Rivera es capaz de producir grandes terremotos, como el ocurrido en la interfaz entre esa placa y la de Norteamérica, que produjo un gran temblor en Jalisco, en 1932.

Precursor de la llamada Escuela Mexicana de Sismología, Shri Krishna Singh ha impulsado las redes de detección sísmica nacional, que genera registros de utilidad para sismólogos de todo el mundo.

En la UNAM, ha dirigido el Departamento de Sismología del IGf, y ha sido asesor del Instituto de Ingeniería.

A nivel nacional, ha sido asesor del Centro Nacional de Prevención de Desastres, y de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias, donde participó en estudios de seguridad sísmica de la planta de Laguna Verde. Es integrante del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia, y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.

Distinguido por el gobierno de la República con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, también ha recibido la medalla Manuel Maldonado, de la Unión Geofísica Mexicana; el Premio Universidad Nacional, en el área de Innovación Tecnológica y Diseño; el Reconocimiento Especial de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica, y la Medalla Luis Esteva Maraboto.
Créditos: UNAM. DGCS -338/unam.mx

Túneles secretos bajo la Catedral de Morelia, ¿Leyenda o realidad?

 
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 Un modelo en tercera dimensión del suelo bajo la catedral revela lo que posiblemente son túneles.
Un modelo en tercera dimensión del suelo bajo la catedral revela lo que posiblemente son túneles.

25 de mayo de 2010

• Investigadores del Instituto de Geofísica de la UNAM viajaron a la capital michoacana para determinar si hay galerías subterráneas debajo de ese templo colonial

Se cuenta que bajo las calles de Morelia existen una serie de galerías subterráneas que conectan a la ciudad y desembocan en los lugares más insospechados.

Se trata de una leyenda que ha corrido de boca en boca durante generaciones y que, finalmente, será refutada o confirmada por un grupo de “cazadores profesionales de túneles y fracturas”, conformado por investigadores del Instituto de Geofísica (IGeF) de la UNAM que, desde hace 15 años, se dedican a detectar oquedades bajo tierra con el único fin de evaluar zonas de riesgo en áreas urbanas.

Este equipo, encabezado por el doctor René Chávez Segura, se trasladó desde CU a la capital michoacana para determinar, de una vez por todas, si hay pasadizos secretos bajo el ícono más importante para los morelianos: la Catedral, pues aunque por mucho tiempo se ha contado que, durante la Colonia, los miembros del clero solían utilizar estos pasadizos como medio de escape, para almacenar alimentos y guardar objetos de valor, o simplemente como accesos secretos a otros edificios, en realidad nadie sabe a ciencia cierta si estos lugares existieron o no.

“Ya habíamos ido antes, en 2006, a realizar una exploración con georadar, pero los resultados no fueron tan concluyentes como esperábamos; por eso, cuando nos ofrecieron regresar tres años después, y sabiendo que en esta ocasión contábamos con una tecnología mucho más avanzada y también con más experiencia, aceptamos la encomienda”, comentó Chávez Segura.

En busca de la Morelia soterrada

Historias como la de “mi abuelo encontró la entrada a un túnel debajo de su casa, lo recorrió y no encontró salida sino hasta la punta de un cerro”, o la de “me contaron de un pasadizo bajo tierra que conduce de una iglesia a otra”, eran muy comunes entre los morelianos, pero ninguno pasaba de eso, de relatos salpicados de ficción.

Sin embargo, fue en los años 70 cuando aquellas historias dieron visos de ser verdad, pues cuando se realizaban trabajos en la antigua iglesia del Carmen, se descubrió por accidente una serie de galerías subterráneas que demostraron que aquello que se tenía por mito quizá era una realidad.

Más tarde, en 1998, un diario de Michoacán publicó un anuncio en el que invitaba a todo aquel que hubiera recorrido uno de estos túneles —o que supiera de alguien que lo hubiera hecho— a dar su testimonio; la respuesta fue abrumadora, pues en apenas un par de días, se recibieron casi un centenar de respuestas.

Con base en los datos proporcionados por los lectores, se elaboró un plano con los posibles puntos de entrada y salida de estos pasadizos y, a partir de ahí, se hicieron excavaciones en el segundo patio de la Preparatoria 2, donde se halló un tramo subterráneo que desembocaba en el Jardín de la iglesia de San José.

Con todas estas evidencias, la asociación Morelia Patrimonio de la Humanidad decidió que era tiempo de desenterrar el pasado de la capital michoacana y poner en claro si alguna vez hubo pasajes secretos debajo del ícono más importante del lugar: la Catedral, ¿pero cómo hacerlo sin dañar este edificio que, más que un lugar de culto, representa a la ciudad misma?

Tras analizar todas las opciones, éstas se redujeron a una: era preciso llamar a los especialistas del Instituto de Geofísica, es decir, al doctor René Chávez y sus colaboradores, un equipo que no necesita más tarjeta de presentación que su amplia experiencia en este tipo de trabajos.

Enfrentando nuevos retos

René Chávez Segura y sus compañeros (Andrés Tejero Andrade, Gerardo Cifuentes Nava, Claudia Arango Galván y Esteban Hernández Quintero) han trabajado en los lugares más extraños: en reclusorios de alta seguridad; en colonias donde la tierra se ha tragado más de una casa, e incluso en pequeños lagos que, debido a una grieta, se han quedado sin agua súbitamente; sin embargo, nunca lo habían hecho en una catedral.

La principal complicación era que, por tratarse de un edificio protegido tanto por el INAH como por las autoridades locales, resultaba imposible escarbar, hacer perforaciones o alterar en lo más mínimo la estructura del lugar.

La tarea no se antojaba fácil, pero los científicos decidieron que lo más adecuado era tomar una “radiografía” del subsuelo y, para lograrlo, se valdrían de tres técnicas: una capacitiva y otra galvánica, para así obtener una imagen bidimensional, y finalmente, una en tercera dimensión que permitiría determinar, finalmente, si en la iglesia hay “secretos enterrados que buscan salir a la luz”.

Desde que se construyó, allá por 1660, hasta el día de hoy, la catedral ha sufrido muchos cambios, tantos que los científicos debieron cotejar diversos planos y sobreponerlos para entender cuál era el diseño original y determinar dónde hubo muros, cimientos, naves y espacios que antes solían estar ahí, pero que desaparecieron, porque a fin de cuentas, 350 años no pasan en vano.

Incendios, modificaciones e incluso caprichos sacerdotales hicieron que la iglesia se transformara a tal grado que, a decir de uno de los historiadores de la ciudad, “si un feligrés de épocas de la Colonia viajara al futuro y se paseara por el mismo templo al que asistió tantas veces, difícilmente adivinaría que se trata del mismo lugar”.
Entonces, si resulta tan difícil ubicar aquellos lugares señalados en planos antiguos, ¿cómo ubicar aquellos sitios que los religiosos protegieron con un “voto de silencio”, como los túneles, y además hacerlo sin siquiera tocar un edificio considerado patrimonio de la humanidad?

Como los cirujanos, que para no intervenir innecesariamente a su paciente antes echan mano de los rayos X, este equipo de geofísicos decidió hacer algo parecido con el suelo bajo la catedral, pues para tomar “radiografías”, ¿quién mejor que los doctores? No importa si se trata de un doctor en medicina o un doctor en geofísica.

“Radiografía” de una catedral

Para tomar una “radiografía” del suelo bajo la catedral, los rayos X resultan inútiles, se necesita algo más, sobre todo si, como René Chávez y su equipo, lo que se busca es una representación en tercera dimensión de lo que hay bajo tierra.

Lo que hizo el equipo fue echar mano de la tomografía de resistividad eléctrica —técnica que consiste en dos métodos, uno capacitivo y otro galvánico, para, a partir de los resultados obtenidos, crear una imagen bidimensional.

Este recurso, por más laborioso que suene, ha sido clave a la hora de concretar hallazgos tan sorprendentes como el de templos de la antigua Roma ocultos bajo el suelo de iglesias católicas en España.

Al realizar ambas mediciones, lo que obtuvieron los científicos fue una serie de gráficas que, mediante manchones rojos, amarillos y azules, indicaban que en el subsuelo había restos sólidos, saturaciones de agua, criptas y formaciones circulares que podrían indicar la entrada a un túnel, aunque también podrían ser otra cosa…

Para resolver este enigma, era preciso obtener una imagen en tercera dimensión de lo que yace bajo la catedral moreliana, algo que parecía no ofrecer mayor complicación, pues se trataba de un procedimiento que el equipo de Chávez Segura ya había realizado antes.

Sin embargo, para llevarlo a cabo, los métodos convencionales dictan que es necesario perforar el suelo, lo que de ninguna manera podía hacerse en la catedral, así que el doctor Andrés Tejero propuso algo diferente: “¿Qué tal si diseñamos un sistema totalmente nuevo para iluminar todo aquello que se oculta bajo el oscuro suelo del templo?”.

La idea del profesor Tejero era simple, pero arriesgada, colocar una serie de electrodos alrededor de la Catedral formando una enorme letra L.

En un principio, y con un poco de miedo de que los cálculos no funcionaran, los investigadores echaron a andar las computadoras, pero el temor resultó infundado, pues lo que vieron en el monitor los sorprendió: en la pantalla se apreciaban cuatro formaciones cilíndricas y alargadas que parecían ser túneles.

“El que mejor se veía era el de la cara este, ubicado justo en la zona que diseñó el arquitecto original. Eso nos hace pensar que deben ser galerías creadas por el hombre, pues las paredes se ven muy rectas”, explicó Tejero Andrade.

Al respecto, René Chávez añadió: “Lo que vimos tenía una geometría espectacular. El doctor Tejero y yo hemos trabajado en la detección de oquedades artificiales, como las de Álvaro Obregón, y aunque aquellas fueron hechas por el hombre, no tienen nada que ver con las de Morelia, éstas tienen un grado de sofisticación mucho mayor”.

Resultados que sorprenden

Con estos datos en mano, los científicos dieron a conocer a la asociación Morelia Patrimonio de la Humanidad que habían encontrado lo que podrían ser túneles. La noticia fue recibida con tal júbilo, que el patronato ya piensa realizar excavaciones para constatar si, efectivamente, estas galerías se encuentran ahí.

La finalidad de esta empresa, además de recuperar el pasado michoacano, es reacondicionar muchos de estos sitios y hacerlos transitables para así echar a andar un programa llamado Morelia Soterrada, que a la larga, podría convertirse en uno de los mayores atractivos de la ciudad.

Por el momento, la asociación considera realizar trabajos, como el efectuado por los universitarios, en otros edificios, así como publicar una memoria que recupere tanto las leyendas populares como la crónica de los investigadores del Instituto de Geofísica durante su visita a la catedral.

“Estoy seguro de que cuando caven bajo la iglesia, los incrédulos corroborarán que debajo de la catedral hay túneles”, aseguró el profesor Andrés Tejero.

“Yo siempre he sido más escéptico; prefiero esperar a que las excavaciones nos digan qué es lo que hay escondido… Ya veremos, ya veremos”, replicó el profesor Chávez.

Quince años a la caza de túneles

“Aunque lo nuestro es la geofísica, para nosotros todo inició con la arqueología, cuando nos invitaron buscar túneles bajo los suelos de Teotihuacan. Eso nos abrió nuevos panoramas y nos permitió comenzar a jugar con nuestros equipos y, sobre todo, con distintos métodos”, recordó René Chávez.

Y ese fue el detonante de lo que vendría después: jugar, pues tras experimentar de forma lúdica con diversos equipos y métodos, los científicos aprendieron cómo hacer detecciones cada vez más precisas a nivel superficial, pues originalmente ellos se dedicaban a la exploración geofísica, pero aplicada a la prospección de petróleo.

“El cambio no fue fácil, porque no es lo mismo ubicar cosas a dos kilómetros de profundidad que a dos metros, pues aunque ambos trabajos se parecen, las escalas son muy diferentes”.

Con el paso del tiempo, el equipo del doctor Chávez ha ido cobrando fama, lo que lo ha llevado a lugares tan insólitos como al interior del Reclusorio Oriente, donde laboró rodeado de presos de alta peligrosidad; a mudar su centro de trabajo a colonias que prácticamente flotaban sobre terrenos minados, e incluso a indagar qué ocurrió aquel día que, de súbito, el lago de Chapultepec se quedó sin agua, dejando en el suelo a peces rojos que se convulsionaban al tiempo que boqueaban en busca de aunque fuera un poco de oxígeno.

“Hemos estado en todos lados y hemos visto lo que nadie imagina, ¿Y a dónde nos llevara este trabajo en el futuro? Eso es algo que no podemos imaginar”, concluyó.

Créditos: UNAM. DGCS -316/unam.mx

Desarrollan en la UNAM software para evaluación e investigación de temas volcánicos

 
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• Especialistas de la Dirección General de Servicios de Cómputo Académico (DGSCA) y del Instituto de Geofísica de la

Investigadores de la UNAM prueban un programa que podría ayudar no sólo a prevenir afectaciones causadas por erupciones, sino daños por sus efectos secundarios, dijo Hugo Delgado Granados, del IGf.
Investigadores de la UNAM prueban un programa que podría ayudar no sólo a prevenir afectaciones causadas por erupciones, sino daños por sus efectos secundarios, dijo Hugo Delgado Granados, del IGf.

UNAM trabajan en el proyecto

• Con esta herramienta se podrán realizar simulaciones y representaciones de eventos eruptivos de diferentes tipos, informó el especialista del IGf, Hugo Delgado

Especialistas de la UNAM desarrollan un software llamado Volworks, diseñado para trabajar con eventos volcánicos.

Con ayuda de la Dirección General de Servicios de Cómputo Académico (DGSCA), investigadores del Departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica (IGf), prueban un programa que podría ayudar no sólo a prevenir afectaciones causadas por las erupciones, sino daños por sus efectos secundarios.

En la primera reunión de la Red Iberoamericana para el Monitoreo y Modernización de Cenizas y Aerosoles Volcánicos y su Impacto en la Infraestructura y Calidad de Aire, Hugo Delgado Granados, especialista de dicho departamento, informó que con esta herramienta (contemplada en varios módulos) se podrán realizar simulaciones y representaciones de eventos eruptivos de diferentes tipos, algunos tan particulares como la precipitación de cenizas.

La ceniza volcánica —producto de la fragmentación del magma— puede afectar severamente la salud, pues al ser aspirada llega a los pulmones. Mientras más fina es, el daño es mayor; además, cuando se concentra en grandes cantidades, puede derrumbar techos, agregó.

Por ello, la finalidad de este sistema será brindar herramientas accesibles y de fácil uso para que cualquier persona, aún sin ser especialista, pueda emplearlo en distintos ámbitos.

“Podemos simular escenarios específicos que contribuyan, de manera sencilla, a visualizar cuáles podrían ser las zonas de mayor impacto, y aunque el programa aún tiene limitaciones, ayuda a prever posibles patrones de dispersión de las cenizas, que permitirían anticipar algunos efectos secundarios”, expuso.

“Esto sería de gran ayuda para la aeronáutica civil, que tiene como uno de sus principales problemas el esparcimiento de ceniza volcánica”, añadió.

Este paquete está pensado para ser cargado en cualquier computadora, no sólo en las especializadas y está programada para que las simulaciones que se lleven a cabo con base en muestras reales, tomadas en campo, y para que los valores se sustenten en experiencias verídicas.

Delgado Granados detalló que este sistema también ayuda a la elaboración de mapas de escenarios de peligro volcánico, que previenen problemas por caída de cenizas y su posible afectación a la salud, infraestructura e industria.

Para su fabricación, se deben involucrar metodologías y datos científicos especializados, con un lenguaje accesible a un público más extenso.

El mapa del volcán Popocatépetl, creado en 1995, necesita ser actualizado. “El conocimiento que se tiene es distinto al de hace 15 años. Además, contamos con más herramientas para su mejoramiento”, concluyó.
Créditos: UNAM. DGCS -238/ unam.mx